35
Las horas en la base de los geo pasaban lentamente y el humor del inspector Juan Morán iba de mal en peor. Tras dar por la mañana la clase teórica a un grupo de los geos, salió a correr varios kilómetros con unos compañeros, pero le fue imposible concentrarse. Solo podía pensar en ella.
Su mente recreaba una y otra vez su sonrisa, sus labios, su dulce mirada, y recordar su modo de decir «vaya…» cuando se sorprendía inexplicablemente le hacia sonreír.
A la hora de la comida, Carlos que se había percatado de la ceñuda mirada de su amigo, cogió su bandeja y se sentó junto a el al fondo del comedor.
—Buena me la liaste anoche, nenaza. Ni te cuento como se puso la fiera de Paula al ver que te marchabas con otra.
Sorprendido por aquello Juan levantó la vista de su plato.
—¿Paula os la lió? Pero si ella y yo sabemos lo que existe entre nosotros.
—Lo sé tío, lo sé. Pero el rechazo en vivo y en directo ante todo el mundo jode, y anoche a Paula la jodiste pero bien.
—¿Cómo se te ocurrió hacerlo tan descarado? Si tenías claro que en el Croll iba a estar E.P. ¿Por qué no despachaste a Paula y luego fuiste al Croll?
Comprendía el reproche de su amigo. Lo había hecho mal. Muy mal.
—Luego la llamaré y le pediré disculpas.
—Harás bien. Porque como tú has dicho Paula es una tía que tiene las cosas tan claras como tú, pero eso no quita que le moleste si le hacen una jugada como la de ayer.
Juan volvió a asentir. No quería pensar en Paula, bastante tenía con Noelia. durante unos minutos ambos comieron en silencio, hasta que al recordar algo, se metió la mano en el bolsillo derecho de la camisa del uniforme y puso algo sobre la mesa.
—Toma. Ella me ha dado esto para ti.
Carlos, al ver el papel, lo cogió y al darle la vuelta vio una foto de la actriz y leyó en voz alta:
—«Con todo mi cariño y admiración para Laura. Espero que algún día pueda llegar a conocerte. Un beso, Estela Ponce».
—¡Joder! Mi churrita va a flipar cuando vea esto.
—No lo dudo —gruñó Juan sin parar de comer.
Carlos se guardó la foto satisfecho y preguntó a su taciturno amigo:
—Bueno qué… ¿Cuándo pensabas contarme lo que está ocurriendo? ¿Cómo apareció en tu vida? ¿Desde cuándo os veis?
Soltando el tenedor de mala gana sobre el plato, Juan contestó:
—Apareció hace unos días. Me preguntó si yo era el policía que la había salvado en el Ritzy… —soltó una risotada—, yo la eché literalmente de mi casa.
—¿Echaste a E.P. de tu casa?
—Sí.
Sorprendido por aquello Carlos cuchicheó:
—Tío sabía que eras tonto, pero no tanto.
—Luego ella me persiguió cada mañana por el campo mientras hacíamos footing y yo la rechacé.
—Joder, me estás dejando alucinado. Ese bombón, deseado por media humanidad, te perseguía y tú la rechazabas.
—Después la vi en el Croll con Damián y Lucas —continuó sin escucharle—. Al principio no supe que era ella, se había oscureció el pelo y se puso lentillas para pasar desapercibida y yo… yo…
Desesperado se rascó la cabeza ¿verdaderamente había ocurrido lo que contaba?
—A ver, relájate macho que te estoy viendo muy afectado —susurró Carlos mirando a su alrededor. Nadie podía enterarse de aquello o se formaría una buena.
—Esa noche la salve de las garras de Lucas porque estaba borracha, la llevé a mi casa, y no ocurrió nada. Pero desayunamos juntos y empecé a sentir que era algo más que la actriz que vemos en el cine, entonces volví a quedar con ella y…
—¿Te acostaste con E.P.? Joder tío… eres mi héroe.
Sin contestar, ni prestar atención a lo que su amigo decía Juan continuó.
—Anoche vi a Menchu en el restaurante, y ella me confirmó que se marchaba a Los Angeles y deseé volver a verla. Por eso os propuse ir al Croll. Luego allí, cada vez que ella sonreía y hablaba con otro me sentía enfermo y…
—Eso en mi pueblo se llaman celos —cuchicheó su amigo.
—No. Yo no soy celoso.
—Querrás decir… eras.
—No. No lo soy —afirmó con rotundidad.
—Joder tío, no me seas nenaza —rio Carlos—. ¿Estás celoso? Eso que has sentido se llama celos. Esa mujer te gusta y te gusta de verdad. Aunque bueno, lo raro sería que no te gustara, E.P. que es un bombón además de divertida e ingeniosa, anda vez que recuerdo como se metió a toda tu familia en el bote la otra noche ¡lo flipo!
Al escuchar aquello Juan se paralizó. En su vida había sentido celos por ninguna mujer. Pero realmente la noche anterior, cada vez que veía que Noelia bailaba o reía con alguno de los amigos de su hermana, se ponía enfermo. Sobrecogido por lo que acababa de descubrir, miró a su amigo que con una tonta sonrisa le miraba y preguntó:
—¿Por qué coño me miras así?
—Tío… estás perdido. Te has colado por tu exmujer, que curiosamente es… E.P. ¡casi na!
—¡Quieres dejar de llamarla así!
—No… colega. E.P. nadie sabe quién es. Pero si digo su nombre al completo ¿crees que la gente no sospechará?
Carlos tenia razón y tocándose los nudillos fue a hablar cuando aquel prosiguió.
—¿Has dicho que hoy se marcha?
—Si.
—¿Regresa a su perfecto mundo?
—Si.
—¿Te jode que se marche?
—Sí —siseó desesperado.
—Pues entonces ¿qué coño haces aquí sentado sin impedirlo?
Desconcertado, Juan le miró. ¿Qué pretendía su amigo que hiciera? Ella era una estrella del maravilloso y luminoso Hollywood y él simplemente un policía español que nunca iba a poder ofrecerle nada de lo que ella tenía ahora.
—Pero ¿qué quieres que haga?
—Joder, macho, pues lo normal en estos casos, impedir que se vaya. Si realmente te gusta, haz algo. No te quedes aquí cuajado y con cara de tonto.
—Es imposible Carlos. Ella es…
Sin dejarle terminar su amigo interrumpió:
—Sí. Ella es quién es ¿y qué narices pasa? A ver tío listo ¿Qué probabilidades había de que ella y tú os conocierais? Y menos aún de que volvierais a coincidir. —Al ver que Juan no contestaba prosiguió—. Joder, macho, que estás cosas solo pasan una vez en la vida y a ti te ha pasado dos veces y con la misma persona. ¿No crees que será por algo? Vale… os separan muchas cosas, entre ellas medio mundo, y un montón de ceros en la cuenta corriente, pero no me jodas hombre… si esa mujer te gusta ¡a la mierda el resto! Búscala, vive el momento y mañana que salga el sol por donde tenga que salir. Pero no te quedes con las ganas de saber lo que podría haber pasado.
—Vaya… —susurró Juan y rio como un tonto al darse cuenta que acababa de utilizar la misma expresión de sorpresa que utilizaba ella.
La positividad y empuje de Carlos le hizo reaccionar. Conocer a Noelia era una locura pero le gustaba esa locura. Miró su reloj. Las cinco menos diez.
—Ve a hablar con Sotillo —le animó Carlos—. Cuéntale lo que quieras. Estoy seguro de que no te pondrá ningún impedimento para salir. Te conoce y sabe que tú no te ausentarías de la base si no fuera por algo importante.
Juan se tocó la barbilla ¿debería hacerlo? Pero tras pensar en ella, lo vio claro. Debía intentarlo. Emocionado, Carlos siguió a su amigo hasta el despacho del superior. Diez minutos después este salía con una grata sonrisa en los labios.
—¡Perfecto! —aplaudió Carlos, y al verle correr hacia donde tenían aparcados los coches gritó—. ¿Dónde vas así vestido?
Levantando la mano a modo de despedida Juan no contestó. Deseaba llegar cuanto antes al parador. No tenía tiempo para cambiarse de ropa.