Alí Balkir estaba esperando en la cubierta mientras Kadar embarcaba por la pasarela del Última esperanza.
– Buenas noches. Buen barco. Casi tanto como el Estrella oscura.
– Mejor -dijo Kadar con brusquedad. Estaba dolido y frustrado y esta noche no estaba de humor para discutir con Balkir. Si el capitán lo apretaba demasiado, seguramente le partiría el cuello a ese bastardo-. Vuelve a tu barco. Ya te dije que…
– Me darías tu decisión mañana -terminó Balkir por él-. Pero Sinan no nos da opción a ninguno de los dos. Tengo órdenes y deben cumplirse. Ya hemos esperado demasiado. He decidido partir esta misma noche.
– ¿Ah, sí?
Balkir dio un paso atrás y luego se detuvo.
– Sería poco prudente de tu parte que me hicieras daño. Si no vuelvo al Estrella oscura, las consecuencias podrían ser de lo más desagradables. He tomado medidas para asegurarme tu conformidad.
Kadar se puso rígido.
– ¿Qué medidas?
La sonrisa de Balkir era petulante.
– Era necesario. El amo debe ser obedecido.
– ¿Qué medidas?
– La mujer. La pariente de lord Ware, la hermana de su esposa. La hemos cogido. En estos momentos viene de camino al Estrella oscura.
– ¿Selene? -Un farol. Tenía que ser un farol-. Mientes.
– No estoy mintiendo. Ordené a Murad que la cogiera mientras regresaba al castillo. -Hizo una pausa-. Después que te vimos copular con ella en la colina.
El terror le heló la sangre. No era un farol.
– Veo que te afecta -afirmó Balkir-. Es natural.
Está claro que ella te importa.
Había sido un error dejar que Balkir notara esa primera reacción. Le había proporcionado un arma.
– Es solo una mujer. La olvidé nada más abandonar su cuerpo. ¿Qué te hace pensar que hay algo más?
– No lo hago. Como bien dices, no es más que el cuerpo de una mujer, un juguete.
– Entonces suéltala.
– Pero esta mujer es importante para tu amigo lord Ware. Podrá canjearla por territorios y encontrar aliados a través del matrimonio. -Ladeó la cabeza como si estuviera considerándolo-. Aunque su valor ahora ha disminuido desde que has comprobado que ya no es una virginal damisela. Sin embargo, sigue siendo atractiva, y eso siempre ayuda.
Kadar se dio cuenta de que Balkir estaba disfrutando con todo esto. La sabandija creía que tenía la sartén por el mango.
– Ella es valiosa para Ware. No para mí. Suéltala.
– Me parece que también es valiosa para ti. No creo que quisieras enfrentarte a tu amigo con su sangre en las manos. -Hizo una pausa-. Así que vendrás conmigo al Estrella oscura y zarparemos de inmediato,
– Has hecho todo esto sin motivo. -Apretó los puños-. ¡Maldita sea! Pensaba ir contigo de todas formas.
– Entonces no te importará venir conmigo ahora mismo. -Avanzó hacia la pasarela-, Antes de que mis hombres se impacienten. No han visto una mujer desde que salimos de Hafir, y las mujeres de piel clara, a sus ojos, solo sirven para una cosa. Estoy seguro de que Murad les dirá con qué ganas te ha tomado entre sus muslos esta misma noche.
Kadar puso todo su empeño en controlar su ira. Ya llegaría la hora de matar a Balkir, pero no era el momento.
– Si voy, ¿la soltarás?
– Ya veremos. -La sonrisa de Balkir era descaradamente triunfante-. Tendré que pensarlo. Ahora ven conmigo. Debemos apresurarnos.
Selene tenía los ojos cerrados. Un fino hilo de sangre bajaba serpenteando lentamente desde la herida de la sien.
– Bastardo, la has herido. -Kadar apartó los ojos de Selene, que estaba tumbada en un camastro, para dirigir una mirada letal a Murad-. ¿Es grave?
– Creo que pronto despertará. -Murad se acercó instintivamente a Balkir como para protegerse-. Había que darse prisa. Estábamos casi a las puertas del castillo.
– Más vale que se despierte pronto, o la herida que te voy a hacer en tu sien te atravesará ese cerebro de buey. -Kadar se sentó en la litera-. Traedme agua fría y un paño suave y limpio.
– Necesito a Murad para que me ayude a hacernos a la mar -dijo Balkir-. Volverá en cuanto no sea requerido para otros quehaceres más importantes.
– Agua y un paño -repitió Kadar-. Ahora.
Balkir dudó y luego se encogió de hombros.
– Como desees. Unos minutos más no harán daño a nadie.
– Muy sensato. -Kadar le miró directamente a los ojos-. ¿Tendré que suponer que no tienes intención alguna de liberarla?
– Creo que comprenderás que es una posibilidad. Parece que la mujer tiene más valor para ti del que pensaba. Estoy seguro de que Nas… Sinan aprobará que le entregue un arma para guiarte por el camino que él elija.
Sí, Kadar sabía bien que había muchas posibilidades de que ese hijo de puta hiciera pleno uso de Selene. Este pensamiento no enfrió en absoluto la ira que le quemaba todo su ser.
– Esto es entre Sinan y yo. Ella no tiene nada que ver.
– Como te acabo de decir, es un arma. -Se volvió para marcharse-. Nos haremos a la mar a medianoche. Necesito a Murad a esa hora. Estará a tus órdenes hasta entonces.
Murad lanzó a Kadar una rápida mirada antes de salir disparado tras su capitán.
La atención de Kadar volvió a Selene. Apenas se dio cuenta de cuándo zarparon. Le apartó suavemente el cabello de la frente. Por Dios santo, qué pálida estaba. ¿Por qué no se despertaba?
Selene abrió los ojos lentamente y lo primero que vio fue el rostro de Kadar muy cerca del suyo.
La inundó una gran alegría.
Kadar.
– Gracias al cielo. Te has tomado tu tiempo. -La voz de Kadar era vacilante-. ¿Cómo te sientes?
Dolor. Alegría. Desconcierto. Demasiados sentimientos para poder dar una respuesta.
– ¿Te duele el estómago? -Empapó un paño en una palangana con agua y le dio unos toques en la sien-. ¿Me ves con claridad?
– No. Sí. -Frunció el ceño, algo confundida. ¿Por qué le hada esas preguntas? Debía de estar enferma. No recordaba nada.
Entonces se acordó. Kadar. La pena desgarradora y la rabia. La huida por la colina. Dolor. Oscuridad.
– ¿Tú… me golpeaste?
– Señor, no. -Torció los labios-. Todavía no he llegado a esos extremos de depravación. Aunque comprendo que lo pienses.
– ¿Quién…? -Miró a su alrededor. Se encontraba en el camarote de un barco, pero no el Última esperanza. Se percató del movimiento de balanceo. Volvió la mirada hacia Kadar-. ¿Estamos en el mar?
– Todavía no.
– ¿Qué barco es éste?
– El Estrella oscura.
Se le pusieron los ojos como platos. Susurró:
– El Anciano de la Montaña, Sinan…
Él asintió.
– Ha enviado a Balkir a buscarme. No tengo más remedio que ir. -Hizo una pausa-. Y parece que tú tampoco tienes alternativa.
– Siempre se puede hacer algo. -Intentó incorporarse, pero el mareo la golpeó como un martillo.
El la empujó suavemente para que se recostara.
– No deberías moverte.
No estaba segura de ser capaz de hacerlo.
– No puedes ir con Sinan.
– Le di mi palabra.
– A un asesino. Sabes lo malvado que es.
– La promesa sigue vigente. Sinan y yo nos entendemos.
Ella sabía que así era, y solo pensar en ello la aterrorizaba más que el propio Sinan. Había visto cómo esa oscura vida tiraba de Kadar.
– Me niego a ir. Volvemos al castillo.
El negó con la cabeza.
– Es demasiado tarde. Estoy camino de Maysef, al igual que tú. Balkir considera que eres un valioso rehén. -Entrelazó su mano con la de ella-. No tengas miedo. Te lo prometo, nadie te hará ningún daño.
– No me mires así. Esto no entraba en mis planes. -La voz de Kadar vibraba con intensidad-. Lo último que deseaba en el mundo era que tú te vieras involucrada.
– No -respondió ella débilmente-. Tú lo que pretendías era escapar y terminar conmigo. -Cerró los ojos. Le retumbaba la cabeza, la mente le daba vueltas-. Tengo que pensar.
– Solo tienes que descansar.
Abrió los ojos y lo miró fijamente.
– ¿Y dejar que tomes las decisiones por mí? No lo permitiré. Tu estupidez nos ha metido en este dilema. Nadie te pidió que le hicieras esa promesa a Sinan. Habríamos encontrado la manera de liberarnos. Ahora tenemos que encontrar el modo de mantener a Thea y a Ware a salvo en Montdhu.
– Le dije a Ware que el Estrella oscura había venido a buscarme.
– Pero a mí no me lo dijiste. -Procuró suavizar la amargura del recuerdo. Había otras cosas que considerar en ese momento-. ¿Cuándo zarparemos?
– A medianoche. Quizá en menos de una hora.
– ¿Dónde estamos amarrados?
– En Dalkeith.
– Nuestro hombre, Robert, está en Dalkeith.
– Y Haroun.
– ¿También él lo sabía? Me preguntaba por qué Haroun no estaba en el castillo estos últimos días. -Se apoyó con cuidado sobre el codo-. Necesito pluma y papel. Tengo que enviar una nota a Ware.
– ¿Diciéndole qué?
– ¿Tú qué crees? Que me voy a Maysef voluntariamente y que no nos sigan. El me creerá. Thea sabe que te seguiría a cualquier parte.
– ¿En serio?
Ignoró la pregunta.
– No eres el único culpable de esta situación. Yo nunca tendría que haber sido tan idiota como para dejar el castillo e ir a buscarte esta noche. No permitiré que nadie más sufra por ello. ¿Qué estás esperando? ¿Quieres que Ware salga detrás de nosotros y caiga otra vez en manos de los Templarios? Ware y Thea aquí están a salvo. Deben continuar así. Tráeme pluma y pergamino.
Él asintió lentamente y se dirigió hacia el escritorio que había en un rincón del camarote. Rebuscó en el cajón y encontró pergamino y tinta.
– Puede que ni siquiera esto sirva de ayuda.
– Tienen un hijo y responsabilidades aquí, en Montdhu, y confían en ti. -Se sentó lentamente en la litera-. Pero tengo que ser yo quien dé el mensaje a Haroun. -Se atusó el cabello, cubriendo con cuidado la herida con un mechón-. Dile a Balkir que mande llamar a Haroun.
– Iré yo mismo. Dudo que venga acompañado por Balkir. -Se dirigió hacia la puerta-. Quédate aquí y descansa hasta que yo vuelva.
– ¿Cuánto tardarás?
– Están acampados en la colina frente al puerto. Un cuarto de hora.
– ¿Crees que Balkir te permitirá ir?
– Desde luego. No quiere tener problemas con Ware, y cree que ha encontrado una manera de tenerme controlado. -Sonrió con gesto adusto desde la puerta-. Te tiene a ti.
– Descansaré un rato y luego saldré a la cubierta. Sube a Haroun a bordo. Le daré la nota yo misma. Tiene que comprobar que todo está en orden. -Apretó los dientes para protegerse contra el dolor cuando puso los pies en el suelo. Levantó los ojos y vio que Kadar seguía mirándola-. Bueno, ¿qué haces ahí parado? No necesito tu ayuda.
– Mis excusas. Estaba distraído. -Inclinó la cabeza-. Estaba pensando lo orgulloso que estoy de ti.
Se marchó antes de que ella tuviera oportunidad de contestarle.
Ve al escritorio y escribe una nota. No pienses en cuánto te habrían gustado sus palabras de alabanza ayer mismo, sin ir más lejos. No pienses en Kadar en absoluto. Tus esfuerzos deben centrarse ahora en mantener a Ware y Thea fuera de este embrollo.
– No intentes escapar-le advirtió Bailar a Selene-. Le darás tu mensaje al hombre y luego regresarás a tu camarote.
– ¿Crees que quiero que le hagan daño? -Selene se aferraba a la barandilla para no bambolearse. Virgen Santa, cómo Je retumbaba la cabeza-. Será mejor que no te quedes ahí mirando como si estuvieras a punto de estrangularme.
– Aquí vienen -anunció Murad.
Siguió su mirada y vio a Haroun con semblante preocupado mientras ascendía por la pasarela corriendo tras Kadar.
Forzó una sonrisa y dio un paso hacia delante.
– Gracias por venir, Haroun. Quiero que esta nota llegue sin falta a lord Ware.
– No deberíais estar aquí, lady Selene -susurró, matando con la mirada a Balkir-. Volved conmigo. Lady Thea no estará complacida con esto.
– Estoy segura de que Kadar te ha explicado todo. Debo ir con él. No te preocupes, él me cuidará.
– Estará a salvo. -Kadar la agarró del brazo. Ignoró su inmediata rigidez y añadió-: Dile a lord Ware que tiene mi palabra.
Haroun asintió con nerviosismo.
– Sé que él valora tu palabra. Pero lady Thea no…
– Tendrás que darte prisa -interrumpió Selene-. Zarparemos enseguida. -Le entregó la nota y le rozó la mejilla con sus labios-. Ve con Dios, Haroun.
Él le dirigió una última mirada angustiada, luego se dio la vuelta y descendió por la pasarela.
Selene soltó un suspiro de alivio. Ya estaba hecho.
– Lo has hecho muy bien -murmuró Kadar.
Se deshizo de él y retrocedió.
– Ahora hagámonos a la mar antes de que Ware tenga la oportunidad de venir cabalgando hasta aquí e intente hacerme cambiar de idea.
– Yo mando en este barco -dijo Balkir con impertinencia-. Ninguna mujer me dice cuándo tengo que zarpar.
– ¿Prefieres librar una batalla? No me extraña. Ya me he dado cuenta de que tienes el cerebro de un…
– Shh. -Kadar la cogió entre sus brazos y empezó a bajar hacia el camarote.
– Bájame.
– Cuando te tenga a salvo tras la puerta. Por si no te has dado cuenta, estamos en desventaja, y dudo que pudiera impedir que Balkir te estrangulara si persistes en contrariarlo.
– Es un idiota.
– Totalmente de acuerdo. Y tendrá su merecido. Pero no ahora. -Abrió la puerta del camarote y la dejó en el suelo-. Échate mientras ayudo al idiota a ponemos en camino. Volveré en cuanto pueda. Tenemos que hablar.
Asintió con la cabeza.
Él cerró la puerta y se apoyó en ella.
– Deja de tratarme como si fuera tu enemigo. Nada ha cambiado. Soy el mismo hombre que has conocido durante todos estos años.
– Sí, lo eres. -Cruzó el camarote y se sentó en la litera-. Exactamente el mismo.
– Sin embargo, ahora no quieres saber nada de mí.
– Ibas a dejarme.
– Tenía que dejarte.
– ¿Sin decirme nada? ¿Sin darme una oportunidad? Me prometiste un día que si alguna vez volvías con Sinan me lo dirías. Me has mentido.
– Sí -reconoció torciendo el gesto-. Pensé que sería más seguro.
– Y fue tu decisión. Siempre es el hombre quien decide. Si decide tomar el cuerpo de una mujer, lo hace. Si desea abandonarla después, lo hace -dijo apretando los puños-. Bien, pues no me sentaré dócilmente ni dejaré que un hombre tome las decisiones por mí. No permitiré que tomes mi cuerpo y luego te largues adonde quieras. No me importa. Jamás me importará.
– Eso ni lo sueñes. No puedes cambiar lo que hay entre nosotros.
– Puedo y lo haré. -Se recostó sobre la almohada y cerró los ojos-. No tengo ganas de seguir hablando.
– Mejor dejo que Bailar te estrangule -masculló entre dientes.
– La típica solución de los hombres a los problemas.
– Selene, ya es bastante complicado. Tenemos que… No me estás escuchando.
– Me duele la cabeza y además ya estoy harta de escucharte. Vete, Kadar.
Él masculló algo entre dientes y después oyó cerrarse la puerta.
Abrió los ojos. ¿Complicado? Era casi imposible arrancar de raíz todos esos años de cariño. Construiría un muro más alto. Ella era capaz.
Lo único que tenía que hacer era mantenerse alejada de él.
Un cuarto de hora más tarde levaron anclas y el barco salió del muelle sin dificultad.
Apenas cinco minutos después oyó un griterío en la cubierta.
¡Dios mío! ¿Ware? No, no le habría dado tiempo a llegar cabalgando desde el castillo.
Se levantó de un salto y salió a cubierta. Vio a Kadar y a Bailar en medio de una multitud de marineros en la cubierta. Marineros enfadados. Balkir también estaba furioso. Levantó el palo que tenía en la mano.
Kadar lo cogió y habló rápidamente a Balkir.
Ella corrió hacia ellos.
– ¿Qué ocurre? ¿Qué…? -Se paró en seco cuando vio una figura acurrucada en medio de la multitud-. ¿Haroun?
El chico estaba empapado hasta los huesos y miraba con los ojos desencajados de terror a Kadar y a Balkir.
– ¿Qué estás haciendo aquí?
– Vino nadando y se agarró a la cuerda del ancla -dijo Kadar sin mirarla-. Nuestro capitán quiere apalearlo y lanzarlo por la borda.
– ¡No!
– Eso mismo he dicho yo.
– Cuando una rata sube al barco, se mata antes de que devore nuestras raciones -dijo Balkir-. Te ha desobedecido. Se suponía que tenía que entregar la nota.
– Se la di a Robert para que se la entregara -dijo Haroun-. Tenía que venir. Lady Thea querría que cuidara de lady Selene.
Y había venido a pesar de que estaba obviamente aterrorizado, pensó Selene. Parecía tremendamente triste, incapaz de cuidarse a sí mismo, mucho menos de cualquier otra persona.
Balkir luchaba por soltarse de Kadar.
– Déjame.
– Solo si prometes dejar con vida al muchacho -dijo Kadar-. Puede parecer una rata, pero le tengo mucho aprecio. Mira qué suerte tienes. Otro rehén para Sinan.
– No necesito ningún otro… -Cambió cuando encontró la mirada de Kadar. Se humedeció los labios-. Quizá otro rehén no nos venga mal del todo.
Kadar le soltó el brazo y retrocedió.
– Sabía que entrarías en razón. -Se agachó y ayudó a levantarse a Haroun-. Ve con lady Selene. Estoy seguro de que encontrará algo seco que ponerte-. Hizo un gesto reprobatorio con la cabeza-. Realmente eres un estorbo, Haroun.
– Lo siento, lord Kadar -susurró.
– Yo también. Ojalá hubieras sido menos noble y más sensato. -Se volvió hacia Balkir-. Quiero ver tus cartas de navegación. Conozco estas aguas mejor que tú, y quiero asegurarme de que mi destino sea Maysef y no el fondo del mar.
– He hecho esta travesía en dos ocasiones. No te entrometerás en mi…
– No te hará ningún daño enseñarme las cartas de navegación. Sinan te ordenó que me llevaras hasta él. ¿Y si se hunde el barco? -Le dio un codazo a Balkir-. Dicen que es capaz de maldecir incluso a los muertos. ¿Quieres que esté enfadado contigo en el más allá?
Bailar frunció el ceño y giró sobre sus talones.
– Sígueme.
Kadar guiñó un ojo a Selene por encima del hombro antes de seguirla a paso tranquilo.
Pícaro insolente. Ella hizo amago de sonreír y luego cambió de idea. Era muy fácil caer en las viejas costumbres de años.
– Ven conmigo, Haroun. -Lo condujo por la cubierta hacia su camarote.
– Lo siento, lady Selene. -Las sandalias de Haroun chorreaban mientras se apresuraba tras ella-. Tenía que venir.
– Lo sé. -Abrió la puerta y lo hizo pasar al interior del camarote. Cogió un paño de felpa de la jofaina y se lo tendió-. Sécate el pelo.
Él empezó a frotarse la cabeza.
– El capitán es un hombre malo. Deberíais haber esperado para hablar con lord Ware.
– Y tú deberías haber hecho lo que te habían dicho que hicieras. -Cogió la manta de la litera-. Quítate la ropa y envuélvete en esto.
El se puso colorado como un tomate.
– No puedo. No sería apropiado que un hombre me desnudase en vuestra presencia.
– No sería apropiado para mí tener que atenderte si enfermaras a causa de tu estupidez. Por Dios Santo, no es la primera vez que veo un hombre desnudo. Además, tú eres poco más que un niño.
– Soy mayor que vos -replicó indignado.
Vaya, debía serlo, se percató con sorpresa. Ella siempre había considerado a Haroun como el niño que conoció muchos años atrás, antes de llegar a Escocia. Había sido el superviviente de una masacre cometida por los Caballeros Templarios, y Ware y Thea lo habían tomado para formar parte de su séquito. Qué entusiasta y joven parecía entonces.
Pero los muchachos crecen, y ella había herido su orgullo.
Thea sabría qué decir en ese caso para aliviar el escozor. Thea siempre sabía qué decir. Bien, Thea no estaba allí, y Selene debía procurar hacer las cosas lo mejor posible y a su manera.
– Tienes razón, no es apropiado, pero esto es una emergencia. Me daré la vuelta. -Se puso mirando hacia la puerta-. Pero date prisa, necesito sentarme. No me siento muy bien.
Oyó el crujido de la ropa a sus espaldas.
– Ya os podéis dar la vuelta.
Haroun estaba envuelto desde las orejas bástalos tobillos con la manta gris.
– Siéntate. -Recogió del suelo la ropa mojada y la extendió sobre las sillas.
– No tenéis que servirme.
Ella sonrió.
– Y tú no deberías haber venido nadando y haberte agarrado de la cuerda del ancla. Pero, ya que lo has hecho, debemos olvidarnos de lo que es apropiado y procurar ayudarnos a mantenernos con vida.
– No le dijisteis a lord Ware la verdad en la nota, ¿verdad?
– No. Soy un rehén, igual que tu. -Se sentó en la cama-. Pero no queremos que lord Ware se entere, ¿verdad? Ambos sabemos el peligro que correríamos si viniera en nuestra búsqueda.
El asintió.
– Por eso le dije a Robert que no pasaba nada cuando le entregué la nota.
– Buen chico… digo hombre. -Cielo santo, qué cansada estaba. Lo único que le apetecía era echarse a dormir-. Mientras estés a bordo de este barco, no harás nada que provoque a los hombres de Balkir. Mantente alejado de ellos.
– Lo intentaré.
Por supuesto que lo haría. Parecía estar aterrorizado de todo lo que tuviera que ver con Sinan.
– Normalmente no soy un… cobarde -afirmó, como si pudiera leerle el pensamiento-. Lord Ware me ha entrenado para ser un guerrero. Dice que soy un buen soldado. Solo que… toda la vida he oído hablar del Anciano de la Montaña. Su gente no es como los demás. Son… demonios. Uno no puede luchar contra los demonios.
– No seas ridículo. Kadar fue una vez uno de los hombres de Sinan. ¿Es acaso un demonio?
El negó con la cabeza.
– Pero lord Kadar es diferente. El camina en solitario.
– ¿Cuántas veces te he visto jugando con él a los dados? Es tu amigo,
– Cierto. -Parecía confuso-. Pero él es… distinto.
Ella se dio por vencida. Kadar era diferente. Solo había que estar con él un rato para darse cuenta de que bajo aquella fachada aparentemente superficial y encantadora yacían unas profundidades impenetrables.
– ¿Pero confías en él?
A Haroun se le iluminó la cara.
– Naturalmente.
– Entonces confía en que procurará que nada malo te ocurra en Maysef.
– No solamente me preocupo por mí. Una mujer puede recibir un gran daño. Yo sé que pertenecéis a lord Kadar, pero aun así el peligro es…
– Yo no pertenezco a Kadar.
– Sin embargo, todo el mundo sabe que vos… -Observó su expresión y añadió apresuradamente-: Pero parece que vos…
– No siempre las cosas son lo que parecen. Yo no pertenezco a nadie más que a mí misma.
– Pero una mujer deber pertenecer a alguien. Es… -Sentía la tormenta acercarse y cambió de tema-. No importa. Yo cuidaré de vos.
Seguramente sería ella quien cuidara de él, pero sus intenciones eran buenas, así que se reprimió las ganas de decírselo.
– Gracias Haroun. Si necesito tu ayuda, no dudaré en…
Paró cuando se abrió la puerta y entró Kadar en el camarote.
Miró a Haroun de arriba abajo.
– Vaya, tienes un aspecto lamentable.
– Lady Selene me ha obligado a despojarme de mis ropas. ¿No estaréis enfadado por encontrarme con ella de esta guisa, verdad? Ya le dije que no era apropiado.
– No estoy enfadado -repuso con una sonrisa-. Es difícil no hacer lo que ella dice, ¿verdad?
Asintió, aliviado.
– Además tiene unas ideas muy raras sobre… Aunque dice que ella no os pertenece, espero contar con vuestra ayuda para cuidar de ella durante este viaje.
– Ah, ¿así que eso es lo que ella dice? -preguntó Kadar con voz de seda-. Espero realmente que no cometieras el error de creerle.
– No, todo el mundo sabe… -Lanzó una mirada a Selene-. Quiero decir que todo el mundo cree que…
– Ya basta. -Selene estaba a punto de estallar-. ¿Qué pasa con Balkir? ¿Estás seguro de que Haroun ya está fuera de peligro?
– Mientras no se convierta en una molestia…
– Puede quedarse conmigo en este camarote.
– ¡No! -Los ojos de Haroun estaban horrorizados.
Kadar negó con la cabeza.
– Eso lo pondría en una posición aún más delicada. Si los marineros piensan que podría estar obteniendo favores que se les niegan a ellos, querrían tirarlo por la borda. El caso es que solamente hay dos camarotes en este barco, y uno está ocupado por Bailar. -Volvió la mirada hacia Haroun-. Supongo que tendremos que dormir en la cubierta delante del camarote de lady Selene. De ese modo cualquiera que intentase entrar tendría que pasar por encima de nosotros.
Haroun asintió enérgicamente.
– Mucho más sensato.
Ciertamente pensaba que el plan de Kadar era más sensato que el de Selene. Ambos eran hombres.
– Largaos, los dos. -Se recostó y cerró los ojos-. Espero que Bailar os ahogue a ambos.
– Entonces carecerías de toda protección. Me parece que en este momento no valemos nada para ti, pero podemos ser útiles en algo. -Kadar dio unas palmaditas en el hombro a Haroun-. Vamos. Procuraremos encontrarte algo para vestir que no sea la manta. Ella puede necesitarla si refresca por la noche. -Abrió la puerta-. Volveré por la mañana, Selene.
Ella no respondió y oyó que se cerraba la puerta tras ellos.
A dormir. No pienses en Kadar ni en este barco surcando las aguas camino de Sinan.
Imposible. Ahora que estaba sola y ya no tenía necesidad de actuar, no podía pensar en otra cosa. Se dio cuenta de que estaba temblando. Debilidad. Se alegró de que Kadar no estuviera allí para verlo. Pronto estaría bien. Dormiría y se pondría fuerte, y al día siguiente podría enfrentarse a Kadar con la mente fría y bajo control.
Al día siguiente…