CAPÍTULO 13

Mi deseo por él era tan fuerte que me asustaba.

Porque sabía que no podría controlarlo.

Me hacía actuar de una manera imprudente;

decir, hacer, desear y necesitar cosas que nunca tendría.

El beso de lady Vampiro,

Anónimo


Emily sabía que debía protestar. Apartarse. Negarse, por la simple razón de que él no estaba jugando limpio. Uno no se cobraba una prenda a menos que ganara la apuesta… y estaba claro que Logan había perdido. De hecho, él mismo acababa de admitirlo. ¡Qué arrogante y exasperante era que ignorara todas las reglas de las apuestas sólo porque quería!

Emily debería escuchar la vocecita interior que frenéticamente intentaba recordarle que si ya había sido un error besarlo la primera vez y un tremendo error la segunda, la tercera vez sería un total y absoluto desastre. Su mente lo sabía, pero su corazón -su acelerado, y algunas veces tonto, pero nunca mentiroso corazón -le susurraba que eso era lo que ella había querido desde el mismo momento en que lo había visto desde la ventana de su dormitorio.

Quería probar de nuevo sus apasionantes caricias. Conocer una vez más la magia de sus besos. Para ser sincera, debía admitir que había querido más desde el instante en que había terminado su primer beso.

Así que antes de que su buen juicio pudiera entrometerse.

Emily se puso de puntillas, le rodeó el cuello con los brazos y separó los labios.

– Sí -susurró. -Bésame.

La boca de Logan cubrió la suya en un beso arrebatador que la dejó sin aliento. Sí… Eso era lo que Emily había anhelado. Lo que había deseado con vehemencia. Esa excitación, esa pasión. Las sensuales lecturas de la Sociedad Literaria de Damas habían despertado su curiosidad, su deseo por conocer lo que todas las heroínas de sus libros habían experimentado como Melanie en la historia de La amante del caballero vampiro. La pasión del beso de un hombre o las sensaciones placenteras que provocaban sus caricias.

Emily jamás había considerado que podría experimentar tales emociones con este hombre en particular, pero no había manera de negar lo que él le hacía sentir. Tan… viva. Como si cada parte de su cuerpo hubiera permanecido dormida hasta que él la despertó con un beso. Y tan ardiente… Como si bombeara fuego a través de sus venas. Y tan desesperada… Como si no fuera del todo suficiente lo que él hiciera para apagar el infierno que había desatado en su interior.

La lengua de Logan exploró su boca, un favor que ella le devolvió con un fervor similar, saboreando el delicioso sabor que Emily recordaba tan bien. Indicios de brandy, azúcar y canela que sólo daban más placer a sus sentidos. Santo Dios, se sentía como si fuera a ahogarse en él.

Logan profundizó el beso y, con un gemido, Emily se inclinó hacia él, disfrutando de la sensación de aquellos fuertes brazos estrechándola con firmeza, del duro cuerpo que presionaba el de ella desde el pecho hasta las rodillas de tal manera que no cabría ni una simple hoja de papel entre ellos. Notó el deseo de Logan apretado contra su vientre y se retorció contra aquella fascinante y tentadora protuberancia, deseando notar esa dureza en la unión de sus muslos donde sentía un latido palpitante de deseo.

Lo oyó gemir con fuerza, y respirar entrecortadamente, y al instante siguiente le pareció como si las manos de Logan estuvieran en todas partes. Acariciándole con suavidad el pelo mientras le quitaba las horquillas y le aflojaba los tirabuzones. Recorriéndole la garganta y el pecho. Ahuecándole los senos con la palma de la mano. Endureciéndole los pezones hasta que ella arqueó la espalda, queriendo más, anhelando más.

De pronto, Logan interrumpió el beso y Emily gimió en señal de protesta, un sonido que se transformó en un suspiro de placer cuando él le deslizó la boca por el cuello.

– Tu olor… -dijo él con voz ronca. -Dios mío, hueles tan bien. -Le pasó la lengua por la garganta. -Sabes de una manera tan deliciosa. ¿Qué perfume usas?

Santo Dios, Emily apenas podía pensar y ¿él esperaba que hablara?

– Peonías -logró decir. -Mis flores favoritas.

Emily dejó caer la cabeza hacia atrás y un estremecimiento de placer la atormentó mientras aquella picara boca se abría paso sobre su pecho. Logan deslizó los dedos bajo las mangas del vestido de Emily y tiró con impaciencia. Ella bajó los brazos, temblando por el desesperado deseo de sentir las manos y la boca de él en sus pechos.

Incluso antes de que ella pudiera coger aire, él había tirado bruscamente del corpiño y de la camisola y se los había bajado hasta la cintura. Una diminuta parte del cerebro de Emily intentaba decirle que pusiera fin a aquella locura. Ahora, mientras todavía podía. Pero el ardiente deseo que sentía en su interior acalló su protesta, con lo cual fue incapaz de luchar contra la necesidad que la consumía.

Los mágicos dedos de Logan juguetearon con un pezón mientras su cálida lengua dibujaba círculos en el otro, luego tomó el dolorido y tenso brote en el interior de su cálida boca. El jadeo de placer de Emily se convirtió en un largo y profundo gemido y la joven arqueó la espalda, ofreciéndose a él. El tacto de su boca y de sus manos sobre ella era el paraíso y el infierno al mismo tiempo. Aunque seguía siendo insuficiente. Quería más. Mucho más.

Sintiendo el tipo de sensual abandono que había sabido que existía pero sobre el que hasta ese momento sólo había leído en los libros, Emily alzó los brazos y enredó los dedos en el espeso y sedoso pelo de Logan antes de recorrer con manos curiosas la anchura de esos hombros masculinos. El se introdujo más profundamente el pezón en la boca, girando la lengua entorno a él, mordisqueándolo con suavidad. Un oscuro placer atravesó a Emily, que tuvo que aferrarse a los hombros de Logan para no caer al suelo.

El dibujó un sendero de besos de regreso a su boca, y ella separó los labios ansiosamente. La lengua de Logan danzó con la suya, y ella le deslizó una mano dentro de la chaqueta, posando la mano justo encima del corazón que latía tan rápido y fuerte como el suyo. Pero como todo lo demás desde el momento en que él la había tocado, no era suficiente. Emily se apartó, interrumpiendo el beso lo justo para susurrar contra la boca de Logan:

– Tocarte. Quiero tocarte.

Con un sordo gruñido, él la soltó. Ella afianzó las rodillas para no caer derretida a sus pies y, mientras seguía besándola, acariciándole el labio inferior con la lengua, Logan se quitó bruscamente la chaqueta. La prenda cayó a sus pies y el chaleco y la corbata la siguieron con rapidez. Luego se sacó la camisa de lino del pantalón y se la quitó por encima de la cabeza.

– Tócame -ordenó Logan con la voz ronca y llena de la misma intensa necesidad que embargaba a Emily. Los ojos masculinos ardían como carbones gemelos. Él le cogió las manos y las apretó contra su torso. -Maldita sea, tócame.

Emily se quedó sin aliento al sentir la piel de Logan bajo las palmas. El se inclinó sobre ella para besarla de nuevo, pero la joven dio un paso atrás y deslizó su ansiosa mirada sobre él.

«Oh, Santo Dios.» Qué vista. La cálida y lisa piel que se extendía sobre los músculos duros estaba salpicada de vello oscuro. Emily extendió los dedos, maravillada por la combinación de texturas, luego deslizó las manos hacia abajo. No estaba segura de qué le fascinaba más: si el vello negro que dividía en dos el abdomen de Logan antes de desaparecer bajo la cinturilla del pantalón o los músculos que se tensaban y contraían bajo sus palmas.

Logan contuvo el aliento y luego lo soltó con un estremecimiento de placer al tiempo que apretaba la cintura de Emily. La sensación de ser acariciado por ella, de que recorriera su abdomen con los dedos, le volvía loco. Verla con el corpiño bajado, los pechos hinchados y los tensos pezones coralinos todavía húmedos por su boca, con el pelo cayéndole sobre los hombros y la espalda y alborotado por sus dedos impacientes, no le ayudaba a conservar ni el más mínimo ápice de cordura.

Detenerse… Sabía que tenía que detenerse, pero que Dios le ayudara, sencillamente no podía hacerlo. Todavía no. No cuando Emily tenía los labios abiertos y húmedos y la excitación brillaba en sus ojos. No mientras las caricias de ella lo hicieran sentir… Ahhhh…

– Tan bien… -murmuró él, inclinándose para mordisquearle suavemente el cuello. -Me haces sentir tan bien… No te detengas. -«No te detengas nunca.»

Logan subió las manos por los costados de ella y le rodeó los pechos, haciendo rodar los duros pezones entre los dedos. Emily respondió con un gemido y se inclinó para besarlo en el pecho. Deslizó la boca entreabierta sobre su torso hasta la tetilla donde dibujó círculos con la lengua, haciendo que a Logan casi se le detuviera el corazón.

El gemido de placer que emitió se convirtió en un gruñido de puro deseo cuando ella bajó la mano. Le acarició la cadera, pero se detuvo cuando estaba a punto de tocarle allí donde él más quería que le tocara.

– No te detengas ahora -le susurró con voz ronca contra los labios. La agarró de la muñeca y le presionó la mano contra la erección. Logan cerró los ojos y apretó los dientes en un intento de combatir el intenso placer, luchando por recobrar el control… una batalla que perdió por completo cuando ella le acarició por encima del pantalón. Maldita sea, había pasado mucho tiempo desde la última vez que le habían tocado. Y las caricias de Emily eran increíblemente buenas. Y él la deseaba mucho.

Incapaz de permanecer quieto, arqueó las caderas y empujó contra la mano de la joven. Con un gemido que pareció salirle del alma, enredó los dedos en el sedoso pelo de Emily y le cubrió la boca con la suya. Su lengua danzó con la de ella, explorando su deliciosa y aterciopelada textura. Emily cerró los dedos en torno a la erección y apretó, y Logan pensó que iba a perder el juicio. Se dio cuenta de que corría serio peligro de derramarse en su mano.

Pero no podía detenerse. Metió la lengua más profundamente en la boca de Emily, en una descarada imitación del acto que su cuerpo deseaba con desesperación compartir con el de ella. Habría conseguido conservar una pizca de control si Emily hubiera mostrado la más mínima indicación de querer detenerse, pero en vez de eso, ella apretó los pechos contra su torso y algo en el interior de Logan se desbordó.

Las exigencias de su cuerpo ignoraron todo lo demás y cualquier rastro de control o buenas intenciones se vieron reducidas a cenizas. Sin interrumpir el beso, la envolvió entre sus brazos y la tendió sobre la alfombra junto a la chimenea, cubriéndola con su cuerpo. Introdujo una pierna entre las de ella y la urgió a separar los muslos. Logan la besó en la barbilla y más abajo, en los pechos; le acarició los senos con una mano mientras deslizaba la otra bajo el dobladillo del vestido.

Curvó la lengua en torno a un pezón y luego tomó el arrugado brote en la boca mientras metía la mano bajo las capas de tela y ascendía poco a poco. Le acarició la pantorrilla y luego el muslo delgado. Finalmente, encontró la abertura en sus calzones.

Logan levantó la cabeza y la miró. Santo Dios, Emily era preciosa. Estaba despeinada y ruborizada, y respiraba con fuerza a través de los labios húmedos y abiertos.

– Mírame. -Las palabras sonaron como un áspero susurro en la silenciosa habitación.

Ella abrió los ojos, y Logan tensó los músculos ante la mirada de deseo que nublaba aquellas profundidades normalmente transparentes.

– Separa las piernas -le ordenó.

Sosteniéndole la mirada, Emily abrió los muslos. La primera caricia en sus pliegues femeninos arrancó un gemido de los dos. Ella estaba mojada y caliente… Logan le acarició con la punta de un dedo mientras su otra mano continuaba jugando con sus pechos. La joven se retorció, separando aún más las piernas y frotando la cadera contra su erección. Él contuvo una exclamación y apretó los dientes con fuerza ante aquel asalto a sus sentidos mientras empujaba su dura carne contra ella.

Deslizó un dedo en el interior de la joven y cerró los ojos. Emily era condenadamente estrecha. Y suave. Y él estaba puñeteramente duro. Introdujo un dedo más en su cuerpo y comenzó a moverlos con suavidad. Apretó la palma contra el sensible botón y la giró lentamente. Emily cerró los ojos. Un gemido escapó de sus labios y se arqueó contra su mano, deseando más. El estuvo encantado de proporcionárselo.

– Me siento tan… tan… -La voz de Emily se desvaneció en un largo suspiro.

– Mojada -susurró él. -Caliente. Apretada.

– S-sí. Y dolorida. Y… -se arqueó contra la mano de él -desesperada.

Santo Dios, él sí que estaba desesperado. La deseaba tanto que estaba condenadamente cerca de derramarse.

Comenzó un implacable asalto a los sentidos y al cuerpo de Emily, deseando sentir cómo se derretía entre sus brazos. Enredó su lengua con la de ella sin dejar de excitar sus pezones con los dedos de una mano mientras que con la otra le acariciaba los pliegues femeninos, conduciéndola cada vez más cerca de la liberación que estaba decidido a ofrecerle.

Pero ella alteró sus planes al meter una mano entre ellos y rodear la erección que se apretaba contra los confines del pantalón. El aspiró bruscamente y se quedó quieto.

– Quiero tocarte -dijo ella con un susurro entrecortado. -Tal como tú me tocas. Por favor…

La sabia vocecilla que debería haberle advertido que no cediera a sus súplicas, que sin duda le habría recordado que estaba a una caricia de explotar, había desaparecido. Sin más dilación deslizó los dedos entre sus cuerpos mientras se incorporaba, arrodillándose entre las piernas de Emily. Y luego se abrió la bragueta.

La joven clavó la mirada en su erección y él cerró los puños con cada músculo de su cuerpo tenso por la anticipación. Las pupilas de Emily se dilataron mientras se relamía los labios, un gesto que provocó que una gota de fluido apareciera en la punta de su miembro.

Ella se incorporó ligeramente y alargó la mano, rozando el glande con la punta del dedo.

– Tú también estás mojado -susurró ella.

Logan le habría respondido, pero hablar estaba más allá de sus posibilidades. Los únicos sonidos que se escuchaban en la habitación eran el chisporroteo del fuego y sus respiraciones jadeantes.

– Y caliente -murmuró ella, rodeándole con los dedos. -Y muy duro.

Maldición, no sabía hasta qué punto. De hecho, no podía recordar si alguna vez había estado tan duro en toda su vida. Diablos, casi no recordaba su nombre. Sólo había una palabra martilleando en su mente, con más intensidad a cada segundo que pasaba.

«Emily.»

«Emily, Emily, Emily.»

Ella le recorrió el miembro con los dedos y él no pudo contener un gemido gutural. Emily se detuvo.

– ¿Te he hecho daño?

– No. Dios mío, no. No te detengas. -«No te detengas nunca. Sigue tocándome. Porque jamás he sentido nada tan bueno.»

Las suaves manos de la joven continuaron acariciándole, conduciéndolo cada vez más cerca de una liberación que él no podía contener por más tiempo. Cuando estaba a un solo latido de derramarse, la sujetó por las muñecas.

– Basta. -Esa palabra fue todo lo que pudo decir. El deseo, puro y salvaje, lo dominaba con una intensidad que jamás había conocido, haciéndole olvidar todo lo que no fuera la desesperación por satisfacerlo. Tenía que tenerla.

«Tengo que tenerla. Ya.»

La instó a tumbarse de espaldas y le subió las faldas hasta la cintura. Tenía que tenerla. Que sentirla. Que verla. Que poseerla. La impaciencia con que le bajó los calzones debería haberle horrorizado, pero en vez de eso avivó aquel oscuro deseo voraz que le consumía. Apartó a un lado la delicada tela de algodón, y le cogió las rodillas para levantarlas antes de separarle las piernas.

Protegido por un triángulo de rizos oscuros, el sexo de Emily brillaba bajo la dorada luz del fuego; los pliegues hinchados lo atraían como un tesoro a un ladrón. El femenino perfume almizcleño unido a su olor a flores y azúcar inundó la cabeza de Logan. Con un gruñido vibrando en su garganta, puso las pantorrillas de Emily sobre sus hombros, le levantó las nalgas e inclinó la cabeza.

Jugó con ella sin piedad, con la boca y la lengua y con sus dedos implacables; deslizando, penetrando, lamiendo y chupando.

La respiración de Emily se volvió cada vez más jadeante y sus movimientos más frenéticos. Cuando Logan sintió que ella estaba a punto de llegar al éxtasis, introdujo dos dedos en su interior y succionó el excitado botón que coronaba el sensible sexo de la joven.

Emily lanzó un grito de asombro y se aferró a los hombros de Logan mientras palpitaba en torno a sus dedos. El levantó la cabeza y supo que jamás había visto nada más bello, erótico o excitante que Emily poseída por la pasión.

Cuando los espasmos de la joven se apaciguaron, las crueles exigencias de su cuerpo abrumaron a Logan. Retiró los dedos de su sexo y, antes de que pudiera pensar en las innumerables razones por las que no debería hacer aquello, se deslizó sobre ella y colocó su erección en la cálida cuna de sus muslos.

Respirando entrecortadamente, se apoyó en los codos y bajó la mirada. Su miembro estaba entre ellos, anidado contra el monte de Venus de Emily. El deseo -desnudo, salvaje, implacable y diferente a cualquier cosa que hubiera experimentado antes -martilleaba en su cuerpo, arrancándole hasta el último vestigio de pensamiento coherente. Tenía que poner fin a esa tortura. Tenía que hundirse en aquella cálida y ceñida funda. Tenía que sentir cómo aquella aterciopelada suavidad le rodeaba. Terminar con aquella profunda soledad, con aquella dolorosa necesidad que le obsesionaba desde hacía tres meses.

Cerró los ojos y se rozó contra ella. Fragmentos de oscuro placer lo atravesaron como un rayo y, con el corazón retumbándole en el pecho, se dispuso a penetrar en ella. En ese momento se quedó paralizado ante la increíble sensación de los dedos de Emily cerrándose en torno a su miembro. Abrió los ojos y bajó la vista. Vio que sus dedos pálidos le acariciaban. Levantó la mirada hacia su rostro. Los hermosos ojos de la joven todavía mostraban la expresión nublada de una mujer satisfecha, y Logan se ahogó en esa mirada.

Emily volvió a acariciarlo y él no pudo evitar empujar contra esa mano. Había pasado demasiado tiempo y había estado al borde del éxtasis lo que le parecía una eternidad, por lo que no pudo contenerse ni un instante más. Empujó de nuevo y se estremeció ante el clímax que le atravesó, atormentando su cuerpo con una oleada de convulsiones.

Cuando finalmente cesaron, Logan apoyó su frente en la de ella y luchó por controlar su jadeante respiración. Por controlarse a sí mismo. Durante varios largos segundos inhaló la esencia de Emily que se estremecía bajo él.

Entonces la realidad -y el sentido común -regresaron con la fuerza de un golpe en la cabeza. Logan se quedó paralizado.

Maldita sea, ¿qué condenada locura le había poseído? Si ella no le hubiera tocado, y si él no se hubiera derramado en consecuencia, habría arrebatado la virginidad a la joven. Sin duda alguna, había comprometido su reputación por completo.

Logan no era un hombre temerario, pero había algo en Emily que le hacía sentir de esa manera. Que lo impulsaba a actuar de ese modo. Que le hacía decir y hacer cosas que normalmente no haría. No era perfecto, pero intentaba vivir honradamente y, desde luego, no tenía la costumbre de ir levantándoles las faldas a jóvenes inocentes.

Se apartó de ella con un gemido, dando un respingo para sus adentros al ver la prueba de su liberación brillando sobre el vientre de Emily. No había sufrido tal pérdida de control desde que era un muchacho imberbe. Pero tenía que agradecer a Dios que la caricia de Emily hubiera provocado eso, pues, de otra manera, ella habría dejado de ser virgen. Aunque técnicamente seguía siéndolo, Emily había perdido gran parte de la inocencia en sus manos. Y en su boca. Y, por lo que a él concernía, el hecho de que no hubiera completado el acto dentro de su cuerpo era irrelevante. Su intención había sido hacerlo, y había estado a un suspiro de penetrarla.

Se culpó a sí mismo. ¿Qué demonios le pasaba? Pero incluso mientras se hacía esa pregunta, ya sabía la respuesta. Emily era lo que le pasaba, esa mujer a la que deseaba con una pasión que no entendía ni había sentido antes. Pero a pesar de saberlo se sentía culpable y responsable por sus propias acciones. No era culpa de ella que casi le dejara paralizado por la lujuria. Emily era una educada joven de la aristocracia, y él se había abalanzado sobre ella con una absoluta falta de delicadeza, tratándola como si fuera una furcia barata.

Le palpitó un músculo en la mandíbula y, sin más contemplaciones, alargó el brazo para coger su chaqueta y sacó un pañuelo del bolsillo. Emily se incorporó sobre los codos y observó en silencio cómo él le limpiaba la prueba de su pasión. Cuando terminó, Logan le alzó el corpiño para cubrirle los pechos y le bajó las faldas hasta los tobillos. Luego le tendió los arrugados calzones. Cogió la camisa y se puso en pie. Le dio la espalda para que la joven acabara de arreglarse con un mínimo de intimidad.

Después de meterse la camisa por la cabeza, se la remetió en el pantalón y se lo abrochó. Acababa de ponerse la chaqueta cuando oyó el susurro de las faldas de Emily a su espalda. Respiró hondo y se dio la vuelta.

La imagen de la joven con el pelo despeinado, los labios hinchados por sus besos y los ojos enormes, le encogió en corazón. Y le hizo sentir todavía más bastardo de lo que ya se sentía.

– Señor Jennsen… ¿Está… bien?

Logan se rio sin humor.

– Después de lo que acaba de ocurrir entre nosotros, ¿no crees que podrías tutearme y llamarme Logan? Porque yo sí tengo intención de llamarte Emily.

Ella se humedeció los labios y asintió con la cabeza.

– Muy bien, Logan. ¿Estás… bien?

Aquella pregunta inflamó su temperamento, llenándolo de rabia, pero más por sí mismo que por ella. Por haber permitido que la situación se descontrolara de esa manera. Por haber perdido el control. Por olvidarse de todo excepto de ella, y de la fogosa pasión y el profundo deseo que la joven le inspiraba. Había sido un error entrar en la casa, una equivocación entrar en la biblioteca. Había sido incorrecto tocarla. Lo sabía, pero lo había hecho de todas maneras. Y ahora tenía que pagar las consecuencias.

Y a un precio elevado.

– En realidad no, no estoy bien.

– Sí. De eso ya me doy cuenta. ¿Estás… enfadado?

Logan asintió con la cabeza.

– Lo estoy, pero no contigo. Sólo conmigo mismo.

– Porque lamentas lo que ha ocurrido entre nosotros.

No era una pregunta, y él no podía negarlo. Pero de alguna manera era incapaz de decirle que lamentaba haberla tocado. Besado. Sentirla derretirse entre sus brazos. Logan se pasó las manos por la cara. Santo Dios, realmente estaba perdiendo el juicio.

– ¿Dónde aprendiste a besar de esa manera? -se limitó a preguntar porque no estaba preparado para decir lo que tenía que decir.

– He leído mucho sobre el tema.

– ¿Leído? Santo Dios, ¿los británicos tenéis manuales sobre esto?

– No, pero suelo leer sobre besos y todo lo relacionado con eso en los libros de la Sociedad Literaria de Damas. -Antes de que él pudiera pensar una respuesta, Emily agregó: -Y he aprendido de ti.

– Pues eres muy buena, seguro que ha habido otros.

– No. -Emily alzó la barbilla como si lo desafiara a dudar de ella. -Sólo tú.

Algo que se parecía mucho al alivio inundó a Logan. «Sólo tú.» Pero aquellas palabras sólo servían para reforzar la decisión que había tomado. Algo que él jamás habría hecho por ninguna razón y que no tendría que hacer ahora si se hubiera limitado a quedarse en el infierno helado de ahí fuera. Pero no. En lugar de eso había entrado en la biblioteca o en lo que simplemente debería llamarse el maldito Templo de la Tentación.

– Ya veo. -Logan se aclaró la garganta, tomó aire y dio un paso hacia ella. Extendió los brazos y tomó las manos entre las suyas y, por razones que no podía entender, se sintió mejor ahora que la estaba tocando. Mirándola fijamente, le dijo: -No era mi intención que las cosas llegaran tan lejos.

Ella miró al suelo y asintió con la cabeza.

– La mía tampoco. -Volvió a levantar la mirada y, cuando sus ojos se encontraron, Logan sintió un vuelco en el corazón. -Pero cuando comenzaste a besarme… a tocarme… -Emily se encogió de hombros en un gesto impotente. -No estoy segura de qué fue lo que pasó.

Una sensación de júbilo, de agradecimiento por que no le hubiera ocurrido sólo él, lo atravesó, irritándolo aún más.

– Lo que pasó fue que perdí el control -dijo él lacónicamente, ignorando todas aquellas sensaciones. -Yo soy totalmente responsable de lo que ha sucedido. Simplemente, no debería haber ocurrido.

– No, supongo que no.

– Definitivamente no. Pero pasó. Y como ha sido culpa mía, haré lo correcto.

Emily frunció el ceño.

– ¿A qué te refieres?

Logan respiró hondo, tragó saliva y se obligó a decir -con los dientes apretados -las palabras que cambiarían su vida.

– Emily, ¿quieres casarte conmigo?

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