La puerta del aposento de Selene se abrió con tal fuerza que chocó contra la pared.
– Te he traído un regalo
Selene se incorporó de un salto en la cama y se arropó con la sábana para cubrir sus senos cuando Vaden entró en la estancia.
– ¿Qué estás…?
Vaden depositó a Kadar en la cama y dio un suspiro de alivio.
– Pesa más de lo que imaginaba. No lo habría animado a beber esa última copa de vino de haber sabido que tendría que hacer de mulo de carga. Quería marearlo un poco, pero no dejarlo inconsciente. -Se bamboleó antes de enderezarse-. Claro, se habría resistido si hubiera visto dónde lo traía. Seguramente esto es lo mejor.
– Estás borracho.
– Y mucho. Pero no tan bebido como tu Kadar. -Le sacó la túnica por la cabeza y luego se agachó para quitarle las sandalias-. No me sorprende… está claro que es un hombre que rara vez se deja llevar. Los que se lo proponen suelen arreglárselas para superarme en la bebida. Tu novio se lo propuso.
– Llévalo a su aposento.
Negó con la cabeza.
– Eso lo estropearía todo. Me contó que hubo complicaciones que le impidieron acostarse contigo. -Arropó el cuerpo desnudo de Kadar-. Mira, sin complicaciones. -Se dirigió hacia la puerta-. Es muy fácil.
– Espera. No puedes…
Aparentemente sí podía. Estaba hablando a las paredes. Posó la mirada en Kadar. Parecía desvalido. Nunca había visto bebido a Kadar. Como Vaden había dicho, Kadar siempre estaba en guardia, siempre bajo control. En ese momento desde luego no lo estaba. ¿Qué iba a hacer con él?, se preguntaba con exasperación. Había estado pensando mucho a lo largo de toda la noche, pero aún no estaba preparada para enfrentarse a Kadar. En especial a un Kadar totalmente borracho.
Preparada o no, él estaba ahí y tenía que aceptarlo. Se deslizó fuera de la cama y se desplazó, desnuda, hasta la ventana. Los primeros rayos del amanecer iluminaban el cielo. No tenía por qué permanecer allí. Se vestiría e iría a sentarse al jardín, y luego volvería cuando Kadar se despertara. Quizá ya se habría ido cuando ella volviera. No había sido su deseo importunarla. Se mantendría apartada de su camino hasta que…
No te escondas de mí.
¿Se estaba escondiendo, como afirmaba Kadar? El plan para evitarlo había salido fácilmente.
Acepta lo que soy.
Aún no estaba preparada. Tenía que pensar, dejar que los planes de él dieran sus frutos.
Confía en mí.
Cuánto había luchado con el problema de la confianza.
Dios santo, ¿por qué se encontraba ahí de pie, tiritando? Nunca había puesto reparos a la hora de enfrentarse a nada. En realidad, la decisión ya estaba tomada.
Se dio la vuelta y se acercó al lecho. Permaneció allí mirando a Kadar durante un rato.
Luego se metió en la cama junto a él y esperó hasta que se despertara.
Kadar no abrió los ojos hasta bien entrada la tarde. Entonces los cerró inmediatamente.
– Dios santo, cómo me duele la cabeza…
– Te está bien empleado -le riñó Selene.
Abrió los ojos de nuevo.
– ¿Qué estás…? -Su mirada iba de su rostro hasta el desnudo cuerpo bajo la manta-. Cielo santo.
– Ve a enjuagarte la boca. Apestas a vino.
Se sentó con cautela y luego se estremeció cuando giró la cabeza para mirarla de arriba abajo.
– ¿Qué estoy haciendo aquí?
– No viniste por tu propio pie, si eso es lo que te preocupa. Vaden te trajo. Te soltó en mi lecho como un fardo de paja.
Se estremeció de nuevo al levantarse para ir a lavarse.
– Espero que no hayas utilizado esa comparación con Vaden. He comprobado que tiene un perverso sentido del humor.
– No me dio la oportunidad de decir nada. Parecía estar demasiado henchido de felicidad por haberte quitado de encima las complicaciones como para fijarse en nada más.
– En cambio él se ha metido en muchas más. -Se lavó la cara con agua y se enjuagó la boca-. No veo el momento de ser yo mismo otra vez para ir a romperle el pescuezo.
– Yo no llegaría tan lejos. Su franqueza me ha resultado útil.
Se detuvo a mitad de camino mientras se secaba la cara.
– ¿Qué?
Selene respiró profundamente. No te escondas. Sé sincera. Ábrete.
– Creo que me has oído perfectamente. Ahora, si puedes acercarte a mí sin intoxicarme con ese olor nauseabundo, me gustaría que volvieras a la cama.
Colocó la toalla lentamente en su sitio.
– ¿Por qué?
– Deseo hacer el amor contigo -dijo humedeciéndose los labios-. Aunque no entiendo por qué has considerado oportuno privarme de mi noche de bodas.
– Selene.
– No discutas. -Recorrió su cuerpo con la mirada-. No estoy ciega. Veo que estás preparado para mí.
– Y tú, ¿estás preparada para mí?
Se refería a algo más que lo físico.
– Creo… -Encontró su mirada y dijo con claridad-: Claro, sé que estoy lista para ti.
Una brillante sonrisa iluminó su rostro.
– Supongo que debería hacer preguntas y darte la oportunidad de que tú también te cuestiones a ti misma. Sería lo más noble. -De tres zancadas se plantó en la cama y apartó las sábanas-. Pero ya he ido por ese camino y no volveré a hacerlo nunca más. -Le separó los muslos y se colocó entre ellos-. Ya he sido noble para el resto de mi vida.
– Nunca te he pedido que seas…
Perdió el habla y el aliento cuando él se hundió profundamente y empezó el movimiento rítmico. Lo rodeó fuertemente con sus brazos.
Acepto. Confío. Me entrego.
Oh, sí, me entrego.
– Lo has hecho muy bien -dijo besándole en el hombro-. Admito que tenía mis dudas. Nunca te había visto ebrio.
– Me empujaron a ello. -Se apoyó en el codo y fijó la mirada en ella-. Y no es que lo haya hecho solo bien, mi actuación ha sido magnífica.
– Fanfarrón. -Reflexionó sobre ello-. Quizá la primera vez.
– La tercera ha sido incluso mejor.
Ella sonrió tímidamente.
– Estaba demasiado agotada para darme cuenta.
– Me ofendes. -Le apartó el cabello de la cara con una suave caricia-. Pero es cierto, he notado una falta de entusiasmo en ti. Creía haberte enseñado que una mujer debe ser tan diestra en esto como un hombre… -Suspiró profundamente-. ¿Me quitarías… por favor… la mano?
Ella le dio un apretón.
– En realidad, una mujer no tiene que ser tan diestra. Veo que respondes a las cosas más simples.
– ¿Simples? -Se puso rígido mientras ella le acariciaba con las yemas de los dedos-. Si no deseas unirte a mí otra vez en el próximo minuto, deberías quitar la mano.
Ella se echó a reír y lo soltó.
– No hasta que haya cenado algo. -Sacó los pies de la cama y se puso en pie-. Y después deseo un baño bien caliente. -Se enrolló el cuerpo sin poner mucho cuidado con la pieza de seda azul. Layla tenía razón, esa vestimenta tenía muchos usos. Le gustaba la sensación de suavidad en sus pechos. Notaba su cuerpo tan elegante y sedoso como la tela-. Y después veré qué otras cosas sencillas te divierten.
Sentía cómo la seguía con su mirada mientras se acercaba a la ventana. La noche había caído hacía horas y la luz de la luna se reflejaba en el estanque rectangular. Tan sereno. También ella se sentía serena. Hacía solamente unos minutos había estado entregada a la más frenética de las pasiones, pero ahora se sentía tan calmada como ese fresco y tranquilo estanque.
– ¿En qué estás pensando? -quiso saber Kadar.
– Pienso en que los sentimientos rara vez permanecen iguales por mucho tiempo.
– Algunos sí. -Hizo una pausa-. Amor. Odio.
– Sí, pero eso no es lo mismo. -Volvió hacia él-. Además, ahora no quiero pensar en el odio. -Se arrodilló en el suelo junto al lecho y descansó la mejilla en su mano-. Te amo, Kadar -susurró-. Te he amado toda la vida -dijo restregando la mejilla contra él. Añadió con voz entrecortada-: Pensé que podría vivir sin ti. Pensé que estaría bien. Estaba equivocada. Necesito estar contigo.
– Selene.
– Así que cuídate -ordenó con fiereza-. ¿Me oyes? No permitiré que mueras por mí.
– ¿Ah, no? -Acunó su mejilla con la palma de la mano. Le temblaba la voz-. Procuraré complacerte.
– Además tienes que prometerme que me amarás por siempre jamás.
– Eso es fácil. -Le levantó la barbilla y la miró directamente a los ojos-. Te amaré hasta el día de mi muerte, Selene.
– Me gustan estos votos mucho más que los que hemos hecho ante el sacerdote -dijo ella temblando-. Yo también te amaré hasta el día de mi muerte, Kadar.
Por un segundo afloró una expresión indefinible en su rostro, luego desapareció.
– Te lo agradezco. -Inclinó la cabeza y le rozó los labios con los suyos-. Procuraré no traicionar tu confianza.
– Más te vale. Acabo de dártela. -Se levantó-. Aunque yo nunca hago las cosas en corta medida. Ahora confío en ti, hagas lo que hagas.
– ¿De verdad? -Se percibía un matiz extraño en su tono-. ¿Estás segura?
Ella sonrió.
– Estoy segura.
– Ahora las cosas se me ponen más difíciles.
– Yo diría que las simplifica. -Lo miró a través de las pestañas-. Ya hemos establecido mi gusto por la simplicidad.
Movió los hombros como sacudiéndose de una carga. Sonrió.
– Dios bendiga la simplicidad. ¿Seguro que necesitas comer ahora mismo?
– No. -Los pliegues de la seda azul se posaron en sus pies. Pasó por encima de ellos y se acercó a él-. Hemos hecho nuestros propios votos, y eso hay que celebrarlo de alguna manera. -Se metió en la cama y dejó que él la abrazara. Susurró-: Y no tiene que ser necesariamente una manera simple. Eres realmente bueno con las complicaciones.
– Ya he tenido suficiente paciencia. -Vaden entró en la habitación de Selene dando grandes zancadas y un portazo-. Sal de la cama y vístete.
Kadar se sentó y se apresuró a cubrir a Selene con las sábanas.
– Es de buena educación llamar a la puerta, Vaden.
– No sabe cómo se hace -comentó Selene con sarcasmo.
– ¿Habrías contestado a mi llamada? Tarik dice que llevas sin salir de aquí dos días. Copular está muy bien, pero no puede interferir con el asunto que tenemos entre manos. Como he sido yo el que te he arrojado a su lecho, me sentía obligado a permitirte un poco más de tiempo para disfrutar de ella, Kadar, pero yo…
– ¿Permitirme? -repitió Kadar.
– No seas tan susceptible. Requerías mis servicios. Aquí los tienes. No me voy a quedar esperando mientras tú disfrutas…
– Largo de aquí, Vaden -ordenó Kadar.
Vaden se sentó en una silla.
– Cuando tú lo hagas.
– Vamos, Kadar -dijo Selene-. No tengo intención de quedarme aquí tumbada mientras vosotros discutís. Además, a lo mejor tiene razón. Tenerlo ahí esperando ha sido descortés.
Vaden le dedicó una radiante sonrisa.
– Gracias. Rara vez encuentro una mujer que sea hermosa y comprensiva a la vez.
El hermoso era él, no podía ni imaginar cuántas mujeres se habrían derretido ante esa impresionante sonrisa.
– No soy hermosa, y tampoco soy tan estúpida como para creerme ese cumplido. Llévate de aquí tus dulces palabras mientras me visto.
Hizo un guiño y luego se puso en pie.
– Como desees.
Kadar se estaba vistiendo a toda prisa.
– ¿Dónde están Tarik y Layla?
– En la terraza. No parecían tener mucha prisa en molestaros. ¿Detecto por casualidad una cierta renuencia en ellos?
– Más que eso, pero no afectará a tus honorarios.
– Por supuesto que no. -Se dirigió sin prisa hacia la puerta-. Ante el temor a la ira de vuestra dama, te esperaré fuera, en el salón.
Selene dudaba si habría temblado alguna vez en su vida, pero juraría que nunca por el disgusto de una dama. Jamás había visto un hombre tan frío y seguro de sí mismo.
Tan pronto como se hubo marchado, dijo a Kadar:
– No me esperes. Deseo lavarme. Me reuniré con vosotros cuando esté vestida.
Kadar asintió.
– Aunque en realidad deberíamos tenerlo esperando. No es bueno que siempre se salga con la suya en todo.
– ¿Y que vuelva a irrumpir aquí otra vez? Prefiero mi intimidad a darle lecciones de urbanidad.
Había terminado de vestirse y se inclinó para rozarle los labios con los suyos.
– Le partiría la cabeza -susurró-. Ésta no es la manera en que yo quería…
– ¿Terminar? -remató ella cuando él se quedó sin palabras-. Nada ha terminado. ¿Qué estás pensando? Tampoco podíamos quedamos aquí de este modo para siempre. -Le dio un beso largo y profundo-. No decidas nada importante hasta que yo llegue, no importa lo impaciente que esté Vaden.
– Ni se me ocurriría -dijo con una sonrisa, acariciándole suavemente el hoyuelo de la mejilla-. Yo también tiemblo ante tu posible ira.
– Efectivamente, deberías. -Lo apartó de sí y retiró la tela a un lado-. Ahora vete y mantén a raya a Vaden para que no ataque a Nasim antes de que termine de arreglarme.
Antes de acabar la frase ya se había marchado. A pesar de sus palabras, ella notaba su impaciencia. El placer y la sensualidad estaban muy bien, pero Nasim destellaba en el horizonte y Kadar nunca se resistía a un desafío.
Nasim.
El miedo la atenazó los músculos del estómago. Esto era lo que ella había querido: una confrontación final y Nasim castigado por sus pecados. Todavía era lo que deseaba. Lo correcto era lo correcto.
Pero, por Dios santo, ¿qué iba a ser de Kadar? Había estado tan ciegamente decidida a conseguir su meta que apenas se había permitido pensar en otra cosa. Había necesitado su ayuda y se había dicho a sí misma que lo implicaría lo menos posible.
Pero nadie podía detener a Kadar a la hora de involucrarse una vez que había decidido lo que quería hacer. Ningún argumento ejercía influencia sobre él. Sencillamente seguía su camino y hacía las cosas a su manera.
Además podía morir, igual que Haroun, igual que su bebé.
No lo permitiría. Después de todo lo que habían pasado hasta llegar a ese punto, no iba a perderlo ahora.
Respiró profundamente para aliviar la tensión de su pecho. No debía dejarse llevar por el pánico, ni que Kadar viera su miedo o cualquier reticencia relativa a su participación. Esa niña-mujer que había pataleado inútilmente contra su resolución se había ido y nunca debía volver. Tenía que pensar, planear y encontrar una manera de asegurarse de que Kadar sobreviviría.
– Ya era hora de que te unieras a nosotros. -La sonrisa de Vaden brillaba a la luz del sol, pero su tono estaba al borde del ataque de nervios-. Muy inteligente de tu parte enviar a Kadar para pacificar mi impaciencia y luego decirle que no hable hasta que llegues. -Lanzó una mirada a Kadar-. Le he dicho que era demasiado pronto para ser un esposo tan dominado por su mujer.
– He tardado mucho menos de una hora. Puesto que me sacaste de la cama, debería haber tardado más. -Selene entró y se sentó al lado de Layla-. Y mejor que sea Kadar quien trate contigo, porque yo no tengo tanta paciencia con la mala educación.
– Ah, sí. La paciencia es una de mis principales virtudes -murmuró Kadar-. Paciencia y un amor desmedido por la simplicidad.
Granuja. Sintió cómo le subía el rubor por las mejillas, pero evitó mirarlo.
– Ya estoy aquí, Vaden. -Buscó con la mirada a Tarik y a Layla y deliberadamente dirigió sus disculpas a ellos-. Siento haberos hecho esperar.
Tarik asintió.
– Como ya sabes, no tengo ninguna prisa por llevar esto a cabo. Yo me limitaría a hacer crecer la impaciencia de Nasim, liaría el petate y me embarcaría.
– No se impacientará -dijo Kadar.
– Además, si hubiera trasladado su campamento me habría enterado -informó Vaden-. No me he metido en todo este lío para que se me escape el pez.
– ¿Qué lío? -preguntó Selene.
– He reunido a mis hombres, los he armado y los tengo acampados al sur de la ciudad.
– Yo diría que el lío es para ellos, no para ti.
Vaden hizo una mueca.
– Espero que Ware haya tenido mejor suerte al elegir esposa, Kadar. Aunque me pareció ver los mismos signos de testarudez.
Kadar sonrió a Selene.
– Ya estoy acostumbrado. No me gustaría que fuera de otra manera.
– Obviamente eso es porque estas enamorado. ¿Tienes la mente lo suficientemente clara como para dedicarla a cosas tan mundanas como un plan de ataque?
Los ojos de Kadar volvieron a Vaden.
– Usaremos el grial. Primero me reuniré con Nasim y le diré que me las he arreglado para robarle el grial a Tarik. Es la tarea que me encomendó, así que no le parecerá raro. Como ya no tiene a Selene como rehén, le diré que estoy en posición de ponerle precio al grial. Fijaré un lugar para recibir el pago y darle el grial, luego dispondrá de mí como crea conveniente. Aun así exigirá un pequeño ejército para protegerlo y veinte de sus hombres valen lo que cincuenta de los tuyos.
Vaden lo miró incrédulo.
– Créeme, es cierto. Los seguidores de Nasim son fanáticos que morirían por él. ¿Morirían por ti tus hombres?
– Espero que no. Los prefiero vivos y causando estragos entre mis enemigos. ¿Pretendes que ataque a sus fuerzas de camino al lugar de encuentro?
– Eso no será posible. No verás a los asesinos hasta que quieran ser vistos, y con toda probabilidad él será quien elija el sitio y luego me enviará un mensajero una vez hayan llegado. Esperará que haga un reconocimiento de la zona y me cerciore de que todo es seguro para mí, pero estaré vigilado. No podrás acercarte mucho.
– Es difícil atacar desde cierta distancia -replicó Vaden secamente.
– No puedes atacar hasta que haya cumplido con mi parte.
– ¿Y cuál es?
– Matar a Nasim.
Selene sabía que llegaría a este punto, pero aun así se puso nerviosa.
Vaden levantó una ceja.
– ¿Y qué pasa con esos guardias dispuestos a morir por él? ¿Qué estarán haciendo ellos?
– Tendré que encontrar la manera de estar con él a solas. Una vez que lo haya matado, os haré la señal de ataque.
– Me he dado cuenta de que Nasim es un tipo de lo más desagradable, pero ¿por qué no podemos atacar y tú matas a Nasim después de haber asegurado el campo?
– Podría escabullirse. No es un guerrero con un código de guerrero. Yo me adiestré con él. Le conozco. No le importaría dejar morir a sus hombres en un ataque, si de ello dependiera su supervivencia.
– ¿Y cuál será la señal?
Kadar se encogió de hombros.
– No lo sabré hasta que se presente la oportunidad.
– Este no es un plan tan seguro como me gustaría.
– Nada es seguro con Nasim. -Kadar miró a Tarik-. Ya conoces a Nasim. ¿Se te ocurre un plan mejor?
Solo obtuvo una negativa por respuesta.
– ¿Y qué pasará con el grial?
– Será simplemente el señuelo. Tendré que llevarlo conmigo y enseñárselo. Si no, estaré muerto dos minutos después de llegar al campamento.
– ¿Y si Nasim se escapa? -intervino Layla-. Como podrás imaginarte, se llevará el grial.
– Tendrás que confiar en mí para asegurarte de que no huye.
– ¿Y yo qué? -preguntó Selene-. Este plan solo es para Vaden y para ti. He sido yo quien ha puesto todo esto en marcha. ¿Me tendré que quedar sentada esperando sin hacer nada?
– El motivo principal de la reunión descansa en el hecho de que ya no eres un rehén y estás fuera del alcance de Nasim.
– Entonces ya puedes ir pensando en otro plan.
Kadar negó con la cabeza.
Ella se volvió hacia Layla y Tarik.
– Es demasiado peligroso.
– Estoy de acuerdo -repuso Layla-. Tanto para Kadar como para el grial.
– Entonces dame otro plan que también tenga posibilidades de funcionar -propuso Kadar.
Silencio.
– No lo hagas -susurró Selene.
Sonrió.
– No es tan peligroso como parece. Siempre surgen oportunidades cuando uno menos se lo espera. La vida es así.
– No permitiré… -Era inútil. Había tomado su decisión y no había nada que pudiera hacer para que la abandonara. Quería gritarle. Debería haberse imaginado que urdiría un plan dejándola a ella al margen-. Esto no es justo. -Madre mía, qué pobre sonaba esta protesta. Era la típica queja que se había prometido no hacer nunca más.
– La justicia no tiene nada que ver con esto -intentó explicarle Kadar-. Es el único plan que nos llevará a conseguir nuestro objetivo.
– Podría funcionar -intervino Vaden frunciendo el ceño, pensativo-. Pero dependes demasiado de la suerte.
– O de una mente brillante y una magnífica ejecución. -Kadar sonrió furtivamente a Vaden-, Dudo que alguna vez hayas achacado alguna de tus victorias a la buena suerte.
– Ten por seguro que no.
– Pues bien, yo tampoco.
– ¿Cuándo irás a ver a Nasim? -se interesó Tarik.
– Mañana.
La palabra le asestó a Selene un duro golpe. Demasiado pronto. ¿Cómo encontraría con tan poco tiempo el modo de evitar que cometiera esta locura?
– Bien -dijo Vaden-. Me temía que quisieras volver al tálamo nupcial y que me tuvieras esperando otras dos semanas. -Se volvió hacia Selene-. Sus perspectivas no son tan sombrías. Hagámonos a la idea. Sería una locura intentar disuadirlo.
– No tengo intención de disuadirlo. -Se puso en pie-. ¿Por qué habría de hacerlo? Como tú bien dices, sería una locura. -Se dirigió hacia la puerta sin mirar a Kadar-. Es evidente que ya ha tomado su decisión.
– Selene.
No se detuvo. Tenía que largarse de allí. Todos eran fríos y sensatos, y ella era presa del pánico. Tenía que recuperar la compostura antes de enfrentarse de nuevo a Kadar. Tenía que trazar un plan o pensar en un buen argumento que le hiciera cambiar de idea.
Esa perspectiva estaba lejos de hacerse realidad.
Así que tendría que diseñar ella misma un plan para mantenerlo a salvo.
Mañana.
Por todos los santos, mañana.
– Está molesta -comentó Vaden-, pero es más sensata de lo que me imaginaba.
– Demasiado sensata. -Kadar estaba intranquilo. Esperaba que Selene hubiera discutido más. No había duda de que sus palabras la habían encendido, sin embargo no había explotado. Tenía que hablar con ella.
– La estás engañando -acusó Layla-. No aprecia el hecho de que la protejas a costa de su venganza.
– No podía hacer otra cosa. -Se encontró con sus ojos fijos en él e hizo un gesto de indiferencia-. Muy bien, no haré nada más.
– Entonces tendrás que aceptar las consecuencias -añadió Layla cambiando de tema-. Tarik y yo vamos con Vaden. Quiero asegurarme de estar allí si Nasim se te escapa de la red con el grial.
– Es tu privilegio. -Kadar miró a Vaden-. No quiero ni rastro de tu presencia en la zona mañana cuando me encuentre con Nasim.
– Como quieras. No tengo deseo alguno de que los asesinos se enteren de mi participación en esto antes de lo estrictamente necesario. Estableceré mi campamento a cierta distancia y nos veremos cuando dejes a Nasim
Kadar se volvió hacia Tarik.
– Además, quiero que traigas el grial al campamento mañana por la noche.
– ¿Y si Nasim te sigue y ataca con todo su ejército?
– Tendré cuidado. Nasim y Sinan me enseñaron a no dejarme seguir nunca y aprendí el modo de evitarlo. Dudo que Nasim ni siquiera lo intente. -Dirigió su mirada hacia la puerta-. ¿Hemos terminado? Necesito hablar con Selene.
– No te hará ningún bien a no ser que le digas lo que desea oír -dijo Layla.
– Ve. -La sonrisa de Vaden era maliciosa-. Te propongo un desafío. A ver si puedes convencerla para que te dé placer. Teniendo en cuenta su estado de ánimo, se pondría realmente a prueba tu mente brillante y tu magnífica ejecución.
Ni siquiera consideraría ese reto, pensó Kadar mientras cruzaba el salón a grandes zancadas. Se conformaría con hacer comprender a Selene que el peligro no era tan grande como ella imaginaba.
¿Y cómo iba a hacerlo si probablemente era incluso mayor?
– ¿Estás enfadada conmigo?
Selene se encontraba mirando por la ventana y giró para ver a Kadar en el umbral de la puerta.
– No -respondió ella tranquilamente.
Notó que la respuesta lo había dejado desconcertado. Era evidente que esperaba sin duda tener que apaciguarla. No se daba cuenta de que no era enfado, sino temor y justicia.
– Supongo que encuentras natural intentar protegerme. Es lo que has estado haciendo desde el primer momento en que nos conocimos hace ya muchos años.
– Pero te lo aseguro, es la mejor manera.
– No desde mi punto de vista. -Sus miradas se cruzaron-. Aunque no puedo convencerte de hacer otra cosa, ¿o sí?
Obtuvo una negativa por respuesta.
– Tarik y Layla acompañarán a Vaden. Puedes ir con ellos.
– ¿Y estar a salvo?
– Vaden discutiría ese punto.
– A salvo en comparación con lo que tú haces.
– Quizá.
– No te quejes por tonterías. Sabes que es así. ¿Crees que yo no…? -Tuvo que parar para reafirmar su voz-. No me trates como a una idiota, Kadar.
– De acuerdo, es peligroso. -Cruzó la estancia para ponerse frente a ella-. Además quiero mantenerte a salvo. ¿Es eso tan terrible? -Extendió la mano y le acarició la mejilla-. Soy un egoísta. Siempre he estado más cerca del lado oscuro que de la luz, y cuando estoy contigo la oscuridad desaparece. -Las palabras que siguieron parecían forzadas-. Tú me das calor, y necesito esa tibieza. Nadie más que tú puede dármela, y no creo que quiera vivir sin ella.
Kadar nunca le había hablado de ese modo. Su tono era triste, las frases eran rígidas, no parecía Kadar, cuyas palabras solían fluir como miel tibia. Tenía ganas de extender su brazo y tocarlo, abrazarlo, rendirse a lo que le pidiera para erradicar ese dolor. No podía hacerlo.
– No, no es tan terrible. Simplemente no puedo aceptarlo.
Él se pliso rígido.
– Has dicho que no estabas enfadada.
Ella sonrió.
– ¿Por qué habría de estarlo? ¿Esperas que te rechace? Ya he cometido esa tontería en el pasado y no la repetiré. Yo también soy egoísta, y no tengo intención de perderte. Sencillamente no estamos de acuerdo. -Lo besó ligeramente en los labios-. Pero hay cosas en las que sí estamos de acuerdo. Deberíamos disfrutar de ellas durante el tiempo que nos queda. ¿A qué hora partes mañana para ir a ver a Nasim?
– Por la tarde. -La miró preocupado-. ¿Por qué?
– Entonces tendremos tiempo para pasear por el jardín, cenar, hablar. -Sonrió burlonamente-. Y disfrutar de de las cosas sencillas de la vida. -Él se estaba relajando. Eso era bueno. No quería que hubiera tensión esa noche-. Además, te prometo no procurar disuadirte de que vayas mañana. -Dio un paso hacia atrás-. No soy tan tonta como para desaprovechar mi tiempo. Ahora ve y date un baño. Vuelve a mí dentro de dos horas. Yo haré lo mismo y pediré que nos traigan la comida.
Sonrió.
– Si es tu deseo…
Le devolvió la sonrisa.
– Eso es exactamente lo que deseo… de momento.