Después de la cena, los miembros del club tomaron posesión de la gran sala del albergue, empujando las sillas y sofás en el centro de la habitación. Cuando Matt se sentó en un sofá y tiró de Rebecca a su lado, ella frunció el ceño. A pesar de que había estado bastante atento en la caminata por la montaña y luego, todavía el resentimiento ardía dentro de su pecho.
Termina con eso, mujer. No ha hecho nada malo, después de todo. Swinger, ¿recuerdas? Habían venido a follar con otras personas, y necesitaba adaptarse al programa. Ella le dio una larga mirada de reojo. Tal vez ella acabara follando ante la vista de todos. Plasmando una dulce sonrisa en su rostro, le preguntó: -¿Y qué pasa ahora?
Él le acarició la mano. -Esto es un “conocer y saludar”, donde jugamos juegos para romper el hielo.
Ella se acomodó en el sofá y bebió un sorbo de vino. Bien. Dios sabía que ella había hecho lo suficiente de este tipo de cosas durante los ejercicios de formación de equipo. Probablemente comenzarían con un párate-y-di…
– Rebecca, -dijo Mel, interrumpiendo sus pensamientos. Su camiseta curvada por encima de su vientre redondo, mientras la señalaba a ella. -Levántate y cuéntanos algo sobre ti.
Cuando todos se volvieron para mirarla, ella se puso de pie. Como si se estuviera presentando ante un cliente. -Mi nombre es Rebeca y soy artista en una empresa de publicidad. Esta es la primera vez que he estado fuera de la ciudad, y la primera vez que he hecho cosas… de tipo swinger… así que me siento un poco perdida.
Las expresiones de simpatía y acogida la confortaron. Eran gente agradable.
Realmente. De manera que tal vez estaba demasiado tensa, como dijo Matt, y debería darles una oportunidad. Había venido aquí para precisamente eso, ¿verdad? Para explorar su sexualidad y ponerte en contacto con su vampiresa interior. Para mantener su perfecta relación intacta.
Después de las formalidades, las parejas se dividieron, formándose diferentes grupos para jugar. Matt optó por el grupo jugando Twister [10], y Rebecca observó por unos minutos. El que se caía tenía que quitarse la ropa, y una morena menuda deliberadamente perdió el equilibrio por lo menos dos veces.
– Rebeca, únete a nosotros. -Brandon la agarró de la mano y tiró de ella para levantarla del sofá. En el otro lado de la habitación, Ginger estaba sentado junto a Paul, el profesor de la universidad, y Christopher con Serena. Rebecca se sentó al lado de Brandon.
Haciendo señas hacia la mesita del café indicó los dados, un tablero, y un montón de tarjetas, Ginger dijo: -Bien, brigada. Tiramos los dados y movemos el marcador. Avanzamos sobre el tablero. Si ganamos una tarjeta, se la damos a alguien, y esa persona tiene que hacer lo que dice. Si sacamos dobles, tenemos que quitarnos una prenda de vestir. -Ella adoptó una expresión severa. -Las joyas no cuentan como ropa.
– Wahoo, -dijo Brandon, frotándose las manos. -Vamos a empezar.
Rebecca tomó aliento. Ella podía hacer esto.
A medida que el partido avanzaba, Ginger tuvo que quitarse la camisa y el sujetador. Christopher perdió los zapatos. Paul, sus calcetines.
Rebecca aterrizó en un cuadrado y leyó el comando. -Oh Dios. Paul se echó a reír y llenó su copa de vino. Ella la bebió y se sacó la camisa. Por segunda vez hoy.
En su turno, Brandon sacó una tarjeta y luego se la entregó a ella. -Léela en voz alta.
– Ponte de pie y dale a la persona un beso francés. Todas las partes del cuerpo deben tocarse. -¡Dios mío!
Él se puso de pie y agitó los dedos en un gesto de ven-aquí.
Yo puedo hacer esto, se repitió una y otra vez, al menos en este lugar. Rebecca puso las manos sobre sus hombros. No era muy musculoso. Colonia agradable. Sus manos se extendieron por encima de su espalda desnuda cuando él la atrajo hacia sí, hasta que sus senos se aplastaron contra su pecho. Ella lo besó. Su boca estaba húmeda, el bigote le hacía cosquillas, y la técnica de su lengua carecía de finura. Ella envolvió sus brazos alrededor de él con más fuerza, tratando de sentir algo erótico. Seguramente no debería estar criticando en el medio de un beso caliente.
Pero justamente no era así de caliente. En el pasado, ella se había destacado en ocasiones como la única sobria en una multitud ebria, esta vez, ella era la única frígida en una multitud cachonda.
Bebió más vino.
Los rostros comenzaban a enrojecerse. Las voces eran más fuertes y más tontas. Una pareja se trasladó a un sofá más alejado para besuquearse. Michelle y Greg dejaron de jugar Twister y se desnudaron enfrente del fuego. En un minuto, Greg estaba acostado, Michelle lo montó a ahorcajadas y él guió su pene dentro de ella.
Buen Dios. Rebecca desvió los ojos. Los compañeros de la habitación habían cambiado. Y no veía a Matt en ninguna parte.
Su turno con los dados. Ella sacó un doble. Ginger se rió, y los tres hombres se inclinaron hacia adelante, expectantes, esperando a que ella elija lo que se sacaría.
– Quítate el sostén, dulzura. -Brandon puso su mano sobre su pecho como si ella no entendiera.
¿Era pasión lo que sentía? Difícilmente. La vampiresa interior de Rebecca la había abandonado. Dejó su vino, recogió su camisa, y se levantó. -Lo siento, amigos, pero supongo que simplemente no soy una swinger. Me voy a la cama. -Cuando Brandon se levantó con impaciencia, ella lo desalentó con una mirada fría. -Sola.
Otros se dirigían de a dos o tres, haciendo su camino hacia las cabañas. Cuando Rebecca salió por la puerta del albergue, miró hacia atrás. Tres más se habían sumado a los dos frente al fuego. Whoa, un montón de partes de cuerpos desnudos allí. Dios, ella no debería haber venido aquí. Pero, cómo iba a saberlo a menos que le diera una oportunidad, ¿no? Obviamente a algunas personas, incluyendo a Matt, les gustaba mucho estas… cosas.
Las salpicaduras de lluvia caían sobre sus hombros desnudos cuando bajó del porche. El viento azotaba en su cabello, tiró de su camisa, corriendo por el camino hacia la cabaña. Con un suspiro de alivio, abrió la puerta y encendió la luz.
– ¡Hey! -la voz de Matt. Él se reclinó sobre la cama, desnudo. Ashley estaba arrodillada entre sus piernas, la boca prendida a su polla.
Rebeca se quedó sin aliento. Un doloroso lamento se disparó dentro de su cabeza, zumbó en sus oídos, aunque no escapó por su garganta.
Ashley no lo liberaba, sólo echó una ojeada e hizo una mueca. Su cabeza se balanceaba lentamente arriba y abajo.
– Ven aquí, nena, -dijo Matt, haciendo una seña con la mano libre. La otra masajeaba el pecho de Ashley. -Puedes unirte a nosotros. Me gusta embarcarme con dos mujeres.
Rebecca dio un paso atrás y encontró su voz desde cualquier lugar donde se había ido. -No creo que me guste. Lo siento, Matt. Y perdón por la interrupción. -Retrocedió, diciéndose a sí misma que no debería ser mezquina dando un portazo.
Estampó la puerta con tanta fuerza que las piñas de los árboles más cercanos crepitaron en el suelo.
Mezquino eres, mezquino encuentras. Ese era su novio perfecto en su cabaña. Con Ashley y sus gruesos labios alrededor de su polla. Los escalones del porche estaban borrosos, y Rebecca tropezó, aterrizando sobre sus manos y rodillas. Los granitos de arena quemaron en sus manos y sus ojos picaban por las lágrimas. Parpadeó furiosamente. Estaría maldita si lloraba.
Se tambaleó sobre sus pies, su cabeza le daba vueltas. Había bebido demasiado alcohol tratando de encajar. No había funcionado, ¿verdad? De pie bajo la lluvia, se secó las lágrimas de sus ojos y el agua de la cara. -Maldita sea, maldita sea, maldita sea. -¿Dónde podría encontrar una cama esta noche? Se sentía como si estuviera atrapada en un carrusel, se dirigió de regreso al albergue. Una vez allí, se asomó adentro. En frente de la chimenea, la gente se agitaba junta como un animal enorme formado por demasiados brazos y piernas. Se retiró rápidamente.
Seguramente no iba a poder dormir allí. ¿Tal vez en la cocina? No. El imbécil que construyó las enormes puertas para el comedor y la cocina había olvidado de alguna manera incluir puertas reales. Con su suerte, algún hombre idiota en busca de vino podría tropezar con ella en ese lugar. De ninguna manera.
Mirando por los senderos, vio a gente entrando y saliendo de las cabañas en una versión lasciva de sillas musicales [11]. ¿Cabañas musicales? Pero ella era la perdedora, la que se quedó sin una silla. O cama. Bien. ¿Quién necesitaba una cama de todos modos?
Frunciendo el ceño, se acercó a la mecedora del porche. Tirando su camisa mojada más apretada, se acurrucó en los cojines húmedos. En las sombras, nadie la vería, y ella podría tener frío, pero al menos sería libre de errantes manos y labios húmedos. Se estremeció, cortando ese tren de pensamiento. ¿Ella realmente había querido una relación con Matt tan desesperadamente?
El esposo psiquiatra de su madre probablemente diría que es una lección de vida. Y cómo.
Logan abrió la puerta para entrar y se detuvo cuando Thor aulló a sus espaldas. ¿Había un ratón o una rata escondida debajo del porche? -¿Qué pasa, chico?
Cuando el perro hociqueó el columpio del porche, Logan se acercó. -Bueno, maldición. -Rebecca yacía sobre los cojines, hecha un ovillo y con escalofríos. Antes de hacer su ronda, la había visto bebiendo una buena cantidad de vino. ¿Estaba borracha?
Le tocó el cuello e hizo una mueca. Demasiado fría. La preocupación le hizo inclinar la boca hacia abajo. -Tú, mujer, eres un dolor en el culo, -murmuró y la cogió en brazos.
A medida que la llevaba hacia la puerta que conducía arriba de las escaleras, tuvo una vista de por qué no había venido al interior. Gente ocupada, esos swingers. Notó con satisfacción la posición de las piernas abiertas de la morena. Y el coño desnudo de la rubia no estaba mal tampoco.
Después de golpear el código en el teclado, subió las escaleras hacia su habitación y abrió la puerta sin dejar caer a la muchacha de la ciudad. Se merecía un premio, pero la mujer semi-inconsciente no iba a entregárselo. No esta noche.
Encendió una luz, se abrió paso por su salón, por la pequeña cocina, y entró en el dormitorio. Mientras la ubicaba en la cama, sonrió. Parecía que lograría tenerla desnuda después de todo.
Su camisa salió por su cabeza con bastante facilidad. A regañadientes, dejó su sujetador de encaje azul. Hermosa ropa interior, pero le dolían sus manos por llenarse de sus pechos llenos. No lo hizo. ¿Qué tal? La caballerosidad no estaba completamente muerta.
Al bajarle la camisa mojada ella revivió lo suficiente para batir sus manos cuando él le sacó los jeans, pero el alcohol y el frío la habían dejado sólo medio-consciente. No era bueno. Sus empapados jeans aterrizaron con un ruido sobre el duro piso de madera. Logan gimió cuando la tenue luz de la sala delineaba la pálida piel de sus muslos en un sueño erótico contra su colcha de color rojo oscuro. Maldita sea, realmente le gustaría envolver esas piernas alrededor de su cintura y… No vayas por allí. Pasó los dedos sobre los bordes de sombras de las viejas cicatrices sobre su pantorrilla, y luego tiró de la manta debajo de ella y la cubrió.
Él la miró. Bebida caliente primero.
Ella despertó al tomar un poco de chocolate caliente, aunque no estaba especialmente amable. La niña de ciudad tenía una boca en ella cuando se irritaba. Apoyando la taza sobre la mesita de noche, Logan se desnudó y se unió a ella. Haciéndola rodar sobre su costado, tiró su espalda contra su pecho y moldeó su pequeño cuerpo congelado en contra del suyo. Piel contra piel calienta a una persona rápidamente. Dios, ella era suave.
Ella hizo un bajo y ronco suspiro.
Cristo lo ayudara, él apostaba que ella sonaría de esa manera cuando un hombre la penetraba. Su suave culo estaba situado contra su ingle y contra una polla demasiado dura, incluso su piel fría no lograba sofocar el calor. Incapaz de resistir, apretó sus labios contra la curva de su hombro. Olía a jabón y a mujer. Considerando su elegante ropa de ciudad, él esperaba un perfume de lujo.
¿Y qué estaba haciendo la Sarita Modestia con este grupo de swingers? La pequeña rebelde simplemente no concordaba, y él quería algunas respuestas. Más tarde. Por el momento, enterraría el rostro en su sedoso cabello y ahuecaría su mano sobre su pecho. Un hombre tenía derecho a algunos pequeños placeres al salvar la vida de una mujer, sobre todo porque su presencia en su cama significaba que tendría que permanecer despierto. Dios lo ayude a los dos si se quedaba dormido.
En medio de la noche, Rebeca se despertó cubierta sobre Matt, calentita y completamente confundida. ¿Cuándo había vuelto a la cabaña? Ella recordaba claramente el frío de su trasero en el columpio del porche. ¿Había regreso por ella y la puso en la cama? Seguramente ella no debería haber bebido tanto.
Se movió ligeramente y se puso tensa. Su mejilla descansaba en el hueco del hombro de un hombre, un hombro muy musculoso. Su brazo yacía atravesando un pecho mucho más amplio que el de Matt, y su dedos tocaron el vello rizado. El pecho de Matt era desnudo como el de un adolescente.
Ninguna colonia cara, sólo el limpio aroma de jabón de pino y… de hombre definitivamente. Un brazo duro se curvó alrededor de su espalda y la mano sobre su hombro tenía dedos callosos.
Este no era Matthew.
¿Había terminado tan borracha que se había ido a la cama con uno de los swingers? No, ella no podía haberlo hecho. Ella no había perdido su cabeza desde sus días de colegio cuando descubrió el sexo.
– ¿Estás despierta, dulzura?
Se quedó con la boca abierta. Esa voz profunda y rasposa podía pertenecer a un solo hombre. -Sr Hunt.
La risa retumbó a través de su pecho como un pequeño terremoto. -Teniendo en cuenta tu posición, tal vez sería mejor que me llames Logan.
Su pierna estaba metida entre los muslos de él, su rodilla presionaba contra su ingle, y su muslo tocaba… Oh, su pecho no era la única parte del cuerpo más grande que el de Matt, y él estaba completamente excitado. Una ola de calor la invadió, sin duda causada por la vergüenza y no por el entusiasmo. -¿Cómo yo…? Nosotros no…
Otra carcajada retumbante. -No, no lo hicimos. Te encontré en el columpio del porche, y estabas dirigiéndote a la hipotermia. Te traje hasta aquí y te hice entrar en calor. -Su mano le acarició la parte superior del brazo, un toque firme. -Pero si quieres que te caliente aún más, estoy dispuesto.
– No, gracias. -Trató de alejarse de él.
El brazo alrededor de la espalda se apretó, manteniéndola en su lugar. -Uh-uh. La temperatura de tu cuerpo sigue siendo baja, y yo no voy a hacer que todo mi cuidadoso trabajo se arruine porque tú pisas afuera.
– Voy a regresar a mi cabaña y… -¿Y qué? Sólo Dios sabía quién podría estar allí ahora. El recuerdo de Matt y Ashley se enroscó dentro de ella como un gusano podrido. Con un suspiro, se dio por vencida. -No importa. Me quedaré aquí.
– Buena elección. Nada va a pasarte ahora, prefiero acostarme con mujeres en plena posesión de su juicio. Sintió sus labios tocar la parte superior de la cabeza. -Pero por la mañana, podrías estar en problemas.
Memo personal: Recuerda levantarte y salir antes del amanecer. La tensión disminuyó de sus músculos cuando él no intentó nada. Todavía tenía su ropa interior, por lo que en realidad no se había aprovechado. Cuando su mano acariciaba hacia arriba y abajo del brazo, más reconfortante que carnal, ella se dejó llevar.
Logan esperó hasta que su respiración se tranquilizó, sus músculos se relajaron, y ella sobrevoló sobre el borde del sueño. Momento para la pregunta al estilo vainilla. Sí, las cuerdas serían un infierno de mucho más divertido. -¿Por qué estás con los swingers?
Soñolienta, se frotó la mejilla contra su pecho, endureciéndolo hasta la incomodidad. -Matt quería que viniera. Pensé que esto haría nuestra vida sexual… -Sus palabras se apagaron en un bostezo.
La idea de su novio siendo inadecuado con sus necesidades hizo sonreír a Logan. -¿No te molesta que esté con otras mujeres?
El gemido que dio le rompió el corazón. Sí, le molestaba. Sus dedos jugaban con el vello de su pecho y luego se quedaron inmóviles. Su cerebro se había desconectado de nuevo.
– ¿Es un idiota?
– Él es perfecto. Sólo que… yo… no soy swinger. -La mano de ella acariciaba lánguidamente los músculos de su hombro. -… no le gusta mi cuerpo.
– Mmmph. -Logan tenía que apretar los dientes para no rodar sobre ella y conducirse dentro del cuerpo que a Matt no le gustaba. Si algo podía romper su control, sería una suave, redonda mujer apretada contra él. -No a todo el mundo le gustan las mujeres flacas, Becca.
– A papá le gustaban.
Logan frunció el ceño. A veces la cultura de hoy en día no tenía mucho sentido, especialmente en su incapacidad para apreciar mujeres exuberantes. Esta pequeña debería haber nacido unas décadas atrás, cuando podría haber dado una cierta competencia a Marilyn Monroe.
Su respiración se desaceleró aún más, su mano se ablandó en su hombro, lo que era una lástima. Se había estado preguntando cómo podría atraer a esos aletargados dedos para que exploren un poco más abajo. Con su mano libre, corrió los nudillos sobre su mejilla suave.
Matt era un idiota.