Había veces que lo sorprendía con la mirada perdida,
y que sabía, sólo sabía, que él echaba de menos su vida mortal.
Añoraba a sus amigos, su trabajo y caminar bajo la luz del sol.
Y si bien me sentía culpable por haberle arrebatado la vida,
también sabía, de una manera egoísta,
que si tuviera que volver a hacerlo, lo haría sin dudarlo ni un momento.
El beso de lady Vampiro,
Anónimo
Gideon miró fijamente a Logan por encima del borde de su taza de café.
– ¿Casarte?
– ¿Casarte? -repitió Matthew.
– ¿Mañana? -La voz de Daniel sonaba como si se hubiera atragantado.
– Sí, me caso mañana -confirmó Logan de mal humor. Les había pedido a los tres hombres que consideraba sus mejores amigos (al menos hasta ese momento) que desayunaran con él. Todo había ido bien hasta que anunció que Emily y él se casarían al día siguiente. Ahora, todos lo miraban como si le hubiera salido un tercer ojo en la frente. -Todos estáis casados, no sé por qué os comportáis como si nunca hubierais oído hablar del matrimonio.
Sus tres casi ex-amigos intercambiaron una mirada, luego volvieron a centrarse en Logan.
– Eso parece -dijo Gideon curvando los labios.
– Si lo dices así… -añadió Matthew con una amplia sonrisa en la cara.
– Así que mañana… -Daniel le lanzó una mirada especulativa. -Hace que uno se pregunte qué te pillaron haciendo. Logan le lanzó una mirada asesina.
– Estaba dándole un beso, nada más. -Lo que era cierto. Más o menos.
Matthew arqueó las cejas, y pinchó con el tenedor un trozo de huevo.
– Debió de ser un beso digno de mención.
Lo que, definitivamente, también era cierto.
– Por el bien de la reputación de Emily, espero que os pillaran su madre o su tía y no alguna bruja chismosa -dijo Daniel.
– Su madre -confirmó Logan con rigidez. -Y no tengo intención de seguir hablando sobre el tema, salvo para decir que es una boda obligada y que el momento en el que se celebrará responde más a una cuestión práctica que a otra cosa. -Se apresuró a poner a Daniel y a Matthew al corriente de los últimos acontecimientos y concluyó con: -Hasta que atrapemos a ese hombre, no voy a correr ningún riesgo con la seguridad de Emily. Cuanto antes nos casemos, antes podré mantenerla bajo estricta vigilancia y protegerla todo el tiempo. Atwater vigilará hoy su casa y después de la boda vigilará la mía hasta que atrapemos a ese bastardo.
Sus palabras fueron seguidas por un dilatado silencio.
– Si puedo hacer cualquier cosa para ayudarte, no dudes en contar conmigo -dijo Matthew en voz baja.
– Y conmigo -dijo Daniel.
Logan asintió con la cabeza.
– Gracias.
– Ahora… volviendo al tema de tu boda -dijo Daniel, removiendo el azúcar en su café, -me debes doscientas libras. Logan frunció el ceño. -No veo por qué.
– Vas a casarte. Con uno de esos diamantes de la sociedad, como sueles llamar a las jóvenes de buena familia. Ya que apostaste conmigo que nunca te casarías con una mujer así, has perdido. Y yo he ganado.
Logan dejó suavemente el tenedor en el plato y se llevó la servilleta a la boca. Luego le dirigió a Daniel una mirada con la clara intención de dejarlo clavado en el sitio.
– Apostamos a que no me enamoraría de una jovencita de la sociedad. Y sólo he dicho que voy a casarme.
Daniel apoyó el tenedor en el plato y se inclinó hacia delante.
– ¿Quieres decir que no estás enamorado de ella?
Tenía la palabra «sí» en la punta de la lengua pero, por alguna razón, no podía decirla, lo que era completamente ridículo. ¿No había decidido ya que el alocado torbellino de emociones que Emily le inspiraba sólo era una potente combinación de deseo, lujuria y encaprichamiento? Sí, lo había hecho.
Tosió dos veces antes de lograr responder.
– Sí -dijo lacónicamente.
Su respuesta fue recibida con silencio. Matthew, Gideon y Daniel intercambiaron otra mirada. Luego los tres estallaron en carcajadas.
– ¿Qué demonios os parece tan gracioso? -preguntó Logan, completamente irritado.
– Tú -dijo Daniel con otro ataque de risa. Se enjugó las lágrimas de los ojos con el dorso de la mano. -Maldita sea, llevaba muchas semanas sin reírme así. Muchas gracias.
– Me alegro de que te diviertas -dijo Logan apretando los dientes con fuerza, -aunque no imagino qué te resulta tan gracioso.
– ¿Quién se lo va a decir? -preguntó Matthew todavía riéndose y meneando la cabeza.
– Yo -se ofreció Gideon. Clavó sus ojos oscuros en él. -Logan, eres un hombre inteligente. Me caes bien y te respeto, y quiero que sepas que si te digo esto es con todo el cariño del mundo. Tú, amigo mío, eres idiota perdido.
– Un auténtico bobo -agregó Matthew.
– Tonto del culo -contribuyó Daniel.
Los ojos de Logan se convirtieron en rendijas.
– Sí, puedo sentir vuestro afecto. ¿Qué estáis tratando de decirme?
Gideon miró al techo.
– Que estás enamorado de ella, imbécil.
– Totalmente -convino Matthew.
– Hasta los huesos -confirmó Daniel asintiendo con la cabeza.
Todo en el interior de Logan se quedó paralizado, salvo su corazón, que comenzó a latir con fuerza.
– Estáis chiflados.
– No, lo que pasa es que tenemos experiencia -le corrigió Daniel. -Todos nosotros hemos estado recientemente en la misma situación que tú.
– Cierto -asintió Matthew. -Enamorados, pero también fuimos demasiado estúpidos para darnos cuenta o admitirlo. No te preocupes, acabarás descubriéndolo.
– No soy estúpido -respondió Logan con los dientes apretados.
– Ni tampoco nosotros en circunstancias normales -dijo Gideon jovialmente, untando mantequilla en un bollito. -Pero no hay nada normal en las mujeres. Algo en ellas hace que incluso el hombre más listo actúe como un…
– Bobo -concluyó Matthew.
– Tonto del culo -agregó Daniel, sonriendo ampliamente. -Y tú, querido amigo, me debes doscientas libras. Pero puedo esperar a que estés listo para pagar.
Logan quiso decirle que iba a tener que esperar mucho, muchísimo tiempo, pero no fue capaz de pronunciar las palabras.
«¿Será acaso porque no son ciertas?», preguntó su vocecita interior con engreimiento.
Maldita voz estúpida.
– Me alegro de que os divirtáis tanto conmigo -dijo con acritud. -¿Cuándo os habéis convertido en un grano en el culo?
– No somos ningún grano en el culo -dijo Matthew con una amplia sonrisa. -Si piensas eso es porque estás de mal humor por culpa de esta relación sentimental.
– Lo que confirma lo que os he dicho -dijo Logan con expresión triunfal. -Los tres estáis enamorados, ¿verdad?
– Totalmente -dijo Gideon.
– Apasionadamente -dijo Matthew.
– Delirantemente -convino Daniel.
– ¿Veis? Y ninguno de los tres está malhumorado. Obviamente, si yo también estuviera enamorado, estaría feliz y de buen humor. Por lo tanto, no estoy enamorado. Daniel negó con la cabeza.
– No, el problema es que tú estás enamorado, pero debido a un gran número de razones, te niegas a aceptarlo.
– Exacto -replicó Matthew, cortando un trozo de bacón. -En cuanto te percates de que estás enamorado y aceptes tu destino, volverás a estar de buen humor. -Se metió el bacón en la boca.
– Y serás tan feliz como nosotros -concluyó Gideon.
Logan levantó la taza de café y se quedó mirando el líquido oscuro que contenía. ¿Podría ser tan simple como eso? Sinceramente, lo dudaba. Porque aunque sus tres amigos eran muy felices, una gran parte de su satisfacción se debía al hecho de que su amor era correspondido. Si aceptaba que lo que realmente sentía por Emily era amor, eso sólo le traería más sufrimiento que felicidad, porque sus sentimientos no serían correspondidos.
La imagen de la horrorizada y desolada expresión de Emily cuando oyó que se iban a casar le había dejado una profunda cicatriz en el corazón. Logan había oído el pánico en su voz, la desesperación cuando había sugerido un largo compromiso matrimonial seguido de una boda en primavera. No dudaba de que ella se habría pasado los meses siguientes planeando la mejor manera de romper el compromiso, algo que le provocaba una sensación de vacío a la que no podía dar nombre. Emily se casaría con él a la mañana siguiente… porque tenía que hacerlo. No porque le amara.
Resonaron en su mente las palabras que la joven le había dicho sobre su noche de bodas… que tendría lugar con un hombre del que estuviera loca y totalmente enamorada. «Porque tengo intención de casarme sólo por amor. Desde luego, no pienso casarme por un beso.»
Y ahora se veía obligada a hacer algo que no deseaba hacer. Y él estaba obligado a casarse con un diamante de la sociedad, algo que debería disgustarle pero que, sorprendentemente, no lo hacía. De hecho, si tenía que casarse con alguien, qué mejor que con una mujer a la que deseaba tanto. Al menos con ella esperaba con impaciencia la noche de bodas. Y además tenía que protegerla… algo que sería mucho más fácil cuando vivieran en la misma casa.
También recordaba cómo Emily había rechazado su propuesta cuando él le había pedido que se casara con él. Santo Dios, si ella había pensado que la primera propuesta matrimonial no había sido romántica, sin lugar a dudas, la debacle de la noche anterior, cuando ni siquiera se había declarado sino que se había limitado a aceptar casarse con ella, debía de haberla decepcionado muchísimo. Y él no podía negarle que tenía razón. Como muchas mujeres, Emily habría soñado desde siempre con una romántica petición de mano y una boda de ensueño. Bueno, al menos podría intentar remediar eso último. Y tenía intención de hacerlo. Puede que ella no le amara, pero estaba resuelto a intentar hacerla feliz. Porque gracias a ella, ya no estaría solo.
– Ahora que hemos dejado las cosas claras -dijo Logan, si bien no habían aclarado nada, -necesito que me echéis una mano.
– ¿Con qué? -preguntó Daniel.
– Dado que me caso mañana, tendréis que ayudarme a conseguir una licencia especial.
Sarah miró fijamente a Emily por encima del borde de su taza de té.
– ¿Casarte?
– ¿Casarte? -repitió Carolyn.
– ¿Casarte? -coreó Julianne con voz aguda.
– Sí, casarme -confirmó Emily con las mejillas ardiendo como si les hubieran prendido fuego. Les había pedido a sus amigas que se reunieran con ella en casa de Sarah para darles la noticia, ya que su amiga estaba tan embarazada que apenas podía caminar sin tambalearse y, mucho menos, subirse a un carruaje. No había estado segura de si Carolyn acudiría, pero estaba encantada de que se hubiera sentido lo suficientemente bien para hacerlo. Tenía mejor color, y parecía mucho más descansada. Carolyn aceptó rebosante de alegría la emotiva enhorabuena de su hermana y de Julianne cuando les contó lo de su embarazo. Pero pronto llegó el momento de que Emily diera la noticia. Y ahora sus tres amigas la miraban con radiantes expresiones de felicidad que no hacían nada para aliviar el nudo que tema en el estómago. Sólo dos días antes, Emily había pensando que el resultado de su plan decidiría su futuro. Pues bien, así había sido, pero no de la manera que ella había imaginado.
– ¿Y con quién vas a casarte? -preguntó Sarah, dirigiéndole una mirada especulativa desde detrás de las gafas.
– Oh, sí, no nos tengas en vilo -dijo Julianne, con los ojos brillantes mientras prácticamente saltaba sobre su asiento.
– No tengo ni idea de quién puede ser el novio -murmuró Carolyn, cuyas cualidades interpretativas no habían mejorado ni un ápice.
– Me caso con Logan Jennsen. -Su declaración fue recibida por un trío de sonrisas. -Mañana.
Las tres radiantes sonrisas dieron paso a diversos grados de confusión, sorpresa y preocupación.
– ¿Mañana? -Repitió Carolyn. -¿Por qué mañana?
Un embarazoso rubor cubrió el rostro de Emily.
– Oh, por el amor de Dios, Carolyn -dijo Sarah, ajustándose las gafas antes de que Emily pudiera explicarse, -sabes tan bien como yo que sólo hay una razón para eso. -Le lanzó a Emily una mirada compungida. -Es evidente que te descubrieron en una situación comprometida. Espero por tu bien que no se montara una horrible escena.
Muerta de vergüenza, Emily negó con la cabeza.
– Mi madre nos pilló besándonos… después de que Logan hubiera descubierto que era yo quien estaba detrás de las apariciones de la mujer vampiro. -Su declaración fue recibida por varios gritos ahogados, y a continuación se apresuró a contarles lo que había ocurrido. -A pesar de mis objeciones, mi madre exigió que nos casáramos. Resultaba evidente que Logan no estaba más contento que yo con la situación, pero no podía hacer otra cosa. Dijo que se las arreglaría para conseguir una licencia especial y que nos casaríamos mañana -concluyó.
Carolyn fue la primera en romper el profundo silencio.
– Estoy segura de que sólo estaba aturdido -le dijo cogiéndole la mano. -No puedo creer que no quiera casarse contigo.
– Por supuesto que quiere casarse contigo -convino Julianne. -¿Qué hombre no querría?
Emily soltó una risita carente de humor.
– El que se ve obligado a hacerlo.
Sarah negó con la cabeza.
– Si no estuviera impaciente por casarse contigo lo antes posible, ¿por qué tomarse la molestia y conseguir una licencia especial con el gasto que eso supone?
– No hay nada romántico en ello, te lo aseguro. -Vaciló y luego les contó lo de su ataque el día anterior. -Cree que corro peligro…
– Y lo corres -la interrumpió Julianne con la cara pálida de preocupación.
– No quiere que nada me haga daño. Cree que como tenemos que casarnos de todas maneras, cuanto antes lo hagamos, mejor podrá protegerme.
– ¿Y aun así piensas que no le importas? -Preguntó Carolyn con suavidad. -Por todo lo que nos has contado, es evidente que le importas. Y mucho.
– Jamás he dicho que no le importe nada -dijo Emily con el corazón en un puño. -Estoy segura de que le importo un poquito. Lo suficiente como para que no quiera que me ocurra nada malo. Pero eso no es lo mismo que estar enamorado de mí. -Bajó la mirada al suelo y se alisó el vestido. -Sabéis cuánto deseaba casarme por amor, cuánto he arriesgado para poder conseguir mi objetivo.
– ¿Crees que podrías amarle? -Preguntó Sarah. -Está claro que le deseas y que al menos le gustas.
– Sí, pero me… vuelve loca. Y me confunde. En un momento me hace reír y al siguiente quiero golpearle y besarle.
Para su sorpresa -e irritación, -en vez de oír los murmullos de simpatía que esperaba, sus palabras fueron recibidas con un estallido de carcajadas.
– Bueno, ya no tenemos que preguntarnos más si lo ama -dijo Sarah riéndose entre dientes.
– Es evidente que sí -convino Julianne.
Emily las miró con el ceño fruncido más profundo que pudo conseguir a pesar del sonrojo que le cubría el rostro.
– No sé qué queréis decir.
Carolyn le cogió la mano y le brindó una cálida sonrisa. -Quiero decir que eso es justo lo que ella siente por Matthew. Y lo que yo siento por Daniel.
– Y lo que yo siento por Gideon -interpuso Julianne. -Pero espera a quedarte embarazada, y que piense que te romperás en pedazos sólo por ir a la habitación de al lado.
– Oh, sí. Entonces querrás golpearle con más frecuencia -convino Sarah, apoyando las manos sobre su redonda barriga.
Emily se llevó la taza de té a los labios para ocultar su confusión ante las declaraciones de sus amigas. Y el mero pensamiento de tener un hijo de Logan…, Santo Dios, eso la dejaba sin aliento. ¿Sería posible que sus amigas tuvieran razón? Entonces se hizo la pregunta que se había negado a hacerse hasta ese momento por miedo a conocer la respuesta.
¿Amaba a Logan?
En cuanto permitió que las palabras aparecieran en su mente, la respuesta fue clara: Sí. Sí, le amaba. Total y absolutamente.
No estaba segura de cómo ni cuándo había ocurrido, pero sabía que era cierto, y su corazón también lo sabía.
Pero en lugar del júbilo que siempre había pensado que sentiría al descubrir que estaba enamorada, lo único que sintió fue consternación. Porque un verdadero matrimonio por amor requería dos personas enamoradas. Y ella sabía que la única razón por la que Logan se casaba con ella era porque tenía que hacerlo… no porque quisiera.
– Logan será un marido maravilloso. -Las tranquilas palabras de Carolyn la arrancaron de sus pensamientos. -Y tú serás una esposa maravillosa para él. Puede que Logan no se haya dado cuenta todavía, pero eres precisamente lo que necesita.
– ¿Una mujer con la que tiene que casarse por obligación? -preguntó Emily sombríamente.
– No, una mujer que le hará reírse -dijo Sarah; todo rastro de diversión había desaparecido de sus ojos. -Y un reto para él. Alguien que le hará ver que en la vida hay algo más que negocios.
– Le darás a su vida la chispa que necesita -añadió Julianne. -Y borrarás esa soledad que siente desde hace tiempo.
Carolyn le apretó la mano.
– Y en cuanto lo hagas, se dará cuenta de lo que ya es tan evidente para mí: que te ama.
El corazón de Emily dio un brinco esperanzado ante las palabras de Carolyn. ¿Sería posible que fuera así? No lo sabía, pero de repente se sintió mejor de lo que se había sentido desde la noche anterior.
– Espero que tengas razón -dijo con una temblorosa sonrisa en los labios.
– Por supuesto que la tiene -dijo Sarah. -Y ahora que ya hemos aclarado las cosas, vayamos a lo verdaderamente importante. ¿Dónde vais a casaros?
– ¿Qué vas a ponerte? -preguntó Julianne.
– Y, ¿cómo podemos ayudarte? -inquirió Carolyn sonriendo.
A primera hora de la tarde, Emily se encontraba girando lentamente sobre una tarima en su dormitorio. Cuando completó la vuelta, nueve pares de ojos se clavaron en ella.
– Es perfecto -dijo su madre, con los ojos verdes llenos de lágrimas mientras miraba el vestido que Emily se había puesto. Se volvió hacia madame Renée, la modista de moda en Londres y lanzó un suspiro extasiado. -Madame, ha hecho un trabajo maravilloso.
– Por supuesto que sí -dijo madame Renée con un gesto despectivo de la mano. -Sólo he tenido que hacer algunos arreglos, nada más. Claro que el vestido fue una de mis más magníficas creaciones y ha sido un placer volver a trabajar en él.
– Carolyn ha sido muy generosa al prestarme su vestido de novia -dijo Emily rozando con la yema de los dedos la hermosa tela de muselina en tono azul pastel bordada con delicadas florecitas en color crema.
– Pareces una princesa -dijo Mary con la voz cargada de envidia juvenil.
– Pareces un ángel -corrigió Arthur.
– Estás preciosa, querida -gritó tía Agatha.
Los pequeños Ofelia, Romeo y Julieta ladraron con entusiasmo, dando un veredicto unánime.
– El novio es un hombre muy afortunado -decretó madame Renée con su marcado acento francés.
Emily rezó para que el novio en cuestión compartiera ese mismo sentimiento.
Su madre hizo salir a todos de la habitación, pero ella se quedó dentro y cerró la puerta.
– Te ayudaré a quitarte el vestido.
Emily asintió con la cabeza, sintiendo la necesidad de decir algo pero sin saber qué. Su madre le ayudó a salir de aquel hermoso vestido de novia y, después de que se hubiera puesto de nuevo su sencillo vestido amarillo, su madre le cogió las manos y sonrió.
– Vas a ser una novia muy hermosa, Emily. -A la joven se le llenaron los ojos de lágrimas y su madre la miró con ternura. -Mi hermosa niñita -murmuró, retirándole suavemente un rizo que le había caído sobre la mejilla. -Sé que piensas que he hecho mal al insistir en que se celebrara esta boda de manera tan precipitada, pero te aseguro que lo único que quiero es tu felicidad.
– Entonces, ¿por qué has insistido en ello?
Su madre la miró directamente a los ojos.
– ¿De verdad no lo sabes? ¿Cómo es posible que no te hayas dado cuenta de lo que es tan evidente para mí? Querida, lo supe desde el momento en que os vi a ti y al señor Jennsen juntos en el parque el otro día.
– ¿Qué supiste?
– ¡Que sois perfectos el uno para el otro! Saltan chispas entre vosotros… -Su madre soltó un profundo suspiro. -Fue exactamente igual entre tu padre y yo. Oh, por supuesto, no nos dimos cuenta al principio, pero suele ocurrir así. Por eso me sentí tan contenta cuando Diminuta ensució la capa de lady Hombly. -Su madre se inclinó hacia delante y le confió en tono conspirador: -Fue la excusa perfecta para apartar a esa horrible mujer del señor Jennsen. De hecho, estuve considerando mancharla yo misma.
Emily parpadeó.
– Quieres decir que…
– ¿Que me la llevé de allí a propósito? Pues claro. Y por eso te seguí a la biblioteca anoche tras esperar el tiempo suficiente para pillaros al señor Jennsen y a ti en una situación comprometida.
Emily clavó los ojos en la sonrisa angelical de su madre.
– Pero… ¿cómo sabías que nos pillarías en una situación comprometida?
– Querida, ¡ese pobre hombre no puede quitarte los ojos de encima! ¡Sólo hay que ver cómo te mira! -Se abanicó la cara con una mano. -Hasta podría derretir una piedra. Cuando la mirada de un hombre se posa de esa manera en una mujer, no tardan en seguirla sus manos y sus labios. -Le brindó a Emily una amplia sonrisa que sólo podía describirse como picara. -Créeme, lo sé. Y tú le miras como si fuera el único hombre de la estancia.
– Así que tenías intención de pillarnos juntos. -Fue más una aturdida declaración que una pregunta.
– Por supuesto -respondió con expresión seria. -Pero sólo porque era evidente que le amas. Y que él te ama.
– Te equivocas. -Al ver que su madre estaba a punto de discutir sus palabras, se apresuró a rectificar. -Es decir, tienes razón respecto a mis sentimientos por él, pero no con los de Logan.
Su madre negó con la cabeza.
– No, te aseguro que tengo razón. Apostaría la valiosa diadema de mi madre si fuera necesario.
– Odias esa diadema -le recordó Emily.
– Pero eso no significa que no sea valiosa. Si el señor Jennsen no te ha revelado aún sus sentimientos, es porque todavía los desconoce. Me temo que es algo muy típico. Los hombres tardan más que las mujeres en darse cuenta de esas cosas. -Apretó las manos de Emily suavemente. -Quiero que sepas que jamás habría hecho nada que pusiera en peligro tu felicidad y, aunque ahora no me agradezcas que haya insistido en esta boda apresurada, lo harás algún día.
Su madre se inclinó hacia delante y la besó en la mejilla.
– Piensa tranquilamente en lo que te he dicho. El señor Jennsen llegará pronto. Estaré esperándolo en la salita con tu padre. Reúnete con nosotros cuando estés lista.
Con esas palabras, su madre salió de la habitación, cerrando la puerta silenciosamente.
Emily clavó los ojos en la puerta cerrada y respiró hondo. Sabía que su madre poseía una vena picara. De hecho, Emily la había heredado de ella. Pero no conocía aquella aparente inclinación suya por los subterfugios. Era evidente que su madre había reconocido perfectamente lo que ella sentía por Logan. ¿Sería posible que también hubiera reconocido lo que Logan sentía por ella? Había visto su deseo, pero de eso también se había dado cuenta Emily. ¿Habría florecido el amor en el corazón de Logan? No lo sabía, pero las palabras de su madre, añadidas a las de Carolyn, Sarah y Julianne, le hacían albergar muchas esperanzas.
Salió del dormitorio dispuesta a reunirse con sus padres en la salita para esperar la llegada de Logan. Estaba bajando la escalera cuando oyó su profunda voz en el vestíbulo. El corazón le dio un vuelco, y tuvo que contener el deseo de bajar el resto de los escalones corriendo.
– Lord y lady Fenstraw me están esperando -oyó la voz de Logan dirigiéndose a Rupert, -pero antes de verlos me gustaría hablar con lady Emily si es posible.
– Veré si está disponible, señor -dijo Rupert.
– Estoy disponible -dijo ella, agarrándose al pasamos debido a que las rodillas se le habían vuelto repentinamente inestables.
Logan levantó la mirada. Sus ojos se encontraron, y ella sintió como si Cupido le hubiera disparado una flecha directa al corazón. Clavó la vista en el ramillete que él llevaba en la mano, y su corazón dio un brinco al ver los capullos rosados. Peonías. Sus flores favoritas.
Que Dios la ayudara, le amaba. Quería casarse con él. Ser su esposa. Ojalá su madre y sus amigas tuvieran razón y ella significara para él algo más que el simple deber y la responsabilidad de protegerla. Pero al menos era un comienzo, lo suficiente para esperar que él compartiera sus sentimientos algún día. Hasta entonces, lo alentaría todo lo que pudiera.
Alzó la barbilla con determinación. Sí, le alentaría. Porras, haría que se enamorara de ella. Había leído muchos libros al respecto y sabía que no había mejor arma que el poder de la seducción. Se limitaría a seducirle con artimañas femeninas. Bueno, en cuanto tuviera claro qué artimañas poseía ella. Pero, una vez que lo descubriera, haría un buen uso de ellas. «Prepárate, Logan Jennsen. Esta es una batalla que pienso ganar yo.»
Al mirarlo ahora, se dio cuenta de que ella era la única que necesitaba prepararse. ¡Santo cielo, lo que ese hombre podía provocarle con una simple mirada era, sencillamente, ridículo! Tenía el corazón desbocado y las palmas húmedas, la respiración jadeante y las rodillas débiles… Por Dios, si prácticamente se había olvidado de cómo se llamaba. Pero él parecía completamente sereno. Qué hombre más irritante. Y aun así, Emily quería arrojarse a sus brazos, abrazarle y besarle hasta que los dos se quedaran sin aliento.
Logan llevaba una chaqueta Devonshire marrón, un chaleco color crema y pantalones oscuros. Se le veía grande, fuerte y muy masculino, y absolutamente apuesto. Y estaba muy, muy serio.
La siguió con la mirada mientras ella bajaba el resto de los escalones, haciéndola estremecer hasta las puntas de los pies por el inconfundible y gratificante ardor que vio en sus ojos.
– Estás preciosa -le dijo cuando ella se detuvo ante él.
– Gracias. Tú también. De una manera muy masculina, por supuesto.
– Gracias -respondió con un atisbo de humor en los ojos. Le ofreció las flores. -Son para ti.
Ella enterró el rostro en los fragantes capullos e inspiró profundamente.
– Me encantan las peonías.
– Lo sé. Por eso te las he traído. Tus padres me están esperando pero antes me gustaría hablar contigo en privado, ¿es posible?
Emily no vio por qué no. El daño ya estaba hecho y la boda ya estaba en marcha.
– ¿En la biblioteca? -le dijo arqueando una ceja.
– Como siempre -respondió él asintiendo con aire solemne.
Ella disimuló la risa con una tosecilla y le tendió el ramo a Rupert, pidiéndole que las pusieran en el vestíbulo. Luego condujo a Logan por el pasillo.
Emily cruzó el umbral la primera. El corazón le dio un vuelco cuando le oyó cerrar la puerta, dejándolos a solas. La joven avanzó hasta el centro de la biblioteca, donde los débiles rayos del sol que entraban por las ventanas caían sobre los diseños azules y dorados de la alfombra Axminster. Se dio la vuelta y se sorprendió al verlo a tan sólo un metro de ella.
Debió de mostrar su sorpresa, porque él esbozó una sonrisa y le preguntó:
– ¿Te he sorprendido?
– Tienes la mala costumbre de acercarte a mí a hurtadillas.
Él arqueó las cejas pero parecía estar divirtiéndose.
– Quizá tu oído no es tan fino como debería.
– Mi oído está bien. El problema es que te mueves como un fantasma. -Emily clavó la mirada en el lugar donde él llevaba un pañuelo blanco como la nieve. -Creo que tendré que colgarte un cencerro alrededor del cuello.
– Puede que yo también te cuelgue uno a ti, así sabré cuándo te escabulles para ponerte los colmillos y aterrorizar a los buenos ciudadanos de Londres.
Ella entrecerró los ojos.
– ¿Es para esto para lo que querías verme a solas? ¿Para irritarme?
– No, eso es una bonificación extra. Tu piel adquiere un color de lo más fascinante cuando estás enfadada. -Alargó la mano y le rozó la mejilla con un dedo, un gesto que la hizo contener la respiración. -Es como si un pincel invisible mezclara suavemente el rojo del rubor con el tono cremoso de tu piel hasta convertirlo en una tonalidad sonrosada.
Ella quiso responderle pero la tierna caricia de Logan, combinada con aquella intensa mirada suya y el tono íntimo de su voz, la dejó sin palabras. El bajó la mano y Emily tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no agarrarla y volvérsela a poner en la cara.
– A pesar de que las pruebas demuestran lo contrario, mi deseo no es irritarte sino complacerte. Por lo menos ésa era mi intención.
Metió la mano en el bolsillo del chaleco y sacó una pequeña caja de plata. Emily se quedó mirando las palabras «Rundell and Bridge» grabadas en la parte superior. Era una exclusiva joyería muy de moda en la ciudad.
– Recibí una dura reprimenda, por supuesto bien merecida, sobre mi última propuesta matrimonial -continuó él. -Aunque no he practicado desde entonces, espero haber mejorado. -Para sorpresa de Emily, él se arrodilló sobre una pierna delante de ella y abrió la caja. En el interior, sobre un lecho de satén blanco, había un anillo de oro con una brillante esmeralda ovalada rodeada de una docena de aguamarinas centellantes.
Ella soltó un jadeo ante tan magnífico anillo, pero antes de que pudiera recuperar la respiración, él lo sacó de la cajita y, levantando la mano izquierda de Emily, deslizó el aro en su dedo anular.
– Emily, ¿me concederías el honor de ser mi esposa? -dijo.
La joven apartó la mirada hipnotizada del anillo para mirarle a él. Un rayo de sol arrancaba destellos del pelo oscuro de Logan. Sus ojos color ébano estaban alerta, mirándola como si ella tuviera alguna posibilidad de decirle que no. Era completamente innecesario y superfluo que él se lo pidiera, que le hiciera aquella romántica propuesta matrimonial, arrodillado a sus pies, ofreciéndole el anillo más increíble que ella hubiera visto nunca.
Emily tragó saliva para deshacerse del nudo de emoción que le atascaba la garganta y levantó la mano haciendo que los rayos de sol arrancaran destellos de las facetas de la joya.
– Es el anillo más bonito que he visto nunca.
– Me alegro de que te guste. Pensé en ti en cuanto lo vi. Las gemas me recordaron a tus ojos.
Ella buscó su mirada.
– Eso es muy amable por tu parte.
– ¿Eso es un sí?
– ¿Y si te dijera que no? -le obligó a preguntar el diablillo que tenía en su interior, aunque los dos sabían que ella sólo podía darle una respuesta afirmativa.
Algo titiló en los ojos oscuros de Logan.
– Entonces tendría que conseguir que cambiaras de idea.
– ¿Ah, sí? ¿Y cómo lo harías?
Ella contuvo el aliento ante el fuego que ardió en los ojos masculinos. Le sostuvo la mirada mientras él se incorporaba lentamente. Le rodeó la cintura con un firme brazo y le ahuecó la mejilla con una de sus grandes manos al tiempo que se inclinaba hacia delante.
Los labios de Logan rozaron ligeramente los suyos en un beso suave que, al instante, la hizo desear más. Emily le rodeó el cuello con los brazos y se puso de puntillas, pero en lugar de besarla más profundamente, como ella exigía, él continuó jugueteando con sus labios, rozándole la boca con la suya, acariciándole el labio inferior con la lengua antes de trazar un sendero de besos desde la barbilla hasta la oreja. Luego le mordisqueó el sensible lóbulo provocándole un escalofrío de placer que la recorrió de arriba abajo.
– Logan… -susurró ella, arqueando el cuello para darle un mejor acceso.
Él deslizó la lengua por el cuello de la joven y luego regresó a sus labios. Impaciente, Emily enterró los dedos en el pelo de su prometido para obligarle a bajar más la cabeza. Luego le pasó la punta de la lengua por el labio superior y, con un gemido, él finalmente le cubrió la boca con la suya en un lento y profundo beso que la hizo sentir como si estuviera drogada. El deseo la inundó, concentrándose en la unión de sus muslos, y se apretó contra la dura protuberancia que se erguía entre ellos.
Si bien sabía que no era prudente, Emily quería excitarlo, acabar con el rígido y frustrante control de Logan. Convertirlo en el hombre cuyas manos recorrían con impaciencia su cuerpo dejando a su paso un rastro ardiente. Pero él puso fin al beso con la misma lentitud con que lo había empezado, y ella tuvo que agarrarse a las solapas de su chaqueta para no derretirse en un charco a sus pies.
– Si dices «sí» en vez de «no» -susurró Logan contra su boca, -podremos hacer esto tantas veces como quieras.
– Sí. -La palabra salió de los labios de Emily con una rapidez vergonzosa pero, sencillamente, no pudo contenerla.
Le sintió sonreír contra su boca. Después de darle un rápido beso en la frente, Logan dio un paso atrás y la soltó. Emily le soltó la chaqueta a regañadientes mientras afianzaba sus temblorosas rodillas. Se sintió decepcionada ante la conducta perfectamente compuesta de él. Porras, ni siquiera se le había alterado la respiración. De hecho, si no fuera por la evidente prueba de deseo que se perfilaba contra la bragueta, Emily hubiera pensado que el beso no le había afectado en absoluto. Un beso que a ella la había dejado tambaleante.
– Ya me he encargado de conseguir la licencia especial -dijo él.
Ella asintió con la cabeza, sintiéndose como si acabara de salir de un trance.
– Sarah me ofreció su casa para celebrar la boda. Espero que no te importe; de no ser allí, ella no podrá asistir.
– Entonces, por supuesto que la celebraremos allí. Ha sido muy amable por su parte ofrecernos su casa.
– Me sugirió la salita, pero le dije que preferíamos la biblioteca.
El sonrió.
– Una excelente elección. De hecho, estoy pensando en reconvertir un montón de habitaciones de mi casa, o más bien de nuestra casa, en bibliotecas.
Ella le devolvió la sonrisa.
– ¿Cuántas bibliotecas hacen falta en una casa?
– En nuestro caso, creo que como mínimo seis. Quizá siete. -La mirada de Logan recorrió el rostro de la joven hasta detenerse en su boca. -Aunque es posible que necesitemos ocho.
– Oh… Santo Dios. Eso suena muy… alentador.
El alargó los brazos y le cogió las manos.
– Me alegro de que pienses así.
– Sí. Sobre todo viendo cómo… -Se interrumpió y se mordió los labios.
– ¿Viendo qué?
– Viendo la manera en que me acabas de besar -continuó ella a pesar de la vergüenza que sentía, -mmm… demasiado suave. Y muy… muy… brevemente.
Los ojos de Logan brillaron de confusión, luego comprendió lo que ella quería decir.
– Y te preguntas si ese beso tan breve y suave indica un menor interés por ti.
«Sí.»
– No. Al menos no exactamente. -Emily se las ingenió para componer una sonrisa radiante y se sintió orgullosa al conseguirlo. -El caso es que no augura nada bueno que tu interés se desvanezca justo antes de que tenga lugar la boda.
– ¿Que mi interés se desvanezca? -El cerró los ojos con fuerza. Cuando los abrió, el fuego candente de su mirada hizo arder a Emily. En un instante, él la estrechaba bruscamente contra su cuerpo y frotaba sus caderas contra las de ella. Emily soltó un jadeo cuando notó su erección rozándose contra la unión de sus muslos.
Te aseguro que mi interés no se está desvaneciendo. -Logan le agarró la mano y le apretó la palma contra la rígida protuberancia. La joven notó cómo palpitaba su miembro y cerró los dedos en torno a él. Logan emitió un siseo. Con una mirada que prácticamente echaba humo, él le habló con voz baja y ronca: -Esto -empujó contra la mano de Emily -es lo que provocas cada vez que me tocas. Demonios, cada vez que me miras. Cada vez que pienso en ti. Siento como si estuviera duro todo el tiempo.
Si te he dado un beso breve y suave ha sido por tu bien -dijo embistiendo de nuevo contra su mano. -Créeme cuando te digo que he tenido que hacer un gran esfuerzo para no arrancarte la ropa con los dientes y hundirme en ti tan profundamente que no pudieses distinguir dónde empiezas tú y dónde acabo yo. Si no tuviésemos que reunimos con tus padres en tan sólo unos momentos, te desnudaría y te amaría hasta que me pidieras misericordia a gritos. Y si no fuera por el hecho de que serás mi mujer en menos de veinticuatro horas, lo haría de todas maneras. -Logan respiró hondo y luego se apartó de ella hasta que estuvo a una distancia prudente. -Ya ves cuánto se ha desvanecido mi interés por ti. ¿Alguna pregunta más?
Santo Cielo. Emily sentía como si echara humo por cada poro de su cuerpo. Se aclaró la garganta para recuperar la voz.
– No. Me ha quedado muy claro.
– No estoy seguro de que sea así, pero ya te darás cuenta mañana.
Mañana. Que Dios la ayudara, apenas podía esperar.
Él le soltó lentamente los hombros y abrió la boca como si fuera a hablar, pero la cerró sin decir nada. Su expresión se tornó preocupada y resultaba evidente que había algo más que quería decirle.
– ¿Hay algo más que quieras decirme? -le instó Emily cuando vio que permanecía en silencio.
Logan vaciló, pero luego asintió con la cabeza. -Así es y también tengo que pedirte una cosa. -Te escucho. El tomó aire.
– Quiero que sepas que esta mañana me he reunido con mi abogado y mis banqueros para establecer un fondo fiduciario para ti. Dispondrás de tu propio dinero y en el caso de que me ocurriera algo, no te faltará nada.
Emily parpadeó.
– Eh… Gracias.
– También he dispuesto unas cuentas para la educación de tus hermanos o cualquier gran viaje que deseen hacer. Si no quieren viajar, pueden utilizar los fondos de la manera que deseen.
Incluso antes de que ella pudiera dar una respuesta a tan extraordinaria generosidad, él continuó hablando:
– También he saldado las deudas de tu padre, incluyendo las que tenía conmigo.
Durante varios segundos, Emily sólo pudo mirarlo fijamente con aturdido asombro. Se estremeció y se dio cuenta de que estaba temblando. Se había pasado meses intentando idear un plan factible con el que salvar a su familia, y él lo había logrado en tan sólo unas horas. Sabía que debería sentirse un poco molesta o decepcionada por ello, pero lo único que sentía era una profunda gratitud al saber que las personas que amaba no serían víctimas de ningún escándalo ni acabarían en la miseria.
– ¿Por qué…? -fue lo único que pudo decir.
Logan le dirigió una mirada insondable.
– Porque vas a ser mi mujer. Porque tu familia será la mía. Porque sé lo importante que es para ti, y, por lo tanto, es importante para mí.
Para mortificación de Emily, se le llenaron los ojos de lágrimas. -Es demasiado. Es muchísimo dinero… Él le puso los dedos en los labios.
– Quiero hacerlo. Por ti. Por ellos. Lo considero una buena inversión. -Logan le levantó la cara con la mano, le rozó los labios con el pulgar y le brindó una sonrisa fugaz. -Nunca he tenido a nadie en quien gastar mi dinero aparte de mí mismo. -Lanzó una significativa mirada al anillo. -Me gusta hacerlo.
– No sé qué decir. Ni cómo agradecértelo.
– Con un beso es suficiente -dijo él tras considerar la cuestión.
Ella soltó una risita.
– Creo que harían falta un montón de besos. -Bueno, si insistes… -Logan lanzó un fingido suspiro. -Intentaré soportarlo como un hombre.
Emily se puso de puntillas y le cogió la cara entre sus manos temblorosas. La inundó una oleada de profundo amor, y las palabras se le agolparon en la punta de la lengua, pugnando por salir de su boca.
– Logan, yo… -Se detuvo, temiendo que si las decía ahora, él pensaría que sólo habían sido provocadas por la gratitud. O peor aún, se sentiría obligado a repetirlas sin sentir realmente los sentimientos que implicaban. O, lo que era incluso peor, rechazaría sus sentimientos.
Pero tenía que decir algo, algo que reflejara lo agradecida que estaba sin revelar la profundidad de sus sentimientos. Se aclaró la garganta.
– Gracias. Por ser tan… maravilloso. Por regalarme este hermoso anillo. Por hacerte cargo de las personas que amo. Por ser… tú. -Se puso de puntillas y le dio un beso en los labios. Luego se plantó sobre los talones y bajó las manos.
El se llevó el dedo a los labios como si aún pudiera sentir allí la boca de Emily.
– De nada. Pero, por lo que me has dicho, todavía me debes una buena cantidad de besos.
– Me esmeraré en saldar mi deuda.
– Excelente. Y ahora, vayamos a la petición…
– No creerás que puedo negarte nada después de todo lo que has hecho por mi familia, ¿verdad? -preguntó ella al verlo vacilar. -Sea lo que sea, dalo por hecho.
Él enarcó una ceja.
– ¿No crees que es un poco arriesgado decir eso sin saber lo que es?
Ella clavó la mirada en esos hermosos ojos oscuros, y supo que no podría negarle nada que estuviera en su mano a ese hombre que tan inesperadamente le había robado el corazón.
– Sí -susurró ella.
– Espero que no vivas para lamentar esa promesa. Me gustaría leer tu relato.
Emily le lanzó una mirada desconcertada. No sabía qué había esperado que le pidiera, pero eso era lo último que había imaginado.
– ¿Quieres leer mi historia de la mujer vampiro?
– Sí. ¿Por qué? ¿Has escrito más?
– No. ¿Por qué quieres leerla?
– Siento curiosidad. Admiro la iniciativa personal, y me ha impresionado tu idea de desarrollar una historia tan intrigante y tener el talento de escribirla. Me gustaría mucho ver el producto terminado.
Emily vaciló.
– Si no quieres que la lea -dijo él quedamente -te libero de tu promesa.
Ella negó con la cabeza.
– Una promesa es una promesa. Pero me ha sorprendido que sientas interés por…
Él se llevó la mano de Emily a la boca y le dio un beso en el dorso de los dedos.
– Creo que ya he demostrado lo profundamente interesado que me siento. Pero lo creas o no, estoy interesado en más cosas que en…
– ¿Que en arrancarme la ropa con los dientes? Él esbozó una sonrisa radiante.
– Sí, aunque eso es lo primero de la lista. En realidad estoy interesado en todo lo que tenga que ver con mi prometida. Emily se sonrojó.
– Muy bien. Como he escrito varias copias, te daré una antes de que te marches.
– Gracias. Emily… tengo que pedirte otra cosa.
Ella arqueó una ceja.
– Creo que está haciendo una costumbre de esto, señor.
Él se acercó un paso y la tomó entre sus brazos.
– Sí. Una que podría llegar a gustarme mucho: yo te pido que hagas algo y tú me respondes que sí. -Le ahuecó un pecho en la palma de la mano, dejándola sin aliento. Inclinándose un poco, le rozó la sensible piel de la oreja con los labios. -Se me ocurren varias docenas de peticiones que los dos encontraríamos muy… agradables.
Ella cerró los ojos e inhaló su olor, esa deliciosa combinación a ropa limpia, a piel cálida y a sándalo que la hacía tambalearse.
– ¿Varias docenas? -preguntó ella entrecortadamente.
– Sin ni siquiera planearlo. -Logan le mordisqueó el lóbulo de la oreja, y ella cerró los ojos, concentrada en la sensación que atravesaba su cuerpo. -Imagina todo lo que se me ocurriría si le dedicara un poco de esfuerzo.
– Sí… me lo imagino -murmuró ella. Él se enderezó y ella se obligó a abrir los ojos.
– ¿Qué es lo que quieres, Logan? -le preguntó, esperando, rezando para que tuviera que ver con algún lugar privado, donde ella pudiera comprobar cómo le arrancaba la ropa usando sólo los dientes.
– Tantas cosas… -dijo él suavemente. -Tantas cosas como las que me tientas a hacer de manera inexplicable. Pero por ahora me conformaré con una. Y es algo que ya hablamos ayer. Me gustaría llevarte a ti y a toda tu familia a Gunter's. Me daría la oportunidad de conocerlos mejor, y creo que todos se divertirían. En especial Mary y Arthur.
A Emily la inundó otra oleada de amor, y pensó que si él continuaba siendo tan maravilloso, a ella le iba a costar mucho mantener sus sentimientos ocultos durante más tiempo. Esperaba que cuando Logan supiera lo que sentía por él, pudiera corresponderle al menos con una parte de esos sentimientos. De otra manera, Emily acabaría con el corazón roto. A manos de su marido.