CAPÍTULO 19

La luna se reflejaba en las aguas del estanque y la brisa ondulaba la superficie dando movimiento a las estatuas que lo rodeaban.

– No me gustan estas estatuas -dijo Selene-. Son demasiado frías. -Se inclinó hacia delante para verse la cara reflejada en el agua-. Pero yo también parezco fría. ¿No es extraño?

– Sí. Nadie es menos frío. -Él la sujetaba dándole seguridad-. Pero eso puede cambiar si te caes al agua.

Ella se echó a reír.

– ¿Te tirarías para salvarme?

– Siempre.

– Bien, dudo que necesites rescatarme. El estanque apenas tiene una vara de profundidad.

– Se han dado casos de hombres con armaduras que se han ahogado en aguas poco profundas.

– Les está bien empleado por hacer la guerra.

– Tú le estás haciendo la guerra a Nasim.

De repente se puso seria.

– Eso es distinto.

– Todos los contendientes dicen eso de sus guerras.

Hizo una mueca.

– Esta noche no quiero hablar de la guerra.

– Ni de Nasim.

– Mucho menos de Nasim. -Se alejó y fue a sentarse en el banco que había junto al estanque-. Así que hablemos de otras cosas.

– Estás demasiado tranquila. ¿No estarás planeando saltarla muralla otra vez? -preguntó Kadar.

Ella negó con la cabeza.

– No creo que pudiera engañar a Vaden igual que a aquel guardia de Sienbara, además estoy segura de que le habrás advertido que me vigile.

Se sentó junto a ella y le tomó la mano.

– Por supuesto. También Layla le ha avisado sobradamente. Ha tenido la ocasión de conocer muy bien tu temperamento en este corto espacio de tiempo.

– Pensamos igual en muchas cosas. Imaginaba que lucharía más por evitar que usáramos el grial.

– Fue Tarik quien tomó la decisión. Como yo tenía un arma a mi disposición, centré mis esfuerzos en él.

– ¿Qué arma?

– Culpabilidad.

Frunció el ceño, perpleja.

– Es Nasim quien tiene la culpa, no Tarik. No creo que Tarik tenga motivos para sentirse en deuda.

– No cabe duda de que Tarik es un hombre con escrúpulos de conciencia.

– No creo que te estés refiriendo a… -Estudió sus facciones-. Me estás ocultando algo.

– No es lo que te imaginas. No es que quiera tener ningún secreto, es simplemente que no es el momento. Primero tengo que tomar una decisión.

– ¿Tiene que ver con el grial?

Asintió.

– ¿Acordaste hacerte cargo de él por Tarik? ¿Por eso nos permite utilizarlo? Nunca deberías haber…

– Solamente le prometí que lo protegería de Nasim mientras estuviera bajo mi responsabilidad. -Le cogió la mano y le besó la palma-. ¿No crees que es hora de que vayamos dentro?

Ella lo miró con asombro.

– Me parece que estás empezando a creer a Tarik. ¿Cómo has podido? Es imposible.

– En ocasiones uno se ve forzado a considerar la posibilidad de lo imposible -dijo sonriendo-. Pero no debes preocuparte por ello. Tú misma me dijiste que la meta por la que Tarik y Layla han trabajado tanto no es de tu incumbencia.

Le dio un escalofrío.

– Me sentiría muy extraña y sola.

– Quizá no tan sola. Podríamos hacerlo… -Respiró profundamente y le apretó la mano casi con demasiada fuerza-. Dios mío, es una tentación intentar convencerte. Podría hacerlo. Sé que podría hacerlo.

– Me estás haciendo daño. -Y la estaba asustando-. ¿Convencerme?

Le brillaron los ojos al encontrarse con los suyos.

– Dices que ahora confías en mí. No te fíes de mí en esto. Me importa demasiado.

– ¿De qué estás hablando? -dijo abriendo los ojos como platos-. Tarik te prometió algo. No le creas. Es una locura. Eshe es un sueño.

– ¿Y si no lo es?

– Entonces sería una pesadilla. Prométeme que no dejarás que Tarik te diga cómo crear ese Eshe siguiendo las instrucciones del grial.

Permaneció en silencio unos segundos.

– Lo prometo.

Su alivio disminuyó por culpa de un malestar incesante. Aún sentía la tensión bajo la superficie.

– ¿Y tú me prometes que procurarás olvidar la pesadilla y considerar el sueño? Porque podría ser tal… -Murmuró una maldición y se puso en pie de un salto-. Ven, volvamos a la casa. Ya hemos hablado bastante. Parece que no puedo dejar de intentar…

Atravesó el jardín con pasos largos, dejándola atrás, ante su desconcierto.

Se puso a su altura llegando a la casa.

– Creo que voy a hablar de Nasim -dijo casi sin aliento-. Él no levanta semejante furor en ti.

– No hablaremos de ninguno de los dos. -En el corto espacio de tiempo que habían tardado en alcanzar la casa, Kadar había cambiado otra vez. Su sonrisa era muy seductora cuando la tomó de la mano-. No vamos a hablar en absoluto. Te he guardado algo muy especial para hacerte una demostración de los años que pasé en la casa de placer. Creo que esta noche es el momento de enseñártelo.


– Eso ha sido muy malicioso -dijo jadeando mientras se ponía boca arriba-. No creo que debas…

– ¿Te ha gustado? -La besó en el hombro-. Entonces debería haberlo hecho. Descansa y te mostraré otra manera.

Jamás habría podido soñar con la intensidad y la sensualidad de las habilidades que Kadar le había mostrado esa noche. Siempre era un maestro, pero esa noche se había superado, había sido puro instinto. La había hecho sentir viva, un cosquilleo le recorría todo el cuerpo, y todavía quería más.

– Estoy mareada. Me siento como cuando en la torre… hachís.

– El placer puede ser tan fuerte como el hachís, y puede convertirse en una adicción. -Le besó uno de sus senos-. Tu cuerpo puede acostumbrarse tanto que luego no puede pasar sin ello. Puedo hacer que me desees así. Tu cuerpo anhelará el mío tanto que…

– ¿Qué pasa?

Se apartó de su lado.

– Nada. -Se tendió junto a ella y le dio la espalda-. Vamos a dormir.

¿Ir a dormir cuando había pasado de brujería a una lejanía total en un abrir y cerrar de ojos?

– No quiero. -Le agarró la mano con fuerza y lo hizo darse la vuelta-. ¿Qué ocurre?

Él levantó el brazo e hizo anidar la cabeza de ella bajo su hombro.

– Lo que pasa es que ni siquiera en esto puedes confiar en mí -susurró-. Yo tampoco pretendía hacerte esto. He sucumbido a la tentación, te toqué y…

– No seas ridículo. He disfrutado igual que tú. Ha sido un poco inusual, pero me ha gustado…

– No me refiero a eso.

– Vaya, ¿crees que con tus malvadas artimañas puedes hacer de mí una esclava? -dijo mordiéndole el hombro-. Eres un engreído.

– ¿En serio?

– ¿Por qué me querrías como esclava? No te van las esclavas.

– Tú sí eres para mí. Además te quiero de cualquier manera que pueda tenerte.

– Sabes que ya me tienes.

– ¿De verdad?

– Si no te dejas matar por Nasim. -Levantó la cabeza y le sonrió burlona-. Y si no me niegas placer, porque eres tan vanidoso que piensas que tienes algún tipo de poder amatorio mágico.

– No es magia, es habilidad -dijo sonriendo-. Además, estoy tentado de enseñarte que eso no es vanidad. Has dañado seriamente mi amor propio.

Esa intensidad casi desesperada se había esfumado, notó ella con alivio. Se acurrucó aún más y metió la cabeza bajo su hombro.

– Más tarde. Necesito recuperar fuerzas. Además, también me gusta. ¿A ti no?

Él le acarició suavemente el cabello de las sienes.

– Desde luego. Contigo todo me gusta, amor mío.


Él estaba dormido.

Deseaba unirse a su sueño, pensó Selene con los ojos fijos en la oscuridad. No quería estar ahí tendida, pensando.

Si hubiera imaginado que estaría así de despierta esa noche, habría imaginado que sería por causa de Nasim. No cabía duda de que la reunión entre Kadar y Nasim sería más preocupante que su extraño comportamiento de esta noche. Eshe.

Imposible.

Sin embargo, Tarik y Layla eran inteligentes, personas sensatas, y lo creían posible. Kadar no era un hombre que se lanzara a lo loco a ninguna conclusión, y no obstante estaba empezando a creerlo también.

Además, se había dado cuenta de que Kadar se sentía atraído ante la perspectiva que se presentaba. Era natural que preguntase y explorase.

¿Y si resultaba que no podía resistirse a ese último reto? Pero había prometido que no aceptaría ese desafío. ¿Tenía ella derecho a exigirle esa promesa? Naturalmente que sí. Ella lo amaba. Tener escarceos con lo desconocido podría ser peligroso. Tenía que protegerlo de ese riesgo.

El no temía el riesgo. Pero ella le temía a él. ¿O se temía a sí misma? Cuando Tarik había dicho de ella que no estaba preparada, se refería a Eshe. Él había visto lo que ella ya sabía: no estaba preparada para enfrentarse a la posibilidad de perder lo que le deparara un futuro incierto. La incertidumbre había gobernado su vida. Ahora necesitaba algo seguro y predecible.

¿Seguro? Nada podía ser menos seguro que su futuro inmediato, ese peligro estaba ahí y era su responsabilidad.

– Tienes el ceño fruncido. -Kadar tenía los ojos abiertos, pero la voz somnolienta-. Deja de preocuparte por Nasim y duérmete ya.

– Eso haré.

– Todo saldrá bien. No me pasará nada.

– Lo sé. -Y es que ya había tomado la decisión de que no habría ocasión de que le ocurriera nada a Kadar. Cerró los ojos-. Duérmete otra vez. Necesitas recuperar fuerzas. Pretendo despertarte dentro de unas horas para que me des placer.

– Ahora no tengo tanto sueño.

– Pero me merezco algo mejor.

Se echó a reír y le rozó la mejilla con los labios.

– A tus órdenes.

No cuando se trataba de elegir entre su voluntad o protegerla de Nasim.

Bien, era un desafío que estaba dispuesta a asumir. Nada del misterioso Eshe, nada de andar a tientas con el futuro, sencillamente una tarea que cumplir, una deuda que saldar.

Una vida para ser vivida.


– ¿Por qué habría de creerte? -preguntó Nasim fijando la mirada en el rostro de Kadar-. Robarle el grial a Tarik no es cosa de niños. ¿Y si es mentira? Podría ser una trampa.

– ¿Por qué querría atraparte? Quiero oro, no sangre. -Miró a Balkir, que pululaba por la entrada de la tienda, y sonrió con malicia-. Bueno, algo de sangre sí. Lo quiero a él. Esa herida del pecho a veces todavía me duele.

Balkir se puso rígido, sus ojos volaron hacia Nasim.

Nasim no lo miró.

– Yo no tengo por qué darte nada. Si de verdad has robado el grial, podría torturarte hasta que me dijeras lo que necesito saber.

Kadar soltó una carcajada.

– Pero no lo harás. Tardarías demasiado. Tú eres quien me ha enseñado a soportar la tortura. ¿Quién sabe? Incluso podría morir antes de que te dijera dónde lo he escondido. ¿No sería un grave contratiempo?

Nasim guardó silencio.

– ¿Cuánto oro?

– Quiero el cofre de oro que contiene el grial y suficientes sacos de oro para llenarlo. -Volvió la mirada hacia Balkir-. Quizá no tan lleno. Tiene que quedar sitio para la cabeza de Balkir.

Balkir enrojeció de la ira.

– El amo no consentirá semejante acuerdo.

– ¿No? -Kadar volvió los ojos a Nasim y dijo en voz baja-: Realmente lo quiero, Nasim.

Nasim hizo un gesto de impaciencia.

– Ya sabes que eso no es posible. ¿Qué más?

– El Estrella oscura me llevará a Montdhu y tu promesa de que Montdhu seguirá existiendo.

– Un precio muy alto.

– ¿Demasiado alto para el grial?

– Cree que puede mendigar contigo -intervino Balkir-. Déjamelo a mí. Yo haré que te entregue el grial.

– Estás interrumpiendo -dijo Nasim con voz glacial-. Déjanos solos.

Los ojos de Balkir se abrieron como platos.

– Yo no quería… perdonadme. Solo deseaba…

– ¿Te he pedido tu ayuda?

Balkir negó con la cabeza y se retiró apresuradamente de la tienda.

– Es un estúpido -comentó Kadar-. Me sorprende que lo soportes.

– Un estúpido leal. No como tú, Kadar. Siempre he podido contar con tu brillantez, nunca con tu lealtad.

– Porque no soy un tonto. No tiro mi lealtad por la borda. -Sonrió-. Ahora que se ha marchado, podemos hablar libremente. No estaba bromeando. Lo quiero muerto.

Nasim hizo un gesto de indiferencia.

– Eso no tiene importancia. Sin embargo, el barco…

– Eso también carece de importancia -y añadió tras una pausa-: Si lo sopesamos en la balanza. Mírame, Nasim: yo era un hombre muerto.

Se puso rígido.

– ¿Sabes si fue el grial?

– ¿Qué si no? Ya viste la herida.

Los ojos de Nasim escrutaban hambrientos el rostro de Kadar.

– ¿Sabes la suerte que tienes? Eres joven y estás congelado en el tiempo. Cada año que pasaba sabía que el cuerpo me iba fallando y no podía echar mano del grial -confesó frunciendo el ceño-, pero quizá si bebo constantemente del grial, los años pasarán hacia atrás. ¿Es eso posible?

Hizo un gesto de indiferencia.

– Sé poco sobre el grial.

– Tarik no parece rejuvenecer. Se limita a quedarse igual -dijo torciendo la boca-. Así que tomaré lo que pueda.

– ¿Aceptas el acuerdo?

– Con mis condiciones. No iré sin protección al lugar de encuentro, y seré yo quien te haga saber el lugar mañana por la tarde.

– Haz llegar el mensaje al viejo ciprés cerca del arroyo que se encuentra a dos leguas de aquí. Creo que será mejor que tú no sepas dónde estoy exactamente de ahora en adelante -añadió con sorna-. No es que no me fíe de ti, pero Balkir podría estar tentado de atacar mientras estoy descuidado y ensartarme con otra vez con su espada.

– Tú nunca estás descuidado -replicó Nasim sonriendo furtivamente-. ¿Quieres que te envíe a Balkir con el mensaje mañana?

– ¿Estás enfadado con él? ¿No quieres volver a verlo vivo?

– Pensándolo bien, enviaré a otra persona. No te entregaré a Balkir hasta que vea ese cofre de oro.

– Como prefieras, pero más vale que no siga respirando ni un minuto más después de que eso ocurra.

– No vivirá más que tú si intentas traicionarme. -Hizo una pausa-. Y si encuentro a la mujer, la mataré también. No podrás esconderla para siempre.

– No estoy preocupado. Cuando tengas el grial, perderás interés en nosotros dos.

– Eso es cierto. -Los ojos de Nasim resaltaban brillantes en su tenso rostro-. Nada es más importante. Tráeme el grial. Tengo que poseer el grial.

– Mañana -dijo Kadar dándose la vuelta para marcharse-. No te decepcionaré. Asegúrate tú de no decepcionarme a mí.


El ejército de Vaden estaba acampado a unas cinco leguas al este del campamento de Nasim, en la ladera sur del Monte Vesubio.

Selene, Tarik y Layla llegaron al campamento al atardecer. Kadar salió cabalgando a su encuentro.

– ¿Lo has traído?

Tarik hizo un gesto con la cabeza indicando la mula tras él.

– Selene ha visto que lo he hecho. Me ha vigilado como un halcón mientras lo cargaba en la mula. No estaba dispuesta a que fueras a Nasim sin algo con lo que negociar. ¿Qué tal ha ido todo hoy?

– Tal y como esperábamos. -Kadar se volvió hacia Selene y le dedicó una sonrisa-. Ya ves, tanta preocupación para nada.

– No estaba preocupada. -Eso era mentira. El alivio que sintió al verle casi le provocó un mareo-. No esperaba que ocurriera nada hoy. Confiaba plenamente en que pudieras evitar que Nasim te matara al ponerle delante de las narices el grial. -Se deslizó de la silla-. Los dos sabemos que el momento más peligroso será cuando se apodere del grial. ¿Está Vaden preparado?

– Yo siempre estoy preparado -replicó Vaden uniéndose a ellos-, pero no estoy seguro de que me den la oportunidad de probar mi preparación. Estamos demasiado lejos.

– Una vez haya recibido mañana el mensaje sobre la nueva localización de Nasim, tendrás la oportunidad de acercarte. Si es que puedes hacerlo sin que los guardias de Nasim te vean.

– Podré hacerlo. -Dirigió la mirada hacia el arcón atado a la mula-. ¿Es eso?

Layla asintió.

– Y más te vale estar preparado para protegerlo.

– Yo protegeré a Kadar y haré lo posible por destruir a Nasim y a sus hombres. Es mi única obligación. No quiero tener nada que ver con tu grial. Ya he tenido mi ración. -Giró sobre sus talones y se alejó.

– Vaden no está muy entusiasmado con los objetos de poder -comentó Kadar-. Tendrás que confiar en mí -dijo volviéndose hacia Selene-. Nuestra tienda está ahí. ¿Estás lista para comer o preferirías asearte un poco?

– Ninguna de las dos cosas. Me siento entumecida de la cabalgata. -Se dirigió hacia el perímetro del campamento-. Me apetece dar un paseo.

Kadar la alcanzó.

– ¿Puedo ir contigo?

– Si lo deseas…

– ¿No me invitas?

– Estoy de pésimo humor. No seré una compañía agradable.

– Prefiero estar contigo de mal humor que con cualquier otra persona de buen humor.

Ella sintió cómo se derretía ante sus palabras. No era una noche para discutir con él, por muy tensa que estuviera. Aminoró el paso y caminaron en silencio durante un rato.

– ¿Tienes alguna idea de dónde querrá encontrarse contigo?

– Tengo una ligera idea del lugar que yo elegiría. He explorado la zona y hay una meseta en el lado oeste de la montaña. Está lo suficientemente abierto como para divisar cualquier fuerza de ataque por un lado, y el acantilado cae en picado por el otro lado del valle. Me sorprendería que Nasim escogiera otro sitio.

– No puedes limitarte a cabalgar hasta su campamento con el grial.

– Hay un grupo de rocas a poca distancia de allí. Esconderé el grial allí y procuraré alejar a Nasim del campamento.

– He estado pensando en Balkir. El siempre acompaña a Nasim.

– Me parece que he encontrado una manera de deshacerme de él. Ya veremos mañana.

Especulación. Todo se mostraba tremendamente inseguro. Ella sintió cómo se le encogían los músculos del estómago solo con pensarlo. No pienses en ello. No todavía.

Se detuvo al llegar a un promontorio desde donde se divisaban las ruinas que había debajo.

– Tarik dice que hay gente, una ciudad entera enterrada bajo todas esas piedras. -Le dio un escalofrío-. Una noche estaban vivos y contentos y al día siguiente estaban enterrados. Todos sus planes, todas sus preocupaciones y todas sus alegrías se esfumaron.

– Deja de darle vueltas. Su situación no tenía nada que ver con la nuestra. Este tipo de desastres sucede una vez cada mil años. Ningún volcán va a entrar en erupción ni nos va a enterrar vivos. Nosotros controlamos nuestro destino.

– Lo sé. -Sin embargo sentía una fuerte melancolía al mirar las ruinas-. De todas formas tuvo que ser horrible. Tarik oyó decir que el cielo permaneció negro durante días.

– Dudo que lo oyera de segunda mano.

Los ojos de ella volaron hacia el rostro de él.

– ¿Por qué dices eso?

No la miró.

– Seguramente estaba aquí o por los alrededores.

– ¿Cómo? -susurró ella-. Eso tuvo lugar hace siglos.

– Efectivamente.

– ¿Qué me estás queriendo decir?

– Pregúntale a Tarik -dijo atrayéndola hacia sí-. Pero no ahora. Quiero abrazarte.

Siglos, pensó ella incrédula.

– No es posible. Pensé en algunas décadas.

– Igual que yo.

– ¿Y Layla?

– Lo mismo. -Hizo una pausa-. Sabía que te asustaría, pero era importante que lo supieras. Nadie debería tomar una decisión sin saber la verdad completa.

– Es más increíble ahora que nunca.

– No cuando hablas con ellos.

– Con ellos no quiero hablar de esto. -Se puso rígida-. ¿A qué decisión te refieres?

– Ahora no. Te sientes un poco desesperada, y no sería justo.

– Quiero saberlo.

El negó con la cabeza.

Ella se aferró a sus brazos. Tenía una escalofriante idea de la opción que se le ofrecía.

– Entonces dime qué decisión has tomado tú.

– Yo no tuve más remedio.

Sus palabras le golpearon como un puñetazo.

– No te entiendo.

Él le posó los dedos sobre sus labios.

– Shh, ya está bien. Esta noche no. Maldije a Tarik por haberlo hecho, pero tenía razón al ir despacio. Solamente quería prepararte.

– Eres tan malo como ellos. Como si no tuviera bastante preocupación con que vayas a ver mañana a Nasim, me dejas atónita con esto.

Él sonrió.

– Así compartimos la preocupación. Estabas demasiado pesimista. Habrías estado toda la noche dándole vueltas a Nasim.

– Más te valía que hubiera estado dándole vueltas a una estúpida decisión. Bien, no lo haré. No pensaré en ti en absoluto. -Le dio la espalda y se alejó de él-. Idiota.

– ¿Significa eso que no dormirás conmigo esta noche? -le gritó.

– Por supuesto que dormiré contigo. ¿Piensas que viviría el resto de mis días con la culpa si pierdes tu estúpida cabeza? Mantente fuera de mi vista hasta que se me pasen las ganas de abofetearte.

– Sí, señora -dijo sumiso-. Afortunadamente, Vaden no desprecia tanto mi compañía. Le gustaría que llevásemos el plan a cabo esta misma noche.

Ella no respondió y apretó el paso. Unos minutos después se encontraba en la tienda que Kadar le había indicado. Imbécil. ¿Qué le hada pensar que introducir un nuevo peligro debilitaría el impacto del primero? Era típico de un hombre pensar que una mujer no podía pensar en dos cosas al mismo tiempo.

Nasim.

No tuve otra alternativa.

Iba cundiendo el pánico, pero tenía que mantener la calma si quería llegar a mañana. ¿Cómo podría mantener la calma si se sentía como un torbellino en la oscuridad? Salió de la tienda y fue a buscar a Layla.

– Te noto preocupada -dijo Layla con cautela cuando Selene entró en su tienda-. ¿Has discutido con Kadar?

– No, estaba demasiado ocupado mascullando idioteces sobre alternativas, sobre Pompeya y sobre Tarik y tú viviendo durante siglos.

– Ah.

– Bien, habla conmigo. -Selene se derrumbó sobre los almohadones-. Y no me digas que vaya despacio o que no estoy preparada porque te lanzaré la jarra a la cara.

– No, por favor -dijo Layla sonriendo-. Ya va a haber suficiente violencia mañana. ¿Qué te ha dicho?

– Nada. Ha sido tan precavido y enervante como el resto de vosotros. -Se mordió el labio inferior-. Me dijo que no había tenido más remedio. ¿Qué ha querido decir con eso?

– Eso significa que es muy torpe.

– ¿Qué quería decir?

Layla se dejó caer en los cojines frente a ella.

– ¿Quieres que empiece desde el principio?

– Si no lo haces te estrangularé.

– ¿Otra amenaza? -cloqueó Layla en tono reprobatorio-. Ya que todo esto es culpa de Kadar, creo que debería ser él quien lo sufriera. Levantó la mano para detener las palabras de Selene-. De acuerdo, te contaré todo lo que Kadar sabe.

No se oyó nada en la tienda durante un buen rato hasta que Selene susurró:

– Mil años…

Layla asintió.

– Parece un largo tiempo, pero pasa más rápido de lo que te imaginas.

– ¿Por qué nadie me ha dicho que Kadar ya había tomado Eshe?

– ¿De verdad querías saberlo? -inquirió Layla-. Kadar dijo que solo podías pensar en Nasim.

Suponía que aquello era verdad. Si no hubiera estado tan obsesionada, se habría dado cuenta de que Kadar le estaba ocultando algo.

– Además fui yo quien le dio la poción a Kadar.

– No sabías lo que era.

– Tarik sí lo sabía.

– Y le salvó la vida a Kadar. ¿Preferirías que estuviera muerto?

– No. -Recordó haber reconocido que no le importaba que fuese brujería con tal de curar a Kadar-. Se la daría también mañana si su vida estuviera en juego.

– Bien, lo mantendrá vivo durante mucho, mucho tiempo. -Layla hizo una pausa-. ¿No te pidió que lo tomaras tú también?

– No. No creo que lo haga. Le dije que… me daba miedo.

– ¿Más que verte envejecer y perder fuerzas mientras Kadar permanece joven y fuerte? ¿Más que dejarlo solo cuando te necesite?

– ¿Quieres que lo haga?

– Lo que digo es que es una decisión a tomar por ti. No puedes esconder la cabeza bajo el ala como el avestruz e ignorar los hechos.

– Ni siquiera sé si hay hechos o si es un mito extravagante. No sé nada sobre Eshe.

– Nosotros tampoco. No podemos dárselo al suficiente número de personas como para verlo con perspectiva.

– ¿Así que tengo que decidirme ahora?

Asintió.

– ¿Qué otra cosa podemos hacer?

– ¿En base a qué?

– ¿Pretendes que te diga que tenemos reglas? No las tenemos. A veces se trata de alguien brillante y que tiene todavía mucho que dar al mundo. En otras ocasiones se trata de alguien a quien no soportaríamos perder.

– ¿No hay reglas?

– Elección. Quien lo toma debe estar de acuerdo.

– ¿Y qué pasa con sus familias?

– No somos monstruos, pero las cantidades son escasas. A cada persona elegida para recibir Eshe se le otorgan cinco viales. No más.

– ¿Y son ellos quienes eligen qué miembros de su familia han de vivir o morir?

– Nunca dije que fuéramos perfectos. Hacemos lo que podemos.

– Yo no podría hacerlo.

– Sí puedes. Yo lo hice.

– Tú no lo hiciste. No tenías hijos. -Se puso tensa al pensar en ello-. Hijos… ¿Es Eshe la razón por la que nunca has tenido hijos?

– Al principio pensé que era por eso, pero ha habido otras mujeres que han tomado Eshe y después han concebido y dado a luz. -Torció el gesto-. Así que no puedo echarle la culpa a la poción. Simplemente soy estéril.

– ¿Y qué pasa con los hijos? ¿Se congelan en el tiempo como Tariky tú?

– ¿Qué quieres decir, que nunca crecen? Eshe no funciona así. El crecimiento se produce tal y como Dios ha planeado. Cuando el crecimiento termina, el envejecimiento se detiene.

– Pero tú no podías saberlo. Debes haberte arriesgado mucho dando la poción a niños.

– Yo nunca se la he dado -y añadió deliberadamente-: Pero tampoco he impedido a nadie que se la den. El primer niño que la tomó fue el hijo de ocho años de una mujer griega. Se llamaba Niko, y lo apreciaba mucho.

– No lo suficiente como para esperar a que creciese.

– ¿Sabes cuántos niños mueren cada año? ¿Sabes que pocos alcanzan la juventud? Era el séptimo hijo de Anana. Los otros habían muerto, y Niko era un niño extremadamente delicado. Ella deseaba desesperadamente mantener a éste con vida. ¿Tenía acaso el derecho de impedírselo? -Buscó a Selene con la mirada-. Y sí, es cierto, quería saber si era seguro dárselo a otros niños. La única manera de descubrir los límites de Eshe era probándolo. Pero no hasta que desees ponerte en mi lugar.

– No lo deseo. No quiero… -Apretó los puños-. Solo espero que todo esto sea una mentira.

– Sin embargo ya no estás tan segura de que lo sea -afirmó Layla con una débil sonrisa en los labios-. Da mucho que pensar, ¿no es así? Pero ya te acostumbrarás a la idea.

– ¿Seguro?

– Es un regalo extraordinario.

– Si tú lo dices…

– Porque es verdad. La muerte, no Eshe, es el enemigo.

– Tarik escogió a Kadar no solo para darle Eshe, sino también para que protegiese el grial. Y no creo que le diera la oportunidad de elegir.

– Fue muy difícil para Tarik. Eshe ha sido siempre una carga insoportable para él. Debe haber estado desesperado para renunciar al grial.

– Y piensas que me envió a ti porque no podía darme la poción a mí. ¿Tú lo habrías hecho?

– Desde luego. Yo también estaba desesperada. He estado sin Tarik durante mucho tiempo. Pensaba que me estaba tendiendo la mano. -Cambió de expresión-. Habría hecho cualquier cosa, y soy bastante más desconsiderada que Tarik.

– Sí, lo eres. Por Dios santo, si tu historia es cierta, pensaría que los años te han hecho más civilizada.

– El alma nunca cambia. Soy de la opinión de que todos nacemos con el alma que nos llevamos a la tumba. Aprendemos, pero no podemos cambiar esa parte de nosotros. En todo caso, aumentamos lo que empezamos a ser.

– Entonces que Dios nos ayude.

– A veces lo hace. En otras ocasiones nos ayudamos a nosotros mismos. -Layla hizo una pausa-. Y otras veces titubeamos y cometemos errores. Cuando esto sucede, o te perdonas a ti mismo o dejas que ello te destruya. No permitiré que Tarik o yo nos destruyamos por lo que le ocurrió a su hermano. Simplemente tenemos que seguir adelante. -Movió los hombros como sacudiéndose de una carga-. Ya es suficiente. Te he contado todo lo que me has pedido. No me resulta fácil estar aquí sentada frente a ti, mirándome y preguntándome cosas que yo misma me he cuestionado. Ahora vete y déjame que encuentre algo de paz.

Selene se puso en pie a regañadientes. Paz. No conocería la paz esa noche. Tenía la cabeza demasiado ocupada con sus crecientes emociones.

– ¿Qué vas a hacer? -preguntó Layla.

– ¿Sobre Eshe? No lo sé. -Se dirigió hacia la entrada de la tienda-. Quizá no haya que hacer nada. Puede que Tarik y tú estéis locos y que no exista Eshe ni nada parecido. En este momento no puedo seguir pensando en ello. Ya estoy bastante trastornada, y ahora hay que ocuparse de Nasim.

Se detuvo en el umbral de la tienda y respiró hondo. Había caído la noche y el aire fresco le sentaba bien a sus arreboladas mejillas. Se dio cuenta de que estaba temblando. Era fácil decir que no podía permitirse pensar en Eshe ahora, pero ¿cómo evitarlo?

No tuve alternativa.

Cinco viales… No más.

No puedes esconder la cabeza bajo el ala.

Sin embargo procuraría no enfrentarse a ello esa noche. Ya sabía lo que quería. Ahora no apartaría su atención de Nasim.

Recorrió el campamento con la mirada y vio a Vaden y a Kadar conversando junto al fuego. Bien, tendría tiempo de recobrar la compostura antes de hacer lo que tenía que hacer.

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