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El veintisiete de diciembre Noelia y Tomi quedaron con las hermanas de Juan para ir de compras. En esta ocasión, Manuel, el orgulloso abuelo, volvió a hacer de niñero con Joel, Se quedó con su nieto e infinidad de biberones de leche. Divertidas y felices visitaron la tienda de la amiga de Almudena en Guadalajara. Una pequeña tienda de una joven diseñadora donde, sorprendido, Tomi tocó las telas, gustoso y encantado.

—Por el amor de my life ¡pero que ideal que es esto! —gritó al ver un fular a juego con una blusa azul.

—Pues todo lo que ves lo diseña y lo cose ella —rio Almudena cogiendo del brazo a su amiga.

—Alicia Domínguez. Te auguro una exitosa carrera —asintió Noelia mirando a su alrededor.

Aquella muchacha, en su pequeña tienda, tenía cosas preciosas y originales. Moda mucho más atractiva que muchas de las cosas que veía en las tiendas de Rodeo Drive.

—Gracias. Me encanta saber que te gustan —contestó emocionada.

Conocía por Almudena que aquellos dos guiris eran personal shoppers que viajaban por el mundo y si recomendaban alguno de sus modelos a alguno de sus dientes podría ser beneficioso para ella y su negocio.

—Oh Dios, soy lo más ¡Que lindo estoy! —gritó Tomi al mirarse en el espejo y verse con uno de aquellos fulares estampados—. Esta noche ligo fijo… fijo.

—¿Dónde vas esta noche? —preguntó Almudena divertida.

—Salgo de copichuelas con el divine de tu bother y algunos de sus musculosos compañeros. ¡oh my god¡Estoy emocionado. Estaré rodeado por verdaderos Xmen only para mi —Sorprendidas por aquello las tres hermanas se miraron y finalmente Eva murmuró:

—Como diría mi abuelo, ¡que Dios te pille confesado hermoso! Salir con esos machos alfa de copichuelas a veces no es lo más recomendable.

—Sí lo dices porque su ruda y varonil heterosexualidad me puede asustar… Oh no, queen no. Yo solito con mi suavidad y mi lengua viperina puedo con cualquiera de ellos. Es más, que tengan cuidado, no les asuste yo a ellos.

—Lo que daría yo por veros esta noche por un agujerito —rio Irene al escucharle. Ver a los rudos compañeros de su hermano con aquel podía ser todo un numerito.

—Por cierto Almu —dijo Alicia tras descolgar una blusa—. El otro día vi a Raúl y me preguntó por ti. ¿Recuerdas a Raúl?

Almudena sonrió, ¿cómo no recordarle? Hacía dos años que no le veía pero pensar en él aún le hacía sonreír, pero al ver la cara de su hermana mayor dijo:

—No me mires así. ¿Quieres?

—Uis nenas, ¿quién es ese Raúl? —preguntó Tomi.

—El chico con el que tenía que haberse casado hace años —cuchicheó Irene.

—Buenoooooo habló doña decencia —rio Eva divertida.

—Ni decencia ni leches Eva María. Esta descerebrada dejó a Raúl para enrollarse con el innombrable del padre de su hijo y… ¡Zas!, ahora se ha quedado sin uno y sin el otro y con un muchacho que alimentar.

—Vamos… traumatizadita que estoy —se mofó Almudena mirando a Noelia.

—Sí… pero ahora estás sola, sola… sola —insistió Irene.

Eva, divertida por los aspavientos de su hermana mayor, añadió:

—Mira Irene, sé que lo que te voy a decir lo vas a considerar una gran vulgaridad, pero los hombres son como los pedos, le los tiras cuando quieres y punto pelota.

—Oh Dios mío, ¡qué vulgaridad! —protestó aquella mirando al cielo.

Aquello provoco una carcajada general de todos menos de Irene y cuando esta zanjó el tema con sus protestas Tomi se acercó a Eva.

—Guapa e inteligente. Uisss reina ¡tú vas a ser alguien en la vida!

Divertida por los comentarios, Noelia cogió una prenda y se la tendió a Irene.

—Ten pruébate este vestido gris y blanco. Estoy segura de que te quedará perfecto.

—¿No es demasiado moderno para mi?

Al escuchar aquello, todas rieron y Almudena empujando a su hermana murmuró:

—Anda… vamos para el probador que eres más antigua que el hilo negro —pero dos segundos después gritó—: La madre que te parió Irene, ¿cómo puedes llevar aún un sujetador matapasiones?

—Pero si es nuevo —se defendió.

Antes de poder decir nada más la cortina del probador se abrió y todos miraron con curiosidad el sujetador de aquella.

—Joderrrrrrr —murmuró Eva mirándola—, Pero cómo puedes llevar todavía un sujetador con la típica florecita de la abuela entre las tetas.

—Ay que angustia —susurró Tomi mirándola—, ¿Eso te pones diariamente?

—¡Pero bueno! —gritó Irene ofendida—. Este sujetador es nuevo. ¿No lo veis?

—¡¿Nuevo?! —preguntaron al unísono Eva y Noelia.

—Sí. Lo compré hace menos de un año en el mercadillo y…

—Por el amor de my life —cortó Tomi—. Eso de nuevo tiene lo que yo de ruso. Pero my love, ¿has visto donde te asientan las tetillas?

Noelia muerta de risa por los comentarios de todos tiró de su primo y tras cruzar una mirada con Almudena dijo antes de correr la cortina:

—Probaos los vestidos y recordad: tenemos que pasar por una tienda de lencería.

—Con urgencia —insistió Tomi quien de pronto al darse la vuelta y ver un vestido grito—. Oh dios mio cuchita ¡mira que divinidad! ¿No te recuerda a uno de tus Armani? El que te regaló Giorgio cuando estuvimos en Italia para su fiesta de cumpleaños.

Noelia, acercándose a la prenda sin percatarse de cómo les miraban Eva y Almu a lo tocó y respondió:

—No… no se parece al Armani, pero tiene un aire al Givenchy que llevé para la fiesta de Arnold, en California. Aunque este me parece mucho más bonito.

—Tienes razón. Es mucho más majestuoso —asintió Tomi tocando las plumas.

Noelia se fijó en el precio que ponía en la etiqueta.

—¿Cuatrocientos veinticinco euros? —preguntó sorprendida.

—¡Oh qué escándalo! —gritó Tomi llevándose las manos a la boca.

Aquel vestido en negro y blanco de corte sirena y con plumas a la altura de la cintura y en la parte inferior de la falda, con semejante diseño, textura y trabajo, en cualquiera de las tiendas donde ellos compraban hubiera costado mucho, pero muchísimo más.

Alicia, la diseñadora, al ver el gesto de aquellos se acercó y respondió casi avergonzada mientras Eva no les quitaba ojo:

—Es una tela muy buena, y las plumas están cosidas una a una, todas a mano —y mirando a Noelia murmuró—, Pero si le gusta, por ser amiga de Almudena, te haré un precio especial.

Confundida por lo que aquella le decía, la actriz sonrió y aclaró:

—Ay Dios, creo que me has entendido mal. Lo del precio lo decía porque me parece tremendamente barato. Este vestido debería costar muchísimo más.

—Niña eres lo más. Cómo mínimo deberías cobrar cinco vires más de lo que pides por él. Este vestido, con el trabajo que lleva, debería tener el mismo precio que el Dior que compraste para la fiesta de Johny Deep, aquel con el que te pusiste las joyas de Chopard aseguro Tomi aun sorprendido por el precio.

La joven diseñadora rio y Eva, sorprendida, preguntó:

—¿Tienes un Dior en el armario, has ido a una fiesta con Johnny Deep y te has puesto joyas de Chopard?

Rápidamente, Noelia reaccionó:

—Uf… ya quisiera yo. Ni caso, tonterías de Tomi.

El joven, al ver que de nuevo estaba metiendo la pata con sus comentarios, descolgó el impresionante vestido de fiesta y se lo tendió con mimo a su prima.

—Pruébatelo. Tienes que estar divina con él.

Eva, sin decir palabra, les observó intrigada. Aquellos dos habían zanjado el tema con demasiada rapidez y eso le hizo reflexionar. ¿Qué ocultaban?

Durante horas se hicieron los dueños de la tienda y se probaron todo, absolutamente todo lo que había, incluido Tomi que era el más fashion. Noelia se compró finalmente varios conjuntos de pantalón y camisa, un bolso, un vestido de gasa de noche y el glamuroso vestido con plumas. Alicia estaba rebosante de alegría. Nunca había vendido tanto a una sola dienta. Animadas por Noelia, las demás salieron con varias bolsas bajo el brazo. Aquella Nochevieja sería glamurosa y todos irían de punta en blanco para la cena.

Agotadas, felices y con media tienda dentro de sus bolsas, a las tres de la tarde decidieron ir a un restaurante para comer algo. Estaban hambrientos. Tras pedir los primeros platos Noelia, Almudena e Irene fueron al baño, la ex-embarazada se había manchado la camisa de leche, y tenía que cambiársela por otra. Mientras, en la mesa, sonó un móvil, Tomi, al reconocer que era el de su prima, lo sacó del bolso de aquella y gritó encantado:

—Salma, ¿cómo estás Darling? —tras escuchar algo contestó—. Oh sí, aún estamos en Spain. I love Spain es precioso y su gente estupenda.

Durante un rato Eva escuchó en silencio lo que aquel hablaba y se inquietó al notar que en ocasiones paraba su chorreo de palabras y la observaba. ¿Por qué la miraba así? Pero más se sorprendió al observar con detenimiento las manos de aquel. ¿Dónde había visto aquel anillo?

Finalmente Tomi se levantó de su asiento.

—En seguida vuelvo my Love. Voy a llevarle el teléfono a Noelia. Esta llamada es very importante.

Al levantarse tan precipitadamente de la mesa tiró un bolso al suelo, pero él ni se inmutó mientras se alejaba enfrascado en su glamurosa y alocada conversación. Eva dejó escapar un suspiro, se levantó de su silla y se agachó a recoger el bolso. Era el de Noelia y sus pertenencias estaban desparramadas por el suelo. Lo primero que recogió fue su pitillera de oro. Aquella que sacaba cada dos por tres para fumarse uno de sus cigarrillos. Al cogerla se fijó en el grabado y leyó Estelle N. Rice. P. Durante unos segundos se quedó mirando aquello sorprendida. ¿Estelle? Después cogió una pequeña agenda de tono violeta y, de pronto, de ella cayeron varias fotos. Al recogerlas Eva se quedó sin habla. Aquellas fotos eran de la actriz Estela Ponce y, al fijarse en ellas, saltaron las alarmas.

Copón bencito. No puede ser cierto lo que estoy imaginando, pensó nerviosa mientras su cabeza comenzaba a funcionar a toda máquina. ¿Noelia podía ser Estela Ponce?

Con rapidez miró hacia la puerta de los baños. Continuaba cerrada, y sin poder contener su necesidad de curiosear, cogió la cartera Loewe, a juego con el bolso, y estuvo a punto de gritar cuando vio el permiso de conducir americano y leyó «Estela Noelia Rice Ponce. Los Angeles. California».

—Joder… joder ¡Es ella! —murmuró a punto del infarto.

Con las pulsaciones a mil recogió todo. Lo metió dentro del bolso y se sentó de nuevo en su silla. Sacó su Blackberry y dio gracias al cielo al comprobar que había Wifi en el local. Sin perder un segando, entró en su correo y buscó el email que le había mandado su amiga Yolanda. Clicó en la foto que buscaba y miro de cerca un detalle. Dos minutos después, sus hermanas llegaban a la mesa, seguidas de Tomi y Noelia con el móvil en la mano. Eva, noqueada, fijó la vista en la mano de Tomi. El anillo era el mismo que se veía en la foto del hotel Ritz.

Uf… Dios mio. Esto es un bombazo informativo ¡que calor! pensó abanicándose con una servilleta. Lo que acababa de descubrir no la dejaba articular palabra.

Frente a ella estaba Estela Ponce. La diva entre las divas de Hollywood tomándose un café, con toda la tranquilidad del mundo parapetada tras una peluca y unas lentillas y ninguna de sus hermanas, ni ella misma, se habían dado cuenta. Pero ¿y su hermano? Le era difícil aceptar que su hermano no lo supiera. Seguro que se habían conocido en el operativo del hotel Ritz y por eso ella estaba allí. Pero algo no le cuadraba. Juan era un profesional y nunca se pondría a ligotear con nadie en medio de un operativo, y menos con una megaestrella de Hollywood como aquella. Tenia que hablar con él urgentemente.

Intentó comportarse con normalidad, pero le era imposible. Miró con curiosidad las manos Noelia y comprobó lo cuidadas y sedosas que parecían. Las uñas estaban perfectas y hasta las cutículas las tenía impecables. Después observó su reloj Piaget. Aquel que Tomi dijo que tenía diamantes engastados, lo que Noelia negó. Ese reloj debía de costar una millonada, no como el Gucci de imitación que ella se había comprado en el mercadillo de su pueblo. Acalorada posó su mirada en el bolso que minutos antes había recogido y al ver el símbolo de Loewe se convenció que aquello era tan verdadero como que ella se llamaba Eva María Morán. Así estuvo durante un buen rato hasta que Irene, sorprendida por lo callada que estaba, le preguntó:

—A ti que te pasa ¿has visto un fantasma?

Todos la miraron y con una tonta sonrisa se encogió de hombros.

—Sí te dijera que sí ¿pensarías que estoy como un cencerro?

El grupo volvió a reír y el camarero llegó con la cuenta. Noelia se empeñó en pagar pero esta vez fue Almudena la que no la dejó y pagó.

—Inmortalicemos el momento —sugirió Eva saliendo de su letargo con el móvil en la mano. Necesitaba pruebas. Necesitaba saber si aquella era quien imaginaba y se negaba a darle un tirón de la peluca. No, Noelia no se lo merecía.

Tras salir de allí entraron en una zapatería donde busca ron unas botas para Irene que no encontraron. AI salir Noelia cogió por el brazo a Eva y le preguntó:

—¿Crees que las botas de Loewe color chocolate que se ha probado Irene le gustaban y no se las compra por su precio?

—Sí. Estoy convencida. Pero ese dinero no se lo gasta mi hermana en ella ¡ni loca! Conociéndola se las comprará en el mercadillo —asintió esta y mirando a su hermana mayor dijo—: Irene haznos una foto.

Posaron sonrientes ante la cámara. Noelia se sentía feliz por haber encontrado el regalo de Reyes para Irene. De repente se escucharon los gritos de Tomi:

—Por el amor de Dior ladys. ¿Lo que ven mis bellos ojitos almendrados es una tienda de Adolfo Domínguez? —Todas asintieron—. I need entrar urgentemente en ella. ¡Vamos! Que esta noche quiero estar espectacular para los Xmen.

Todas sonrieron y entraron en la tienda. En el interior del local, Eva, más callada de lo normal, observaba mientras sus hermanas y Noelia, cuchicheaban con Tomi en referencia a un traje de seda azul. Con disimulo, escaneó a la actriz con la mirada y unió las piezas de su virtual rompecabezas. De pronto todo comenzaba a encajar y fue consciente que ella, Noelia, era la rubia de melena por los hombros que Irene había visto noches atrás besando apasionadamente a su hermano a través de la ventana. Veinte minutos después, cuando hubo consultado en su Blackberry cierta información sobre Estela Ponce y su primo Tomaso Anthony Nández Ponce se dirigió al grupo.

—Noelia, me gustan un montón tus gafas. ¿Dónde te las compraste?

—Son de la última colección de Valentino —murmuró Tómi—. Se las compré en Roma o ¿fue en Londres?

—Roma —respondió la propietaria.

—Bueno qué más da —rio el joven— ¿A que son lo más?

—Preciosas —asintió Eva—. Por cierto, me llama la atención lo mucho que viajáis.

—Nuestro trabajo lo requiere —sonrió Noelia sin prestarle mas atención.

Eva, anotando mentalmente todo lo que aquellos decían, miró directamente a la estrella de Hollywood.

—¿Me dejas que me pruebe las gafas? Me encantan.

La joven actriz, ensimismada en la charla con Irene, se las quitó y se las pasó. Eva observó detenidamente su rostro sin las gafas. No se notaba nada que aquel pelo no fuera suyo. Era increíble lo bien que hacían las pelucas. Aun así buscó bajo la maquillada ceja derecha la marca que Google le había desvelado que Estela tenía tras sufrir una caída de un caballo en el rodaje de una de sus películas.

Ahí está la puñetera marca, pensó al ver aquella pequeña cicatriz, pero con actitud coqueta buscó un espejo para mirarse y al instante comprobó que aquellas gafas no tenían graduación.

Vaya… vaya… por lo que veo, Estela te escondes muy bien pensó. Y, aprovechándose de que aquella no tenía las gafas puestas, le pasó su Blackberry a su hermana Almudena.

—Almu, haznos una foto —le dijo agarrando a Noelia del brazo.

Su hermana cogió el aparato que le tendía.

—Eva María, qué pesadita estás hoy con las fotos ¿no? Estás peor que cuando a Almudena le da por retratarnos —le reprochó Irene.

Sin darle mayor importancia la joven posó junto a Noelia, y cogiendo el móvil que su hermana le entregaba tras fotografiarlas murmuró entre dientes:

—Me gusta inmortalizar los momentos.

Finalmente se quitó las gafas y se las devolvió a su dueña que encantada reía por las ocurrencias de su primo. Noelia ajena a todo lo que aquella pensaba se las colocó, sin embargo, al sentir su insistente mirada tuvo que preguntar:

—¿Ocurre algo Eva?

—No… no. —E integrándose en el grupo dijo mirando a Tomi—: Por Dios chico, ese traje te queda divine. Ahora si que eres lo más.

—Estoy pa comerme, por delante y por detrás, ¿verdad? —se guaseó aquel mirándose en el espejo de la tienda.

El móvil de Noelia sonó de nuevo. Se lo sacó del bolsillo de sus vaqueros, sonrió al ver de quien se trataba y abrió la tapa. Desde hacía días estaba viviendo una luna de miel y pensaba disfrutarla a tope.

—Hola canija. ¿Dónde estás?

—De shopping en Guadalajara con tus hermanas.

—¿Todavía? —preguntó Juan sorprendido.

—Si crees que el otro día Tomi gastó dinero, espera a que lleguemos y veas todo lo que se ha regalado hoy.

Divertido por aquel comentario sonrió, estaba deseoso de verla.

—¿Tú no has comprado nada?

Mirando los bolsones que se amontonaban a sus pies asintió.

—Bueno… algo he comprado.

—¿Solo algo? —rio Juan.

—Lo confieso. He comprado mucho. Pero en la tienda de la amiga de Almudena tenían cosas tan maravillosas, que he estado a punto de comprar la tienda entera.

Feliz por escuchar su voz y por saber que ella estaba bien Juan sonrió. A pocos metros de él estaban sus compañeros preparados para un simulacro y le reclamaban. Antes de colgar indicó:

—Bueno tesoro, te dejo. Solo llamaba para saber si estabas bien. Luego te veo en casa ¿vale? Ah, y dile a Tomi que no me iré esta noche sin él.

Noelia sonrió y observando a su primo pavonearse ante el espejo con un bonito traje dijo:

—Que sepas que le vas a hacer el gay más feliz del mundo. No para de hablar de que le vas a presentar a otros Xmen como tú.

Juan se carcajeó.

—Recuerda cielo, no hagas planes con nadie a partir de mañana. Libro hasta el día siete de enero y tengo muchos planes contigo.

—¿Ah si? —rio gustosa.

—Si, preciosa.

—Vaya… me gusta saberlo.

—Más me gusta a mi canija —murmuró él antes de colgar. Noelia cerró su móvil y dejó escapar un suspiro. Le gustaba aquella sensación. Le encantaba Juan y se emocionaba al recordar la frase «luego te veo en casa».

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