EPILOGO

La boda de Banon Meredith y Robert Neville se celebró un cálido día de finales de septiembre en Otterly.

Mientras Philippa ayudaba a vestirse a su hermana, tuvo dificultades para anudar las cintas de satén celeste.

– ¿Ya has engordado? -bromeó.

Banon giró la cabeza y sonrió a su hermana mayor.

– Estoy embarazada -replicó con orgullo.

– ¡No puede ser! ¡Aún no te has casado! -gritó Philippa

– Estaré casada dentro de una hora -rió-. Fue un verano maravilloso. Rob y yo nos divertimos como locos y el tío Thomas, Dios lo bendiga, tuvo la gentileza de mirar para otro lado.

– ¿Y si Robert te hubiera abandonado?

– Él me ama y su familia está muy contenta de tener una nuera rica y con posibilidades de volverse aun más rica en el futuro. Nadie se va a escandalizar porque nazca un bebé a principios de primavera. Solo ruego que sea un varón, por Otterly y por el tío Tom. Creo que nadie se alegraría tanto como él si yo tuviera un niñito.

– ¡Eres una descocada, hermanita! Espero que moderes tus impulsos a partir de ahora. Serás la comidilla de todo el mundo.

– Ay, Philippa, deja ya de comportarte como una perfecta dama de la corte -replicó Banon y besó la mejilla de su hermana-. Si mi hijo o hija se enamora de la vida palaciega como tú, te pediré que lo presentes a la más rancia aristocracia.

Philippa sonrió y luego se puso melancólica.

– No puedo creer que las dos estemos casadas y embarazadas. Hemos dejado de ser niñas.

– Todavía queda Bessie o, mejor dicho, Elizabeth Meredith, la heredera de Friarsgate.

– ¿Quién hubiera imaginado este desenlace? Yo, condesa de Witton; tú, heredera de Otterly, y Bessie, dueña de Friarsgate. Esa niña es una criatura salvaje. Tú vives más cerca de ella que yo, de modo que tendrás que enseñarle buenos modales, o jamás conseguirá un marido aceptable y menos que menos un noble caballero. Mamá no querrá que Friarsgate caiga en manos del hombre equivocado.

– ¡Se ve que conoces muy poco a Be…, digo, a Elizabeth! Jamás permitirá que un hombre le diga cómo debe administrar Friarsgate. Preferiría morir soltera y virgen. Y sus modales son de lo más correctos, lo que pasa es que no le gusta desplegarlos todo el tiempo. Además, le encanta hacerte enojar, pues considera que eres demasiado pomposa para una niña criada en Cumbria. Obsérvala hoy mismo y la verás comportarse como toda una damisela. Ahora, termina de ajustar los lazos del vestido. No quiero hacer esperar a mi Robert en el altar. ¿Cuándo nacerá tu hijo?

– A mediados de marzo, según mamá. Crispin dice que, cuando regresemos a Brierewode, me quedaré en casa.

– El mío nacerá a fines de marzo o principios de abril. ¿Te quedarás en Brierewode? ¿No irás a la corte para Navidad? -Le acarició el cabello color caoba y luego colocó una corona de margaritas sobre su cabeza.

– Regresaré al palacio algún día, pero no ahora. La idea de pasar el otoño y el invierno con Crispin me hace muy feliz.

– Lo amas mucho.

– Sí -admitió Philippa con una sonrisa radiante-. ¿Estás lista? ¿Puedo llamar al tío Thomas?

– Estoy lista.

Lord Cambridge entró en la alcoba, tomó a su sobrina del brazo y la condujo con orgullo desde la casa hasta la pequeña iglesia de la aldea de Otterburn. A cada lado del camino, los aldeanos saludaban y vitoreaban a la novia mientras avanzaba hacia la capilla donde se uniría en sagrado matrimonio con Robert Neville. Después de la boda, durante la fiesta, el señor de Claven's Carn y Rosamund bailaron una sensual danza escocesa. Philippa percibió el intenso amor que se profesaban mutuamente y se preguntó si, pese a las intenciones de su madre, no nacería otro Hepburn.

Crispin, sentado junto a ella, le tomó la mano y le dijo;

– Dentro de unos días, pequeña, estaremos en casa.

– Sí. Serán unos meses maravillosos.

– Y unos años maravillosos -replicó y apoyó su mano en el vientre de Philippa-. ¿Es un niño, pequeña?

– Sólo Dios sabe la respuesta a esa pregunta. Si no lo es, haremos otro y otro y otro, hasta que llegue el varón. Y sí es un niño, le daremos muchos hermanos y hermanas.

– Veo que has planificado al detalle nuestra vida juntos, Philippa. ¿Y piensas volver a la corte?

– Algún día. La reina fue muy sabia cuando me explicó que mi deber era formar una familia. La familia es el don más preciado que nos regaló Dios.


En la primavera de 1521, la condesa de Witton alumbró a su primer hijo: Henry Thomas St. Claire. Y tres semanas más tarde, Banon dio a luz a una niña a quien bautizaron con el nombre de Katharine Rose. El 23 de mayo Elizabeth Meredith cumplió trece años, y al año siguiente, cuando cumpliera los catorce, se convertiría en la dueña formal y legítima de Friarsgate.

No tenía intenciones de casarse ni de soportar que un hombre le dijera lo que tenía que hacer. Friarsgate era su reino y ella era la única monarca. Pero Elizabeth Meredith era muy joven y, aunque lo ignoraba, el destino ya había planeado su futuro.

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