CAPÍTULO 08

Me acerqué a él lentamente, con los colmillos desnudos

por un hambre tan voraz que casi rayaba el dolor;

una necesidad más fuerte que cualquier cosa

que hubiera experimentado antes.

Nunca en todos los siglos que

llevaba vagando por la Tierra había deseado

algo con tanta desesperación.

El beso de lady Vampiro,

Anónimo


– Por lo que me ha dicho Arthur, es usted muy buena cazando ranas.

Emily se obligó a seguir mirando al frente sin girarse hacia el señor Jennsen. Había visto por el rabillo del ojo que Romeo y él se habían ajustado al paso de Julieta y ella. Su corazón dio un vuelco tan ridículo e irritante que se propuso ignorarlo, más que nada para probarse a sí misma que podía hacerlo.

Pero aunque no lo mirase, era dolorosamente consciente de la presencia del hombre y, de hecho, se quedó horrorizada al comprender que se había rezagado cuando notó que la seguía.

Porras. ¿Por qué le resultaba tan difícil acordarse de que no le gustaba ese hombre? ¿De que por culpa de la enorme cantidad de dinero que su padre le debía su familia acabaría en la ruina sin importar qué otras deudas tuviera? ¿De que no era nada más que un hombre de negocios sin corazón al que sólo le importaba amasar una enorme fortuna sin considerar el daño que causara en el proceso? ¿De que no era más que un grosero americano?

Emily sabía todo eso, pero, de alguna manera, cada vez que estaba cerca de Logan le ocurría algo extraño que la hacía olvidarse de todo y querer cosas que ninguna joven decente debería querer. Y menos, con él.

Miró a su alrededor y vio que Mary y Arthur se adelantaban con rapidez tras Diminuta y Ofelia, distanciándose lo suficiente de ellos para que el señor Jennsen y ella tuvieran un poco de intimidad, algo que Emily no quería. De ninguna manera. Porque, por encima de todo, ese hombre no era más que un libertino que había aparecido en el parque con lady Hombly del brazo. Bah. Estaba claro que ese canalla inconstante había intimado con aquella mujer poco después de haberla besado a ella en la biblioteca.

A pesar de todo, él la sorprendió por la amabilidad con la que trató a su hermano. De hecho, la sorprendió muchísimo. No podía negar que había conseguido sacar a Arthur de su abatimiento, una proeza que ella no había logrado del todo, pidiéndole a Diminuta que le diera la pata y hablando con él de hombre a hombre. Emily no esperaba que Logan actuara tan… decentemente. En especial, con un niño cuyo perro había echado a perder su paseo con lady Hombly.

Lady Hombly… Le sorprendió verlos juntos, aunque aún no sabía por qué. Incluso un ciego se habría dado cuenta de que la viuda se comía con los ojos a Logan la noche anterior, como si él fuera una chuleta de cordero y ella, un perro famélico. Aunque, por supuesto, a Emily no le importaba. Ni lo más mínimo.

Aun así, la joven se encontró estudiando a lady Hombly, intentando decidir si la viuda parecía una mujer a la que hubieran besado. Fue incapaz de averiguarlo, algo que le hizo sentirse tontamente esperanzada al pensar que tal cosa no había ocurrido. Porque si Logan la hubiera besado, dada su habilidad, lady Hombly habría parecido, sin duda, una mujer muy bien besada.

Y ahora él estaba con ella, caminando a su lado, y el pulso de Emily comenzó a comportarse de una manera errática. Hubiera preferido ignorarle, pero con eso sólo le habría dado a entender que le había afectado verlo con lady Hombly, lo que por supuesto no era cierto. Ni por asomo.

De repente pensó que no sería una mala idea actuar educadamente con un hombre al que su padre debía tanto dinero. Puede que incluso consiguiera un poco más de tiempo para su familia, por lo cual bien podría sacrificarse y aguantar su compañía. Se animó al instante. Demonios, ¿por qué no se le había ocurrido antes? Apenas pudo contenerse para no darse una palmada en la frente. Sí, hablaría con él, mantendría una conversación educada, pero sólo por el bien de su familia.

Se aclaró la garganta.

– No sólo soy una buena cazadora de ranas. Soy la campeona invicta.

Como Logan no respondió, ella se giró y le miró. Un error por su parte, pues fue incapaz de apartar la mirada de él. No podía decir que el hombre tuviera un perfil perfecto ya que se había roto la nariz en algún momento de su vida, pero ese defecto sólo confería un aire intrépido y peligroso a su rostro, algo que no debería de resultarle atractivo y que, sin embargo, lo hacía. Aunque por otro lado, tal imperfección era una bendición, pues sin ella habría sido un hombre muy guapo. Extraordinariamente guapo.

– ¿No cree que sea la campeona invicta? -le preguntó.

Logan se volvió hacia ella y el corazón de Emily dio un brinco ante la penetrante mirada de sus ojos oscuros.

– Lo creo. -Tenía el ceño fruncido mientras le escrutaba el rostro como si ella fuera alguna clase de enigma que tratara de resolver. -Pero es un título que nunca, ni en un millón de años, le hubiera atribuido a usted. -Dejó de fruncir el ceño y sus ojos brillaron de diversión. -Pero claro, tampoco se me hubiera ocurrido pensar que tuviera tan buena puntería lanzando chorritos de leche con una teta.

Emily inspiró bruscamente y desvió la mirada al camino que tenía delante. Un intenso rubor le subió por el cuello y la cara.

– Es evidente que ha mantenido una interesante conversación con Arthur.

– Muy interesante, de hecho.

– Obviamente tendré que recordarle a mi hermano de qué temas es correcto o no hablar.

– Por favor, no lo haga por mí. Ha sido una de las conversaciones más refrescantes y sinceras que he tenido en años. Y mucho más divertida que la típica conversación del tiempo. -Sacudió la cabeza. -Jamás oí hablar tanto del clima antes de llegar a este país. Personalmente, me resulta mucho más fascinante hablar de cosas como cazar ranas, nadar en el lago, enganchar anzuelos, hacer tartas de barro y lanzar chorritos de leche con la teta de una vaca.

Se rio entre dientes y ella se giró hacia él lanzándole una mirada fulminante. Pero en vez de parecer molesto, el hombre tuvo el descaro de sonreír ampliamente.

– He oído que su puntería es impecable.

Emily le brindó una falsa sonrisa.

– Lo es. Ojalá tuviera una vaca a mano para demostrárselo.

La sonrisa de Logan se hizo más amplia. Enorme. Aquel hombre tenía una sonrisa realmente atractiva con aquellos dientes blancos y esos hoyuelos en las mejillas que enmarcaban sus hermosos labios.

– En ese caso le devolvería el favor. Al igual que usted, tengo una puntería excelente.

Ella arqueó las cejas y le miró por encima del hombro, o al menos lo intentó, pues era bastante más alto que ella.

– ¿Le lanzaría leche a una dama?

– Sólo si ella lo hiciese primero. Mi vida se rige por un lema muy simple: «Si me lanzan un chorrito de leche, yo respondo con otro.»

Logan parecía hablar en serio, pero era imposible ignorar la risa que asomaba en sus ojos, y Emily tuvo que apretar los labios para no echarse a reír.

– Lo cual equivale a «ojo por ojo», ¿no?

Algo que ella no pudo descifrar atravesó los rasgos masculinos, disolviendo parte de la diversión.

– Sí, supongo que sí. Esas palabras lo describen a la perfección.

– Bueno, ciertamente son mejor que «si me lanzan un chorrito de leche, yo respondo con otro». Jamás había escuchado un lema más absurdo.

– Ah, ¿sí? ¿Y cuál es el suyo?

Emily lo consideró y pensando en sus planes sobre el vampiro respondió con una cita:

– Actuar con resolución conduce al éxito…

– … la desconfianza en uno mismo es el preludio del desastre -dijo él, terminando la cita al mismo tiempo que ella. Arqueó las cejas. -¿Conoce el Catón de Addison?

– Evidentemente. Parece sorprendido.

– Supongo que sí-dijo él, y murmuró algo que sonó como: «Y no por primera vez en lo que va de tarde.» Luego continuó: -Es evidente que es una mujer muy culta.

– Y de nuevo parece sorprendido.

– Sí, pero sólo porque pensaba que los miembros de la Sociedad Literaria de Damas únicamente leían libros un tanto escandalosos.

Emily trastabilló por la sorpresa y no cabía duda de que hubiera aterrizado sobre la grava con un vergonzoso plaf si él no la hubiera tomado por el brazo para sujetarla. Que Logan hubiera mencionado su club literario hizo que permaneciera en un aturdido silencio durante varios segundos, sobre todo, al pensar que había pronunciado la palabra «escandalosos» para describir lo que leían. No era posible que él pudiera saberlo… ¿o sí? Un intenso rubor la cubrió de los pies a la cabeza.

Pero no sólo fue aquel inesperado comentario lo que la dejó paralizada y provocó que le hormigueara la piel. Fue su contacto. La calidez de esa mano masculina traspasó la tela del vestido y de la capa haciéndola estremecer hasta la punta de los pies; una sensación que se intensificó aún más por el roce de esos dedos contra la curva exterior de su pecho.

– ¿Se encuentra bien? -preguntó él, examinándola con detenimiento de arriba abajo.

– Estoy… bien.

O lo estaría en cuanto él la soltase. La mirada de Logan buscó la de Emily. Aquellos ojos oscuros eran ilegibles y la joven deseó saber qué se ocultaba tras ellos. ¿Estaría pensando lo mismo que ella? ¿Era tan consciente de su presencia como ella lo era de la de él? ¿Sentiría la tensión que había entre ellos? ¿Querría volver a tocarla tanto como ella quería tocarle a él?

O, por el contrario, ¿estaría juzgándola a tenor de las lecturas escandalosas de la Sociedad Literaria de Damas? La mera idea de que él estuviera haciendo eso la hizo erguirse y alzar la barbilla. No tenía por qué sentirse avergonzada y menos delante de él. No importaba lo que pensara de ella. En absoluto.

Finalmente la soltó, y Emily tuvo que luchar contra el deseo de poner la mano en el lugar donde él la había sujetado para absorber la deliciosa calidez de su contacto. Los perritos tiraron bruscamente de las correas apartando la atención de la joven de Logan y de su misteriosa y penetrante mirada.

– Es una pena que tenga que ocultar lo que leen -dijo él cuando reanudaron el camino.

– ¿Qué quiere decir? ¿Qué sabe de la Sociedad Literaria de Damas? -inquirió Emily.

– Sólo sé que el nombre de ese club de lectura es engañoso. Pero aplaudo su ingenio. ¿Por qué exponerse a la censura de todas esas personas que creen que las mujeres sólo deberían leer a Shakespeare y otros libros por el estilo?

Ella ni siquiera intentó disimular su sorpresa.

– ¿Cree que las mujeres sólo deberían dedicarse a leer ese tipo de lectura?

– No. Creo que cada uno debería leer aquello que le apetece. -La miró de reojo. -Aunque debo admitir que haber elegido Memorias de una amante y, más recientemente, La amante del caballero vampiro, me ha cogido por sorpresa.

Emily parpadeó.

– ¿Cómo sabe usted qué libros leemos?

– Me lo dijo Gideon Mayne.

– Y luego dicen que las mujeres cotilleamos -murmuró ella, meneando la cabeza.

– No cotilleábamos. Sólo hablábamos.

– Sobre temas que no son de su incumbencia. No sé cómo llamarán a eso en América, pero aquí en Inglaterra se conoce por cotillear. -A pesar de la inquietante certeza de que él sabía demasiado sobre su club de lectura, Emily curvó los labios. -Eso le otorga un título interesante, señor Jennsen: el campeón de los cotillas.

– Ciertamente es mejor que ser la campeona de lanzamiento de chorritos de leche.

Ella no pudo evitar reírse ante su tono seco.

Touché.

Logan se detuvo en seco como si se hubiera tropezado contra una pared. Emily se paró y se volvió hacia él sólo para descubrir que la miraba.

– ¿Sucede algo? -preguntó.

– Yo… creo que acaba de sonreírme. -Logan se inclinó hacia delante y clavó los ojos en la boca de Emily. -Sí, por Dios, lo ha hecho. Todavía tiene los labios curvados.

De inmediato, ella apretó los labios en una línea tensa.

– Está equivocado. Sólo ha sido un tic facial.

Logan volvió a mirarla a los ojos.

– Entonces, ¿cómo es posible que sus ojos brillen de diversión?

– Es sólo un juego de luz. -Entornó los ojos para demostrárselo.

– Mi querida lady Emily, aunque desconozco todas las rarezas y complejidades del lenguaje británico, sé perfectamente cuándo alguien me miente. Y, definitivamente, usted me está mintiendo. -Curvó los labios lentamente hasta esbozar una sonrisa de oreja a oreja. -Me ha sonreído. Admítalo.

Porras, ¿por qué se sentía tan hechizada? ¿Por qué no se sentía molesta? ¿Y por qué demonios tenía que esforzarse para no sonreír de nuevo?

Alzó la barbilla y echó a andar.

– No sé de qué me habla.

Él ajustó su paso al de ella y se rio entre dientes.

– Bien, como usted quiera. Pero sé lo que he visto. Y le repito lo mismo que le dije anoche: «Si no es sincera conmigo, al menos no se mienta a sí misma.»

Una cálida sensación inundó a Emily. Recordaba muy bien que le había hecho esa inquietante declaración justo después de que ella le hubiera dicho que aquel beso apasionado que compartieron era una debacle. También recordaba las palabras que él dijo a continuación: «No estaba pensando que nuestro beso fuera una debacle cuando estrechaba su cuerpo contra el mío, ni cuando me metía la lengua en la boca.»

Dios, para su consternación, no había pensado en eso precisamente. El recuerdo de ese beso apasionado la golpeó de una manera tan intensa que tuvo que apretar los labios para contener el jadeo de placer que pugnaba por salir de su boca. Se volvió hacia él y, para su irritación, Logan parecía completamente indiferente a la referencia a aquel beso húmedo y ardiente. Un beso irritante, cierto, pero sin duda húmedo y ardiente. Evidentemente, él no estaba pensando lo mismo que ella.

Pero entonces se volvió hacia ella y Emily casi volvió a trastabillar ante su mirada. Aquellas insondables y oscuras pupilas ardían con la misma fogosa intensidad y el mismo inconfundible deseo de la noche anterior justo antes de que la besara. A Emily se le aceleró el corazón y supo, sin duda alguna, que de haber estado en un lugar privado, la habría besado de nuevo. Y ella le habría dejado.

Antes de que pudiera ordenar sus pensamientos y formular una respuesta apropiada -algo que no fuera tan impropio como «bésame una y otra vez hasta dejarme sin aliento», -él apartó la mirada y respiró hondo.

– Un niño muy simpático -dijo finalmente señalando con la cabeza el camino que se extendía ante ellos.

Con un gran esfuerzo, Emily dirigió su atención hacia donde él estaba mirando y vio a Arthur corriendo por la grava detrás de Diminuta. Una oleada de cariño por su hermano pequeño inundó a la joven junto con un intenso alivio por el cambio de tema.

– Sí, es cierto. Disfruto de cada momento que paso con él. Y también con mis otros hermanos. -Hizo una pausa. -Gracias por haber sido tan amable con él. Y también con Mary. Ha sido muy… considerado de su parte.

El la miró de reojo.

– Estoy seguro de que no tenía intención de parecer tan sorprendida por mi muestra de consideración. -En realidad, estoy atónita. Él soltó una risita.

– Bueno, por lo menos ha sido sincera. Ella negó con la cabeza.

– No he querido decir que le creyera incapaz de comportarse de una manera decente o amable… -«Al menos, no del todo», -pero, ciertamente, ha sido muy amable con un niño cuya perra ha echado a perder sus planes para esta tarde y, bueno, está claro que lo haría con un niño cualquiera. Muchos adultos ni siquiera habrían notado que mi hermano estaba disgustado ni se habrían tomado la molestia de hacer que se sintiera mejor. Ni se hubieran percatado de que Mary necesitaba ayuda.

– En ese caso, de nada, aunque tampoco es necesario que me dé las gracias. Me gustan los niños. Son sinceros, y tienen pocas necesidades y exigencias. -Esbozó una sonrisa. -Y además cuentan cosas de lo más interesantes.

Como ella no tenía ningún deseo de escuchar nada que pudiera avergonzarla, cosas que Arthur pudiera haber compartido con él, lo interrumpió con rapidez:

– Ha mencionado que no tiene hermanos. Personalmente, no puedo imaginarme la vida sin ellos.

– Supongo que igual que yo no puedo imaginarme viviendo con cinco hermanos menores. ¿Cómo les controla?

Emily se rio.

– No es fácil, pero al menos siempre tengo cerca a uno de ellos. Desde luego, nunca estoy sola.

– Me lo imagino. Hay mucha diferencia de edad entre Arthur y usted.

Emily asintió.

– Catorce años. Fui hija única durante cinco años y fue el único tiempo en mi vida que estuve sola. Mis padres llegaron a pensar que no tendrían más hijos, lo cual me apenaba pues deseaba tener una hermana. Además, mis padres también querían tener un heredero. Pero finalmente, para nuestra inmensa alegría, llegó Kenneth, seguido al poco tiempo de Will, Percy y Mary. Arthur fue una sorpresa. Una maravillosa sorpresa.

Se detuvieron un momento mientras Romeo y Julieta olisqueaban la hierba.

– Julianne no tiene hermanos y se sintió muy sola en su niñez, salvo el tiempo que pasaba conmigo. ¿Fue su infancia igual de solitaria?

Él se quedó con la mirada perdida. El silencio se extendió entre ellos y Emily deseó poder leerle el pensamiento.

– Sí, tuve una infancia muy solitaria -dijo él quedamente cuando por fin reanudaron el paseo.

Aquellas suaves palabras parecieron surgir de lo más profundo del interior de Logan y oprimieron el corazón de Emily por más que ella deseara lo contrario.

– Usted ha sido muy afortunada -continuó él. -Ha tenido suerte en todo.

– Sí… -O al menos la tuvo hasta hacía unos meses, cuando se enteró del problema financiero de su familia. -Por lo que puedo ver, usted también ha tenido mucha suerte.

– Quizás ahora. Pero no siempre fue así. Y nunca he tenido… -señaló con la mano hacia delante -eso.

– ¿Un enorme parque? -dijo ella mirando a su alrededor.

El se volvió hacia ella y Emily se sintió impresionada por la mirada desolada en sus ojos.

– Una familia. Gente que me amara o… -Logan bajó la mirada a los perritos que brincaban a su alrededor con las lenguas colgando -mascotas. Mientras crecía no tuve… nada.

Aquellas palabras sorprendieron a Emily. Había oído rumores sobre los humildes comienzos de Logan. Se decía que no había nacido precisamente en la abundancia y que la riqueza que ahora tenía se la había ganado gracias a una extraña perspicacia en los negocios. Pero jamás se le ocurrió pensar que no hubiera sido amado nunca.

– Aunque puedo imaginarme una vida sin lujos y comodidades -dijo ella, -no puedo concebir una existencia sin el amor de mi familia y sin darles ese mismo amor a cambio.

– Como le he dicho, ha tenido suerte.

– ¿Qué fue de sus padres? -le preguntó Emily sin poder contener su curiosidad.

A Logan le palpitó un músculo en la mandíbula.

– Mi madre murió poco después de que yo naciera y mi padre, cuando tenía nueve años.

Otra sorpresa. Otra opresión en el corazón de Emily.

– Lamento que haya sufrido tales pérdidas. Después de que sus padres murieran, ¿con quién se fue a vivir?

Una sonrisa carente de humor curvó los labios masculinos.

– Conmigo mismo. Viví solo. Por lo menos hasta que cumplí los trece años. Entonces tuve la fortuna de conocer a un hombre que me acogió bajo su ala. Puso un techo sobre mi cabeza, me ofreció un empleo decente y me enseñó todo lo que hay que saber sobre los negocios. Conocer a Martin Becknell me cambió la vida. Me convirtió en lo que soy ahora. En cierto modo, se lo debo todo.

– Pero ¿qué fue de su vida entre los nueve y los trece años?

– Me limité a sobrevivir. Día a día. Hora a hora. Algunas veces, minuto a minuto.

La conmoción enmudeció a Emily. ¿Cómo había podido sobrevivir un niño solo en el mundo? Intentó imaginar a alguno de sus hermanos en tan horrendas circunstancias y, simplemente, no pudo. Se le desgarraba el alma sólo de pensarlo. También le resultaba difícil imaginar a ese fuerte y exitoso hombre de negocios en la piel de un niño huérfano que sobrevivía como podía. La inundó una oleada de simpatía y compasión por aquella pobre criatura.

– ¿Tuvo… miedo?

Él respiró hondo y cerró los ojos con fuerza. Cuando la miró, sus ojos parecían dos lagos oscuros.

– Cada minuto del día.

Aquellas palabras tan suaves que parecieron surgir desde lo más profundo del alma, desgarraron el corazón de Emily. Santo Dios, apenas era mayor que Arthur. Imaginó a su dulce y despreocupado hermanito, solo y asustado, sin nadie en el mundo que lo amara, y sintió un dolor indescriptible.

Sin pensar lo que hacía, la joven alargó la mano y le acarició el brazo.

– Lo siento mucho. No puedo imaginar lo difícil que habrá sido para usted. Debe de sentirse muy orgulloso de lo que ha logrado en la vida a pesar de tan desafortunadas y tristes circunstancias.

Logan se detuvo en el mismo momento que ella lo tocó, y Emily lo imitó. La mirada de él cayó sobre la mano que se apoyaba en su manga, y la joven se dio cuenta con sorpresa de lo atrevido que debía de parecerle aquel gesto. Apartó la mano con rapidez. Durante unos segundos, él se quedó mirando el lugar donde ella había posado sus dedos con el ceño fruncido y Emily se preguntó si Logan habría sentido lo mismo que ella unos segundos antes, cuando él había evitado que se cayera; si habría sentido la calidez de su contacto a través de las capas de ropa.

Finalmente, Logan levantó la mirada hacia ella.

– Estoy orgulloso de mi éxito. He sido muy pobre y muy rico y, le aseguro, que ser rico es muchísimo mejor.

Reanudaron su tranquilo paseo, y Emily intentó pensar con rapidez en algo que decir, cualquier cosa, pero no podía dejar de darle vueltas a aquella sorprendente revelación; una revelación que hubiera preferido desconocer. Porque eso lo hacía parecer… humano. Y le llegaba al corazón. De una manera en que no quería que aquel hombre lo hiciera.

Emily no quería saber nada amable ni admirable sobre él. No quería saber nada que le hiciera respetarlo. Pero no podía ignorar que lo que Logan había logrado -llegar a lo más alto a pesar de las difíciles circunstancias, -era notable. Extraordinario. Porque estaba claro que cualquier hombre que pudiera conseguir eso debía ser…

Notable. Extraordinario.

Oh, Santo Dios. No quería pensar en Logan Jennsen en esos términos, pues si lo hacía corría el grave peligro de que él le… gustara. Y no quería, bajo ningún concepto, que ese hombre le gustara.

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