CAPÍTULO 01

4 DE AGOSTO, 1196

MONTDHU, ESCOCIA


– Se está comportando como una insensata. -Thea frunció el ceño mientras miraba a Selene al otro lado del gran salón-. Esto no me gusta, Ware.

– Ni a Kadar tampoco -dijo alegremente Ware mientras bebía un sorbo de vino-. Lo estoy disfrutando. Es interesante ver a nuestro frío Kadar desconcertado.

– ¿También te parecerá interesante cuando Kadar decida matar a ese pobre hombre a quien ella está sonriendo? -preguntó Thea con aspereza-. ¿O a lord Kenneth, que fue su pareja en el último baile?

– Sí. -Sonrió burlándose de ella-. Hemos estado muy tranquilos durante estos últimos años. Un poco de diversión no vendría nada mal.

– La sangre y la guerra solo divierten a los guerreros como tú. -Ella frunció aún más el ceño-. Además creía que eras feliz aquí, en Montdhu. Nunca te has quejado.

Él le cogió la mano y le besó la palma.

– Jamás me atrevería con un ogro por esposa.

– No me tomes el pelo. ¿Has sido infeliz?

– Solo cuando me robaste los artesanos de mi castillo con el fin de construir tu barco para comerciar con seda.

– Necesitaba ese barco. ¿De qué sirve producir bonitas sedas si no puedes venderlas? No fue prudente…-dijo negando con la cabeza-. Tú sabes que tenía razón, y ya tienes tu castillo. Es tan magnífico y robusto como tú querías. Esta noche, en la fiesta, todos comentan que nunca han visto una fortaleza más segura.

Su sonrisa se desvaneció.

– Y puede que pronto necesitemos nuestra fortaleza.

Ella frunció el ceño.

– ¿Tienes noticias de Tierra Santa?

Él negó con la cabeza.

– Pero la situación es delicada, Thea. Hemos tenido suerte de tener estos años para prepararnos.

Ware todavía miraba a sus espaldas, pensó Thea con tristeza. En realidad, ¿quién podía culparlo? Habían huido de la ira de los Templarios para refugiarse en esta tierra, y si los caballeros descubrían que Ware no estaba muerto, como pensaban, serían implacables en su persecución. Ware y Thea se habían librado por poco de ser capturados antes de iniciar su viaje. Fue Kadar quien negoció con Sinan, el cabeza de los asesinos, para que les prestaran un barco y así poder viajar a Escocia. Pero eso formaba parte del pasado, y Thea no quería que Ware estuviera de mal humor esa noche en la que había tanto que celebrar.

– No es que tengamos suerte, es que somos inteligentes. Y los Templarios son increíblemente estúpidos si piensan que tú los traicionarías. Me enervo cada vez que lo pienso. Ahora bébete el vino y disfruta de la velada. Hemos construido una nueva vida y todo está en orden.

El levantó su copa.

– ¿Entonces por qué dejas que te afecte el hecho de que tu hermana esté sonriendo coqueta a lord Douglas?

– Porque Kadar no ha dejado de mirarla ni un solo momento en toda la noche. -Volvió la mirada hacia su hermana. El vestido de seda oro pálido de Selene le daba reflejos de fuego a su cabello pelirrojo oscuro, y sus ojos verdes brillaban con viveza… y temeridad. La pequeña diablesa sabía perfectamente lo que hacía, pensó Thea enfadada. Selene era impulsiva a veces, pero éste no era el caso. Todas y cada una de sus acciones esa noche tenían la intención de provocar a Kadar-. Y no he invitado a todo el mundo a ver tu espléndido castillo para que ella los exponga al caos.

– Díselo. Selene te quiere. No querrá que te pongas triste.

– Lo haré, -Se levantó y atravesó el salón hacia la gran chimenea, ante la cual Selene tenía su corte. Ware tenía razón: Selene podía ser obstinada, pero tenía buen corazón.

Jamás haría daño a ninguno de los que amaba. Thea no tenía más que enfrentarse a su hermana, expresarle su consternación, y el problema estaría resuelto.

Quizá.

– No la detengas, Thea.

Miró sobre su hombro y vio a Kadar tras ella. Hacía unos segundos estaba apoyado en el pilar más distante, aunque ya estaba acostumbrada a sus silenciosos movimientos.

– ¿Detenerla? -Sonrió-. No sé qué quieres decir.

– No me mientas. -Los labios de Kadar se endurecieron-. Esta noche no estoy humor para disimulos. -La cogió por el brazo y la llevó hasta un rincón del salón-. Además, nunca lo has hecho bien. Tienes la desgracia de tener un corazón puro y honesto.

– Y yo supongo que eres el diablo en persona.

Él sonrió.

– Solo un discípulo.

– Tonterías.

– Bueno, quizá medio diablo solamente. Nunca he podido convencerte de que soy un pecador. Jamás has querido ver ese lado mío.

– Tú eres amable y generoso y nuestro amigo más querido.

– Ah, sí, lo que prueba el buen juicio que tienes.

– Y arrogante, testarudo y sin sentido de la humildad.

Él inclinó la cabeza.

– Pero tengo la virtud de la paciencia, mi señora, lo que debería compensar mis otros defectos.

– Deja de burlarte. -Se volvió para mirarlo-. Tú estás enfadado con Selene.

– ¿De veras?

– Sabes que sí. Has estado vigilándola toda la noche.

– Y tú has estado vigilándome a mí. -Levantó un lado de la boca con una media sonrisa-. Me preguntaba si habías decidido atacarme a mí o a Selene.

– No tengo intención alguna de atacar a nadie. -Lo miró directamente a los ojos-¿Y tú?

– No de momento. Te acabo de decir lo paciente que soy.

Se sintió aliviada.

– Ella no pretende nada. Solo se está divirtiendo.

– Pretende algo. -Él miró de nuevo hacia la chimenea-. Lo que intenta es atormentarme y herirme, llevarme al límite. -Su voz era inexpresiva-. Lo hace realmente bien, ¿verdad?

– Es culpa tuya. ¿Por qué no te declaras? Ya sabes que a Ware y a mí nos encantaría que se casaran este año. Selene tiene diecisiete años. Es hora de que tenga marido.

– Me halaga que hayan considerado digno de ella a un humilde bastardo como yo.

– No es un halago. Sabes lo que vales.

– Por supuesto, pero el resto del mundo diría que sería un mal partido. Selene es ahora una dama de buena familia.

– Solo porque tú nos ayudaste a escapar de Tierra Santa y a empezar una nueva vida. Selene era una esclava en la casa de Nicolás y solamente una niña cuando compraste su libertad para hacerme un favor. Ella estaba destinada a pasarse la vida bordando sus espléndidas sedas y ofreciéndose a los clientes para su disfrute. Tú la salvaste, Kadar. ¿Crees que sería capaz de mirar a otro hombre si la dejaras acercarse a ti?

– No te entrometas, Thea.

– Me entrometeré. Ya lo sabes. Te adora desde los once años.

– ¿Que me adora? Ella nunca me ha adorado. Me conoce demasiado bien. -Sonrió-. Puede que no creas en mis cualidades diabólicas, pero ella sí. Ella siempre ha sabido lo que soy. Igual que yo siempre he sabido lo que es ella.

– Ella es una mujer trabajadora, honrada y cariñosa que necesita un marido.

– Ella es más que eso. Es extraordinaria, es la luz en mi oscuridad. Y todavía no está preparada para mí.

– ¿Preparada? La mayoría de las mujeres de su edad ya tienen hijos.

– La mayoría de las mujeres no han sufrido lo que ella. Aquello le dejó cicatriz. Puedo esperar hasta que cure.

– ¿Podrá hacerlo? -Thea miró de nuevo hacia la chimenea. Dios mío, Selene ya no estaba allí.

– Está bien. Ella y lord Douglas acaban de abandonar el salón y salieron al patio.

¿Cómo lo sabía? A veces parecía que Kadar tenía ojos en la espalda.

– Kadar, no…

Él se inclinó.

– Con tu permiso, iré por ella y la traeré.

– Kadar, no quiero violencia esta noche.

– Descuida, no derramaré sangre en las preciosas alfombras nuevas. -Avanzó hacia el patio-. Aunque las piedras del patio se limpian fácilmente.

– ¡Kadar!

– No me sigas, Thea. -Su voz era suave pero inflexible-. Mantente al margen. Esto es lo que ella quiere, por lo que lleva provocándome toda la noche. ¿No te das cuenta?


¿Dónde estaba Kadar?, se preguntaba Selene impaciente. Llevaba ahí fuera más de cinco minutos y todavía no había aparecido. No sabía cuánto tiempo podría retener a lord Douglas antes de llevarlo de vuelta al salón. Era un joven pesado y aburrido, y se había escandalizado cuando ella le sugirió salir al patio.

– Hace una noche maravillosa. Me siento mucho mejor ahora que he tomado un poco de aire fresco.

Lord Douglas parecía incómodo.

– Entonces deberíamos volver dentro. No creo que a lord Ware le parezca bien que estemos aquí solos. No es apropiado.

– Enseguida. -¿Dónde estaba? Había estado sintiendo su mirada durante toda la noche. Habría visto…

– El sarraceno nos vigilaba -dijo lord Douglas-. Estoy seguro de que se lo contará a lord Ware.

– ¿El sarraceno? -Ella lo miró a la cara-. ¿Qué sarraceno?

– Kadar Ben Arnaud. ¿No es un sarraceno? Así lo llaman ellos.

– ¿Quiénes son ellos?

Él se encogió de hombros.

– Todo el mundo.

– La madre de Kadar era armenia, su padre era franco.

Él asintió.

– Un sarraceno.

Debería haberla divertido que hubiera colocado a Kadar, que nunca podía ser etiquetado, en un nicho tan estrecho. Pero no le parecía gracioso. Le molestó enormemente el tono ligero y condescendiente de su voz.

– ¿Por qué no le llamas franco como su padre? ¿Por qué sarraceno?

– Simplemente parece… No es como nosotros.

Se parece a un sarraceno lo mismo que una pantera a una oveja o un diamante a una piedra llena de musgo, pensó furiosa.

– Kadar es uno de nosotros. Mi hermana y su marido lo consideran un hermano.

– No estaría tan seguro. -Parecía ligeramente sorprendido-. Aunque estoy convencido de que es bueno en lo que hace. Estos sarracenos son buenos marineros, y él comercia con tus sedas, ¿no es así?

Sentía ganas de abofetearlo.

– Kadar es mucho más que simplemente el capitán de nuestro barco. Es parte de Montdhu. Estamos orgullosos y nos sentimos afortunados de tenerlo entre nosotros.

– No era mi intención hacerte…

Ella dejó de prestarle atención.

Kadar se estaba acercando.

Sabía que la seguiría. Aun así, Selene reprimió un salto de alegría cuando lo vio aparecer por la puerta. Bajaba por las escaleras deliberadamente despacio, sin prisa. Eso no era bueno. No era la respuesta que esperaba de él. Se acercó un paso hacia lord Douglas y se tambaleó.

– Creo que todavía me siento un poco mareada.

Él instintivamente le puso una mano en el hombro para sujetarla.

– Quizá debería llamar a lady Thea.

– No, quédate…

– Buenas noches, lord Douglas. -Kadar se dirigía hacia ellos-. Creo que aquí fuera hace demasiado frío para Selene. ¿Por qué no vas a buscar su capa?

– Estábamos a punto de entrar -se apresuró a decir Lord Douglas-. Lady Selene se sentía algo indispuesta y…

– ¿Indispuesta? -Kadar arqueó las cejas y se detuvo junto a ellos-. A mí me parece que está perfectamente.

«Él no es como nosotros», había dicho Douglas.

No, en realidad no había ningún hombre como él entre todos los que habían acudido a honrar a Ware esa noche. No se parecía a nadie que Selene hubiera conocido. Ahora, de pie junto al grueso y colorado lord Douglas, las diferencias eran francamente aparentes. Los oscuros ojos de Kadar dominaban un atractivo rostro color bronce que reflejaba humor e inteligencia. Era alto, su cuerpo aparentemente delgado era fuerte, y mostraba una elegancia y una seguridad de la que di otro hombre carecía. Pero las diferencias no se limitaban a la superficie. Kadar era tan profundo e insondable como el cielo nocturno, no era de extrañar que esos estúpidos no pudieran darse cuenta de lo excepcional de su persona.

– No se sentía bien -repitió lord Douglas.

– Pero estoy seguro de que ahora se encuentra mejor. -Kadar hizo una pausa-. Así que ya puedes quitarle la mano del hombro.

Selene sintió una oleada de satisfacción. Eso estaba mejor. El tono de Kadar era suave, pero también lo es el gruñido de un tigre antes de saltar.

Evidentemente, lord Douglas no paso por alto la amenaza. Retiró la mano como si se hubiera quemado.

– Le daba miedo…

– Selene no tiene miedo a nada -dijo sonriendo a Selene-. Aunque debería.

Menos mal, éste sí era el Kadar al que ella quería provocar. Pero él se equivocaba: ella le temía en este momento.

Lo ocultó devolviéndole la sonrisa.

– No tengo motivos para tener miedo. Lord Douglas puede protegerme.

– No lo creo, porque se va a buscar tu capa, ¿no es así, lord Douglas?

Lord Douglas paseaba la mirada de uno a otro nerviosamente.

– Quizá todos deberíamos entrar…

– Tengo que hablar con lady Selene. Seguro que lo comprenderás.

Douglas respiró hondo y enderezó los hombros.

– Creo que mi deber es quedarme hasta que se encuentre lo suficientemente bien como para volver al salón.

Ella no había contado con eso. Pensaba que saldría disparado cuando Kadar mostrara sus garras. ¿Es que no se daba cuenta del peligro que representaba Kadar? Le dio un escalofrío.

– Tengo frío. ¿Serias tan amable de traerme mi capa, Douglas?

El dudó y después, para su inmenso alivio, tomó la salida que ella le había dado. Se inclinó.

– Como desees.

Lo vio alejarse por el patio.

– Pensaba que conocías mejor a las personas. -La mirada de Kadar también estaba en lord Douglas-. Ha estado más valiente de lo que esperabas.

– Sí. -No intentó disimular. Nunca funcionaba con Kadar. Él la conocía demasiado bien-. Valiente o ciego. Quizá sea a él a quien lo falta el juicio-. Ella se volvió hacia él, con creciente emoción-. ¿Qué habrías hecho si no lo hubiera despedido?

– ¿Tú qué crees?

– Te lo estoy preguntando.

– Matarlo -dijo sin darle importancia-. Nuestro joven lord me estaba impacientando. Sentía ganas de darle una puñalada en el estómago. Habría muerto lenta y dolorosamente.

– ¿Por qué te impacientaba?

El sonrió.

– Ya sabes por qué.

– Dímelo.

– Te ha tocado. Ya sé que tú lo has provocado, pero aun así te ha tocado. ¿Qué sentías cuando tenía su mano sobre ti?

Apenas había percibido ese toque. Estaba demasiado concentrada en su efecto sobre Kadar.

– Emoción.

Ahogó una risa.

– Mientes.

– Bien, podría haber sido emocionante… en otras circunstancias. Tengo la sensación de estar viviendo la vida como una monja en el convento. No tienes derecho a quejarte. ¿Crees que no llega a mis oídos con cuántas mujeres te acuestas? No has dejado una sola joven de las Highlands sin tocar, y solo Dios sabe lo que harás en tus viajes a España e Italia.

– El cielo lo sabe.

– No tiene gracia. Y tampoco me parece justo.

– La vida no es justa.

– Bien, pues ya estoy harta de ser la única mujer en Escocia con la que no te has acostado.

– Así que me has incitado a la acción con la espada de los celos. Que yo recuerde, ya me has amenazado con alguna estratagema antes. Muy hábil. -Ladeó la cabeza-. Pero peligroso.

– Eso fue hace años. Todavía era una niña.

– Aún lo eres en muchos aspectos.

– No lo soy. Aunque me tratas como si lo fuera. -Respiró profundamente y atacó-. Quiero que te cases conmigo.

Su sonrisa se desvaneció.

– Ya lo sé.

– Me… importas.

– Lo sé.

– Y sientes algo por mí. Yo también lo sé, Kadar.

– Por supuesto.

– Entonces cásate conmigo. -Intentó sonreír-. No podrías hacer nada mejor. Thea y yo compartimos las ganancias del negocio de la seda que empezamos aquí, en Montdhu. Soy un buen partido.

– Para cualquier hombre. -Negó con la cabeza-. Ahora no, Selene.

– ¿Por qué no? Te lo he dicho. Ya no soy una niña. Nunca me he sentido como una niña.

– Eso es parte de nuestro problema.

La invadió una fuerte decepción. Pero ya se lo esperaba. Lanzó su segunda andanada.

– Entonces acuéstate conmigo. Ahora. Esta noche.

Él se quedó inmóvil. Ella percibió cómo apretaba los labios, el ligero aleteo de la nariz. Dio un paso hacia él. Había dado en el blanco.

– Quiero que lo hagas.

– ¿De verdad?

– No quiero seguir así. -Respiró hondo-. Acaríciame.

El no se movió, pero podía sentir la tensión en su cuerpo.

– Nunca me tocas.

– Hay una buena razón -dijo él de manera densa.

Ella se acercó más, le cogió la mano y se la llevó al hombro. La notaba cálida y fuerte a través de la seda de su vestido. Sintió un estremecimiento de temor mezclado con un extraño y ardiente cosquilleo.

– He visto copular a hombres y mujeres en la Casa de Nicolás cuando era una niña. Un momento de placer y ya. Sé que no significará nada para ti.

– ¿Entonces por qué quieres hacerlo?

Porque quería estar cerca de él. Había deseado esa cercanía desde que lo había conocido hacía ya muchos años, y ahora veía la oportunidad de conseguirlo.

– ¿Por qué lo desean tus amantes?

– Pero tú no eres ninguna de ellas.

– Ware y Thea no tienen por qué enterarse. Podemos vernos en las colinas y…

– ¿Piensas que no me acostaría contigo por mi amistad con Ware y Thea? -Negó con la cabeza-. Tú no me conoces tan bien como crees. Si estuviera seguro de que es lo mejor para nosotros, nada en este mundo me detendría.

Un destello de esperanza surgió dentro de ella.

– Lo es. Ya lo verás,

– Ojalá.

– Entonces deja de desearlo y haz algo. -Le tomó la otra mano y se la depositó en el hombro-. Ahora.

Ahogó una risa.

– Careces de sutileza, ¿Debería arrastrarte por esas piedras?

– Si lo deseas… -Lo estaba perdiendo, percibió desesperada. Mientras el deseo se desvanecía, la atracción y la ternura ocupaban su lugar. Seguramente lo estaba haciendo todo mal. Ella deslizó una de las manos de él hacia su pecho -Cualquier cosa que desees.

Su sonrisa desapareció.

– Selene… -Tensó la mano en su pecho y lo apretó suavemente, con sensualidad.

Ella se quedó sin aliento y sintió cómo se le encogía el estómago. Tenía los ojos abiertos como platos de la impresión.

– ¿No te lo esperabas? -El presionó de nuevo, mirándola a la cara-. Qué placer será enseñarte a disfrutar.

Ella se arrimó hacia él.

– Entonces deja de hablar y hazlo…

Él se inclinó y le rozó el cuello con sus labios. Ella se estremeció cuando una ola de calor invadió su cuerpo.

– Pero no ahora -susurró-. No estás preparada. Vuelve al salón, Selene.

Se sintió como si le hubieran echado un jarro de agua fría. La conmoción se convirtió en enfado. Lo apartó de sí.

– ¿Preparada? Estoy harta de esa palabra. Ahora o nunca. No voy a esperar a tu conveniencia. Me marcharé. Me casaré con lord Douglas, o con Kenneth, o… -Le dio la espalda-, Te odio, Kadar.

– No, no me odias.

Efectivamente, no lo odiaba. Ojalá lo odiara, pero el vínculo de tantos años era demasiado fuerte. Le brillaban los ojos por las lágrimas cuando lo miró por encima del hombro.

– Espera y verás. Aprenderé a odiarte.

El sonrió con tristeza.

– Pero eso me rompería el corazón.

– Nada puede romperte el corazón.

– Tú puedes. Por eso debo tener paciencia.

– Que el cielo maldiga tu paciencia.

– En realidad el cielo la aplaude. No es frecuente que un pecador abrace tanta virtud.

– No tiene sentido. ¿Por qué?

– Ten fe. No confías en mí. Necesito tu confianza desesperadamente.

– Confío en ti.

Él negó con la cabeza.

– Tú no confías en nadie. A excepción quizá de Thea. Quieres hacernos creer a los demás que confías en nosotros.

– Te equivocas.

– Tengo razón. Recibiste lecciones muy duras en la Casa de Nicolás. Una de ellas fue la falta de confianza. -Sonrió y dijo con delicadeza-: Pero yo merezco tu confianza. He dedicado un buen número de angustiosos años en ganármela. Después de la vida que he llevado, me sorprende que me importe tanto tu fe ciega en mí. Pero lo quiero todo de ti, Selene. No me conformaré con menos.

Ella lo fulminó con la mirada.

– ¿Y se supone que tendré que esperar hasta que consideres que te merezco?

– Se supone que tienes que permitirme enseñarte que soy un hombre en quien puedes confiar. -Bajó la voz a un tono de amenaza velada-. Pero te diré lo que no tienes que hacer. No sonreirás a ninguno de esos pobres diablos que están ahí dentro. Me enerva en grado sumo. Y si dejas que cualquiera de ellos te roce siquiera otra vez, no seré tan indulgente como lo he sido con lord Douglas.

– Tú no me das órdenes. Haré lo que me plazca. -Salió corriendo como un torbellino y subió los escalones hacia el salón.

Se detuvo tras una columna rota por el dolor. Maldito seas. Todos sus esfuerzos no habían servido para nada. ¿Por qué él no…?

– ¿Selene? -Thea se encontraba a su lado-. ¿Estás bien?

No, no estaba bien. Estaba enfadada y frustrada, y le dolía todo el cuerpo. Procuró sonreír.

– Desde luego que estoy bien. ¿Qué te hace pensar lo contrario?

– Por ejemplo las lágrimas que corren por tus mejillas -respondió Thea secamente.

– Tonterías. Yo nunca lloro. -Pero sabía que ahora lo estaba haciendo. Mira lo que había conseguido este idiota testarudo-. Se me habrá metido algo en el ojo.

Thea asintió.

– Bueno, ven a mi habitación y te ayudaré a sacártelo. -Empujó a Selene suavemente hacia las escaleras de piedra que se dirigían a sus aposentos-. No puedes volver a la fiesta de este modo.

No quería encontrarse con nadie. Deseaba irse a la cama y ponerse a dar puñetazos en la almohada para olvidar a Kadar y sus estupideces. Sin embargo, eso sería una victoria para él. Haría precisamente lo que él le había ordenado no hacer. Acompañaría a Thea y se lavaría los ojos, se pellizcaría las mejillas para sacarles color y bajaría para hacerle saber a Kadar que no le importaba nada de lo que le había dicho.

Bueno, es posible que no hablara dulcemente con ninguno de los hombres del salón. No tenía por qué, y tampoco era justo para ellos sabiendo ahora que Kadar había dado un aviso. Pero bailaría, reiría y le demostraría que le importaba un bledo su… Virgen Santa, ¿por qué no podía dejar de sufrir?

Thea abrió la puerta.

– Siéntate en la banqueta. -Se dirigió hacia la palangana y humedeció un paño-. No tardaré nada. ¿De qué ojo se trata?

Selene se dejó caer en el asiento.

– Las dos sabemos que no tengo nada en el ojo.

– No estaba segura de si estabas preparada para admitirlo. -Thea pasó el paño suavemente por las mejillas de Selene-. No deberías culpar a Kadar. Lo has hecho enfadar mucho.

– No, nunca debo culpar a Kadar -remedó amargamente-. Kadar a tus ojos es perfecto. Yo soy la única que causa trastornos.

– Kadar no es perfecto, pero le confiaría todo lo que poseo.

Otra vez con la confianza.

– Entonces confías en un necio. No toma lo que se le ofrece y encima pretende que se lo espere mientras cata a todas las mozas de Escocia.

Thea ahogó la risa.

– Puede que no todas las mozas. Pasa mucho tiempo en el mar.

– Seguramente para escapar de mí.

– Es una posibilidad. Tengo que preguntarle si utiliza el comercio de nuestra seda como excusa. Parecen demasiadas molestias solamente para evitar a una joven. Aunque también es verdad que puedes ser una gran molestia cuando te empeñas.

– Te estás riendo de mí.

Thea le acarició la mejilla.

– Eso nunca.

– Duele, Thea. -Apoyó la cabeza sobre el pecho de su hermana-. Nunca he querido esto. Pensaba que Ware y tu eran unos insensatos, ya sabes. Parecía peligroso querer tanto a alguien. ¿Y si te abandonan o si mueren, como mamá murió?

– Siempre es peligroso querer. Hay que tener fe.

Fe, confianza. ¿Por qué todo el mundo le arrojaba esas palabras?

– Kadar dice que no confío. ¿No es una estupidez?

Thea permaneció en silencio.

Selene levantó la cabeza.

– ¿Thea?

– Nunca pensé que pudiera darse cuenta. Eso significa que Kadar es más perspicaz que la mayoría de la gente. Ya veo hasta qué punto le importa a Kadar que no confíes en él. Kadar no ofrece su afecto a la ligera, y sus sentimientos hacia ti son muy fuertes. Lo quiere todo y le molesta que te quedes con algo -dijo apartando el cabello de la cara a Selene-. No es culpa tuya ser tan precavida. Todos a los que has amado se han ido de tu vida.

– Tú no.

– Incluso yo. Cuando escapé de la Casa de Nicolás y te dejé allí. Sabía que te haría mucho daño.

– Pero regresaste.

– Sin embargo no estabas segura de que fuera a hacerlo, ¿verdad?

– Claro que lo estaba. -Entonces movió la cabeza. Nunca se habían mentido la una a la otra-. No, pero esperaba…

– ¿Ves?

– Eso fue hace mucho tiempo. He crecido.

– ¿Y amas a Kadar?

– Sí… me importa mucho.

Thea asintió con la cabeza.

– Incluso temes demasiado pronunciar esas palabras. Creo que Kadar es un hombre muy inteligente.

– ¿Qué significan unas pocas palabras? -estalló aguijoneada-. Debes ser tan estúpida como Kadar.

– ¿En serio?

Sintió remordimiento al instante. Thea era pura lealtad y cariño.

– No, yo soy la estúpida. Perdóname. Deberías darme una bofetada.

Thea sonrió.

– No mientras estés tan triste. Aunque reconozco que antes te habría mandado fustigar.

Selene la miró estupefacta.

– ¿Por qué?

– No quería un derramamiento de sangre esta noche.

– Nunca habría llegado hasta ese punto. -Pero había estado tan concentrada en su plan para provocar a Kadar que no se percató de la preocupación de Thea, pensó sintiéndose culpable-. Sabes que nunca haría nada que te hiciera daño.

Thea se encogió de hombros.

– Lo sé. A veces no piensas las cosas.

– Es cierto. Soy una persona horrible, horrible. He sido una egoísta. -Se puso en pie-. Vamos. Bajemos, y te prometo portarme muy, muy bien. Kadar pensará que es por él, aunque solo tú sabrás la verdadera razón. Y mañana te levantarás tarde y pasarás el día jugando con mi ahijado. Yo atenderé a los invitados y haré la ronda por las barracas para inspeccionar el tejido yo misma.

– Debes estar muy arrepentida. -Thea sonrió divertida mientras se dirigía hacia la puerta-. Ya veremos.

Pero lo más seguro es que no se acostara hasta el amanecer, como de costumbre, pensó Selene. Puede que comentara con Ware lo cansada que parecía Thea. Una sola palabra bastaría para que se preocupara de verdad. Cuando Thea cayó enferma con fiebre tras el nacimiento de Niall, Ware estaba destrozado. Selene nunca había visto un hombre tan perdidamente enamorado de su mujer.

¿Pero seguiría tan embelesado cuando Thea no fuera tan joven y encantadora? Nicolás solía mostrarse apasionado con las esclavas más jóvenes y atractivas, mientras que las mayores recibían poca atención. Y los hombres a los que Nicolás permitía usar sus mujeres elegían solamente las que rebosaban juventud y belleza. Sabía que Thea pensaba que Ware no la amaría para siempre, pero ¿cómo podía estar tan segura…?

– ¿Selene? -Thea se encontraba en la puerta, mirándola inquisitivamente.

– Ya voy. -Atravesó la estancia con rapidez. Ya pensaría en ello más tarde. Ahora le quedaba el resto de la velada por delante, y debía ayudar a Thea a compensar ese lapso.

Confianza…

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