– ¿Qué ha pasado, nena? -Matt sonaba como si estuviera apretando los dientes mientras bombeaba dentro de ella. -¿Quieres que te frote un poco más?
La frustración congeló el interior de Rebecca como avena fría. Ella no estaba en ninguna parte cerca de estar excitada, y cada vez que él le preguntaba qué hacer, su orgasmo retrocedía aún más. No tenía sentido continuar. -Oooh, -ella suspiró, sacudiendo sus caderas hacia arriba y hacia abajo y apretando la vagina.
– Oh sí. -Gimió él en respuesta, y otra vez cuando se corrió un segundo después.
Bueno, ¿no había sido esto emocionante? No. Cuando Matt dio la vuelta sobre el colchón con un gemido satisfecho, Rebecca consideró obligarlo a irse de la cama. Pero no era su culpa. Él lo había intentado. Siempre lo intentaba, preguntándole si esa técnica funcionaba o aquélla otra. ¿Cómo podría decirle que ella quería que él sepa exactamente qué hacer?
Sí que no podía decirle que simulaba una buena medida de sus orgasmos. Estaba resentida por no poder decírselo, lo que era aún más injusto. Ella no se calentaba de una manera inconfundible, después de todo. Para ella, un orgasmo se sentía más como un estornudo, ciertamente no el terremoto que sus amigas describían, y ni de cerca como los gritos de placer desde el apartamento de al lado. ¿Cómo se sentiría? ¿Estar tan abrumada como para gritar de verdad?
Matt dijo lo que pensaba como si hubiera seguido su tren de pensamientos. -Tú sabes, Rebecca, nunca pareces demasiado entusiasmada cuando follamos. Y mi técnica es fantástica.
Así había sido informado por todas sus anteriores novias, sin duda. Era bueno saberlo. Gracias, Matt. Ahora se sentía realmente fuera de lugar. ¡Qué diablos!, justo habían firmado conjuntamente un contrato de arrendamiento y se habían mudado juntos hacía sólo un par de semanas, y él ya estaba aburrido de ella. Ella tragó para pasar el nudo en su garganta. -Tal vez no somos una buena pareja. -Se levantó y miró por la ventana de su dormitorio, donde el edificio de apartamentos de al lado resplandecía por la puesta de sol.
– Oh, no te pongas así. -Matt le dio unas palmaditas en su hombro. -Estamos muy bien juntos. ¿Dónde encontraría a una mujer que pudiera ser tan cortés durante las cenas de negocios?, ¿y qué otro tipo te permitiría arrastrarlo por una amplia muestra de arte en La Misión?
– Bueno, eso es verdad. -Ella había pensado que eran una pareja perfecta casi desde el principio. Imitando a su terriblemente práctica madre, Rebeca había creado una lista de las características de su hombre ideal, y cuando conoció a Matt, se había sentido aturdida por lo bien que acertaba con sus requisitos. Él era agradable y encantador. Acicalado con un sentido del estilo. Disfrutaban de las mismas películas, libros y amigos. Ambos tenían empleos profesionales, ganaban la misma cantidad de dinero, y él era más metrosexual que machista. Realmente podía conversar acerca de temas de películas, y le gustaba la comida china.
Tal vez debería haber incluido el sexo en algún lugar de la lista, pero nunca lo había considerado muy importante. Dejando a un lado el sexo, ella y Matt eran muy compatibles. Ella se volvió con un suspiro. -Supongo que tienes razón.
Tendido de espaldas, Matt tenía un aspecto bien cuidado con su cabello rubio recortado en un moderno salón de belleza, los músculos formados con dedicación en el gimnasio, y un persistente bronceado de un viaje de negocios a San Diego. Al día siguiente él se levantaría, comería algo bajo en grasas y asquerosamente saludable, y se dirigiría a su trabajo en la agencia de bolsa, satisfecho con la vida.
Su satisfacción coincidía con la de él. Realmente. Después de todo, el gerente general de su agencia de publicidad la estaba considerando para el puesto de director general de arte, acelerándole su llegada a la cima. El viento de agosto azotaba las cortinas hacia el interior, trayendo el olor del mar de la bahía de San Francisco y el aroma de una lluvia de primavera. Ella vivía en la mejor ciudad del mundo.
– Tengo una idea, pero es probable que a ti no te guste. -Matt se volvió hacia ella y se apoyó sobre un codo. -Yo pertenezco a un grupo, y vamos a pasar el fin de semana largo por el Día de los Caídos [6] en las montañas.
– Recuerdo que me dijiste que estarías afuera de la ciudad. -Se mordió el labio. Tal vez ellos no eran tan compatibles como había pensado. Él nunca había mencionado pertenecer a otra cosa que no sea su gimnasio y a algunas asociaciones empresariales. -¿Qué grupo es ese?
– Es un club de swingers.
– Muy gracioso. -Sólo que él no mostraba ninguna sonrisa. No estaba bromeando. -¿En serio? ¿Swingers, del tipo de intercambio de parejas, swingers?
Se encogió de hombros, medio avergonzado y medio presumido. -Eso es todo. Nos reunimos un fin de semana cada dos meses… Uh, me parece que la última vez que nos reunimos, tú estabas en Chicago para un seminario. De todos modos, somos alrededor de veinte en el club y…
– ¿Has estado jodiendo con otras veinte personas y sólo ahora me lo haces saber? Dios, Mattew, ¿cuántas enfermedades me podrías haber contagiado?
Él levantó la mano. -No te enloquezcas, nena. Todos usamos condones y nos hacemos los exámenes de forma rutinaria. No es así.
El puño que apretaba sus entrañas se relajó un poco. -Bueno, eso es bueno.
– Y no es como que tú y yo tengamos una relación exclusiva. ¿No?
– Cierto. -Sólo porque ella no salía y follaba con el vecindario no significaba que él no podía hacerlo. Ellos habían estado de acuerdo en mantenerse sin ataduras. Sin embargo, santo cielo. Seguro, su… libido… no coincidía con la de él, pero ¿quién hubiera pensado que él solucionaría esa pequeña discrepancia de tal manera?
Y aquí ella había creído que él tenía fobia al compromiso debido a que su última relación había salido mal. Se había estado obligando a sí misma a no empujarlo. ¡Bien por ti, Rebecca! -¿Así que vas a marcharte para tener una orgía?
En la penumbra del pasillo de la sala lo vio poner los ojos en blanco. -No es una orgía. Hacemos intercambios, y en algunas ocasiones dos parejas se unen en un cuarteto, pero no más que eso. Por lo general. -Él expresó con una sonrisa.
– Ah, bueno entonces, eso está bien, -ella dijo secamente.
– Puede ser muy divertido. Ven conmigo esta vez, nena. -Le tomó la mano. -Reservaremos un grandioso lugar arriba de las montañas. Hay cabañas rústicas dispersas entre los pinos, y seremos las únicas personas allí. Subimos el viernes, pasamos el fin de semana, el Día de los Caídos y el martes, luego, el miércoles nos volvemos. Personas agradables, sexo increíble. Podrías incluso llevar tus pinturas.
– ¿Cabañas rústicas? -Ella lo miró fijamente con incredulidad. Vacaciones, no es que ella las hubiera tomado desde que terminó la universidad, debería pasar unos días en algún lugar cálido y soleado, con servicio de habitaciones. Pero ella se estaba saliendo de tema. Él estaba hablando sobre sexo. -¿Brincando dentro y fuera de la cama con otras personas? Matt, no estoy en eso.
La sonrisa de su rostro murió. -Rebeca, necesitamos añadir algún condimento a esta relación. Es…
Inadecuada. Insatisfactoria. El eco del portazo detrás de su padre hace veintitantos años parecía reverberar en sus oídos. “Tú eres gorda y aburrida, y así es la chica. Me voy.” Sus costillas parecían apretarse hacia adentro, comprimiendo sus pulmones hasta que no podía respirar. Ella negó con la cabeza hacia él.
– Bueno, -añadió Matt, -esto así no funciona para mí.
Lo que quería decir era que ella no funcionaba para él. ¿Cómo podía no haberse dado cuenta, no haber visto venir esto? -¿Qué pasa con mis gustos y mis planes? ¿Qué pasa con nuestro contrato de arrendamiento? -preguntó ella con los labios entumecidos.
– Oh, no vayas por aquí, -él dijo a la ligera. -Ven conmigo este fin de semana. Será bueno para ti. Tal vez te ayude a perder algunas de esas inhibiciones.
Se mordió para hacer retroceder su primera respuesta “de ninguna manera” porque, tan contundentemente como lo había expuesto, él tenía un punto. En la vida sexual de ellos faltaba algo… No, para ser honesta, a ella le faltaba algo. ¿Pero divertirse con un grupo? ¿Ir a la cama con extraños? Ella no podía hacer algo así. -Matt…
– Sólo por un fin de semana, nena. Dale una oportunidad.
Una oportunidad. Ella trató de imaginarlo… Es probable que un desconocido entrara en su habitación. Y tal vez ella dudaría, así que él la agarraría, clavándola contra el colchón, obligándola a cooperar. Su clítoris comenzó a palpitar como si estuviera debajo de su vibrador. -Bueno, tal vez…
Él le frotó el hombro. -Realmente he estado esperando que te unas a nosotros.
Y si ella no iba, su relación terminaría. Eso estaba muy claro. No más aburrimiento. -Sexo estupendo ¿eh? ¿Por qué no?
Cuando el coche avanzó hacia adelante por el interminable camino de tierra lleno de baches, Rebeca se sentía como si todos los huesos de su cuerpo se hubieran convertido en astillas. Las luces del automóvil creaban un fino túnel entre los invasores árboles, y luego de repente, lanceaba a través de una superficie más abierta.
Hospedaje Serenidad. Finalmente.
– Por fin. -Matt expresó los pensamientos de ella mientras metía al coche en una pequeña área de aparcamiento bien escondida detrás de arbustos y árboles.
Ella suspiró aliviada de que el viaje haya terminado. Luego la expectación erizó sus nervios. -¿Qué pasa ahora?
Matt le dio unas palmaditas en la pierna. -Nada va a pasar esta noche. Sólo nos registraremos, desempacaremos, y nos acostaremos temprano.
– Buen plan. Estoy agotada. -El único movimiento que quería hacer esta noche era meterse en una cama. Antes de salir, tuvo que acabar con el trabajo sobre su escritorio, reunirse con su equipo contable, y luego con su redactor. No podía permitirse el lujo de atrasarse, no con el gerente observando su trabajo.
Ella se deslizó fuera del BMW convertible y tomó una bocanada de aire tan frío y vivificante que le quemó los pulmones. Mirando hacia arriba más allá de los altísimos pinos en los gruesos puntos blancos dentro de la noche negra, ella parpadeó sorprendida. ¡Caramba! Las estrellas se hacían más grandes fuera de la ciudad, ¿no? ¿El cielo se veía como este antes de que ella y su mamá se mudaran a San Francisco después de que sus padres se divorciaran? -¿Puedes creer estas estrellas?
– ¿Qué, cariño? -Matt le respondió, la cabeza escondida en el maletero.
– Nada.
Después de sacar las dos maletas, cerró el maletero y le entregó su bolso.
Atravesaron el claro hacia un colosal edificio de dos pisos para registrarse. Rebecca acarreó con dificultad su baúl a través del ancho y circular porche, siguiendo a Matt hacia una sala enorme. Varios sofás de cuero, grandes sillones tapizados en color rojo oscuro, y una alfombra rústica de colores brillantes creaban una acogedora sala de estar. En la pared izquierda, un fuego crepitaba en la chimenea de piedra englobada por grandes estanterías llenas de libros. Cuatro hombres jugaban a las cartas en el otro extremo.
Una mujer cerca del fuego le dio la bienvenida a Matt, y de repente la gente parecía emerger de la nada.
Matt estaba radiante, dándose la mano con los hombres e intercambiando abrazos con las mujeres.
– Rebeca, estos son Paul y Amy.
Rebecca asintió y sonrió, tratando de ponerle nombre a las caras. Paul y Amy: un hombre alto y calvo y una morena delgada, con un bronceado oscuro. Ginger y Mel: una pelirroja y un hombre fornido. Serena y Greg: mujer rubia, hombre cerebrito con gafas.
Entonces ella comenzó a perder la pista, pero no lo suficiente como para perder el hecho de que los hombres eran de diferentes tamaños, pero todas las mujeres estaban bronceadas y delgadas. Ella seguramente no era apta para esto si ese era el criterio para su aceptación. Un sentimiento de ahogo tiró de su estómago, siendo la única persona que no tomaba clases de gimnasia tendría que aspirarse. ¿Estos ejercicios de calistenia sexual serían lo mismo?
– Encantada de conocerlos a todos, -dijo, notando los voluminosos suéteres, camisetas y jeans. Muy casuales. ¿Por qué no había mencionado Matt el código de vestimenta? Ella todavía llevaba su traje. Por otra parte, no había tenido muchas opciones. Además de los dos pares de jeans Ralph Lauren, su guardarropa entero sólo contenía ropas de negocios, sudaderas y más sudaderas cubiertas de pintura.
– Vamos a registrarnos. Luego podemos transportar nuestras cosas a la cabaña, -dijo Matt, tirando de ella hacia un escritorio a la derecha de la puerta principal.
Un gruñido bajo la detuvo en seco. Un perro. Su maleta cayó al suelo mientras ella saltaba hacia atrás. El corazón hizo un ruido sordo dentro de su pecho, ella luchó por mantenerse tranquila y no correr hacia la puerta. Cualquier perro permitido en el interior no podía ser violento. No podría.
– Vamos, Rebecca. Regístrate -Matt le dirigió una mirada impaciente.
– Bien. -Obligó a sus pies a ir hacia adelante, un firme-provechoso paso tras otro. ¿Dónde estaba el perro? Cuando el hombre detrás del escritorio le dio la mano a Matt, Rebecca registró el suelo. Allí. Parado al lado del hombre, parecía enorme, con un pelaje marrón oscuro y un hocico más oscuro. Se la quedó mirando, y ella oyó otro rugido.
– Thor, -dijo el hombre, en voz baja casi a la altura del perro. -Abajo.
El perro se aplastó contra el suelo. No dejó de mirarla, sin embargo.
– Rebeca, él es Logan Hunt. Es el dueño del lugar, -dijo Matt.
– ¡Hey, Matt! -una de las mujeres gritó desde la puerta principal. -Ven a ayudarnos a decidir sobre los planes para mañana.
– Ya voy, -gritó en respuesta, a continuación, dio unas palmaditas en el brazo de Rebeca. -Tú sigue adelante y regístrate. Yo voy a estar en el porche con Paul y Amy.
Ella asintió con la cabeza, incapaz de romper la mirada con el perro.
– Rebeca, mírame a mí, no al perro. -La voz profunda y áspera la liberó, y se volvió hacia el dueño. Él parecía tan perverso como su perro, con acerados ojos azules en un rostro profundamente bronceado, una cara despiadada decorada con la barba del día y una blanca cicatriz debajo de su pómulo. Luego de entregarle una lapicera, golpeó el papel delante de él. -Nombre y dirección. Firma arriba de la remisión.
– ¿Remisión?
Sus labios firmes se curvaron. -Así no puedes demandarnos si te caes abajo de la montaña y te rompes el cuello.
Correcto. Después de llenar el papeleo, cogió su maleta, sosteniéndola frente a ella en caso de que el perro se moviera. Cuando el propietario se levantó, ella retrocedió un paso. Levantó al menos un metro y ochenta y cinco centímetros, con rígidos músculos debajo de su camisa de franela roja oscura. Las mangas enrolladas mostraban gruesos antebrazos con venosas muñecas de grandes huesos. Más cicatrices agraciaban sus manos. Todo lo que había hecho en el pasado debería haber sido brutal.
– Te voy a mostrar tu cabaña. -Se acercó a ella, y cuando el perro lo siguió, ella parecía no poder moverse. Ese animal podría desgarrarla en pedazos, derramando su sangre, rasgando su…
– Abre la mano, dulzura. -Un destello de diversión se veía en sus ojos mientras tiraba de la maleta que tenía en su mano.
– Lo siento -susurró. Matt ya estaba afuera de la puerta, la había dejado sola, la dejó aquí con ese perro.
El perro la seguía mirando, gruñendo.
– Thor, se amable, -le espetó el hombre.
El perro se detuvo, sin embargo Rebecca podía ver que quería morderla.
– Él puede sentir que le tienes miedo, y está jugando al matón. -El hombre se acercó hasta que ella tuvo que mirarlo, su perro no era el único matón en el lugar, pero cuando su mirada se encontró con la suya, de alguna manera supo que él no la dejaría salir herida.
Puso una mano sobre la parte baja de su espalda, conduciéndola hacia la puerta.
Pequeña cosa bonita, pensó Logan, con los ojos verdes más grandes que había visto en mucho tiempo. Unos que mostraban cada emoción cursando a través de ella, sobre todo el miedo, en este momento. ¿Qué había traído a un tímido ratón a este rebaño de yuppies retorcidos?
Oyó el clic de las uñas del perro sobre el piso y se volvió. -Thor. Quédate aquí.
Después de una larga pausa y de una mirada seguramente-no-hablas-en-serio, Thor regresó lentamente hacia el escritorio y se dejó caer junto con un suspiro de sufrimiento.
El chucho de gran tamaño podría ser una reina del drama real. Logan sonrió y siguió al ratón llamado Rebecca fuera de la puerta.
¿No era interesante ver cómo su timidez desapareció en el minuto en que se dio cuenta que Thor se había quedado atrás? Su postura se enderezó, su cabeza se elevó. Ahora realmente lucía como la mujer profesional que la trenza francesa de su cabello y el traje azul oscuro proclamaba. Obviamente una mujer exitosa, tan sólo que ese tipo de costoso diseño lograba ocultar todos los mejores atributos de una mujer. Una lástima, la verdad. Tenía un exuberante cuerpo que gritaba por destacarse, no esconderse. Y alta costura o no, ella no podía ocultar las pecas que bailaban a través de su nariz y mejillas.
Mientras esperaban a que Matt se libere de los dos miembros del club a los que se había unido, Logan se apoyó contra un poste del pórtico. Maldita sea, estaba cansado, hasta los huesos. Las dos pesadillas de la noche anterior no lo habían dejado dormir mucho, especialmente la última. Se frotó el rostro con las manos. Las balas, los cohetes… no eran tan malos. Pero los sueños de las explosiones de los IED [7] y de sus compañeros de equipo volando en pedazos… Una mierda, odiaba eso.
Cuando Matt se unió a ellos, Logan dirigió a la pareja hacia la hilera de cabañas a la izquierda de la portería. Las de la derecha se habían llenado antes. La serenidad no era excesiva, aunque cuando todas las cabañas se alquilaran, el lugar los mantendría a él y a su hermano a las corridas.
Cuando finalmente entraron en la cabaña, Logan encendió el interruptor de la luz y vio a la joven apreciar las habitaciones. La cama tamaño extra grande contaba con una colcha azul y dorada con diseños de estrellas texanas si recordaba correctamente. Dos mesas de noche y una cómoda. Una estufa de madera pequeña en la esquina. Dos sillones con lámparas. Una pequeña mesa redonda debajo de la ventana trasera. Una alfombra rústica azul y verde tejida a crochet por la tía Marg. Un pequeño baño en la parte posterior. Muy campestre. Él observó a la chica de la ciudad.
Ella parecía un poco sorprendida, entonces se acercó a la cama y pasó una mano por la colcha. -Es increíble cómo los colores no deberían mezclarse, pero lo hacen. Quien hay hecho esto tiene todo un ojo.
– Le diré a mi tía Laverne lo que has dicho.
Matt entró caminando despacio y dejó caer su maleta junto a la puerta antes de unirse a Rebecca. Le envolvió un brazo por los hombros y la besó en el cuello. -Bienvenida al nido, nena.
Ella se puso ligeramente rígida y miró a Logan, como si se sintiera incómoda con la demostración de afecto en público.
Él sofocó una sonrisa. Ella definitivamente se estaba relacionando con la gente equivocada.
Ella salió del agarre de Matt. -Estoy muy cansada.
Matt dudó, su mirada fue de Rebecca hacia la puerta, como si estuviese siendo atraído por un imán. -Si estás segura…
– Estoy segura.
– Está bien. -Dio un paso hacia la puerta y se detuvo. -Oh, la estufa de leña…
– Se la mostraré, -dijo Logan. Dejó la maleta de ella al lado de la otra.
– Gracias, Logan. Volveré enseguida, nena. -Matt salió de la cabaña como si temiera que alguien lo detenga.
Alguien quería empezar con los intercambios esta noche, ¿no? Con una sonrisa cínica, Logan indicó con la mano la abandonada estufa de hierro y se arrodilló para poner leña y troncos de la papelera de al lado. Ella se quedó tan cerca que su cadera le rozó el hombro. Una suave, redondeada cadera. Mientras ella encendía el fuego y ajustaba la abertura, su fragancia se envolvía alrededor de él. Su suave jabón olía bastante agradable, pero la subyacente esencia puramente femenina le daba ganas de desnudarla y ver si ella sabía más dulce. Se aclaró la garganta y se alejó. -¿Está todo bien?
Ella frunció el ceño delante de la estufa, estudiándola como si fuera un rompecabezas esotérico sobre el cual él haría un interrogatorio más tarde, y luego asintió. -Creo que lo conseguiré. Gracias.
Para su alivio y lamento, ella se acercó a la pequeña estantería de libros junto a la cama. Mientras él se ponía de pie, ella sacó un libro, con un grito feliz. -¡Mujercitas! No he leído esto desde la escuela primaria.
Cuando sus ojos se iluminaron por eso, ella perdió la aspereza de la ciudad y sólo se veía atractiva. Muy atractiva. Los labios rosados pasaron de besables a rozar con lo carnal.
– ¿Hasta qué hora puedo dormir? ¿Hay horarios determinados para las comidas o algo así? -preguntó, sosteniendo el libro como un apreciado tesoro.
– Tu grupo por lo general rota de cocinero y PK [8], a pesar que el café y los aperitivos siempre están disponibles en la cocina.
– Voy a ser una de las primeras en tomar un café. -Ella arrugó la nariz de una manera que sus pequeñas pecas se fusionaron. -Soy adicta a la cafeína.
– Te veré entonces. -Logan llegó a la puerta, deteniéndose, las mujeres bonitas eran un infierno en los procesos de pensamiento de un hombre, y sacó las llaves del bolsillo. -Aquí está tu llave. Le daré a Matt la suya en el albergue.
Cruzó la habitación. Cuando ella tomó la llave grande y antigua, su hoyuelo brilló. -Buenísimo. Tú tienes un lugar muy interesante, Sr. Hunt.
– Es Logan. Él le pasó un dedo por la mejilla, encontrando su piel tan suave como parecía. Maldita sea. -Bienvenida a Serenidad.