CAPITULO 20

Ella era un placer para la vista, pensó Roarke, mientras se relajaba con un brandy cuando corrían por el cielo sobre el Atlántico. Pura energía en movimiento, decidió.

Ella usaba unos auriculares, manteniento sus manos libres para una taza de café, o una computadora o un segundo enlace si tenía dos transmisiones entrando a la vez. Se paseaba, arriba y abajo, arriba y abajo por el corto y estrecho pasillo de la cabina de su transporte más veloz, chasqueando órdenes, rumiando datos, azotando en voz alta a alguno que le ponía obstáculos en su camino.

Ella habló con Feeney, con su comandante, con alguien en el consulado de Estados Unidos cuyos oídos probablemente sangrarían por el resto de su vida natural, con el policía italiano que continuaba con las manos cruzadas y aún vacías del papelerío adecuado. Contactó a un abogado especializado en leyes internacionales, levantándolo sin piedad ni misericordia y empujándolo dentro del asunto.

– Los puertos de datos se cayeron. -Le ladró al policía italiano en la siguiente transmisión. -Que demonios quiere decir con que sus puertos de datos se cayeron?

– Estas cosas suceden, teniente. Deberíamos recuperarlos en una hora o dos.

– Usted va a desperdiciar una hora o dos. Puede pedir autorizacíon oral o por mail ya.

– Debo tener la autorización apropiada, en papel, con la firma de autorización y sello. Es la ley.

– No me digas a mi como es la ley, amigo. Tú me arruinas esta captura y te voy a freír las bolas para el desayuno. -Ella cortó, y pateó la base del asiento más cercano.

– Estamos a mitad de camino. -le dijo Roarke. -Hiciste todo lo que podías y aterrorizaste a una cantidad de burócratas menores. Deberías sentarte y dormir un poco.

– No quiero dormir.

– Siéntate de todas formas. -El logró atraparla de la mano, y tirarla hacia el asiento junto al suyo. -Apágalo, teniente. Ni siquiera tú puedes alterar las leyes de la física y hacernos ir más rápido. -El dejó caer un brazo alrededor de ella, y firmemente le hizo apoyar la cabeza sobre su hombro.

– Necesito actualizar al comandante.

– Cuando aterricemos. Sólo descansa e imagina la cara de Julianna cuando entres a su suite. Y piensa en todos los culos italianos que vas a patear.

– Si. -ella bostezó. -Así es. -Con ese agradable pensamiento, se deslizó en un sueño superficial.


– Helicóptero-jet? -Eve se quedó viendo fijamente el pequeño y elegante transporte para cuatro personas con visión borrosa. -No dijiste nada de tener que dar el último paso en un helicóptero.

– Y tú dormías tan tranquila. -Roarke se instaló detrás de los controles. -Ocho minutos de puerto a puerto. Mucho menos tiempo que un trasporte terrestre por las calles italianas, el tráfico italiano, a través de las colinas, rodeando el lago…

– Esta bien, está bien. -escupió ella. -Todos tienen que morir de algo.

– Trataré de no tomar eso como un insulto hacia mis habilidades como piloto. Ponte el cinturón, teniente.

– Creeme. -Cerró su arnés de seguridad, chequeándolo tensa dos veces. -Odio subir en estas cosas.

– No puedo imaginarme porque. -En el momento que tuvo autorización Roarke lanzó el helicóptero en vertical, subiendo doscientos pies en el segundo que le tomó al estómago de Eve ejecutar el primero de una serie de elegantes sobresaltos.

– Córtala!

– Lo siento, dijiste algo? -Con una arrolladora risa, él pulsó los jets y salió como una flecha hacia el cielo teñido de rosa.

– Te crees que es gracioso? -Ella aferraba los costados de su asiento con dedos que parecían clavos de acero. -Sádico hijo de puta.

– Es una cosa de chicos. Realmente no podemos evitarlo. Cristo, mira ese cielo.

– Que pasa con él? -Imágenes de algún horrendo desastre natural cayeron sobre un miedo visceral a las alturas.

– Ninguna cosa sangrienta. Es totalmente precioso, no crees? No todos los días puedes observar el amanecer sobre los Alpes italianos. La próxima vez que tengamos tiempo deberíamos pasar unos días aquí.

– Hermoso, grandioso. Terrorífico. Lo puedo ver desde el suelo. No debo mirar abajo, no debo mirar abajo, no debo mirar abajo.

Y por supuesto cuando lo hizo, sintió que su cabeza giraba en dirección opuesta a su estómago. -Mierda. Mierda. Mierda. Todavía no llegamos?

– Casi. Ahí puedes ver el lago, y la primera luz del sol deslizándose sobre el agua.

Eso sólo la hacía pensar en los horrores de un aterrizaje de emergencia en el agua. -Ese es el lugar?

– Ese es.

Ella vió la piedra rosa y blanca de la vieja finca, el despliegue de césped y jardines, las gemas azules que eran piscinas y fuentes. En vez de ver la belleza, veía la línea final.

– Al final ese idiota capitán Giamanno lo hizo a su manera. Me ocuparé de morderle la garganta una vez que las formalidades estén terminadas.

– Esto no es América. -dijo Roarke dijo con una mímica de cortar la garganta.

Eve le sonrió. -Tienes razón, Roarke.

– Recuerda que lo dijiste. – Y envió el helicóptero en una caída a pico, riendo por sobre el alarido de su esposa mientras descendía sobre el helipuerto. -Esto mantiene la sangre en movimiento.

– En este momento estoy completamente llena de odio hacia ti.

– Lo se, pero lo olvidarás. -El detuvo los motores. -Huele ese aire. Adorable. Puedes oler los jazmines de noche aquí.

Ella logró saltar afuera, con cierta apariencia de dignidad, pero se rindió, y doblándose por la cintura trató de recuperar el aliento.

– Teniente Dallas? -Eve permanecía inclinada mientras las pisadas se acercaban, y entonces miró los afilados zapatos negros mientras sentía que su sistema se recuperaba.

– Si? Usted es la srta. Vincenti?

– Sí, lo soy? Se encuentra bien, teniente?

– Si. -Ella se enderezó. -Sólo estirando mi espalda. El capitán Giamanno?

– todavía no ha llegado. Sus instrucciones fueron seguidas. Inmediatamente después de que termináramos nuestra conversación, me contacté con Seguridad. Ha sido enviado un hombre para custodiar la puerta de la srta. Dunne. Permanece ahí, como usted ordenó. Nadie entró o salió.

– Bien. No voy a esperar a la policía local. La voy a atrapar tan rápida y silenciosamente como pueda.

– Lo apreciaría. Nuestros huéspedes, bueno… -Ella abrió las manos. -No deseamos molestar a ninguno. Señor. -Le ofreció la mano a Roarke. -La doy la bienvenida en su regreso a la villa, a pesar de las circunstancias. Espero que usted y la teniente me dejen saber de que otra forma puedo asistirlos.

– Lo hizo muy bien, señorita. No lo olvidaré.

– Okay. -dijo Eve.- Dígale a su seguridad que yo voy a entrar. Quiero hombres en cada piso, manteniendo a los otros huéspedes fuera del camino. Nadie del plantel debe subir a ese nivel hasta que haya atrapado a la sospechosa y trasladado a un lugar seguro donde Giamanno y yo podamos terminar el papeleo de la extradición.

– Ya despejé una oficina en el nivel principal para ese propósito. Desea que la escolte hasta la suite?

Eve no sabía si eran agallas o cortesía, pero tuvo que darle crédito a la mujer. Había hecho la oferta como si Eve fuera una visitante célebre en vacaciones de fin de semana. -No, hasta el elevador será suficiente. Necesito un código para la puerta.

– La tengo. -Ella hacía gestos, explicando mientras caminaban hacia la graciosa entrada frente al lago. -Cuando un huésped se retira a su habitación, le recomendamos que activen la alarma y cerrojo nocturno, por su propia seguridad. Estos sólo pueden ser abiertos desde el interior, o por una segunda tarjeta codificada en caso de que el personal deba entrar. Una emergencia de alguna naturaleza.

Sacó dos delgadas tarjetas del bolsillo de su elegante traje. -La blanca, con el logo de la villa, abre las cerraduras standard. La roja es para el sistema nocturno.

– Téngalas. -Caminaron bajo una especie de pórtico, cubierto con viñas que perfumaban el aire con vainilla. La doble puerta de vidrio decorada con una imagen de la villa se abrió cuando se acercaron.

Cruzaron a través de una fresca área de descanso, lujosamente decorada con colores, donde la luz del sol serpenteaba en chispas doradas a través de las ventanas de arco. Era atrapada y multiplicada por las brillantes lágrimas de cristal de los numerosos brazos de una araña de cristal. Afuera, en la terraza de piedra, una pareja en batas blancas paseaba del brazo.

– Tiene algunos tesoros aquí. -Eve cumplimentó a la srta. Vincenti.

– Estamos muy orgullosos. Tal vez un día pueda venir sin una misión oficial, debería visitarnos. La vida tiene mucho estrés, verdad, y uno necesita las pequeñas islas de tranquilidad. Ah, éste el sr. Bartelli, nuestro jefe de seguridad.

– Teniente. -Le hizo una corta reverencia. -Señor. -dijo con otra reverencia hacia Roarke. -Puedo acompañarlos?

Ella lo midió. Era grande, atlético, y parecía duro. -Seguro, está bien.

– Mi hombre está en su puesto. -empezó mientras se movían hacia el segundo nivel del lobby con pisos de mármol rosa y columnas. -También tengo monitoreado el corredor de ese piso desde que recibimos su transmisión.

– Hay alguna forma en que ella pueda salir sin usar el corredor?

– Sólo si salta por la terraza. Está en el cuarto piso y no es recomendable.

– Ponga un hombre afuera, en el suelo. Sólo por las dudas.

– Como desee. -Sacó un pequeño comunicador, y pasó la orden mientras iban hacia un elevador.

– Quiero que todos los civiles se queden en sus habitaciones. Ella va a resistir si puede, va a correr si puede, y es capaz de intentar tomar un rehén.

– La seguridad de nuestros huéspedes es capital. Nos ocuparemos de su protección.

Cuando las puertas del elevador se abrieron, Eve puso una mano en la culata de su pistola. Vió al guardia fuera de un par de amplias puertas dobles. Estaba sentado, bloquéndolas y bebiendo café.

Una cortante orden en italiano de su superior lo hizo saltar sobre sus pies, balbuceando una respuesta.

– Ella no intentó dejar la habitación por estas puertas. -le dijo Bartelli. -Nadie trató de entrar. Dos huéspedes, uno de la habitación siguiente, uno del final del pasillo, dejaron sus habitaciones. Aquí hay actividades por la mañana, -explicó- Y el gimnasio y las piscinas están abiertas las veinticuatro horas para conveniencia de nuestros huéspedes.

– Práctico. De acuerdo, póngase a un costado y espere.

Ella sacó la silla del camino, deslizó el primer código. -Hacia donde está el dormitorio?

– A la izquierda, a través de la arcada. A unos veinte pies de esta puerta.

– Y a la derecha?

– Un pequeño living.

Deslizó el segundo código. -Vamos. -dijo a Roarke.

Ella apartó la puerta abierta, silenciosamente, y con el arma en la mano dio una primera barrida rápida. El living de la suite estaba envuelta en sombras con las cortinas de privacidad corridas sobre las ventanas. No se oía un sonido.

– En la puerta. -le murmuró a Bartelli y se deslizó dentro.

Sus botas se hundieron en la suavidad de una antigua alfombra, colocada discretamente sobre las relucientes baldosas. Ella se movió rápida y silenciosa a través de la arcada y hacia el oscuro dormitorio. Olió flores, a mujer. Y no escuchó nada.

– Luces. -ordenó.-Completas.

Su arma se dirigió hacia la cama cuando se encendieron, y se encontró con lo que sus instintos ya le habían dicho. Esta vacío. Había un lujoso vestido negro de noche abandonado sobre una silla, un par de zapatos negros de tacos descuidadamente descartados junto a él. Sobre la cómoda había un cepillo con el dorso de plata, un frasco de perfume esmerilado. En el espejo sobre él, elegantemente escrito en lápiz de labios color rojo asesino había dos palabras.

CIAO, EVE

– Ella no se fue como un conejo porque sintió la necesidad de una enérgica carrera al amanecer. Sabía que yo estaba llegando. -Eve miró a la gerente de reservaciones con suficiente ardor como para derretir piedras. -Alguien se lo dijo.

– Teniente Dallas, le aseguro, no hablé con nadie más que usted, y con los que usted me autorizó que lo hiciera. -Ella miró hacia el mensaje en el espejo sobre el hombro de Eve. -No tengo explicación para esto.

– Obviamente la mujer anticipó sus movimientos.

El capitán Giamanno, quien finalmente había llegado con un trío de hombres, abrió sus manos. -Hubo un guardia en la puerta después que usted requirió uno. Había cámaras de seguridad en el pasillo. Ella simplemente hizo puf! Como un fantasma.

– No, ella no hizo Puf! Como un fantasma. Ella caminó. -Eve se volvió hacia la computadora del dormitorio, señalando mientras ordenaba correr la sección del disco que ella ya había visto. -Aquí.

La pantalla mostró al guardia, sentado dormitando en su silla fuera de las puertas de la suite. La hora en pantalla mostraba las cero y cuarenta y seis. Una puerta se abrió en la habitación siguiente y una mujer vistiendo una de las batas blancas del hotel, un ancho sombrero de paja con un pañuelo y un gran bolso de paja salió. Su rostro estaba protegido por el ala del sombrero cuando murmuró un tranquilo buon giorno al guardia y fue hacia el elevador.

– Esa no es su habitación. -apuntó Giamanno. -No hay acceso hacia esa suite desde esta habitación, teniente, y como puede ver, no hay puertas comunicantes.

Ella lo miró fijamente por unos diez segundos. Podía ser tan tonto? Reflexionó, y con furia entró en la salita y abrió de un empujón las puertas de la terraza.

Mientras los otros la seguían, Eve se puso en puntas de pie, flexionó sus rodillas una, dos veces, luego corrió a través de la terraza, saltó sobre la baranda de piedra y cayó sobre la terraza vecina.

Sus tobillos aullaron ante el impacto, pero ella ignoró el dolor y fue hacia las puertas. -Me imagino que es una gran sorpresa para usted, Giamanno, que estas puertas estén sin cerrojo.

Las abrió, entró y volvió a salir. Las cerró nuevamente. -Y eso que hay dos personas en la cama aquí, todavía serruchando como leños.

– Serruchando…

– Durmiendo, usted…

– Teniente. -Roarke interrumpió lo que sin duda hubiera sido una reprimenda lo bastante dura para destruir todas las amistosas relaciones entre Italia y Estados Unidos por la siguiente década. -Me imagino que la teniente Dallas ha deducido de esto, por decirlo de alguna manera, que la sospechosa huyó de este lugar de la manera demostrada, y dejó el edificio, muy probablemente el país, antes de nuestra llegada.

– Sabe que le ha salvado sus diminutas y arrugadas bolas, Giamanno? -Eve dijo desde la barandilla. -Ella se escapó antes que usted pudiera llegar aquí para atraparla, incluso si hubiera movido su culo gordo cuando le pedí que lo hiciera como un buen oficial. Ahora vamos a encontrar como y porque. Su oficina, -dijo apuntando a la srta. Vincenti. -Ya.

Y entrando en la suita, pasó junto a la pareja dormida, y salió por la puerta.


Ella rehusó el ofrecimiento de café, lo que le indicó a Roarke que su malhumor estaba a punto de estallar. Su gerente de reservaciones estaba mostrando un poco del suyo. Las dos mujeres estaban sentadas mientras el policía italiano fruncía el ceño y resoplaba y el jefe de seguridad continuaba revisando los discos.

– Ella fue hacia la piscina. -su rostro estaba serio mientras observaba los movimientos de Julianna desde la suite al elevador, de ahí al salón Jardín fuera del lobby principal, y saliendo de él hacia la piscina de natación.

Las cámaras exteriores la siguieron mientras ella acelaraba su paso en una ligera carrera, giraba desde la piscina tomando un sendero del jardín. Y desaparecía de la vista.

– Mis disculpas, teniente Dallas. Yo debería haberlo anticipado.

– Bueno, alguien se lo anticipó o ella no se hubiera escapado, dejando la mayor parte de sus cosas detrás.

– Yo hablé con usted. -dijo Vincenti otra vez. -Con el capitán Giamanno, con el sr. Bartelli. Y con ningún otro.

Mientras ella cruzaba sus brazos, como preparándose para la batalla con Eve, la puerta se abrió. Una joven entró con una bandeja de café y pequeños bizcochos.

– Espere. -Eve la aferró del brazo haciendo temblar la bandeja. -Usted tomó mi transmisión inicial.

– Esta es mi asistente, Elena, que me la pasó a mi.

– Si, lo recuerdo. -Y una mirada a su rostro de dijo a Eve la mayoría de la historia. -Conoce la pena por obstruir a la justicia, Elena?

Mi scusi? No comprendo.

– Usted habla inglés muy bien. Siéntese.

– Teniente, no voy a dejar que amenace a mi personal. Elena difícilmente hubiera ayudado a una criminal. Ella es… -Vincente se detuvo. Ella también vio la verdad en la cara de su asistente.

– Maledizione! Después de ese juramento, ella se lanzó en una furiosa parrafada en italiano mientras Elena se derrumbaba en una silla y empezaba a llorar.

El jefe de seguridad se agregó, luego el policía italiano, hasta que los oídos de Eve empezaron a zumbar. Manos volando, lágrimas cayendo. Ella abrió la boca para hacerlos callar, considerando disparar un par de ráfagas al techo, cuando Roarke los hizo callar a todos.

Basta! Su voz tronó con autoridad, e hizo que Eve abriera enormemente los ojos cuando él también se lanzó en italiano.

– Le ruego me perdone. -Con un obvio esfuerzo, Vincenti se recompuso. -Por favor disculpe mi exabrupto, teniente Dallas. Elena, vas a decirle a la teniente, en inglés, lo que has hecho.

– Ella dijo, la señora dijo que necesitaba mi ayuda. -Las lágrimas caían en sus manos apretadas. -Su esposa, él la golpea. Es un hombre terrible, con gran poder en Estados Unidos. Ella me lo dijo, en confianza. Srta. Vincenti…

– Uh!

Ella bajó la cabeza. -Ella vino aquí para escapar, para encontrar algo de paz, pero sabía que él iba a tratar de encontrarla y llevarla de vuelta. Enviaría, me dijo ella, a una mujer policía desde New York. La policía en ese lugar es corrupta, y haría todo lo que él dijera.

– Eso dijo? -dijo Eve muy suavemente. Lo bastante suave para que Roarke la contuviera con una mano sobre el hombro.

– Ella dijo eso, señora. -suplicó Elena. -Yo le creí. Sentí una gran pena por ella. Y ella sentía lo mismo por mi. Dijo que yo era como la hermanita tan amada que había muerto cuando era una niña. Y parecía tan triste y seria.

Oh, si, pensó Eve con disgusto, ella te caló a la primera mirada-.

– Ella dijo solo que si esta mujer policía Dallas, si usted contactaba a la villa para preguntar, debía avisarle. -Elena parpadeó para despejar las lágrimas. -Le di tiempo para escapar antes de que usted viniera para llevarla de regreso con ese hombre tan malo. Me dijo que no mintiera, solo que le diera esa pequeña oportunidad. Entonces cuando usted hablaba con la srta. Vincenti llamé a la suite de la señora y le dije que debería escapar enseguida. No creí que ella fuera lo que usted decía hasta que fue demasiado tarde. Yo lo creí. Estoy arrestada? -Lágrimas frescas brotaron. -Voy a ir a prisión?

– Jesucristo. -Eve tuvo que volverse. La chica era lamentable, y justo del tipo de crédulos que Julianna generalmente usaba hábilmente. -Sáquela afuera, mándela a casa. Terminé con ella.

– Ella puede ser acusada de…

– Cual es el punto? -Eve interrumpió a Giamanno, repasándolo con una leve mirada. -Ella fue una tonta. Poniéndola detrás de las rejas no le agregamos nada a esto.

– Su empleo aquí terminó. -Vincenti sirvió café cuando Elena salió de la habitación llorando a mares.

– Esa no es mi área. -respondió Eve.

– Creo que ella ha aprendido una invalorable lección. Yo preferiría que la mantenga aquí, señorita. En calidad de prueba. -Roarke aceptó la primera taza de café. -Los empleados que aprenden duras e invaluables lecciones muy a menudo llegan a ser excepcionales en su trabajo.

– Como usted deseee, señor. Teniente Dallas, no espero llegar a disculparme lo suficiente por la… -ella buscaba volcar todo su disgusto en una sola palabra. -…estupidez de mi asistente y lo que le ha costado a usted. Es joven e ingenua, pero eso no la excusa, ni me excusa a mi. Tomo la total responsabilidad por el fallo al hacer todo lo necesario para ayudarla en este asunto. Elena estaba a mi cargo, por lo tanto…

Recompuesta, se volvió hacia Roarke. -Debo presentar mi renuncia inmediatamente. Si usted lo desea puedo quedarme hasta que consiga un reemplazo.

– Su renuncia no ni deseada ni requerida, señorita Vincenti, y no va a ser aceptada. Confío en usted para tomar alguna acción disciplinaria con respecto a su asistente.

– Ex asistente. -dijo Vincenti alegremente. -Ya mismo va a ser reasignada a una posición menor donde no podrá tener contacto con los huéspedes.

– Ah, bueno. Como dije, lo dejo totalmente en sus capaces manos. -el le tomó las manos, le habló suavemente en italiano, haciéndola sonreir nuevamente.

– Usted es muy amable. Teniente, si algo que pueda hacer, sólo tiene que pedirlo.

– Ella no salió caminando del país, por lo que necesito controlar los servicios de transporte. Ella se fue, pero podemos seguir con el procedimiento y tratar de rastrear sus movimientos. Si puedo usar su oficina.

– Tanto como quiera.

– He sido dura con usted.

– Si, asi es.

– Lo siento. -Le ofreció la mano. -Y estuvo realmente bien pateandole el culo a su aasistente. Lo admiro.

– Gracias. -Vincenti aceptó la mano. -Creame, todavía no he terminado con esa tarea en particular.


Ella había salido por la frontera suiza, usando un servicio de autos privados que había alquilado, probablemente con su enlace de bolsillo. El auto la había recogido al final del umbrío camino que levaba a las puertas de la villa. Vestía una solera azul, que probablemente había llevado debajo de la larga bata blanca.

Desde ahí se volvía borroso. Compañias de vuelo públicas y privadas, aeropuertos, y transportes terrestres fueron estudiados en busca de algúna pasajera que concordara con su descripción.

– Probablemente ya está de regreso en New York. -Desarmada por el fracaso, Eve cerró los ojos mientras el vuelo privado de Roarke despegaba.

– Yo también lo creo.

– Un paso atrás. Después que se le pase la bronca por haber interrumpido sus pequeñas vacaciones, se va a sentir realmente bien por esto. Ganó otra batalla, se escapó ilesa mientras yo me como su polvo.

– Tenías razón sobre ella, lo que iba a hacer. Lo que necesitaba. Lo que tuvo ahí, teniente, fue pura suerte. No es que descuente el valor de la suerte, pero si la pones contra el cerebro, perderás en cualquier momento.

– No me importaría tener un poco de esa suerte. Voy a dejar de pensar en eso por ahora.

– Está bien. -El desplegó trabajo en la mesa en frente de él y puso el centro de datos en posición.

– Como es que yo no sabía que podías hablar italiano?

– Hmm? No lo hago, al menos no con fluidez. Lo suficiente para manejar negocios básicos y relaciones con empleados. Y, por supuesto, tengo conocimiento completo de todas las mas coloridas obscenidades y expresiones sexuales conocidas.

Ella podía oír el imperceptible tableteo de él trabajando en la computadora manualmente. -Todo en italiano suena como una expresión sexual o una colorida obscenidad. Dí algo.

– Silenzio.

– Nuh-uh, puedo imaginarme esa. Di algo de tipo sexual.

El levantó la mirada. Los ojos de ella permanecían cerrados, pero sus labios sonreían. Aparentemente había salido de su enfado, pensó él, y estaba lista para recargar. De una forma u otra.

El apagó la computadora, sacó la mesa del camino. Acercándosele, le susurró al oído una sedosa ráfaga en italiano, mientras sus dedos vagaban posesivamente por su muslo.

– Si, eso suena bastante caliente. -Ella abrió un ojo. -Que quiere decir?

– Creo que pierde algo con la traducción. Porque no te lo demuestro?


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