CAPÍTULO 06

– ¿No hay cabañas vacías? -Rebecca ubicó sus manos en las caderas. -Bueno, eso es simplemente genial. ¿Qué se supone que haga ahora?

Las conversaciones después de la cena se habían vuelto cada vez más calientes. Matt se sentó en el sofá con Ashley casi en su regazo. Ella jugaba con su cabello, dándole a Rebecca una mirada de superioridad.

– Podrías participar y divertirte como el resto de nosotros, -dijo Matt. -¿Cómo sabes que no te va a gustar si no le diste una oportunidad? Sé que Christopher y Brandon querían que te unas a ellos, al igual que Paul y Amy.

– Ugh. -No estoy interesada, -dijo secamente. -Por lo tanto… -Dios, ¿qué iba a hacer?

– Logan sugirió que hables con él, y tal vez él podría arreglar algo, -añadió Matt, luego deslizó la mano dentro de la blusa de corte bajo de Ashley, obviamente, su atención no estaba en la conversación.

Dando un bufido de exasperación, Rebeca salió del albergue. Gritar de rabia, no ayudaría a las cosas, pero maldita sea, ¿no había estado en esta misma posición ayer? Dormir en el columpio del porche significaba correr el riesgo de una hipotermia de nuevo, así que estaba descartado. Apretando la boca, se dirigió hacia abajo del camino. Matt utilizó la cabaña la noche anterior. La justicia dictaminaba que ella la tenga esta noche, para sí misma. Después de todo, es por eso que Dios le daba cerraduras a la humanidad, para impedir la entrada de machos idiotas.

Con el sol ya oculto, la temperatura del aire había disminuido rápidamente, y se estremeció. En la quietud del bosque, los sonidos desde el albergue parecían distantes mientras sus zapatillas crujían sobre los pedazos de pino que cubrían el camino. Casi allí, se detuvo. ¡Demonios!, había dejado su bolso de arte en la cocina. Miró hacia atrás por el camino y se encogió de hombros. No valía la pena retroceder hasta el albergue de nuevo, no considerando lo que podría estar pasando.

En su cabaña, pasó hacia el pequeño porche, agarró el pomo de la puerta, y…

Risas salían del interior de la cabaña. La risa de un hombre, Paul, y la cama comenzó a crujir de una manera inconfundible.

Bueno, demonios, demonios, demonios. Retrocedió en lugar de patear la puerta, como ella quería. Esto en cuanto a ese plan. Dios, Matt debería haber planeado un grupo de cuatro personas allí más tarde.

Se dio la vuelta y regresó por el camino, arrastrando los pies, observando el polvo brillando por la temprana luz de la luna.

Chocó contra una pared sólida y soltó un humillante chillido.

Poderosas manos la agarraron por los brazos, sosteniéndola para que no caiga, y ella miró a la cara de Logan.

– Jesús, sólo mátame y todo habrá terminado, -dijo, poniendo su mano sobre su propio pecho, donde su corazón estaba tratando de calmarse.

– Lo siento, dulzura.

– Seguro que sí -murmuró. Él no sonaba como que lo lamentara en absoluto, más como si estuviera tratando de no reírse, el muy cabrón. -Necesitaba hablar contigo de todos modos.

Desde detrás de Logan, Thor se adelantó, una bestia de aspecto siniestro en la tenue luz del camino. Rebecca se puso rígida, y luego tomó aliento y le tendió la mano. No me muerdas, no me muerdas.

Thor olfateó la mano, luego, con la nariz, movió su mano hacia arriba. Acaríciame.

Con una risa ahogada, ella se dejó caer de rodillas y así lo hizo. Peludo y sólido, el perro no quería nada más de ella que un poco de cariño. En un minuto, se extendía sobre sus rodillas, la mitad en su regazo, Rebecca le frotó el pecho y obtuvo un ocasional lengüetazo birlando su barbilla.

– ¿Todos los perros son así? -le preguntó a Logan. Un poquito de preocupación quedaba en su interior, y sin embargo no había nada tan increíblemente reconfortante como tener ese cuerpo grande y caliente en sus brazos.

– Thor es uno de ese tipo, -dijo. -Él no confía en mucha gente, por lo que deberías considerarlo un honor.

Ella hundió la cara en el suave, suave pelaje y suspiró. -Tú también me gustas, -le susurró en el peludo oído y vio a su cola moverse en respuesta.

– Volvamos antes de que te congeles. -Logan le ofreció una mano. -Thor, da la vuelta.

El perro se movió, y Rebecca dejó a Logan arrastrarla por sus pies.

Caminó junto a ella hacia el albergue, sin soltarle la mano. -No tienes lugar para pasar la noche, me han dicho.

– No. -El enfado con Matt le puso la voz aguda, y sin embargo, la anticipación se levantaba en su interior como burbujas de champagne. La gran mano de Logan envolvía la suya en calidez mientras subían las escaleras del porche. -¿Tienes un depósito o algo que pueda usar?

La luz de las ventanas del albergue delineaban los duros planos de su cara. -Tú vas a ir a mi habitación y a mi cama. -Puso un dedo bajo la barbilla y la levantó hasta que su rostro estaba completamente en la luz. -Puedes decir: “Absolutamente no” o “Ahora mismo”.

El estudió su rostro mientras su mente aullaba por la confusión. Su cuerpo no tenía reparos, y el calor se extendía por toda ella. Sus labios se arquearon. -Eso es lo que yo pensaba, -dijo, como si ella hubiera respondido a una pregunta. -Vamos.

Después de abrir la puerta del albergue, puso una mano en su espalda, empujándola hacia la puerta privada detrás del escritorio. Dio unos golpecitos de un código sobre el teclado y la condujo dentro para subir las escaleras a sus habitaciones. Thor se deslizó antes que Logan cerrara la puerta. -Quítate los zapatos, Becca, -dijo, quitándose las botas. Sus zapatillas se veían diminutas al lado de ellas.

Cuando el perro se acurrucó en un montón de mantas en el rincón, Logan señaló el sofá. -Siéntate ahí, dulzura. -El sofá de cuero se hundió debajo de su peso, atrapándola en su suavidad. Miró a su alrededor, notando el televisor que había sido escondido detrás de un exuberante tapiz. Logan definitivamente disfrutaba de su confort con cómodas sillas y sofá, la alfombra profundamente afelpada delante de la chimenea.

Cuando la música clásica barroca flotó a través de la habitación, Rebecca parpadeó. ¿A este caradura tío de montaña le gustaba Bach? Después de revolver las brasas de la chimenea, tiró más leña menuda y un gran leño.

– ¿Cerveza, whisky, destornillador, o vino?, -preguntó.

– Un destornillador, por favor. -El saludable jugo de naranja sin duda compensaba el alcohol poco saludable, ¿verdad?

Él cruzó de la sala a la cocina en silencio, como un animal grande, y estaría condenada si ella no se sentía como una presa. Ella se ubicó en la esquina del sofá. Tirando sus piernas hacia arriba hasta su pecho, envolvió sus brazos alrededor de sus rodillas y trató de observar el fuego. No funcionó. ¿Se había vuelto loca?

Por supuesto, él era magnífico, una especie del tipo aterrador al estilo Vin Diesel [14]. Y ella era una mujer sana… que simplemente se había negado a ir a la cama con cualquier número de hombres dispuestos y en lugar de eso permitió que este hombre la traiga hasta aquí. No era que él realmente se lo hubiera pedido. Pero su mente seguía diciéndole que se había vuelto loca.

– Esa es una posición muy defensiva.

Sus ojos se sacudieron hacia arriba para verlo inclinándose sobre ella. El estómago le hizo esa cosa de revoloteo otra vez, y ella tragó. -No, es cómoda. Yo…

– Rebecca, -la interrumpió. Dejó su copa sobre la mesa de café en lugar de entregársela a ella. Puso un dedo debajo de su barbilla e inclinó su cabeza hacia arriba. Los ojos de él se veían grises en las luces brillantes, su mandíbula rígida. -Inténtalo de nuevo, y dime la verdad esta vez.

El temblor dentro suyo aumentó, y su boca se secó. Sin embargo, ella levantó la barbilla. -Yo… Sí. Es defensiva. Estoy un poco nerviosa, ¿de acuerdo?

Su sonrisa era cálida y de aprobación, y por qué algo tan simple la hacía sentirse bien por dentro no tenía sentido. Maldita sea, siempre se había visto a sí misma tan fuerte. Confiada. ¿Cómo llegó a tener este efecto sobre ella?

Tirando de sus piernas hacia abajo con mano firme, la despojó de su posición defensiva. Ella se resistió el tiempo suficiente para conseguir una mirada penetrante, y luego lo dejó salirse con la suya. Maldición si sabía por qué.

Para su sorpresa, en lugar de ubicar sus pies en el suelo, él dejó sus piernas estiradas en el sofá. Luego se sentó en el borde al lado de sus caderas, dejándola sin lugar para alejarse. Su esquina se había convertido en una trampa. Un destello de diversión apareció en sus ojos, y entonces él le entregó el destornillador.

Ella tomó unos cortos y poderosos tragos para aliviar la sequedad de su boca.

– Disfrútalo, porque eso es todo el alcohol que recibirás esta noche.

– ¿Por qué?

– Así tendrás una cabeza despejada.

Ella levantó la vista para atraparlo considerando lo que ella estaba pensando.

– Voy a mostrarte más información sobre la dominación y sumisión esta noche, -le dijo.

– ¿Perdón? -dijo ella suavemente.

– Oh, me has oído. -Él pasó un dedo por su mejilla. -Y tú estás interesada, a pesar que no crees que deberías.

Abrió la boca, pero no podía negarlo. Podía sentir a su corazón latiendo estrepitosamente, tanto que ella esperaba que él no pudiera oírlo. Una breve esperanza, que se perdió cuando arrastró sus dedos hacia abajo por su cuello para detenerlos allí en su pulso. Sus ojos se estrecharon.

Ella se humedeció los labios. -Entonces, ¿qué… -decir las palabras lo haría demasiado real -…cosas implica?

– Es bastante fácil, pequeña. -Sus dedos se deslizaron para desabotonar su camisa hasta que ésta se abrió. Cuando ella levantó la mano para cerrarla, él gruñó, -No te muevas.

Ella se congeló.

Su sonrisa era confortable. -Así es como funciona, Rebecca. Te digo qué hacer, y lo haces. Muy básico.

– ¿Qué… qué pasa si no quiero hacer lo que tú dices?

– Buena pregunta. -Su mirada fija en su rostro, los dedos arrastrándose por encima de su sujetador, despertando los nervios de todo su cuerpo. -Si algo que yo hago es insoportable, ya sea física o mentalmente, dices, “Rojo”, y todo se detiene. Esa es tu palabra de seguridad. Rojo.

Rojo. Ella lo repitió en su mente y frunció el ceño entonces. -¿Qué pasa si digo detente o no?

Sus ojos no dejaron los de ella. Francos. Tranquilos. -Entonces, sigo.

Quitó su camisa con tanta facilidad como si ella fuera un bebé, luego la camisola que se había puesto debajo para una cobertura adicional. Un segundo después, su sujetador se aflojó, y lo arrojó lejos. Ella se cubrió con las manos.

Él le dirigió una mirada implacable. -No, yo no creo eso. -Tomándola de las muñecas, levantó sus brazos. -Ponlos detrás de la cabeza. -Él movió las manos a su nuca. -Enlaza los dedos juntos.

Cuando ella cumplió, él movió la cabeza afirmativamente. Un juego muy extraño, pensó. Esto es sólo un juego. Un juego que parecía… seguro. Sin embargo, su respiración se aceleró. Como si su piel estuviera sensibilizada por la expectativa de su toque, se volvió consciente de la suavidad del cuero a su espalda, el calor del fuego calentando su lado derecho, la frialdad sobre su lado izquierdo.

Podía sentir que su coño comenzaba a mojarse.

Tener las manos detrás de la cabeza empujaba su pecho hacia delante. Con una sonrisa, Logan los ahuecó dentro de sus grandes manos. Su pulgar frotó sobre sus pezones, enviando estruendos de placer directamente a su pubis. -Sabes, mi madre tenía la misma constitución que tú -dijo. -Altura media y exuberante. A pesar de tener cinco hijos bajo sus pies, mi padre tenía problemas para mantener sus manos fuera de ella. Estoy empezando a comprender por qué. -Sus dedos rodaron un pezón, y la presión aumentó paulatinamente hasta que se sintió como si hubiera un canal abierto de electricidad entre sus senos y su coño. Nunca se había sentido así. Ella empezó a moverse, intentando llevar las manos hacia abajo, y sus cejas se unieron. Su rostro se volvió rígido. -No te muevas, mascota. Hay consecuencias por tu desobediencia.

¿Consecuencias? Ella abrió la boca, y él la besó, su lengua hundiéndose muy adentro, aferrándose de la posesión. Él tomó su cabello en su puño, sosteniéndola para poder besarla a fondo, tan a fondo que los dedos de sus pies se curvaron hacia adentro en sus calcetines. Liberándole los labios, él se movió hacia abajo lentamente, la barba del día raspaba sobre su cuello, sus labios eran cálido terciopelo. Mientras su boca se acercaba a su pecho, se dio cuenta que estaba conteniendo la respiración, necesitando que él la tocara, la besara allí. Le dio un beso entre sus pechos, acariciando un lado, luego el otro. Sus pechos se sentían pesados e hinchados.

Su lengua parpadeó sobre un pezón. Caliente y húmeda. Un soplo de aliento enfrió su piel y apretó el pico, justo antes de que se lo metiera en la boca. Una poderosa succión, entonces apretó el nudo contra el paladar.

Sus pezones se hincharon, latiendo con el ritmo de su pulso, fuertes pulsos de necesidad disparaban a través de ella. Su mente parecía bloqueada, su cuerpo tomando el control mientras las sensaciones continuaban. Casi asustada, se agarró a sus hombros.

Sus dientes se cerraron sobre su pezón, dándole un agudo mordisco que afloró directamente a su centro y la hizo sacudirse. -Pon las manos atrás, pequeña rebelde, -gruñó.

Ella quería lloriquear. Cuando puso las manos atrás y él aseguró sus muñecas con un inflexible apretón, la humedad se filtró entre sus piernas. Una emoción crepitó a través de ella cuando se dio cuenta que él había atrapado sus manos de manera que podía hacer lo que quisiera. Dios, esto era tan inapropiado.

Su boca se cerró sobre su otro pecho, la lengua embromó el pezón. Un pellizco le confundió el cerebro, otro la hizo arquearse hacia arriba para él. Él lavó las pequeñas heridas. Sus pechos estaban tan apretados e hinchados que dolían.

Liberándola, se echó hacia atrás sobre sus rodillas y se quitó la camisa. Ella no podía apartar los ojos de su pecho y de la manera en que sus músculos se flexionaban con cada movimiento que hacía.

– Es hora de quitarte el resto, -dijo, desabrochando el botón de sus jeans.

Ella le agarró las manos. De ninguna manera. Sus pechos estaban bien, pero su estómago y las caderas. ¿Y los muslos? Levantó la vista hacia el cristal de color ámbar que brillaba intensamente en el ventilador de techo, las luces de estilo linterna sobre las paredes. Demasiada mucha iluminación. Sí, él probablemente ya había tenido un vistazo de las cicatrices y flaccidez antes, pero no había necesidad de darle una agradable y larga mirada ahora. -Tal vez deberíamos ir a una cama, -sugirió ella. Y estaría debajo de las sábanas. Excelente idea.

Mientras su mirada seguía la de ella, sus ojos se entrecerraron. Él ahuecó su mejilla, mirando su rostro, y la otra mano deslizó la cremallera hacia abajo. Ella se puso rígida. Maldición, no quería que él la viera así. Echó una mirada a la iluminación de nuevo.

Sin decir una palabra, él se levantó y caminó por la habitación, apagando las luces. El crepitar del fuego resplandecía dorado sobre sus hombros desnudos, cuando regresó para sentarse a su lado.

¿Había sido tan obvia? Seguramente él no sabía por qué ella había estado tan nerviosa.

– Vamos a tener que lidiar con la imagen de ti misma uno de estos días, -murmuró, rompiendo esa esperanza. Desenvolvió los brazos de su cintura y los llevó por detrás de su cuello. -Tú no confías en mí lo suficiente para que yo espose tus manos detrás de tu espalda, dulzura. Pero estás tentándome extremadamente. Deja las manos allí. ¿Está claro?

¿Esposas? Oh, Dios mío. -Claro. Sí. -Pero la idea de ser amarrada de esa manera enviaba estremecimientos en su estómago. ¿Eran los nervios o la excitación? Ella no lo sabía.

Él sonrió mirándola a los ojos. -Igual que ese pensamiento, ¿verdad? -Sin dudarlo un instante, él tiró de sus jeans inmediatamente. Se sintió expuesta cuando él corrió un dedo sobre sus pechos, bajando hasta el estómago regordete y ella trató de capturarlo. Con el mismo dedo, enganchó sus bragas y se las quitó despacio.

Allí estaba ella, desnuda, y él todavía tenía puestos los pantalones. ¿Por qué esto le molestaba tanto ahora mismo? Había tenido amantes antes, pero algo sobre el modo en que la trataba le hacía perder el equilibrio.

Excitándola.

Él puso su mano contra su coño, presionando ligeramente, como si pudiera sentir el fuerte latido. Inclinándose hacia delante, la mano aún entre sus piernas, la besó suavemente, pero se retiró hacia atrás cuando ella intentó profundizarlo, dándole sólo lo que él quería. Con las manos detrás de la cabeza, no podía tirar de él más cerca.

– Si tú fueras mía, esto estaría afeitado. Desnudo ante el mundo. -Observando su rostro, deslizó un dedo a través de los húmedos pliegues, haciéndole apretar las entrañas. -Desnudo para mi toque.

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