CAPÍTULO 10

Lo conduje a mi dormitorio dispuesta a seducirle.

En cuanto la puerta se cerró detrás de nosotros,

me cogió de la mano. Susurró mi nombre.

Y con esa única caricia, con esa palabra, fue él quien me sedujo a mí.

El beso de lady Vampiro,

Anónimo


– ¡Emily!

El nombre surgió de la garganta de Logan con un grito que expresaba el terror que sentía. Soltó la correa de Romeo y se lanzó hacia ella, sabiendo que sólo unos segundos la separaban de una muerte segura bajo los cascos de los caballos y las ruedas del carruaje que avanzaba a toda prisa hacia ella.

Le rodeó la cintura con los brazos y usó todas sus fuerzas para apartarla del camino del vehículo, rezando por haber sido lo suficientemente rápido y haberla puesto a salvo. A pesar de intentar amortiguar la caída de Emily con su cuerpo, aterrizaron de golpe en el suelo y una punzada de dolor atravesó a Logan un segundo antes de que el carruaje pasara con gran estrépito junto a ellos. Una lluvia de grava y polvo cayó sobre ellos y él se acurrucó sobre el cuerpo de Emily en un intento de protegerla de la gravilla.

El carruaje siguió avanzando sin detenerse y el ensordecedor ruido de las ruedas se desvaneció, siendo reemplazado por los gritos y el sonido de pasos apresurados. Con el corazón palpitando con tal fuerza que parecía que fuera a salírsele del pecho.

Logan se incorporó para mirar a lady Emily, a quien todavía sostenía entre sus brazos, y sintió que se le detenía el corazón.

La joven tenía los ojos cerrados y una mancha de tierra en unas de sus cremosas mejillas. Tenía el sombrero torcido y un rizo oscuro le caía sobre la frente, un retazo de color contra aquella piel pálida como la de un muerto. Yacía sobre el suelo sin moverse y, durante varios segundos, él no pudo respirar. No pudo pensar. Sólo pudo mirarla fijamente, mudo de horror mientras una única palabra aparecía en su mente: «¡No!»

Justo entonces, Emily abrió los ojos y él se encontró mirando aquellas insondables profundidades del color del mar. Se estremeció ante el intenso alivio que sintió.

Ella se lo quedó mirando y luego se humedeció los labios.

– Ha perdido el sombrero -susurró.

Santo Dios, había perdido bastante más que el sombrero. Por el rabillo del ojo vio que éste estaba totalmente aplastado y destrozado. Un escalofrío le recorrió de arriba abajo al pensar que ella -en realidad los dos -podrían haber sufrido el mismo destino.

– Tengo más -dijo después de tragar saliva dos veces para recuperar la voz.

– ¿Me ha salvado la vida? ¿O estamos muertos los dos?

– Estamos vivos -le aseguró con voz ronca. -Pero aún no estoy seguro de que haya salido ilesa. ¿Le duele algo?

Antes de que ella pudiera contestar, un montón de personas se acercó hasta ellos desde todos lados.

– ¿Están bien? -preguntó un hombre.

– ¿Hay alguien herido? -preguntó otro, ofreciéndoles un pañuelo.

Los ojos de Logan no se apartaron de los de Emily, que continuaba mirándolo fijamente.

– Eso es lo que estoy tratando de averiguar. ¿Puede mover los brazos y las piernas, lady Emily?

El continuó sosteniéndola suavemente mientras ella movía sus extremidades con cuidado.

– Todo parece estar bien. -Emily lo recorrió con la mirada. -¿Y usted? Ha sido quien se ha llevado la peor parte de la caída.

– Estoy bien. -Lo que era una flagrante mentira. No podía recordar haber estado nunca tan mareado y muerto de miedo. La imagen del carruaje cerniéndose sobre Emily se le había quedado grabada en la mente. Maldición, todavía se le revolvían las entrañas.

Justo en ese momento, Kenneth, Will, Percy y Arthur con Diminuta, seguidos de cerca por Mary, que sujetaba a Ofelia, y lady Agatha, se abrieron paso por el gentío que les rodeaba.

– ¡Emmie! -Gritó Arthur, dejándose caer de rodillas al lado de su hermana. -¿Estás herida?

– Estoy bien -se apresuró a decir ella, ofreciendo a sus hermanos lo que intentaba ser una sonrisa de ánimo. Logan y Kenneth la ayudaron a incorporarse y luego a ponerse en pie. Logan apretó los dientes cuando ella dio un respingo y se frotó la cadera.

– ¿Qué ha pasado? -preguntó Percy, tomándola de un brazo mientras Will la tomaba del otro.

– Le robaron el reloj a un hombre. Me detuve cuando lo oí gritar sin percatarme de que se acercaba un carruaje. Me habría atropellado de no ser por la rápida intervención del señor Jennsen. Gracias a él estoy ilesa y se ha evitado un terrible accidente.

Miró a Logan y él pudo ver en sus ojos algo que no había esperado ver en ellos: admiración. Y también gratitud. Aquello lo dejó sin aliento.

– Es mucho más que un héroe, señor -le dijo ella con suavidad, -y se lo agradezco. Me alegra que no se haya hecho daño al salvarme.

– De nada. -Hubiera querido decir algo más, pero ésas fueron las dos únicas palabras que pudieron salir de su atorada garganta debido a la creciente furia que lo envolvía. No creía que lo que acababa de ocurrir hubiera sido un accidente. El cochero no había hecho nada por frenar los caballos ni por cambiar el rumbo del vehículo para evitar una colisión, se había dirigido directamente hacia Emily. Era imposible que no la hubiera visto.

Apartando la mirada de ella, observó a la gente que les rodeaba.

– ¿Alguien ha reconocido al conductor del carruaje? -preguntó.

– Estaba demasiado ocupado mirando al ratero que me ha robado el reloj -dijo el hombre al que habían robado.

Otras personas murmuraron que también habían estado ocupadas observando al ladrón y que no habían visto el avance precipitado del carruaje hasta que todo pasó. Igual que el propio Logan. Maldita sea, no se dio cuenta de que lady Emily se había detenido y, por lo tanto, siguió caminando, distraído por la inquietante sensación de que estaba siendo observado, cuando momentos antes alcanzaron el final del camino en el parque. Se había detenido a mirar a su alrededor, pero no vio nada ni a nadie sospechoso. Aunque la sensación persistió durante un buen rato, la ignoró con resolución, dispuesto a acompañar a lady Emily a su casa. Luego pensaba volver por el parque para ver si podía percibir algo más. Y avisar a Gideon Mayne.

Bueno, casi no había conseguido llevarla sana y salva a casa. Y no creía que el exceso de velocidad del carruaje hubiera sido un accidente. Tampoco le sorprendería descubrir que el robo había sido una distracción. No había visto al cochero, sólo había visto de manera fugaz que llevaba puesta una capa negra con capucha.

Sir Samuel Wright, un prominente banquero con el que Logan hacía negocios muy a menudo se acercó a él.

– Me alegra observar que ni usted ni lady Emily han resultado heridos, Jennsen -dijo el banquero. -El conductor del carruaje llevaba puesta una capa negra con capucha. Y no he reconocido el vehículo.

Algo que, al parecer, tampoco había conseguido ninguna otra persona.

– Yo no pude verle la cara por culpa de la capa oscura con capucha que ha mencionado sir Samuel -dijo un caballero que Logan recordaba de la fiesta de la noche anterior pero cuyo nombre desconocía.

– ¿Cómo se llama, señor? -preguntó Logan.

– Lord Calvert.

Después de que Logan se hubiera presentado, lord Calvert se giró hacia la mujer regordeta, evidentemente su esposa, que lo agarraba del brazo.

– ¿Lograste ver algo? -le preguntó.

– Sólo la capa con capucha -respondió lady Calvert que estaba tan agitada que las plumas de su turbante no dejaban de oscilar de arriba abajo, por lo que Logan estaba seguro de que la mujer se debatía entre el deseo de desmayarse y la determinación de no perderse nada. -Cielos, otra persona misteriosa con una capa con capucha igual que en la fiesta que dio lord Teller anoche -continuó lady Calvert con voz entrecortada. Abrió mucho los ojos y sus plumas oscilaron con más rapidez aún. -Oh, Santo Dios, ¿y si el conductor del carruaje era otro vampiro?

Mientras varias personas soltaban un grito ahogado de asombro ante tal sugerencia, Logan tuvo que contener el impulso de menear la cabeza y mirar al cielo. Miró a lady Emily para observar su reacción y le sorprendió ver que la joven pareciera tan… ¿satisfecha? No, no podía estarlo, pero a menos que estuviera equivocado -cosa que no creía -en los ojos de la joven había un brillo de satisfacción. ¿De qué demonios iba todo eso?

– No seas ridícula, querida -dijo lord Calvert antes de que Logan pudiera reflexionar sobre ello. -Todo el mundo sabe que los vampiros, esas criaturas diabólicas, sólo salen de noche. El sol los convierte en ceniza.

– Lo que explicaría la capa con la capucha -insistió lady Calvert. -¿Por qué, si no, el cochero llevaría puesta semejante prenda en un día tan soleado?

Un murmullo se extendió entre el gentío y de nuevo Logan tuvo que contener el deseo de mirar al cielo. No se molestó en sugerir que seguramente el cochero no quería ser reconocido, lo que demostraba que el exceso de velocidad del carruaje no había sido un accidente.

– Lady Emily tiene que regresar a su casa -dijo con firmeza, esperando poner fin a las especulaciones sobre el vampiro. Después de asegurar una vez más a la gente que tanto lady Emily como él estaban bien, la multitud se dispersó dejando a Logan con la familia Stapleford.

– No sé cómo darle las gracias por haber salvado a nuestra chica -dijo Kenneth, alargando la mano. -Tiene nuestra más profunda gratitud.

Logan estrechó la mano del joven, y luego también las de William y Percy. Mary, que agarraba las correas de los tres perritos, le brindó una sonrisa de agradecimiento. Tía Agatha tomó su mano entre las suyas y le habló en voz muy alta.

– Bien hecho, señor Jennsen. ¡Qué valiente ha sido! Nunca se lo podré agradecer lo suficiente.

Arthur se acercó a él, pero en lugar de ofrecerle la mano como sus hermanos, el niño rodeó la cintura de Logan con los brazos y le abrazó con fuerza.

– Gracias, señor Jennsen. Gracias por salvar a mi Emmie.

El corazón de Logan, que parecía derretirse en su pecho conmovido por la gratitud que la familia de Emily mostraba hacia él, se derritió del todo por el abrazo de Arthur. No recordaba cuándo había sido la última vez que alguien lo abrazó de una manera tan espontánea. De hecho, no creía que nadie lo hubiera hecho nunca. Apoyó las manos en los hombros de Arthur y miró a lady Emily por encima de la cabeza del niño. Sus miradas se encontraron, y él se sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el pecho. Emily tenía la cara todavía pálida y manchada, y Logan tuvo que contenerse para no abrirse paso a codazos, tomarla entre sus brazos y llevarla a casa. Maldita sea, si le hubiera ocurrido algo…

Ahuyentó ese pensamiento. Estaba ilesa. Igual que él. Pero sólo por un milagro. No había sido un accidente, de eso estaba seguro. Estaba resuelto a averiguar quién era el responsable y por qué lo había hecho. Luego se lo haría pagar.

Logan los acompañó por el camino de entrada a la casa. Cuando los demás entraron en el vestíbulo, él tomó a lady Emily del brazo.

– ¿Seguro que está bien? -le preguntó en voz baja.

Los ojos de la joven se suavizaron y el labio inferior le tembló de tal manera que Logan deseó estrecharla entre sus brazos y besar indefinidamente aquella boca exuberante. Quería sentir su cuerpo contra el suyo. Aspirar su aroma a flores y a azúcar. Tocar su piel suave.

– Sí, gracias a usted -respondió ella. -¿De verdad que está bien?

No lo estaba. Y no lo estaría hasta averiguar qué diablos sucedía y quién andaba detrás de todo eso.

– Estoy bien -se limitó a decir.

La mirada de Emily se deslizó por su cuerpo.

– Me temo que no puede decir lo mismo de su abrigo.

Él bajó la vista al desgarrado y sucio abrigo azul marino.

– Tengo más. -Entonces le soltó el brazo, sorprendido de lo renuente que era a dejar de tocarla. -Por favor, cuídese mucho lady Emily.

Ella le brindó una triste sonrisa.

– Descuide, no volveré a cruzar la calle sin comprobar antes si hay un vehículo en marcha cerca. -Bien. Ahora debo despedirme.

– ¿Quiere… quiere quedarse a tomar el té o quizás algo más fuerte que le ayude a olvidar tan terrible experiencia?

Maldita sea, quería. Y mucho. Muchísimo más de lo que debería. Pero tenía que hacer cosas, cosas que no podían esperar. Y además, no quería prolongar su compañía. ¿O sí? Que Dios le ayudara, sólo unas horas antes hubiera respondido con un no rotundo. Pero ahora… Ahora no estaba tan seguro.

– Gracias, pero debo irme.

¿Era decepción lo que vio en los ojos de Emily?

– Oh. Por supuesto. Bueno, gracias de nuevo.

Logan hizo una reverencia formal y luego recorrió el camino conteniendo el abrumador deseo de mirar hacia atrás para captar una última imagen de la mujer que tanto le había fascinado hoy. Y que casi había perdido la vida.

Ganó la batalla hasta que la verja de hierro forjado se cerró tras él. En ese momento cedió a su impulso, y se giró para mirar la casa. Ella estaba detrás de una de las ventanas que flanqueaban la puerta doble de roble. La observó arrodillarse delante de Arthur para quedar a la misma altura de los ojos del niño y envolverlo entre sus brazos. Arthur la abrazó como si no quisiera soltarla nunca. Y no lo hizo hasta que se vieron rodeados por Romeo, Julieta y Ofelia. Emily sonrió… con aquella sonrisa tan encantadora que le iluminaba el rostro y que hacía que sus ojos brillaran.

Luego ella giró la cabeza y las miradas de ambos se cruzaron. Incluso a través del cristal la vio sorprenderse ante el hecho de que él todavía estuviera allí. Una oleada de vergüenza lo atravesó al haber sido pillado infraganti mirándola como un estúpido adolescente enamorado. Ella lo saludó con la cabeza lentamente y él respondió con un gesto rápido. Luego echó a andar a paso vivo hacia al parque antes de quedar en ridículo.


Una hora después, tras un infructuoso paseo por Hyde Park durante el cual no percibió que nadie lo estuviera observando, Logan entró en su mansión de Berkeley Square donde le recibió Eversham que, con el rostro imperturbable, ni siquiera se molestó en pestañear ante el desastroso estado del abrigo de su jefe ni por la ausencia del sombrero.

– Me ocuparé de que lo lleven al sastre, señor -dijo el mayordomo con el mismo tono monótono y seco de siempre, sosteniendo la prenda destrozada lo más lejos posible de su impecable uniforme.

Logan se preguntaba a menudo qué habría que hacer para obtener una reacción de ese hombre. Sabía que el arrogante mayordomo no aprobaba a su jefe americano, pero Logan sospechaba que debajo de toda esa rigidez británica, Eversham estaba encantado de trabajar para el hombre más rico de la ciudad. Jennsen se tomaba como un reto personal hacer algo que escandalizara al rígido mayordomo, pero hasta ahora había fracasado.

– ¿No quieres saber qué fue lo que le ocurrió a mi ropa?

– Sólo si usted quiere contármelo, señor.

– Casi me atropella un carruaje.

La expresión inescrutable de Eversham no varió.

– Como parece estar en perfecto estado, la palabra clave debe ser «casi».

– Sí. Estoy seguro de que te alegras de que no me haya pasado nada malo.

– Naturalmente, señor. Su buena salud es una constante fuente de alegría para mí.

Maldición, la actitud estirada del mayordomo no dejaba de divertir a Logan, aunque preferiría que lo ahorcaran antes de admitirlo.

– Como la tuya lo es para mí, Eversham. Por supuesto, estaría más convencido de tu alegría si sonrieras de verdad, ya lo sabes.

– Estoy sonriendo, señor -repuso Eversham, con la cara impávida.

– Por supuesto. Aunque la próxima vez deberías taconear un poco. Sólo para que tu alegría resulte más evidente.

– Lo haré si eso es lo que desea, señor.

Estaba claro que ese día Logan no iba a conseguir sus propósitos.

– Necesitaré otro abrigo y otro sombrero -dijo Logan.

– ¿En general o inmediatamente, señor?

– Inmediatamente.

Logan sabía condenadamente bien que Eversham había entendido lo que había querido decir, pero, en ocasiones, al mayordomo le encantaba -todo lo que le podía encantar algo a aquel hombre que parecía de granito -fingir no comprender las palabras de Logan, como si el americano hablara un idioma distinto del inglés. Suponía que era una muestra de orgullo de aquel hombre tan remilgado, pero en realidad Logan disfrutaba rebuscando palabras o frases que sabía que molestarían a Eversham. Era consciente de que la relación entre jefe y criado no era la habitual, pero a él le resultaba divertida y, por lo que podía adivinar, a pesar de que nunca le había visto sonreír, Eversham parecía opinar lo mismo.

– Por favor, dígale al señor Seaton que he cambiado de planes y que no estaré disponible para revisar la contabilidad hasta más tarde -le dijo a Eversham cuando éste le entregó un abrigo nuevo.

– Estaré encantado de decírselo en cuanto llegue, señor.

Logan frunció el ceño.

– ¿En cuanto llegue? ¿Adam no está aquí?

– No, señor. El señor Seaton salió poco después de que usted se marchara y aún no ha regresado.

– ¿Dijo adónde iba?

– No, señor.

Era evidente que había surgido algo inesperado, pues se suponía que Adam iba a revisar la contabilidad con Logan. Maldición. Esperaba que no hubiera habido otro problema en los muelles.

Cogió el sombrero nuevo que le tendía Eversham y luego se subió al carruaje.

– Covent Garden, número cuatro de Bow Street -le indicó a Paul, su cochero.

Un cuarto de hora después, Logan entraba en el edificio de ladrillo que albergaba las oficinas de los detectives de Bow Street. Minutos después estaba sentado ante Gideon que parecía inusualmente preocupado.

– ¿Sucede algo? -preguntó Logan.

Gideon negó con la cabeza.

– No. ¿No has visto a Julianne? Acaba de salir.

Ah. Una visita de su esposa. No era extraño que pareciera preocupado.

– No, no la he visto. ¿Está bien?

– Está perfectamente. -Se pasó las manos por el ya despeinado pelo. -Y embarazada.

Logan sintió una punzada de envidia. Una hermosa esposa, un bebé en camino… sonaba condenadamente bien. Nada que ver con la soledad.

– Eso explica tu expresión aterrorizada y feliz a la vez. Enhorabuena.

– Gracias. -Gideon le estudió durante varios segundos con los ojos entrecerrados. -¿Ha ocurrido algo?

– Sí. -Logan le explicó los acontecimientos de la tarde concluyendo con: -Estoy seguro de que no ha sido un accidente. De hecho, creo que el robo fue una artimaña para distraer la atención de la gente del carruaje hasta que fue demasiado tarde.

– ¿Quieres decir que fue un acto premeditado en vez de un accidente?

– Exacto. ¿Has descubierto algo sobre quién podría estar vigilándome?

– Todavía no, pero estoy trabajando en ello. Junto con uno de mis hombres de confianza más tenaz. ¿Quién sabía que pasearías hoy por el parque?

Logan consideró la pregunta.

– Lady Hombly, por supuesto. Su mayordomo, Thurman, pues ella le mencionó nuestros planes cuando salimos de su casa. Mi mayordomo y mi cochero. Mi secretario, Adam Seaton. Y no sé si alguno de ellos se lo dijo a otra persona.

– ¿Estás seguro de que Emily no esperaba verte?

– Sí. Nuestro encuentro fue totalmente fortuito.

– ¿Y sólo te sentiste observado al final del paseo?

– Exacto. -Aunque tuvo que preguntarse si era porque no lo habían vigilado hasta entonces o porque él estuvo concentrado en lady Emily.

Incapaz de quedarse sentado, Logan se levantó y anduvo de un lado para otro de la habitación. Al cabo de un rato se detuvo frente al escritorio de Gideon.

– Teniendo en cuenta todo lo que ha ocurrido hasta ahora: el asalto frustrado en los muelles, la destrucción de uno de mis barcos, la reiterada sensación de estar siendo vigilado… no puedo más que pensar que el incidente con el carruaje ha sido deliberado.

– Estoy de acuerdo contigo. Si el cochero hubiera perdido el control, habría gritado alguna advertencia y no habría ocultado su identidad bajo una capa con capucha.

– Exacto. -Miró directamente a los ojos de Gideon. -Pero no fue a mí a quien casi atropella. Fue a lady Emily.

Gideon le estudió por encima de los dedos.

– ¿Crees que alguien intentó herirla a ella en vez de a ti?

Logan se pasó las manos por el pelo.

– No lo sé. Parece mucho más probable que yo fuera la víctima escogida y que ella sólo estuviera en el lugar equivocado en el momento equivocado. Pero lo cierto es que el carruaje se dirigió directo hacia ella, no hacia mí. Aun así, no me explico por qué alguien querría hacerle daño.

– Cuando eres tú quien tiene un gran número de enemigos.

– Efectivamente.

– Quizás el cochero pensó que te lanzarías al rescate y esperaba que al final fueras tú la víctima.

– Quizás, aunque me parece una manera un tanto retorcida de lograr sus objetivos. Si quería hacerme daño a mí, ¿por qué no dispararme o apuñalarme en vez de andarse con rodeos?

– Es más fácil escapar cuando uno ya está en un vehículo en marcha, algo que además podría ser considerado como un accidente, que hacerlo de un tiroteo o apuñalamiento.

– Cierto. -Logan volvió a pasearse por la habitación. -No hago más que darle vueltas al asunto. Quizás haya alguien que esté tratando de vengarse de mí sin dañarme físicamente, sino de otras maneras. Saboteando mi barco, atacando mis negocios y perjudicándome financieramente. Gideon asintió lentamente.

– Es una posibilidad. Pero una vez más, ¿por qué intentar herir a Emily? A menos, claro está, que el culpable también quiera hacerte daño lastimando a alguien que sea importante para ti. Puede que quienquiera que te vigile crea que Emily significa algo para ti. -Gideon hizo una pausa antes de preguntar: -¿Es así?

Logan se detuvo en seco. Un compulsivo «no» subió a su garganta, pero fue incapaz de pronunciarlo. Incluso carraspeó dos veces en un intento de soltar la negativa, pero no pudo. Lo que era ridículo. Emily no era importante para él. No se preocupaba por ella, al menos no más de lo que se preocuparía por cualquier conocido.

«Entonces, ¿por qué sus besos te han estremecido de los pies a la cabeza? -Preguntó aquella molesta vocecita interior. -¿Y por qué casi se te detuvo el corazón cuando pensaste que había resultado herida?»

Frunció el ceño. Las dos preguntas eran fáciles de responder. Había pasado demasiado tiempo sin una mujer, por lo que era natural que cualquier beso le hubiera afectado. Y, por supuesto, no querría que nadie -sin importar quién fuera -se hiciera daño.

Se dio cuenta de que Gideon lo estaba mirando con atención.

– Sólo estábamos paseando por el parque -dijo finalmente. -Toda su familia estaba presente.

– No es eso lo que te he preguntado.

Cierto. Le había preguntado si ella era importante para él. Logan se aclaró la garganta.

– No hay nada entre nosotros. -Cierto. Salvo esos besos y un deseo que no podía apagar ni controlar de ninguna manera. -Al menos, no del modo en que insinúas.

Gideon arqueó las cejas.

– No estaba dando a entender nada. Sólo he hecho una sencilla pregunta.

– En ese caso, la respuesta es… -«Sí. No. Maldita sea, no lo sé». -No significa para mí más que cualquier otra persona.

Sólo somos… amigos. -Casi se atragantó al pronunciar la insulsa palabra. ¿Amigos? Nunca antes había tenido un amigo al que quisiera besar hasta dejar sin aliento. Al que quisiera arrancarle la ropa… con los dientes. Con quien quisiera pasar dos semanas… desnudo. Eso para empezar.

– Quizás el cochero piense que sois más que amigos. O tal vez se conforme con hacerle daño a una amiga tuya.

Logan sintió que le inundaba una intensa furia ante tal sugerencia.

– Bueno, entonces tendremos que averiguar quién es ese bastardo y qué le motiva. Y hacerlo ya. Antes de que lady Emily o cualquier otra persona resulte herida. -Una imagen de Velma y Lara Whitaker irrumpió en su mente. -O muerta. -Le palpitó un músculo en la mandíbula. -Cuando averigüe quién es el responsable de esto…

Contuvo el resto de las palabras. Sería mejor no decir esas cosas delante de un hombre que había jurado defender la ley.

– Hasta que lo haga, quiero que alguien la vigile durante el día. Desde hoy mismo. Busca al mejor hombre. Quiero que la mantenga a salvo.

Gideon permaneció en silencio durante varios segundos. Luego carraspeó.

– Porque ella no significa nada para ti, claro.

– Porque casi la matan hoy -dijo Logan sin alterarse. -Y no quiero ni necesito más muertes sobre mi cabeza.

Gideon asintió.

– Conozco a alguien, pero no será barato.

– No me importa el dinero que cueste.

– Es probable que hagan falta dos hombres…

– Sólo necesito a una persona que la vigile durante el día -le interrumpió Logan.

– ¿Y qué pasará por la noche?

– Yo la vigilaré por la noche.

Gideon arqueó las cejas.

– ¿Cómo?

Logan le dirigió una mirada fría al detective.

– Asistimos a las mismas veladas. Será más discreto y fácil que la vigile yo en vez de un desconocido.

– ¿Y después de las veladas? ¿Tienes intención de plantarte debajo de la ventana de su dormitorio?

– Sólo si es necesario.

Logan observó la mirada especulativa de Gideon, pero francamente, le importaba un bledo lo que el otro hombre pensara. Hacía mucho tiempo que había aprendido que si quería que algo se hiciera bien, tenía que hacerlo él mismo. Por supuesto, no tenía nada que ver con la sensación que le corroía por dentro al pensar que otro hombre estuviera cerca de Emily durante un baile.

Un largo silencio se extendió entre ellos. Finalmente, Gideon asintió con gravedad. -Entiendo.

Logan tuvo la sensación de que Gideon había querido decir muchas cosas con esa palabra, desde luego mucho más de lo que parecía, pero no tenía ningún deseo de prolongar la conversación.

– Bien -dijo.

– ¿Y tú? -Preguntó Gideon. -¿No quieres protección para ti?

– Puedo arreglármelas solo y ya le he dado instrucciones a mi secretario para que contrate más personal de seguridad para mis barcos y almacenes. Tengo intención de ser tan visible como sea posible, a ver si ese bastardo da la cara.

– Asegúrate de ir armado -dijo Gideon, -no vaya a ser que te coja desprevenido.

Logan lanzó una mirada sombría a su bota donde tenía guardado un puñal.

– No te preocupes, no me pillará desprevenido. Y ahora dejaré que continúes con tu trabajo.

– Encontraremos al responsable de esto, Logan -le dijo Gideon en voz baja mientras se estrechaban la mano.

De eso Logan estaba seguro, porque no descansaría hasta haberlo hecho.

Sólo esperaba que ocurriera antes de que cualquier otra persona resultara herida.

Загрузка...