Temprano al día siguiente, Rebecca Siguió a Matt por el sendero pequeño hacia el albergue. Sus pasos crepitaban en el suelo cubierto de escarcha, y su respiración se volvía blanca por el aire helado. Ella se estremeció, envolviendo sus brazos alrededor de su cuerpo. ¿No era casi verano? Cuando llegaron al claro, ella se detuvo y miró. Bajo un cielo azul profundo, las montañas se amontonaban más y más hasta alcanzar el más alto y nevado pico. La niebla cubría las montañas, y unas pocas manchas blancas iban sin rumbo perezosamente hacia el cielo, como si se despertaran por el sol. Aparte del murmullo de voces en la casa de campo y el gorgoteo de un arroyo cercano, el silencio gobernaba. No había ruido de coches o chirrido de frenos, sin aviones, sin gritos, sin música. Todo parecía casi demasiado puro, los colores demasiado fuertes, los sonidos también simples.
– Vamos, nena. -Matt estaba en el porche, la mano en la puerta. -Entremos.
– Claro. Lo siento. -Ella corrió hasta reunirse con él. Cruzaron la vacía sala principal hacia donde los miembros del club ya llenaban la larga mesa del comedor.
– Espera un minuto, -le dijo Matt a ella, poniendo el brazo alrededor de su cintura para detenerla justo dentro del marco de la puerta de troncos rústicos. -Hey, todo el mundo, -dijo Matt en voz alta y esperó a que el ruido disminuya. -La mayoría de ustedes conocieron a Rebecca anoche. Ella es nueva en el intercambio de parejas, así que deben darle tiempo y guiarla a medida que avancemos.
Bajo el bombardeo de ojos, Rebecca asintió con la cabeza educadamente y cruzó la habitación con Matt. Mientras se sentaban cerca de la mitad de una larga mesa, ella trataba de ignorar las miradas evaluativas de los hombres. Pero cómo diablos podía ignorar el hecho de que esos extraños estaban evaluándola para el sexo, y de una forma totalmente diferente que en un club. Teniendo en cuenta el propósito de este fin de semana, estos hombres sabían que ellos habían tenido suerte, ¿verdad?
Bueno, Rebeca, se dijo. Sigue con el programa. Ella tenía una relación que salvar y unas inhibiciones que perder. Su estómago se apretó, y se obligó a detener sus pensamientos. Por ahora, ¿qué tal hacer amigos y divertirse? Hacer amigos, Divertirse. Pan comido.
Cuando los miembros regresaron a sus diversas conversaciones, ella se sirvió el café. Nadie debería ser forzado a ser sociable antes del café. Eso sólo era cruel. Bebiendo un sorbo, miró a la multitud. Algunos tipos lindos aquí. Uno con pelo negro, intensos ojos marrones y bigote recortado. Otro sonaba como un profesor universitario. Podría ser divertido hablar con él. La mayoría eran parejas, aunque dos mujeres y un hombre estaban, obviamente, juntos. Interesante.
Tomando los platos que le pasaba una mujer de pelo negro de unos treinta años, Rebecca se sirvió los huevos revueltos y salchichas y le dio un mordisco.
Matt amablemente pidió el cuenco de fruta que estaban pasando. Echó un vistazo al plato de Rebeca y se acercó más. -¿No sería mejor tomar algo más ligero, cariño? Recuerda que dijiste que querías cuidar tu peso.
Meses atrás, después de haber sido sermoneada por mamá sobre el destino fatal que le espera a una mujer gorda en una relación, Rebecca había hecho el comentario. Él nunca lo había olvidado. Cuando los huevos se volvieron insípidos en su boca, los cambió por el café libre de calorías. Por supuesto, podía decirle que se sentía cómoda con su cuerpo, pero ¿a quién engañaría? La comodidad sólo duraba hasta que alguien, como Matt, dejara claro que notaba su gordura.
Por supuesto, él nunca decía la palabra con G. Él sólo quería mejorar su salud: comida liviana, hacer más ejercicio, y lograr ser tan delgada como todas las mujeres en esta mesa. Pero ella ya se ejercitaba religiosamente, y no comía mucho. Debía enfrentarlo: su herencia era redonda, su cuerpo era redondo, y salvo que se hiciera una cirugía y se muriera de hambre constantemente como su madre, ella iba a seguir siendo redonda.
¿Cómo reaccionaría si ella le dijera que su pene era demasiado pequeño?
Empujó el plato, su apetito extinguido. Cuando levantó la vista, sus ojos se encontraron con los de Logan. Estaba apoyado contra la puerta de la cocina, estudiándola como si fuera un espécimen en un plato Petri [9]. Probablemente, preguntándose qué estaba haciendo con estos miembros anónimos de la buena forma física.
Una alegre rubia saltó de su silla y dio unas palmadas. -Muy bien, todo el mundo. Soy Ashley, y hoy estaremos subiendo hasta el lago Rainbow. Serena y Michelle harán sándwiches para nosotros. Es una larga caminata, así que usen un buen calzado, recuerden llevar sus mochilas, y no se olviden de la protección solar.
Una caminata sonaba divertido. Los parques de San Francisco no se parecían en nada a este desierto.
Ashley continuó, -Jenna y Brandy se encargarán de la cena de esta noche, con sus hombres en el servicio de limpieza. Y luego tendremos que conocernos y relacionarnos. Vamos a jugar a algunos juegos para llegar a conocernos, y luego ver cómo sigue la noche. -La rubia se lamió los labios y dio a todos una mirada larga, lenta, ganando gritos y aullidos de la multitud.
¿Por qué diablos Jake no había regresado de San Francisco? Logan se preguntó, rechinando los dientes ante el constante parloteo como urracas de la gente en el camino. Dos kilómetros más hasta el lago Rainbow. Era una lástima que no pudiera hacerlos correr, pero tal vez si aceleraba un poco, ellos no tendrían aliento para hablar.
Por lo general, Jake manejaba la mierda social, mientras que Logan hacía las reparaciones y el mantenimiento. La gente en grupos individuales podía ser agradable, ¿pero las multitudes? Prefería recibir un disparo en la cabeza. Él pasó un dedo por la cicatriz de su cara y resopló. Una vez más.
Dando un paso adelante sobre una acumulación de granito, miró la línea de gente caminando pesadamente hacia arriba de la pendiente en zigzag. Sin rezagados. El grupo parecía tener muy buena forma. Incluso la fantástica Rebecca en sus vaqueros de diseño y amorfo top estaba a la altura.
De hecho, ella hacía más que seguir el ritmo. Mientras caminaba junto a su novio, sus ojos verdes brillaban de placer, atenta a todo lo que ofrecía el bosque. Logan había visto cuando divisó a un venado congelado en el lugar, a un halcón zambulléndose de cabeza y a un pequeño ratón de ciervos. Cada vez su rostro se había iluminado de asombro. Su abierto disfrute se añadía al suyo, y él se encontró comprobando él lugar con más frecuencia de lo normal sólo para captar sus reacciones.
El sol estaba alto sobre la cabeza y atípicamente caliente para la estación en el momento en que el sendero descendía, dejando a los pinos detrás. Dirigió al grupo a través de hierbas, y flores silvestres, una pradera cubierta hasta el pequeño lago de montaña, claro, azul y condenadamente frío. Los bloques de granito asomaban a través de las flores silvestres, que brillaban en el sol. Con gritos de alegría, la gente dejó caer sus mochilas y se desvistió.
Logan disfrutó del espectáculo de culos y pechos desnudos cuando los swingers se hundieron en el agua como una manada de ratas campestres, gritando por el frío. Mientras se apoyaba en una roca, se dio cuenta de que una persona aún estaba completamente vestida, con los ojos muy grandes y la boca abierta. La muchacha de ciudad. Teniendo en cuenta que ella y Matt dormían juntos, Rebecca no podía ser virgen, a pesar de su reacción, ella era bastante inocente cuando se trataba de mezclarse.
– Vamos, nena, -gritó su novio, ya corcoveando desnudo en el lago. -El agua está grandiosa. -Sin esperar su respuesta, se metió más profundo, en dirección a una rubia que parecía que había sustituido sus pechos hinchables por los pompones de porristas.
Rebecca miró del agua hacia el camino, de nuevo al agua, donde Matt forcejeaba con Ashley, y hacia atrás al camino de nuevo.
Logan pudo ver el momento exacto en que decidió irse. Él se acercó para bloquear su camino.
– Disculpa, -dijo ella amablemente.
– No.
El color rojo apareció en sus mejillas, y tenía los ojos entrecerrados cuando lo miró. Cabello rojo-oro. Pecas. Grandes huesos. Lucía como si tuviera ascendencia irlandesa y su temperamento iba con eso. Dando un paso hacia un lado la bloqueó de nuevo, Logan metió sus pulgares en los bolsillos frontales y esperó la explosión.
– Escucha, Sr. Hunt…
– Es Logan -la interrumpió y trató de no sonreír mientras su boca se comprimía.
– Lo que sea. Voy a regresar a mi cabaña. Por favor mueve tu… Por favor, muévete.
– Lo siento, dulzura, pero nadie vuelve solo. Es una regla de seguridad y me la tomo en serio. -Echó un vistazo a los swingers. -No puedo dejarlos, y no puedes caminar sola, por lo que estamos atrapados aquí.
Cerró los ojos, y él vio el férreo control que ejercía sobre sus emociones.
El Dom en él se preguntaba cuán rápidamente podría romper ese control para liberar a la mujer debajo. Amarrarla, tomarle un poco el pelo, y observarla luchando para no ceder a su necesidad y… Infierno, hablando sobre pensamientos inapropiados.
Tomó un suspiro para refrescarse. Era inútil. Esto era achicharrantemente caliente, y no sólo por sus visiones de sexo húmedo. Nada como el calentamiento global en las montañas. Frunció el ceño cuando observó su rostro húmedo y el sudor empapando las mangas largas de su gruesa camisa. No era bueno. La mujer necesitaba bajar la temperatura.
En el otro extremo de la pradera, el bosque tendría sombra. Podía enviarla allí a sentarse y refrescarse, pero estaría fuera de su vista, y dado la obstinada mueca de esa bonita boca, de color rosado, ella se dirigiría derecho a bajar por el camino a pesar de sus órdenes.
Hombros rectos, barbilla arriba, pies firmes. Definitivamente una rebelde, el tipo que sacaba su naturaleza dominante a la superficie. A él le encantaría darle una orden y que ella desobedezca, para poder disfrutar el infierno azotando ese suave culo. Pero ella no era suya para disciplinar, era una lástima, que una mujer como esta se perdiera con ese muchacho bonito.
Y él había conseguido que siga a su lado.
Con un suspiro, volvió al problema en cuestión. Tenía que quedarse aquí donde pudiera mantener un ojo sobre ella, y ella necesitaba refrescarse.
– Incluso si no te desvistes por completo, al menos quítate algunas prendas y métete en el agua, -dijo. -Te estás muriendo de calor.
– Gracias, pero estoy bien, -dijo ella con frialdad.
– No, no lo estás. -Cuando él se acercó, sintió el calor que irradiaba de su cuerpo. Siendo de San Francisco, ella no estaba acostumbrada a la sequedad o al calor. -O te quitas algo de ropa, pequeña rebelde, o te voy a tirar con la ropa puesta.
Su boca se abrió.
Él no lo haría, ¿no? Rebecca se quedó mirando los implacables y fríos ojos, viendo la absoluta confianza en sí mismo del hombre. Definitivamente no era un farol.
Bueno, él podría ser tan fuerte como quisiera. Estaría maldita si ella se quitaría la ropa y mostrara sus macizas y rugosas piernas. Ella negó con la cabeza, retrocediendo. Si lo necesitaba, correría.
Más rápido de lo que pudiera parpadear, él la agarró del brazo.
Ella tiró, pero no logró nada. -Oye, no puedes…
Con una mano, él desabrochó su gruesa camisa, en absoluto obstaculizado por sus esfuerzos para apartar su mano. Después de un minuto, su camisa se abrió, mostrando su sujetador y su estómago regordete. -¡Maldito seas!
Echó un vistazo al lago, con la esperanza de que Matt la rescate, y se congeló. Él estaba besando a la oh-qué-descarada Ashley, y no era sólo un pico en los labios, sino un abrazo completo con lenguas profundas-hasta-la-garganta. Rebecca se quedó mirando cuando la sorpresa la embargó, seguida por una ola de humillación. Él… Cuando su respiración se entrecortó, apartó la mirada, parpadeando contra las lágrimas. ¿Por qué había venido aquí?
– Oh, dulzura, no hagas eso ahora. -Logan la atrajo contra su pecho, haciendo caso omiso de su débil protesta. Sus brazos la sostuvieron contra los músculos de su pecho duro como el granito, y se volvió para que ella no pudiera ver el lago. En silencio, él suavizó una mano hacia debajo de su espalda mientras ella trataba de recuperarse.
Matthew y Ashley tendrían sexo. Pronto. De alguna manera ella no había comprendido bien el concepto del intercambio de parejas y el nivel de su reacción visceral. Pero podía hacerlo ahora que se daba cuenta… lo que iba a pasar. Después de tomar un suspiro tembloroso, afirmó sus labios. Bien.
Y si Logan insistía en que se quitara el sujetador y las bragas, eso estaba muy bien también. Y qué si estas personas veían sus muslos gigantes y feas cicatrices. Ella no volvería a ver a ninguno de ellos. Nunca.
Por un segundo, se permitió disfrutar de la sorprendente comodidad de los brazos de Logan. Luego se apartó.
Él le permitió dar un paso atrás y entonces la agarró de sus antebrazos, manteniéndola en su lugar mientras estudiaba su rostro.
Ella se sonrojó y apartó la mirada. Dios, qué vergüenza. Ella se había derretido delante de un desconocido, mostrándole exactamente cuán insegura era. Pero él había estado bien, y ella se lo debía. -Gracias por… eh… el hombro.
Con un dedo él giró su rostro hacia él. -Me gusta sostenerte, Rebecca. Ven a mí en cualquier momento que necesites un hombro. -Un pliegue apareció en su mejilla. Pasó el dedo por la piel sobre la parte superior de su sostén de encaje, su dedo ligeramente rugoso, enviando inesperados hormigueos a través de ella. -¿Crees que puedo disuadirte de esto también?
El pensamiento de quedarse sin sostén la llevó a imaginar sus grandes manos tocando sus pechos, cómo toda esa fuerza podía mantenerla en su lugar, y… Dios, cálmate, Rebecca. Ella sacudió la cabeza y dio un paso atrás a toda prisa.
Él la miró, y su mirada la calentó más que el sol del mediodía. -Al menos, quédate sólo con el sujetador y las bragas. -Una de las esquinas de su boca apuntó para arriba. -Si no, lo voy a hacer por ti. Y disfrutaré de cada minuto.
Su interior se volvió lava fundida. ¿Cómo podía estar consternada por su amenaza y excitada al mismo tiempo? -Muy bien. Pero me quitaré la ropa yo misma, -dijo, su boca seca. Ella se encogió para quitarse la camisa.
– Yo casi no pierdo, -murmuró él, y tiró de un mechón de su cabello antes de tomar distancia. Más cerca del agua, él retomó su trabajo de guardavidas, volviéndose de espaldas a ella. Gracias a Dios.
Sus dedos estaban torpes, se las arregló para conseguir quitarse las botas y los jeans. Después de una respiración fortificante, se quedó vestida sólo con su mejor conjunto de ropa interior de color rosa, y se apresuró hacia el agua. Ella pasó a su lado, terriblemente consciente de cómo la luz del sol revelaba cada defecto de su cuerpo y zarandeaba las cicatrices.
Ignorando la conmoción por la frialdad, se sumergió hasta que el agua la ocultaba, llegándole hasta los hombros.
– ¡Hey, Rebecca únete a nosotros! -La multitud la alentó con gritos de bienvenida. Con sólo la cabeza y los brazos al descubierto, se relajó lo suficiente como para unirse al juego, salpicándose y mojándose con el resto. Luego de las primeras veces, ignoró las manos errantes de los hombres. Por desgracia, el toque no la excitaba en lo más mínimo. Tal vez porque los hombres ni siquiera la conocían. Para ellos, no era más que otra hembra disponible, otro conjunto de senos y culo.
Logan, al menos, la había mirado realmente. Y la mirada que le había regalado la había excitado más que ser tocada por los otros. Incapaz de resistirse, miró por encima del hombro. Todavía estaba apoyado contra la roca, con los brazos cruzados sobre su pecho amplio. Su mirada era fría. Impersonal.
Bien. Eso era bueno. Ninguna atracción allí. Bien. Ella dio la vuelta y esquivó la mano de Paul.
El agua helada imposibilitaba nadar por mucho tiempo. Mientras los demás rebuscaban sus mochilas para el almuerzo, Rebecca tiró con fuerza de su ropa y luego agarró su propia comida. Todo el mundo se dispersó, ubicándose aquí y allá sobre las rocas calientes para comer. Matt se unió a Rebecca, lanzando un brazo alrededor de ella como si nada hubiera sucedido. Mientras alegremente representaban el papel de la mujer superada, se acordó de por qué ella se había citado con él la primera vez. Inteligente, amable, encantador y condenadamente lindo, sobre todo ahora con el sol brillando en su pelo rubio y avivando sus ojos azules. Su hombre perfecto. Seguramente podrían resolver las cosas. Sí, podrían…
– Hey, ustedes dos. Yo traje el postre. -Haciendo equilibrio con un plato, Ashley se apiñó en el bloque de roca al otro lado de Matt. -Toma, prueba esto. -Ella alimentó a Matt con un bocado de pastel de chocolate, riéndose cuando él le mordió los dedos.
La mano de Rebeca se cerró en un puño. Un buen puñetazo, y la rubia de grandes pechos caería de culo sobre la tetera. Pero Ashley sólo hacía lo que había venido a hacer aquí. Rebecca volvió la cabeza, fingiendo concentrarse en la conversación de Paul y Amy, tratando de ignorar la risa ronca de Matt. Su pecho se apretó, haciendo imposible la deglución, por lo que enrolló los restos de su sándwich.
Ponerlo en su mochila le dio una excusa para alejarse de Ashley y Matt. Sacó su cuaderno de dibujo. Allí, ella tendría una excusa para permanecer aparte.
No pasó mucho tiempo para que la magia del dibujo se imponga a sí misma, y se perdió en las sutilezas de las líneas, curvas y sombras. Hizo un dibujo con pequeñas líneas de los dedos de los pies descalzos de Brandy excavando en la tierra, sus botas y las medias cercanas. Otro rápido de Christopher reclinado sobre una losa de granito, recordándole los modelos que posaban desnudos durante las clases de arte.
Después de un rato, miró hacia atrás a Matt y vio la mano de Ashley avanzando entre sus piernas. Bien, entonces. Así es como iba a ser. Apartó la mirada y vio a Logan.
Un poco apartado del grupo, estaba apoyado en una roca, comiendo su almuerzo. Se había quitado la camisa y buen Señor, así que trabajar en torno a una casa de campo lograba algunos músculos contundentes. El vello castaño en el pecho era un tono más oscuro que su piel, un triángulo invertido iba de pezón a pezón y hacia abajo. No podía ver ninguna línea de bronceado en sus brazos. O bien trabajaba con la camisa o desnudo. ¿Y no era eso todo un pensamiento? Ella deslizó su mirada pasando sus seis paquetes de abdominales hasta la cintura de sus vaqueros. Ningún destello de piel más pálida se evidenciaba, así que él… Uy. Impresionantes ojos azules en un curtido rostro atraparon su mirada, manteniéndola inmóvil. El suelo debajo suyo cayó algunos centímetros, metros, deslizándose inexorablemente por debajo de ella mientras él la estudiaba.
Cuando sus ojos la liberaron, ella casi se cayó hacia atrás.