22

A las nueve, vestida con un pantalón color lila a juego con la blusa y un bonito abrigo negro, esperaba en la puerta del parador cuando vio el coche de Juan acercarse. Un extraño nudo se le puso en el estómago y comenzó a respirar con dificultad. ¿Qué le pasaba? ¿A qué se debía aquel nerviosismo de adolescente? Hacía viento y el olor a humedad y el oscuro cielo le hizo suponer que iba a llover, y mucho. Controló sus emociones como pudo y sonrió al hombre que se bajaba del coche para saludarla y abrirle la puerta con galantería.

Sin mediar palabra, ni rezarse siquiera, se metió en el coche y el sonido de la música que sonaba le envolvió. Dos segundos después, subió él por la puerta del conductor. Cuando Juan quitó el freno de mano de su coche Noelia se recostó en el asiento y preguntó divertida:

—¿A qué se debe esta cena?

Él no respondió y ella, sabedora de su encanto personal, cuchicheó:

—Venga, confiésalo. ¿A que me echabas de menos?

Juan sonrió de buen humor:

—Lo confieso. Echaba de menos tu incesante parloteo. Pero por si me vuelves loco, te advierto que tengo en el coche toneladas de cinta para taparte la boca.

Divertida por aquello sonrió y señalando hacia el CD del coche preguntó:

—¿Cómo puedes escuchar este horror de música?

—¿Horror de música? Pero si AC/DC son buenísimos.

—Lo de buenísimos, lo será para ti —se mofó—. Para mí solo son sonidos estridentes y, a veces, desesperantes. No te voy a negar que alguna balada heavy me guste, pero vamos, cuando se ponen a gritar, no es lo mío.

Aquello que decía, era lo mismo que en infinidad de ocasiones había escuchado a Laura, la mujer de Carlos.

—A ver, sorpréndeme estrellita —dijo con mofa mientras conducía—, ¿Qué música te gusta?

—El Soul, el Rhythm and Blues…

Esperaba que dijera cualquier tipo de música pero no justamente aquella. Noelia movió cómicamente la cabeza con un gracioso gestó que a él se le antojó encantador.

—Es buena esa música, ¿ehhh? —dijo.

En ese momento Juan no supo a qué música se refería.

—Aunque me cueste reconocerlo, no es mi estilo. Es más, ¿esa no es música para ancianos?

La nueva mueca que ella hizo como contestación le provocó una carcajada. Aquella actriz, a la que había visto en infinidad de comedias románticas y películas de acción, era tremendamente graciosa y su gesticulación le provocaba una sonrisa permanente.

Boquiabierta aún por lo que él había dicho en referencia a sus gustos musicales, se retorció en el asiento del coche y frunció el ceño.

—¿Música para viejos? —y sonriendo aclaró—: Oh my God!!! Estás muy equivocado si piensas así.

—Es que esa música es…

—Preciosa —cortó ella y al ver que sonreía prosiguió— Me encanta bailar con la música de Beyoncé, de mi amiga Jennifer López o la salsa de Marc. Pero cuando estoy en mi casa y me quiero relajar siempre escucho Soul o Rhythm and Blues —y mirándole extrañada preguntó—: De verdad me estás diciendo que en tu vida has escuchado a Al Green, Ray Charles, Aretha Franklin, Marvin Gaye o canciones como por ejemplo, At Last de Etta James, en la versión de Beyoncé.

—No.

—¿En serio?

—Te lo prometo.

—Vaya…

—Sí… vaya —se mofó él.

—Pues si me lo permites buscaré remedio urgentemente para ello —susurro incrédula mientras él conducía.

Juan sin poder, ni querer evitarlo la miró. Era increíble que la chica que llevaba a su lado y que parecía tan sorprendida por lo que descubría de él, fuera quien era. Allí estaba ella, la mujer más querida en la meca del cine, explicándole con vehemencia que la música soul, era el resultado de combinar el gospel y el R&B. Durante minutos la escuchó hablar de lo mucho que le gustaba Etta James y su canción favorita. No sabía quién era aquella cantante pero merecía la pena dejar que hablara solo por ver cómo le brillaban los ojos mientras le relataba la cantidad de veces que escuchaba aquella canción para relajarse antes de un rodaje.

Horas antes, cuando Juan llegó a su casa y entró en la habitación donde ella había dormido la noche anterior, se tumbó sobre la cama y cuando el suave olor de ella le envolvió deseó volver a verla. Esperar hasta la noche del día siguiente se le hacía eterno y decidió arriesgarse. Era una locura querer volver a ver Estela Ponce, pero era una locura atrayente y divertida y por primera vez en mucho tiempo se dejó llevar por el corazón. Y ahora que la tenía allí a su lado, hablando sobre música con tanta pasión algo en él se bloqueó, echó el freno de mano y sorprendiéndose a sí mismo la atrajo hacia él y la besó.

Fue un beso tierno, pero tan sumamente devastador que hizo que ambos temblaran a pesar de que el climatizador del coche marcara veintitrés grados. Una vez se separaron, la joven, atónita por aquel increíble beso clavó sus ojos en él.

—Vaya…

—Sí… vaya —repitió él.

Soltándola como si le quemara, Juan prosiguió su camino y condujo lo poco que quedaba para llegar a su destino bajo la lluvia. Ambos permanecieron callados y solo se escuchaba la atronadora música de AG/DC hasta que llegaron a la puerta de su casa. Al llegar, detuvo el vehículo, salieron con rapidez y entraron en el interior del chalet entre risas. Guando Juan dio al interruptor de la luz, no se encendió. A oscuras, cerraron la puerta y él murmuró:

—Debe ser cosa de la tormenta.

Un rayo iluminó la estancia y los dos sr miraron. Ambos eran adultos y sabían lo que querían. Se deseaban. Acercándose a ella la arrinconó contra la puerta de entrada y agachándose para tomar su boca volvió a besarla. Le tomó los labios de tal manera que a ella le temblaron las rodillas y hasta el corazón. Sentir como aquel apoyaba su fibroso y enorme cuerpo contra el de ella mientras la besaba con vehemencia fue asolador.

—Juan… Juan… ¡me aplastas!

Alertado él se echó hacia atrás con un rápido gesto.

—Lo siento, canija, pero eres tan preciosa que me haces perder el control.

Ella sonrió. Si tenía algo claro era que era una mujer sexy, aunque no fuera tan voluptuosa como la siliconada del parador. Por ello le besó con descaro y tras pasarle la lengua por el labio inferior preguntó:

—¿Te gusta lo que ves? —Quiso averiguar.

—Sinceramente sin luz, ver, veo poco ¿Por qué preguntas eso?

—No soy tan voluptuosa como la mujer del parador. Ella es alta, curvilínea, con grandes pechos y yo soy consciente de que clase de mujer soy y….

—Me excitas tú. Me gusta lo que toco y más si es natural —dijo posando una de sus grandes manos sobre uno de sus senos deseoso de disipar sus dudas.

Consciente de que ella estaba receptiva, le pasó su mano libre por la cintura para pegarla más a él y eso le excitó aun más. Ella era pequeña, suave y delicada, al tiempo que tentadora, sexy y deliciosa. Aquella joven estrella de Hollywood nada tenía que ver con las mujeres exuberantes con las que él se acostaba, pero su naturalidad resultaba absolutamente sexy. Morbosa.

Encantada con lo que le había dicho, suspiró y sonrió. Ella conocía su potencial, pero por primera vez en su vida, al estar en los brazos de aquel hombre había dudado. Excitada por como la tocaba y en especial, al sentir la dureza de su entrepierna, soltó su bolso que cayó al suelo y acoplándose le respondió con ardor.

Durante unos minutos se besaron, se mordisquearon, se excitaron hasta que él la cogió en brazos sin ningún esfuerzo y la llevó hasta su habitación. Una vez allí, la posó sobre la cama y con sumo cuidado, se tumbó sobre ella, le quitó las gafas, la peluca, le revolvió su melena rubia y entre risas dulzonas comenzó a besarle el cuello. Acalorada y sin poder apartar sus manos de él, le acarició por debajo de su camisa vaquera. Tocar aquel duro abdomen y sentir como sus músculos se tensaban a su tacto le pareció lo más morboso vivido con un hombre hasta el momento.

En el exterior de la casa una tormenta con rayos y truenos descargó sobre Sigüenza, mientras en el interior otra tormenta diferente se libraba. Sin mediar palabra y sin luz, Noelia le quitó la camisa a Juan, mientras recorría con sus manos la curvatura de sus bíceps. Animado por la situación él le desabrochó la blusa lila y, subiéndole el sujetador con deleite, le mordisqueó los pechos. Agitada al sentir la magnitud de aquella pasión suspiró de placer y se arqueó contra él pidiéndole en silencio lo que quería. Necesitaba sentirle dentro. Quería que la poseyera ya. Y llevando sus manos al cinturón de los vaqueros de él comenzó a desabrochárselo. Dos segundos después los pantalones de ambos volaron por la habitación.

—Ven, ponte así —murmuró él con voz ronca deseoso de cumplir su objetivo.

Sin pestañear se acomodó dispuesta a recibirle. Estaba húmeda, caliente y tremendamente excitada cuando de pronto escuchó un pitido desconocido.

—No… Joder, ahora noooooooooo —maldijo Juan.

Al sentir la tensión en su cuerpo, la muchacha preguntó con la voz entrecortada por el momento:

—¿Qué ocurre? ¿Qué suena?

Juan, incorporándose, le pidió silencio con la mano. Después cogió su móvil y tras escuchar a alguien al otro lado concretó:

—En media hora estoy allí.

Una voz colgó el teléfono se movió con rapidez mientras ella aún excitada y medio desnuda sobre la cama le observa ha a oscuras moverse por la habitación.

—Juan… —le llamó.

Enfadado por sentir la decepción en su voz y molesto por tener que marcharse tan repentinamente, tras vestirse con rapidez se acercó hasta ella y la besó con ardor.

—… tengo que marcharme. Me han llamado de la base. Ha ocurrido algo y tengo que ir.

—¿Que te vas? —preguntó sobresaltada.

—Sí.

—Pero… pero ¿cómo puedes irte en un momento así? —protestó indignada.

Él la entendió y dándole otro breve pero intento beso en los labios respondió mientras su entrepierna y todo él se debatía por terminar lo que había empezado:

—Lo siento, canija, pero el deber me llama. Es mi trabajo.

Al ver su cara de sorpresa preguntó con rapidez :

—¿Quieres quedarte aquí o prefieres que te acerque al Parador?

Molesta por tener que acabar tan pronto lo que se perfilaba como una noche perfecta respondió levantándose para coger la maldita peluca:

—Llévame al parador.

Minutos después los dos estaban en el interior del coche, serios y confusos. Una vez llegaron al parador Juan detuvo el vehículo. Noelia abrió la puerta para salir cuando sintió que la mano de él tiraba de ella para que se volviera a mirarle.

—Lo siento. Te aseguro que me gustaría tanto como a ti estar en estos momentos haciéndolo que deseo. Y lo que deseo y me enloquece en estos momentos eres tú. No lo dudes. Te prometo que en cuanto vuelva te resarciré por este infortunio. —En ese momento ella sonrió y él se relajó—. Mi trabajo requiere este tipo de sacrificios y solo puedo pedirte disculpas una y mil veces.

Durante unos segundos ambos se miraron a los ojos y el enfado de Noelia se Transformó en preocupación. Su trabajo era peligroso, pero decidió no decir nada. No era el momento. Por fin y tras besarle en los labios murmuro para alivio de él:

—Me debes una noche. Así que, ten cuidado con lo que haces porque quiero esa noche. ¿Me has entendido?

Él sonrió y tras darle otro rápido beso dijo mientras ella salía del coche:

—Te llamaré.

Juan se alejó bajo la lluvia mientras ella, preocupada, se dirigió hacia su habitación.

Загрузка...