Las semanas desde que Rebecca había regresado a San Francisco habían sido ajetreadas. Había estado demasiado ocupada para pensar en las montañas o en las vacaciones… o en hombres que no la querían. Y aún así, en intervalos con demasiada frecuencia, un sentimiento se arrastraba a través de ella como si hubiera olvidado algo, o dejado algo atrás. Tenía que detenerse y verificar. Llaves en el bolso, bolso sobre el hombro.
Al principio, pensó que extrañaba su apartamento, pero realmente no lo hacía. ¿Su trabajo? Pero renunciar le había traído nada más que alivio. Así que tuvo que enfrentar los hechos. Echaba de menos a la montaña y al albergue tanto como a los recuerdos que eran como una bola pesada en su estómago. Cuando cocinaba, seguía haciendo a un lado los pedazos para Thor.
Y cuando pensaba en Logan, ella intentaba realmente, realmente duro no pensar en él, quería volver con él tan desesperadamente, que había tenido realmente las llaves de su auto en la mano un par de veces. Por la noche, daba vueltas, buscando su calidez, necesitando sus brazos alrededor de ella. Cómo podía extrañar a alguien que había conocido por menos de una semana, no tenía ningún sentido. Sin embargo, dondequiera que iba, escuchaba su profunda voz.
Ella había comprado cinco camisas de franela su primera semana de vuelta a San Francisco.
Verdaderamente patético, Rebecca. Con un suspiro de exasperación, Rebecca salió de su dormitorio temporal y se dirigió al salón de Pepper. Hizo un movimiento afirmativo con la cabeza a su alta y delgada amiga, miró el sofá púrpura y se estremeció, y luego se dejó caer en una silla acolchada de color verde. -Me sorprende que tus globos oculares no sangren.
– Sólo porque tú luzcas horrible cerca del púrpura no quiere decir que todos lo hagan. -Pepper sonrió y suavizó su pelo negro. -¿Ya has desempacado todo?
– Ya está todo.
– Sin trabajo, sin apartamento, con tus cosas en el depósito. Has estado muy ocupada. -Pepper se dirigió a la pequeña cocina del apartamento y reapareció con dos cervezas. -Así que ¿qué sigue en esa detallada lista tuya, mi artística amiga?
Rebecca tragó un poco de la fría y oscura cerveza. -Es sobre todo una lista de lo que no quiero, hasta el momento. No más puestos de trabajo sin sentido. No más ciudades. -No más sexo aburrido.
– ¿Seguro que no estuviste consumiendo drogas en esas vacaciones que tomaste?
Rebecca se echó a reír. -No, en realidad estuve pintado. -Y tuve montones y montones de sexo. -Eso es lo que planeo hacer ahora. Dibujar algunos libros para niños en la universidad. Llamé a algunos contactos hoy y parece que puedo hacer eso a tiempo parcial. -Dejándole el resto del tiempo para la pintura. Y había una satisfacción embriagadora en darle vida a un libro. Incluso mejor, ver a un niño disfrutar de él. ¿Eso es un cuento real, papá?
– Muy bien. Marca el tilde en el trabajo. -Pepper golpeó sus doradas uñas con lentejuelas en su cerveza haciendo un sonido tintineante. -¿Dónde vas a vivir?
– Bueno, puedo trabajar en cualquier lugar como ilustradora. -Rebecca inclinó la cabeza hacia atrás. -Pero no estoy lista para tomar una decisión sobre eso todavía. -Se pondría a estudiar un nuevo estado. Ver adónde quería ir.
Apretó los labios. Jake mencionó viajes periódicos de ellos a San Francisco para juntar clientes para el albergue y divertirse. Cuando ella había entregado la llave de su apartamento, se dio cuenta que había albergado una loca esperanza de que Logan apareciera en su puerta. Él sonreiría y le diría que le debía una mamada. No lo hizo. Y ahora ella no tenía un lugar donde él pudiera encontrarla. Maldito seas, Logan. El dolor en la garganta hizo que el próximo trago de cerveza sea dificultoso. Se obligó a dejarla.
Pero ella tenía ese tercer elemento en su lista para tratar. Antes de que se dirigiera hacia un área rural donde no conocía a nadie, necesitaba saber si el sexo espectacular con Logan se debió a esa cosa de Dom/sub o a Logan por sí mismo. Si encontrara otro Dom, ¿iba a ser igual de bueno? No lo podía imaginar, pero nunca podría haber imaginado tampoco que iba a permitirle a alguien atarla, o desnudarla y ponerle esas cosas…
– Whoa, amiga, te pusiste roja. – Pepper sonrió. -Creo que hay algo que no me estás diciendo. ¿Qué ocurrió exactamente en esa montaña? ¿Además de que tú y Matt rompieron?
Rebecca sintió su rostro cada vez más caliente. Luego se echó a reír. -Hombre magnífico. Caliente, escabroso sexo.
Pepper parpadeó. -¿Tú? ¿Escabroso sexo? -Puso su cerveza en la mesa de café y se inclinó hacia delante. -Cuéntame, y no escatimes detalles.
– No hay detalles, voyeur, pero sí necesito tu ayuda. Y está relacionado con el sexo escabroso. -Miró a Pepper. Aún con todos los secretos que habían compartido con los años, esto podría ser embarazoso. -Ya conoces a todo el mundo en la ciudad.
– Bueno, duh. Administro un bar. Por supuesto que los conozco a todos.
– Um. -Rebecca tomó la botella en sus manos. -BDSM. ¿Conoces a alguien que esté en eso? Quiero ir a uno de los clubes y pensé que… un guía estaría bien.
– Santa Madre. Tú absolutamente no me estás diciendo que te has metido en la sumisión y… -Los ojos azules de Pepper se agrandaban a medida que miraban fijamente a Rebecca. -Tú lo hiciste. Tú lo eres. -Cayó hacia atrás en el sofá, riendo tan fuerte que se atragantó, tosió y se atragantó de nuevo.
Rebecca frunció el ceño. -Ya sabes, todo este ataque es bastante insultante. No soy exactamente una virgen.
– No, pero… -Aferrándose a la parte de atrás del sofá, Pepper se incorporó a una posición sentada. -Bueno, bueno, déjame pensar. Ángela. Sí, ella podría mostrarte algo. Tú la conoces. La fiesta de Navidad de Lew, ¿recuerdas?
– ¿Rubia alta, tacones aguja, y un vestido ajustado?
– Ella. Ella es una Domme, así que si vas con ella, nadie te va a molestar. A menos que tú lo quieras.
Rebecca se mordió el labio y asintió. No tenía sentido hacer un viaje de descubrimiento y detenerse a mitad de camino. -Llámala.
No había amanecido todavía. Logan abrió los ojos un poquito, permaneciendo perfectamente inmóvil. ¿Qué lo había despertado? No había ruidos, excepto el rugido siempre presente del tráfico en la ciudad de mierda.
Una ráfaga de aire frío le rozó la mejilla, a pesar de que había cerrado las ventanas antes de retirarse. Y había demasiada luz.
Ah. La puerta de su habitación de hotel estaba entreabierta con la luz del pasillo derramándose en el borde. Oyó el roce ligero de un zapato en la alfombra, viniendo detrás de él.
Bueno, maldición, tenía un ladrón en su habitación.
La adrenalina le atravesó el cuerpo mientras obligaba a sus pulmones a respirar profundo y lento. Aún dormido, ¿ves? Acércate…
Otro soplo de ruido. Logan se dobló en la cama, tirando las sábanas sobre la cabeza del intruso. Él se acercó por detrás, lo agarró, y…
– Jodidamente increíble -La voz de Jake. Bajo el edredón.
– ¿Qué demonios estás haciendo? -Logan golpeó la parte superior de la cabeza de su hermano antes de tirar las mantas hacia atrás.
– Imbécil, -Jake gruñó. -¿Es que nunca duermes?
– Has perdido tu habilidad, hermano. Pude oírte desde el momento en que atravesaste la puerta, -mintió Logan. -¿Qué estás haciendo aquí?
Jake se dejó caer en la silla junto a la pequeña mesa. -Pensé que tenía que darte una última oportunidad para sacarte de las casillas. -Arrastró un dedo en un saludo simbólico. -Has pasado la prueba con gran éxito, soldado.
– Maldita sea. Pensé que tendría una buena noche para dormir, por lo menos. -Durante las últimas semanas, se había estado despertando todas las noches. Jake le había hecho los honores al principio, y luego cada veterinario de la zona de Yosemite se había presentado para ayudar.
Y aquí Jake siempre había dicho que no se había metido en el sadismo. Con un gruñido de fastidio, Logan se dejó caer en el extremo de la cama. -¿Vas a quedarte aquí?
– Alquilé una habitación hacia abajo del pasillo, pero me voy de regreso en la mañana. Quería asegurarme de que estabas bien en cualquier parte, además de en tu propia cama.
– Buen punto. Gracias.
– Mi placer. -Jake se frotó la cabeza e hizo una mueca. -¿Por qué no estás en la cama con la pelirroja?
Logan gruñó. -¿Qué clase de persona desconecta su teléfono sin dejar un número de transferencia?
– ¿Ella hizo eso?
– Sí. Y su correo ahora va a una casilla postal.
– ¿Ella se esfumó? ¿Por qué?
– No lo sé. -Logan merodeaba por la habitación, demasiado acelerado para sentarse. -Estoy malditamente decidido a encontrarla. Cuando llegues a casa, desentierra los números del resto de los swingers. Alguno de ellos tiene que saber algo, probablemente el idiota del novio.
– No hay problema. -Jake miró su reloj. -Yo debería estar ahí en algún momento temprano de la tarde.
– Suficientemente bueno. -Logan se dejó caer en el extremo de la cama y miró el reloj. Las condenadas dos de la mañana. -Y, ¿Jake? Sobre tus llamadas para despertarme. Vuelve a hacerlo, y voy a reventar tu cara. Y no será a causa de una pesadilla de mierda.
– Whoa. -Rebecca entró en El Refugio Oscuro y se detuvo en seco cuando una mujer desnuda la pasó al trote. Una música dura y desagradable provenía desde la parte posterior de la discoteca. Sofás y sillas dispersos aquí y allá formaban pequeñas áreas aisladas. Más mesas y sillas resaltaban a un lado cerca de una larga barra de metal. Gente en todas partes, el aspecto rudo predominante. Un hombre caminaba vestido sólo con tatuajes y un taparrabos. Montones de puños para muñecas, esposas, y puños para tobillos tanto en hombres como en mujeres. Algunas mujeres estaban vestidas como Ángela. Botas de látex altas hasta el muslo con tacones de aguja, ceñidos látex que empujaban las tetas hacia arriba, brazaletes de metal. No eran mujeres que quisieras encontrar en un callejón oscuro, sin importar lo breve que fuera. Una de ellas llevaba un látigo pegado a su cinturón. Otras mujeres vestían nada más que los puños. Algunas hacían topless. Había sostenes y ropa transparente y minifaldas.
Ángela se echó a reír y colgó un brazo alrededor de Rebecca. -Bienvenida a lo excéntrico e inolvidable.
– No me digas. -Rebecca sacudió la cabeza. -Me siento como Alicia en el país de las maravillas. -Gracias a Dios que había buscado una guía. De lo contrario este lugar podía abrumarla totalmente. Definitivamente había conseguido una guía maravillosa. Después de llegar a la casa de Pepper con un montón de ropa para Rebecca, la Domme había dispensado consejos de moda y, luego apoyo moral después de escuchar la historia de Rebeca.
Rebecca se alisó la falda plisada de vinilo, deseando que fuera dos o tres pulgadas más larga. Pero al menos la falda entera escondía sus caderas bastante bien, y el corsé negro disimulaba su estómago de forma agradable.
Ángela pasó la mano por su brazo. -Te ves divina, y yo sigo pensando que es una pena que no camines a mi lado por la calle. Ahora ve a dar una vuelta. Yo me voy mantener a distancia para que la gente no crea que estamos juntas. De lo contrario ningún Dom se te va a acercar.
Rebecca miró hacia la barra. Un par de cervezas vendrían realmente bien en este momento.
Ángela le siguió la mirada. -Nada de alcohol para ti. El BDSM y la alteración del juicio no van bien juntos. Especialmente si tú y tu superior no se conocen entre sí.
Dos mujeres pasaron rozándola, una un paso más atrás llevando un gran collar de cuero como el de Thor. Huh. Rebecca frunció el ceño. Un sorprendente número de personas, sumisos, llevaban collares, por lo general acompañados por sus Doms. Cuero con tachas, cuero ancho que mantenía la cabeza de la persona en alto, de acero fino. La mayoría tenía anillos, algunos con cadenas que iban a las abrazaderas de los pezones o a los puños de las muñecas. Los ojos de Rebecca se estrecharon.
Esa noche en la habitación de Logan, Jake había dicho algo… “¿No le pones un collar, hermano?”
– Esos collares, -Rebecca le dijo a Ángela abruptamente. -¿Qué significan?
– Eso varía. -Ángela sonrió a una mujer encadenada a la pared. -A veces simplemente resultan útiles. -Luego asintió con la cabeza hacia una pareja gay. -Pero para gente como Alan y Peter, con una relación Dom/sub a tiempo completo, un collar es equivalente a un anillo de bodas. O a veces, también puede significar que estás en una relación Dom/sub, y no estás disponible. Meggie lleva el collar cuando venimos aquí.
Relaciones. ¿Qué había dicho Logan? "No soy un maestro de tiempo completo".
– Simplemente significa un compromiso. Ya sabes, una relación estable.
“Basta, cabrón”, Logan había gruñido “No va a pasar”.
Rebecca se llevó los dedos a su cuello, para recordar cómo Logan cerraría la mano en su garganta, nunca lo suficiente para cortarle la respiración pero lo suficiente para demostrar su control. Un collar sería un símbolo de ello. Su control. Y compromiso. ¿Por qué él no había…?
– Cariño, deja de pensar en el pasado. Estás aquí para divertirte. -Ángela le dio unas palmaditas en el brazo a Rebeca. -Recuerda, si no funciona para ti o si te sientes incómoda, simplemente di no. Voy a estar cerca.
Divertirse. Aprender algo. Seguir adelante. -Gracias, Ángela.
– Chica, tú ya me pagaste de más. Esa imagen que dibujaste de Meggie arrodillada sumisa es lo más bonito que he visto nunca. -Ángela le dio una sonrisa maliciosa. -Además, me gusta observar a los novatos en el club. Ahora ve a buscar tú misma un Dom.
Rebecca tomó una fortificante respiración y se dirigió a través de la multitud, tratando de no mirar estúpida y abiertamente a… todo. Las representaciones bien iluminadas en la pared derecha e izquierda tenían multitudes a su alrededor; en una había dos hombres que demostraban cómo atar a una mujer desnuda con un trillón de cuerdas y suspenderla desde el techo. En la escena de la derecha había un anciano blandiendo un látigo. El crujido y las ronchas rojas que aparecían en el joven amarrado a un poste le revolvieron el estómago a Rebecca.
Ángela dijo que bajara las escaleras para conocer gente y, de hecho que utilizara los aparatos. Rebecca presionó la mano sobre su estómago para calmar su nerviosismo y parpadeó al sentir el látex apretado. Después de mirar por encima del hombro para asegurarse de que todavía tenía su escolta, se dirigió hacia abajo por las escaleras y se detuvo en el último peldaño.
Un extraño aparato estaba instalado por todas partes: marcos en forma de X, marcos en forma de cruces, se veían mesas con forma de caballo. Había esposas colgando de una viga baja. Mesas largas, a la altura de la cintura, recubiertas de cuero tenían personas amarradas sobre ellas. Un Dom goteaba cera sobre los pechos desnudos de su sub. Rebecca se estremeció. La música del piso de arriba apenas se oía sobre el sonido de látigos y otras cosas golpeando carne y los gemidos, quejidos y gritos.
Bueno, ella no tenía que hacer nada, ella no quería hacer eso, ¿verdad? Miró a su alrededor, tratando de parecer disponible. “No te acerques a un Dom”, Ángela le había aconsejado. “Todos los movimientos son de su ellos”.
Mientras caminaba por la habitación, los hombres se acercaban a ella. Los Dom. Había hablado con ellos un poco, pero cuando les preguntaban si quería jugar, ella los rechazaba. Una mujer la encaró, luego otro hombre. Después de vagar de nuevo hacia la zona de las esposas, se detuvo a mirar. ¿Cómo sería ser una de esas personas cuyos brazos estaban atados de esa manera? Una mujer estaba encadenada mirando hacia la pared, y otra mujer en un catsuit [18] de cuero de color rojo oscuro empuñaba un palo largo a través de su espalda y cadera, comenzando ligeramente, pero ahora Rebecca podía ver que la piel se ponía roja. Su estómago se acobardó hasta que ella se dio cuenta que los guturales gemidos de la sub no eran, obviamente, por quejarse de dolor.
Un hombre de unos cuarenta años con un traje negro se detuvo junto a Rebecca, miró a las mujeres, y luego miró a Rebecca. -¿Es esta tu primera vez aquí?
– Um. Sí. No sé mucho sobre esto. -Cuando ella lo miró a los ojos, tuvo esa sensación de debilidad casi como le hacía sentir Logan, sólo que sin el Dios-yo-te-quiero sacudiéndola. -Um.
Él le sonrió y se acercó un poco más, invadiendo su espacio personal. Deliberadamente. Sus oscuros ojos marrones la observaban, recordándole tanto a Logan que le cortó la respiración.
Cuando él frunció el ceño, empujó a Logan hacia atrás de su mente. Este Dom medía casi un metro y ochenta centímetros con anchos hombros. Cabello negro moteado de plata bien recortado. Su rostro parecía finamente cincelado, casi aristocrático en comparación con los rasgos ásperos de Logan. Pero tenía la misma abrumadora sensación de autoridad.
– ¿Has venido con alguien? -Su voz era profunda y suave.
Ella negó con la cabeza.
– Luces como que te gustaría jugar. -Él hizo la declaración y esperó su respuesta.
– Um. Sí. Un poco. -Me parece. Se mordió el labio. Parecía agradable y definitivamente experimentado. No se pavoneaba como el primer Dom que había conocido, y no presionaba ni tocaba de inmediato como el segundo Dom. Tenía el aire de confianza que Logan y Jake tenían, como que podrías sacudirlo en cualquier situación y él sabría qué hacer.
Y él la miraba de la misma manera que Logan lo hacía.
Le tendió la mano. -Mi nombre es Simon. Yo no soy nuevo en la comunidad si deseas preguntar primero. Tú necesitas sentirte cómoda con la persona que elijas. Y yo comienzo lento.
– Soy Rebecca. -Ella le estrechó la mano y luego vio a Ángela a unos cuantos metros más atrás, observando. La mujer sonrió y asintió con la cabeza con aprobación.
Simon se volvió y saludó. -Ángela, -dijo. A medida que la Domme se acercaba, Simon inclinaba la cabeza, mirando de una a la otra. -¿Tuya?
– No. Es una amiga y yo soy su niñera mientras se familiariza en el lugar. -Ella miró a Rebecca. -Tiene experiencia y es altamente estimado, y… -sonrió -estricto pero justo.
Los labios de Simon se curvaron. -Toda una referencia.
Rebecca tomó una respiración. Momento de decisión. Era guapo y, definitivamente, un Dom, pero no sentía ninguna atracción sexual en absoluto. Sin embargo, ella tenía que comenzar en alguna parte. -Creo que me gustaría probar.
Simon tendió una mano casi tan grande como la de Logan. Ella puso su mano en la de él, sintiéndose segura y asustada al mismo tiempo, pero aún nada sexual. Eso parecía extraño.
Para su sorpresa, él no la llevó hacia el aparato, sino a un sofá cercano. Se sentó junto a ella, manteniendo la mano en la suya. -¿Has hecho cosas relacionadas con el BDSM antes?
Ella se sonrojó.
– Me lo tomaré como un sí. -Le masajeó suavemente la mano. -¿Amarres?
Ella asintió con la cabeza y continuó asintiendo mientras él hacía mención de una lista: abrazaderas de mama, nalgadas, y juguetes.
– ¿Sexo anal?
El recuerdo de esa cosa, el dilatador, que Logan había introducido en ella la hizo estremecerse. -No. En realidad no.
Él se rió entre dientes. -Ya veo. ¿Látigo, azotes?
Ella se alejaba de él.
– No es algo que haría con una nueva sub, de todos modos. No la primera vez. -Él le apretó su hombro desnudo, su agarre más confortante que sexual. -¿Sumisión? ¿Órdenes? ¿Posiciones?.
– Algunos.
– Excelente. -Apuntó al piso. -Muéstrame lo que has aprendido.
Ella se bajó del sofá sobre sus rodillas, poniendo las manos detrás de su espalda, demasiado avergonzada para abrir las piernas, a pesar de que había llevado ropa interior.
Él levantó una ceja. -Él debe de haber sido nuevo en el tema para que te haya enseñado tan pésimamente.
Su rostro quemaba por el calor, pero la idea de él pensando mal de Logan le hizo extender sus piernas abiertas como le había enseñado. -Lo siento, señor -susurró.
– Ah. Pudor en lugar de una enseñanza inadecuada. -Él la estudió durante un minuto. Prolongado. Ella mantuvo sus ojos en sus rodillas. -Mírame, Rebecca.
Lo miró. Él se inclinó hacia delante y pasó un dedo sobre la parte superior de su corpiño, tocándola, recordándole a…
Debe de haber visto el sobresalto que no pudo ocultar. Su mano cayó. -Hábleme sobre el Dom que te enseñó. ¿Cuánto tiempo estuviste con él?
– Cuatro días.
– Deben haber sido unos cuatro días muy intensos. -Él se recostó en el sofá, los ojos fijos en su rostro. -Cuando estabas aprendiendo todo esto, ¿también tuvieron sexo?
Por un segundo, ella lo quería a Logan tan desesperadamente que podría haber llorado. -Sí. -susurró.
La sonrisa de Simon era apenas perceptible. -A ti, evidentemente, te importa él, Rebecca. ¿Por qué estás aquí?
Ella miró hacia abajo. ¿Cómo iba a contarle a un perfecto extraño sobre sus dudas? Una mano debajo de su barbilla inclinó la cabeza hacia arriba. Él atrapó su mirada con la suya. -Respóndeme.
– No estaba segura si lo que sentía era debido a la… las cosas relacionadas con la sumisión o debido a él. Pensé que debía conocer eso.
Él la liberó. -Asombrosa perspicacia, mascota. ¿Y qué has descubierto?
– Creo que es él. -La respuesta se sentía correcta y, sin embargo exponía todo tipo de otros problemas.
– Creo que tienes razón. Pero tú eres sumisa, sin lugar a dudas, Rebecca. Si no funciona con tu hombre, ten eso en mente cuando busques a otro. -Simon se echó hacia atrás, apoyó los brazos en el respaldo del sofá, y la observó. Sexual o no, todavía se sentía vulnerable bajo su oscura mirada. -El BDSM no tiene que ser sobre el sexo, ya sabes. ¿Te gustaría probar algunos de los aparatos sin tener que preocuparte por eso?
– ¿En serio? -Echó una mirada a las esposas, dándose cuenta de que las mujeres se habían ido.
Él soltó una profunda carcajada y fácilmente se puso de pie. -Vamos, pequeña. Te voy a dar tu próxima lección. -Agarrándola de sus brazos, él la puso de pie. -¿Cuál es tu palabra de seguridad?
Un escalofrío la recorrió como él la llevó hacia adelante, agarrándola de la muñeca. No de la mano. Ella no era un igual. -Rojo, Señor.
– Buena elección.
Cuando ella comenzó a ponerse de cara a la pared, él la dio vuelta. -Quiero ver tu cara, y tienes que ser capaz de ver la mía. -Sus labios se arquearon. -Es una sensación diferente también, ver quien anda por ahí.
Él había atrapado su atención tan a fondo, que ella no se había dado cuenta de la gente que estaba mirando. Su cara quemaba, y ella dio un paso para alejarse.
Su rostro se volvió frío, y su voz helada. -Rebecca.
Ella se congeló.
– Si algo se vuelve demasiado para ti o no puedes tolerar esto, utiliza tu palabra de seguridad. De lo contrario, lograrás controlarte. Ahora mismo.
Oh Dios, oh Dios, oh Dios. Pero se mantuvo quieta y le permitió ponerle los puños alrededor de sus muñecas. Su respiración se aceleró, pero al menos podía mover los brazos un poco. Incluso rascarse la nariz.
Él la estudió, luego se acercó a la pared y ajustó las cadenas que colgaban de la viga. Ahora el margen de maniobra desapareció mientras las esposas tiraban de sus brazos con fuerza sobre su cabeza.
El hecho de estar amarrada y vulnerable enviaba divertidas sensaciones a través de su sometimiento con cada respiración, como que el piso donde estaba parada no era muy sólido. El corazón le latía con tanta fuerza que parecía haber subido a la garganta.
– Mírame, Rebecca. -El cuerpo de Simon le bloqueaba la vista de la gente mirando. Sus ojos oscuros eran intensos cuando levantó la mirada hacia él. -Esa es una buena chica. -Él ahuecó su mejilla, su mano cálida y reconfortante.
Mientras ella tiraba de las cadenas, tratando de acostumbrarse a la temblorosa sensación en su interior, preguntó: -¿Te gusta ser amarrada?
Ella quería mirarlo. Igual que a Logan, haciendo preguntas imposibles, tratando de sondear sus profundidades emocionales.
– Rebeca, cuando hago una pregunta, espero una respuesta, no una mirada.
Su reprimenda la estremeció hasta los huesos, haciendo que el temblor en su estómago empeore. -Me asusta. No sé. Yo…
– Ceder de control puede ser una necesidad que no es necesariamente cómoda, sobre todo al principio. -Él inclinó la cabeza. -¿Y ser amarrada en público? ¿Te gusta ser observada?
Ella trató de encogerse de hombros, pero no podía mover ni siquiera los hombros, y eso envió otro de esos extraños sentimientos a través de ella. -No parece importar demasiado.
Él puso los dedos en su escote, justo encima de los ganchos de su corpiño. -Si yo te quitara esto, ¿te sentirías igual?
¿Desnuda? Instintivamente, tiró de las restricciones y no llegó a nada.
Él se echó a reír. -Obviamente no. Modesta pequeña Sub, ¿no? -Rebecca miró detrás de él, a la multitud. Que estén viéndola sin ropa, sus grandes caderas expuestas… Su mirada se cruzó con otra, y su respiración se estranguló en su garganta.
Inquebrantables ojos azules en un bronceado y frío rostro. Las piernas separadas. Un chaleco de cuero mostrando sus musculosos brazos cruzados sobre el pecho. Logan. Su corazón empezó a latir con tanta fuerza que toda la multitud debería haberlo escuchado. Simon seguramente lo hizo, porque él dio la vuelta para seguir a su mirada.
Sin decir una palabra, él se alejó, se acercó hasta Logan, dejándola colgando de las cadenas. Ella tiró de los puños, y la boca del estómago se retorció. Él estaba aquí. La oleada de placer se atenuó ante la embestida de preguntas. ¿Qué pensaría él, al verla así? ¿Al verla con Simon?
Y luego recordó que El Refugio Oscuro era un popular club de BDSM. No había venido aquí para verla. Cuando su esperanza murió, ella se hundió en las cadenas. Trató de apartar la mirada de él, y aún sabiendo la verdad, no podía hacerlo.