CAPÍTULO 07

El Estrella oscura atracó en el pequeño puerto de Lantano poco más de una semana después.

– No hemos tardado tanto como pensaba. -Selene tenía la mirada fija en la suave y curvilínea costa-. ¿No me habías dicho que Toscana estaba más al norte?

– Este puerto está a mitad de camino entre Roma y Toscana. Tendremos que conseguir caballos y provisiones. Desde aquí iremos por tierra. -Kadar la agarró del brazo y la instó a bajar por la pasarela-. No hay ningún puerto cerca de Sienbara.

– Eso hará más difícil nuestra huida con el tesoro. Seguro que habrá una persecución.

– Es posible.

– Sabes que la habrá. -Su mirada se centró en el rostro de Kadar-. ¿En qué estás pensando?

El sonrió.

– Simplemente en que alguien tiene que dirigir la persecución.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo al darse cuenta de lo que eso significaba.

– ¿Matarás a ese tal Tarik?

– Sería lo más seguro para nosotros.

– No.

– Es evidente que él no tuvo ningún remilgo a la hora de asesinar a los hombres de Nasim.

– Eso es distinto. Estaban intentando robarle. Lo mismo que estás haciendo tu.

– ¿Y cómo sabes que él no ha robado antes este tesoro?

– ¿Qué más da si lo ha robado o no? No vas a deshonrar tu alma cometiendo un asesinato. -Su tono se volvió implacable-. ¿Me has oído? Quiero que me lo prometas.

– ¿Y qué harás si me niego?

– No te negarás. Sabes que tengo razón.

– Pero ése no es motivo para contener mi mano. ¿Tendré que contarte cuántas veces en mi vida la rectitud no ha tenido nada que ver con lo que he hecho?

– Tú ya no eres así. Dame tu palabra.

Le sostuvo la mirada largamente.

– ¿Por qué te importa tanto? -le preguntó con suavidad.

Ella apartó la mirada de él precipitadamente.

– ¿Por qué crees tú? Si matas, estarás haciendo lo que Nasim quiere que hagas. No deberías darle esa victoria.

Soltó una carcajada.

– Esa no es la única razón. ¿Es que no te vas a cansar nunca de…?

– Piensa lo que quieras. Ya te he expuesto mis razones. Ahora dame tu palabra o seré yo quien vaya al castillo a robar ese tesoro.

– ¡Vive Dios que lo harías! -Se había desvanecido todo rastro de humor en su tono de voz-. Te mantendrás alejada del castillo. ¿Lo entiendes?

– Tu promesa.

Masculló una maldición.

– Está bien, no lo mataré a menos que lo encuentre absolutamente necesario. Eso es todo lo que conseguirás de mí.

No esperaba más. No deseaba atar a Kadar de manos y pies robándole su defensa. Además, tampoco estaba tan segura de no actuar ella misma si las circunstancias lo requerían.

Sería mejor cambiar de tema.

– ¿Cuánto falta para llegar a Sienbara?

– Si el camino está bien, una semana cabalgando de sol a sol.

Apretó el paso.

– Entonces vayamos a buscar esos caballos. Estoy deseando terminar con todo esto.


Selene se estremeció.

– Parece muy sólido.

El castillo de Sienbara estaba construido en lo alto de una de las colinas de la campiña toscana. Aunque pequeño, sus murallas y el foso eran los más impresionantes que había visto nunca. Incluso las ventanas estaban bien ubicadas. Había visto a Ware construir su castillo y conocía el valor de las ventanas bien posicionadas para lanzar flechas.

Los ojos de Kadar estaban en el castillo.

– Estás asustada. ¿Por qué? Es menos temible que la fortaleza de Nasim.

Eso era cierto. Maysef era como un alcázar fantasma rodeado de inhóspitas montañas. Sienbara era simplemente un pequeño y bien guardado castillo rodeado por un bonito y sinuoso pasaje. No entendía por qué sentía esa alteración.

En el mismo momento en que había puesto sus ojos sobre Sienbara, su inquietud había surgido como un volcán que se despierta de su letargo.

Kadar buscó su mirada.

– Yo también lo noto -dijo en voz baja.

– ¿Acampamos aquí? Está oscureciendo -preguntó Balkir mientras cabalgaba hasta ellos. Lanzó una mirada de desprecio hacia el castillo-. No es nada. Nasim debería haberme enviado a mí solo. No te necesitaba.

Era obvio que Bailar no sentía la preocupación que compartían Kadar y ella, dedujo Selene. Miró a Haroun. El chico parecía cansado pero no asustado. Nadie excepto Kadar y ella parecían percibir ese inminente…

Kadar asintió.

– Di a los hombres que acamparemos para pasar la noche. -Desmontó para ayudar a Selene a bajar del caballo-Pero mantengámonos alerta.


Selene se revolvía intranquila entre sus sábanas. Estaba exhausta, cansada del largo viaje, pero no podía conciliar el sueño. ¿Por qué Kadar no volvía al campamento? Después de cenar se había ido sin decir palabra colina arriba en dirección a Sienbara.

Todavía se encontraba allí. Ella había dejado la portezuela de la tienda abierta y había visto su silueta recortada a la luz de la luna.

¿Qué estaría pensando?

Bien, nunca lo sabría a menos que se lo preguntara, pensó con impaciencia.

Retiró la manta a un lado y salió de su tienda. Un momento después estaba subiendo la colina.

– Te estaba esperando. -Su mirada no se apartó del castillo cuando ella se puso a su lado-. Has tardado mucho.

– No puedo dormir. ¿Qué estás haciendo?

– Estoy escuchando.

– ¿Escuchar?

– ¿No oyes la llamada?

Inclinó la cabeza. La noche estaba en calma, y sin embargo, ¿oía algo…?

– No oigo nada. Estás loco.

– Quizá. -Le dedicó una sonrisa-. O quizá tengas miedo de escucharlo.

– No hay nada que escuchar excepto el viento soplando a través de los cipreses.

– Nasim me enseñó que siempre hay algo más que escuchar de lo que uno se imagina. Los sitios te llaman, la gente te llama. Solamente debes abrir tu mente para oírlos.

Levantó la cabeza, volviendo los ojos hacia el castillo, y ella percibió su nerviosismo. Era un lugar extraño.

Eso la asustaba.

– Solo es el viento. Volvamos al campamento y vayámonos a dormir.

– Espera un momento.

– Ahora.

– Eres una joven muy insistente. -Se giró y emprendió el descenso-. No hay nada que temer. Deberías dar la bienvenida a nuevas experiencias.

– Como por ejemplo encontrar una manera de entrar en un castillo enemigo para llevarse una estúpida caja. -Se puso a su lado-. ¿Cuándo irás?

– Mañana por la noche. A medianoche. Escalaré el muro sur.

– ¿Solo?

– Estaré más seguro yo solo. Nasim tenía razón en eso.

– Entonces que hubiera venido él.

– Creo que tenía miedo.

– ¿Cómo?

– Nunca hubiera imaginado que temería algo, pero me parece que tenía miedo de venir aquí. Interesante, ¿verdad?

Más aterrador que interesante.

– ¿Así que te mandó a ti para resolver esta situación? Ya sabes que Tarik suele devolver a los hombres de Nasim en pedazos. No has hecho ningún intento de esconder nuestra presencia aquí. ¿Y si descubre que hay extraños en las inmediaciones?

– Ya lo sabe.

Ella lo miró estupefacta.

– Nos han estado vigilando desde esta mañana. Tiene que haber sido Tarik.

– ¿Y aun así piensas ir al castillo mañana por la noche?

Asintió.

– ¡Dios mío, tu sí que eres un auténtico loco! -dijo ella procurando mantener la voz firme-. ¿Por qué?

– Me está esperando.

– Entonces déjalo que espere.

– Entonces no habría desafío.

– Al cuerno con tu desafío.

Continuó como si no la hubiera escuchado.

– Le diré a Balkir y a sus hombres que me esperen cerca del muro sur. Que deje solamente un guardia para Haroun y para ti. Será tu mejor oportunidad para escapar. Corre por el bosque y escóndete. Yo te encontraré.

¿Se suponía que ella tenía que escapar mientras él estaba en el castillo de Tarik?

– Me niego.

– Será mejor para mí no tener que preocuparme por ti.

– Es que yo quiero que te preocupes por mí. Deberías preocuparte. Estamos aquí por tu culpa. Si estuvieras preocupado de verdad no estarías tan deseoso de arriesgarte por hombres que… -Interrumpió la frase para tomar aliento-. No me iré hasta que hayas regresado.

Si es que regresaba.

– Volveré -aseguró, como si le hubiera leído el pensamiento-. Hay algo esperando aquí, pero no creo que sea… -Se encogió de hombros-. Aunque podría estar equivocado. La muerte se enmascara de muchas formas para engañar a un hombre.

Ella apretó los puños.

– No te atrevas a morirte. Ni se te ocurra.

– Procuraré complacerte. -Se habían detenido junto a la tienda de ella-. Hay algo que debo preguntarte.

– Entonces pregúntamelo.

– ¿Estás encinta?

– ¿Te detendría si lo estuviera?

– No, pero necesito hacer planes y encontrar un sacerdote que nos case. Tengo que ocuparme de mi hijo.

Haría planes para protegerlos a ella y al niño, pero de todas formas seguiría su camino, igual que lo había hecho aquella noche en Montdhu. No lo permitiría.

– No me casaré contigo. No estoy encinta.

– ¿Estás segura?

No lo estaba del todo. Le tocaba tener su menstruación, pero solía retrasarse, ya le había ocurrido otras veces.

Podría ser cierto.

– Naturalmente que estoy segura.

El torció el gesto.

– Sé que debería estar aliviado, pero da la casualidad de que estoy desilusionado. Últimamente he estado imaginándote encinta, cómo estarías, cómo te sentirías… -La empujó suavemente dentro de la tienda y levantó su manta-. Ya está bien. Ahora acuéstate y duérmete… si puedes.

– Claro que podré. -Se arrodilló en su jergón y le arrebató la manta de sus manos-. ¿No creerás que me voy a quedar aquí tumbada preocupándome por ti? Esta noche estaba intranquila, simplemente.

– Deberías preguntarte por qué. ¿Era preocupación o escuchaste lo que yo…?

– Ninguna de las dos cosas. Se debía al dolor de tripa que me causó el estofado de conejo que cené. -Se acurrucó y cerró los ojos.

El sonrió por lo bajo, divertido.

Pero cuando ella abrió los ojos unos minutos después, él ya no sonreía. Se encontraba arrodillado en su manta, a unos pocos metros de la tienda. Tenía la cabeza alzada al cielo nocturno.

Estaba escuchando.


Kadar subió los últimos metros hasta coronar la muralla.

No había guardia.

Demasiado fácil.

Se quedó helado en el sitio, rastreando con la mirada el patio que tenía bajo sus ojos. Había soldados en la puerta y en el otro lado de la muralla, pero no donde él estaba.

¿Por qué?

No importaba. Ahora no podía dejarlo. Crecía su nerviosismo con cada respiración. Se movió en silencio por las almenas, abrió la puerta de roble y emprendió el descenso por las serpenteantes escaleras.

No había ninguna antorcha iluminando la espesa negrura, pero estaba acostumbrado a la oscuridad. Apretó con la mano la empuñadura de su daga.

¿Dónde estás, Tarik? ¿Al doblar esta esquina? ¿Al pie de las escaleras?

Comprobó casi con decepción que no había nadie al final de la escalera. Se movió con rapidez por el salón.

Segunda puerta a la izquierda, le había indicado Nasim.

Se paró bruscamente.

La puerta estaba abierta.

– Entra. Entra. -De la habitación salía una voz profunda que sonaba impaciente-. Tengo que cerrar esta puerta. Hay una corriente tremenda.

Kadar avanzó con cautela.

– Date prisa.

– ¿Tarik?

– Naturalmente. Y ten la amabilidad de quitar la mano de esa daga. No estoy armado.

Kadar se encontraba todavía al otro lado de la puerta.

¿Cómo había sabido Tarik que tenía la mano empuñando la daga?

– Has venido a robar, Kadar. Es lógico que lleves un arma, y tu preferida siempre ha sido la daga. Ahora entra. Ya sabes que te resulta difícil no satisfacer tu curiosidad una vez que te ha picado.

Tenía razón. Kadar desenfundó su daga, dio un paso hacia delante y se plantó en el umbral de la puerta.

– Vaya, vaya, pareces un temible asesino. -Tarik estaba tranquilamente sentado sobre unos almohadones al otro lado de la estancia-. Cuando termines de comerme con los ojos, por favor cierra la puerta.

Kadar había sido entrenado para no hacer nunca suposiciones, pero debía habérselas hecho sobre Tarik, porque se sorprendió. No parecía ser el temible guerrero capaz de provocar temor en Nasim. Era delgado, quizá cerca de los cuarenta, y vestía una túnica de color morado. La tenue luz del fuego de la chimenea iluminaba un cabello negro carbón con un acabado mate. Su rostro era lo más convincente. Tenía la frente ancha y alta, la nariz aguileña y una expresión burlona en los oscuros ojos que dominaban el rostro de piel dorada. No era una cara atractiva, pero la viveza y la inteligencia de su expresión la hacían fascinante.

– ¿Suficiente? -preguntó Tarik-. Ambos nos hemos tomado ya la medida. Ahora podemos relajamos.

– ¿Podemos?

– Qué cauto eres. No tengo soldados detrás de la puerta listos para saltar sobre ti. Habrían estado esperando en el muro sur si hubiera querido interceptarte.

– Pensé que era demasiado fácil. ¿Cómo supiste que elegiría el muro sur?

– Es el que yo habría elegido. -Sonrió-. Y eres un hombre muy inteligente, Kadar.

– ¿Cómo es que conoces mi nombre? -Cerró los ojos cuando le vino a la cabeza un pensamiento-. ¿Nasim?

– ¿Crees que Nasim te ha traicionado? -Negó con la cabeza-. Veo cuál es tu razonamiento. Nasim es traicionero y enrevesado, pero te aseguro que no me ha enviado mensaje alguno.

– ¿Entonces como sabes de mí y de mi misión?

– Tengo mi propia gente en Maysef.

Kadar lo miró con escepticismo.

– Claro, piensas que como los seguidores de Nasim son tan fanáticos yo no he podido introducir a alguien mío entre los suyos. Fue difícil pero no imposible.

– ¿Por qué lo haces?

– Porque Nasim es inteligente y perseverante. Sabía que al final encontraría a alguien que él considerase capaz de quitarme el cofre. Te eligió bien. He seguido tus progresos con interés desde que eras un muchacho. Eres verdaderamente único.

– Eres muy amable -dijo Kadar irónicamente.

– No soy amable en absoluto… a menos que me conmueva. Y cuesta bastante conmoverme últimamente. -Tarik señaló la silla que estaba frente a él.

– Bien, ¿vas a enfundar esa daga de una vez? ¿Por qué no entras y te pones cómodo?

– ¿Qué harías si no lo hiciera?

– Te la quitaría.

– ¿En serio?

– Sin hacerte daño, por supuesto. Eres demasiado valioso para hacerte daño. Incluso Nasim se dio cuenta de ello.

– ¿Crees que serías capaz de hacerlo?

– No era mi intención despertar tu instinto competitivo. -Suspiró-. Sí, podría hacerlo. Eres muy bueno, pero soy más viejo y tengo más experiencia.

– El ser más viejo no siempre es mejor.

– En este caso sí lo es. Pero no tengo intención de humillarte. Aunque creo que eres uno de los pocos hombres que lo aceptaría e incluso aprendería de ello. Siempre lo has hecho.

Hablaba con una seguridad tan absoluta que Kadar estaba intrigado. ¡Qué demonios! La situación era demasiado interesante como para no explorar. Metió la daga en su vaina y cerró la puerta con el pie.

– Bien.

Kadar atravesó la estancia y se dejó caer en la silla que Tarik le había indicado.

– ¿Por qué no fortificaste el muro sur?

– No habría sido muy hospitalario.

– ¿Por qué? -insistió.

– Porque te quería aquí -respondió Tarik con simpleza-. Llevaba esperando mucho tiempo a que Nasim perdiera la paciencia y te enviara a ti.

– ¿Querías que yo robase tu tesoro?

– No -respondió Tarik sonriendo-. Quería robarte de Nasim.

Kadar se puso tenso.

– No soy un esclavo. Nasim no me posee.

– El posee una pequeña parte de ti. Intentas desembarazarte de este vínculo, pero es muy fuerte. ¿Por qué estás aquí si no?

– Es obvio que sabes por qué estoy aquí.

– Ah, sí, mi tesoro. ¿Te dijo Nasim lo que era?

– Un cofre de oro con una cruz.

– ¿Y dentro del cofre?

Kadar se encogió de hombros.

– No me importa.

– Porque no eres un hombre avaricioso. Pero eres curioso. La curiosidad te mueve en la vida. Estás sediento de saber. Es un don bueno y maravilloso.

– ¿Por qué me querías traer aquí? -Los labios de Kadar se torcieron en un gesto de ironía-. ¿Tú también tienes una tarea para mí? ¿Robar un tesoro? ¿Asesinar a un hombre?

– Ah, sí. Tengo una tarea. Una tarea mucho más difícil y terrible que la que Nasim te ha encomendado.

– Tan terrible que no puedes dejar de sonreír.

– Siempre hay que estar sonriendo o llorando. Sonreír es mejor.

– ¿Qué tarea?

– Todavía no estoy seguro. Creo que eres la persona que he estado buscando, pero debo asegurarme. -Dio un sorbo de vino-. Así que te quedarás aquí conmigo una temporada.

– ¿Me estás tomando prisionero?

– No, a menos que sea necesario. Deseo que vengas voluntariamente. -Se inclinó hacia delante, abriendo y cerrando los ojos-. Considéralo. Estarás en posición de ganar mi confianza, dar tregua a mis sospechas y luego arrebatarme el tesoro delante de mis narices.

– ¿Y si prefiriera llevar a cabo la misma tarea a mi manera?

– Me temo que no te será permitido. He tomado mis precauciones. -Se puso en pie-. Y ahora sé que estarás deseando partir y volver con lady Selene. Estará sin duda preocupada.

Kadar se puso rígido.

– ¿Qué sabes de Selene?

– Sé que debe de ser excepcional para que te importe de esta manera. Podrás traerla contigo, por supuesto. Será muy bienvenida en Sienbara. El capitán Balkir y sus hombres pueden quedarse fuera. El actúa con rudeza en ocasiones, y deseo una época tranquila y sin problemas. Hay que tomar decisiones, y las batallas son muy perturbadoras.

– Creo que te estás quedando corto con la descripción -afirmó Kadar secamente.

– Depende de la batalla. Balkir me ocasionaría pocos problemas. ¿Puedo esperar que estés de vuelta después del amanecer?

– ¿Por qué debería volver, si puede saberse? ¿Por qué no volver con Nasim y decirle que he fracasado?

– Porque no has fracasado. Dices que te he allanado el camino para entrar. ¿No me lo has puesto fácil tú también? Eres muy listo. ¿Por qué no has maquinado un plan más complicado? ¿Por qué te has limitado a saltar el muro?

– En ocasiones los planes sencillos son los mejores.

– Para Balkir, posiblemente. No para ti.

– ¿Estás insinuando que deseaba que me capturaras?

– Lo único que digo es que todos seguimos caminos misteriosos y maravillosos -dijo haciendo una mueca-. Y otras veces, no tan maravillosos. Incluso pueden ser extremadamente desagradables. Pero ambos sabemos que no has fracasado y que no hay peligro de que te rindas y le digas eso a Nasim.

Kadar calló por unos instantes, recordando la emoción e impaciencia que sentía mientras escalaba el muro esa misma noche. Esa emoción aún estaba presente.

– Consideraré la vuelta.

– ¿Te parece que añada alguna exquisitez más a la olla? Ten en cuenta que será mucho más fácil para lady Selene y el muchacho escapar si los separas de Balkir. Considera también que te prometeré sacar el cofre de su escondite y dejártelo ver. ¿Acaso no es tentador?

Era tentador.

– ¿Me permitirás también ver el contenido del cofre?

– Ah, parece que vamos llegando a un acuerdo. No, me temo que debo ser más precavido. -Se paró a pensar unos instantes-. Pero te mostraré el objeto que ha hecho a Nasim redoblar sus esfuerzos para obtener mi tesoro. ¿Te parece bien?

– Como he dicho, lo consideraré.

– Bien. Me habrías decepcionado si te hubieras rendido tan fácilmente. Piénsalo. Sopesa la amenaza y las ventajas.

– Lo haré.

Kadar se dirigió hacia la puerta. Tarik gritó a sus espaldas:

– Y sal por la puerta principal. Nadie te detendrá. No me gustaría que te rompieras la cabeza cuando todo está saliendo tan espléndidamente.


– No me gusta -dijo Selene-, ¿Cómo sabemos que no es una trampa?

– Me podría haber atrapado esta noche. No tenía por qué dejarme marchar.

– Todo esto es de lo más extraño. ¿Qué clase de hombre es?

Kadar sonrió.

– De lo más peculiar.

– Pero no como Nasim.

– En absoluto como Nasim. Es difícil de describir.

Ella lo estudió.

– Por todos los santos, creo que hasta te gusta.

– Es demasiado pronto para hacer juicios, pero lo respeto.

– Y te intriga -dijo Selene perspicaz-. Siempre te han gustado los rompecabezas. ¿Se te ha ocurrido pensar que puede haber amañado toda esta situación para darte algo que desenmarañar?

– Sí, se me ha ocurrido.

– Y aun así quieres regresar al castillo.

– El rompecabezas existe. -Hizo una pausa-. Pero no necesitas venir conmigo. Existe la posibilidad de que Tarik quiera utilizarte como rehén de la misma manera que lo hizo Nasim. Podría pedirle que esperase unos días para poder organizar tu huida y la de Haroun.

Ella negó con la cabeza.

La sonrisa de Kadar se hizo más amplia.

– No creo. Tú también tienes una buena dosis de curiosidad.

– Tonterías.

– No, tú solamente intentas suavizarlo porque la curiosidad te puede llevar por caminos peligrosos y apartarte de puertos seguros.

La mirada de ella se dirigió hacia el castillo.

– Como el que lleva hasta allí.

– Podría ser.

– Entonces no vayas.

– Pero hay un rompecabezas que resolver y un reto al que enfrentarse -dijo como sin darle importancia.

– Y un tonto al que asesinar. No te arriesgues.

Él perdió la sonrisa.

– Cuando era un niño, solía aterrarme a la seguridad igual que tú. Luego aprendí que la muerte y la pobreza te siguen buscando, no importa si te escondes tras unos muros o si duermes en un campo de batalla. También se puede vivir la vida al máximo cada minuto del día.

– Yo no me estoy escondiendo tras ningún muro -replicó ella secamente.

– No, pero has salido a la fuerza. Nunca habrías dado el paso tú sola. Esos años en Montdhu te han hecho precavida a la hora de dejar atrás la seguridad. -Se le endurecieron los labios-. No es de extrañar, después de haber encontrado un rincón seguro. Nicolás se aseguró de que tu niñez fuera un infierno en la tierra.

¿Sería esto verdad? Se preguntó Selene con repentina incertidumbre. ¿Habrían sido aquellos años en la Casa de Nicolás los culpables de no querer arriesgarse a desbaratar la paz conseguida? Bien, no importaba si era cierto o no. Había sido feliz en Montdhu, y sencillamente lo más sensato era aferrarse a lo que la hacía feliz.

– Nadie en su sano juicio querría dormir en medio de un campo de batalla. Mi único deseo es regresar a Montdhu, donde pertenezco. -Desvió la mirada-. Pero las palabras de Tarik acerca de separarnos de Balkir tienen fundamento. Sería más fácil escapar una vez dentro del castillo.

– A menos que Tarik se convierta en la amenaza en lugar de Balkir.

– Pero tú no crees que Tarik sea una amenaza -añadió con sarcasmo-. Es solamente un rompecabezas.

– Podría ser una amenaza una vez resuelto el rompecabezas. Quiero que reflexiones sobre ello y…

– Vamos. -La miró con exasperación-. Primero me dices que no hay seguridad en el mundo, y después no paras de hacer advertencias y discutir conmigo.

Se encogió de hombros.

– Nunca he dicho que fuera sensato.

– Entonces ¿por qué hacerte ningún caso? -replicó dándole la espalda-. Iré a decírselo a Haroun.


Al amanecer Balkir cabalgó con ellos hasta las puertas del castillo.

Se volvió hacia Kadar mientras se abrían las puertas lentamente.

– Estaré aquí esperándote -dijo en tono violento-. Si no sales con el tesoro de Nasim dentro de una semana, lanzaré mi ataque. No creas que puedes engañarme fácilmente.

– Nunca -dijo Kadar-, pero podrías considerar que quizá tarde más de una semana, y a Nasim no le gustaría que te precipitaras y estropearas mis posibilidades.

La mirada torva de Balkir se dirigió hacia Selene.

– Ella debería quedarse aquí conmigo. Tengo órdenes.

– Ya te lo he dicho, Tarik quiere que me acompañe. ¿De qué tienes miedo? Como dijiste, es un pequeño castillo endeble que no merece tus esfuerzos. Estarás acampado justo al otro lado de las puertas. Puedes tomártelo como quieras. -Espoleó su caballo al trote-. Buenos días, Balkir.

Selene oyó al capitán mascullar una maldición mientras seguía a Kadar y atravesaba las puertas.

Haroun acercó su caballo al de ella cuando vio a los guardias apostados entre las almenas.

– ¿Es esto prudente?

– Eso creo. Ya veremos.

– Sea bienvenida, lady Selene. -Un hombre alto se acercaba andando… no, cojeando, hacia ella. Kadar no había mencionado que Tarik estuviera lisiado-. Estoy encantado de que encontrarais adecuado acompañarnos. Soy Tarik.

Ella asintió con cautela.

– Lord Tarik.

– Solo Tarik -apuntó con una sonrisa-. Es cierto que soy el señor de este castillo, pero nunca he conseguido acostumbrarme a que se dirijan a mí de ese modo. Crecí entre la escoria de las calles, y eso nunca se olvida.

Parte de su preocupación se alivió ante la franqueza de él.

– ¿Crecisteis en Toscana?

– No, mucho más al este. -Se volvió hacia Haroun-. Ha llegado a mis oídos que eres un hombre valiente y un excelente nadador. Me gustaría tenerte como soldado. ¿Hay posibilidad de convencerte para que te unas a mi guardia?

Haroun negó con la cabeza.

– Mi deber es quedarme junto a lady Selene.

– Lady Selene no puede estar más segura. -Tarik hizo una seña y un soldado se acercó corriendo-. Éste es Adolfo. Supongamos que vas con él para que te enseñe lo bien tratados que están mis hombres.

Haroun vaciló.

– No puedo.

– Lealtad. Eso es bueno -dijo Tarik sonriendo-, ¿pero no echas de menos la vida en Montdhu, ser un soldado entre soldados?

Haroun frunció el ceño, dubitativo.

– Sí.

– Adelante -le animó Kadar-, te mandaré llamar si ella te necesita.

– ¿Lady Selene?

Vio impaciencia además de emoción en la expresión de Haroun. El chico quería ir. Parecía un alma en pena danzando alrededor de ella durante las últimas semanas. Ella asintió.

– Te llamaré si te necesito.

Él sonrió aliviado y se apresuró a seguir a Adolfo a través del patio.

– Ahora estará más contento -afirmó Tarik.

Se volvió al notar cómo la miraba Tarik.

– Un soldado siempre es un soldado. Ha estado incómodo con el papel que le has asignado.

Y ella estaba incómoda con el hecho de que él supiera tanto sobre todos ellos.

– ¿Esto te lo ha contado tu espía en la fortaleza de Nasim?

– No, tengo ojos en la cara.

Esos ojos veían demasiado, pensó ella mientras lo miraba fijamente. Una sola mirada le había bastado para pronunciar las palabras exactas para apagar su hostilidad; otra mirada y había identificado y resuelto de un plumazo el problema de Haroun.

– ¿Y ahora, en qué estáis pensando? -preguntó Tarik con suavidad.

– Estoy pensando que sois un hombre muy inteligente. -Hizo una pausa antes de añadir deliberadamente-: Y que más nos vale examinar detenidamente cada palabra que pronunciéis.

Kadar reprimió una carcajada.

Tarik parpadeó con sorpresa antes de recobrar la compostura.

– Bueno, es cierto, soy un hombre taimado. -Dio un paso hacia delante y la ayudó a bajar del caballo-. Pero solamente miento cuando es necesario. Y ahora no lo es. En este momento no soy una amenaza para vuestro amigo Haroun ni para Kadar. Espero sinceramente que todos disfrutemos de una interesante y gratificante estancia en Sienbara.

Kadar desmontó.

– Balkir nos dará problemas si la visita dura más de una semana.

– Nos ocuparemos de Balkir cuando llegue el momento-dijo Tarik-. Venid. Debéis descansar. Os mostraré vuestros aposentos. Estoy seguro de que no habéis pasado una sola noche tranquila. -Avanzó por el patio-. Pero ahora que os habéis tranquilizado respecto a mis excelentes intenciones…

El aposento que le dieron a Selene era tan cómodo como el que ocupaba en Montdhu. Sedas de color crema cubrían la cama y había cojines y tapices por toda la habitación.

Los rayos de sol que entraban por la estrecha ventana bruñían una jarra de bronce tachonado con lapislázuli junto a la jofaina.

– ¿Es de vuestro agrado? -preguntó Tarik.

Ella asintió.

– Es precioso. Qué tapiz tan bonito.

– Sí -dijo él mirándolo-. Mi esposa lo trajo como parte de su dote.

– ¿Vuestra esposa?

– Mi segunda esposa, Rosa. Murió -Se dio la vuelta bruscamente-. Ven, Kadar. Tu aposento está justo al lado. Creo que lady Selene y tú no ocupáis el mismo lecho. Una lástima.

Parecía saberlo todo sobre ellos. Pero la irritación de Selene se templó con la compasión ante el dolor que había percibido en su rostro cuando mencionó a su esposa. El podría ser más listo y perspicaz de lo que ella imaginaba, pero también era humano.

– Mandaré sirvientes con agua caliente y una tina para que toméis un baño. En mi casa todo el mundo toma un baño a diario. -Hizo una mueca-. Nunca me he acostumbrado a esta asquerosa costumbre de dejar el cuerpo sin asear durante días. Donde me crié, el agua se consideraba una bendición, no una maldición. No puedo soportar la suciedad. Puedo aceptar casi todo lo demás, pero semejantes sacrificios son demasiado para mí.

– A nosotros tampoco nos gusta la suciedad -replicó Kadar pausadamente-. ¿Dónde pasaste tu juventud?

Tarik no respondió.

– Enviaré un criado para que os traiga algo para romper vuestro ayuno. Aunque espero que consideréis oportuno reuniros conmigo más tarde para una comida más consistente. -Se apresuró a enseñar a Kadar la salida.

Selene se desabrochó la capa lentamente y la dejó caer en el taburete que había junto a la ventana. Era verdad que no había dormido muy bien la pasada noche, pero dudaba que pudiese dormir es ese momento. Tenía demasiadas preguntas en su mente. Ahora veía claro por qué Kadar estaba intrigado con el rompecabezas que Tarik le había presentado.

Era un hombre fuera de lo común.

Загрузка...