CAPÍTULO 11

– Hey, Rebeca, ¿quieres ir a dar un paseo? -Preguntó Matt, obviamente después de haber esperado que la cocina estuviera limpia. -Me gustaría hablar un minuto o dos.

Rebecca miró alrededor de la gran sala del albergue. Logan había desaparecido, y Brandon y Paul sentados junto al fuego tenían sus ojos sobre ella, mirando muy interesados también. Maldición si quería permanecer aquí. -Seguro. -Cogió la chaqueta en el camino hacia la puerta.

Caminaron un rato en silencio, y luego Matt se aclaró la garganta. -He estado pensando… Tal vez yo fui demasiado grosero contigo, acerca de las cosas swingers y todo. Tú… Supongo que debo haber esperado que te involucraras inmediatamente.

Bueno, eso sonaba más como el hombre con el que se había mudado, el que era un hombre muy agradable. Tal vez ningún hombre tenía modales cuando perseguía sin treguas a una mujer, sobre todo una como Ashley.

Rebecca se dio cuenta que el sentimiento de traición se había desvanecido, especialmente desde que se había entregado a un ardiente sexo ella misma. Teniendo en cuenta que ellos vivían juntos, ella haría bien en dejarle en claro algunos conceptos. -Lo siento, Matt, pero nunca me voy involucrar. El sexo en grupo y el intercambio de parejas simplemente no es lo mío. Eso me enfría.

Él se echó a reír. -Y por lo que todos hemos escuchado, hoy no estabas exactamente fría. -Extendió la mano y le tomó la suya mientras volvían hacia el albergue. -He sido un idiota. ¿Crees que puedes perdonarme?

Dado que su estúpido comportamiento le permitió conocer a Logan, ella probablemente debería agradecérselo.

Además, en un día, estarían regresando a San Francisco, y todo esto quedaría en el pasado. Logan quedaría en el pasado.

La comprensión la retorció profundamente por dentro, produciéndole un triste dolor. Pero tenía que enfrentar los hechos. La realidad era que Logan no mostraba interés en nada más que en un fin de semana de diversión. La realidad era que ella vivía con Matt. La realidad a veces realmente podía morder.

Miró de nuevo al hombre a su lado. Agradable, sí, pero sin el profundo sentido de responsabilidad que tenía Logan. Si hubiera venido aquí con Logan, él habría garantizado su seguridad y comodidad, incluso si ella no hubiera consentido sus deseos. Qué extraño. A pesar de creer en la igualdad de derechos y de que ella podía luchar sus propias batallas, todavía le gustaba saber que su chico haría cualquier cosa que estuviera a su alcance para protegerla.

Matthew se quedaba corto.

Mientras caminaban por el borde del claro, ella arrastraba sus pies y veía el fino polvo brillar a la luz irregular de la luna. Un búho ululó en la distancia, no recibiendo respuesta a cambio.

La soledad avanzó lentamente a través de Rebeca. No importaba lo que pasara ahora, ella tendría que mudarse a su apartamento.

Al llegar al albergue nuevamente, Matt se aclaró la garganta. -Entonces, ¿me vas a perdonar?

Se dio cuenta de que no había dicho una palabra durante todo el tiempo. Uy. -Lo siento, Matt. -Ella abrió la puerta del albergue y dijo: -Pero no te preocupes. Yo…

Su aliento salió expulsado como si alguien la habría golpeado en el estómago.

Al otro lado, Ashley estaba sentada a horcajadas en las rodillas de Logan, mirando sobre su hombro a Rebecca y a Matt. Con una sonrisa de suficiencia, se inclinó hacia delante, presionando sus pechos contra la cara de Logan. Rebecca sólo podía ver la parte posterior de la cabeza de Logan, pero podía imaginar la expresión de su cara, teniendo a la sexy Ashley ofreciéndose a sí misma.

A pesar del dolor en el pecho, Rebecca logró moverse, y dio un paso atrás hacia el porche. Matt la siguió y la puerta se cerró detrás de él.


¿Ella había decidido unirse a los swingers, después de todo? ¿O volver con su novio? Logan examinó la sala del albergue y vio a Matt en un pequeño grupo al lado de la chimenea, jugando algún juego de tocarse. Sin Rebecca. Logan no la había encontrado afuera cuando hizo el recorrido. Ni en la cocina. Ni en su cama, no es que ella pudiera llegar sin el código de la alarma.

La ira roía sus entrañas como un roedor hambriento. Él no se consideraba un hombre particularmente celoso, ¿pero territorial? Infierno, sí. En los clubes fetiches y aquí, si un grupo de BDSM alquilaba las cabañas, podría jugar con una sub en público. Pero a diferencia de algunos Doms, no la compartía. Nunca.

Rebecca estaba en todo su derecho de cambiar de hombre a mitad de camino, pero podría haber tenido la cortesía de decírselo. Y no preocuparlo por haber desaparecido.

Con Thor pisándole los talones, Jake vagaba en la puerta, encogiéndose de hombros mientras se quitaba su chaqueta y la colgaba en el gancho. -Se puso frío. Parece que una tormenta se está avecinando.

Logan gruñó y se inclinó para rascar el costado de Thor. -¿Has visto a Rebeca?

– No. ¿Perdiste a tu mujer? -El sentido del humor de Jake le ocasionaba frecuentes ojos morados como a un niño.

Logan se limitó a mirarlo y consideró ocasionarle otro.

Sonriendo, Jake levantó las manos y retrocedió un paso. -Lo siento, hermano. No la he visto, ¿pero no has dicho que ella vino con Matt?

– Es cierto. Pero él está aquí en el albergue.

– Las luces están encendidas en esa cabaña.

– Por la forma en que este grupo intercambia camas, podría estar cualquiera allí -Logan se rascó la mandíbula -pero pienso que iré a ver.

– ¿Ella va a sufrir por haberte molestado?

– Joder, sí.


Bien, a ella le gustaba tener todas sus cosas alrededor otra vez, Rebecca decidió que tomaría otra ducha, se afeitaría las piernas, ¿a pesar de que cuál era el punto de tener la piel suave ahora? Y se lavaría el pelo con sus propios champú y acondicionador. Se había sentido demasiado incómoda para mover sus cosas a la habitación de Logan, ¿y no era una buena cosa que no lo hubiera hecho?

Él estaría allí ahora, dándole a Ashley una cabalgata enfrente de su chimenea. Sus manos se apretaron en puños con tanta fuerza que podía sentir las uñas cortando su piel. Dios mío, qué doloroso. Rebecca expulsó el aliento y sintió un sollozo brotar desde el fondo de su pecho.

No. Sin llantos. Nadie iba a verla mañana con los ojos rojos. No los swingers, no Logan. Muestra algo de orgullo, Rebecca.

Se puso su camisón nuevo, porque ella se merecía algo especial y empujó una silla cerca de la estufa de leña. Mientras su pelo se secara, intentaría concentrarse en Mujercitas, pero el libro no podía competir con los horribles sentimientos barriendo a través de ella. El deseo de arañar el rostro de Ashley la tenía a Rebecca clavando sus uñas en la suave portada del libro. Maldito Logan por encapricharse con esa perra desagradable. ¿Y por qué le dolía tanto que lo hiciera?

Ella no tenía ningún derecho sobre él, y oye, él probablemente tomaría las mujeres a diestra y siniestra. No era un swinger, es cierto, pero un hombre viril con, su aliento resopló, mucha habilidad y experiencia. ¿Y por qué le costaba tanto pensar en él sólo como una maravillosa… follada? Era una cosa típica de chicas, imaginar una relación donde no había ninguna.

¿Por qué ella no podía ser gay? ¿O una monja?

Alguien llamó a la puerta de su cabaña. Ella saltó, luego puso los ojos en blanco. Dos hombres del club habían estado por ahí ya, tratando de entusiasmarla con un poco de sexo. Al parecer, ¿tendría que rechazarlos uno por uno? -No estoy interesada, -gritó. -Vete.

Una llave raspó en la cerradura, y el picaporte se movió. ¿Matt nunca aprendería? Se levantó de un salto. -Ya te dije…

Anchos hombros llenaban la puerta y fríos ojos azules se dispararon a los suyos.

– ¿Logan? -Ella dio un paso atrás.

– Muy bien -dijo con voz seca. -Te acuerdas de mí. ¿Con el que has estado follando durante los últimos dos días? -Caminó hacia ella, tan imparable como un camión, y ella se alejó hasta que su espalda golpeó contra la pared. Él puso una mano abierta a cada lado de ella, atrapándola. Nunca la había mirado tan enojado, ni siquiera cuando había estado caminando sola.

– Me acuerdo de ti. -Entonces ella también recordó por qué había ido a la cabaña. Su columna vertebral se enderezó. -Pensé que estarías -le escupía las palabra a él -follando con Ashley esta noche.

– ¿Ashley? -Sus cejas se juntaron como si se hubiera quedado perplejo. -Oh, la rubia cachonda. No me la follaría… -De repente la ira desapareció de su cara y sus labios se curvaron. -¿Tú la viste saltar sobre mí y pensaste que estaría ocupado esta noche?

¿Por qué tenía la sensación de que estaba un paso por detrás de él? -Bueno, sí. Si ella no te ahogaba con sus pechos, -dijo secamente.

– Tú debes haber entrado y salido en cuestión de segundos, entonces, pequeña, -dijo en voz baja, acercándose hasta que pudo sentir el calor de su cuerpo a través de su fino camisón. -Justo después de que empujó sus tetas en mi cara, me puse de pie. No estoy seguro de qué se vio más afectado, su culo o su orgullo.

Rebecca se atragantó con una carcajada y trató de contener la embriagadora sensación barriendo a través de ella. Él había rechazado a Ashley. Había venido a buscarla.

– Parece que tuvimos un poco de falta de comunicación aquí. -Su mano le tomó la barbilla. -Creí que habías decidido saltar a otra cama esta noche.

– Ew. -Ella arrugó la nariz. -Por favor.

Su sonrisa se encendió, oscura y perversa. -¿Entonces no estás toda vestida para… ah, el entretenimiento? Su mirada recorrió hacia abajo su figura, y ella se volvió extremadamente consciente de lo transparente y provocativo que lucía su camisón. Apoyando un antebrazo contra la pared sobre la cabeza de ella, él le corrió su otra mano hacia abajo por el cuello, a través del escote de encaje de la prenda. -Muy bonita.

Ella llevó sus brazos hacia arriba y los cruzó sobre su pecho. -Me puse el camisón sólo para mí. -Se mordió el labio y añadió: -Me sentía un poco triste.

– Ah. -El pliegue apareció en su mejilla. -En ese caso, quizás necesites un incentivo. -Tomó un firme agarre en sus muñecas y le bajó los brazos a los costados. -Déjalos ahí, pequeña sub, -le advirtió.

– Yo no soy una…

– Silencio.

La orden impartida envió calor reuniéndose dentro de ella como si la hubiera tocado.

Arrastró un dedo hacia abajo de su cuello y en la parte superior del camisón. Ella sabía que la fina tela dorada no ocultaba el endurecimiento de sus pezones. En realidad, que no ocultaba nada. Ella lo había comprado suponiendo que estaría un poco bebida y con Matt, no sobria y con alguien que le hacía curvar los dedos de los pies cada vez que lo miraba.

– ¿Sabes lo magnífica que eres? -él murmuró, metiendo la mano en el escote para acariciar su pecho.

Ella se puso rígida. Había pensado mejor de él. -No me trates en forma condescendiente, Logan. Tengo sobrepeso y…

– Rebeca, si fueras flaca, no tendrías estos. -Su mano se ahuecó en su pecho, su pulgar frotando su pezón de una manera que sus piernas se debilitaron. Su otra mano se deslizó por su espalda y se curvó en su trasero, tirando de ella en contra de la gruesa erección. -Soy un hombre grande, dulzura. Cuando me corro sobre una mujer, me gusta suave, no un conjunto de palos que podrían romperse. -Apoyó su peso sobre ella. -Si yo deseo un lugar donde poner mi cabeza, o el resto de mí, prefiero una almohada a una roca. -Su mano masajeaba sus nalgas. -Tú, pequeña rebelde, eres una almohada, y yo quiero justamente eso.

Ahora que pensaba en ello, Logan no se molestaría con mentiras. Si no le gustaba algo, él no sería discreto al respecto. Por el contrario, si decía que le gustaba algo, ella podría ser capaz de creerle. Una extraña sensación corrió a través de ella cuando intentó verse a sí misma a través de sus ojos, trató de modificar el significado de la palabra suave de algo despectivo a algo valioso. Ella era suave y deseable.

El picaporte de la puerta se sacudió, y un hombre dijo en voz alta, -Rebecca. Traje un poco de vino.

Logan le mordió el hombro, un dolor agudo que la hizo saltar y sin embargo, despertó un latido más abajo. Él levantó la cabeza. -Ruidosa cabaña tenemos aquí. Deberías presentar una queja ante la dirección.

Ella soltó una carcajada. -Voy a hacer eso. -Agarrándose de los brazos de Logan, se puso de puntillas para decir por encima del hombro, -Lo siento, pero estoy ocupada.

– La administración propone una cabaña diferente, -dijo Logan en su oído. -Una donde las manos desobedientes puedan ser debidamente refrenadas. -Se quitó las manos de sus brazos y las llevó a la boca. A medida que mordía sus dedos, ella no podía dejar de recordar cómo sus labios se habían sentido moviéndose por su coño. Cuando él mordió la suave carne justo debajo de su pulgar, un chisporroteo disparó directamente a su clítoris. -Vamos, cariño.

– O-ok. -Si ella pudiera caminar tan lejos. -Sólo déjame cambiarme, y yo…

– No, me gusta lo que estás usando. -Echó un vistazo alrededor de la cabaña. -Empaca tus cosas.

Oh, por supuesto, ¿como si fuese a desfilar a través de la sala del albergue en un camisón? Empacaría, seguro. Y luego se cambiaría. Tirando la maleta sobre la cama, puso sus cosas, dejando de lado un par de pantalones vaqueros y una camisa. Ahora que lo pensaba, ella no podía entrar en el albergue con una maleta. Bien podría también llevar un cartel que diga “SOY UNA PUTA”. Miró a Logan. -Voy a dejar mi maleta aquí en el porche y recogerla en la mañana.

Sus ojos se arrugaron, y vio la risa aligerar sus ojos azules antes de que él la arrojara por encima de su hombro.

Ella luchó para encontrar el aliento que él le había quitado. -¡Hey!

Con un brazo sobre sus muslos, la aseguró en el lugar, salió de la cabaña con la misma facilidad como si llevara un bolso sobre su hombro y no una mujer. Acomodó algo abajo, cerró la puerta, y lo recogió. Su maleta. Había cogido la maleta, obviamente con la intención de dirigirse hacia el albergue. Con su equipaje y con ella en un fino camisón colgando por encima de su hombro.

– Bájame. No me vas a mostrar como un premio que ganaste. -Ella se retorció en su hombro, pateando con sus piernas.

Su agarre se apretó. Con una risa baja, dijo, -Tú sabes, yo puedo llevarte a ti y a tu maleta si te quedas quieta. Si luchas, voy a necesitar las dos manos, y la forma más fácil de mantener a una mujer por encima del hombro es con una mano en el culo, y la otra entre sus piernas. Tu elección, mascota.

Oh Dios, no lo haría.

Él lo haría.

Dejó que su cuerpo se afloje.

– Sabia elección. -Volvió caminando por el sendero, balanceando la maleta a su lado. -Pero la otra manera habría sido más divertida.

El albergue estaba ruidoso cuando entraron, y Rebecca mantuvo la cabeza baja. Tal vez él se dirigiría a su puerta sin que nadie lo viera.

Cerró de un golpe la puerta del albergue y la sala se quedó en silencio. Él se acercó a la puerta de arriba.

Rebecca cerró los ojos muy apretados. Machista imbécil. Cabrón, machista idiota.

Unas botas sonaron en el piso de madera. -Déjame sólo abrir nuestra puerta para ti, hermano. -La voz de Jake se sacudía de risa. El teclado sonó, la puerta chirrió ligeramente al abrirse.

– Gracias. -Logan se dirigió a los swingers. Él le acarició el trasero. -Es mía. -Su voz tenía un borde violento que ella no había reconocido, pero el tono de amenaza se deslizó alto y claro. -Y yo no comparto.

Subió las escaleras. Hacia su habitación. En el momento en que él la arrojó sobre el sofá de la sala de su casa, ella todavía no había encontrado una forma adecuada de hacerlo sufrir antes de morir.

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