CAPÍTULO 14

Layla le estaba mojando la frente a Selene cuando ésta abrió los ojos.

– Ya era hora -dijo Layla apartando el suave paño a un lado-. Estaba empezando a creer que nunca te despertarías. ¿Es que no te das cuenta de que me estoy aficionando a esta aburrida tarea?

Selene percibió que estaban en la cueva.

– ¿Cuánto tiempo…?

– Te desmayaste hace tres días.

– Tres… -dijo moviendo la cabeza sin poder creerlo-. No es posible. Ningún desmayo dura tanto.

Layla desvió la mirada.

– Ha habido otros problemas.

Ella se puso rígida.

– ¿Qué otros problemas?

– Has… sangrado.

– ¿Qué?

Layla volvió sus ojos hacia ella.

– Creo que has perdido el niño.

– ¡No!

– Supongo que a veces ocurre. El disgusto de la muerte de Haroun, la tensión de los últimos días…

– No.

– ¿Crees que me resulta fácil decirte esto? -preguntó Layla con aspereza-. Quería que tuvieras a ese niño. Pero ha sucedido así y es mejor que nos enfrentemos a ello cuanto antes.

No quería aceptarlo. Quería dormirse otra vez y volver a la inconsciencia.

– Ni se te ocurra. -Layla la cogió por los hombros-. Abre los ojos. Mantente despierta. Dios no es justo, lo sé, pero tienes que seguir adelante.

– Todo esto para nada -susurró Selene-. Haroun murió por…

– Haroun murió porque Nasim lo descuartizó. No fue culpa tuya. Y nada de lo que has hecho ha causado la muerte de tu bebé. Si quieres culpar a alguien, échale la culpa a Nasim. Él ha sido el responsable de ambas muertes.

Ahora Selene no quería pensar en culpar a nadie. Quería volver a los momentos en que su bebé aún estaba vivo bajo su corazón.

– Deberías estar lista para viajar en unos días -dijo Layla-. ¿Quieres volver a Génova y embarcar en el barco de Tarik o prefieres proseguir nuestro viaje a Roma?

– No lo sé. -Se dio media vuelta y se acurrucó mirando hacia la pared de la cueva-. Yo… no puedo… pensar con claridad.

– No vuelvas a dormirte.

– Dudo que pueda volver a dormir nunca más. -Tenia la mirada fija. Vacía. Se sentía fría, vana y sola. Qué extraño sentirse abandonada por un bebé que nunca llegó a estrechar entre sus brazos.

– He oído que a veces llorar ayuda -dijo Layla torpemente-. Inténtalo.

– No quiero llorar. -Lo que ella sentía era demasiado profundo para las lágrimas, la agonía era demasiado intensa como para permitirle desahogarse-. Todo ha salido mal. Haroun… mi bebé… Nada de esto tendría que haber sucedido.

– Lo sé -dijo Layla acariciándole el cabello-. Lo sé, Selene.

Layla no lo sabía. Nunca había experimentado ese tipo de dolor. No tenía ni idea del vacío que sentía.

No podía sentir la rabia que sentía ella.


Selene no pronunció una sola palabra durante los dos días siguientes. Se negó a probar bocado y Layla dudaba que hubiera dormido algo. Cuando Layla intentaba hablar con ella, Selene movía la cabeza negativamente y se daba la vuelta. Ni la ternura ni la brusquedad producían respuesta alguna.

Era como si se hubiera encerrado en un capullo de dolor y no permitiera a nadie desenmarañarlo.

Layla se despertó en mitad de la tercera noche. Dirigió la mirada hacia el jergón de Selene.

Vacío,

Murmuró una maldición y apartó la manta. Idiota. No debería haberse dormido. Su deber era proteger a Selene.

Quién sabe dónde andaría…

Selene estaba de pie en la entrada de la cueva, con la mirada fija en la oscuridad.

Layla soltó un suspiro de alivio antes de levantarse y ponerse a su lado.

– Deberías volver a tu jergón. Necesitas descansar.

– Enseguida.

Fue la primera palabra que pronunció en días, pero el alivio de Layla fue efímero. El tono de Selene era tranquilo, contenido, sin rastro de su anterior pasión y dolor. No era natural, y esto para Layla era motivo de preocupación.

– Necesitas dormir. Llevas mucho tiempo sin descansar.

– No, tengo que pensar.

– En estas circunstancias no es bueno darle tantas vueltas a las cosas.

– No estaba pensando en ello. Intentaba sacar algún sentido a todo esto.

– ¿Y lo has encontrado?

Selene se volvió para mirarla y Layla se puso rígida de la impresión. A la luz de la luna, su rostro le recordaba a alguno de los que había visto grabados en los camafeos: suave, duro, sin expresión.

– No, pero ya tengo decidido lo que vamos a hacer.

– ¿Y qué es, si puede saberse?

– Partir hacia Roma mañana mismo.

– Es peligroso. Antonio ha dicho que las huellas de Nasim iban en esa dirección. Seguramente su intención es adelantarnos, pero puede retroceder.

– Tendremos cuidado.

– Necesitas descansar. Unos días más no importarán demasiado.

– Te equivocas -dijo yendo hacia su jergón-, sé exactamente lo que necesito, y no es descansar precisamente.


Al día siguiente emprendieron la marcha a pie hacia Roma. No pudieron encontrar ninguna aldea donde comprar caballos hasta el segundo día. Aun así actuaron con cautela y enviaron a Antonio en avanzadilla varias veces para asegurarse de que no se cruzaban en el camino de Nasim. En consecuencia, no llegaron a la villa de Tarik hasta más de una semana después.

Layla cabalgó hasta el pie de la colina.

– Continúa hacia delante. Antonio y yo iremos más tarde. Tarik y yo no nos hemos visto en mucho tiempo. Es mejor que no haya nadie delante cuando nos encontremos -dijo haciendo una mueca-. Además, a Kadar no le gustará saber que Antonio te traicionó. Necesitas tener la oportunidad de contarle que no te ha hecho ningún daño antes de que Kadar le corte el cuello.

– Muy bien. -Selene supuso que tendría que haber sido ella quien considerase las consecuencias, pero solamente parecía capaz de sentir, no de pensar. Eso tenía que acabar.

Debía reflexionar con calma, fríamente, bloquear en su mente todo excepto lo que tenía que hacer.

– Yo le diré a Tarik que lo estás esperando aquí fuera.

Tarik y Kadar estaban bajando las escaleras cuando Selene entró a caballo en el patio.

– Gracias a Dios. -Kadar corrió hacia ella. Una sonrisa iluminó su rostro cuando la cogió para bajarla de la silla-. Casi me vuelvo loco al ver que Antonio no venía. Estaba a punto de salir para Génova. ¿Te sientes bien?

– No. -Se volvió hacia Tarik-. No hemos encontrado ningún impedimento para acercarnos. ¿Estamos seguros aquí?

– Sí, no estábamos seguros de que fueras tú, pero sabíamos que venían tres jinetes. Si hubieras parecido una amenaza, habríamos estado preparados.

– ¿Cómo lo sabías?

– Un guardia apostado en una colina a varias leguas de la villa nos trajo el mensaje.

– ¿Qué significa: no? -Las manos de Kadar la sujetaban por los hombros-, ¿Qué sucede? ¿Por qué no embarcaste en Génova?

Sintió un hormigueo de calidez cuando él la tocó. Qué raro, pensaba que sería incapaz de sentir algo nunca más.

Raro y peligroso. Las emociones podrían despertarla e interponerse en su camino. Retrocedió un paso y miró a Tarik.

– No quiero hablar más. Llevamos días cabalgando, necesito descansar y darme un baño.

Tarik asintió.

– Pero había dos jinetes más. ¿Quiénes son?

– Están al pie de la colina. Layla dijo que quería encontrarse contigo a solas.

Se puso rígido.

– ¿Layla?

– Tu esposa. -Él parecía realmente sorprendido, pensó Selene. Quizá Layla estaba equivocada sobre Tarik enviándole a Selene-. ¿No sabías que Antonio estaba pagado por ella?

– Por supuesto que no. -Hizo una pausa-. No te habrá… hecho daño, ¿verdad?

Selene negó con la cabeza.

– No ha sido cariñosa, pero hemos llegado a entendemos.

– No, rara vez es cariñosa. -En su expresión se mezclaban la impaciencia con el temor cuando miraba al pie de la colina-. Será mejor que vaya a ver.,. -Atravesó el patio con presteza.

– ¿De qué estáis hablando? -preguntó Kadar.

– Después. ¿Me podrías enseñar dónde voy a dormir?

– Selene… qué es… -Se interrumpió, la cogió por el brazo y empezó a subir las escaleras-. De acuerdo. No hablaremos ahora.

Ella sintió de nuevo esa emoción y se alejó de él.

– No me toques.

– Por Dios santo, no estoy intentando… -dijo centrando su mirada en el rostro de ella-. Nunca te he visto así. Estás fría como el mármol. ¿Qué te ha ocurrido?

– No quiero tener que repetirlo dos veces. Hablaré contigo, con Tarik y con Layla esta noche.

– Me estás dejando fuera -dijo entre dientes-. No me gusta que me metas en el mismo saco que a Tarik y a esa tal Layla. No lo permitiré.

– Esta noche -repitió mientras se paraba ante la puerta-. ¿Me enseñarás ahora dónde voy a dormir?

Se quedó mirándola unos instantes y después hizo ademán a un muchacho que pasaba por allí.

– Muéstrale un aposento, Benito. Uno que esté cerca del mío. Encárgate de que le lleven agua para tomar un baño.

Benito asintió deseoso de complacer y se apresuró por el largo pasillo de mármol.

– Espera -dijo él al ver que ella seguía al muchacho-. Necesitarás ropa. Mandaré a alguien para que baje hasta el pie de la colina y le diga a Haroun que te traiga tu equipaje.

– No hay equipaje que traer. Me las arreglaré con lo que llevo puesto -dijo sin ni siquiera mirarlo-. Además nadie puede decirle nada a Haroun. Está muerto.


Se estaba acercando.

Layla instintivamente se preparó cuando vio a Tarik bajar por la colina. Parecía el mismo que aquel día la había abandonado. Bien, ¿qué esperaba? Por supuesto que parecía el mismo. No podía esperar que hubiera languidecido de añoranza. Él había hecho todo lo posible por demostrarle que ya no la necesitaba, incluso había tomado otra esposa.

Pero sí que la necesitaba. Igual que ella lo necesitaba a él.

Forzó una sonrisa y posó sus ojos sobre él.

Él no le devolvió la sonrisa.

– ¿Qué estás haciendo aquí?

– Selene se empeñó en venir.

– Si la hubiera querido aquí, la habría traído con nosotros. Tenía que ir a Escocia.

– Por eso elegiste a Antonio para acompañarla -dijo mirándolo a los ojos-. Me parece que estás mintiendo. No creo que tuvieras intención alguna de ponerla a salvo en Escocia. Pienso que sabías que Antonio me la traería a mí.

– No tenía ni idea de que tuvieras comprado a Antonio.

Por un momento se quedó sorprendida ante la rotundidad de esa afirmación.

– Lo sabías de sobra. Apostaría a que conoces a la perfección si alguno de tus sirvientes está pagado por mí o por Nasim.

– Perderías. No sabía lo de Antonio. ¿Por qué debería suponer que tienes espías en mi campamento?

Porque te amo. Porque sabes que nunca te dejaría marchar.

Se humedeció los labios.

– Eshe. ¿Qué si no?

– Me enviaste el cofre. ¿No confías en mi custodia?

Ella se lo había mandado porque quería forjar un vínculo que lo llevara de vuelta a ella.

– Tienes tendencia a comportarte como un tonto. Tenía que estar segura. Cuando me enviaste a Selene, esperaba que tuvieras las cosas más claras.

Él se quedó paralizado.

– ¿Y por qué piensas que te he mandado a Selene?

– Eshe. Para hacer lo que tú no eras capaz.

El respiró profundamente.

– Por Dios bendito, ¿qué has hecho?

Sintió una punzada de dolor.

– No pienses tan mal de mí. No soy ningún monstruo, -Levantó la barbilla y lo miró desafiante-. No le he hecho nada. ¿Creías que iba a salir corriendo a complacerte? Solo pensaba…

– ¿Entonces por qué has traído aquí a Selene?

– Ha sufrido una gran pérdida y pensé que era lo mejor para su recuperación. Ella no estaba…

– ¿Qué pérdida? ¿Qué le ha ocurrido a Haroun? -Kadar bajaba la colina a grandes zancadas hacia ellos-. ¿Cómo murió?

– Tú debes ser Kadar. -Era una afirmación. Era lo suficientemente joven como para ser el amante de Selene y era un hombre de envergadura considerable, digno de ser elegido por Tarik-. Yo soy Layla.

– No me importa quién eres tú. -Le temblaba la voz de rabia y frustración-. Quiero saber qué le ha sucedido a Haroun y qué le ocurre a Selene.

– No hay motivo para semejante rudeza -dijo Tarik-. Layla no ha hecho ningún daño a Haroun.

La estaba defendiendo. Layla sintió una tibia oleada de placer. Era lamentable comprobar el inmenso gozo que le producía algo tan insignificante.

– ¿Cómo lo sabes? Según tú soy capaz de cualquier cosa.

– ¿Cómo murió Haroun? -repitió Kadar.

– Nasim lo asesinó. -Relató brevemente su huida hacia el bosque y el descubrimiento del cuerpo de Haroun.

– Por los clavos de Cristo -murmuró Kadar-. Haroun…

– Parecía un buen muchacho y muy leal a Selene.

– Sí, lo era.

– Especialmente al final. -¿Debería contárselo? ¿Por qué no? Ignoraba si Selene tenía intención de contarle lo del niño, pero le había resultado imposible comunicarse con Selene durante los últimos días. Quizá Kadar pudiera acceder a ella-. Sobre todo después de saber que Selene estaba encinta.

Los ojos de Kadar se abrieron como platos de la impresión.

– ¿Qué?

– Por eso venía a verte. Pensaba que le darías tu nombre y protección al niño.

Asomó una leve sonrisa que iluminó el rostro de Kadar, y en ese instante Layla pudo comprender por qué Selene se sentía atraída por él.

– Por supuesto que yo…

– Espera. -Como de costumbre, había actuado con torpeza-. Perdió el bebé después de encontrar a Haroun.

Su sonrisa se desvaneció.

– Dios mío -susurró.

– Fue un golpe terrible para ella. Además de la muerte de Haroun, fue como si… Pareció cambiar de la noche a la mañana.

– No hace falta que lo jures -dijo apretando los puños-. Nunca la he visto así. No es la misma.

– No seas estúpido. Claro que no es la misma. Algunas mujeres necesitan hijos para sentirse completas. Perder un bebé te arranca el corazón. ¿Esperabas que no mostrara…?

– Tranquila -dijo Tarik posándole la mano en el brazo-. Todos sabemos que Selene lo está pasando mal. Ahora debemos encontrar un modo de ayudarla.

– Si nos deja -añadió Kadar-. Haremos todo lo posible para que así sea. -Algún músculo de su tensa mejilla se movió bruscamente-. ¿Me oyes? No permitiré que siga sufriendo de esta manera.

– El tiempo y la paciencia le ayudarán a sanar la herida -dijo Tarik.

– Selene nunca ha entendido qué es la paciencia, no sé por qué habría de tenerla ahora.

– Tú eres el que parece no tener paciencia.

– Lo está pasando mal. No lo soporto. Necesito hacer algo para remediarlo. -Fulminó a Tarik con la mirada-. Y tú vas a ayudarme. Le darás todo lo que te pida, lo que necesite, lo que sea.

– Si está en mi mano.

– Eso no es suficiente. Se lo darás. -Paseó la mirada de Tarik a Layla y de nuevo a Tarik-. No me importa lo que haya entre vosotros. No me importa el grial. Estoy harto de que Nasim y tú os entrometáis en nuestras vidas. No volverá a suceder.

– Kadar, no estoy hablando de…

– Quiere hablar con todos nosotros después de cenar esta noche. -Se dio la vuelta y emprendió el ascenso por la colina-. Vas a escucharla y, por Dios que si dices una sola palabra que la trastorne, te lo haré pagar.


– ¿Por qué no me lo dijiste? -preguntó Kadar.

Selene se dio la vuelta y la vio en el umbral de la puerta de su aposento. Tenía la cara pálida y echaba chispas por los ojos. Ella instintivamente se puso tensa.

– ¿Qué estás haciendo aquí?

– ¿Es que no tenía derecho a saberlo? -Entró y dio un portazo tras de sí-. Era mi hijo, por Dios santo.

– Te lo iba a decir.

– ¿Cuándo? ¿Esta noche? ¿Un anuncio conjunto a Tarik y a mí? ¿No crees que me merecía escucharlo a solas? -Le puso las manos sobre los hombros-. Has dejado que la esposa de Tarik, una extraña, sea quien me dé la noticia.

Ella desvió la mirada.

– No quería hablar de ello.

Él suavizó su expresión.

– Selene, -Le acarició los hombros con suavidad-. Tenemos que hablar de ello. Compartimos el placer que creó al niño, ahora déjame compartir el dolor. Puedo ayudarte.

Notaba cómo se suavizaba ella también, inclinándose hacia él como una rama a merced de la brisa. Él lo entendería.

El había querido ese niño.

Pero no debía ablandarse. Tenía que permanecer fuerte y dura como una roca.

– ¿Quieres que llore y gimotee? Mi bebé está muerto. Haroun está muerto. Mis lágrimas no me los devolverán.

– No quiero que llores. Solo quiero que me permitas compartir tu dolor. No estás siendo justa conmigo.

Ella se apartó de él.

– Ahora quiero que te marches. Te veré esta noche.

– Estás loca si piensas que voy a dejarte -dijo avanzando un paso-. No puedes darme un empujón y meterme en el mismo saco con Tarik y Layla. Hemos sido compañeros y amantes. Por Dios santo, hemos concebido un hijo. Hemos compartido demasiado.

– Eso no tiene importancia.

– Sí que la tiene. Nada importa más que… -Respiró hondo-. Esto no está bien. He perdido el control. No tenía intención de discutir contigo. Solo quería prestarte mi cariño y mi comprensión.

– Entonces comprende que deseo que te vayas.

– Ya me voy -dijo dirigiéndose hacia la puerta-. Y a partir de ahora me quedaré al margen, donde tú quieres que esté. Pero no por mucho tiempo, Selene. No permitiré que esta situación dure mucho.

Cerró la puerta sin dar portazo, pero de una manera crispada y decidida.

Se había marchado. Se cruzó de brazos con la esperanza de parar el temblor. Creía que estaba congelada, sin embargo acababa de comprobar que seguía completamente viva.

Había deseado desesperadamente acercarse a él y recibir el consuelo que él le ofrecía. Sabía perfectamente que Kadar sería capaz de saltar cualquier barrera para llegar a ella.

Pero ella no había cedido, y él se había ido.

Triunfó.

No sentía haber triunfado. Sentía un sabor amargo, inseguridad y una tremenda soledad.


Kadar apretaba los puños con fuerza mientras bajaba a ciegas al salón.

Ella estaba sufriendo y él no podía ayudarla.

Por Dios, no podía soportarlo.

Ella se había encerrado en sí misma y lo había apartado de su lado. Ya había ocurrido antes, pero sabía que con paciencia y tiempo siempre llegaba a ella. Pero esta vez no era lo mismo. Nunca la había visto igual. Aparentaba varios años más, y los muros que había levantado a su alrededor eran duros como el acero.

Deja de sentir y empieza a pensar. Siempre se puede hacer algo. Tenía que haber algún modo de acercarse y que ella aceptara.

Se conocían demasiado bien. Ella estaría a la defensiva contra cualquier treta conocida. Cualquier camino que tomara debería ser uno por el que no hubiera andado con anterioridad.


Esa noche Selene estaba a punto de abandonar su aposento cuando Kadar llamó a la puerta.

– Confío en que no tendrás objeción en que te acompañe, ¿verdad? -preguntó Kadar con toda la suavidad que fe fue posible-. Puede que ya no te importe, pero tengo mis costumbres.

Pasó por su lado y empezó a bajar hacia el salón.

– No es necesario.

– Pero no conoces la villa -dijo poniéndose a su lado-. Podrías perderte.

– Lo dudo. Ni siquiera es tan grande como Sienbara.

– Entonces dame ese placer. Ese vestido te sienta muy bien. Siempre me ha gustado el blanco para ti. ¿De dónde lo has sacado?

– Tarik. Supongo que será de alguna de las sirvientas. Todas van de blanco.

– Muy considerado. Debería habérseme ocurrido a mí, pero estaba un poco preocupado.

Ella lo miró con cautela. No quedaba nada de la difícilmente reprimida frustración y desesperación que tenía antes. Su tono era tranquilo, su comportamiento un tanto burlón, pero le notaba otra emoción que no podía definir, y eso la preocupaba.

El sonrió.

– He sugerido a Tarik y a Layla que nos esperen en la terraza. Hace una noche espléndida como para estar dentro. ¿Has visto el atardecer?

– No.

– Siempre se debe prestar atención a la belleza. Nunca se sabe cuándo nos va a abandonar. -La acompañó hasta una puerta con columnas a su izquierda-. Deberías considerarlo.

Se adelantó y salió a la terraza.

Layla y Tarik estaban de pie junto a la balaustrada y se dieron la vuelta cuando vieron llegar a Selene.

– Ah, pareces más descansada. Espero que te hayas acomodado bien. -Tarik miró a Kadar y sonrió con complicidad-. No quiero ni pensar qué sería de mí si algo te desagradara. Al parecer Kadar está un poco molesto con nosotros.

– A decir verdad ya he recuperado mi buen humor. No te preocupes. -Kadar se dejó caer en una silla junto a la mesa de madera bajo la pérgola emparrada-. Siempre que prestes atención a nuestra importante discusión. -Miró a Selene-. Ya estamos aquí. Reunidos según tus órdenes, esperando dócilmente tus palabras. ¿Qué deseas de nosotros?

Ignora esta burla. Di lo que tengas que decir.

– Quiero a Nasim muerto.

La expresión de Kadar no se inmutó.

– Pensaba que sería eso.

– Necesitaré ayuda. Lo haría yo misma, pero tiene demasiado poder, demasiados hombres.

– Considero tu afirmación correcta. No se me ocurre nadie que pueda enfrentarse a él sin ayuda. Algunos dirían que es imposible. Rara vez está solo. Puede contar con sus sicarios en todo momento.

– ¿Me estás diciendo que no vas a ayudarme?

– No, lo que digo es que será difícil y posiblemente mortal -afirmó con tono indiferente-. Además, no estás entrenada para acometer semejante hazaña con éxito.

– Pero vosotros sí. Podríais enseñarme.

– ¿Deseas invertir tantos años como yo en aprender el camino oscuro? -Negó con la cabeza-. No lo creo. No va con tu temperamento, Selene.

– Lo que quiero es verlo muerto. Haré lo que sea necesario para conseguirlo.

– Eso te crees, pero del dicho al hecho hay mucho trecho. Requiere un buen grado de ferocidad que tú no posees.

– Entonces la adquiriré. He aprendido muchas lecciones últimamente. No tengo más que recordar a Haroun -dijo con voz repentinamente violenta-. ¿Te ha contado Layla cómo Nasim lo cortó en pedazos? Intentó salvarnos, y ese monstruo…

– Me lo ha contado -interrumpió-. Pero las emociones van y vienen, y suelen interponerse en el camino para conseguir objetivos. Ese recuerdo no te ayudará, sino que te lo pondrá más difícil.

Él se mostraba frío y objetivo, totalmente distinto al Kadar que ella conocía. No sabía qué se esperaba, pero seguro que no era esa lejanía. Kadar nunca se había distanciado de ella.

– No puedo evitarlo. Las emociones están ahí. Y siempre lo estarán. -Luego añadió deliberadamente-: Supongo que no puedo esperar que sientas nada por el hijo que murió a causa de Nasim. Para ti no fue real.

Asomó una ligera emoción en su expresión, pero se desvaneció al instante. Arqueó las cejas y dijo:

– ¿Esa puñalada pretendía sacar sangre? Más te vale disparar tus flechas hacia el verdadero enemigo. Una de las primeras cosas que aprendí es que hay que concentrarse en lo importante e ignorar el resto.

– Lo único importante es matar a Nasim, no permitiré que salga impune. No sería justo. Nada de lo ocurrido está bien. No podemos permitir que destruya y salga corriendo. No le permitiré que… -Se le quebró la voz, pero procuró atemperar la pasión en ella contenida-. Ya no saldré corriendo a esconderme. Esto tiene que acabar.

– Ten paciencia. El tiempo a su manera vence a los peores enemigos -dijo Tarik con suavidad-. El riesgo es demasiado grande, Selene.

Se volvió hacia él.

– No me hables de paciencia. Tú eres casi tan pérfido como Nasim. Desde el principio habéis estado jugando entre vosotros y nos habéis manejado a Kadar y a mí a vuestro antojo, como si fuéramos peones en vuestro tablero.

Tarik suspiró.

– Precisamente porque sois importantes habéis sido arrastrados hasta nuestras maquinaciones. Estaba muy cansado. Creía que tenía el derecho de… Nunca quise haceros daño a ninguno de los dos.

– Bien, pues lo has hecho. A Kadar casi lo matan Haroun ha sido asesinado. Yo he perdido un hijo.

– Deja de atacarlo -dijo Layla-, Tú no entiendes nada. Ha cometido errores, pero no pretendía hacer daño. Ha sido Nasim el que ha hecho todo esto.

– Es cierto. No entiendo nada. Los dos os habéis encargado de que no entendiéramos nada -afirmó mirando fijamente a Tarik-. Pero eso va a cambiar. No voy a seguir vagando por la oscuridad como antes. Nasim quiere el grial. Es el arma que utilizaremos para atraparlo. Necesito saber por qué lo quiere. Quiero saberlo todo sobre él.

– Lo siento, no puedo decírtelo.

– No digas eso. Me merezco saberlo.

– Díselo-intervino Layla de repente.

– Permanece en silencio, Layla.

– No callaré. Ella tiene razón y tú estás equivocado.

– Siempre has pensado que estaba equivocado cuando el problema es que soy demasiado responsable.

– No eres Dios; solo puedes intentar hacer las cosas lo mejor posible. ¿Te va a impedir eso tomar alguna iniciativa al respecto? ¿Y qué pasa con Kadar? ¿No le vas a decir nada de lo que ha pasado?

– Iba a decírselo. Pero poco a poco.

– ¿Por qué? No da la impresión de ser demasiado sensible. No tiene por qué responder como Chion.

– Esa afirmación me ofende. Tengo un corazón muy sensible. -Kadar hizo una pausa-. Pero debo admitir que mi curiosidad es más grande que la delicadeza de mis sentimientos. Me encantaría que dejaras ya esta discusión y le proporcionaras a Selene la información que desea.

– Díselo, Tarik -instó Layla-. O lo haré yo.

Tarik permaneció en silencio durante largos instantes.

– Es un error.

– Entonces comete un error. Te sentará bien.

Se encogió de hombros.

– De ti depende.

Layla sonrió.

– Podré soportarlo.

Tarik se volvió hacia Selene.

– Pregunta lo que quieras.

– ¿Por qué Nasim quiere el grial?

– Cree que le proporcionará poder.

– Pero está equivocado.

– No, podría darle poder pero no de la manera que él se imagina.

– ¿Qué quieres decir con eso?

– El grial tiene una inscripción -dijo Kadar-. ¿Qué significa? ¿La localización de un gran tesoro?

– Sí-respondió Tarik torciendo el gesto-. O del infierno.

– No tiene nada que ver con el infierno -replicó Layla con fiereza-. Es un gran regalo.

Tarik negó con la cabeza.

– Lo es -insistió Layla-. Si quisieras ver que hay posibilidades de que… -Se detuvo para tomar aliento-. No es un mapa, son las indicaciones para… No, no lo estoy haciendo bien. Debes empezar desde el principio, Tarik.

– No me has dado la oportunidad -dijo encogiéndose de hombros-. El principio para mí fue cuando llegaste a la Gran Biblioteca. -Miró a Kadar-. Ya te he hablado de la biblioteca y de lo que significaba para mí. Cuando vino Layla y me dijo que deseaba investigar entre los pergaminos para encontrar un documento dictado por Selket, simplemente me lo tomé como un reto. No me habló del contenido del pergamino.

– ¿Pergamino? ¿Y qué me dices del grial?

– El grial vino después. Me llevó varias semanas localizar el pergamino. Solo podía buscarlo en mi tiempo libre. Al caer la noche, permitía a Layla entrar en la biblioteca y entre los dos rastreábamos todos los pergaminos griegos. Al principio no estaba seguro de que fuera el que buscábamos, pero al inicio había una palabra que no podía dar lugar a dudas. Fue entonces cuando Layla me habló del contenido del pergamino. No podía creerlo. Me reí de ella. Cogió el pergamino e intentó reunir en una lista todas las hierbas mencionadas en él. No fue fácil. Algunas eran completamente desconocidas para nosotros, y el ingrediente principal era una rara planta que crecía en la ribera del Nilo. Por fin creímos tener todos los ingredientes necesarios. Alquilamos una pequeña cabaña cerca del mercado y comenzamos a hacer la mixtura. Para mí era meramente una aventura. Un ejercicio de aprendizaje. -Hizo una pausa-. Pero Layla creía en ello. Estaba obsesionada. Corría grandes riesgos cada vez que venía a la cabaña. Los sacerdotes empezaron a sospechar de ella y yo intenté convencerla para que se viniera conmigo al campo, donde estaríamos seguros. Pero no quiso. Tenía que terminar el trabajo.

Layla hizo un gesto de indiferencia.

– Y cuando por fin lo conseguimos, no sabíamos qué hacer con ello. ¿Cómo probarlo? ¿Cómo saber si Eshe era verdad o mito?

– ¿Eshe?-preguntó Selene.

– La palabra grabada en la copa -murmuró Kadar.

Tarik asintió.

– Y la palabra que reconocí en el pergamino.

– ¿Y qué significa?

– Vida-dijo simplemente-. Selket llamó a esa mezcla Eshe porque es lo que era: una manera de engañar a la muerte. Pensó que había encontrado un modo de prolongar la vida más allá de lo normal. -Sonrió-. Los dos me estáis mirando con la misma cara que puse yo cuando Layla me habló sobre el contenido del pergamino. No me creéis. -Se encogió de hombros-. Sabía que ésta sería vuestra respuesta. Sois inteligentes, y ésta es la reacción inteligente.

– Huele a brujería, y nunca he creído en elixires mágicos -dijo Kadar-. Los hombres siempre han buscado una manera de evitar la muerte y siempre ha sido en vano. No veo por qué esto sería diferente.

– ¿Y tú, Selene?

Negó con impaciencia.

– Incluso si lo creyera, no importaría. Lo único que importa es que Nasim lo cree y que podemos utilizarlo para atraparlo.

– Vida y muerte -dijo Tarik-. Os he presentado una posibilidad fascinante. ¿Ni siquiera os tienta morar en la vida y no en la muerte?

Selene se dio cuenta de que él no entendía nada.

Hasta que Nasim no recibiera su castigo, no podía pensar en otra cosa.

– Hablas de ese Eshe -dijo Kadar-. ¿Qué tiene que ver con el grial?

– Los papiros son frágiles y se destruyen con facilidad. El oro es el metal más duradero. Layla y yo grabamos la información del pergamino en la copa.

– Y Nasim oyó rumores sobre el grial y pensó que era un cáliz mágico -dedujo Kadar.

– Hace tiempo que Nasim dejó atrás su juventud y su poder está menguando -reconoció Tarik-. A diferencia de ti, él cree en la brujería. Semejante historia debió llamar su atención.

– ¿Entonces haría cualquier cosa por conseguirlo? -preguntó Selene.

– Me parece que ya lo ha demostrado en Sienbara -dijo Tarik.

– Tengo que estar segura.

– No es posible, Selene -intervino Layla con suavidad-: Sé perfectamente cómo te sientes, pero no podemos usar el grial como cebo para Nasim. Te daremos oro, soldados, cualquier cosa que desees. Pero no podemos arriesgarnos a perder el grial

– No tienes ni idea de cómo me siento. Y lo utilizaremos.

La expresión de Layla se endureció.

– No. ¿Crees que he luchado y trabajado por Eshe para dejar que…?

– Creo que es hora de dar las buenas noches-dijo Kadar levantándose y agarrando a Selene por el codo-. Podemos discutir sobre esto mañana. ¿Qué tal si nos vemos aquí dos horas después de que amanezca?

– Quiero discutirlo ahora -dijo Selene.

– No, de ninguna manera. Todos necesitamos reflexionar sobre este problema y sus soluciones. Te llevaré hasta tu aposento. -Medio a empujones, Selene llegó hasta la puerta-. Mañana.

Antes de darse cuenta, ya estaba en el salón. Se soltó de las manos de Kadar.

– Esto tiene que solucionarse esta noche.

– Se solucionaría. Tarik y Layla se mantendrían en sus trece y te rechazarían. ¿Es eso lo que quieres?

– Por supuesto que no. -Pero es lo que pasaría, pensó con sensatez. La desesperación y la rabia la habían llevado a presionar demasiado, además, ni Tarik ni Layla respondían bien ante la coacción. No importaba cuan desesperada estuviera ella por poner un plan en acción, tendría que esperar y acometer la situación desde otra perspectiva-. Hablaré con ellos mañana. -Inició el descenso hacia el salón.

– Estás siendo muy sensata -murmuró cuando se puso a su altura-. No es una buena señal.

– Yo no me siento tan sensata -dijo ella sin mirarlo-, ¿Vas a ayudarme?

– Todavía no lo he decidido. El camino que has elegido es muy peligroso.

Una sacudida le recorrió el cuerpo. La ayuda de Tarik y de Layla nunca había sido segura, pero jamás había dudado de contar con la ayuda de Kadar, con su consentimiento o no.

– Es lo correcto.

– Como te he dicho, aún no lo he decidido. Tendré que pensarlo.

Habían llegado a la puerta y ella se volvió hacia él.

– Esta noche pareces diferente.

Él sonrió.

– ¿En serio? A lo mejor es que me ves con más claridad. Dudo que nadie más pueda apreciar la diferencia.

No, pero nunca había estado con ella igual que con el resto del mundo. Delante de los demás había mostrado la ironía, la oscuridad, los límites bajo la superficie. A ella nunca le había mostrado esa faceta.

Hasta esa noche.

– ¿Por qué te comportas así?

– ¿Piensas que debería ser amable contigo? Tú no quieres mi amabilidad. Tú quieres de mí lo mismo que el resto del mundo. Un hombre para matar, una tarea que cumplir. -Hizo una reverencia-. Así que debo tratarte igual que a cualquier otra persona y sopesar las ventajas y las consecuencias de darte lo que quieres. -Le abrió la puerta-. Te deseo que pases una buena noche. Que duermas bien, Selene.

– Yo no quería… -Se quedó callada. ¿Qué podía decir? Lo necesitaba, y planeaba utilizarlo, como él mismo había dicho. No le extrañaba que se hubiera distanciado-. No quería hacerte daño. No quiero que mates a Nasim. Solo quiero que me enseñes cómo hacerlo yo.

No respondió. Ya se había ido.

No pienses en el daño que debes haberle hecho para llegar a convertirlo en ese extraño. Piensa en Haroun. Piensa en Nasim. Piensa lo que tienes que hacer.

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