CAPÍTULO 21

– Te estás comportando como un auténtico cabezota. -Selene se puso boca arriba y estiró el cuerpo-. ¿Qué necesitas para convencerte de que no puedes vivir sin mí? Estoy segura de que ahora soy tan experta como cualquiera de aquellas mujeres en esa casa de placer donde aprendiste.

– Te concentras en la seducción del cuerpo, no de la mente. -Kadar se sentó, cogió una brizna de hierba y se la tiró burlonamente a la boca-. Pero de todas formas, continúa.

Ella retiró su mano.

– Solo porque tú no me hablas a mí.

– Hace un día demasiado bonito como para discutir. El cielo está azul, brilla el sol, y tú…

– Ayer el cielo estaba tormentoso y tampoco quisiste hablar. Ya llevamos más de un mes y no hemos hecho nada más que el amor.

Él hizo un gesto negativo.

– ¡Qué pérdida de tiempo!

– Es cuando deseo…

Cubrió los labios de ella con los suyos.

Ella le dio un mordisco.

Kadar dio un salto y se llevó la mano al labio inferior.

– Ya veo que vas en serio.

– Quiero que volvamos a la villa y le digas a Tarik que me dé la poción.

Su respuesta fue negativa.

Por Dios santo, sí que era obstinado. No imaginaba que tendría tantos problemas para convencerlo.

– Sabes que al final lo haré. No puede ser de otra manera.

– Quizá.

– ¿Qué tengo que hacer para convencerte?

– Tengo que darte tiempo.

– ¿Cuánto tiempo? ¿Una semana? ¿Un mes? -Abrió los ojos como platos cuando vio que no contestaba-. ¿Un año?

– Cinco años sería un tiempo prudencial para considerar las consecuencias.

– Cinco… -repitió moviendo la cabeza enérgicamente-. No.

– ¿Se te ha ocurrido pensar por qué estás tan deseosa de acabar con esto? ¿Tienes miedo de cambiar de opinión?

– No. Quiero que termine porque estaremos en ascuas hasta que se haya hecho. No deseo eso entre nosotros. No quiero más turbaciones ni conflictos, Kadar.

Él la arrastró hacia sí.

– Me gustaría poder creer que ése es el único motivo para…

– Me gustaría golpearte. -Le dio un empujón y se puso en pie-. De acuerdo, no creo que este Eshe sea un milagro. Pero bien sabe Dios que me lo voy a tomar. -Emprendió la bajada de la colina.

– ¿Adónde vas? -le gritó a sus espaldas.

– Lejos de ti. Vuelve a casa, estúpido. No quiero verte por lo menos en una hora. -Había alcanzado la arboleda y la sombra la envolvía con un agradable frescor. Necesitaba ese frescor. Se sentía frustrada y enojada y no veía la manera de…

Se quedó helada de la impresión.

No.

Otra vez.

Alcanzó tambaleándose un roble cercano y se apoyó en él.

Imposible.


– No te has ausentado durante mucho rato. -Kadar no levantó la vista del estofado que estaba removiendo en la chimenea-. ¿Significa que estoy perdonado? ¿O que me vas a hacer a la fuerza…? Dios mío, ¿qué te ocurre?

– Regresamos a la villa.

Se acercó a ella.

– Estás pálida. ¿Te sientes mal?

– No. Sí. No lo sé. -Empezó a recoger sus cosas-. Tenemos que regresar a la villa.

– Dime qué sucede.

Recibió una negativa por respuesta. ¿Cómo podía contarle lo que ni siquiera comprendía ella misma?

– Solo quiero que me lleves a la villa.


Había un gran alboroto en la villa cuando llegaron allí al cabo de medio día. El patio estaba lleno de carretas cargadas con cajas y muebles. Por todas partes había criados que entraban y salían de la casa a las carretas cargados con pesados bultos.

– ¿Qué está pasando aquí? -murmuró Kadar mientras ayudaba a Selene a desmontar de su caballo-. Se diría que están abandonando el lugar.

– Abandonando no. -Tarik bajaba las escaleras hada ellos-. Simplemente nos estamos mudando. Nunca es prudente quedarse demasiado tiempo en ningún sitio. Tú también te darás cuenta de ello, Kadar.

– ¿Dónde está Layla? -preguntó Selene-. Tengo que ver a Layla. ¿Sigue aquí?

– Por supuesto. Pero habéis llegado justo a tiempo -Se volvió hacia la puerta y la llamó-Layla.

– Un momento. No puedo… -Layla apareció en el umbral de la puerta-. Bueno, ya era hora de que regresarais. Os hemos estado esperando durante semanas.

– Según parece ya no pensabais esperar más -replicó Kadar secamente-. Si hubiéramos vuelto mañana, la villa habría estado desierta.

– Habríamos dejado dicho dónde íbamos. Vaden se está impacientando.

– ¿Vaden? -se sorprendió Kadar-.¿Qué chantre tiene que ver Vaden en todo esto?

– Déjalo. Nada importa ya. -Selene se adelantó unos pasos-. Tengo que hablar con Layla.

– No tienes buen aspecto. -La mirada de Layla escudriñaba el rostro de Selene-. Estás muy pálida.

– Estoy encinta.

Sintió cómo Kadar, a su lado, se ponía tenso con la noticia. Una brillante sonrisa iluminó el rostro de Layla.

– ¿Otra vez? Qué noticia tan maravillosa. Será…

– Otra vez no. Siento vida. Thea no sintió movimiento dentro de ella hasta casi el cuarto mes. Tiene que ser el mismo niño. No perdí a mi bebé.

– ¿Qué?-exclamó Layla, atónita.

– Lo que has oído. ¿Cómo puede ser? Me dijiste que había perdido el bebé.

– Eso es lo que yo creía. Sangraste…

– ¿Cuánto sangré?

– No mucho, pero estabas inconsciente y la conmoción… Supuse que lo habías perdido. -Se le pusieron los ojos como platos cuando una idea se le vino a la cabeza-. A menos que fuera…

– ¿Qué? -preguntó Selene cuando Layla se quedó callada.

– Nada, ¿Qué sé yo de bebés? No soy comadrona. Siempre he procurado mantenerme al margen de… me dolió mucho cuando supe que no podía concebir.

– Layla -dijo Tarik.

Layla lo miró con recelo.

– Pensé que lo querías.

– Oh, Dios mío -susurró él.

– Eshe -dijo Kadar.

– Fue la única vez en la que no di a elegir -se apresuró a decir Layla a Tarik-. Tú se lo has dado a Kadar, y estaba claro que no querías que estuviera solo. Ella lo amaba.

– Me lo pusiste en el vino aquella primera noche -susurró Selene.

La mirada de Layla permanecía aún fija e inquieta en el rostro de Tarik.

– Pensé que lo querías.

Y obviamente ésa era la única cosa importante en el mundo de Layla, se percató Selene con frustración. Tarik negó con la cabeza.

– No debe ocurrir otra vez, Layla. No sin dar la oportunidad de elegir.

– Desde luego, no volverá a suceder -dijo claramente aliviada -, pero ya da igual, ¿no crees?

– No, no lo creo -intervino Kadar lúgubremente-. Has robado a Selene.

– La oportunidad de elegir. -Layla se volvió hacia Selene-. Pero habrías perdido el bebé. Tuvo que ser Eshe lo que lo mantuvo con vida.

– ¿Estás segura? -quiso saber Selene.

Layla movió la cabeza negativamente.

– No sabemos lo suficiente como para estar seguros. Nunca he dado Eshe a nadie que estuviera esperando un hijo. No sabía que estuvieras encinta cuando te lo di. Pero tiene lógica que una poción que lucha contra la enfermedad y fortalece a la madre pudiera también fortalecer al niño, ¿no?

– Sí -dijo Selene aturdida.

– Entonces hice exactamente lo que tenía que hacer.

– No lo hiciste -replicó Kadar entre dientes-. ¿Pensabas engañarnos indefinidamente en la creencia de que podía elegir? Por Dios santo, incluso me hiciste prometerte que no le daría Eshe sin discutirlo antes contigo.

– Porque no estaba segura del efecto que tendría en ella. No sabemos lo suficiente sobre…

– Siempre estás diciendo lo mismo -atacó Kadar-. Estaba convencido de que te abstendrías de actos imprudentes hasta que lo supieras.

– Eso dímelo cuando te enfrentes a una elección parecida. -Se volvió hacia Tarik-. Creo que ya tenemos hecho el equipaje. ¿Estás listo para partir?

Asintió y la ayudó a montar en su caballo.

– ¿Dónde vais? -preguntó Selene.

– Primero al norte. Vaden ha reclamado sus honorarios. Parece que desea una propiedad y tiene que casarse con una dama para conseguirla.

– ¿Casarse?

Tarik asintió.

– Pero hay dificultades. La dama ya está casada. -Se subió a su caballo-. Y después de eso probablemente zarparemos en el Estrella oscura hacia Irlanda. Ninguno de los dos hemos estado nunca allí.

– Pero no te preocupes -intervino Layla-. No perderemos el contacto. Estaremos allí para ayudaros cuando nos necesitéis.

– ¡Qué maravilla! -exclamó Kadar.

– Solo tenéis que mandarnos llamar -dijo Layla ignorando el sarcasmo de Kadar y dirigiéndose a Selene-. Y hazme saber cuando nazca el bebé. Al fin y al cabo siento una cierta responsabilidad hacia él.

– ¡No quiera Dios! -murmuró Kadar.

– Como necesitamos el Estrella oscura para nuestros propósitos, he dado órdenes a mi capitán para que lleve mi barco a Génova y lo ponga a vuestra disposición, así podréis llegar hasta Montdhu -dijo Tarik girando su montura-. Creo que eso es todo. Adiós.

– Espera -dijo Kadar.

Tarik hizo un gesto negativo.

– Ahora no es el momento de hablar. Estás demasiado molesto con Layla y me sentiría en la obligación de defenderla. Será mejor que dejemos las cosas así hasta que te acostumbres a la situación.

– ¿Cuándo? ¿Dentro de otros cien años?

Tarik soltó una carcajada.

– Mucho antes. Te sorprenderías. -Alzó la mano y espoleó a su caballo.

Layla se rezagó unos instantes.

– El bebé -le recordó a Selene-. Haznos llegar la noticia.

Selene asintió, aún aturdida.

La sonrisa de Layla le iluminó la cara.

– Te dije que Eshe era maravilloso.

Un momento después se encontraba saliendo del patio en pos de Tarik.

Selene sintió de repente que le fallaban las rodillas. Se sentó como pudo en los escalones y observó cómo rodaban las carretas lentamente saliendo del patio.

– ¿Te encuentras bien? -se apresuró a preguntar Kadar.

Asintió.

– Es solo que… jamás habría esperado… creía que había perdido…

– ¡Qué necia mujer!

– Ella no es necia.

– No, es una despiadada, egoísta…

– Calla. -No podía negar la condena, pero se sentía en la obligación de defender a Layla-. Estaba desesperada. Ama a Tarik.

– Por eso no te permitió elegir. ¿Tienes una idea de la lucha que he mantenido conmigo mismo para preservarte de la tentación? Y esa maldita mujer ya te lo había dado.

– ¿Por qué estás tan molesto? Yo habría llegado a la misma conclusión de todas formas. Ya te había dicho cuál iba a ser mi decisión.

– Eso no importa. ¿Y si después hubieras cambiado de opinión?

Ella lo negó con rotundidad.

– Estoy aliviada. Ahora no tendré que soportar tu noble restricción durante los próximos cinco años. No podía aguantar semejante…

– Te he traído un regalo. -Vaden entró al galope en el patio-. Aunque dudo que sea de tu agrado. A mí no me gustaría. -Desmontó de su cabalgadura y desató el arcón de madera-. Tarik me encomendó comunicarte que ahora es tu responsabilidad. Quería empezar de cero y había demasiados argumentos que lo atormentaban. -Puso el cofre en el suelo de piedra del patio-.Así que aquí está.

– Devuélveselo -ordenó Kadar.

Vaden se negó.

– No quiero que se distraiga. Tiene obligaciones hacia mí. Ésa es la única razón por la que accedí a traértelo. -Volvió a montar en su caballo-. Dale recuerdos a Ware.

Antes de que pudiera abrir la boca para protestar, había salido del patio al galope.

Selene se quedó mirando el cofre tallado. Kadar soltó una maldición entre dientes.

– Por Dios. No me van a colocar esto en contra de mi voluntad. Estoy tentado de salir corriendo de aquí y dejarlo ahí tirado.

– No, no lo estás.

– ¿Cómo?

– No es en contra de tu voluntad. Me parece que ya te habías hecho a la idea. Creo que incluso lo estabas deseando.

– ¿Y tú qué? ¿Pretendías que yo también te obligara?

Hizo un gesto negativo.

– Pero tú esperabas… -Cerró los ojos. Se sentía como en medio de una neblina, como ebria-. Permíteme que píense un momento. Todo ha ocurrido demasiado rápido. Yo nunca soñé…

– No hay nada que pensar. Ya tenemos bastante con no haber podido elegir Eshe. Tú no quieres esto.

– ¿Seguro?

– Sabes que no.

– No creía saberlo. Solamente deseaba tomar la poción porque era el único modo para estar juntos. Parecía que había demasiado peligro de infelicidad… -Abrió los ojos y lentamente se levantó y se dirigió hacia el cofre. Puso una mano indecisa en la tapa labrada. Era suave, se sentía agradable bajo su palma-. Todavía existe ese peligro.

El la miraba fijamente.

– Pero también hay algo más. -Movió la mano suavemente, como acariciándolo-. Te dije que no creía que Eshe fuera un milagro, pero si salvó a mi bebé, entonces tiene que serlo a la fuerza. Si salvó a mi bebé, entonces merece que lo protejamos. Puede que sea tan maravilloso como Layla nos quiere hacer creer.

– ¿Puedo puntualizar que estás pensando con el corazón y no con la cabeza? -preguntó Kadar con suavidad.

– ¿Qué hay de malo en ello? -La palma de su mano pasó de acariciar el cofre de madera a su vientre. No había palpitaciones, pero volverían de nuevo. Estaba maravillada con la idea. Vida. Eshe-. Los sentimientos son buenos. El instinto es bueno. Dejaré que lo consideres en frío y con tranquilidad. Parece muy aburrido. -Se dio la vuelta y empezó a ascender por la escalera-. Ahora trae el cofre dentro. Tenemos que planear cómo vamos a transportarlo a Montdhu de una manera segura. ¿Y si el barco se hunde? No debe pasarle nada. -Se dio la vuelta cuando escuchó su risa-. ¿Qué te parece tan divertido?

– Me estás recordando a Layla. -Cogió el cofre y la alcanzó en la escalera-. También me estaba preguntando si Tarik no debería haber dejado el grial a tu cuidado en vez de al mío.

– Entonces es que eres un tonto -dijo sonriéndole-. Juntos, Kadar. ¿Qué tengo que hacer para convencerte de que todo lo que hagamos debemos hacerlo juntos?

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