Él levantó la cabeza y se me quedó mirando con los ojos vidriosos.
Con la respiración jadeante, se pasó los dedos por los dos pinchazos que tenía en el cuello.
– ¿Qué me has hecho? -susurró él.
– Te he hecho mío -respondí.
El silencio se extendió entre nosotros.
– Siempre he sido tuyo -dijo finalmente.
El beso de lady Vampiro,
Anónimo
Logan se sentó en una dura silla de madera delante de la chimenea de Velma Whitaker y aceptó la taza de té que ella había insistido en ofrecerle. Desvió la mirada hacia Lara, que dormía en una cama pequeña en la esquina, envolviendo entre sus brazos la que tenía que ser la muñeca que le había llevado Emily.
La señora Whitaker debió de seguir la dirección de su mirada porque dijo:
– Jamás había visto a un niño tan contenta como Lara con esa muñeca. Su dama es muy amable, señor Jennsen. Y también hermosa. Un auténtico ángel de misericordia.
Pensó que debería corregir la suposición de que Emily era su dama, pero en vez de eso se limitó a decir:
– Sí, lo es.
– Ha sido muy amable de su parte venir a visitarnos también. Logan tomó un sorbo de té y se aclaró la garganta.
– En realidad, esto es más que una visita de cortesía. -Le repitió lo que le acababa de contar a Emily sobre la necesidad de contratar a un ama de llaves para la hacienda que había comprado recientemente, concluyendo con: -Me gustaría ofrecerle el trabajo a usted. -Luego mencionó un sueldo que era el doble del que le pagaba a su ama de llaves en Berkeley Square, pero que pagaría gustoso a esa mujer. De hecho, se lo habría dado a cambio de nada sin dudarlo, pero sabía que el orgullo de la mujer no le habría permitido aceptarlo.
La señora Whitaker abrió los ojos como platos y se llevó la mano al pecho.
– N-no sé qué decir. -Luego entrecerró los ojos. -Me parece que ése es un sueldo muy generoso para un ama de llaves.
– La casa necesitará una amplia renovación, y es un trabajo muy complejo. Además, desearía que comenzara tan pronto como pueda poner en orden sus asuntos aquí en Londres. ¿Le interesa?
Ella inspiró temblorosamente.
– No crea que no sé lo que está haciendo, señor Jennsen -dijo con suavidad.
– Le estoy ofreciendo un empleo. Uno que conlleva una gran cantidad de trabajo duro.
– Es más que eso, y los dos lo sabemos. -La señora Whitaker deslizó la mirada hacia su hija dormida y luego buscó la mirada de Logan. -Se lo agradezco de corazón. Está dándome la oportunidad de forjar una vida decente tanto para mí como para mi hija Lara. Acepto el empleo.
A Logan se le puso un nudo en la garganta. Maldición, no se merecía su agradecimiento. Por culpa de él, su marido estaba muerto. Dejó la taza de té en la mesita y se puso en pie.
– Excelente. Mi hombre de confianza, Adam Seaton, se pondrá en contacto con usted dentro de unos días. Si necesita alguna cosa entre tanto…
Las palabras de Logan se vieron interrumpidas por un fuerte golpeteo en la puerta, seguido de unos gritos frenéticos.
– Señor Jennsen, soy yo, Paul. ¡Venga inmediatamente!
Pasaron varios segundos en los que Logan no reaccionó. Luego se puso en pie con tal rapidez que la silla cayó hacia atrás y chocó contra el suelo. Atravesó la estancia corriendo y abrió la puerta de golpe. Paul estaba apoyado en el batiente, jadeando, con un rastro de sangre en la mejilla y un corte en la sien.
Logan se obligó a pronunciar la única palabra que pudo articular a través del nudo de temor que le atascaba la garganta.
– ¿Emily…?
– Nos atacaron. Tiene que acompañarme, señor -dijo el cochero respirando entrecortadamente. -Le indicaré el camino.
Todo dentro de Logan pareció congelarse y a la vez convertirse en una gran bola de fuego. Sin mirar atrás, corrió tras Paul, que lo condujo a través de un laberinto de callejuelas. Con voz titubeante, el conductor le relató lo que había pasado.
– Un hombre se cruzó delante del carruaje y me detuve para evitar atropellado. En un abrir y cerrar de ojos el individuo blandió una porra y me golpeó con ella, dejándome aturdido. Lo siguiente que supe fue que el señor Atwater me llamaba. Al parecer, el bastardo había roto la ventanilla trasera del carruaje y estaba estrangulando a lady Emily.
Logan creyó que se le detenía el corazón.
– ¿Está…? -Maldita sea, ni siquiera era capaz de pensarlo, así que mucho menos decirlo.
– No lo sé, señor. El señor Atwater disparó y mató al atacante; lady Emily se encuentra inconsciente. Me dijo que viniera a buscarle a casa de la señora Whitaker.
– ¿Estás herido?
– La cabeza me dolerá como un demonio durante un par de días, pero por lo demás estoy bien. Me golpearon con más fuerza en mis días de púgil.
Doblaron una esquina y los pasos de Logan vacilaron al ver el estado del carruaje con la ventanilla trasera rota. Había un cuerpo tendido sobre el suelo de adoquín rodeado por un charco de sangre y fragmentos de cristales rotos. Logan miró la cara del hombre, pero no la reconoció. Atwater debía de haberle disparado desde muy cerca. La puerta del carruaje colgaba sobre sus goznes, y Logan corrió hacia allí con el corazón en vilo.
Se detuvo en seco ante la puerta y miró dentro. En cuanto la vio, se quedó sin respiración. Emily estaba tendida sobre los cojines de terciopelo color café, tenía los ojos cerrados y estaba muy pálida, salvo por las marcas enrojecidas en su cuello. Simón Atwater estaba arrodillado en el suelo del carruaje masajeándole las delicadas muñecas con sus enormes manos.
– Despierte ya, lady Emily. ¿Me oye? Despierte ya -le decía con voz ronca.
Logan se agarró al marco de la puerta. Eso no podía estar ocurriendo. Ella no podía estar… Negó con la cabeza. No, de ninguna manera. Extendió una mano temblorosa y agarró el hombro de Atwater. El detective le miró por encima del hombro con expresión sombría.
– Respira con normalidad -le dijo. -Se despertó brevemente, pero volvió a desmayarse.
El alivio que inundó a Logan casi lo dejó sin sentido.
– Yo cuidaré de ella -dijo lacónicamente. -Vaya con Paul y ocúpense del cuerpo.
Atwater salió, y Logan subió al carruaje y cerró la puerta. Se arrodilló en el suelo y cogió la suave mano de Emily. Se la llevó al pecho y alargó la otra mano para acariciarle la pálida mejilla.
– Emily… Despierta. Soy yo, Logan. ¿Me oyes?
La recorrió con una mirada ansiosa. Se le había desatado el sombrero y tenía desabrochados los dos botones superiores de la capa color borgoña. Debía de habérselos abierto Atwater para que nada le impidiera respirar. Desde ese ángulo podía ver la extensión de las marcas rojas que le rodeaban el cuello. Una mezcla de miedo, compasión y furia le atravesó. Quería gritar, maldecir al cielo, romper algo… como el cuello del bastardo que le había hecho eso, si no estuviera ya muerto.
Deslizó la yema de los dedos sobre los labios de Emily, ligeramente entreabiertos, sintiendo la calidez de su aliento.
– Por favor, despierta -la urgió, esforzándose por no mirar las aterradoras marcas que estropeaban su piel de porcelana para no sonar tan asustado como se sentía. Incapaz de contenerse, se inclinó hacia delante y le rozó la frente con los labios. -Emily… Por favor, por favor, despierta. -Le besó los párpados con suavidad, repitiendo su súplica, agarrándole la mano con firmeza y apretándola contra su acelerado y frenético corazón.
Le deslizó los labios por la pálida mejilla hasta la punta de la nariz, y luego por la otra mejilla, besándola y suplicándole con más desesperación cada segundo que pasaba, pero ella seguía sin moverse.
Por fin, rozó sus labios contra los de ella, una y otra vez, mientras luchaba por contener el pánico que amenazada con consumirle.
– Por favor, despiértate, Emily -susurró contra su boca. -Mi hermosa Emily. Por favor, cariño, por favor…
Ella soltó un gemido y él se enderezó con rapidez, examinándole la cara con preocupación. La joven abrió los ojos. La confusión nubló su hermosa mirada mientras posaba los ojos sobre él.
– Emily -susurró su nombre como una oración. Cerró los ojos por un instante, inundado por el profundo alivio que le atravesaba el cuerpo. -Estás despierta. -«Gracias a Dios.»
La joven frunció el ceño.
– ¿Me he quedado dormida? -preguntó con voz ronca. El negó con la cabeza y alargó la mano para retirarle un rizo suelto que le había caído sobre la frente.
– ¿Recuerdas lo que ha sucedido?
Ella intentó tragar saliva e hizo una mueca. Entonces abrió los ojos como platos, presa del temor. Se llevó la mano libre al cuello e intentó incorporarse.
– Un hombre… intentó…
Logan interrumpió sus palabras poniendo los dedos en sus labios y empujándola suavemente contra los cojines.
– Lo sé. No tienes por qué preocuparte. Jamás volverá a hacerte daño. Ni a ti ni a ninguna otra persona. El señor Atwater se encargó de él. -Ahorrándose los detalles desagradables, le relató brevemente lo que había ocurrido.
– El señor Atwater me ha salvado la vida -dijo Emily cuando él terminó.
Por poco. Logan asintió con la cabeza porque no confiaba en su voz.
Emily desvió la vista a su mano, que Logan estrechaba contra el pecho, antes de mirarlo a los ojos de nuevo.
– Estaba soñando que me besabas, y cuando me desperté, lo estabas haciendo.
– Sí -convino él, aunque había estado tan inundado por el pánico que apenas había sido consciente de lo que estaba haciendo. Sólo sabía que tenía que estar cerca de ella. Que tenía que tocarla. Hacer que lo escuchara y conseguir que despertara.
– ¿Sabes en qué te convierte eso? -preguntó ella.
La pregunta lo llenó de una dolorosa ternura.
– ¿En un hombre muy afortunado?
– En un príncipe -murmuró Emily. -Como en un cuento de hadas. Como ése en el que un apuesto príncipe despierta a la princesa con un beso.
– La historia de La bella durmiente.
– Sí. Pero yo no soy una princesa.
– No, pero sí una mujer muy bella. Y además, yo tampoco soy un apuesto príncipe. -Logan esbozó una leve sonrisa. -Como tanto te gusta recordarme, sólo soy un grosero americano.
Ella no le devolvió la sonrisa. Se limitó a mirarle de una manera seria y directa.
– Puede que no seas un príncipe, pero sí eres apuesto. Muy apuesto.
Incapaz de dejar de tocarla, Logan le acarició la suave mejilla.
– Volveré a recordarte lo que has dicho cuando te encuentres mejor por si prefieres retractarte de tus palabras achacándolas a un momento de locura.
– No cambiaré de idea. Y, salvo porque me duele la garganta, me encuentro bien. -Sin embargo, como si quisieran desmentir su declaración, se le llenaron los ojos de lágrimas. -Ocurrió tan rápido, Logan. Y yo… estaba tan asustada…
El corazón de Logan pareció soltar amarras y hundirse en su pecho.
– Lo sé, cariño -le dijo, llevándose su mano a los labios. -Lo siento mucho.
– Intenté escapar, pero era demasiado fuerte. Usé una horquilla como arma y se la clavé en las manos, pero no podía respirar. -Tomó aire repetidas veces como si de repente no tuviera suficiente. -Me quedé sin aliento y, entonces, todo se volvió negro.
Logan sintió como si una neblina roja le nublara la vista, y sólo lamentó que aquel hijo de puta que la había lastimado y asustado ya estuviera muerto, negándole el placer de acabar con su miserable vida.
Se sentó en el asiento y la tomó entre sus brazos, colocándola en su regazo para acunarla contra su cuerpo. Ella le rodeó el cuello con un brazo y, con un suspiro, apoyó la cabeza en su hombro.
Logan cerró los ojos y la besó en la sien, abrumado por las emociones que lo envolvían. El olor a flores y a azúcar le inundó la cabeza y, durante un buen rato, se limitó a respirar, disfrutando de la sensación de tenerla entre sus brazos mientras le daba gracias a Dios por ello. De hecho, se sentía como si pudiera permanecer en ese mismo lugar, con ella en sus brazos y acurrucada contra su cuerpo, para siempre. Era una idea inquietante, una que no había experimentado antes con ninguna otra mujer.
– La buena noticia es que todo ha acabado. El responsable está muerto. No tienes nada más que temer -le dijo quedamente, cuando por fin sintió que podía confiar en que no le temblara la voz.
– Pero ¿quién era?
– No estoy seguro. Y en realidad no importa. Lo único que importa es que todo haya acabado bien. Y que tú estés a salvo.
Ella levantó la cabeza y él bajó la mirada a sus ojos. Y como siempre, Logan sintió que se ahogaba en ellos. Un pequeño estremecimiento le indicó lo cerca que estaba -una vez más -de perderse en ella, en esa mujer que era una constante fuente de frustración, confusión y dudas. De quien no dejaba de descubrir cosas inesperadas, cosas que lo sorprendían y desconcertaban, y que demostraban que ella era muy diferente a la altiva flor de invernadero o al inútil diamante de sociedad que él había pensado que era en un principio.
Había descubierto que ella era amable, cariñosa, generosa y compasiva. Ingeniosa y divertida. Inspiraba un torbellino de sentimientos tormentosos en él, una profunda pasión y un deseo salvaje que jamás había experimentado antes. De repente, las palabras de Gideon, que Logan había descartado sólo un rato antes, resonaron en su mente: «Luchas una batalla perdida… no importa lo mucho que intentes huir de esos sentimientos, porque al final te atraparán… y te morderán el culo.»
Inspiró profundamente y la pregunta lo golpeó como un puñetazo en el pecho, dejándole aturdido.
¿Sería posible que ya le hubieran mordido el culo?
Santo Dios, ¿sería posible que… la amara?
¿Era ésa la causa de aquel torbellino de tormento, deseo, necesidad y anhelo? Maldición, no lo sabía. ¿Cómo podría saberlo cuando no tenía nada con que comparar aquel sentimiento? El siempre había imaginado que el amor era algo tranquilo. Razonable. Lógico y racional. Como navegar en barco por aguas tranquilas.
Lo que sentía por Emily desafiaba esa descripción; de hecho, era su antítesis por completo. Las emociones que ella evocaba iban del éxtasis a la angustia, de la irritación a la euforia, del placer al dolor. No había nada tranquilo, razonable, racional o lógico en la manera en que la joven le hacía sentir. Conseguía que perdiera el control. Que se olvidara de todo excepto de ella. ¿Aguas tranquilas? ¡Ja! Más bien sería como ir a la deriva en un mar tempestuoso con sólo un bote sin remos.
No, aquel perturbador tumulto interno no podía ser amor. Tan sólo era una potente combinación de lujuria, encaprichamiento y deseo, agravado por una larga sequía de intimidad física.
Se animó de inmediato. Claro que no la amaba. Sólo estaba confundiendo su deseo por ella y la preocupación por su bienestar con un sentimiento más profundo. Llevaba tanto tiempo sin una mujer que, naturalmente, deseaba a una; a cualquiera. Y por supuesto que le preocupaba que alguien hubiera asaltado su carruaje y que casi la hubiera estrangulado.
«Sí, pero tú no deseas a ninguna otra mujer -señaló su corazón. -Y aunque te hubieras preocupado por cualquier persona que hubiera sufrido un asalto en tu carruaje y a la que casi hubieran estrangulado, lo más probable es que no hubieses querido matar al responsable con tus propias manos. Ni que hubieras experimentado ese terrible momento de indescriptible dolor al pensar que había muerto.»
Mmm. Parecía que no tenía una respuesta clara para eso. Lo cual era desconcertante, pero no sorprendente dado el susto que se había llevado. Era un hombre inteligente. No era tan estúpido como para sentirse atraído por una mujer que le había confesado que sólo se casaría por amor. Y era evidente que no le amaba, ya que se había negado a casarse con él.
– ¿Te encuentras bien, Logan?
Aquella pregunta le arrancó bruscamente de sus pensamientos. Logan parpadeó y se encontró mirando aquellos ojos color de mar. -Eh… sí. Estoy bien.
– ¿Estás seguro? Tienes una mirada de lo más extraña.
Logan borró al instante cualquier expresión de su cara, preguntándose qué mirada habría tenido.
– Es que me siento muy aliviado de que estés a salvo. -Lo que era cierto, aunque no del todo.
– Me estabas mirando como si nunca me hubieras visto antes.
Logan estaba intentando buscar una respuesta cuando sonó un golpe en la puerta. Sentó a Emily con suavidad en el asiento.
– Adelante -dijo.
Simón Atwater abrió la puerta y el alivio inundó su rostro cuando vio a Emily consciente.
– Está despierta -dijo.
La joven asintió con la cabeza y alargó el brazo para cogerle la mano.
– Señor Atwater, me ha salvado la vida. Tiene mi más profunda gratitud.
Un profundo rubor se extendió por la cara de Atwater. Santo Dios, aquel hombretón se estaba sonrojando. El detective la miró con una expresión embelesada que molestó a Logan, aunque no podía más que compadecerle. Emily y sus ojos eran absolutamente arrebatadores.
– Sólo desearía que él no la hubiera tocado, milady -masculló Atwater. Siguió mirándola a los ojos durante varios segundos más, como si estuviera en trance, luego se aclaró la garganta y se volvió hacia Logan.
Le pagué a un chico para que entregara un mensaje al magistrado. Espero en breve su llegada. Me gustaría que usted se acercara a ver si reconoce al agresor. Luego, le sugiero que acompañe a lady Emily a su casa.
Logan asintió con la cabeza.
– Regresaré en un momento -le dijo a Emily antes de salir del carruaje. Atwater había cubierto el cuerpo con una sencilla manta de lana que había cogido del asiento de Paul. Logan se puso en cuclillas y levantó una punta.
– ¿Le reconoce? -preguntó Atwater. -Tiene la cara desfigurada.
– Que fuera un hermoso cadáver no era mi principal preocupación.
– Menos mal. -Logan examinó los deformados rasgos del hombre. -No creo que lo conozca, pero tampoco puedo asegurarlo dadas las condiciones en las que se encuentra. ¿Llevaba algo encima que pudiera darnos una pista de su identidad?
– No, nada. Pero puede ver lo que lleva puesto.
Logan levantó aún más la manta.
– Una capa negra con capucha.
Atwater asintió con la cabeza.
– Igual que el tipo que provocó el incendio anoche.
A Logan le palpitó un músculo en la mandíbula y dejó caer la manta en su lugar.
– Quiero que me informe de todo lo que averigüe de este bastardo. Quiero saber su nombre, por qué iba tras de mí y por qué intentó hacer daño a lady Emily. No me importa lo que cueste ni cuántos hombres tenga que contratar para hacer el trabajo. No quiero que deje piedra sin remover.
– Me ocuparé de todo. Al menos puede alegrarse de que lo haya detenido.
– Sí -convino Logan. Le tendió la mano. -Gracias por todo. Tiene mi más profunda gratitud.
– Me alegro de que todo haya acabado y de que lady Emily esté bien. Si no necesita más mis servicios, regresaré a Bow Street después de que haya hablado con el magistrado.
Logan asintió y luego se volvió hacia Paul, que estaba tranquilizando los caballos.
– ¿Estás listo?
– Sí, señor Jennsen. -El cochero se subió al pescante. -Avíseme cuando quiera marcharse.
Logan abrió la puerta del carruaje. Emily seguía sentada exactamente donde la había dejado. Se sintió aliviado al ver que su rostro había recuperado algo de color.
– Antes de que me lleves a casa tengo que ir a ver a Carolyn -le dijo ella cuando estaba a punto de subir al vehículo.
Logan negó con la cabeza.
– Puedes verla mañana. Ahora te llevaré a casa, donde tomarás un baño caliente y te meterás en la cama a esperar la visita del médico.
Ella arqueó una ceja.
– Me temo que te equivocas. No necesito un médico. Carolyn me está esperando y tengo que verla. Y debo hacerlo ahora. Si regreso a casa antes, tendré que responder a docenas de preguntas y no podré volver a salir durante horas. Y tampoco podré asistir a la velada de lord y lady Farmington.
Logan frunció el ceño y le dio gracias a Dios por no haberse enamorado de una mujer tan enloquecedora.
– No pensarás en serio ir a una fiesta esta noche, ¿verdad?
Ella arqueó la otra ceja.
– No pensarás en serio que puedes detenerme, ¿verdad? El entrecerró los ojos.
– Tienes que descansar, Emily. -Bajó la mirada a las horribles magulladuras que tenía en el cuello. -Acabas de sufrir una terrible experiencia.
– Acabo de sobrevivir a una terrible experiencia. Te aseguro que prefiero estar rodeada de amigos que acostada en la cama sin dejar de darle vueltas al asunto.
– Necesitas descansar.
– Antes tengo que ir a ver a Carolyn. Me está esperando.
Antes de que él pudiera discutir más, Emily se acercó a la puerta y le puso la mano en el brazo. Aquella caricia lo dejó paralizado. Incluso a través de las capas de ropa sintió una oleada de calor que inundó todo su ser.
– Por favor, Logan. Tengo que verla. Hoy. No insistiría si no fuera tan importante.
– ¿Qué puede ser tan importante que no pueda esperar a mañana?
Emily lo miró con ojos preocupados e implorantes.
– Me temo… que no puedo decírtelo. Ojalá pudiera, de verdad, pero entonces tendría que traicionar la confianza de una amiga, y eso no puedo hacerlo.
El quería negarse, decirle que la llevaría a casa directamente, y punto. Pero al parecer no podía negarle nada porque se encontró diciéndole:
– Sólo un rato. No más de un cuarto de hora. Luego te llevaré a casa y te darás ese baño. Puede que no estés dolorida ahora, pero lo estarás dentro de unas horas. Un baño caliente te ayudará a calmar el dolor.
Ella asintió con seriedad.
– De acuerdo. Y muchas gracias.
Logan le dijo a Paul la dirección de Carolyn y luego tomó asiento al lado de Emily. Cogió su mano en la suya, entrelazando sus dedos. Se dijo que era para ofrecerle un poco de consuelo después de la terrible experiencia que había sufrido, pero lo cierto es que no podía evitar tocarla. El aire frío entró por la ventanilla rota, pero Logan no lo notó. Todo el miedo y el terror que había sentido antes se revolvieron en su interior, convirtiéndose en un infernal y ardiente deseo que no podía controlar.
Con la mirada clavada en ella, Logan alargó la mano y cerró las cortinas de terciopelo de las dos ventanillas. Emily abrió mucho los ojos, pero sus dilatadas pupilas decían todo lo que él necesitaba saber y borraron cualquier pensamiento que Logan hubiera tenido de mantenerse alejado de ella durante todo el trayecto. Las sombras cayeron sobre ellos y, sin decir una palabra, la atrajo hacia él. Tomó el hermoso rostro de Emily entre sus manos y bajó la boca hacia la de ella.
Logan tenía intención de darle un beso suave, dulce y tierno, pero en cuanto sus labios rozaron los suyos, cualquier pensamiento coherente desapareció de su mente. Con un profundo gemido, la tomó entre sus brazos y la colocó encima de su regazo, estrechándola contra su cuerpo todo lo que podía. Pero no era suficiente. Profundizó el beso, pero tampoco fue suficiente. Metió una mano bajo la capa de Emily para ahuecar uno de sus pechos, pero seguía sin ser suficiente.
Deslizó una mano por el costado de la joven hacia la curva de las nalgas para estrecharla con más fuerza contra él. La cadera de Emily presionó contra su erección, y Logan no pudo contener el gruñido que se le formó en la garganta. Más, maldita sea, quería más. Ella era una sed ardiente que no podía calmar, un hambre voraz que no podía saciar. La deseaba tanto que se estremecía.
La lengua de la joven salió al encuentro de la suya mientras le entrelazaba los dedos en el pelo, estremeciéndose de placer contra él. El más leve contacto lo hacía arder. Lo único que Logan quería era desnudarlos a los dos y apagar ese fuego que ella había encendido en él. Y precisamente por esa razón tenía que detenerse. Ahora. Mientras todavía podía.
Con un esfuerzo sobrehumano, suavizó el beso y luego alzó la cabeza. Sintió el agitado aliento de Emily en la cara.
– ¿Cómo lo haces? -susurró ella.
– ¿Cómo hago qué?
La joven entreabrió los ojos, y Logan tuvo que contenerse ante el ardiente deseo que brillaba en sus profundidades.
– ¿Cómo consigues que me olvide de todo, excepto de ti? ¿Cómo haces que quiera… cosas que no debería? ¿Cómo puedes hacerme sentir tan temblorosa y ardiente por todas partes con un simple beso?
Logan no lo sabía, pero estaba condenadamente encantado de poder hacerlo, porque tembloroso y ardiente era exactamente como ella le hacía sentir a él con una simple caricia. Con una sola mirada. Y por lo que Logan sabía, no había nada simple en sus besos. No, el problema era precisamente que eran demasiado complicados.
– Tú provocas el mismo efecto en mí-susurró él contra sus labios.
– ¿De veras?
Logan soltó una risita de incredulidad. Arqueó las caderas apretando la erección contra la cadera de Emily.
– Sí, de veras. Es evidente.
– Supongo que no debería alegrarme, pero lo hago. Odiaría pensar que sólo me pasa a mí. El apoyó la frente en la de ella.
– No te pasa sólo a ti -le aseguró, y se preguntó si Emily tendría alguna idea de la fuerza de voluntad que él estaba ejerciendo para no tocarla de la manera que quería.
Justo entonces el carruaje se detuvo. Logan levantó la cortina.
– Acabamos de llegar a casa de Carolyn -dijo suavemente.
Emily parpadeó varias veces, como si acabara de salir de un trance.
– Santo Cielo… -Se apartó de su regazo, se abrochó la capa con rapidez y volvió a atarse el sombrero. -¿Parezco desaliñada?
Logan observó su cara ruborizada y sus labios húmedos. Parecía excitada y bien besada, y más deseable que cualquier mujer que él hubiera conocido antes.
– Estás perfecta.
Emily alargó el brazo y le agarró la mano. -Logan, no quiero que Carolyn sepa lo que ha sucedido hoy.
El arqueó las cejas.
– Será difícil guardar el secreto cuando te vea el cuello.
– Me pondré el pañuelo de manera que no me lo vea.
– ¿Por qué quieres guardarlo en secreto?
– Carolyn ya tiene suficientes preocupaciones encima y no quiero añadir una más -dijo Emily después de un instante de vacilación.
Logan quería preguntarle qué era lo que preocupaba a Carolyn, pero decidió no presionarla. -No mencionaré lo sucedido.
La ayudó a bajar del carruaje y la acompañó hasta la puerta de la casa donde vivían Daniel y Carolyn. Entregaron sus abrigos a Barkley y luego Emily se colocó disimuladamente el pañuelo en el cuello.
– Lady Surbrooke la está esperando -le dijo el mayordomo.
– Supongo que quieres hablar a solas con ella -dijo Logan en voz baja.
Cuando Emily asintió con la cabeza, le dio a Barkley una tarjeta de visita.
– Si lord Surbrooke está disponible, me gustaría hablar con él.
– Veré si puede atenderle, señor -dijo Barkley, colocando la tarjeta en una bandejita de plata.
Observó cómo Emily seguía al mayordomo por el pasillo. Cuando desaparecieron de su vista, se paseó de un lado a otro del vestíbulo, demasiado inquieto para sentarse. Barkley regresó unos minutos después.
– Lord Surbrooke le recibirá ahora mismo, señor -anunció.
Siguió al mayordomo por el mismo pasillo. Logan clavó la mirada en la puerta cerrada de la salita cuando pasaron ante ella, sin poder evitar preguntarse de qué estarían hablando Emily y Carolyn. Emily parecía muy preocupada, sin la más mínima pizca de picardía en los ojos. Resultaba evidente que sucedía algo malo. Fuera lo que fuese, esperaba que la conversación que mantenía con su amiga en esos momentos arreglara las cosas. Entretanto, aprovecharía para tomarse un trago del excelente brandy de Daniel.
Porque después de las últimas horas, no había duda de que lo necesitaba.