– Pareces tremendamente aburrido esta tarde -comentó Tarik al entrar en la habitación de Kadar-. ¿Qué haces otra vez metido en la cama? ¿Te encuentras mal?
Kadar se encogió de hombros.
– Estoy bien. Selene necesita descansar. Le dije que no viniera hoy, pero puede que venga de todas formas. Si me ve en la cama, podré convencerla de que no necesita estar encima todo el tiempo.
Tarik no dijo nada por el momento.
– Bien pensado. -Cambió de tema-: He venido para decirte que vamos a tener visita. Nasim ha enviado un mensajero diciendo que quiere verte.
– ¿Y vas a permitirlo?
– Siento un cierto placer malicioso en satisfacer su curiosidad. Además, tengo mis razones para mantener su mente ocupada.
– ¿Y qué razones son esas?
– Nasim estará dentro de la fortaleza en cualquier momento. -Se volvió hacia la puerta-. ¿Por qué no bajas y lo recibes en el gran salón?
Kadar hizo una mueca.
– A Selene no le gustaría que abandonara mi aposento. Me lo haría pagar caro.
– No creo que eso sea un problema. Hoy no la he visto.
Entonces será que se ha quedado en la cama, como le dije, pensó Kadar con repentina ansiedad. Debía de estar aún más agotada de lo que imaginaba. Cuando se fuera Nasim, pasaría por su habitación para ver si…
– Bueno, ¿vienes?
– Sí -dijo retirando las sábanas e incorporándose-. Ve a darle la bienvenida. Enseguida bajo.
Nasim y Tarik estaban entrando por la puerta principal en el momento en que Kadar llegaba al pie de las escaleras.
Nasim examinó el rostro de Kadar con una mirada de disgusto.
– Pareces más débil que un bebé recién nacido.
– Yo también te doy los buenos días, Nasim -dijo Kadar.
– Creía que habías dicho que estaba recuperándose bien, Tarik.
– Tan bien como cualquiera, considerando la gravedad de su herida -replicó Tarik-. Al contrario de lo que piensas, no puedo hacer milagros.
– ¿Seguro que no puedes? -preguntó, desconfiado, entrecerrando los ojos y mirando fijamente a Tarik-. Nunca he visto sobrevivir a ningún hombre con una herida tan profunda. Ha sido un milagro.
– Kadar es muy fuerte.
– Ningún hombre es tan fuerte. Ha sido brujería. El grial te dio el poder.
Tarik lo miró con expresión inocente.
– ¿Qué grial?
Nasim se volvió hacia Kadar.
– Ya que estás bien, harás lo que te ordené.
Kadar arqueó las cejas.
– ¿No crees que la espada que me clavó Balkir terminó con mi obligación?
– Eso no fue por mí voluntad. -Señaló hada Tarik-. Lucharás contra su magia y volverás conmigo.
– No es un hechicero.
– ¿No? -Nasim sonrió de manera lúgubre-. Pregúntale por las circunstancias de nuestro primer encuentro.
– Por lo que recuerdo, no fue un encuentro inusual. -Tarik hizo como que pensaba-. ¿Atraje rayos del cielo?
– Por Alá, no te reirás de mí -advirtió Nasim con la mirada encendida-. Conseguiré tu magia, Tarik. Y luego tendré tu cabeza.
– ¿En serio?
Nasim se dio la vuelta.
– He venido a ver lo que he venido a ver. Harás lo que te pido, Kadar, o sufrirás por… -De repente se quedó callado antes de alcanzar la puerta-. Por cierto, ¿dónde está la mujer?
Kadar se puso rígido.
Nasim se volvió para verle la cara.
– ¿Dónde está?
– ¿Por qué lo preguntas? Según tú las mujeres no tienen sitio entre los asuntos de hombres.
– Pero ella es una mujer muy entrometida, y tú se lo permites. Me parece muy extraño que no esté aquí.
Tarik se apresuró a decir:
– Estaba exhausta de cuidar a Kadar y no hemos creído conveniente informarle de tu visita.
Nasim lo estudió durante unos instantes en silencio,
– Aun así me parece raro.
Tarik lo miró con el ceño fruncido mientras abandonaba la estancia.
– Mala suerte. Esperaba que no notara su ausencia.
– ¿Por qué?
– Es un hombre muy inteligente. Puede que esto lo haga pensar.
– Deja de hablar con rodeos. -Kadar se acercó a él-. ¿Por qué estás tan preocupado por su comentario sobre Selene?
– Porque ella ya no está aquí.
Kadar se quedó helado.
– ¿Qué?
– Haroun y ella se marcharon anoche. Ya deberían estar de camino al barco que los llevará de vuelta a Escocia.
– ¿Dónde está atracado el barco?
Tarik se negó a contestar.
– Esta vez no la seguirás, Kadar.
– No me vas a… -Kadar intentó reprimir la ira que lo invadía por momentos-. Maldito seas, ¿dónde está?
– Más segura de lo que estaba aquí -respondió Tarik-. Está con Haroun y mi mejor hombre, Antonio, para escoltarla. Antonio tiene instrucciones de reunirse con nosotros en Roma e informarnos de si está a salvo y en camino, tan pronto como embarque.
– ¿Roma?
– Este lugar ya no es seguro para ninguno de los dos. No podemos contar con que Nasim nos espere eternamente ahí fuera.
Kadar estaba maldiciendo.
– ¿Por qué estás tan afectado? Una vez me pediste que la sacara de aquí.
– Entonces era diferente. No deberías haberlo hecho. No con Nasim esperando al otro lado de las puertas para abalanzarse sobre ella. No sin decírmelo.
– No la he secuestrado. Ella lo ha decidido así. Sabía que era lo mejor. -Miró a Kadar a los ojos-. Y tú también. Ella está más segura en Montdhu. Ya has oído a Nasim. Mientras estuviera a su alcance, intentaría utilizarla en tu contra.
– No tienes derecho. Ella es mía.
– Piénsalo.
Kadar no quería pensar. Quería estrangular a Tarik.
– Yo la habría puesto a salvo. La hubiera llevado a…
– Y habrías tenido a Nasim pisándote los talones. Eso la habría puesto en una situación aún más peligrosa. Mi plan es mejor. Os mantendrá vivos a los dos. -Movió la cabeza al ver la expresión de Kadar-. Estás demasiado furioso como para ver las cosas con claridad. Vendré a verte cuando hayas tenido la oportunidad de calmarte.
– No me voy a calmar en lo concerniente a Selene -dijo salvajemente-. No somos piezas de ajedrez que puedas mover a tu antojo.
– Si lo fuerais, mi parte sería mucho más fácil -suspiró-. Ambos sois muy difíciles. Selene confió en mí. ¿No puedes hacer tú lo mismo?
Kadar no respondió.
– He ultimado los preparativos para que abandonemos el castillo esta noche, después de las doce. Ven a mis aposentos. Y, por favor, estate preparado.
Kadar pronunció una blasfemia.
Tarik se encogió de hombros e inició el ascenso de la escalera.
– Más tarde.
Kadar apretó los puños mientras lo veía marchar. Se sentía impotente, furioso y aterrorizado.
Selene.
Siempre había sabido dónde estaba, siempre había sido capaz de llegar a ella y protegerla, desde que se habían conocido cuando ella era tan solo una niña. Ahora estaba sola. No importaba que Tarik hubiera hecho lo que Kadar seguramente habría hecho en su lugar. No tenía derecho. Tendría que habérselo dicho. Debería haber permitido que Kadar fuese con ella y que él mismo la embarcara.
Y Nasim los habría seguido.
De todas formas, Tarik no tenía derecho. Kadar no le permitiría…
Estaba permitiendo que la ira hiciera pedazos su control y no lo dejara pensar. Eso era peligroso. Si había aprendido algo con los años, era que solo los estúpidos dejaban que la furia controlase sus emociones.
Selene se encontraba ahí fuera y él no podía protegerla.
Respiró profundamente. Tarik lo había impulsado a pensar. Pensaría.
Pero dudaba que a Tarik le importasen los resultados de sus consideraciones.
Era casi medianoche cuando Kadar entró a zancadas en los aposentos de Tarik.
Tarik estaba sentado tranquilamente en una silla junto al fuego, recordando la primera noche que Kadar llegó al castillo.
– Bueno, supongo que esto significa que vienes conmigo, ¿verdad? -preguntó Tarik.
– Quizá. Cuando tenga respuestas. -Se dirigió hacia el arcón tallado al otro lado de la estancia-. Estoy harto de tus secretos. Abre el arcón. Quiero ver el grial.
Tarik negó con la cabeza.
Kadar se dio la vuelta y lo miró fijamente a los ojos.
– No te lo estoy preguntando. Abre el arcón o lo destrozaré yo mismo.
Tarik volvió a negar con la cabeza.
– Tú no eres del tipo que destroza las cosas. Sería una falta de sutileza y diplomacia.
– No me siento sutil en absoluto. -Hizo una pausa-Y en este momento me produciría un gran placer hacerte pedazos a ti o a tu arcón. Tú eliges.
– No me gusta ninguna de las dos opciones. Supongamos que elijo discutir a cambio -argumentó Tarik-. Me parece que necesitas un incentivo. Naturalmente que me llevo el arcón conmigo. Y supongamos que además accedo a abrirlo cuando lleguemos a Roma…
– Ahora.
Lo estudió detenidamente.
– Sospechaba que te enfadarías, pero no que perderías el control Esto me convence de que tenía razón al enviar a Selene lejos de aquí. Es realmente tu talón de Aquiles.
– Abre el arcón.
– No estás preparado.
– Ábrelo.
– En Roma. -Se apresuró a levantar la mano cuando Kadar se acercó un paso más hacia el arcón-. Espera.
Kadar se detuvo.
– Quiero respuestas. Dame respuestas y esperaré hasta que lleguemos a Roma para ver el grial.
Tarik suspiro.
– Muy bien. Haz tus preguntas.
– ¿De verdad es el grial lo que hay en el cofre?
– Es una manera de decirlo.
– Estoy cansado de tu lengua bífida. Contesta.
– Ya lo he hecho. -Tarik lo miró directamente a los ojos-. Creo que ya has llegado a sacar tus propias conclusiones y que simplemente quieres que te las confirme. ¿No es cierto?
– Puede que sea así.
Tarik sonrió entre dientes.
– Es cierto. ¿Fue el manuscrito?
Kadar guardó silencio.
– Dímelo. ¿Qué secretos te revelé enseñándote mi maravilloso libro? -Se inclinó hacia delante-. ¿Soy el mago que Nasim cree que soy?
– No -dijo haciendo una pausa-. No eres un mago.
– Oh, vaya, no se lo digas a Nasim. Se llevaría una gran decepción.
– Nunca se me ocurriría decírselo. No después de todas las molestias que te has tomado para engañarlo.
– ¿Es eso lo que he hecho? ¿De qué manera?
– Pienso que el manuscrito lo has escrito tú mismo.
La sonrisa de Tarik se desvaneció.
– Interesante. ¿Y qué te ha hecho pensar eso?
– En todas las leyendas celtas que menciona el manuscrito hay un rey pescador que custodia el grial. Siempre está lisiado. La coincidencia es demasiado patente. Tú has escrito el manuscrito.
– ¿Por qué habría de hacerlo?
– ¿Cómo quieres que lo sepa? A lo mejor para hacer creer a Nasim que el guardián tiene que ser lisiado y hacer de ti el candidato más obvio. Quizá sea parte del juego que os traéis entre manos Nasim y tú. Puede que rodearte de poderes místicos sea la manera de proteger tu tesoro.
– ¿No sería más lógico asumir que Nasim tiene razón acerca de mis poderes? ¿O es que no crees en la magia?
– He visto muchas cosas en mi vida que no puedo explicar, pero ésta sí. Tú no eres un mago, Tarik. Aunque seas lo suficientemente inteligente como para engañar a Nasim haciéndole creer que sí lo eres.
– Habría tenido que querer engañarlo con muchas ganas para pasarme todos estos años escribiendo ese denso manuscrito. ¿Me crees tan paciente?
Kadar asintió lentamente.
– Pienso que puedes ser cualquier cosa que te propongas.
– Ojalá fuera eso verdad -dijo Tarik suspirando con nostalgia-. La vida sería mucho más fácil.
– ¿Has escrito tu el manuscrito?
– No.
– ¿Lo mandaste escribir con alguien?
Tarik sonrió.
– También podría darse el caso de que yo no tenga nada que ver con su creación. Ya te he hablado de mi adoración por los libros.
Kadar dio un salto.
– ¿Así que lo admites?
– Lo único que reconozco es que tienes toda la razón al pensar que no soy un mago. -Se levantó y fue cojeando hasta la puerta-. Ahora recoge el arcón y sígueme. Es hora de que nos vayamos.
– No te he dicho que iría contigo.
– Por supuesto que vendrás conmigo. Nunca he tenido ninguna duda al respecto. La única manera de saber que Selene está segura es acompañándome a Roma para recibir el mensaje de Antonio. Además, no querrías quedarte aquí. Te sentirías muy solo. He dispuesto todo para que Sienbara sea abandonado dentro de cuatro días. Mis hombres usarán este túnel y se esfumarán en el campo. No voy a dejar que nadie se sacrifique para que Nasim se desahogue. -Se volvió hacia la puerta-. Espera aquí. Tengo que bajar a buscar el manuscrito. Es solo cuestión de tiempo que Nasim descubra que nos hemos marchado. No puedo correr el riesgo de que se enfurezca y lo destruya.
– Actúas como si el manuscrito fuera más importante que el arcón.
– ¿No lo encuentras raro?
– A menos que no exista el de De Troyes y seas tú quien ha creado el manuscrito.
Tarik sonrió.
– Esa sería una buena y singular razón. Pero otra podría ser que, para mí, la palabra escrita es más valiosa que cualquier otro tesoro. Puedes intentar averiguar qué es lo más probable de camino a Roma.
– No te prometo quedarme contigo en Roma. Cuando Antonio llegue con el mensaje, tendré con él unas palabras. -Hizo una pausa-. Y si descubro que me has mentido en lo concerniente a meterla en un barco rumbo a Escocia, no vivirás un día más.
– No te he mentido. He hecho todos los preparativos necesarios. -Se encogió de hombros-. Pero a menudo los preparativos de los hombres se ven alterados por el destino. Siempre hay que tener eso en cuenta.
– No si Selene está involucrada. Más le vale a ese Antonio cuidar bien de ella.
– Le di muchas vueltas antes de escoger a Antonio para esta tarea. -Tarik empezó a bajar hacia el salón-hemos fiarnos de que hará lo que sea necesario.
GENOVA
– No me fío de él -susurró Haroun con la mirada fija en Antonio, que cabalgaba a pocos metros delante de ellos-Y no creo que éste sea el camino hacia la costa.
Ni tampoco se lo parecía a Selene. Había visto fugazmente el mar a las afueras de Génova y desde que habían cruzado las puertas parecía que se estaban alejando de él. Pero podría estar equivocada, y la primera opinión de Haroun era la que más valía.
– ¿Por qué no te fías de él?
– No lo sé. Se guarda todo para sí. Es demasiado tranquilo. Cuando estaba en el cuarto de la guardia, no era… No era como los otros soldados.
– Eso no es motivo para condenarlo. Todas las personas son diferentes. Dime algo con más consistencia.
– No me fío de él -dijo Haroun frunciendo el ceño-. Y además no deberíamos estar aquí. A lord Kadar no le habrá gustado que os hayáis escapado sin decirle nada.
No era la primera vez que le daba a conocer sus impresiones sobre ese tema, y estaba de mal humor. El viaje había sido largo y además lo estaba haciendo en contra de su voluntad. Las críticas de Haroun eran como añadir sal en la herida.
– No me importa lo que le guste o no a lord Kadar -afirmó apretando los dientes-. ¿Cuántas veces tengo que decirte que yo no le pertenezco a él ni a ningún otro hombre? Yo tomo mis propias decisiones.
Haroun se retractó inmediatamente.
– Mi intención no era… Es que Antonio no es…
– Antonio nos ha traído hasta aquí sanos y salvos. Si hubiera querido traicionarnos con Nasim, ya lo habría hecho antes de dejar Toscana. Y lord Tarik fue quien lo eligió para nosotros. ¿También sospechas de él?
Haroun negó con la cabeza.
– Lord Tarik es un hombre de honor. Pero Antonio podría estar pagado por Nasim. A lo mejor le ha pagado para traemos aquí, donde pueda atraernos hasta sus redes.
– ¿Y a lo mejor tú has decidido servir a lord Tarik y no deseas volver a casa con lord Ware?
– No. -Los ojos de Haroun se abrieron atemorizados-. De ninguna manera, lady Selene. Lord Ware es mi amo. Es cierto que he disfrutado sirviendo a las órdenes de lord Tarik, pero yo nunca…
– Ya sé que tú jamás lo harías -le cortó Selene. La aspereza de su propio dolor la estaba obligando a ser injusta.
Haroun estaba preocupado genuinamente, y no convenía ignorar su instinto. Ojalá su mente estuviera más clara para poder considerar la situación. Desde que habían abandonado Sienbara se sentía como si estuviera caminando por la niebla-. Vigilaremos a Antonio de cerca hasta que veamos al capitán del barco de lord Tarik.
Haroun asintió con satisfacción.
– Debemos prepararnos para…
– Ya hemos llegado. -Antonio volvía cabalgando hada ellos, exhibiendo una amplia sonrisa. Era la primera vez que lo veía sonreír desde que habían emprendido el viaje. Señaló hacia una pequeña construcción frente a ellos-. Pensé que sería mejor traeros a una posada donde pudierais tener una cama limpia y agua para quitaros el polvo del camino antes de embarcar. Apostaría que os hartaréis de agua salada antes de terminar el viaje.
Oyó a Haroun maldecir mientras desmontaba.
– Iré a ver si las habitaciones son dignas de vos. Y a comprobar que no había una trampa esperándolos dentro. No podía permitirle que lo hiciera.
– No, iré yo misma.
– Está limpia de sobra -dijo Antonio haciendo girar a su caballo-. He estado aquí varias veces. Pero comprobadlo vos misma. Iré a buscar al capitán.
Vio cómo se alejaba sin prisa. En caso de que hubiera tendido una trampa, no lo parecía. Puede que no se tratara de una trampa. A lo mejor las sospechas de Haroun no tenían fundamento. Se deslizó de la silla.
– Espera aquí.
– No, entraré y…
– Espera aquí -repitió ella-. Es una orden, Haroun. -Entró dando zancadas en la posada antes de que él pudiera protestar.
El salón era pequeño y estaba lleno de mesas de madera toscamente talladas. Le llegó un fuerte aroma a carne y hierbas proveniente del hogar que había al otro lado de la estancia.
Los juncos del suelo eran frescos, las mesas estaban limpias. Había visto muchas posadas como ésa antes. El posadero, regordete y calvo, se acercó a ella sonriendo alegremente.
– ¡Bienvenida! Soy Mario. ¿En qué puedo serviros?
No vio amenaza alguna en aquel lugar. Realmente era un sitio demasiado pequeño para esconder soldados enviados por Nasim. Relajó parte de su tensión.
– Una habitación, un baño y comida caliente para mí y para mí criado, que está en el establo.
– Inmediatamente. -La condujo hacia las escaleras-. Solo tengo una pequeña habitación. Sois afortunada de que no esté ocupada. Vuestro criado tendrá que dormir en el establo con los demás.
Una habitación. De nuevo, un lugar demasiado pequeño para que nadie pudiera esconderse.
– Solo la necesitaré para una noche, quizá menos. El baño es lo más importante. -Habían llegado a la habitación en lo alto de la escalera y Mario estaba abriendo la puerta-Necesitaré jabón y…
Había alguien de pie mirando por la ventana.
Alto.
Con una gran capa negra. Cabello oscuro recogido en una coleta.
Nasim.
Se dio la vuelta en dirección a las escaleras.
– No. -La mano de Mario le sujetaba el hombro. Su tono ya no era tan jovial.
Selene le dio un rodillazo en la ingle.
Él dio un grito, pero no aflojó la mano.
Ella empuñó la daga que llevaba bajo la capa.
No tuvo oportunidad de sacarla.
– Perra. -Mario la metió de un empujón en la habitación y le dio un puñetazo por detrás del cuello.
Dolor.
Se caía.
No debía desmayarse. Nada de marearse. Nasim se inclinaría sobre ella. Debía estar preparada para clavarle el cuchillo en el pecho.
Pasos en el suelo de madera. Mantuvo los ojos cerrados.
Él se estaba acercando.
– Idiota. Te dije que no le hicieras daño.
– Tuve que hacerlo. Intentó quitarme mi hombría.
– Lo haría yo misma si no supiera que tienes el cerebro en los testículos.
Esa voz grave no era la de Nasim. Selene abrió los ojos de golpe.
– ¡Una mujer!
– Así que Mario no te ha hecho tanto daño como me temía -dijo la mujer con la mirada fija en el rostro de Selene-. Estás pálida, pero podría ser del miedo.
– No te tengo miedo.
– Escapaste.
– Pensé que eras otra persona. Nasim.
– No es muy halagador que creyeras que soy un hombre. Pero puedo ser mucho más peligrosa que Nasim. -Se dio la vuelta hacia Mario-. Ve a buscar al chico, Haroun, y dale de comer. Dile que ella está tomando un baño y que hablará con él más tarde.
Mario salió apresuradamente de la habitación.
– ¿Quién eres? -preguntó Selene-. ¿Eres uno de los adeptos de Nasim?
– Yo no soy adepta de nadie. -La mujer se dirigió hacia el lavamanos que había al fondo de la estancia-. Siéntate y retira la mano de la daga. No deseo hacerte daño hasta que averigüe lo que necesito saber.
La mano de Selene permaneció en la empuñadura de la daga mientras se incorporaba. Se sentó y vio cómo la mujer empapaba un paño en la jofaina. Debía rondar los treinta años, era tan alta como la mayoría de los hombres y de hombros anchos; la capa negra que llevaba revelaba y escondía a la vez su delgada figura. Sus facciones no eran bellas. Tenía la nariz demasiado grande, la mandíbula era firme y ancha, pero sus labios eran carnosos y bien formados, y los ojos eran oscuros y realmente bellos.
– No te diré nada.
– No te precipites. No tienes ni idea de lo que quiero saber. -Se estaba acercando a Selene y se detuvo a unos pasos de ella. Le lanzó el paño húmedo al regazo-. Límpiate la cara y luego ponte el paño en la parte de atrás del cuello. Lo haría por ti, pero no creo que aprecies mis servicios, además no se me dan bien estas cosas. -Se sentó en una silla y estiró sus largas piernas-. Hablaremos en cuanto termines.
Selene no tocó el trapo.
– Hablaremos ahora.
– He dicho que hablaremos… -La mujer estudió la expresión de Selene y asintió lentamente-. Muy bien.
Incluso sentada, esa mujer poseía poder y aplomo, y Selene instintivamente cambió hacia una actitud menos servil. Se puso en pie como pudo para ser ella quien mirara hacia abajo.
La mujer asintió de nuevo en tono de aprobación.
– Mejor todavía.
– ¿Quién eres?
– Mi nombre es Tabia.
– ¿No estás relacionada con Nasim?
– No he dicho eso. Dije que no le debía sumisión.
– ¿Te ha pagado para que me traigas aquí?
Tabia negó con la cabeza.
– Nasim no tiene nada que ver en esto, ya te habrías dado cuenta de ello si hubieras pensado un poco. Nasim tiene la arrogancia y la estupidez de la mayoría de los hombres cuando hay alguna mujer involucrada. Nunca pensaría que somos lo suficientemente inteligentes como para tender una buena trampa. -Hizo una mueca-. Y en la mayoría de los casos tendría razón. Hemos dejado que los hombres apaguen nuestra inteligencia; nos han mentido durante tanto tiempo que las mujeres nos hemos convertido en seres dignos de lástima. ¿No estás de acuerdo?
– No. Yo no soy digna de lástima. Nunca lo seré.
Por primera vez asomó una ligera sonrisa en los labios de Tabia.
– Creo que dices la verdad. Es reconfortante. No puedo explicarte lo harta que estoy de tanto lloriqueo…
– ¿Por qué estoy aquí?
– Porque Tarik te envió a mí.
Selene se puso rígida.
– ¿Tarik me ha traicionado?
Negó con la cabeza.
– Tarik no tiene la sutileza necesaria para mentir ni traicionar.
– Sabe cómo mentir. Me dijo que me enviaría a mi hogar en Escocia. Por eso estoy aquí en Génova.
– Y estoy segura de que mandó un mensaje con Antonio al capitán de su barco dándole instrucciones precisas para ello.
– Entonces no me ha enviado a ti. Lo que dices no tiene sentido.
– Tarik es un hombre en conflicto. A veces quiere las cosas de cualquier manera. Tiene un instinto excelente, y pienso que sabía que Antonio es mi empleado. Sabremos lo buenos que son esta noche. -Se puso en pie-. Llamaré a Mario y le diré que nos traiga vino y algo de comer.
– No comeré contigo.
– ¿Por qué piensas que soy tu enemiga?
Selene la miró atónita.
– Me das un golpe en el cuello. Me traes hasta aquí. Es una suposición razonable.
– Pero no siempre la razón cuenta la historia completa. No soy tu enemiga. A lo mejor soy tu mejor amiga. Ya veremos después de contestar a mis preguntas.
Selene negó con la cabeza.
– Hay que fiarse de las impresiones. Mírame. ¿De verdad crees que quiero hacerte daño?
La mirada de Tabia era valiente, directa y aparentemente sin malicia. ¿Y qué? Selene pensó con impaciencia. Sería una locura confiar en ella.
Tabia sonrió.
– Estoy segura de que Tarik te dejó frustrada y confundida. Es una costumbre en él. Comprobarás que yo soy mucho más abierta. ¿No sientes curiosidad por conocer los planes que tiene para Kadar?
Selene se quedó helada.
– ¿Y qué sabes tú de Kadar?
– Mi principal ocupación es saber todo lo posible sobre los quehaceres de Tarik -dijo frunciendo el ceño-. Pero no sé por qué eligió a Antonio para traeros hasta aquí. Tengo que saber todo lo que ha ocurrido en Sienbara.
– Entonces pregunta a Antonio.
– Él no puede decirme lo que pasa tras las puertas. Lo negociaré contigo. Tú me dices lo que necesito saber y mañana por la mañana el chico y tú seréis libres. -Miró a Selene directamente a los ojos-. Conociendo a Tarik, dudo que lo que hayas adivinado tenga alguna relevancia que creas peligrosa para ti o para Kadar.
– ¿Entonces por qué necesitas saberlo?
Se encogió de hombros.
– Es parte del juego que nos traemos entre manos Tarik y yo. No comprendo este movimiento y eso me preocupa.
Selene se vio invadida por una oleada de rabia. Primero Tarik se había atrevido a usarlos, y ahora esa mujer estaba intentando hacer lo mismo.
– Yo no formaré parte de vuestro juego.
Tabia levantó las cejas.
– ¿Ni siquiera para salvar a tu Kadar?
Selene respiró hondo, procurando ocultar que las palabras habían dado en el clavo.
– Yo no sé si puedes o quieres salvarlo, y que yo sepa no está en peligro.
– Sí que lo está. ¿No te gustaría saber por dónde le viene el peligro?
– ¿Prometes decírmelo?
– Lo prometo -dijo Tabia-. Comprobarás que yo no tengo tantos secretos como Tarik.
Selene se clavó las uñas en las palmas de las manos al apretar los puños. La mujer tenía razón: lo que había ocurrido en Sienbara no representaba una evidente amenaza. Podría evitar mencionar el cofre y el manuscrito que…
– Por ejemplo, apostaría a que os enseñó el cofre de oro pero se negó a mostraros el interior. Yo nunca sería tan descortés.
Selene abrió los ojos de par en par.1
– ¿Sabes lo del cofre?
Tabia desvió la mirada.
– ¿Todavía lo guarda con esa horrible estatua de madera?
– Sí.
– Es un tonto sentimental. -Tabia se dio la vuelta en dirección hacia la puerta-. Pediré algo de comer.
– No ceo haber dicho que haya cambiado de idea.
– Sabes que ya lo has hecho.
– Evidentemente puedo decirte poco que ya no sepas. -Selene hizo una pausa-. Solo espero que mantengas tu promesa.
– Sí, de acuerdo. -Tabia hizo un gesto de impaciencia con la mano. -Lo sé todo. ¿Te imaginas que soy tonta?
No, la mujer era inteligente, manipuladora, con un desprecio absoluto por todo menos por ella misma.
– Quería dejarlo bien claro.
– ¿Y qué harías si decidiera no cumplir con nuestro trato?
– Encontraría la manera de hacerte daño.
Tabia parpadeó.
– ¿En serio? Qué interesante. -Abrió la puerta y gritó -: Comida, Mario. Y el mejor vino que tengas en la casa.