CAPÍTULO 12

Logan observaba como su pequeña sub luchaba para sentarse de nuevo, sus ojos completamente verdes pero montados en cólera con él. -Tú… hombre de las cavernas. Yo no te pertenezco y tú…

Joder, pero ella era adorable. Aún así, estaba en su habitación ahora. Él no le haría ningún favor a una sumisa tolerando su falta de respeto. Momento de entrenamiento. -No tienes permiso para hablar, -gruñó, satisfecho cuando su diatriba se cortó en la mitad de la frase, mostrando la obediencia instintiva de un sub bajo el mando.

La observó durante un largo minuto, observando aumentar su expectativa, así como su preocupación. Su rostro sonrosado por el inicio de la excitación. Sus manos frotando sus muslos, como si tratara de tranquilizarse a sí misma.

– Desvístete.

Su jadeo fue delicioso. -Ahora, escucha…

Inclinándose hacia adelante, le levantó la barbilla para que ella pudiera ver su disgusto. -Las únicas palabras que quiero de ti son “Sí, señor” ¿Soy claro?

Podía verla considerando escapar usando su palabra de seguridad. Luego un estremecimiento la recorrió, balanceándole los pechos, enfatizando los apretados picos de sus pezones, y revelándole su decisión incluso antes de que ella dijera, -Sí, señor.

– Buena chica. -Aflojó el apretón, acarició suavemente su mejilla. La besó, dejándole sentir su calor.

El placer de una sumisa por la aprobación de su amo brillaba en sus ojos cuando él se retiró. Le apretó el hombro, y luego dio un paso atrás, se cruzó de brazos y esperó.

Mordiéndose los labios, se levantó y se quitó el camisón, apoyándolo sobre el brazo del sofá. Su rubor se incrementó, sobre todo por la vergüenza.

– Toma tu posición allí, -dijo, señalando a la alfombra junto a la chimenea.

Ella se arrodilló como le ordenó. Cuando ella lo miró hacia arriba a través de sus pestañas, él frunció el ceño hasta que ella abrió las piernas más amplias, lo suficientemente amplias como para ver la humedad de los labios de su coño en el vello púbico. Hermoso, rosado banquete.

– Muy bonito, dulzura. Quédate ahí ahora. -Sacó su bolsa de juguetes del armario. -Vamos a trabajar primero la confianza. Y luego hay otras cosas que quiero hacerte.

Sus pezones apretados y el ligero brillo de su coño le rebelaban su reacción. Dado que sus ojos estaban obedientemente bajos, él se permitió una sonrisa. Mientras hurgaba en la bolsa, ella mantenía su posición. Su obediente pequeña sub.

¿Pinzas para los pechos? No era lo suficientemente atractivo para esta noche. Las hizo a un lado. ¿Abrazaderas de pezones? No. Demasiado doloroso para su segunda vez. Hmmm. Si usaba unas del estilo pinzas, podría ajustar el sujetador. Después de un minuto, encontró un par que tenía cristales colgando que hacían juego con el verde de sus ojos. -Ven aquí.

Cuando se puso de pie enfrente suyo, él sonrió. -Las manos detrás de tu espalda otra vez, los ojos hacia abajo, las piernas ligeramente separadas.

Él se acercó lo suficiente para ver el rápido latido del pulso en su cuello. -Me gusta la joyería en mis subs. -Inclinándose, tomó un pezón en su boca, lo chupó hasta lograr un pico, y aplicó una pinza, ajustándolo hasta que vio los músculos alrededor de sus ojos apretarse por el dolor. El reconocimiento barrió a través de él, ella no era un quejica, ¿no? Tiró el anillo hacia abajo para aflojar un poco la pinza. Sus dientes se mordieron los labios de nuevo, así que él la besó y comprobó su coño. Muy húmedo. La otra pinza siguió, acompañada de un silbido de aire. Deslizó sus dedos hacia abajo dentro de su coño otra vez, siguiendo sus pliegues, aumentando su excitación.

Su cuerpo temblaba incontrolablemente mientras Logan la acariciaba, deslizando sus dedos sobre su clítoris hasta que estuvo palpitante. Cuando empujó un dedo dentro de ella, tuvo que apretar las manos para quedarse quieta. Con los ojos bajos, sólo podía ver sus largas piernas y su musculoso antebrazo, las mangas de la camisa enrollada, la muñeca con venas, y la mano tocándola tan íntimamente.

Tocándola como si ella no tuviera derecho a negarse.

Sus pezones quemaban por las pinzas. Una intensa sensación, que nunca amainaba, parecía hacer que todo en su cuerpo sea más sensible.

– Inclínate y abre tus mejillas.

Su cabeza se levantó, y ella lo miró fijamente. -¿Qué?

Él juntó las cejas, sus ojos volviéndose fríos. -Inténtalo de nuevo, sub.

No, no, no. Lo que sea que él quería hacer, esto no podía ser bueno. -No, no lo haré. No quiero lo que sea que tú quieras hacer.

– ¿Sabes lo que voy a hacer, Becca?

Ella negó con la cabeza. -Pero…

– ¿Crees que te hará un daño insoportable?

– No, pero…

– ¿Alguna vez has sido violada o asaltada?

– No, pero…

– Entonces estás diciendo que no confías en mí para hacer lo que creo que es correcto para ti. ¿Es eso?

– ¡Maldita sea, Logan, tú no puedes simplemente hacerme cosas sin consultarme! -Ella dio un golpe con el pie, pero su pie descalzo no emitió ningún sonido.

– Sí. Puedo. -Su mandíbula se apretó, y un temblor comenzó dentro de ella. -De esto es de lo que se trata la dominación. Y es algo que tú quieres, pero estás demasiado asustada de ceder el control. Ese control es lo que yo te estoy quitando, un paso a la vez.

No podía apartar la vista de la intensidad de sus ojos azules, y a pesar del aire frío podía sentía el sudor sobre su cuerpo.

– Ahora, puedes usar tu palabra de seguridad y nos detendremos, o decir: “Sí, señor” y hacer lo que he pedido. Y aceptar el castigo que viene con tu desafío.

Ella no quería detenerse. No. Ella lo quería abrazándola y quería decirle que iba a hacer lo que quería. Quería sus manos sobre ella, no algo en su culo.

Con su rostro inexpresivo, él esperó, mirándola hacia abajo, haciéndola sentir pequeña. Desnuda.

Con sólo estar de pie junto a él los temblores corrían a través de su cuerpo hasta que las joyas tintineaban suavemente en sus pechos. Pensó en sus fuertes dedos conectando las pinzas… en su toque. A pesar de que su mente gritaba que no, lanzó un suspiro. -Sí, señor. -Ella se volvió y se inclinó ligeramente.

Un gruñido de exasperación, luego su poderosa mano le agarró la nuca, empujando inexorablemente hacia abajo hasta que casi podía tocar el suelo. -Extiende tus mejillas. Ahora.

Su respiración se transformó en pequeños jadeos de humillación mientras movía las manos a su trasero.

Él roció un líquido frío entre sus mejillas. Entonces algo presionó contra su recto, tratando de deslizarse en el interior, y ella se quejó, -Noooo.

Una de sus manos presionó contra su monte, la otra insertó la… la cosa. Se deslizó adentro, extendiéndole el recto, y pareció hacer plaf. Podía sentirlo dentro de ella. Extraño y duro.

– Esto se llama dilatador anal, dulzura, -murmuró. -Esto abre todo un nuevo conjunto de nervios y también te extiende un poco. Yo no voy a tomarte por allí, no este fin de semana. Eres demasiado apretada y yo soy demasiado grande. Sin embargo, esto te da una idea de lo que sentirías. -Le empujó sus manos hacia abajo, y se dio cuenta de que sus uñas había estado clavándose en sus nalgas. -Levántate ahora.

Sus mejillas se cerraron sobre el tapón, y se sentía como si tuviera una roca entre sus nalgas. Se movió incómoda.

Él se trasladó enfrente de ella y le ató una correa alrededor de su cintura, tirándola con fuerza hasta que quedó ceñida. Un trozo de cuero colgaba de la correa. Ella lo miró inquisitivamente.

Él se rió entre dientes. -Ya lo verás. -Su voz se suavizó, y le acarició la mejilla. -Me alegro de que estés aquí todavía, Becca. Sé que esto es intimidante, especialmente para ti. Tú eres una mujer que le gusta tener todo bajo su control.

La calidez la llenó. Él sabía que ella tenía miedo. Él entendía eso y la entendía a ella.

Y entonces tomó un consolador de su bolsa, y ella se alejó tan rápidamente que se tropezó.

Él la agarró por la muñeca. -No, no te muevas. Esto es lo que ganaste con tu desafío. -Se veía horrible. Con forma de Y, un brazo tenía la tradicional forma fálica, y el otro era más corto con un extremo puntiagudo. -¿Alguna vez has utilizado un conejo?

Negó con la cabeza. Ella tenía un viejo vibrador que había adquirido en la universidad en una tienda porno. Antiguo. Y vivía en algún lugar del cuarto de baño.

– Abre las piernas, dulzura.

Él había insertado algo en su culo, ¿y ahora quería embutir algo más dentro de ella? ¿Y por qué su paciente espera la impulsaba a hacer lo que él quería? Ella separó las piernas, cerrando los ojos por la humillación.

La maldita cosa se deslizó fácilmente. Estaba horriblemente mojada, y él tenía que haberlo notado. Mientras él lo ajustaba, ella se dio cuenta que la pata corta de la Y se colocaría directamente sobre su clítoris. Sonriendo ligeramente, él llevó el cuero entre sus piernas y colocó el extremo del vibrador en un pequeño agujero. Apretó el cuero, empujando todo incluso más adentro de ella, y lo aseguró al cinturón. -Suficientemente bueno. -Él sonrió mirándola a los ojos, luego arqueó una ceja. -¿Algún pequeño malestar, cariño?

Ella lo miró furiosa. -¿Puedo hablar ahora?

Él la miró durante un minuto. -Nop. Dirás algo que yo no podré pasar por alto, y ya tienes un castigo al que enfrentarte. Ve a la cocina y consigue un poco de agua para los dos. Usa los vasos rojos.

¿Cómo iba a andar con estas cosas en ella?

Él levantó una ceja.

Maldición, maldición, maldición. Ella sabía que estaba caminando con las piernas arqueadas. Con cada movimiento, el delgado conejo ahondaba contra su clítoris y la cosa anal se movía en su interior. Y de alguna manera todo comenzó a excitarla.

Encontró los vasos rojos, los de plástico, y les puso agua. En el camino de vuelta a la sala de estar, repentinamente el conejo cobró vida. La cosa pulsaba y ondulaba en su vagina. Sobre su clítoris, vibraba. Parecía chocar contra el tapón anal, y ella sentía que todo adentro suyo serpenteaba más y más fuerte, tan rápido y feroz, que apenas tuvo tiempo para respirar un poco antes de estallar en un orgasmo alucinante.

Cuando su visión se aclaró, se dio cuenta que la vibración se había detenido. Y de alguna manera había logrado sostener los vasos. Se tambaleó de nuevo hacia la sala de estar.

Logan estaba sentado en el sofá, un brazo sobre el respaldar, observándola. -Férreo control. Muy impresionante, dulzura.

Frunciendo el ceño, ella le entregó un vaso, temblando con tanta violencia que el agua se derramó por encima del borde. -Lo hiciste a propósito.

Apretó la mandíbula ligeramente ante su tono desagradable. Apuntó a la alfombra junto a la chimenea. -Allá. Posición de esclava.

Ella comenzó a pedirle que le retire las cosas ahora que había mostrado su punto. Su severa expresión le advirtió sobre ello. Frente a la chimenea, ella se deslizó hasta el piso. La posición de rodillas empujaba todo más profundo dentro de ella y frotaba la pata delantera del conejo contra su hinchado clítoris.

Ella miró la alfombra, su cuerpo tan sensible que su piel parecía ser capaz de sentirlo acercándose. Sus pies aparecieron en el pequeño círculo de alfombra donde sus ojos se habían centrado.

Caminó hacia atrás de ella y abrochó esposas en sus muñecas. El interior de los cómodamente ajustados puños estaban recubiertos de piel. Abrochó los puños juntos. -Dulzura, no quiero que te muevas, ni que hables, ni que mires hacia arriba. Cualquier infracción resultará en que pases más tiempo aquí. Los puños son para ayudarte.

¿Ayudar? ¿Él no creería que ella podía sentarse quieta y mantener sus manos en la espalda? Soltó un aliento e hizo un encogimiento de hombros mental. Como castigo, esto no era tan malo. No le importaba estar de rodillas.

Oyó crujir el sofá, y luego el sonido de las páginas de un libro que se pasaban… y un zumbido cuando el vibrador dentro de ella se encendió. Se las arregló para evitar jadear. En esta posición, podía sentir cada vibración cursando a través de ella. La parte del conejo justo dentro de sus labios vaginales ondulaban, y la parte delantera daba una sensación de ligeros golpecitos directamente sobre su clítoris. La excitación disparó a través de ella, y su interior se revolvía mientras se acercaba a un orgasmo. Oh Dios, oh Dios. Pero podía manejarlo y no moverse. Mantenía la mirada hacia abajo, su espalda endurecida mientras…

Todo se detuvo. La sorpresa la recorrió, seguida por la frustración. Su cuerpo sobrevolaba justo en el borde. Sostenidas por las esposas, sus manos formaron puños. Luego se relajó cuando la presión del detenido clímax retrocedió.

Pesados pasos retumbaron afuera de la habitación de Logan, subiendo las escaleras. Un golpe. La puerta se abrió, y Rebecca cerró los ojos. Esperaba que Logan empuje a la persona de regreso por la puerta. Que diga algo. O que la cubra.

Él no hizo nada.

Horrorizada, miró hacia arriba para ver al hermano de Logan junto a la puerta. Ella lo miró con incredulidad. Estaba desnuda, ¡maldita sea! Desnuda con pinzas de pecho y objetos insertados dentro de ella. La vergüenza paralizó sus piernas, o ella habría huido.

Cuando ella miró asombrada a Jake, su cara se oscureció con desaprobación. -Los ojos hacia abajo, sub -replicó él con la misma autoridad que Logan… o que un Dom.

Ella apartó la mirada de él, mirando a Logan en su lugar.

Él la miraba, y sus ojos eran grises. Fríos. Le dio golpecitos a su reloj. -Otros diez minutos añadidos.

Oh Dios. Oh Dios. Oh Dios. Ella bajó la mirada, el calor de la humillación haciéndola sentirse como si estuviera sentada en un sauna. ¿Cómo podía Logan hacerle esto a ella?

– Muy hermosa mascota tienes ahí, hermano, -dijo Jake. -No muy bien entrenada, sin embargo. ¿Tienes un minuto, o es un mal momento?

– No estoy ocupado por un rato. Siéntate.

¿Siéntate? ¿Invitó a su hermano a sentarse? Ahora la furia se alternaba con la vergüenza. Apretó la mandíbula por la necesidad de gritarle a Logan. Y a su hermano.

Y entonces el vibrador volvió a encenderse. Cerró los ojos, tratando de no reaccionar, de no mostrarles nada a estos bastardos, malditos sean. Su cuerpo enardeció, saltando directamente al precipicio a pesar de la presencia de Jake. Sus manos se apretaron en puños cuando su enfoque se redujo a la cosa sobre su clítoris, el que golpeaba, palpitante, casi allí…

Todo se detuvo.

El pequeño gemido se le escapó. Ella se quedó congelada. No podía creer que le había hecho eso otra vez. Y ni siquiera parecía estar prestándole atención. Podía oír la baja conversación de los hombres ahora que sus oídos habían dejado de zumbar.

– ¿No le pones un collar, hermano?

Logan resopló como si Jake hubiera dicho algo gracioso. -No soy un maestro de tiempo completo.

– Eso sólo puede significar compromiso. Ya sabes, una relación estable.

¿Qué diablos era un collar?, se preguntó. ¿Como un perro? ¿Quién era Jake para hablar de eso?

– Basta, cabrón -gruñó Logan. -No va a pasar.

– Tú pierdes. -Y Jake empezó a hablar de una serie de tormentas para mañana y los planes para los miembros del club.

Mientras la discusión continuaba, Rebecca lentamente volvió a tener su respiración bajo control a pesar de que su coño entero ardía.

Unos minutos más tarde, el vibrador se encendió de nuevo.

Y justo antes de correrse, se apagó. Una vez más. Y se encendió. Y se apagó.

En algún momento, se dio cuenta que Jake se había marchado. Encendido. Apagado. Su cuerpo temblaba continuamente. Si sus manos hubieran estado libres, habría atacado a Logan. Todo palpitaba dolorosamente. Transcurría dolorosamente. Si ella sólo pudiera correrse… Se movió, tratando de frotar el vibrador más contra su clítoris, sólo un…

– Si te mueves, añado más tiempo. -Su voz profunda, uniforme. Sin emoción.

¿Qué tipo de emoción tendría cuando ella lo matara? Cuando ella engarzara sus tripas a un árbol y…

Encendido.

Cuando el vibrador se detuvo, no pudo evitar el gemido de nuevo, por no hablar de las lágrimas que se derramaron de sus ojos cerrados. Ella se sacudió tan fuerte, que no estaba segura de si pararía alguna vez.

Callosas manos se cerraron a cada lado de su rostro, la calidez sorprendente. -Los ojos sobre mí, Becca.

Ella levantó la vista, su visión borrosa por las lágrimas. Su rostro se veía frío todavía, perverso. A ella no le gustaba él así.

– ¿Cuando estás bajo el mando, a quién obedecerás, Becca? -Sus palabras parecieron atravesarla.

– A ti -le susurró, agregando un apresurado -Señor, -cuando la mandíbula de él se apretó.

– ¿Necesitas preocuparte o pensar en algo cuando yo tengo el control?

– No, señor.

– ¿Qué es lo que esa cabeza tuya tiene que hacer, entonces, dulzura?

Su mente se quedó en blanco. Si él tenía todo el control, ella no pensaba, ¿qué quedaba?

– Sólo sentir, Becca. Eso es todo lo que queda.

La sorpresa que la embargó fue tan abrumadora como lo había sido toda la noche. Ningún poder, ni control, ni necesidad de preocuparse o pensar. Lo único que le quedaba era justamente lo que había experimentado. Sensaciones. El temblor se incrementó dentro de ella, y cerró los ojos.

Él caminó detrás de ella y desabrochó sus puños. Después de llevarle sus brazos hacia adelante, le apoyó la espalda contra sus piernas y sus fuertes manos masajearon el dolor de sus hombros. Sus manos en su regazo se sacudían casi tan violentamente como sus emociones. Se sentía tan vulnerable al ser atendida que no podía quedarse quieta. Ella no quería quedarse quieta.

Sus ojos se abrieron cuando él la levantó en sus brazos. Lo miró, su mandíbula era una línea rígida, su cuello todo músculo con venas, y ella se sentía frágil, y más aún, segura en su abrazo.

La llevó a su cama y la puso sobre su estómago. Volvió la cabeza para mirarlo.

De pie cerca de ella, él le acarició el cabello. -El castigo ha terminado. Lo has hecho bien, Becca. Estoy contento contigo. -Su sonrisa de aprobación calentó su frío interior.

Agarrándola de las caderas, la inclinó sobre sus rodillas, la cabeza sobre el colchón, y abrochó puños en sus tobillos. Tirando de sus brazos a su alrededor, abrochó cada brazalete de sus muñecas a los puños de los tobillos, limitándola en esa posición. Un estremecimiento la recorrió cuando se dio cuenta que no había terminado con ella.

Cuando le quitó el vibrador, estuvo a punto de gritar dado que el sólo movimiento se disparó directo a su excitación. Sus dedos hacían círculos sobre su clítoris, deslizándose en la humedad. Ella gimió cuando el nudo se apretó insoportablemente. -Toda roja e hinchada, -murmuró. -Perfecto.

Ella sacudió su cabeza, las lágrimas nublando sus ojos otra vez.

Ahuecando su mejilla, él la besó suavemente. -¿Qué, Becca? ¿Qué está mal?

– No puedo hacerlo de nuevo. Por favor, no… no otra vez.

Un pliegue apareció en su mejilla, incluso mientras el calor crecía en sus ojos. -No vamos a detenernos esta vez, y tú vas a correrte tan fuerte que los swingers te oirán desde sus cabañas.

Él se desnudó completamente, y sus ojos se abrieron cuando su polla saltó, larga y gruesa. Él envolvió su mano alrededor por la base. -No fuiste la única que sufrió, cariño.

Después de revestirse a sí mismo en un condón, se arrodilló detrás de ella y apretó el pecho contra su espalda. Su cuerpo se sentía pesado y caliente. El suave meneo de su polla contra sus pliegues la hizo saltar.

Su mano se deslizó hacia abajo por su estómago, sobre su monte, y luego sus dedos hacían círculos alrededor de su núcleo. Ella gimió cuando la insoportable tensión se incrementó. Su pene presionaba contra su apertura, hacia arriba y hacia abajo, deslizándose con su humedad, burlando su apertura.

Luego pellizcó despiadadamente su sensible clítoris mientras empujaba su gruesa polla hacia arriba dentro de ella.

Ella gritó cuando cada frustrado clímax desgarraba a través de ella de una sola vez. Sus ojos enceguecidos, ella se arqueó. Explosión tras explosión destrozaba su cuerpo en pedazos con exquisito, aterrador placer.

Sus dedos la liberaron mientras deslizaba su polla adentro y afuera. Ella se estremeció alrededor de la dura longitud, y otra oleada de placer la recorrió. Su corazón golpeado dentro de su pecho de manera tan brutal que se sentía a punto de estallar. De alguna manera el aire de la habitación había desaparecido. Estaba jadeando por aire.

Envolviendo un brazo alrededor de su estómago, él empezó un despiadado, conductor ritmo que se estaba convirtiendo en habitual.

Sólo que de alguna manera parecía más intenso. A medida que su pelvis apretaba contra su trasero, ella se dio cuenta del motivo. Él había dejado el dilatador en ella. Cada impulso en su interior lo movía un poco, llenándola más completamente, y enviando extraños sentimientos zumbando a través de ella. Sensaciones que no conocía. Que ella no quería que le gustasen… pero lo hacían. Oh Dios, lo hacían.

Estaba tan caliente y mojada, que él quería sólo enterrarse profundamente y correrse. Pero había una cosa más por lograr. Así que se contuvo a sí mismo, moviendo su polla adentro y afuera muy, muy despacio, para darse la oportunidad de recuperarse. Pero, maldita sea, ella tenía una mejor recuperación rápida. Esta posición era un infierno en el control de un hombre.

Intentando distraerse a sí mismo, deslizó su mano por debajo de sus pechos. Dios, estaban magníficos, tan llenos que ocupaban toda su mano, y sus pezones tan sensibles que cualquier tirón de las pinzas le hacía apretar el coño a su alrededor.

Gradualmente él mismo se ubicó de modo que su pene golpeara duro sobre su punto G. Sonrió cuando ella se puso tensa. Al parecer, había golpeado en el lugar correcto, uno tan sensible como sus senos.

Obviamente olvidando sus restricciones, ella gimió y trató de moverse, siendo detenida por los puños. Su vagina se apretó en torno a él al darse cuenta de su vulnerabilidad. Su férreo control estaba por los suelos, su voluntad traspasada a él, incluso su cuerpo era suyo.

Él empujó sus piernas más separadas para enfatizar su impotencia y vio sus manos cerrarse en puños. Puños. Él no había alcanzado el desnudo núcleo de su sumisión todavía. Agarrando las cadenas de las pinzas de sus pezones, tiró suavemente con cada empuje. Interpretándola y respondiendo en consecuencia, empujándola hacia la pura sensación y sumisión, incluso mientras conducía a su cuerpo para llegar al clímax, recordándose a sí mismo cómo las sinfonías de Beethoven terminaban cuando todas las partes se reunían en el final.

Lentamente se apretó en torno a él. Sus muslos, muy separados, temblaban como hojas de álamo en un viento de invierno, pero las restricciones mantenían sus piernas abiertas. Ella estaba cerca.

Empujándola de nuevo a una posición de rodillas, deslizó su mano por su estómago hacia su coño, anclándola en el lugar y ejerciendo presión sobre su hinchado clítoris, al mismo tiempo. Con la otra mano, cogió el delgado dilatador en su vulnerable pequeño culo. Lo movió, aumentando la sensación, incrementando su sumisión.

Su cuerpo entero tembló por la sorpresa, e hizo un ruido indescriptible. Sus caderas se sacudieron, inadvertidamente frotando su hinchado nudo contra la mano que la sujetaba. Ella gimió, entregándose al placer. A él. Sólo un Dom podía conocer y apreciar este apresurado sentido del poder.

Él empujó con su polla y deslizó el blando tapón afuera; sacó su polla afuera y empujó el dilatador adentro. Sus piernas se pusieron rígidas, su espalda arqueada, empujando el trasero más arriba. Mientras él continuaba, su sedoso coño aplicaba mano dura contra él, más y más fuerte, y segundos después ella convulsionó, gimiendo su clímax en corto gritos que se correspondían con cada ondulante espasmo de su vagina. Joder, él amaba su desenfrenada respuesta, y e incluso más, que ella necesitara restricciones para llegar allí.

La sensación de ordeñe apretando alrededor de su polla creció hasta que no pudo aguantar más. Asentó el dilatador firmemente dentro de ella, la agarró por las caderas con ambas manos, y estampó profundamente. Su propio clímax estalló hacia arriba y hacia afuera de él como un volcán, el fuego llegando desde muy profundo adentro de él y disparó a través suyo.

Cuando pudo respirar de nuevo, liberó el agarre que sostenían sus muñecas con los tobillos y los derribó a los dos, tirando de ella contra él de manera que su espalda se apoyara en su pecho. Aún estaba profundamente incrustado en su interior. Ojalá pudiera quedarse allí para siempre. Envolviendo sus brazos alrededor de ella y enterrando su rostro en su cabello sedoso. Dios, le gustaba tener una sub suave, temblorosa en sus brazos.

Y esta suave pequeña sub acababa de hacerle un regalo con una profundidad de respuesta que lo impresionaba. Tan diferente a su firmeza durante el día. Maldita sea, a él le gustaba eso. Le gustaba su personalidad alegre, incluso en el desayuno, por lo cual ella debería ser fusilada. Y la manera en que ella acariciaba a Thor, incluso cuando él le daba miedo. La forma en que sonrió cuando vio a una cierva y al cervatillo. La manera en que sus grandes ojos verdes lo miraron cuando ella le dio sus muñecas.

Él quería a esta suave pequeña sub, y quería su collar alrededor de su cuello. Dios le ayudara.


Los disparos crepitaban abriendo el fuego de las M-16 como petardos en los esteroides. La tierra se sacudía por la explosión de un IED. Los camiones volaban por el aire, lanzándolo a él y a los otros como si fueran canicas sobre el cemento. Gritos… tantos gritos. El sudor se derramaba por su cara, o tal vez el líquido caliente era la sangre. Su corazón martilleando, esquivando otro lado del callejón, se sumergió en un edificio. Su casco había desaparecido en algún lugar. El parejo, sordo ruido de unas cincuenta mierdas se abrió, y a continuación, el rugido de un helicóptero de evacuación médica. Él movió su mirada, sabiendo lo que vería. Demasiado tarde para el rescate. Su equipo, oh Dios, su equipo. Vetas rojas en la arena como un caleidoscopio lleno de sangre. Gritos de agonía. Hombres cruzando al otro lado del callejón, viniendo hacia él. Sus manos apretadas sobre…

– ¡Logan!

Manos que lo sacudían, pequeñas manos. Apretó los brazos del soldado. Suaves, redondos. La voz no era correcta, alta, utilizando su nombre. Parpadeó y vio grandes ojos verdes, pálida piel con pecas, labios de color rosado. Se obligó a aflojar sus manos. -Rebeca. -Su voz sonaba como si la tuviera áspera en carne viva.

– ¿Estás despierto ahora? -Ella le alisó el pelo hacia atrás de su cara sudorosa. -Eso sonaba como una desagradable pesadilla.

Su aliento sopló hacia fuera. -Sí. -Sus manos se apretaron sobre sus hombros, el color rojo aún seguía tiñendo los bordes de su visión. ¿Qué había hecho? ¿La había golpeado? -¿Estás bien?

– Bueno, seguro. Yo no era la que estaba teniendo una pesadilla. -Se salió de sus brazos y corrió al cuarto de baño; las últimas dos velas encendidas se reflejaron en su piel pálida.

Suspiró, su interior más agitado ahora que lo que había estado el propio día del horror. Dios, ¿cómo podría haberse quedado dormido? Podría haber…

– Aquí. -Un brazo debajo de sus hombros lo instó hacia arriba. Él tomó el vaso que ella le dio y lo miró.

– Logan, bébelo.

El agua fría despejó la sequedad de su garganta. Después de poner el vaso sobre la mesa de noche, ella limpió el sudor de la cara y de su pecho con un paño. -No.

Antes de que él encontrara las palabras para decirle que tenía que irse, ella lo empujó hacia abajo y se acurrucó junto a él, poniendo su cabeza sobre su hombro. Uno de los brazos redondeados se curvó sobre el pecho, sosteniéndolo con delicadeza. -Odio las pesadillas, -murmuró y se quedó dormida dentro de dos respiraciones.

Logan se quedó mirando el techo, demasiado consciente de la mujer acurrucada encima de él como un cachorro confiado. Ya profundamente dormida. Después de un minuto, puso una mano debajo de su cabeza y envolvió la otra alrededor de sus hombros. Ella parecía tan fuerte, ¿no? Teniendo en cuenta su descripción del ataque del perro, ella probablemente lo sabía todo acerca de las pesadillas.

Ella seguramente peleaba contra ellas un infierno de mucho mejor que él. Nunca había hecho nada después excepto sentarse en el borde de la cama y agitarse. El agua que le había dado le había quitado más que la sequedad, el paño más que el sudor, de alguna manera lo había hecho volver a la realidad y desterrar la acostumbrada prolongación persistente.

Su respiración creaba una pequeña mancha caliente sobre su hombro, su pecho subía y bajaba en el tranquilo ritmo del sueño.

Él tomó un largo, cuidadoso suspiro. Había tenido suerte y no la había lastimado. No habría sueño para él esta noche, sino la alegría de poder encontrarse en el aquí y ahora.

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