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El veinte de febrero, Juan llegó a España procedente de Irak y su padre y el abuelo Goyo fueron a recibirle al aeropuerto. Llegaba en un avión militar junto a otros compañeros y al ver a aquellos dos seres que tanto quería su cara se iluminó. Estaba cansado y agotado y solo deseaba dormir y descansar. Iras fundirse con ellos en un entrañable abrazo, los tres hombres de la familia Morán caminaron hacia el coche de Manuel y entre risas y bromas llegaron a Sigüenza.

Por la tarde, después de comer en casa de su padre con la familia y recoger a una histérica Senda, que al verle no paró de saltar y ladrar emocionada, cogió su coche y se marchó a casa. Deseaba llegar a su hogar. Cuando llegó suspiró aliviado al ver que no había ningún periodista, y sonrió al pensar con amargura la pesadilla acabó.

Al entrar y cerrar la puerta un extraño y hueco silencio le envolvió. Dejó su petate en el suelo y miró al frente mientras la perra, encantada, husmeaba en el salón. Los recuerdos vividos antes de su marcha inundaron su mente con más fuerza que un devastador tsunami. Agobiado, cerró los ojos y susurró:

—De acuerdo. Terminemos con esto de una puta vez.

Cogió su petate y se dirigió hacia el salón y lo recorrió con la mirada. Todo estaba en su lugar. Todo estaba limpio, pero al mismo tiempo vacío. Se dio la vuelta y caminó hacia la cocina. Una vez allí cogió la cafetera, la llenó de agua, echó café en el filtró y la encendió. Después subió a su habitación y tras tirar el petate sobre la cama se desnudó y entró en el baño. Diez minutos después y con algo de mejor humor salió de la ducha, abrió uno de los cajones de la cómoda y tras secarse con la toalla vigorosamente se puso unos boxer oscuros. Camino descalzo hasta su armarlo y sin mirar la cama lo abrió.

Cogió unos vaqueros y una sudadera gris y mientras se la ponía sus ojos se fijaron en algo que se había caído sobre el suelo del armario. Se agachó y al cogerlo blasfemó. Allí estaba la pequeña camiseta oscura que ella había usado para dormir.

Sin poder evitarlo se la acercó a la nariz y la olió. Aquel olor era el de ella. Un olor que había añorado todos y cada uno de los segundos de su desorientada existencia y que ahora añoraba todavía más. Con rabia recordó los titulares que había visto en las revistas «Estela y Mike ¿boda a la vista». Ni en Irak había podido alejar de su vista aquellas noticias. Finalmente decidió acabar con aquello y metiendo aquella camiseta en un cajón, directamente bajó a la cocina.

Una vez allí cogió un vaso y sacó un cartón de leche del mueble. Lo abrió y se sirvió. Calentó el café con leche en el microondas e instintivamente abrió el mueblecito de las galletas y las vio. Allí estaba el paquetito azul de las Oreo que tanto le gustaban a ella. Cerró el mueble de golpe y sin coger el café se dirigió de nuevo al salón. Rebuscó entre los CD de música y puso uno en el equipo. Al escuchar los primeros sones de aquella canción se le puso la carne de gallina.


At Last my love has come along / Al fin mi amor ha llegado

My lonely days are over / Mis días solitarios han acabado

And life is like a song / Y la vida es como una canción

At Last […] / Al fin […]

Mientras la voz de Beyoncé inundaba el salón se tumbó en el sillón con el mando del equipo en la mano y cerró los ojos.

Ella me dijo que esta música me ayudaría a relajarme. Ella… ella… ella…

Por su mente pasearon sin control momentos vividos con ella. Recordó su cara de sorpresa cuando le tapó la boca con cinta americana aquel día en el campo, su gesto de enfado el día que le tiró barró a la cara, su asustado rostro al entrar por primera vez en casa de su padre, su chispeantes ojos al comer las galletas Oreo sobre la cama, su divertida sonrisa cuando la hacía cosquillas, y su pasión en la mirada cuando le hacia el amor. Añoró su boca, sus ojos, sus manos, su encanto y tuvo que sonreír al recordar lo divertida que era y su maravilloso sentido del humor.

Las horas pasaron. Llegó la noche y Juan continuaba tumbado en el sillón escuchando la misma canción, una y otra vez, mientras revivía recuerdos. Momentos vividos con ella. Instantes que se había obligado a no revivir durante demasiados días. Pero que al llegar a su hogar, en soledad, se lo permitió.

Sonó el timbre de la casa y eso consiguió arrancarle de aquella dulce pero amarga agonía. Arrastrando sin ganas sus piernas hasta la puerta, al abrir sonrió al encontrarse en la puerta a Garlos, Lucas y Damián, junto a otros compañeros.

Entre risas y abrazos todos le saludaron, y cuando hubieron acabado con todas las cervezas frescas que había en el frigorífico, decidieron salir a tomar algo.

Al llegar al Loop, Juan se dio de bruces con el Pirulas, que al verle suspiró, agachó la cabeza y se acercó hasta su amigo dispuesto a lo que fuera.

Juan, al verle acercarse, se tensó. Sabía por Carlos y por Eva cómo llegaron las fotos de Noelia hasta la prensa y deseó partirle la cara, pero era consciente de que todo lo ocurrido fue algo tramado por Paula.

—Tranquilo Pirulas… no pasa nada.

—Joder macho —gimió aquel abrazándole ante todos— Lo siento. Siempre la cago contigo y con ella. Lo siento. Me merezco que me partas la cara ¡lo sé! Y te aseguro que no voy a defenderme. Me lo merezco… me lo merezco.

Durante unos segundos Juan se quedó quieto. Todos sus compañeros le miraban con gestó guasón. Finalmente, tras sentir la pena de aquel, le dio un par de palmadas en la espalda y le susurró al oído:

—Te he dicho que no pasa nada, Pirulas, pero si no dejas de abrazarme creo que si pasará.

Rápidamente, aquel se soltó y entonces Juan, con una sonrisa, volvió a abrazarle con fuerza.

—Ven aquí hombre… yo también me alegro de verle.

Pasados aquellos primeros segundos de tensión, todo se relajó y durante horas el grupo de hombres se divirtió jugando a los dardos, hasta que Lucas se acercó a unas jóvenes y Carlos murmuró:

—Vaya, Mariliendre ya está de caza.

Aquel pareció leerle los labios y, con una sonrisa, se acercó hasta ellos y se situó al lado de juan.

—Mi amiguita dice que estás muy bueno ¿quieres levantármela?

—Tranquilo, hoy no estoy de humor —respondió con mofa.

Aquel comentario hizo que Lucas sonriera y, sorprendiendo a aquellos dos, indicó:

—Si yo fuera tú, lo intentaría. Y no me refiero a esa jovencita de falda roja precisamente.

Juan clavó sus oscuros ojos en él y no respondió. Lucas prosiguió:

—Sé que no querrás hablar de ella, pero lo siento capullo, me vas a escuchar, Noelia es una mujer maravillosa, y no porque sea Estela Ponce, que eso te guste o no la hace más atractiva, si no porque ella ha sabido ver en ti algo que no ha visto en mi, y mira que no lo entiendo —se mofó—, porque estoy infinitamente más bueno que tú. Así que, deja de hacer el gilipollas y llámala.

—¿Alguien te ha pedido consejo Mariliendre? —gruñó Juan.

—No divine —sonrió aquel imitando a Tomi— Pero como diría mi abuelo Pepe, el de Cádiz, Camarón que se duerme se lo lleva la corriente. Por lo tanto, ¡espabila!

Dicho esto, levantó las cejas y se fue hacia el grupito de las jovencitas. Cinco minutos después ya tenía en el bote a su presa.

—Joder con Lucas, y parecía tonto —murmuró Carlos sorprendido.

Juan resopló a modo de respuesta. Había regresado a su vida, y de nuevo todo comenzaba a sobrepasarle. Carlos, al ver el gesto de aquel, aprovechó el momento y dijo sin importarle las consecuencias:

—A ver Juan, ella…

—No me jodas churri, y no empecemos con lo mismo —protestó con gesto duro.

—Escúchame joder. Ella se fue porque no quería perjudicarte en tu trabajo. Le repetiste tantas veces que era un problema, que al presentarse la prensa en tu casa y ver tu reacción decidió ponértelo fácil. Ella te quiere tío… ¡te quiere!

Al escuchar aquello juan le clavó la mirada.

—¿Y eso ahora a qué viene?

—Viene a que tienes que saberlo y hacer algo.

Furioso y con rabia contenida siseó:

—¿Me quiere? Vaya… cuánto me alegra saberlo.

—Sí… te quiere ¿pero en qué idioma hay que decírtelo para que lo entiendas?

—Tú estás tonto, joder —resopló Juan y dio un trago a su cerveza—. Acaso no has visto que ella ha rehecho su vida con Mike Grisman.

—Ese es un blandengue que no tiene media guantá. Si tú quisieras le levantabas a Noelia con una mirada.

—No… ella ya ha elegido y yo no voy a hacer nada —y despechado sentenció—: Que se quede con el Grisman.

—¿Noto cierto retintín en tu voz?

—Déjame en paz, Carlos.

Pero este continuó metiendo el dedo en la llaga.

—Vaya… me gusta saber que lees la prensa del corazón para saber de ella. Eso me hace pensar que todavía te interesa esa mujer, aunque sea Estela Ponce.

—Mira, no tengo porqué hablar de esto y menos contigo —le espetó a su amigo levantándose de la mesa con gesto desencajado.

—Oh sí… claro que lo harás —se levantó su amigo.

Dominando sus ganas de cogerle por el cuello para que callara y le dejara en paz Juan voceó:

—¿Te he dicho que quiera hablar de ello? ¿Te he preguntado yo por ella acaso?

—No. pero ya me conoces, soy algo marujil y entrometido. Estar casado con mi churri es lo que tiene ¡todo se pega!

Aquel comentario le hizo sonreír y Carlos prosiguió:

—Piénsalo. Ella te quiere, tú la quieres ¿Dónde está el problema?

—La llamé…

—¿La llamaste? ¿Cuándo? —preguntó sorprendido a su amigo.

—La noche que ella volaba hacia Los Angeles. Le dejé un mensaje en el buzón de voz. Le dije que no quería volver a verla en mi vida. Le grité cosas terribles de las que me avergüenzo y sobre las que no quiero volver a pensar.

Dando un empujón a Carlos para apartarle de su camino, Juan, se encaminó hacia la salida del local. No estaba dispuesto a escuchar nada más. Lucas miró a Carlos y este, con un gesto, le indicó que no se preocupara y fue tras él. Una vez fuera del local, Juan se encaró a su amigo.

—Se acabó Carlos, no quiero escuchar nada más. ¿Me has oído?

—Pues lo siento, porque creo que vas a tener que escucharme un poquito más.

Furioso, le dio un empujón acorralándole contra la pared.

—Maldita sea, Carlos. ¿Por qué coño te empeñas en recordarme algo que quiero olvidar?

—Porque como te dije una vez, sigues con el freno de mano echado y ya es hora de que lo bajes y seas feliz ¡joder! Además, tenía ganas de comprarme la pamela para la boda.

Aquel comentario y la sonrisa burlona fueron el detonante. Juan le asestó un puñetazo. Sin calibrar su fuerza, le dio tal golpe en el estómago que Carlos se dobló en dos. Pero este no se quedó quieto y, en cuanto sintió que su amigo aflojaba su fuerza, levantó la pierna y le dio una patada con tanto impulso que Juan acabó espatarrado en el suelo. Enfadado por su cabezonería miró a su amigo y, levantándose del suelo, gritó:

—¡No te das cuenta de que quiero continuar con mi vida! ¿Por qué te empeñas en hacerme recordar lo que no debo?

—Porque estás confundido y me parecerá estupendo que olvides, pero solo cuando conozcas la verdad de los hechos, Noelia tuvo miedo a que la echaras de tu vida, por eso fue dura contigo y se fue sin despedirse. No quería sentir tu desprecio. No quería ver cómo su presencia había arruinado tu trabajo. Por eso huyó. ¡Piénsalo!

Boquiabierto por aquella revelación clavó sus oscuros ojos en su amigo.

—¿Y tú cómo sabes eso?

Con una tonta sonrisa, Carlos se acercó a él.

Nenaza, uno tiene sus fuentes y te aseguro que son totalmente fiables.

Apoyándose en la pared para tomar aire, Juan susurró:

—No voy a dar marcha atrás Carlos…

—Pues harás muy mal pero por lo menos yo, a partir de ahora, podré dormir tranquilo por las noches sabiendo que lo intenté y te dije la verdad. Ahora tú, y solo tú deberás decidir qué quieres hacer. Pero estoy de acuerdo con Mariliendre: ¡Espabila!

Dos segundos después, los dos entraban de nuevo en el Loop donde se emborracharon.

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