Volamos juntos durante toda la noche,
por encima de los árboles, bajo las estrellas y la luna,
y nunca me había sentido tan libre,
no desde que había iniciado esta infernal y solitaria existencia,
en la que todos los que amaba morían, dejándome sola.
En ese momento me di cuenta de que tendría que
hacerle inmortal, pues a pesar de haber superado
tantas dificultades, no podía vivir sin él.
El beso de lady Vampiro,
Anónimo
Emily soltó un grito ahogado y sacó bruscamente los dedos del corpiño como si se hubiera quemado. Se dio la vuelta con rapidez y se encontró con la brillante mirada oscura de Logan Jennsen. El aire de tristeza que le parecía haber visto en sus ojos cuando sus miradas se cruzaron un poco antes en el salón de baile había sido reemplazado por una escrutadora intensidad que la dejó clavada en el sitio. Vestido con un traje negro de gala e iluminado sólo por el fuego que ardía en la chimenea a su espalda, él parecía peligroso y oscuro. La dejó sin aliento, y no sólo porque le hubiera dado un susto de muerte.
Santo Dios, ¿cómo había logrado acercarse tan sigilosamente a ella de nuevo?
– ¿Q-qué está haciendo aquí? -le preguntó, retrocediendo instintivamente, esperando que no percibiera el rubor culpable que le subía por el cuello. Rozó con los dedos las cortinas de terciopelo, y se agarró a la suave tela.
– Supongo que lo mismo que usted.
«Sinceramente, lo dudo mucho.»
– No ha contestado a mi pregunta -dijo él con una voz suave y ronca. Su mirada cayó sobre el corpiño de la joven por encima del cual subían y bajaban sus pechos por la respiración acelerada. Emily se obligó a tranquilizarse para que él no viera lo mucho que la intimidaba.
– ¿Necesita ayuda?
Pensar en sus dedos hundiéndose en el corpiño la hizo sentir como si hubiera caído en un anillo de fuego. Pero el pensamiento de que él descubriera la máscara y los colmillos apagó el fuego al instante.
Emily se recompuso y alzó la barbilla.
– Gracias, pero no. Sólo deseaba encontrar un lugar tranquilo. -Le lanzó una mirada penetrante. -Un lugar tranquilo y solitario.
– Igual que yo. Y aquí estamos -repuso él, apartando la mirada del corpiño de la joven para detenerla en sus labios. Cuando sus ojos se encontraron finalmente con los de ella, éstos parecían haber adquirido un tono ahumado. -De nuevo nos encontramos a solas en una biblioteca.
Sí. Y Emily sabía adónde conduciría eso. Conduciría… «al momento más increíble de mi vida»…, una pura tentación. Y sabía adónde la llevaría directamente «el momento más increíble de mi vida»…, a meterse en problemas.
– Una simple coincidencia -dijo ella con un altivo desdén. -Me dolía la cabeza.
– Entonces ha sido una suerte que no estuviera en el salón. Hace tan sólo unos momentos se ha armado un tremendo revuelo.
– ¿De veras? Espero que no haya ocurrido nada grave.
– Al parecer, algunas damas vieron a un extraño ser en la terraza. Afirman que era un vampiro. Una mujer vampiro.
Emily abrió los ojos como platos.
– ¡No me diga! Qué fascinante.
Él arqueó las cejas.
– ¿No le asusta pensar que una criatura que chupa la sangre ande merodeando por los alrededores?
Ella volvió a alzar la barbilla.
– No soy tan cobarde como usted parece pensar.
– Jamás he pensado que fuese una cobarde. Una delicada flor de invernadero, un enorme problema y un fastidio, sí. Una cobarde, no. -Antes de que ella pudiera informarle de que en realidad era él quien sí era un enorme problema y el hombre más irritante que hubiese conocido nunca, Jennsen desvió la mirada a la puertaventana que ella tenía a su espalda. -Dicen que esa mujer vampiro corrió hacia el parque, con lo cual habría tenido que pasar por delante de esas ventanas. ¿No ha visto a nadie?
Emily sonrió para sus adentros. Era la oportunidad perfecta para dar más carne de cañón a la historia del vampiro. Frunció el ceño pensativamente.
– Bueno, ahora que lo dice, vi una sombra, pero supuse que no era más que uno de los invitados tomando el fresco.
– ¿No cree que hace demasiado frío para eso?
– A algunas personas les gusta el aire frío. Lo encuentran vigorizante. -Le brindó una dulce sonrisa. -Es evidente que usted posee una constitución más delicada.
No hubo nada delicado en la manera en que él se cernió sobre ella con los ojos entrecerrados. La recorrió con la mirada de arriba abajo con tal intensidad que Emily tuvo que hacer un esfuerzo para que no le flaquearan las piernas. Cuando volvió a mirarla a los ojos, la joven tuvo la incómoda sensación de que él sabía exactamente lo que ella había estado haciendo. Podía sentir la palabra «culpable» grabada a fuego en su piel.
– ¿Qué llevaba puesto esa «sombra» que vio? -preguntó él.
Ella profundizó el ceño y frunció la boca.
– Una capa oscura, creo. Sí, ahora que lo pienso, estoy segura de que llevaba una capa oscura. No es que me fijara mucho en ese momento, pero… -Emily se las compuso para ofrecer una mirada de aturdido asombro. -¡Oh! ¿Cree que puede haber sido… ella? ¿La mujer vampiro?
Logan pareció taladrarla con la mirada.
– Supongo que es posible. Asumiendo que existan los vampiros, claro.
– ¿No cree que existan?
– Jamás he pensado en ello.
– Pues debería hacerlo. En especial cuando parece que hay uno merodeando por los alrededores. -La mirada de Emily cayó sobre el cuello de Jennsen, en la piel que se veía por encima de la ropa, y la joven tuvo que agarrarse a las cortinas con fuerza para no ceder al abrumador deseo de tocarle. -Sería mejor que no se arriesgara a que le mordiera.
Logan dio un paso adelante, dejándola sin aliento.
– Creo que eso depende de quién me mordiera. -Alargó las manos y la agarró por la parte superior de los brazos. Los cálidos dedos del hombre presionaron la piel desnuda por debajo de la manga abullonada del vestido, haciendo que la sangre corriera por las venas de Emily y que el corazón le palpitara contra las costillas.
Él parecía perfectamente sereno.
– Parece fría.
Ella arqueó una ceja.
– ¿De veras? Pues, sin duda, usted es un grosero y un arrogante. Y también muy descortés. Dígame, ¿son así todos los americanos o es que usted es un caso especial?
– Me refería a la temperatura de su piel. -Flexionó los dedos y la estudió como si ella fuera un espécimen bajo la lente de un microscopio. -¿Ha estado fuera?
Porras. ¿Cómo podía él detectar un rastro de frío en su piel cuando ella se sentía arder ante su cálido contacto? Era un hombre demasiado listo y observador, por lo que Emily tenía que ir con cuidado. Y distraerle lo más rápido posible.
Alzó la barbilla con la misma altivez que habían empleado generaciones de mujeres Stapleford cuando estaban a punto de decir una mentira.
– Por supuesto que no. Sin embargo, abrí la ventana un rato para tomar un poco de aire fresco.
– Para aliviar su dolor de cabeza.
– Exacto.
Emily estaba a punto de soltarse de su mano, de verdad que sí, pero se encontró clavada en el sitio cuando la mirada de Logan se deslizó sobre ella con una tranquila minuciosidad que la joven tendría que haber considerado insultante pero que encontró irritantemente excitante.
– Parece que ya se ha recuperado -dijo él con voz ronca cuando volvió a posar sus ojos en los de ella.
Bueno, eso no era del todo cierto. La manera en la que él la miraba, tan intensamente, no ayudaba a aplacar el temblor de sus rodillas en lo más mínimo. Se dio un cachete mental.
– ¿Eh?…, sí. El aire frío me ha sentado de maravilla.
– Aun así, con la ventana abierta… Ha tenido suerte de no haberse topado con ese horrendo vampiro.
Ella parpadeó y luego frunció el ceño.
– ¿Horrendo? ¿Por qué le llama horrendo?
– ¡Bah! A pesar de que su plan no había salido justo como ella había previsto, pues no había podido abrir el frasquito y había perdido la capa, Emily consideraba que había sido un vampiro muy elegante.
Logan enarcó las cejas, sin duda ante su tono cargado de resentimiento.
– ¿A un chupasangre con colmillos? ¿Cómo describiría entonces a tal criatura?
– Pues le diré que recientemente he leído una historia de vampiros, y la criatura, como usted dice, era de lo más atractiva.
– Pues por cómo han gritado las damas esta noche, me temo que este vampiro en particular era horrible, no atractivo. -Logan soltó uno de los brazos de Emily y deslizó la yema de un dedo por un lateral de su cuello. -Ha sido afortunada al cerrar la ventana antes de que el vampiro la viera. Habría sido una verdadera pena que esta piel tan perfecta se hubiera visto estropeada por un mordisco.
Aquella suave caricia le robó el aire de los pulmones. Santo Dios, el tacto de Jennsen era increíblemente bueno. Aunque Emily se ordenó a sí misma quedarse totalmente inmóvil, para su absoluto horror, se inclinó hacia delante buscando la calidez de su mano.
Los ojos del hombre parecieron arder con aquel leve movimiento, y ella contuvo el aliento. No había manera de malinterpretar el ardiente deseo en esas oscuras profundidades.
– ¿Ocurre algo, lady Emily?
Emily se humedeció los labios, un gesto que atrajo la atención de Logan hacia su boca y que encendió todavía más el fuego que ardía en sus ojos.
– ¿Algo? -Cielos, ¿ese chirrido era su voz?
– Sí. Ya sabe, algo malo. -El se acercó un poco más. Ahora sus cuerpos estaban separados por menos de treinta centímetros, un espacio que era demasiado grande y demasiado pequeño a la vez. -Parece… aturdida.
Santo Dios, sin duda lo estaba. Hasta un punto en el que apenas podía pensar. Y el que él pareciera tan tranquilo sólo empeoraba la situación. De hecho, aquel hombre irritante sonaba divertido.
– Estoy bien. Perfecta y maravillosamente bien. El asintió con gravedad.
– Sí. Así es usted. Perfecta y maravillosa. -Emily podría haber aceptado aquellas roncas palabras como un cumplido si no fuera por el hecho de que él parecía muy infeliz al decirlas. Incluso pensó que tenía intención de soltarla, pero en vez de hacerlo, bajó la cabeza muy despacio hasta que sus labios le rozaron la oreja.
– Evidentemente, el vampiro no tenía ni idea de que usted estaba justo detrás de estas ventanas, porque morder esta piel -le acarició el cuello con los labios -es algo demasiado delicioso para resistirse.
«Oh, Dios mío.» Los ojos de Emily se cerraron solos. El cálido aliento de Logan deslizándose sobre su piel le produjo una oleada de ardientes escalofríos que le recorrió todo el cuerpo, encendiendo todas sus terminaciones nerviosas. Él le acarició la garganta con los labios -aquellos hermosos labios -y, en lugar de apartarle de un empujón como debería, ella ladeó la cabeza para darle mejor acceso.
Un estremecimiento de placer la atravesó al sentir el leve roce de los dientes de Logan contra su piel, una piel que ella jamás había considerado sensible hasta que la boca de él le había demostrado todo lo contrario tres meses antes.
No debería querer hacer eso otra vez, no debería permitirse cometer el mismo error dos veces. Pero, que Dios la ayudara, deseaba que sucediera de nuevo. Con una desesperación que la asustaba por su intensidad y que la confundía, pues no podía explicarse por qué ese hombre provocaba una respuesta tan apasionada en ella. Pero a pesar del miedo y la confusión, ella deseaba eso más que nada en el mundo, aunque sólo fuera para comprobar si el placer que había experimentado en sus brazos tres meses antes había sido real y no imaginado.
Logan inspiró profundamente, apretó los párpados y luchó contra el furioso deseo que lo atravesaba. Jamás en su vida había estado junto a una mujer que oliera de esa manera. A flores y a azúcar… Era una combinación ridícula, pero que le tentaba más que cualquier cosa que él hubiera conocido. Aquel aroma le hacía querer tenderla sobre un lecho de pétalos de rosa y deslizar la lengua por cada centímetro de su piel.
Aun así, habría podido resistirse a ella si Emily no hubiera escogido justo ese momento para rodearle el cuello con los brazos y dar un paso adelante, borrando los pocos centímetros que los separaban. Fue como si una presa hubiera reventado en el interior de Logan, liberando un caudal de necesidades y de deseos reprimidos que habían sido contenidos durante demasiado tiempo. En ese momento se olvidó de la cordura y, con un gruñido ronco, la rodeó con sus brazos y la estrechó con fuerza contra su cuerpo.
Cualquier pensamiento que él hubiera tenido durante los últimos tres meses imaginando lo bueno que era tenerla entre sus brazos, desapareció en un instante. Era mucho mejor que eso. Emily se amoldaba a él como si un escultor la hubiera esculpido sólo para él. Cada curva de su exuberante cuerpo encajaba perfectamente en el suyo; toda aquella voluptuosa suavidad femenina se fundía contra su dureza.
Logan la abrazó y, a través de la neblina de lujuria que lo envolvía, la oyó suspirar de placer. Con un gruñido que no pudo contener, deslizó los labios sobre la pálida garganta de Emily, demorándose en el punto donde palpitaba su pulso. Por Dios, ella lo hacía sentir tan bien… Sabía tan bien… Lamió suavemente aquella piel fragante, saboreando aquella delicada dulzura floral que le provocó un deseo todavía más agudo. Deslizó la boca hacia arriba, mordisqueando y besando la deliciosa piel de debajo de la barbilla.
Sus labios coincidieron por fin con los de ella, y un ronco gemido resonó en sus oídos.
Si el sonido había salido de la garganta de él o de la de ella, no sabría decirlo y, francamente, no le importaba. Lo único que le importaba era saborearla un poco más. Tocarla un poco más. Olería un poco más.
La lengua de Logan exploró la calidez aterciopelada de la boca de Emily con una desesperación que él parecía incapaz de controlar. Ella sabía exactamente como hacía tres meses. A una sedosa y dulce calidez. Una parte de su mente le decía que bajara el ritmo, que mostrara un poco de delicadeza, pero su cuerpo se negaba a obedecer. Logan se sentía como si hubiera vuelto a casa tras un largo, solitario y arduo viaje.
Profundizó el beso descubriendo de nuevo el mismo fuego delicioso y seductor que había saboreado tres meses antes, y se hundió todavía más en el fascinante hechizo con el que ella le envolvía. Su habitual calma, su sentido común dieron paso a una temeraria e impaciente exigencia que no podía recordar haber sentido antes… excepto la primera vez que había besado a esa mujer.
«Deseo más… Necesito más…»
Las palabras resonaron en su mente como un mantra imposible de ignorar. Mientras su lengua continuaba explorando la boca femenina, deslizó una mano hacia abajo para rodear las redondeadas nalgas de la joven y estrecharla más contra sí. Su erección anidó en la suavidad de su cuerpo e, incapaz de detenerse, frotó lentamente su excitación contra ella. Un ardiente deseo lo atravesó, disolviendo todas las buenas intenciones que pudiera haber tenido.
Alzó la otra mano para acariciar muy despacio la delicada clavícula y explorar el hueco de la garganta donde el pulso de la joven palpitaba de manera incontrolable. Deslizó los dedos más abajo, acariciando la piel satinada justo por encima del corpiño. Le ahuecó un pecho, y ella arqueó la espalda, apretando el pezón duro contra la palma.
«Deseaba más… Necesitaba más.»
Deslizó los dedos debajo del corpiño. Acarició la piel cálida, suave y… ¿algo duro?
Hundió más los dedos. Sí, algo duro. ¿Qué diablos…?
Antes de que pudiera averiguar qué era, ella soltó un jadeo sobresaltada e interrumpió aquel tórrido beso, plantándole las manos en el pecho y empujándolo con tal fuerza que, para sorpresa de Logan, se encontró reculando varios pasos.
– ¿Q-qué está haciendo, por Dios? -le preguntó ella, llevándose las manos al pecho.
Maldito fuera si lo sabía. En un momento había estado cuerdo y en pleno uso de sus facultades mentales y al siguiente se había perdido en aquellos ojos de ninfa color mar, había olido y saboreado aquella maravillosa piel y había perdido el juicio.
Respirando entrecortadamente, deslizó la mirada sobre ella. Emily también tenía la respiración entrecortada, y los labios abiertos y húmedos. Tenía los ojos dilatados y fijos en él y, cuando Logan clavó la mirada en ellos, sintió como si se ahogara en un mar de esmeraldas. La joven parecía haber sido bien besada, aunque lo miraba con expresión horrorizada. En ese momento hubiera dado cualquier cosa por volver a cogerla entre sus brazos.
Emily se reajustó el corpiño y Logan clavó los ojos en la suave piel que sobresalía del vestido. Estaba seguro de que ella tenía algo entre los pechos. Sabía que las mujeres a menudo guardaban un pañuelo allí, pero no era eso lo que él había tocado. Y fuera lo que fuese, la joven no quería que él lo descubriese. De nuevo la pregunta que siempre suscitaba lady Emily apareció en su mente.
«¿Qué demonios estaba tramando ella?»
Por la manera en que se agarraba el corpiño contra el pecho, uno podría pensar que ocultaba entre los pechos las joyas de la Corona. Logan se moría de curiosidad, de frustración y sospecha. Y también de deseo. Pero también se sentía terriblemente molesto, más consigo mismo que con ella, por haber perdido el control de una manera tan impropia de él.
¿Qué habría ocurrido si ella no le hubiera empujado? Oh, podía mentirse y decirse a sí mismo que habría sido capaz de dejar de besarla, de tocarla, y apartarse de ella antes de que las cosas se desmadraran, pero lo cierto es que no estaba seguro de haber podido hacer nada de eso.
Una imagen apareció en su mente, la de Emily con las faldas levantadas hasta la cintura y la cabeza de él hundida entre los suaves muslos femeninos… tratando de averiguar si ella sabía a flores y a azúcar por todas partes. Su erección latió con fuerza, y masculló una maldición mientras se pasaba las manos -condenadamente temblorosas -por el pelo.
Aquella mujer le excitaba, le tentaba hasta hacerle perder el control, lo desequilibraba de una manera que lo desconcertaba. Y eso no le gustaba. No le gustaba nada.
Sólo para asegurarse de no volver a tocarla, dio varios pasos hacia atrás y se obligó a desviar la mirada de esos preciosos ojos y de esos labios hinchados por sus besos. Pero el hecho es que Emily ocultaba algo. Quería enfrentarse a ella y averiguar qué había entre sus senos, entre aquellos exuberantes y suaves pechos que encajaban tan perfectamente en su mano…
«Céntrate, hombre, céntrate.»
Cierto, tenía que centrarse. En algo que no fuera esos, mmm, montículos femeninos escondidos bajo el corpiño. Por ahora era más inteligente apartar la atención de ellos.
– La estaba besando -dijo finalmente.
Ella se apartó un mechón de pelo de la mejilla y lo miró como si estuviera hablando en otro idioma.
– ¿Perdón?
– Me ha preguntado que qué estaba haciendo. La besaba. Y por si no se ha dado cuenta, usted me devolvía el beso también.
La expresión testaruda de Emily dejó muy claro que ella quería negarlo, pero eso habría sido como decir que el blanco era negro.
– Me refería a su mano. Estaba… -Señaló con un gesto ambiguo su pecho.
– Dentro de su corpiño -sugirió él con gesto amable cuando ella se interrumpió confundida. -Estaba tocándole el pecho. -«Y lo que sea que hayas escondido ahí dentro.»
– Exacto. ¿Sabe en qué le convierte eso? -preguntó ella.
«En un hombre condenadamente afortunado.»
– ¿En qué?
– En un sobón. Y eso no es besar.
– No, pero me temo que lo que viene después de besar es tocar. Y viceversa. Algo que debería recordar en el futuro.
Ella bajó las manos y las plantó en las caderas.
– ¿Está insinuando que esta debacle que acaba de ocurrir entre nosotros es culpa mía?
«¿Debacle?»
La palabra le golpeó como un jarro de agua fría, obligándole a recordar que ella no era más que esa clase de diamante falso de la sociedad que él no podía soportar: brillante pero sin sustancia.
– En absoluto. Acepto por completo la culpa de lo que ha sucedido entre nosotros. En cualquier caso, no debería haberla tocado.
No, no debería haberlo hecho. Y se aseguraría de que no ocurriera de nuevo. En cuanto dejara esa habitación. Pero, por ahora, Logan dio un paso adelante y le agarró suavemente la barbilla con los dedos para obligarla a mirarlo.
– Pero, si no es sincera conmigo, al menos no se mienta a sí misma, lady Emily. No estaba pensando que nuestro beso fuera una debacle cuando apretaba su cuerpo contra el mío, ni cuando me metía la lengua en la boca.
Ella soltó un jadeo ofendido, y él vio en sus ojos la gestación de una réplica mordaz, pero antes de que pudiera pronunciarla, le soltó la barbilla y dio un paso atrás.
– Le sugiero que regrese a la fiesta. Ahora. Antes de que alguien la eche de menos o de que la descubran aquí conmigo.
Durante varios segundos se quedaron mirando el uno al otro. Ella parecía confundida, aturdida y muy enfadada y, para profunda irritación de Logan, más atractiva que cualquier mujer que hubiera conocido. El deseo todavía seguía brillando en los ojos de la joven y, para mayor irritación todavía, tuvo que cerrar los puños para no tocarla. Necesitaba que se fuera ya.
Le dio la impresión de que ella quería decir algo, pero se limitó a asentir con la cabeza y se dirigió con rapidez a la puerta. Logan se obligó a mirar por la ventana y a no darse la vuelta. Unos segundos más tarde oyó el clic de la puerta al cerrarse e inspiró profundamente. Para su desgracia, captó el sutil olor a flores y a azúcar.
Cerró los ojos con fuerza y se pasó las manos por la cara. Por mucho que quisiera saber qué era lo que lady Emily estaba tramando, sería mejor para él mantenerse alejado de ella. Eso era lo que tenía que hacer. Lo que debía hacer. Era un hombre inteligente. No de esos que se dejaban gobernar por la pasión.
Pero entonces recordó la triste desolación que había visto antes en los ojos de Emily, y se dio cuenta de que quería saber algo más sobre ella aparte de la travesura que estuviera tramando. Por razones que no podía comprender, Emily despertaba su instinto protector. Algo que había enterrado con éxito años atrás. Algo que no tenía ningún deseo de resucitar.
Sí, necesitaba mantenerse alejado de ella. Muy lejos.
¿Acaso sería tan difícil? Podría hacerlo. Con facilidad. Claro que sí. Sin problema. Empezando desde ya. Volvería a la fiesta y buscaría a aquella mujer tan hermosa a la que había estado a punto de abordar.
Sí, eso es precisamente lo que haría.
En cuanto recordara el nombre de esa otra mujer.
– Menos mal que has vuelto -susurró Carolyn. -Me tenías preocupada. -Arrastró a Emily hacia la esquina más próxima. Sintiéndose más que confundida, Emily la siguió. -El plan ha salido a la perfección -dijo Carolyn en voz baja una vez que se ocultaron tras las palmeras. -La noticia de la aparición del vampiro corre de boca en boca. Lord Teller ha avisado a las autoridades y ha dicho que también piensa ponerse en contacto con Bow Street. Varias damas se han desmayado y… -La voz de Carolyn se desvaneció y la joven frunció el ceño. -Emily, ¿estás bien?
Sinceramente, no lo sabía. El encuentro con Logan Jennsen la había dejado tan temblorosa que hasta llegó a olvidarse del tema de la aparición del vampiro. Tragó saliva y le dirigió a Carolyn lo que esperaba fuera una sonrisa alentadora.
– Estoy bien, y muy contenta de que todos hablen de la mujer vampiro. Has actuado de maravilla.
– No fue difícil. Dabas miedo de verdad.
– Por desgracia, me temo que las cosas no salieron exactamente según lo planeado. -Le relató con rapidez los problemas que tuvo con el frasquito de sangre y la capa. -Apenas logré entrar por la puertaventana de la biblioteca sin que me descubrieran.
– Menos mal que no te atraparon. Creo que eso es prueba suficiente de que ésta es una empresa peligrosa. Deberías darle gracias a Dios de que todo saliera bien y abandonar este loco plan.
Emily negó con la cabeza.
– Tengo que volver a hacerlo. Esto sólo ha servido para despertar el apetito. La próxima aparición hará que todos se mueran de hambre. Y salvo por esos fallos sin importancia con la capa y el frasquito de sangre, todo salió perfecto. -Bueno, salvo por eso y porque Logan había estado a punto de descubrirla a ella y… lo que llevaba escondido en el corpiño.
Carolyn negó con la cabeza.
– En realidad, no creo que… -Se interrumpió de golpe y se inclinó hacia delante, clavando la mirada en el cuello de Emily. -¿Qué es eso?
Emily se pasó los dedos por la garganta.
– ¿El qué?
– Tienes una marca en el cuello. -Carolyn extendió la mano y frotó la piel de su amiga con un dedo enguantado. -Creía que era una mancha producida por tu precipitada huida, pero no se quita.
Emily se quedó helada. Recordó unos cálidos e indagadores labios explorando su cuello, y se sintió inundada por una oleada de calor. Soltó una risita que sonó más nerviosa de lo que a ella le habría gustado y luego se cubrió el cuello con la mano.
– Debe de ser una mancha resistente. Me aseguraré de limpiarla bien antes de acostarme.
La expresión de Carolyn era igual que la de la madre de Emily cuando pillaba a uno de sus hijos en una mentira.
– Eso no es una mancha -dijo Carolyn en un susurro siseante. Agarró a Emily del brazo y la arrastró al fondo más oscuro de la esquina. -Reconozco un mordisco cuando lo veo. Y no estaba ahí cuando hablamos antes.
Emily hizo una mueca al pensar en la mirada de su madre o de tía Agatha cuando vieran la marca.
– ¿Se nota mucho?
– No. Apenas se ve, y habrá desaparecido por la mañana. La pregunta es, ¿de dónde ha salido? ¿Y quién te la ha hecho?
– Eso son dos preguntas. -Emily se pasó la yema de los dedos por el cuello y se obligó a ahuyentar el excitante recuerdo de la sensual boca del señor Jennsen mordisqueándole suavemente la piel. -¿Creerías que es el mordisco de un vampiro?
Una mirada a la cara de Carolyn dejó patente que no lo haría y que no pensaba olvidar el tema.
– Mientras estaba en la biblioteca… -dijo finalmente Emily, intentando con todas sus fuerzas no sonrojarse: -Bueno, no estuve sola todo el rato. Justo cuando logré esconder la máscara y los colmillos en el corpiño… -Se aclaró la garganta. -Entró en la habitación el señor Jennsen. -O al menos rogaba que ése hubiera sido el curso de los acontecimientos. ¿Sería posible que él hubiera visto cómo se metía el bulto en el corpiño? La invadió la sospecha. El no perdió el tiempo en intentar meterle la mano en el escote. Una mano grande y caliente, con unos dedos largos e indagadores…
Interrumpió de golpe sus pensamientos errantes cuando notó que Carolyn la miraba con los ojos muy abiertos.
– ¿Estás diciéndome que él te besó?
– Sí.
– Logan Jennsen.
– Exacto.
– ¿Con tu permiso?
Emily se mordió el labio inferior.
– No me pidió permiso.
– ¿Intentaste detenerle?
– Mmm…, no.
La comprensión -y una chispa de diversión -apareció en los ojos de Carolyn.
– No. Así que no querías que se detuviera.
– Mmm…, no. -Al menos no quiso que se detuviera hasta que corrió el peligro de que él descubriera la máscara y los colmillos en su corpiño. E incluso así tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para apartarle. Pero ella no podía compartir esa información con Carolyn. Era demasiado… privada. Demasiado íntima. Demasiado mortificante.
– Bueno, éste sí que ha sido un giro imprevisto de los acontecimientos.
– Estoy de acuerdo. Ese hombre es odioso y grosero. Carolyn arqueó las cejas.
– Eso es lo que siempre has dicho. Una afirmación, por cierto, con la que nunca he estado de acuerdo. Pero esa marca en tu cuello indica que has cambiado de opinión.
– No. Sólo quiere decir que pienso que besa bien.
Carolyn se cruzó de brazos.
– ¿Que besa bien?
– Oh, vale, besa bastante bien -dijo ella, incapaz de ocultar su irritación, aunque no sabía por qué estaba irritada. Sin duda, por Logan Jennsen. Sí, él tenía la culpa de que ella se sintiera tan agitada y desconcertada. Al ver que Carolyn parecía esperar que ella añadiera algo más, concluyó con un siseo: -Besa de maravilla. Como muy bien sabes.
Carolyn la observó durante varios segundos.
– ¿Eso te molesta?
«Sí.» La palabra vibró en la garganta de Emily, y ésta apretó los labios para contenerla. Como no quería mentirle a su amiga, decidió decirle la pura verdad.
– No lo sé. Estoy muy confusa. No sé por qué dejé que me besara. Ni por qué él quiso besarme. No nos caemos bien. Él me considera una delicada flor de invernadero y yo, que es el hombre más irritante del mundo.
– Creo que debes de caerle mejor de lo que piensas. Es evidente que existe una fuerte atracción física entre vosotros. -La expresión de Carolyn se tornó en una de preocupación, y alargó las manos para coger las de Emily. -Pero debes ser precavida. Si os hubieran descubierto juntos, el escándalo habría echado a perder tu reputación.
– Lo sé -dijo Emily en tono desdichado. -Pero me temo que no lo pensé en ese momento. Dios mío, aquí estoy, haciéndome pasar por un vampiro para salvar a mi familia de la ruina financiera, pero me he puesto en posición de sufrir un destino peor que ése. Y con un hombre que ni siquiera me gusta. ¿Qué me pasa?
– Quizá te guste más de lo que piensas.
– Pero no me gusta en absoluto -gimió Emily en voz baja.
Para sorpresa de la joven, Carolyn se rio. Y, a pesar de su desgracia, Emily agradeció profundamente lo que fuera que hubiera hecho reír a su amiga. Casi parecía la Carolyn de siempre.
– Cariño, es evidente que eso de «en absoluto» ya no es cierto. -Pero lo es. Lo encuentro irritante e insufrible. Es inexplicable que bese tan bien.
– Sin duda habrá practicado mucho.
Sin duda. Y Emily se negó a examinar más de cerca el nudo que se le había puesto en el estómago.
Carolyn miró por encima del hombro de Emily.
– Bien, si es verdad que crees que es tan grosero…
– Oh, claro que sí…
– En ese caso no te importará que él parezca estar interesado en lady Hombly.
Emily parpadeó. Luego frunció el ceño. Se giró para ver lo que Carolyn estaba mirando y se quedó helada. La hermosa lady Hombly miraba al señor Jennsen como si éste fuera el hombre más fascinante de la Tierra. Y él, a su vez, escuchaba lo que fuera que le estuviera diciendo la hermosa viuda con la misma atención arrobada de un ladrón ante un cofre de joyas. Él se acercó más a lady Hombly, que susurró algo que le hizo sonreír y pareció dejarlo encandilado; un hecho que retorció las entrañas de Emily con una sensación tan desagradable que sintió el repentino deseo de abofetear la bella cara de lady Hombly.
– Por supuesto que no me importa -dijo ella, volviendo a prestar atención a Carolyn, orgullosa de lo firme que había sonado su voz. -Son tal para cual.
Lo eran. Emily tenía cosas más importantes por las que preocuparse que por a quién podía andar besando el señor Jennsen. Después de todo, tenía que conseguir una capa nueva y otro frasquito con sangre, y planear la próxima aparición del vampiro… y todo antes de la siguiente función, que sería al cabo de dos noches. Porque en su siguiente aventura como mujer vampiro nada podía salir mal.
No volvería a encontrarse con el grosero, irritante e inconstante señor Jennsen.