Durante los años precedentes a la admisión de Minnesota como estado, cuando todavía se la consideraba la frontera, pocas mujeres se aventuraban en sus confines, en particular más allá de las cataratas de Saint Anthony. La vida de frontera exigía un costo demasiado alto a cualquier mujer que fuera a vivir a ese país del Norte. Aunque los periódicos del Este describían en forma tentadora lo que el territorio de Minnesota podía ofrecerles a los hombres, y los invitaba a establecerse allí, estas invitaciones no se hacían extensivas a las mujeres. En cambio, los artículos de dichos periódicos las desalentaban a acercarse a esa tierra salvaje e indómita. Por eso, la mayoría de los hombres llegaban solos al desolado territorio de Minnesota, dispuestos a ganarse la vida con sacrificio. Así se hizo necesaria la costumbre de mandar a pedir esposas, sin conocerlas previamente. A esas mujeres se las conocía con el nombre de “novias por correspondencia”.
L. S.