CAPITULO 3

Walter C. Pettibone, el niño del cumpleaños, había llegado a su casa precisamente a las siete y treinta. Ciento setenta y tres amigos y asociados habían gritado ¡sorpresa! Al unísono en el momento en que entró por la puerta.

Pero eso no lo había matado.

El había sonreído de oreja a oreja como un niño, regañando en broma a su esposa por sorprenderlo, y había agradecido a sus invitados con calidez y placer. Hacia las ocho, la fiesta estaba en su furor, y Walter se había consentido espléndidamente con el enorme y variado despliegue de comida provista por los cocineros. Había comido huevos y caviar, salmón ahumado y rollos de espinaca.

Pero eso tampoco lo había matado.

Había bailado con su esposa, abrazado a sus chicos, y vertido una pequeña lágrima ante el sentimental brindis de cumpleaños de su hijo.

Y había sobrevivido.

A las ocho y cuarenta y cinco, con su brazo enredado alrededor de la cintura de su esposa, levantó todavía otro vaso de champán, llamó pidiendo la atención de sus invitados, y se embarcó en un corto pero realmente sentido discurso con respecto a la suma de la vida de un hombre y las riquezas que tenía cuando era bendecido con amigos y familia.

– Para ustedes, -dijo, en una voz que temblaba con emoción, -mis queridos amigos, mi agradecimiento por compartir este día conmigo. Para mis hijos, que me hacen sentir orgulloso, gracias por toda la felicidad que me dan. Y para mi hermosa esposa, que hace que todos los días agradezca por estar vivo.

Hubo una agradable ronda de aplausos, y luego Walter levantó su vaso, bebiendo hasta el fondo.

Y eso fue lo que lo mató.

Se atragantó, sus ojos se abultaron. Su esposa lanzó un pequeño chillido cuando él arañó el cuello de su camisa. Su hijo lo golpeó entusiastamente en la espalda. Tambaleándose, fue lanzado hacia los invitados de la fiesta, derribando a varios de ellos como si fueran pinos de bowling antes de caer al piso y empezara a tener convulsiones.

Uno de los invitados era médico, y corrió para prestar ayuda. Los técnicos médicos de emergencia fueron llamados, y aún cuando respondieron en cinco minutos, Walter ya se había ido.

El toque de cianuro en su copa de brindis había sido un inesperado regalo de cumpleaños.

Eve lo estudió, el leve tinte azul alrededor de la boca, los ojos sorprendidos y fijos. Reconoció el tenue y casi imperceptible olor a almendras amargas. Lo habían movido hasta el sofá y desprendido su camisa en el intento inicial de revivirlo. Nadie había barrido todavía el vidrio y la porcelana rotos. La habitación olía fuertemente a flores, vino, langostinos fríos y muerte fresca.

Walter C. Pettibone, pensó ella, quien había venido y se había ido del mundo en un mismo día. Un círculo ordenado, pero uno que la mayoría de los humanos hubieran preferido evitar.

– Necesito ver al doctor que trabajó con él primero. -le dijo a Peadoby, luego revisó el piso. -Vamos a tener que llevarnos toda esta mierda rota, identificar que recipiente o recipientes fueron contaminados. Nadie se va. Eso va para los invitados y el plantel. McNab, puedes empezar tomando nombres y direcciones para hacer el seguimiento. Mantén a la familia separada por ahora.

– Parece como si hubiera sido un infierno de fiesta. -comentó McNab mientras salía.

– Teniente. El doctor Peter Vance. -Peabody escoltaba a un hombre de contextura media. Tenía cabello corto de color arena y una barba corta del mismo color. Cuando su mirada se deslizó a través de ella hacia el cuerpo de Walter Pettibone, Eve vió dolor y furia endureciendo sus ojos.

– Era un buen hombre. -Su voz era contenida y con acento británico. -Un buen amigo.

– Alguien no era su amigo. -apuntó Eve. -Usted reconoció que había sido envenenado, e instruyó a los TM de que notificaran a la policía.

– Es correcto. Las señales eran de un libro de texto, y lo perdimos muy rápido. -El desvió la mirada del cuerpo y volvió a Eve. -Quiero pensar que fue un error, algún horrible accidente. Pero no lo es. El justo terminaba de hacer un pequeño brindis sentimental, como le gustaba hacer. Tenía una gran sonrisa en su cara y lágrimas en los ojos. Nosotros aplaudimos, él bebió, luego se atragantó. Colapsó ahí mismo y empezó a tener convulsiones. Eso pasó en minutos. No hubo nada que pudiera hacer.

– De donde tomó él la copa?

– No podría decirlo. El personal del catering estaba pasando con champán. Otras bebidas venían desde los bares que estaban instalados aquí y allá. La mayoría de nosotros llegó aquí alrededor de las siete. Bambi estaba frenética con que los invitados estuvieran en su lugar cuando Walter llegara a casa.

– Bambi?

– Su esposa. -replicó Vance. -Segunda esposa. Se habían casado hace un año más o menos. Ella había estado planeando esta fiesta sorpresa por semanas. Estoy seguro que Walter lo sabía todo. Ella no es lo que usted llamaría una persona inteligente. Pero él simuló estar sorprendido.

– A que hora dice que llegó él?

– Siete y treinta, en punto. Todos nosotros aullamos sorpresa! Por instrucción de Bambi. Nos reímos un buen rato de eso, y luego seguimos comiendo y bebiendo. Hubo algo de baile. Walt hizo las rondas. Su hijo hizo un brindis. -Vance suspiró. – Desearía haber puesto más atención. Estoy seguro que Walt estaba bebiendo champán.

– Usted lo vió bebiendo en ese momento?

– Yo creo… -El se frotó los ojos, como si eso lo hiciera recordar. -Me parece que lo hacía. No creo que no hubiera bebido después de un brindis propuesto por su hijo. Walt adoraba a sus hijos. Creo que debe haber tomado un vaso fresco porque me parece que estaba lleno cuando hizo su propio brindis. Pero no puedo decir con certeza si lo levantó de una bandeja o alguien se lo puso en la mano.

– Ustedes eran amigos?

La pena ensombreció su rostro otra vez. -Buenos amigos, sí.

– Algún problema en su matrimonio?

Vance sacudió la cabeza. -Era totalmente feliz. Francamente, la mayoría de los que lo conocíamos nos sorprendimos cuando se casó con Bambi. El había estado casado con Shelly por, cuanto sería? Más de treinta años, supongo. Su divorcio fue bastante amigable, como pueden serlo los divorcios. Luego de unos seis meses él se involucró con Bambi. La mayoría de nosotros pensamos que era sólo una locura de la mediana edad, pero resultó en serio.

– Su primera esposa estaba aquí anoche?

– No. Ellos no quedaron tan amigables.

– Alguien que usted conozca que hubiera querido verlo muerto?

– Absolutamente nadie. -Levantó las manos en un gesto de indefensión. -Sé que decirle que no tenía un enemigo en el mundo es absurdo, teniente Dallas, pero es exactamente lo que yo diría sobre Walt. La gente lo apreciaba, y una gran cantidad de gente lo amaba. Era un hombre de naturaleza dulce, un empleador generoso, un padre devoto.

Y uno muy rico. Pensó Eve después de liberar al doctor. Un hombre rico que había cambiado a la esposa número uno por una modelo jeven y sexy. Ya que la gente no andaba llevando cianuro a las fiestas, alguien lo había traído esta noche con el expreso propósito de asesinar a Pettibone.

Eve hizo la entrevista con la segunda esposa en una habitación de descanso fuera del dormitorio de la mujer.

La habitación estaba oscura, las pesadas cortinas rosadas corridas sobre las ventanas por lo que una sencilla lámpara desprovista de pantalla proveía una luz color caramelo.

Al entrar, Eve pudo ver la habitación, toda rosa, blanca y espumosa. Como el interior de un pastel cargado de azúcar, pensó. Había montañas de almohadas, armadas de baratijas, y la pesada esencia de demasiadas rosas en un solo lugar.

En medio de todo el esplendor femenino, Bambi Pettibone estaba reclinada en un sillón de satén rosado. Su cabello estaba rizado, trenzado y teñido en el mismo carnaval rosa del que salía una cara de muñeca. Vestía de rosa también, un brillante conjunto que colgaba bajo sobre un pecho y dejaba al otro coquetamente expuesto a no ser por un parche de material transparente que lo hacía brillante como una rosa.

Sus grandes ojos azules brillaban atractivamente con las lágrimas que caían en ordenadas y graciosas gotas bajando por sus suaves mejillas. El rostro hablaba de juventud e inocencia, pero el cuerpo que la acompañaba mostraba otra historia.

Tenía una esponjosa pelota blanca en su regazo.

– Sra. Pettibone?

Ella emitió un gorgoteante sonido y metió su cara dentro de la pelota blanca. Cuando la pelota lanzó un rápido quejido, Eve decidió que eso era, posiblemente, alguna especie de perro.

– Soy la teniente Dallas, NYPSD. Esta es mi ayudante, la oficial Peabody. Lamento mucho su pérdida.

– Boney está muerto. Mi dulce Boney.

Boney y Bambi, pensó Eve. Que es lo que está mal con la gente? -Sé que este es un momento difícil. -Eve miró alrededor y decidió que no tenía más elección que sentarse en algo esponjoso y rosa. -Pero necesito hacerle algunas preguntas.

– Yo sólo quería darle una fiesta de cumpleaños. Todos vinieron. Estábamos pasando un buen momento. Nunca llegó a abrir sus regalos.

Ella gimió al terminar de decirlo, y la pequeña pelota esponjosa produjo una lengua rosa y le lamió la cara.

– Sra. Pettibone… podría tener su nombre legal para el registro?

– Soy Bambi.

– Es real? Olvídelo. Estaba parada junto a su esposo cuando él colapsó.-

– Estaba diciendo un montón de cosas agradables sobre todos. Realmente le gustaba la fiesta. -Ella sorbió, mirando implorante a Eve. -Es algo, verdad? Estaba feliz cuando eso sucedió.

– Usted le dió el champán para el brindis, Sra. Pettibone?

– Boney amaba el champán. -Hubo un sentimental y empapado suspiro. -Era su verdadero favorito. Teníamos catering. Yo quería todo en el lugar. Le dije al Sr. Markie de que se asegurara de que sus servidores pasaran con champan todo el tiempo. Y canapés, también. Trabajé realmente duro para hacerlo perfecto para mi Boney. Luego se puso enfermo y todo sucedió tan rápido. Si hubiera sabido que estaba enfermo, no hubiéramos hecho una fiesta. Pero estaba bien cuando se levantó esta mañana. Estaba tan bien.

– Usted comprendió lo que sucedió con su esposo?

Ella abrazó al perro pelota esponjoso, enterrando su cara en él. -Se puso enfermo. Peter no pudo hacerlo poner mejor.

– Sra. Pettibone, pensamos que fue problemente el champán el responsable de la muerte de su esposo. De donde tomó el vaso que bebió antes de colapsar?

– De la chica, supongo. -Ella hipó, mirando a Eve con una expresión confundida. -Porque el champán lo haría enfermar? Nunca le pasó antes.

– Que chica?

– Que chica? -repitió Bambi, con su cara en blanco.

Paciencia, se recordó Eve a si misma. -Usted dijo que “la chica” le dio al Sr. Pettibone el champán para su brindis.

– Oh, esa chica. Una de las servidoras. -Bambi levantó un hombro, sacudiendo el pequeño perro. -Ella le dio a Boney un vaso nuevo cuando él quiso hacer su brindis.

– Lo tomó él de su bandeja?

– No. -Ella frunció los labios, sorbiendo despacio. -No, recuerdo que se lo puso en la mano y le deseó un feliz cumpleaños. Le dijo “Feliz cumpleaños, Sr. Pettibone”. Muy educada también.

– Usted la conocía? La había empleado antes?

– yo contraté al Sr. Markie, y él trajo a los camareros. Usted puede dejarle todo al Sr. Markie. Es un mago.

– Como se veía ella?

– Quien?

Dios, dame la fuerza para no sacudir de las solapas a esta cretina. La camarera, Bambi. La camarera que le dio a Boney el vaso de champán para su brindis.

– Oh. No lo sé. Nadie ve realmente a los camareros, no? -dijo confundida cuando Eve la observó fijamente. -Ordenada. -dijo después de un momento. -El Sr. Markie insiste en que su equipo presente una apariencia pulcra.

– Ella era mayor, joven, alta, baja?

– No lo sé. Se veía como uno de los camareros, es todo. Y tienen todos el mismo aspecto, realmente.

– Vió si su esposo hablaba con ella?

– Le dijo gracias. Boney es muy educado también.

– No pareció que él la reconocía? A la camarera. -agregó Eve rápidamente cuando la boca de Bambi empezó a fruncirse en que seguramente sería otro Quien?

– Porque lo haría?

Nadie, decidió Eve, podía simular tener ese nivel de idiota. Eso era sincero. -Está bien. Sabe usted de alguien que hubiera querido dañar a su esposo?

– Todos amaban a Boney. Usted lo haría también.

– Usted amaba a Boney mientras él estaba casado con su primera esposa?

Sus ojos se agradaron y redondearon. -Nosotros nunca, nunca la engañamos. Boney ni siquiera me besó hasta después de haberse divorciado. Era un caballero.

– Como lo conoció?

– Yo trabajaba en uno de sus negocios de flores. El que está en Madison. El acostumbraba ir a veces y mirar el stock, y hablar con nosotros. Conmigo. -agregó con una temblorosa sonrisa. -Entonces un día el llegó justo cuando yo estaba saliendo y ofreció llevarme a casa. Me tomó del brazo mientras caminábamos. Me dijo que estaba tramitando el divorcio y deseaba invitarme a comer con él alguna vez. Me imaginé que era sólo una línea que los tipos dicen en momentos como esos, usted sabe, cuando están dejando a su mujer, o como ella no los hacen felices, y todo ese tipo de cosas para llevarte a la cama con él. No soy estúpida.

No, pensó Eve, tú redefines la palabra.

– Pero Boney no era como esos. Nunca trató de hacer algo fuera de lugar.

Ella suspiró y empezó a frotar su mejilla otra vez con la piel del perro. -Era un romántico. Después de divorciarse nos citamos y me llevó a lugares realmente agradables pero nunca trató de hacer algo fuera de lugar. Finalmente yo traté de hacer algo fuera de lugar porque él era tan lindo, tan tierno y apuesto. Y después de eso, me preguntó si quería casarme con él.

– Diría que su primera esposa se resintió por esto?

– Probablemente. Quien no se resentiría por no tener a Boney para su propio deleite? Pero ella fue siempre muy agradable, y Boney jamás dijo nada malo sobre ella.

– Y sus hijos.

– Bueno, yo no pensé que ellos me agradarían al principio. Pero Boney dijo que iban a llegar a amarme porque él lo hacía. Y nunca tuvimos una pelea o algo así.


– Un gran familia feliz. -repitió Eve despúes de otros diez minutos con Bambi. -Todos querían a todos y Pettibone es el prototipo de buena persona.

– La esposa es boba. -Sugirió Peabody.

– La boba fue lo bastante lista para enganchar un esposo rico. Puede ser lo bastante lista para poner alguna pequeña extra en sus burbujas de cumpleaños. -Pero se detuvo un momento en lo alto de las escaleras para dejar que varias opciones jugaran en su mente.

– Hay que ser realmente listo, y tener nervios de acero para hacerlo mientras estaba parada justo al lado de él frente a una habitación llena de buenos deseos y testigos. Vamos a cavar un poco en la historia de ella, ver cuanto de ese toque de azúcar es real y cuanto es un acto. Alguien que vive con esa cantidad de rosa está en el tope de mi corta lista.

– Pienso que es una especie de muñeca, jugando el papel de “Me encanta ser una chica”.

– A veces me asustas, Peabody. Vamos a hacer una búsqueda tipo de ella para empezar. Bambi, -agregó saliendo- La gente que llama su hija Bambi debería saber que al crecer ella va a ser una boba. Ahora vamos a jugar con el Sr. Markie. A quien se le ocurrió esta mierda?

– Vamos a encontrarlo a él y al equipo de catering en la cocina.

– Bien. Vamos a encontrar a quien le dio a Pettibone el champán y le deseo feliz cumpleaños.

Cuando comenzó a cruzar el piso principal hacia la cocina, McNab corrió detrás de ella. -Dallas? El EM está aquí. Concuerda con el TM y el doctor sobre la apariencia de envenenamiento. No pueden decirlo oficialmente hasta que tengan al agarrotado en el depósito de cuerpos y hagan algunos exámenes.

– Gracias por ese colorido reporte, detective. Que el EM demore la información hasta que yo tenga la confirmación de la causa de la muerte ASAP. Ve adelante y dale una mirada a las entradas y salidas de los enlaces de la casa de las últimas veinticuatro horas, por si alguien fue descuidado.

– Estoy en eso. -Logró darle a Peabody una rápida palmada en el culo antes de irse.

– Teniendo a tus padres durmiendo contigo deberías dejar la tontería de jugar al toca-culo con McNab por un ratito.

– Oh, ellos no se quedan en mi casa. Dijeron que era muy pequeña y no querían sofocarme. No pude convencerlos. Ellos están su caravana. Les dije que no deberían hacerlo. Las ordenanzas de la ciudad y todo eso, pero sólo me palmearon en la cabeza.

– Llévalos a un hotel, Peabody, antes de que algún uniformado los cite.

– Me voy a ocupar de eso tan pronto como volvamos.

Entraron a la cocina. Era enorme, toda en blanco cegador y centelleante plateado. Y en ese momento reinaba el caos. Comida en varios estados de preparación estaba desparramada sobre los mostradores. Las bandejas estaban apiladas en torres, las copas en pirámides. Eve contó ocho uniformados del equipo apretados en un rincón comiendo y charlando con la energía nerviosa que las escenas de un crimen a menudo contagiaban a los testigos.

Una enorme jarra de café estaba dispuesta para el uso de policías y camareros. Uno de sus propios uniformados se estaba ayudando con una bandeja de bocadillos y otro estaba atacando el carro de postres.

Sólo fue necesaria su presencia para que la habitación cayera en la inmovilidad, y el silencio.

– Oficiales, si pueden organizarse y dejar la actitud de comer-todo-lo-que-pueda-del-buffet, tomen posiciones fuera de las puertas de ambas salidas de la cocina. Como la causa de la muerte no ha sido oficialmente declarada, les recuerdo que se están metiendo evidencia en la boca. Si es necesario, los voy a abrir a ambos en caso de que esa evidencia deba ser removida.

– No hay nada mal con mi comida. Un hombre se adelantó mientras los dos uniformados corrían afuera. Era bajo, de aspecto sencillo y una complexión olivácea. Su cabeza estaba afeitada y relucía suavemente como un témpano de hielo. Vestía un delantal blanco de carnicero sobre un formal traje negro.

– Usted es Markie?

– Sr. Markie. -dijo con fría dignidad. -Demando saber lo que ha pasado. Nadie nos dice nada, sólo nos ordenaron permanecer aquí. Si usted está a cargo…

– Estoy a cargo. Teniente Dallas, y lo que ha pasado es que Walter Pettibone ha muerto y estoy aquí para establecer como y porque.

– Bueno, teniente Dallas, puedo decirle que el Sr. Pettibone no encontró su fin por culpa de alguno de mis platos. No voy a permitir que se desbande ningún rumor con respecto a mi comida y mi negocio. Mi reputación es intachable.

– Detenga sus embates, Markie. Nadie lo está acusando de nada. – Ella levantó una mano antes de que él pudiera hablar y volvió su atención a los empleados. -Quien de ustedes sirvió al Sr. Pettibone antes de su brindis?

– No fue ninguno de nosotros. Estuvimos hablando sobre eso.

Eve estudió a la atractiva mujer asiática. -Y usted es?

– Sing-Yu. Estaba en el living cuando eso sucedió. Pero estaba terminando de hacer la vuelta con el champán cuando los invitados en esa sección levantaron los vasos para el brindis del Sr. Pettibone. Y Charlie… -movió el hombro hacia el delgado hombre negro a su lado. -El estaba trayendo los bocados de cangrejo.

– Yo estaba trabajando en el bar de la terraza. -Otro camarero levantó una mano. -Robert McLean. Y Laurie atendía a los invitados de la terraza. No dejamos nuestra estación hasta que escuchamos el griterío.

– Yo estaba en la cocina. -dijo otro hombre. -Yo soy, um, Don Clump. Usted recuerda, Sr. Markie? Estábamos aquí juntos cuando escuchamos la conmoción.

– Es correcto. -asintió Markie. -Justo había enviado a Charlie con los bocados de cangrejo, y estaba instruyendo a Don para empezar a pasar con los arrollados de hongos. Gwen estaba llegando con los vacíos, y escuchamos el griterío.

– Tengo un testigo que declaró que una mujer miembro de su equipo le puso en la mano al Sr. Pettibone un vaso de champán justo antes de que empezara su brindis.

Las miradas se cruzaron, cayeron.

– Esa debe ser Julie. -Sing Yu habló otra vez. – Lo siento, Sr. Markie, pero ella es la única que podría haber hecho eso, y es la única que no está aquí.

– Quien es Julie y porque no está aquí. -demandó Eve.

– No me gusta que mis empleados cotilleen sobre otro de ellos. -empezó Markie.

– Esta es una investigación policial. Las declaraciones de los testigos no son cotilleos y espero que usted y sus empleados cooperen. Quien es Julie? -preguntó Eve, volviéndose hacia Sing Yu.

– Ella tiene razón. -Markie lanzó un largo suspiro, luego se movió para palmear el hombro de Sing Yu. -Lo siento, mi querida, no estoy enojado contigo. Julie Dockport. -le dijo a Eve. -Ella estuvo con mi compañía por dos meses. En cuanto a donde está, no puedo decirle. Debe haberse deslizado afuera en la confusión que siguió inmediatamente cuando el Sr. Pettibone cayó. Me tomó unos pocos minutos darme cuenta de donde estaba el problema y salí de la cocina hacia el living. No pude verla. Cuando la policía llegó y nos dijo que viniéramos aquí, y nos quedáramos, ella no vino.

– Ella vestía este uniforme? -Eve señaló hacia el conjunto de pantalones negros y almidonadas camisas blancas del equipo de camareros.

– Si.

– Descríbala.

– Estructura mediana, supongo, del tipo atlético. Cabello corto rojo, atractiva. Alrededor de treinta, año más o menos. Debe chequear mi archivo de empleados para ser exacto.

– Peabody, lleva el equipo a otra área. Pon a un uniformado con ellos, luego busca a Julie Dockport.

– Sí, señor.

Cuando todos salieron, Eve se sentó, llamando a Markie con un gesto.

– Ahora. Dígame lo que sabe sobre esta mujer.

No era mucho. Escuchó palabras como competente, confiable, cooperativa.

– Ella se esmeró para conseguir un puesto. -Markie se paseó. -Controlé sus referencias. Era una excelente empleada. Sólo puedo pensar que se sintió mal y se asustó con lo que sucedió aquí esta noche y se fue.

Ambos volvieron la mirada cuando Peabody regresó. -No pude localizarla en ningúna lado, teniente.

– Haz una búsqueda, consigue su dirección. Necesitamos encontrarla. -Se puso de pie. -Puede irse.

– Mi equipo y yo tenemos que empacar la comida y las provisiones.

– No, no puede. Esta es una escena de crimen. Se va a quedar como está por ahora. Vamos a ponernos en contacto con usted cuando terminemos para que pueda limpiar la casa.


Ella buscó al hijo y a la hija a continuación. Con sus esposos ellos estaban apiñados en la punta de una mesa en el comedor formal. Cuatro pares de ojos rojos e hinchados, con lágrimas, se volvieron hacia Eve.

El hombre que se paró, apoyando una mano en la mesa, era de complexión ligera con cabello rubio denso y opaco, que llevaba corto y prolijo. Tenía una mandíbula suave y labios que parecían desaparecer cuando los presionaba juntos en una severa línea.

– Que sucedió? Quien es usted? Necesitamos algunas respuestas.

– Wally. -La mujer junto a el era igual de rubia, pero su cabello era brillante y largo. -Sólo lo haces peor.

– Como puede ser peor? -demandó él. -Mi padre ha muerto.

– Soy la teniente Dallas. Lamento mucho su pérdida, y me disculpo por la demora en hablar con usted, Sr. Pettibone.

– Walter C. Pettibone IV, -le dijo a ella. -Mi esposa, Nadine. -El aferró con su mano la de la rubia que le había hablado, apretándola. -Mi hermana, Sherilyn, y su esposo, Noel Walker. Porque nos mantienen aquí de esta forma? Necesitamos estar con mi padre.

– Eso no es posible en este momento. Hay cosas que es necesario hacer para darle esas respuestas que usted necesita. Siéntese, Sr. Pettibone.

– Que sucedió con mi padre? -Fue Sherilyn quien habló. Era una pequeña morocha, y Eve pensó que probablemente era remarcablemente bonita bajo mejores circunstancias. Ahora su rostro estaba devastado por las lágrimas. -Puede decirnos, por favor? -Ella alcanzó la mano libre de su hermano y la de su esposo, formando todos una unidad. -Que sucedió con papá?

– La causa de la muerte no ha sido confirmada.

– Yo escuché a los TM. -Lanzó un suspiro largo y profundo, y su voz se afirmó. -Los escuché decir que él fue envenenado. Eso no puede ser cierto.

– Lo vamos a saber muy pronto. Ayudaría si ustedes me dijeran lo que estaba haciendo cada uno, en que lugar de la habitación estaban cuando el Sr. Pettibone colapsó.

– Estábamos ahí mismo, parados junto a él. -empezó Sherilyn, -Todos estábamos parados ahí…

– Sherry. -Noel Walker llevó sus manos unidas hacia los labios. Era un gesto que Roarke a menudo hacía, como notó Eve. Uno de consuelo, de amor, de solidaridad.

El volvió su atención hacia Eve. Su cabello era oscuro como el de su esposa y caía en ondas alrededor de un rostro fuerte y atractivo. -Walt estaba haciendo un brindis. Dulce y sentimental. Era un hombre dulce y sentimental. Bambi estaba del lado derecho. Sherry estaba junto a ella y yo estaba a su derecha. Wally estaba directamente a su izquierda, con Nadine a su lado. Cuando él terminó su brindis, tomó un trago de champagne. Todos lo hicimos. Luego empezó a atragantarse. Creo que Wally lo palmeó en la espalda. Bambi lo aferró cuandl él se tambaleó. Se tiró del cuello de la camisa, como si estuviera demasiado apretado, luego cayó hacia delante.

Miró hacia Wally para que lo confirmara.

– Estaba jadeando. -continuó Wally- Lo volvimos sobre la espalda. Peter Vance, él es médico, pasó a través de la gente que se había amontonado alrededor. Y mi padre tenía una especie de convulsión. Peter dijo que llamaran a los TM. Nadine corrió a hacerlo.

– El pudo hablar con alguno de ustedes?

– Nunca dijo nada. -respondió Sherilyn. -El me miró. -Su voz se quebró otra vez. -Me miró a mi justo antes de caer. Todos estaban hablando a la vez. Sucedió tán rápido, no hubo tiempo de decir nada.

– De donde sacó él la bebida?

– De una bandeja, supongo. -dijo Wally. -Los camareros estaban pasando con champán desde que los invitados empezaron a llegar a las siete.

– No. -Sherilyn sacudió la cabeza suavemente. -No, una de las camareras se lo puso en la mano. Ella no cargaba una bandeja, sólo una copa. Le tomó la copa vacía y le dio una llena. Ella le deseó feliz cumpleaños.

– Es cierto. -confirmó su esposo. -La pequeña pelirroja. Le presté atención. Tenía unos ojos verdes sorprendentes. Soy pintor. -explicó. -Retratos principalmente. Tiendo a notar caras y lo que las hace únicas.

– Que hizo ella después de darle la bebida?

– Ella, ah, déjeme pensar. Walt llamó la atención de todos. La mayoría de los invitados estaban en el living en ese momento. Las conversaciones se calmaron cuando él empezó a hablar. Ella fue hacia atrás. Lo estaba escuchando, como el resto de nosotros. Sonriendo, creo. Sí, recuerdo haber pensando que era muy presentable, y como parecía estar interesada en lo que Walt estaba diciendo. Creo que le sonreí a ella cuando Walt terminó su brindis, pero lo estaba mirando a él. Luego todos bebimos, y no me volví a fijar en ella cuando Walt empezó a atragantarse.

– Yo creo que la ví. -Nadine levantó una mano hacia la larga cuerda triple de perlas que llevaba. -Cuando corrí para llamar por ayuda, la ví en el vestíbulo.

– Que estaba haciendo? -preguntó Eve.

– Creo que, bueno, debe haber estado yéndose. Estaba caminando hacia la puerta.

– Ninguno de ustedes la había visto antes de anoche? -Dado que ellos se miraron el uno al otro, con una especie de desconcertada negación con la caneza, Eve insistió. -Habían escuchado en nombre de Julie Dockport alguna vez? Tal vez su padre se los mencionó.

– Nunca lo escuché mencionar ese nombre. -Wally miró alrededor al resto de la familia, que negaron con la cabeza otra vez.

– Saben si estaba preocupado por alguien o algo? Un asunto de negocios, un problema personal.

– El era feliz. -dijo Sherilyn suavemente. -Era un hombre feliz.


– Un hombre feliz -declaró Eve después de liberar a la familia, -amado por todos no es envenenado en su cumpleaños. Hay algo debajo de este bonito cuadro, Peabody.

– Sí, señor. Los oficiales que fueron a la dirección de Dockport reportaron que no estaba ahí. Su vecina que vive cruzando el hall les dijo que ella salió esta mañana. Declaró que se fue a Filadelfia.

– Quiero a los barredores ahí, ahora. Quiero que peinen el lugar. No van a encontrar nada, pero quiero que lo hagan.

– Señor?

– Parece que nos la vemos con un profesional.


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