CAPÍTULO 04

La alarma interna de Rebeca se disparó un rato antes del amanecer. Al abrir los ojos, se dio cuenta que su posición había cambiado durante la noche, así que ahora ella estaba acostada sobre su espalda con él presionado contra su lado. Una de sus manos ahuecaban su pecho, e incluso a través de su sostén, el tacto de sus dedos la estremecía. Qué extraño. Qué inapropiado. Odiaba el comportamiento de Matt con Ashley, y ahora se preguntaba cómo sería hacer el amor con Logan.

Hipócrita. Por otra parte, su relación con Matt probablemente no sobreviviría a este fin de semana, se dio cuenta con profundo dolor. Sin embargo, salir de esta cama sería una idea inteligente. Con mucha precaución, movió la mano de Logan y comenzó a deslizarse pulgadas por debajo de su brazo.

– Estoy despierto, dulzura, así que todas esas maniobras no son necesarias. -Su mano se deslizó para tomar posesión de su pecho nuevamente, esta vez aliviándose debajo de su sujetador sobre su piel desnuda. Ante la rugosa caricia de sus dedos, su pezón se endureció, y un pico de excitación disparó directamente a su núcleo.

– Bueno, ahora -él murmuró, con su pulgar rodeando el pezón.

– Escucha, no quiero…

– No, tu problema es lo que tú quieres. -Él rodó, y su peso la aplanó sobre la cama. Y oh, él se sentía increíblemente bien. Podía sentir sus bragas comenzar a humedecerse. Presionando suavemente para abrirle las piernas, ubicó sus caderas entre sus muslos.

– Logan, -susurró, -no. -Ella empujó contra un pecho tan sólido como una roca, e igualmente inamovible.

– Becca, sí. Me debes un beso de buenos días al menos. -Añadió con una falsa voz severa, -Te salvé la vida, ya sabes. Bien podrías haber muerto allí afuera.

La tenue luz del otro cuarto jugaba sobre su barba ensombreciéndole la mandíbula. Las líneas resplandecían de las esquinas de ojos, arrugándose cuando ella lo miraba. Su erección presionaba contra la unión de sus piernas, la única barrera eran sus delgadas bragas. Cuando ella extendió las manos sobre su pecho, el rizado vello no podía disimular los duros músculos como piedras debajo.

Al igual que antes, presionarse contra su enorme cuerpo, la hacía sentirse suave y femenina y muy tentada. -¿Un beso? No más.

– Es un comienzo. -Inclinó la cabeza hacia la curva donde su cuello se encontraba con su hombro. El excitante contraste de sus aterciopelados labios contra la rugosidad de su barba matinal despertaba una agitación más profunda en su vientre.

Con sus manos apretó sus anchos hombros, y ella no sabía si empujarlo más cerca o más lejos. No debería hacer esto.

Él resolvió el problema moviéndose a su boca, retumbando una risa cuando ella la mantuvo cerrada. Un fuerte mordisco sobre su labio inferior la hizo gritar por el asombro, y su lengua se zambulló adentro. Su beso era habilidoso y experimentado… y abrumador.

El exigente empuje de su lengua la hacía pensar en otros lugares donde podría estar empujando. Cada vez que se movía, su polla chocaba contra su coño, cada toque era como una chispa de sensación. Ella apretó sus dedos sobre sus hombros mientras trataba de encontrar su deteriorado equilibrio.

La mano de él le acarició el pecho, la palma tan grande que podía sostenerlo plenamente. Cuando él succionaba su lengua dentro de su boca, un dolor de necesidad ardía a través del cuerpo de ella. Lenta, minuciosamente, la besó sin límites, y en el momento en que él levantó la cabeza, ella tenía los dedos enterrados en su grueso cabello.

Sosteniéndose sobre un codo, le acarició el pecho. -Cuando te quitaste la camisa ayer tuve problemas para mantenerme lejos, -murmuró. Sus dedos haciendo círculos sobre el pezón y luego haciendo rodar el pico. Sus ojos fijos en su cara, aumentó la presión hasta que las chispas dispararon directo a su sexo, y su mitad inferior se volvió líquida. El golpe suave de su dedo pulgar alivió la palpitación, y luego se trasladó al otro pecho.

Oh Dios, él sabía exactamente lo que estaba haciendo, pintándola como si fuera un lienzo, cada pincelada profundizaba la intensidad. -Logan, -murmuró, temblando cuando sensaciones desconocidas se precipitaron a través de ella.

Su mano se quedó quieta, presionando contra su pecho y sosteniéndolo aún mientras la estudiaba. -¿Demasiado? -preguntó en voz baja.

– No lo sé… -Dios, su cuerpo estaba en llamas fuera de control, y ella quería sus manos sobre toda ella. Lo quería a él dentro de ella con una intensidad que no había sentido antes.

No. Ella no tenía relaciones sexuales con desconocidos. Tomó una respiración, y el olor de él le hizo girar la cabeza.

– Está bien, Becca. -Su siguiente beso fue más suave, menos exigente, la mano sobre su pecho se suavizó. Su cuerpo retrocedió dentro de su control cuando la necesidad empezó a bajar la temperatura. Un alivio, pero un poco decepcionante. Su respiración se tranquilizó.

Echándose hacia atrás, él la miró con el acero azul de sus ojos. Después de un segundo, la intensa mirada la hizo sentirse vulnerable. Ella empezó a sentarse.

Su mano entre sus pechos la aplastó como a un panqueque, haciéndole aumentar el pulso. Un escalofrío de emoción recorrió su cuerpo, y él entornó los ojos. -No tan vainilla como te ves, ¿verdad? -Su mano no se detuvo, manteniéndola presionada contra el colchón.

Su voz salió temblorosa. -¿Qué quieres decir?

Su sonrisa lenta hizo vacilar a su pulso. Aún entre sus piernas, le cogió las manos y le levantó los brazos sobre su cabeza. Atrapando sus muñecas con una gran mano, las ancló por encima de la almohada.

– Hey. -Ella luchó, y él apretó con más fuerza. Sus brazos estirados por encima de su cabeza, su peso sobre sus caderas… Ella no podía moverse. El miedo se arremolinó a través de ella, acompañado por una ola de calor sorprendente. -Déjame ir. -Su voz salió ronca.

– ¿Quieres que lo haga? -Con su mano libre, empujó su sostén hacia arriba, y la banda elástica se quedó capturada en los rígidos picos de sus pezones. Pasó el dedo por una fruncida aureola, luego la otra, y de alguna manera ellos se apretaron aún más. Ella contuvo la respiración cuando el placer se precipitó a través suyo.

Sus dedos jugaban con sus pechos mientras sus ojos azules estaban centrados en su rostro. -Basta con mirarte -murmuró. -Toda confundida y excitada. -Su voz profunda. -Tú sabes, pequeña rebelde, con tus manos restringidas, puedo hacer lo que quiera contigo.

Instintivamente, ella luchó. No llegó a nada, su agarre era inflexible, su fuerza inmensa. Y con cada inútil intento otra corriente de excitación se disparaba a través de ella, hasta que le dolía el coño por la necesidad. Jadeando, miró para arriba a su intensa mirada.

Él se rió entre dientes, luego empujó su pecho hacia arriba para poder tomarlo en su boca. Caliente. Húmeda.

Ella gimió. El sonido la sobresaltó. ¿Qué estaba haciendo? Ni siquiera lo conocía.

Cuando se esforzó en contra del agarre en sus manos, él mordió con cuidado sobre su pezón. El dolor agudo crepitó directamente a su clítoris, golpeando con un choque que la hizo apretarse por dentro. Oh Dios. Ella se estaba ahogando en la sensación. En el calor.

Lamió sobre el pico distendido, su lengua caliente, el aliento le refrescó la piel, y luego la mordió de nuevo. Su espalda se arqueó sin control, empujando sus pechos hacia arriba.

– Muy bonita, pequeña rebelde, -murmuró, pasó al otro pecho hasta que ambos estaban hinchados, los pezones apretados y doloridos. Cuando él se sentó sobre sus rodillas, ella se las arregló para volver a respirar. Al menos hasta que vio su mirada moverse por su cuerpo. Gracias a Dios la luz era tenue, pero desafortunadamente no lo suficiente para ocultar el tamaño de sus caderas. Por qué él tenía que ver…

– Voy a prestarte un par de calzoncillos, -dijo, rompiendo sus pensamientos. Tomando las tiras de su ropa interior, arrancó un lado, luego el otro, y arrojó el tejido destruido al suelo.

– ¡Hey! -dijo indignada, a pesar de la emoción que cursaba a través de ella por su acción. Entonces se dio cuenta… si sus manos estaban allí, entonces sus brazos ya no estaban inmovilizados. Ella tiró los brazos hacia abajo y trató de incorporarse. Él puso una mano en el medio de su pecho y la empujó hacia abajo. Con un rápido movimiento o dos, tomó sus muñecas por la fuerza, sujetándolas en una mano otra vez, ubicándolas sobre su estómago.

Él la miró por un momento, la mano libre acariciaba un pecho. -Tú no estás lista para que te tome, -murmuró. -Pero vamos a ir un poco más por este camino.

Manteniendo sus manos ancladas sobre su estómago, se condujo hacia abajo entre sus muslos. Cuando se inclinó hacia un lado, atrapó su pierna izquierda debajo de su cintura. Él se incorporó sobre el codo derecho, utilizando la misma mano que sujetaba sus muñecas. Con la rodilla, él empujó hacia afuera su pierna derecha.

– ¿Qué estás haciendo? -Ella se retorció, demasiado consciente de cómo había trabado sus piernas abiertas. Su ropa interior había desaparecido, su coño desvalido.

– Me estoy complaciendo a mí mismo, dulzura. Me gusta ver a una mujer abierta y vulnerable, -dijo, su mirada corriendo por su cuerpo, deteniéndose en la unión de sus piernas. -Pero si no estás interesada en continuar, pararemos ahora mismo.

Su mano libre se deslizó hacia abajo sobre su montículo y tocó sus pliegues, luego presionó contra su traicionera humedad. Oh Dios. Ella cerró los ojos contra la diversión en su rostro.

– Se siente como si estuvieras interesada en mí, -murmuró. Con un dedo, acarició hacia abajo entre sus labios y volvió hacia arriba para rodear su clítoris. Cada circuito incrementaba los latidos de sus nervios allí, y ella podía sentir cómo se engrosaba. Su dedo nunca redujo el movimiento, nunca fue más rápido. Nunca tocaba el nudo donde la necesidad era más intensa.

Un atenuado gemido se le escapó, y levantó sus caderas.

– No puedes empujarme para ir más rápido, pequeña. -Soltó una profunda carcajada. -De hecho, no puedes hacer nada en absoluto, yo voy a follarte con el dedo hasta que te corras.

Su aliento se entrecortó ante sus palabras señalando su impotencia. Ella se esforzó contra su poderoso agarre, y su incapacidad para moverse comenzó una profunda agitación en su interior. Ella había odiado cuando Matt le pedía indicaciones. Este hombre no pedía nada, simplemente le informaba. Ni siquiera le permitía moverse. Como si su vulnerabilidad hubiera sido la chispa, su sangre quemaba por sus venas.

– No -susurró. Esto era demasiado incorrecto.

– Sí -susurró él en respuesta. Cuando ella tironeó con fuerza otra vez, él empujó un dedo dentro de su vagina, duro y rápido. Ella contuvo la respiración. El atormentador disparo de placer devastó sus sentidos, haciéndole girar la cabeza. Sus hinchados labios vaginales palpitaban mientras su dedo se deslizaba hacia adentro y afuera con un ritmo implacable, hasta que su vagina pulsaba con él, hasta que sus entrañas se apretaron alrededor de la intrusión.

No se detuvo.

Agregó otro dedo, y ella gimió. Incluso mientras el placer aumentaba, la presión se acumulaba en su interior, la intensidad aterraba. Sus caderas se levantaron, rogando por más. Sus piernas temblaban, luchando contra su cuerpo inflexible.

Su pulgar le dedicó suficiente tiempo a su clítoris, deslizándose directamente sobre él cada vez que sus dedos se sumergían dentro de ella. Un golpe, y otro y otro. Su cuerpo se enroscaba más y más fuerte mientras la ardiente tormenta continuaba.

Cuando se detuvo, ella se movió, trató de moverse, sólo las muñecas estaban atrapadas en sus inflexibles garras. Ella no podía hacer nada, no podía moverse.

Su pulgar rodó sobre su clítoris, y el clímax explotó dentro de ella como fuegos artificiales en la oscuridad, encegueciendo y ensordeciendo. Sus caderas corcovearon descontroladamente en contra de su mano cuando un torbellino de placer arrancó través de ella.

Sus dedos sobre ella hacían explotar cada espasmo, cada parpadeo de su pulgar sobre su clítoris enviaba otra oleada de éxtasis a través de ella hasta que no pudo soportarlo más.

– Detente. -Cuando ella levantó la cabeza, sus dedos presionaron más profundamente en su interior, y su cabeza cayó hacia atrás débilmente.

– Oh, no es suficiente todavía, -murmuró. -Tú tienes otro estremecimiento o dos en ti. -Su pulgar rozó suave como una pluma sobre su nudo más sensible. Su vagina se apretó y onduló alrededor de sus dedos.

Lo hizo de nuevo.

– Dios, -se quejó ella.

Él se rió entre dientes, facilitando sus dedos hacia fuera, e incluso eso la hizo estremecer. Sin soltarle las muñecas, se deslizó a su lado. -Muy bonito. Me gusta esa mirada aturdida. -Poniendo la mano a lo largo de su mandíbula, le inclinó la cabeza y tomó su boca con dureza. Su cabeza comenzó a girar de nuevo.

Y de repente, sus manos estaban libres. Ella parpadeó y miró fijamente a su rígido rostro.

Sus labios se curvaron mientras suavizaba el pulgar sobre su mejilla. -Maldita sea, eres tentadora. -Con un suspiro, dio la vuelta y salió de la cama.

Su cuerpo se enfrió sin el calor de él a su lado, y ella se sentía desnuda por dentro, como si él hubiera robado su confianza. ¿Qué había hecho ella? No lo conocía, y le permitió mantenerla presionada. Tocándola.

Haciéndola correrse con más fuerza de lo que nunca había llegado. Cerró los ojos y tomó un par de respiraciones profundas. No pienses en eso. Ella había tenido una noche interesante y jugado un poco.Eso era todo lo que esto había sido. Y ahora había llegado la mañana otra vez.

Frunciendo el ceño ante las sombreadas estrías de sus piernas, arrastró las mantas contra su pecho. No debería haber notado sus cicatrices, gracias a Dios. Se sentó, tratando de ignorar la sensación fláccida de sus músculos.

De una cómoda, Logan sacó sus pantalones vaqueros y una camisa, totalmente inconsciente de su desnudez. Parecía aún más grande sin ropa. Todo poderosos músculos y una erección muy grande.

La culpa se deslizó a través de ella. Le había dado un orgasmo como ella había soñado, y ella no le había dado nada. La idea de tener sus manos sobre ella otra vez la ponía nerviosa. Excitada. Preocupada. ¿Cuán lejos ella iría si él la tocaba otra vez? Pero lo justo era justo. Ella se había corrido, y él no. -¿Y tú?

Obviamente al ver su mirada sobre su polla, él regresó a la cama. Sus ojos azules se arrugaron. -Tienes un corazón blando, ¿no? Pero estamos hechos, Becca. Empujé tus límites lo suficiente para un día.

Cuando él se apartó, ella no podía encontrar su voz, si hubiera podido descubrir qué decir de todos modos.

Se puso los jeans y una camisa de franela azul. -Voy a dejar que Thor salga y haga una rápida verificación del terreno. Tienes tiempo para una ducha si quieres darte una aquí. Dudo que alguien suba por un rato.

Ella sabía que él había hecho la oferta para que no tenga que volver a su cabaña y ver a Matt con Ashley. La reflexión le llenó los ojos de lágrimas. -Gracias. Eso es muy agradable de tu parte.

Su sonrisa fue devastadora, y se dio cuenta que no había visto realmente su sonrisa antes. Él se inclinó sobre ella y le cogió la cara entre sus grandes manos. -Me han llamado muchas cosas, pero agradable nunca. Y si te veo toda suave y rosada en mi cama por más tiempo, voy a empujarte sobre tu espalda y tomarte de cada manera que se me pueda ocurrir. Así que mejor me voy, mientras todavía pueda hacerlo.

Sus palabras y la imagen de él… tomándola… como quería calentaron su piel más rápidamente que un sauna. Él le inclinó la cabeza hacia atrás y tomó su boca en cambio. Profundamente. A conciencia.

La puerta se cerró detrás de él antes de que ella contuviera la respiración.

Con Thor a su lado, Logan acechó el camino hacia las cabañas. El congelado aire de las montañas necesitaba trabajar con mayor rapidez; sus jeans habían pasado de incómodos hasta bien entrado en dolorosos. Debería haber salido antes de ese último beso.

Pero alejarse en ese punto había sido condenadamente imposible. Las mantas que había sujetado habían engordado sus pechos llenos y revelaban la suave curva de sus hombros. Pálidos hombros con tentadoras pecas. Y su boca había estado rosada, húmeda e hinchada por sus besos. Cristo ten piedad, ¿cómo se sentirían esos labios alrededor de su pene?

Infierno. Pateó una rama caída fuera del camino y aumentó su ritmo. Ni siquiera consideró tomarla en la cama.

Ella ya tenía un hombre.

No es que fuera un eficaz elemento disuasivo, se daba cuenta. Demasiado tentador arrebatarla lejos del idiota. Él necesitaba una mejor razón para evitarla.

Primera razón: Ella era una chica de ciudad. Gran discrepancia. Mira la ropa. Llevaba un traje para un refugio de montaña. Jeans de diseño. Incluso no tenía sus propios zapatos para caminar. Por la mirada en su cara ayer, nunca había visitado antes una montaña, por no hablar de un bosque. Infierno, probablemente ejercitaba en una cinta de caminar en un club de salud con aire acondicionado en lugar de al aire libre.

Ella vivía en una ciudad, y él tenía que vivir en las montañas. Sus pesadillas aseguraban eso, y aseguraban que él debía dormir solo y quedarse solo. Incluso ahora, sentía la falta de sueño de las últimas dos noches arrastrándose hasta él.

Aparte de la atracción física, no tenían nada en común.

Su boca se torció en una mueca irónica. Elemento disuasorio bastante inútil teniendo en cuenta que cuando iba a visitar El Refugio Oscuro en San Francisco, no tenía problemas en absoluto para disfrutar de las chicas de la ciudad. Y siendo un tío, él no se desentendería de una atracción física agradable de todos modos. Había disfrutado como el infierno teniendo su cuerpo caliente, curvado contra el suyo toda la noche y no le importaría repetirlo una o dos veces, aunque él tuviera que quedarse sin dormir.

Por desgracia, no se contentaría con solo abrazarla otra vez. No después de haber tenido sus dedos en su pequeño coño mojado. Sacudió la cabeza, recordando cómo sus ojos verde bosque lo habían observado acicalados y luego humedecidos porque él había sido amable con ella. Joder, si supiera las cosas oscuras que quería hacerle, hubiera salido corriendo a los gritos por la montaña.

Él resopló, pensando en cómo había escondido los puños encadenados a la cabecera y a los pies de la cama, debajo del colchón. ¿Habría tenido pánico si los hubiera encontrado? Probablemente.

Aunque muchas mujeres normales disfrutaban representando una fantasía de violación como la de esta mañana, la sumisión real las aterrorizaba.

Pero ¿y si Rebecca tenía más agallas que las otras? ¿Era más audaz? La visualizó con sus brazos restringidos sobre su cabeza, asegurados con los puños con la fuerza suficiente como para que sus pechos se arqueen hacia arriba. Burlando esos suaves pezones rosados hasta que… Como el infierno. ¿La tímida y modesta Rebecca disfrutando de eso? No iba a pasar.

Y a pesar de que podría jugar al sexo vainilla una o dos veces, quería más. Necesitaba más. Y fácilmente podría conseguir más. Un competente Dom rara vez carecía de compañera. Sin embargo, no podía evitar preguntarse cómo sonarían los gemidos de Rebecca si él la atara y la embromara hasta que rogara por la liberación.

Hizo una mueca. Ella haría bien se mantenerse alejada de él. Si no lo hacía, él le enseñaría cosas que los swingers nunca habían pensado.


Rebecca se duchó y se vistió, arrugando la nariz al tener que ponerse la ropa del día anterior. Matt sería mejor que tuviera a esa rubia… persona fuera después del desayuno o ella golpearía la puerta.

Café. Necesitaba café antes de que su cerebro funcionara. Y ella necesitaba definitivamente la cafeína antes de pensar en anoche y esta mañana. Mattew. Logan. Sexo.

Necesitaba café…

Bajó las escaleras y chequeó el albergue. Alguien, probablemente Logan, había prendido el fuego, y el calor irradiaba por la habitación. Sólo tres personas permanecían, entrelazados en el sofá más grande. El hombre levantó la cabeza ante el sonido de los pasos suaves de Rebeca, luego sacudió a las mujeres sobre él. -Ustedes dos se supone que prepararán el desayuno, ¿recuerdan?

– Al diablo con eso. Estoy durmiendo, -dijo una mujer.

– Si trato de cocinar, voy a vomitar, maldita sea, -la otra mujer se quejó. -¿Por qué me dejaste beber tanto anoche?

– ¿Cómo podía detenerte? -La cabeza del hombre se dejó caer sobre el brazo del sofá. Suspiros, quejas, y luego silencio.

Sacudiendo la cabeza, Rebecca se dirigió a la cocina. Vacía. Encendió la cafetera, apoyándose sobre el mostrador hasta que pudo lograr una taza llena, luego se quemó la boca con los primeros tragos. Cuando la cafeína comenzó a trabajar, parecía como si el mundo se iluminara de tonos apagados a todo el espectro de la vida mientras su cerebro recobraba vida. Sin importar lo que los historiadores indicaran, AC [12] realmente significaba "Antes café".

Después de tomar otra taza, estudió las posibilidades para el desayuno. La nevera contenía libras de tocino, cartones de huevos, y mantequilla. Papas en un recipiente. Harina y sal en un armario. Ella no había cocinado para más de dos personas desde su trabajo durante la universidad, pero nadie olvida cómo hacer huevos revueltos, y le daba algo útil para hacer.

Y algo para alejar su mente de la noche anterior. El recuerdo del sólido cuerpo de Logan parecía impreso en ella. Peló las patatas y recordó cómo él la había presionado contra el colchón y la besó, su prominente polla contra su estómago. ¿Le hubiera permitido tomarla si él lo hubiese intentado?

Sus muslos se apretaron ante una repentina sensación pulsátil en su clítoris. ¿Cómo no había sido más valiente? ¿O menos valiente? Si hubiera sido inflexible en su negativa, él no la habría empujado, y ella no se sentiría tan… obscena y muy avergonzada. Y caliente.

Maldita sea, ¿por qué no podía haberse interesado en un swinger o dos en cambio? Ellos no eran tan aterradores. Qué le había hecho a ella… inmovilizando sus brazos. La forma en que le había hablado y observado. Dejó escapar un gemido. Muy emocionante y muy aterrador en cierta modo.

La folló con los dedos. Toda una expresión. Pero eso era justo lo que había hecho. Su interior se estremeció ante el recuerdo de sus callosos dedos resbalando con su propia humedad, deslizándose a través de sus pliegues, empujándolos profundamente en su interior. Nunca se había corrido así en su vida. Nunca. "Detente", le había dicho, y "Oh, no es suficiente todavía", él había contestado y siguió haciendo lo que quería con su cuerpo.

Que Matt estuviera constantemente preguntando lo que ella quería en la cama la había irritado. Logan no preguntó, y a su cuerpo le encantó. Eso fue exactamente lo que más la asustaba en todo este asunto. Nunca se había considerado a sí misma una mujer necesitada o una presa fácil, pero seguramente actuó de esa manera con él. Entonces, ¿dónde la dejaba eso?

El sexo… Ok, totalmente impresionante. El hombre… magnífico. Las posibles consecuencias… no se pueden prever. No más juegos con Logan. Si quería explorar el sexo escabroso, lo practicaría con uno de los guapos swingers. Uno de los muy disponibles swingers.

Puso las papas en el fregadero y se quedó mirando por la ventana hacia el bosque circundante. Ellos estaban disponibles, se repitió a sí misma. Disponibles y muy dispuestos a follar a cualquier mujer en el lugar. Sabiendo que casi desterró cualquier atracción hacia ella. Con un bufido de una carcajada, cogió la patata, y continuó pelándola. Monógama "R".

Sacudiendo la cabeza, se acordó de la fantasía que había tenido antes de aceptar el intento de este fin de semana. Ahora que lo pensaba, su fantasía no había incluido una multitud de hombres, sino sólo uno. Un hombre entraba en su habitación. Tal vez ella dudaría, y él la agarraría, la clavaría contra el colchón, obligándola a cooperar. Frunció el ceño. Eso sonaba parecido a esta mañana con Logan. Entonces, ¿qué decía eso acerca de ella?

No quería a los swingers, ¿quería ser amedrentada? Se mordió el labio. Hablaba sobre algo políticamente incorrecto, especialmente para una feminista como ella.

Mientras cortaba las patatas, consideró sus opciones para el resto del fin de semana y llegó a una conclusión. Matt simplemente tendría que llevarla a casa. Ella no podía soportar quedarse otra noche, viendo a Matt andar por ahí, y esquivando a los otros hombres. Había cometido un error. En grande.

Sus labios se curvaron. Pero esta mañana lo compensó todo, incluso si eso la dejaba inestable. Y malditamente confusa. Él había restringido sus manos, ¿por qué eso la ponía tan caliente?

Casa. Hora de irse a casa, Rebecca. Una punzada de culpa la recorrió. Un largo viaje. En el momento en que Matt la hubiera dejado en casa y regresara de nuevo aquí, el día se habría ido.

De todas maneras.

Puso a freír unas patatas y preparó rápidamente unas galletas antes de poner el tocino en el horno. Sonrió mientras la fragancia llenaba la habitación.

Serena y Greg entraron en la cocina, mirando bastante animados.

– Estoy muerto de hambre, -dijo Greg, ampliando las fosas de la nariz. -Pensé que habría algo de comer ahora. ¿No se suponía que Ginger y Amy cocinarían hoy?

– Están un poquito indispuestas, -dijo Rebecca a la ligera. -Y yo soy madrugadora. -Metió las galletas en el horno caliente con una satisfacción que no había sentido en mucho tiempo. Cocinar sólo para ella nunca valió la pena la molestia.

Después de dar vuelta las patatas cortadas en cuadraditos, empezó a batir los huevos. Mientras contaba en su cabeza, oyó algo que rascaba en la puerta de atrás y luego un gemido bajo. La cáscara de huevo se rompió en su mano.

Greg se dirigió a la puerta de atrás.

– ¡No! -el pulso de Rebecca comenzó a correr. -Ningún perro en la cocina. Nunca.

– Él sólo se sienta allí en la puerta, -dijo Greg. -Siempre llega y…

– Absolutamente no. -Rebecca lo fulminó con la mirada hasta que se dio por vencido.

– ¿Cómo sabes cuánto hacer? -Serena preguntó. -Yo nunca preparé un desayuno para más de cuatro personas antes.

Rebeca se limpió la mano, después vertió un poco de leche. -Me abrí paso en la universidad trabajando en la cocina de una fraternidad. La mamá de la fraternidad creció en un rancho en Texas, así que aprendí a hacer comida rural. -Gracias, Maybelle. Condimentó los huevos y frunció el ceño entonces. -¿Me traes el queso del frigorífico?

Un segundo después, un bloque de queso apareció sobre la mesada. -Gra… -Su voz se atoró en su garganta mientras sus ojos veían la mano que sostenía el queso. Oscuro bronceado, cicatrices en los nudillos. Poderosas y fuertes. Ella sabía cuán fácilmente esas manos podían fijar a una mujer a la cama. Su estómago se agitó como si alojara a un pájaro rebelde. -Gracias. -Jalando una fortificante respiración, levantó la vista.

Sus mejillas se plegaron, y sus ojos se comprimieron. -No hay de qué, dulzura. Huele bien.

Seguramente el calor en su cara lo provocaba el horno.

Logan pasó un dedo hacia abajo de su mejilla, acercándose hasta que su pecho rozaba sus senos. Sus pezones se apretaron casi dolorosamente, como si recordaran su toque. Como si estuviesen doloridos por más.

Inclinándose hacia abajo, él murmuró: -Esas mejillas rosadas, pequeña rebelde, hacen que me pregunte en qué estás pensando.

Antes de que ella pudiera pensar en algo para decir, él le dio un tirón a un mechón suelto de su cabello y dejó la cocina.

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