CAPÍTULO 11

Habían pasado siglos desde que experimentara

algo remotamente parecido a la vulnerabilidad,

pues mientras él me desnudaba lentamente,

me despojaba de algo más que de mis prendas de ropa,

dejando mi corazón y mis sentimientos totalmente expuestos.

Se suponía que yo era un ser poderoso -invencible e inmortal, -

pero sus caricias, el deseo que veía en sus ojos,

me dejaban completamente indefensa.

El beso de lady Vampiro,

Anónimo


Tras disfrutar de un baño caliente para deshacerse de los restos de la terrible experiencia vivida y aliviar los múltiples dolores sufridos tras la caída, la doncella de Emily, Noreen, la ayudó a ponerse un vestido limpio mientras revoloteaba a su alrededor como una gallina clueca. Después de que Emily le indicara a la joven que podía marcharse, cruzó el dormitorio hacia el delicado escritorio de cerezo que había en una esquina, donde se apresuró a escribir una nota que luego entregó a Rupert en el vestíbulo.

– Quisiera que entregaran inmediatamente esta nota al señor Gideon Mayne en el número cuatro de Bow Street. Y por favor, que el mensajero espere una respuesta.

– Sí, lady Emily.

– ¿Ha llegado alguna nota o mensaje para mí? -preguntó después, esperando que Carolyn hubiera escrito una carta para contarle cómo había discurrido su conversación con Daniel. No sabía si ir a ver o no a su amiga, pues temía interrumpir lo que fuera un debate importante entre ellos.

– No ha recibido nada -le informó Rupert.

Emily asintió con la cabeza. Bueno, vería a Carolyn cuando se reuniera con sus amigas en casa de Sarah para la reunión de la Sociedad Literaria de Damas. Entonces averiguaría cómo se encontraba su amiga.

– Estaré descansando en mi dormitorio. Por favor, infórmeme cuando reciba una respuesta.

Regresó a su dormitorio, pero en vez de descansar se sentó en el sofá junto a la chimenea y siguió trabajando en la capa que necesitaría para la próxima aparición del vampiro que tendría lugar al día siguiente. Había cortado la tela de una prenda negra que había encontrado en un baúl en el ático aquella mañana, así que lo único que le quedaba por hacer era coser el dobladillo. Por fortuna eran unas puntadas sencillas que requerían poca concentración, por lo que muy pronto su mente se evadió de la tarea y conjuró la figura del hombre al que había intentando olvidar sin éxito.

El hombre que le había salvado la vida.

Un pequeño estremecimiento le recorrió el cuerpo al recordar el puro terror que sintió al observar cómo el carruaje avanzaba directo hacia ella; pensó que iba a morir. Pero luego sintió la impactante sensación de los brazos de Logan rodeándole la cintura y protegiéndola con su cuerpo. Ambos habían caído con fuerza al suelo.

Cuando abrió los ojos se encontró a Logan mirándola con aquellos ojos llenos de preocupación y miedo, y durante varios segundos ella pensó que había muerto. Pero luego sintió la fuerza de esos firmes brazos rodeándola y la presión de aquel cuerpo masculino contra el suyo, y decidió que si había muerto, había ido directa al cielo.

No había duda de que él le había salvado la vida hoy, poniendo en peligro la suya. Además de todas las otras cosas inesperadas que había descubierto de Logan durante el paseo, ahora sabía que era valiente, caballeroso, heroico y…

Oh, Santo Dios, parecía que él le gustaba de verdad.

Porras. Quizá se había golpeado la cabeza en el suelo cuando se cayó… Eso explicaría aquellos fuertes e indeseados sentimientos que se habían apoderado de ella. Sí, seguramente era eso… un coscorrón en la cabeza. Sólo tendría que dormir bien para volver al punto en el que estaba antes de verle en Hyde Park, cuando estaba convencida de que no era más que un americano mal educado con un corazón avaricioso.

Así que había descubierto que él poseía buenas cualidades. ¿Y qué? ¿Acaso no poseía todo el mundo alguna que otra virtud sin importar lo odioso que fuera? Pues claro que sí. Resultaba evidente que cualquier cosa que estuviera sintiendo por Logan no era más que una combinación de simpatía por su difícil infancia, gratitud por haberla salvado y un extraño encaprichamiento resultado, sin duda alguna, de que él era totalmente diferente a los caballeros británicos a los que estaba acostumbrada.

Sí, eso era todo… Un poco de simpatía mezclada con un encaprichamiento temporal que estaba segura se le pasaría muy pronto, pues él no era el tipo de hombre por el que quería sentir simpatía y mucho menos deseo. Ella quería lo que Sarah, Carolyn y Julianne tenían. Un hombre que la adorara. Y al que ella también adorara. Por eso tenía que funcionar su plan, porque, de lo contrario, se vería obligada a casarse a la fuerza y sin amor con un hombre rico para salvar a su familia de la ruina. Lo último que necesitaba ahora era sentirse atraída por Logan Jennsen, un hombre cuyo primer, segundo y tercer amor eran sus negocios. Un hombre cuya idea de la diversión era…

«Besarte.»

Se le escapó la aguja y se le clavó en el pulgar. Pronunció una palabrota que su madre habría considerado impropia de una dama y apretó los labios, obligándose a concentrarse en la tarea que estaba haciendo. Acababa de rematar el dobladillo de la parte inferior de la prenda cuando sonó un golpe en la puerta. Después de esconder precipitadamente la capa detrás de un cojín de terciopelo del sofá, se dirigió a toda prisa a la cama y se echó encima de la colcha azul claro.

– Adelante -dijo.

Noreen entró en la habitación con una nota en una bandeja de plata.

– Acaba de llegar esto para usted, lady Emily -dijo la doncella con la mirada llena de preocupación. -¿Quiere que le traiga algo? ¿Un té o algo de comer?

– No, gracias. Me gustaría seguir descansando.

Noreen hizo una reverencia y salió de la estancia. En cuanto la doncella cerró la puerta, Emily rompió el sello de la carta y leyó el contenido.


Querida Emily:

Debido a que mañana tengo otro compromiso, me resulta imposible acompañarte en tus recados. Sin embargo, he pedido a otro detective, el señor Simón Atwater, que te acompañe. Es de total confianza y te dará la información que necesitas. Tal y como has pedido, el señor Atwater te recogerá mañana a las tres de la tarde.

Un atento saludo,

Gideon


Emily soltó un suspiro de satisfacción. Pero eso quería decir que ahora tenía el tiempo justo para lograr sus propósitos.

– Con lo cual, no puedo perder el tiempo soñando despierta con Logan Jennsen -masculló.

Por desgracia, sospechaba que era más fácil decirlo que hacerlo.


A las ocho de la noche, Emily entró en la salita privada de Sarah. Su amiga, embarazadísima, trató de levantarse, pero después de agitar los brazos durante unos segundos se hundió en el sillón antes de que Emily o Julianne, que estaba de pie ante la chimenea, pudieran ayudarla.

– No te levantes -dijo Emily, acercándose con rapidez a ella para saludarla, luego le dio un beso y un abrazo a Julianne.

– Maldita sea, soy como un escarabajo panza arriba -se quejó Sarah, apartándose un rizo de la frente. -Quiero que sepáis que casi ha sido necesario un golpe de Estado para convencer a Matthew de que estaba en perfectas condiciones para asistir a la reunión de la Sociedad Literaria de Damas esta tarde. Actúa como si no fuera capaz de servir una taza de té o charlar. Me vuelve loca.

– Le preocupa que te esfuerces demasiado -dijo Julianne, intentando no reírse ante la expresión malhumorada de Sarah. -Gideon comienza a comportarse de una manera similar.

– No estoy cansada. Estoy…

– ¿Irritable? -Sugirió Emily. -¿Irascible? ¿Gruñona?

– ¿Malhumorada, fastidiada, molesta…? -sugirió Julianne.

Sarah les lanzó una mirada feroz que bien podría cortar la leche.

– Estoy cansada de que me traten como si fuera una frágil copa a punto de romperse.

– ¿Dónde está ese bruto marido tuyo que te ama con locura y sólo quiere lo mejor para ti y el bebé? -preguntó Emily.

– Sí, ¿dónde está esa bestia horrible? -la secundó Julianne.

Parte de la irritación desapareció del semblante de Sarah.

– En este momento está tomándose un brandy en la biblioteca y, sin duda alguna, paseándose frenéticamente de un lado para otro, preocupado por su descendencia que llegará en cualquier momento. No podéis imaginar lo desgastada que está la pobre alfombra.

Sarah hizo una mueca y con un gran esfuerzo se levantó varios centímetros para cambiar de posición antes de hundirse de nuevo en el asiento. Luego esbozó una sonrisa satisfecha.

– Ah. Así está mucho mejor, aunque no sé cómo lograré volver a levantarme de este sillón. Os lo juro, me siento como si llevara embarazada toda la vida.

– ¿Dónde está Carolyn? -preguntó Emily mientras Julianne servía el té de la tetera que Sarah, evidentemente, no podía alcanzar.

– No vendrá. Me envió una nota diciéndome que se encuentra un poco indispuesta y que no se reunirá con nosotras.

A Emily le tembló la mano y derramó un poco de té en el platito.

– ¿Indispuesta?

Sarah asintió con la cabeza, haciendo que las gafas se le deslizaran por la nariz.

– No es nada serio, sólo un ligero dolor de cabeza. Pero pensó que sería mejor descansar esta tarde y recuperarse totalmente para la velada que lord Farmington ofrecerá mañana por la noche. No quiere perderse tu aparición como vampiro.

Emily se inclinó con rapidez sobre la taza de té para ocultar la preocupación y las lágrimas que le anegaron los ojos. Santo Dios, Carolyn debía de sentirse muy mal. Jamás se perdía una de sus reuniones literarias. Seguro que la noche anterior debía de haberle contado a Daniel sus preocupaciones. Además, le había prometido contactar con aquel médico de Harley Street que le recomendó el doctor de Edward. ¿Lo habría hecho? Emily se sintió culpable por no haberle enviado una nota a Carolyn, pero había esperado verla esa tarde.

Deseaba hablar de la situación con sus amigas, pero no podía traicionar la confianza de Carolyn. Aun así, era una agonía saber lo que ocurría, igual que lo era saber que su querida amiga estaba enferma. Se prometió mentalmente ir a ver a Carolyn por la mañana.

– Hablando de la aparición del vampiro -la voz de Julianne interrumpió sus pensamientos, -Sarah y yo nos morimos por conocer los detalles de la primera función. No hicieron ninguna mención en el Times, pero seguro que lo harán mañana.

– Eso espero -dijo Emily.

– Detalles -exigió saber Sarah. -Para nosotras que no pudimos participar en tu descabellado plan.

Emily relató cómo fue su actuación, haciendo una pausa dramática antes de añadir:

– Después de aparecer en la terraza, lo que me complace informar provocó un gran revuelo, mi capa se enredó en unos arbustos.

– Oh, Señor -dijo Julianne con los ojos muy abiertos. -¿Qué hiciste?

– No tuve más remedio que dejarla allí para evitar que me descubrieran. Volví con rapidez a la biblioteca y entré por la misma puertaventana por la que había salido. Me quité la máscara y los colmillos, y los escondí en el escote. Luego regresé a la fiesta. -No añadió que había regresado a la velada después de que el señor Jennsen la hubiera besado hasta dejarla sin sentido. Otra vez.

– Así que tu aventura casi termina en un desastre -dijo Sarah.

– Al contrario, salvo por el incidente con la capa y el frasquito de sangre, todo salió a la perfección.

– Menos mal que salió bien y que conseguiste tú objetivo.

– Julianne alargó la mano y cubrió la de Emily con los ojos llenos de preocupación. -Pero te libraste por los pelos. Seguro que no hay necesidad de volver a arriesgarse de esa manera mañana por la noche.

– Oh, pero debo hacerlo. Aún no sé si he conseguido mi objetivo, aunque parece que la gente habla del vampiro. -Se apresuró a contarles lo que lady Calvert había dicho en el parque esa misma tarde. -Eso me da esperanzas, pero es necesario que vuelvan a ver al vampiro y añadir más leña al fuego. Además, estoy resuelta a no cometer ningún error en la fiesta de mañana. No se me volverá a enredar la capa en los arbustos. Todo saldrá bien.

– O te pillarán y te verás involucrada en un escándalo de tal magnitud que tu reputación quedará arruinada para siempre. Serías portada del Times durante meses -dijo Sarah. En cuanto esas palabras salieron de sus labios, soltó un suspiro. -Lo siento. No tengo intención de sonar pesimista. Es que estoy… Oh, Señor. Supongo que estoy realmente irritable.

– Estás embarazada -dijo Emily apretándole la mano. -Y actúas igual que mi madre cuando esperaba a mis hermanos. Pero muy pronto tendrás un hermoso bebé del que presumir.

Detrás de las gafas, los ojos de Sarah brillaron por las lágrimas.

– Lo sé. Pero tengo razones para estar preocupada. Por ti y por ese descabellado plan tuyo. Y por lo desconocido que me resulta dar a luz. Y por Matthew, que no sé si sobrevivirá a este suplicio sin arrancarse el pelo. Y por Carolyn, que actúa de manera extraña aunque insista en que todo va bien. Estoy muy preocupada por todas esas cosas, y… eso es tan impropio de mí. -Le dio un sorbo a su té y miró a Julianne. -Ya verás. En unos meses también andarás como un pato y te sentirás tan preocupada como yo.

Julianne curvó los labios en una trémula sonrisa.

– Lo estoy deseando. Gideon va a ser un padre maravilloso, y no puedo esperar para darle a nuestro hijo todo el amor que mis padres jamás me demostraron. -Se volvió hacia Emily. -Para cuando nazca mi bebé, ya habrán publicado tu historia del vampiro y los problemas financieros de tu familia serán cosa del pasado.

– Sí-convino Emily, rezando para que ocurriera de esa manera. -Eso sí silenciaría definitivamente a los escépticos.

– ¿Escépticos? -Repitió Sarah. -¿Es que hubo alguien anoche que no creyera que la criatura que vieron fuera un vampiro? Por lo que nos has dicho, lady Calvert se lo creyó a pies juntillas.

– El señor Jennsen es muy escéptico al respecto -dijo Emily sorbiendo por la nariz.

Sarah y Julianne intercambiaron una rápida mirada.

– ¿Oh? ¿Asistió a la fiesta de anoche? -preguntó Julianne.

– ¿Te vio haciéndote pasar por la criatura? -añadió Sarah.

– Sí, asistió a la fiesta. No, no vio al vampiro. Razón por la cual se muestra tan escéptico.

– Así que hablaste con él anoche después de tu actuación -dijo Sarah con la voz llena de… algo. -¿Qué más te dijo?

«De nuevo nos encontramos a solas en una biblioteca… Morder esta piel es demasiado delicioso para resistirse… No estaba pensando que nuestro beso fuera una debacle cuando estrechaba su cuerpo contra el mío, ni cuando me metía la lengua en la boca.»

Un ardiente estremecimiento atravesó a Emily al recordar las palabras de Logan, palabras que nunca podría repetir a sus amigas, así que se apresuró a tomar un sorbo de té caliente con la esperanza de echar la culpa del rubor que le cubría las mejillas a aquella bebida humeante.

– No hablamos mucho -dijo después de aclararse la garganta. «Estábamos demasiado ocupados besándonos». -Pero esta tarde he charlado un rato con él.

Aquella imprudente declaración era claramente el resultado de tener los nervios de punta y, al instante, deseó haberse mordido la lengua. Sus dos amigas arquearon las cejas de una manera especulativa.

– ¿Has visto al señor Jennsen hoy? -Preguntó Julianne. -¿Cuándo? ¿Dónde?

Porras. En lugar de coser el dobladillo de la capa, debería haberse cosido los labios.

– Nos encontramos por casualidad en el parque.

– Y hablaste con él… -la apremió Sarah cuando Emily no dijo nada.

– Sí.

– ¿De qué? -preguntó Julianne.

– Mmm, la mayor parte del tiempo sobre Romeo y Julieta.

– ¿Habéis hablado de Shakespeare? -inquirió Sarah frunciendo el ceño.

– No, de los cachorros de Diminuta. -Para aplacar su conciencia, que la hostigaba para que fuera más abierta sobre el señor Jennsen, y también porque era muy probable que alguien, como la chismosa lady Calven, repitiera la historia, añadió: -Al menos charlamos de ellos hasta que ocurrió el accidente. -Después de que les relatara lo que había sucedido con el carruaje, Sarah y Julianne la miraron con unos ojos muy abiertos y horrorizados.

– Santo Dios, podrías haber muerto -dijo Sarah con voz temblorosa.

Julianne alargó el brazo y le cogió la mano.

– Estarías muerta de no ser por la intervención del señor Jennsen. Emily, te salvó la vida.

Emily tuvo que contener el suspiro que le subió a la garganta.

– Sí. Lo sé.

Julianne y Sarah intercambiaron otra mirada.

– ¿Te das cuenta de lo que significa eso? -le dijo Julianne con voz queda.

– Bueno, sí, por supuesto. Ya le dije lo agradecida que estaba. Y también lo hizo mi familia.

Sarah meneó la cabeza con impaciencia.

– No, no es eso. Quiere decir que él se preocupa por ti.

Durante varios segundos a Emily pareció detenérsele la sangre en las venas y el corazón le retumbó en el pecho. Pero luego reaccionó y dijo:

– No seas ridícula. El señor Jennsen habría hecho lo mismo por cualquiera.

– ¿Arriesgando su propia vida de esa manera? No lo creo -dijo Julianne con suavidad.

– Pues yo sí -insistió Emily. -Sólo un auténtico bellaco podría haberse quedado allí de pie sin hacer nada.

– Eso prueba lo que vengo diciendo desde hace tiempo -dijo Sarah. -Que Logan Jennsen no es, de ninguna manera, un bellaco. Puede que ahora no pienses tan mal de él.

– Yo no pienso mal de él. -Y no lo hacía, aunque deseaba hacerlo. Los sentimientos y las innumerables emociones que él le inspiraba eran mucho más complejas ahora que cuando él le desagradaba.

Ansiosa por cambiar de tema, compuso una sonrisa.

– Pero todo acabó bien, así que ahora debo concentrarme en la próxima aparición del vampiro y asegurarme de que resulte todo un éxito. Tengo que conseguir que el Times hable de ello, y de ese modo la historia cobrará vida propia. Luego venderé mi relato a algún editor y ganaré una fortuna.

– Y entonces podremos concentrarnos en buscarte un hombre del que puedas enamorarte -dijo Sarah.

Una imagen de Logan Jennsen irrumpió en la mente de Emily y ella la ahuyentó con firmeza, pues por más que le gustara aquel hombre o lo deseara de aquella manera inexplicable e imprudente, no había ninguna posibilidad de que se enamorara de él.

Absolutamente ninguna.

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