Rebecca comprobó los platos con las salchichas y los huevos en el horno. Casi el momento de meter las galletas.
– ¿Cómo puedes hacer esto sola cuando todo el mundo necesitaría ayuda? -Le preguntó Logan, poniendo un brazo alrededor de su cintura y tirando su espalda contra su pecho.
Su voz profunda y el tacto firme hicieron que un escalofrío recorra su espina dorsal directo a los dedos de los pies. -Mucha práctica para alimentar a los niños hambrientos de la fraternidad.
La besó en la coyuntura del hombro, su barba de un día era áspera y sus labios cálidos. -Descalza y en la cocina. El sueño favorito de un hombre, excepto que hay demasiada gente alrededor para tirarte sobre la mesa, poner tus piernas sobre mis hombros, y tomarte antes del desayuno.
Ella se estremeció por dentro y por fuera, volviendo la cabeza para echar un vistazo a la gran mesa de la isla de la cocina. -Sí es cierto. Demasiadas personas. -Su voz salió ronca.
Apartando la parte superior de su camisa de franela, le mordió el hombro, luego le apretó el trasero, recordándole lo que había estado dentro de ella la noche anterior. Cómo la había hecho sentir. Ella casi gimió.
Logan se rió entre dientes. -Voy a salir de tu camino, a menos que haya algo que te gustaría que hiciera.
– No. Lo tengo controlado. -Terminó de freír las salchichas para la salsa, disfrutando del sonido chirriante, antes de darse la vuelta. Había cogido un taburete de la isla, un hombre grande en una camiseta azul oscuro. Cuando se movió, su bíceps estiraron las mangas de una manera que le hizo la boca agua. Tan malditamente magnífico, pero… Ella frunció el ceño. Las líneas alrededor de sus ojos parecían más profundas, más oscuras. -Te ves cansado. ¿Tuviste problemas para dormir después de tu pesadilla?
Él hizo una mueca y luego le regaló una leve sonrisa. -Contigo en mi cama, duermo con demasiada facilidad.
¿Era una respuesta o no? ¿No le gustaba hablar acerca de sus pesadillas, tal vez? Ella sí que podía entender eso.
El olor de las salchichas la obligó a volver su atención a la cocina. En el momento en que había comenzado la salsa y metido las galletas en el horno, charlas y risas derivaron del comedor. Jenna y Brandy entraron en busca de los platos para poner la mesa, charlando acerca de su noche, y dándole a Rebecca y a Logan miradas de reojo como si quisieran preguntar sobre su noche también.
Como si Rebecca hablaría sobre las cosas que había hecho, por no hablar de lo que él le había hecho a ella.
Incluso antes de que Logan haya aparecido, sus abusados pezones y clítoris estaban hormigueando y dolían con cada roce de su ropa. Y estando Logan en la misma habitación de alguna manera hacía que cada centímetro de su piel fuera más sensible.
Tratando de ignorar su cuerpo, sacó los huevos del horno y puso el tocino en un plato. Las galletas cubrieron la canasta.
Con un murmullo de placer, Logan le dio un codazo en un lado para poder robarle un par de galletas. Después de besarla en la mejilla, y morderle el lóbulo de la oreja, se retiró de nuevo a la mesa. Ella sonrió y sacudió la cabeza. El idiota. Ahora su cuerpo estaba realmente excitado. Si el hombre no la dejaba sola, ella empezaría a gemir y a frotarse contra todo como un gato en celo.
Concéntrate, muchacha. Con los ojos en la comida, sirvió la salsa en otro recipiente justo cuando las personas empezaron a filtrarse dentro de la cocina. Señaló los cuencos y platos y se quedó a un lado mientras llevaban la comida. Cuando Mel se asomó en la puerta, Rebeca alzó las manos. -Eso es todo. Vayan a comer.
– Grandioso, -dijo Mel, acariciando su amplio vientre. -Se ve fantástico, Rebecca. Eres un infierno de cocinera.
– Gracias. -Agarró el tocino que había reservado y se lo convidó a Thor, quien esperaba pacientemente en su lugar dentro de la puerta. Luego de un abrazo y una lamida, se unió a Logan en la isla. -¿No vas a comer?
– En un minuto, -dijo Logan, sin levantar la vista. Sus ojos se agrandaron cuando vio lo que ocupaba su atención. Ella había dejado su cuaderno de bocetos sobre la mesa. Maldita sea.
Cuando su mano se extendió para recuperarlo, él cerró los dedos en su muñeca, sosteniéndola en su lugar con una facilidad que le hizo mojar sus bragas. Maldición, él no debería ser capaz de afectarla de esta manera, especialmente con esa táctica machista de hombre fuerte.
Su mirada azul acero se reunió con la suya, y su estómago dio un paseo por un ascensor sin planta baja. No importaba la fuerza… su efecto sobre ella nacía de su pura habilidad, de la autoridad en su mirada, y de su fácil suposición de que ella obedecería.
Sus labios se curvaron. -¿Eres una de esas del tipo creativo que no comparten su trabajo hasta que esté terminado?
Ella se humedeció los labios. Intentó soltarse y no llegó a nada, salvo aumentar el sofocante calor por sus venas. -Ah, correcto. Yo no comparto.
Sus ojos se estrecharon. -Nunca me has mentido antes, dulzura. No empieces ahora. -Se levantó y se alzó sobre ella, tomándola de la barbilla y obligándola a encontrarse con su mirada. -La verdad, por favor.
– Maldito seas. -Y maldita ella por mostrar su rubor, que se había convertido, sin duda, en color rojo. -Dibujé cosas que… que son vergonzosas, ¿de acuerdo?
– Ah. -El diablo probablemente tendría una sonrisa justo como esa. -Ahora definitivamente tengo que mirar. -Curvó un brazo alrededor de su cintura y la atrajo contra él mientras volvía a sentarse en el taburete, volteando las páginas.
Paisajes al principio, Paul y Amy tomando el sol sobre la roca que estaba en el lago, escenas de Yosemite, las cataratas. Uno de Jake en cuclillas en el borde de un riachuelo, dando una conferencia sobre la pesca. Logan detrás de su escritorio, frío e implacable, al igual que la primera vez que lo había visto. Sonrió ante eso, volteó la página, y soltó una fuerte carcajada.
Ashley con tetas tan grandes que tenía que sostenerlas arriba y una cuchilla como nariz sobre labios hinchados con colágeno. -Recuérdame que nunca te cabree, cariño.
Otro de Logan en su modo Dom, el poder casi relucía de la página. Un ciervo con un cervatillo asomado por detrás de sus patas.
Logan suspiró y le tomó la mano. -¿Puedes dibujar así, y hacer publicidad también?
Su pregunta aumentó su resolución de pensar sobre su vida, pero él no la hostigaba ni trataba de hablar con ella sobre algo, sólo planteó una pregunta y la dejó caer.
Dos imágenes de Thor, una esbozada cómo ella lo había visto inicialmente, como un gruñón, terrible monstruo, y otra que la había hecho ayer con su sonrisa feliz, la lengua afuera hasta la mitad. Logan pegó golpecitos sobre ésta. -Véndeme ésta.
Finalmente ella podía darle algo en recompensa. Extendiéndose hasta él, lo arrancó del taburete. -Es tuya.
Sus cejas se levantaron.
– Considérala como un pago por las… lecciones -Ok, ella había empezado a sonrojarse de nuevo.
Tiró de ella entre sus piernas, atrapándola entre sus inquebrantables muslos. Sus manos apretadas alrededor de su cintura, enviando un temblor a través de ella. -¿Crees que yo necesito un pago por lo que pasó entre nosotros? -Las cejas juntas, los ojos entornados, obviamente disgustado.
– Uh. No, no creo. -Sus piernas temblaban cuando sus manos se deslizaron hasta rozar sus pechos. -¿Qué te parece un regalo porque yo…? -¿disfruto del sexo? Cerró la boca y lo intentó de nuevo. -¿…porque somos amigos? -Pero eran más que amigos. Realmente. ¿No?
– Eso funcionará, pequeña rebelde, -murmuró. Sus labios se curvaron para arriba. -Si no quieres probar la mesa, aquí y ahora, te sugiero que vayas a comer tu desayuno. -Sus jeans estaban abultados con una gruesa erección.
Le tomó un gran esfuerzo retroceder, y otro para hacer que sus temblorosas piernas vayan en una dirección recta.
Logan había desaparecido en sus habitaciones parte de la mañana, luego reapareció y habló con Rebecca sobre ayudar con las reparaciones del camino. Pero habían tenido que parar cuando una tormenta golpeó, azotando los árboles y silbando por los alrededores del albergue. La lluvia caía en lo que la madre fraternidad de Texas habría llamado una torrentada.
Logan le preguntó si quería ir hasta el pueblo con él, pero había estado demasiado encantada con la tormenta, así que ella y Thor se habían amontonado en el porche del albergue mientras duraba la tempestad. Después que la lluvia se detuvo y Thor se alejó al trote, sin duda, para investigar alguna cosa de perros, ella había pasado unas muy adorables pocas horas dibujando, tratando de capturar la misteriosa luz del sol deslizándose por la sobrecarga de nubes oscuras.
El momento de tranquilidad le dio la oportunidad para pensar sobre lo que había sucedido ayer… y anoche. Logan la había atado. Y a ella le gustó. Él la había castigado, y eso no le gustó, pero incluso eso la había excitado. Logan había dejado a Jake verla desnuda, y Ok, eso aún le molestaba. Pero no lo suficiente como para no haberse corrido, obviamente, dado que lo había hecho. Ella habría pensado que había perdido la razón, excepto que Logan dijo que un número sorprendentemente alto de personas se inmiscuían en la dominación y sumisión. Y en el bondage. Toda la ruta BDSM.
Ella frunció el ceño. Logan, el hombre, la ponía caliente. Logan, el Dom, transformaba el calor a incandescencia. Tan sólo el pensamiento de cómo la restringía y la tomaba, sin darle ninguna opción en… en nada, la ponía húmeda. Realmente mojada.
Bueno, Rebecca. Pinta. No pienses. Sólo pinta.
Cuando finalmente alejó los útiles del arte, se dio cuenta que estaba sonriendo. Todos los nervios por su trabajo, y por los swingers, se habían silenciado, y ella simplemente se sentía contenta.
Pero necesitaba empezar con la cena. Esta noche había planeado un menú italiano simple: espagueti, ensalada y pan de ajo. Sacó las salchichas de la nevera y empezó a dorarla, y luego abrió la puerta trasera para Thor.
No estaba Thor.
Salió y aspiró el aire fresco, mirando a su alrededor buscando al perro. Qué extraño. Él siempre esperaba en la puerta de atrás, mucho antes de cada comida. Logan no había sacado al perro, y Jake había llevado a algunos miembros del club hasta un camino del lado este para tomar fotos del arco iris. Cuando Thor se fue después de la lluvia, se había ido por el sendero hacia el oeste.
¿Dónde podía estar?
Después de dar vuelta la salchicha, comprobó de nuevo la puerta. Y otra vez. Y otra vez. En el momento en que el espagueti se cocinaba a fuego lento en una olla gigante, no soportó esperar más. Jake dijo que Thor no se perdía una comida… nunca. Algo debería estar mal.
Entró en la sala principal. Casi vacía, salvo por tres hombres jugando a las cartas.
– Escuchen, -Mel gruñó.
Paul frunció el ceño y luego miró a Rebecca. -¿Pasa algo?
– Tal vez. Thor no ha vuelto, y él siempre está aquí para las comidas.
– ¿Thor? -Las cejas de Christopher se unieron. -No tenemos a nadie llamado Thor.
– Es el perro, idiota. -Mel le dio unas palmaditas en el brazo a Rebeca. -Probablemente salió persiguiendo a un ciervo o algo así. Yo no me preocuparía.
– Pero Jake dice que siempre…
– Vamos a ver lo que tienes, cabrón. -Mel golpeó la mesa, y la atención de los hombres se dirigió a las cartas. Ella, obviamente, había sido despedida.
Patear sobre la mesa no ayudaría. Podría ser satisfactorio, pero no ayudaría. Caminó hasta la puerta principal y entró al porche, mirando con el ceño fruncido hacia las montañas más cercanas. Kilómetros y kilómetros de bosque. La puesta del sol llegaría en unas dos horas. Eso no le dejaba mucho tiempo, pero al menos podría caminar hacia arriba del sendero de todas maneras.
Ok, entonces. Cruzó el claro y el camino de tierra lleno de baches, sus zapatillas se aplastaban ruidosamente en el barro. Cuando entró al bosque, la temperatura bajó por lo menos diez grados, y las húmedas agujas de pino agregaban un intenso aroma al fuerte y penetrante olor limpio del aire. Deteniéndose sólo para gritar el nombre de Thor, ella seguía el rastro como hechizada de un lado para el otro, dirigiéndose constantemente hacia arriba. El silencio la rodeaba, con sólo ocasionales crujidos de ramas sobre su cabeza acompañados de salpicaduras de agua de lluvia, el grito de un halcón a la distancia, y el sonido del agua corriendo de un arroyo cercano. ¿Era esta la forma en que sonaba la paz?
El corazón y los pulmones se habían adaptado a la altitud más alta en los últimos días, por lo que su cuerpo se sentía bien, como una máquina que funcionaba bien. Y la máquina había perdido la sensación de la constante tensión. Mientras pensaba en regresar a trabajar el jueves, a las reuniones y a la presión, a los juegos de poder y a la exasperada competencia, su estómago se retorcía.
Llegó a una pequeña roca con buena vista y se detuvo para disfrutar de la calidez del sol y para recuperar el aliento. Arriba de las altas montañas en el este, las nubes oscuras permanecían, la lluvia torrencial era de un glorioso dorado por la puesta de sol. Una pequeña pregunta surgió en su interior, un zarcillo de pensamiento. Si no le gustaba la idea de volver a trabajar, ¿eso era una indicación de “vacacionitis” o algo más profundo?
Giró y miró hacia el sol. No había tiempo para detenerse a pensar. -¡Thor! -gritó, y luego escuchó. Nada. Lo repitió dos veces y siguió andando por el sendero, todavía subiendo.
Ok, a ella no le gustaba particularmente la falsedad de la gente de su trabajo. No, en realidad, odiaba la falsedad de las personas. Con ese pensamiento llegó otro. ¿Por qué diablos quería ser una directora general de arte y relacionarse con las personas dirigentes? Eso no tenía sentido en absoluto. ¡No me digas, Rebecca! El sueño americano, avanzar o morir, ganar más dinero o ser un perdedor, le había chupado la sensatez en sus fauces.
Se había sentido más satisfecha cocinando aquí que en casi todo lo que había hecho en su trabajo bien pagado. Pero ella amaba la pintura. Dibujar. Hacer bosquejos. Los puros momentos creativos. Tomando una percepción y haciéndola fluir. Si sólo no tuviera que lidiar con los asuntos sin sentido y los clientes y… hacerle frente, darle opciones, haría muchos más dibujos por sí misma que para un equipo de publicidad.
Se detuvo y frunció el ceño mirando el sinuoso camino. ¿Qué era este montón de revelaciones? Tenía que conseguir el infierno fuera de él antes de que toda su carrera consiguiera irse por el sumidero.
Demasiado tarde. Empujó una rama hacia arriba y se escondió debajo de ella, recibiendo algunas gotas de lluvia. Plan provisional. Volver al trabajo con los ojos abiertos y ver si todavía se sentía de la misma manera. Tal vez esto era sólo un raro efecto de la montaña.
Pero si todavía se sentía de la misma manera. Bueno. Comenzaría a buscar algo más cercano a lo que le gustaba. El alivio y la expectativa que la invadió con esa decisión la sorprendió. ¿Había estado ignorando sus sentimientos todos estos años?
Sorprendió a un ciervo, mutua sorpresa realmente, teniendo en cuenta que casi había saltado de sus zapatillas, y se detuvo ante una vista que le hacía picar los dedos por sus pinturas. Entonces se dio cuenta de la inclinación de los rayos del sol. Frunció el ceño. ¿Cuánto tiempo había estado caminando? Tenía que ser capaz de volver al anochecer. -Thor, -gritó. -¡Thor!
¿Era un gemido? Inclinó la cabeza y escuchó, oyendo al viento hacer crujir las ramas arriba de su cabeza, un arroyo corriendo en alguna parte por debajo, y un quejido. Dios, era él. -¿Dónde estás, chico?
El gemido vino de abajo. Salió del camino, en dirección a una zona verde, que se dirigía al lecho de un arroyo. Empujando a través de la vegetación húmeda, llegó al agua y se detuvo. -Thor. Dime algo.
Un gemido llegó desde el otro lado. Vio un indicio de pelaje marrón entre un montón de troncos y ramas. Oh, grandioso. Sólo que ¿cómo iba a llegar allí? El agua condenada fluía más rápido que rápidos en miniatura. Ella frunció el ceño, comprobando arriba y abajo del arroyo. ¿Se les olvidó poner puentes? Después de un minuto, vio cómo las rocas que sobresalían del agua que corría podrían formar un camino transitable… si ella saltaba de piedra en piedra.
Se diseñó el camino en su cabeza y luego empezó a cruzar. Resbaló y se recuperó. Maldición, no era tan atleta. Otra roca, resbaladiza con musgos y rocío. Otra. Finalmente sólo un salto largo para alcanzar la orilla. Pan comido.
Saltó y la excitación se disparó a través de ella mientras bajaba al nivel del agua, pero luego su pie aterrizó en un pedazo de madera y patinó. Su tobillo se torció y cayó duro sobre su cadera y hombro.
Maldita sea. Una vez que recuperó el aliento que había perdido, se sentó. -Bueno, qué agraciado.
Pero lo lograría. Yay, equipo. Cuando se puso de pie, su peso cayó sobre su pie izquierdo, y el dolor a través de su tobillo abrasó como si alguien la hubiera atacado con un cuchillo de trinchar. Sin saber cómo, terminó de nuevo sobre su trasero. -Bueno, maldita sea otra vez. -Tirando de la rodilla para arriba, tocó su tobillo y silbó. Ya estaba hinchado. El dolor palpitaba a través de ella con un ritmo fuerte. Apenas una torcedura, sin duda. Sería capaz de caminar sobre él. Un escalofrío corrió por ella mientras comprobaba el sol. No más abajo de la copa de los árboles, pero seguro parecía estar apurado por descender. Maldición, maldición, maldición.
Su tobillo se torció en el minuto en que puso su peso sobre él, y los colores rojo y negro bailaban delante de sus ojos como un tablero de ajedrez, por el dolor. Esto sí que no era bueno. El gemido del perro le recordó su misión. -Muy bien, cariño, ya voy. -Ella iba a tratar de ayudarlo, incluso si tenía que arrastrarse.
– Sheesh, Thor, ¿no podrías haber encontrado un lugar más fácil para quedar atrapado? -preguntó mientras se acercaba. Atrapado en una maraña de escombros, había caído obviamente a través de la abundancia de ramas caídas. Ella bordeó la pila y se inclinó hacia él.
Él le cubrió la mano con besos de perro antes de que lograra calmarlo. Ella estudió la situación. Si apartaba esa rama y esa otra… Ella rompió ramas y arrojó lejos a otras, dándole espacio para moverse.
No lo hizo.
¿Por qué? Empujó su pie bueno debajo de un tronco y, primero con la cabeza, avanzó lentamente un poco más abajo en la prisión de las ramas. Un agudo, trozo roto se había atascado en la pata de Thor, clavándose. Importante herida. Rebecca se agachó y rompió varias ramas hasta llegar a la lastimadura de su pata. No había manera de moverlo sin lastimarlo. Con todo su cuerpo tenso, ella le susurró: -No me muerdas, ¿de acuerdo? -Tiró con fuerza de la rama sacándola de su pata.
Cuando él aulló, ella se encogió, alejando la mano rápidamente.
Thor ni siquiera gruñó. Meneando la cola, trepó de entre el montón de escombros, moviéndose mucho mejor en tres patas de lo que ella lo hacía en una.
Ella se arrastró hacia atrás, gimiendo cada vez que su tobillo hinchado chocaba con una rama. Alejándose un poco del lecho del río, se sentó junto a un árbol y se apoyó contra el tronco. -Vamos a ver esa pata, chico.
Thor trotó y efectivamente sostuvo la pata para ella. Un delgado hilo de sangre brotaba de la herida irregular. Grandioso. -No puedo creer que voy a hacerle primeros auxilios a un perro, -le dijo. -No me harás daño. ¿Verdad? -Se quitó la camisa, luego tomó la camisa que tenía debajo. Bonita y elastizada. La envolvió alrededor de su pata, gimiendo con él, y atándola en su lugar con las tiras. -Listo. Así está mejor, -dijo y recibió una mojada lamida sobre su mejilla.
Ugh. Próximo trabajo, enseñarle cómo dar agradecimientos verbales.
Él se sentó junto a ella, levantando su pata delantera con un gemido.
– Sí, yo también. -Ella pasó los dedos por su suave y grueso pelaje. -Estamos bastante parejos. ¿Cómo vamos a lograr volver? -Miró el arroyo. Sin dos buenas piernas, ella no podía saltar, y aún si intentara meterse, con el agua tan violenta, no sería capaz de mantenerse sobre sus pies. Estaba segura que no podría arrastrarse tampoco. Maldita sea, maldita sea, maldita sea.
Thor se dejó caer a su lado y apoyó la cabeza en su regazo. Su suspiro se unió al suyo.
– Estamos bien jodidos.
Logan llevaba una brazada de alimentos a la cocina y miraba a su alrededor. Paul y Mel estaban poniendo los platos en el lavavajillas, mientras que Christopher lavaba las ollas en el fregadero.
Algo olía bien, y él se lo había perdido. Maldita sea. -¿Espagueti?
– Sí -dijo Mel. -Hubiera estado muy bueno, salvo que Rebecca se fue, y Ashley cocinó los fideos como una papilla.
– ¿Qué quieres decir con que Rebecca se fue?
Detrás de Logan, la puerta de la cocina se abrió, y Jake entró con la última bolsa de provisiones. -Vi que estabas de vuelta. ¿Esto es todo?
– Sí, gracias. -Logan comenzó a desembalar los productos y a guardar las cosas. -¿Has visto a Rebeca?
La mano de Jake se detuvo sobre una hogaza de pan. -Pensé que había ido a la ciudad contigo.
Un escalofrío se deslizó hacia arriba de la columna vertebral de Logan. -No, ella quería pintar. -Se volvió a Mel. -Tú dijiste que se fue. ¿A dónde?
– Ah. -Mel intercambió miradas con los otros dos hombres. -Estaba preocupada por el perro, pero yo le dije que probablemente corrió detrás de un venado. Yo…
– Yo no recuerdo haberla visto después de eso. ¿Hace alrededor de una hora? -dijo Paul, frunciendo el ceño ante Christopher. -No estamos muy pendientes de ella cuando no está aquí, ya que no está colgada con el grupo.
Logan se frotó el mentón y miró a Jake. -Si estaba preocupada por Thor, iría detrás de él.
Jake asintió con la cabeza. -Así me lo imagino.
Logan miró a los swingers. -Todos ustedes se quedan aquí en el albergue. No necesito a nadie más perdido. -No esperó una respuesta, se dirigió a la habitación principal, demorando el tiempo suficiente para coger una linterna de gran potencia y su mochila del gancho de la pared. Jake siguió detrás de él.
En el exterior, Logan comprobó el sol, sus entrañas apretadas por el miedo. -Tenemos menos de una hora.
Jake gruñó una respuesta, entonces se acercó a la orilla oeste del claro para verificar si había pistas. Logan hizo lo mismo en el lado este. En el camino, encontraron pequeñas pistas con hendiduras poco profundas. Zapatillas con pies pequeños. -Por aquí. Siguió las primeras marcas de zapatos, luego las marcas de barro llevaban al camino del este.
– Me alegro de que tenemos un lugar para empezar, -dijo Jake, siguiendo a Logan dentro del bosque. -Dios nos ayude si no hubiéramos tenido eso.
Logan no se molestó en responder, pero comenzó a correr. Pequeña rebelde, ¿qué demonios estabas pensando? Pero él sabía. Había pensado sólo en el perro, no es su propia seguridad.
Maldita sea, ella no era estúpida. En lo más mínimo. Había visto que el sol se estaba poniendo y hubiese vuelto. Si hubiese sido posible. Mientras corría, sus ojos examinaban rápidamente el bosque, chequeando por señales de su paso. Y no podía dejar de imaginarse todas las formas en que podría resultar herida. O muerta.