CAPÍTULO 14

Él se quedó desnudo delante de mí,

con el cuerpo duro y excitado y una oscura mirada de deseo.

Dejé caer la bata al suelo y me acerqué a él lentamente

mientras me pasaba la lengua por los colmillos.

Había llegado el momento de hacerlo completamente mío.

El beso de lady Vampiro,

Anónimo


Emily se quedó mirando a Logan muda de asombro. Sin lugar a dudas, no había oído bien. Tardó al menos diez segundos en recuperar la voz y, aun así, tuvo que carraspear dos veces antes de hablar.

– ¿Perdón?

Él frunció el ceño y apretó los labios en una línea sombría.

– ¿Quieres casarte conmigo?

Santo Dios, sí que había oído bien. Pero la pregunta la había dejado tan asombrada que no se le ocurría absolutamente nada que decir.

El ceño de Logan se hizo más profundo.

– ¿Te pasa algo en el oído? ¿Te has quedado muda?

La irritación la atravesó y, gracias a Dios, se le soltó el nudo de la lengua. Apartó las manos de las suyas y dio un paso atrás.

– No me pasa nada en el oído ni me he quedado muda, aunque debo admitir que tu pregunta me ha dejado momentáneamente sin palabras.

– Creo que sólo hay dos respuestas posibles -dijo él con voz tensa. -Y las dos son muy sencillas: sí o no.

– Cierto. Sin embargo no me explico por qué me preguntas eso. -Emily le lanzó una mirada a la copa de brandy que él había dejado sobre la repisa de la chimenea. -¿Estás bebido?

– Claro que no -dijo él, sonando irritado y ofendido a la vez. -Hace falta algo más que un sorbo de brandy para emborracharme.

– ¿Habías bebido antes de venir aquí?

– No, pero ahora desearía haberlo hecho.

– Bueno, si no estás bebido, lo único que se me ocurre pensar es que de alguna manera has perdido la capacidad de razonar cuando… -La voz de Emily se desvaneció y señaló con la mano la ingle de Logan. -Es evidente que tu cerebro dejó de funcionar durante el proceso.

La expresión de Logan se volvió tormentosa.

– Es evidente que parte de mi cerebro dejó de funcionar durante algún tiempo o no me encontraría en esta situación. -Se irguió y se cogió las manos a la espalda. -¿Puedes contestar a mi pregunta, por favor?

Emily sólo pudo mirarlo con asombro.

– ¿No estás bromeando?

– Maldita sea, no, por supuesto que no. ¿Qué hombre en su sano juicio bromearía sobre tal cosa?

– Precisamente por eso me preguntaba sobre tu agudeza mental. ¿Por qué preguntarías tal cosa si no fuera porque te has vuelto completamente loco?

A Logan le palpitó un músculo en la mandíbula.

– Te he comprometido.

A Emily la inundó una oleada de calor cuando el recuerdo de la cálida semilla de Logan contra su piel cruzó como un relámpago por su mente. Lo ignoró y arqueó las cejas.

– Admito que las cosas han ido mucho más allá de lo que habíamos pensado o de lo que aconseja la prudencia, algo que estoy segura que lamentaré una vez que haya tenido tiempo de meditar sobre el asunto, pero no llegamos tan… lejos. Somos los únicos que sabemos lo que ha pasado y no quiero que me hagas una propuesta matrimonial por culpa de algo que, por mucho que digas lo contrario, es tan culpa mía como tuya.

El ceño fruncido de Logan se profundizó aún más antes de transformarse en una expresión de incredulidad.

– ¿Acabas… acabas de rechazarme?

Resultaba evidente que él se había quedado aturdido, y a Emily se le ocurrió que dada la vasta riqueza que poseía, a Logan le parecía imposible concebir que una mujer lo rechazara.

– Sí. Aunque aprecio tan noble y caballeroso gesto, no es necesario.

– No estoy de acuerdo. -Logan se pasó la mano por el pelo. -Es evidente que no lo has entendido. He estado a punto de hacer el amor contigo. Iba a…

– Pero no lo has hecho. Por eso debes tener la conciencia limpia. Te absuelvo de toda culpa y responsabilidad. Sigo estando… intacta y no tienes que preocuparte de que queden dudas al respecto en mi noche de bodas, la cual tendrá lugar algún día… Con un hombre del que esté loca y totalmente enamorada, porque tengo intención de casarme sólo por amor. Desde luego, no pienso casarme por un beso.

– Hemos hecho mucho más que besarnos, Emily.

Otra oleada de ardiente calor la atravesó. Sí, lo habían hecho. Y en cuanto se quedara a solas, tenía intención de revivir cada mágico momento.

– Sí, pero eso no nos obliga a casarnos. Y, por cierto, a pesar de lo mucho que valoro el gesto, la tuya ha debido ser la peor propuesta matrimonial de todos los tiempos.

La irritación brilló en los ojos de Logan.

– ¿Ah, sí? ¿Y eso por qué?

– Para empezar, pareces un hombre camino del matadero. Y tus palabras han sonado como si estuvieran siendo arrancadas desde lo más profundo del infierno mientras masticabas cristal. Me asombra que no se te rompieran los dientes por la fuerza con la que los apretabas.

– Una propuesta de matrimonio no era exactamente la manera en la que tenía pensado acabar el día.

– No hace falta que lo jures. Ni siquiera te has arrodillado.

– Qué negligencia por mi parte -repuso él en un tono que rezumaba sarcasmo.

– ¿Te has declarado a alguien antes?

– No.

– Eso pensaba. Al menos fue evidente que jamás te habías declarado a una inglesa. Quizás a una americana le habría encantado una propuesta de matrimonio tan informal, pero te aseguro que en este lado del mundo no llegarías a ningún sitio con eso. Te aconsejaría que practiques delante de un espejo antes de intentarlo de nuevo. Por si no te has dado cuenta todavía, a casi todas las mujeres nos gusta un poco de romanticismo.

Santo cielo, parecía como si a Logan le fuera a estallar la cabeza. Resultaba evidente que estaba haciendo un gran esfuerzo por controlar su temperamento, aunque Emily no podía entender por qué estaba tan enfadado. Aquel hombre irritante debería sentirse aliviado de que ella no hubiera aceptado.

– Muchas gracias por darme ese consejo que en ningún momento te he pedido. Y perdón por insultar tus tiernos sentimientos con una propuesta tan horriblemente informal. Acepto tu negativa y te deseo buenas noches. -Le hizo una reverencia formal y se acercó al sillón de orejas para coger su abrigo.

Emily le observó y sintió que la invadía una inexplicable sensación de pérdida. Se le oprimió el corazón por la certeza de que él le estaba diciendo mucho más que buenas noches.

Se estaba despidiendo de ella.

Debería alegrarse. No, debería estar emocionada. Eufórica. Pero, por el contrario, se sentía una auténtica maleducada y estúpida. Una sensación de pesar le encogió las entrañas y se le cayó el alma a los pies.

Antes de pensárselo dos veces, Emily se acercó al sillón donde él había dejado el abrigo y le puso la mano sobre la suya. El se quedó inmóvil ante su caricia. Bajó la vista a los dedos que se entrelazaban con los suyos y luego la miró a la cara con una expresión indescifrable.

– Logan… yo… -Emily se humedeció los labios repentinamente secos. -Lo siento. Tu propuesta matrimonial… bueno, ha sido muy amable por tu parte. Y noble. Honorable y caballerosa. -Le apretó la mano. -Pero no era necesaria. Aun así, te la agradezco.

Los rasgos tensos de Logan parecieron relajarse un poco.

– De nada. Aunque es evidente que te ha vuelto a sorprender que hiciera algo amable. O noble. U honorable. O caballeroso. Ella le brindó una tímida sonrisa.

– Dado que pareces haber hecho una costumbre de ello, supongo que algún día no me sorprenderá.

– Espero vivir lo suficiente para verlo. -Logan bajó la mirada a sus manos entrelazadas, luego la miró directamente a los ojos. Ella contuvo el aliento. Cielos, jamás había visto tal oscura intensidad en los ojos de un hombre. -Siento de veras mi falta de control, Emily. Mi única excusa es… -Frunció el ceño y negó con la cabeza. -No tengo excusa.

Ella tuvo la fuerte impresión de que él había estado a punto de decir algo más pero que había cambiado de opinión. Se preguntó qué sería.

Sabía que debería tener remordimientos o sentirse culpable por lo que había ocurrido entre ellos, pero, por el contrario, se sentía increíblemente viva. Exultante. Tanto que tuvo que confesárselo.

– Yo… nunca me había sentido así antes, Logan.

Su expresión se suavizó, y ella deseó tontamente que él expresara el mismo sentimiento; que tampoco se había sentido así antes. O que lo que había ocurrido entre ellos era algo que nunca olvidaría, porque Emily estaba segura de que ella nunca lo haría.

Logan levantó sus manos unidas y le rozó el dorso de los dedos con los labios, un gesto que hizo subir un torrente de escalofríos por el brazo de Emily.

– ¿Dónde nos deja esto? -preguntó él. -¿Somos… amigos? ¿O sólo dos personas que se van besando por las bibliotecas?

Emily soltó un jadeo.

– Creo que somos… amigos. -Aunque aún no sabía cómo había ocurrido. De alguna manera inexplicable él se había ganado su afecto, pues hasta hacía muy poco tiempo había detestado sinceramente a ese hombre.

– ¿Aunque sea un americano grosero?

– Supongo. Aunque eso nos impedirá ser muy buenos amigos.

– Entiendo. Aunque dado lo que ha ocurrido esta noche, creo que ya somos muy buenos amigos.

Emily se sonrojó y se sorprendió de la infinidad de emociones que ese hombre podía hacerle sentir en tan corto intervalo de tiempo. De un excitante éxtasis o un molesto sentimiento de culpabilidad a una ardiente necesidad o una profunda vergüenza. Santo Cielo, no era de extrañar que estuviera confusa.

– Los mejores amigos -convino ella.

Los ojos de Logan parecieron hacerse más oscuros mientras le acariciaba la mejilla con un dedo.

– Eres preciosa.

Emily había recibido cumplidos más elocuentes y floridos en el pasado, pero ninguno de ellos le había provocado el estremecimiento de placer que le atravesó el cuerpo al escuchar las palabras de Logan.

– Gracias. Tú también. Aunque de una manera muy masculina, por supuesto.

El esbozó una sonrisa y bajó la mano. Al instante, Emily echó de menos la cálida sensación de la palma callosa de Logan contra la suya.

– Antes has dicho que no tienes intención de casarte a menos que sea por amor -dijo él, poniéndose el abrigo.

– Sí. -El se escandalizaría si llegara a descubrir lo que estaba dispuesta a hacer para conseguirlo.

– Creía que el amor era la última razón por la que se casan los aristócratas británicos.

– Eso es cierto en muchos casos. Pero bueno, es lo que quiero para mí. Mis padres se casaron por amor, y he tenido la suerte de vivir rodeada de amor todos los días de mi vida. No imagino vivir sin ese sentimiento. De hecho, me aterroriza pensar en un frío matrimonio de conveniencia. -Buscó su mirada. -Quiero el tipo de matrimonio que tienen Sarah, Carolyn o Julianne.

– Julianne renunció a muchas cosas por amor.

Emily negó con la cabeza.

– No. Ella lo ganó todo gracias al amor. Merece la pena arriesgarse. Y hacer cualquier sacrificio. Logan se encogió de hombros.

– Me temo que eso es algo que desconozco. Y te envidio por haber disfrutado de un amor así durante toda tu vida.

– Lamento que no fuera así en tu caso. Pero espero que algún día puedas disfrutarlo.

– Gracias. Y yo espero que tus sueños de casarte sólo por amor se hagan realidad algún día. Y ahora, debo irme.

Ella lo acompañó hasta la puertaventana de la biblioteca.

– ¿Vuelves a tu casa?

Él vaciló y luego negó con la cabeza.

– Estaré en el jardín hasta el amanecer. Entonces me relevará un detective.

– No creo que sea necesario.

– Yo creo que sí.

– Odio pensar que estarás ahí fuera toda la noche. Y con este frío además.

Él curvó los labios.

– Entonces no pienses en mí.

Emily apenas pudo contener el «ja» que pugnó por salir de su boca.

– ¿Quieres una manta? ¿O…?

Él interrumpió sus palabras poniendo los dedos en sus labios.

– Gracias, pero no. Estaré bien. Estoy acostumbrado al frío, ¿recuerdas? -Antes de que ella pudiera discutírselo, él le preguntó: -¿Qué planes tienes para mañana?

Emily se puso en guardia al instante. Dado que no quería contarle lo que haría por la mañana, se limitó a decir:

– Iré a visitar a Carolyn por la tarde. -Había pensado hacerlo por la mañana, pero al regresar de casa de Sarah había recibido una escueta nota de Carolyn donde decía: «Por favor, no te preocupes. Ven mañana por la tarde a tomar el té. Daniel y yo estaremos fuera por la mañana.» Esperaba con todas sus fuerzas que la razón por la que no estarían en casa fuera porque irían a ver al doctor de Harley Street.

– ¿Asistirás a la fiesta de los Farmington mañana por la noche? -preguntó Logan.

La pregunta fue como un puñetazo, un flagrante recordatorio de la aparición del vampiro que tendría lugar al día siguiente y cuyos resultados determinarían su futuro.

– ¿Por qué me lo preguntas?

Algo parecido a la sospecha brilló en los ojos de Logan, y Emily temió que la pregunta no hubiera sonado tan casual como había pretendido.

– Sólo te lo preguntaba porque tengo intención de asistir. Si vas, quizá podrías reservarme un vals.

Aquella petición la pilló desprevenida por completo. Logan nunca le había pedido un baile con anterioridad. De hecho, jamás le había visto bailar con nadie.

– Yo… creía que no sabías bailar.

– No domino los bailes ingleses, pero me defiendo bastante bien con el vals.

Emily no podía negarle que iba a ir, pero cielos, lo último que necesitaba era que Logan estuviera observando cada uno de sus movimientos mientras esperaba bailar un vals con ella.

– Asistiré, pero no estoy segura de a qué hora llegaré ni de cuándo me iré -dijo, maldiciéndose interiormente por lo poco convincente que había sonado incluso a sus propios oídos.

La mirada de Logan pareció taladrar la de ella durante varios segundos y, aunque mantuvo una expresión impasible, Emily casi pudo oír lo que estaba pensando, algo como: «¿Qué estará tramando esta mujer?» Lo más probable es que eso fuera precisamente lo que ella hubiera pensado de haber estado en su lugar. De hecho, sentía como si tuviera grabadas en la cara las palabras «estoy tramando algo».

– Bueno, si no llegas muy tarde ni te vas muy temprano, nos veremos allí -dijo él con suavidad.

Ella forzó una sonrisa.

– Sí, quizá.

Logan la miró fijamente y ella se las arregló como pudo para sostenerle la mirada.

– Cierra la puertaventana después de que salga -murmuró él antes de salir y desaparecer en la oscuridad.

Emily cerró los paneles de cristal y, apoyando la frente contra el frío vidrio, apretó los párpados con fuerza. Una serie de imágenes desfiló por su mente, dejando un rastro ardiente. Las manos de Logan y su boca sobre ella. Sus manos tocándolo. La deliciosa presión de su cuerpo sobre el de ella. La magia que le había hecho sentir y de la que sólo había leído hasta ese momento. El tipo de magia que Sarah, Carolyn y Julianne conocían tan bien. Una magia que Emily jamás había esperado experimentar hasta que se casara.

Pero ocurría algo cada vez que Logan la tocaba. Algo que le hacía olvidarse de todo lo que no fuera él.

Y ahora Logan estaba en el jardín. Velando por ella. Después de que le hubiera hecho disfrutar del placer más intenso que hubiera conocido nunca y que jamás hubiera imaginado posible a pesar de todas sus escandalosas lecturas. Después de haberle propuesto matrimonio.

Las palabras de Logan irrumpieron en su mente. «Entonces no pienses en mí.»

Emily lanzó un largo y profundo suspiro. Ojalá fuera posible. Pero sabía que las posibilidades de expulsarlo de su mente aunque sólo fuera un instante eran más bien escasas.

O en todo caso, nulas.


En cuanto salió, Logan sintió que no estaba solo. Se agachó con rapidez y sacó el puñal de la bota. Luego se quedó inmóvil con la espalda pegada a la fachada de la casa. Cubriéndose la boca con la mano enguantada para que no fuera visible el vaho de su aliento, escudriñó la zona. No vio nada extraño, pero todos sus instintos le advertían de que alguien acechaba cerca de donde él estaba.

Sus sospechas se vieron confirmadas un minuto después, cuando oyó un crujido que provenía del otro lado de la terraza. Se puso en pie lentamente y estiró el cuello, pero no pudo ver nada por encima de los altos setos que separaban la terraza del jardín. Levantó la mirada y se dio cuenta, consternado, de que el dormitorio de Emily estaba justo encima de donde había oído el ruido.

Con el puñal en la mano, Logan se movió con cautela, procurando no pisar ninguna ramita u hojarasca que delatara su presencia. Sólo había dado dos pasos cuando percibió un olor en el aire frío.

Se detuvo e inspiró profundamente. Reconoció el inconfundible aroma de una cerilla. Entrecerró los ojos. Excelente. Si el bastardo fumaba, lo pillaría desprevenido.

Continuó avanzando, abriéndose paso alrededor de la terraza. Dobló la esquina y se detuvo de nuevo al ver un tenue resplandor anaranjado justo detrás de la siguiente esquina. Era un resplandor demasiado grande para provenir de un simple cigarro. Percibió el olor a humo y el corazón se le detuvo en el pecho al comprender lo que era: fuego.

Echó a correr lo más deprisa que pudo y segundos después doblaba la siguiente esquina. Vio a una figura encapuchada que se alejaba corriendo de las llamas hambrientas que ascendían directamente hacia el balcón de Emily.

Logan corrió a toda velocidad hacia allí, quitándose el abrigo de un tirón. Resultaba evidente que acababan de encender el fuego, pero había prendido con tal rapidez que lo más posible era que el muy bastardo hubiera empapado los leños y el área circundante con un líquido inflamable, tal vez queroseno por el olor que desprendía. Lanzó el abrigo sobre el fuego y pateó la hierba que la voluminosa prenda no había cubierto. Cuando apartó el abrigo de una patada para comprobar si el fuego se había extinguido, levantó la mirada y divisó a la figura encapuchada doblando la esquina de la última casa de la calle.

Apretando los labios en una línea sombría, Logan se aseguró de que el fuego se hubiera apagado del todo antes de echar a correr detrás del pirómano. Cuando dobló la esquina por la que lo había visto desaparecer, se detuvo en seco. Miró a derecha e izquierda pero no vio ninguna señal del bastardo. ¡Maldición! Luego miró hacia el parque de enfrente y divisó una capa ondeante.

Cruzó con rapidez Park Lañe y entró en el parque, corriendo a toda velocidad. Al ver al malhechor delante de él, se obligó a correr más deprisa, observando con satisfacción que estaba ganándole terreno. Sus esperanzas de alcanzarle se duplicaron cuando el hombre trastabilló y se cayó al suelo de grava.

Sin embargo, se levantó en un segundo. Maldición, el muy bastardo era más rápido que el viento y Logan se esforzó por no perder los pocos segundos que le había ganado cuando su presa cayó. A pesar de sus esfuerzos, le perdió de vista en una curva del camino flanqueada por árboles, y cuando Logan llegó allí, el pirómano había desaparecido. Mascullando una imprecación, continuó avanzando, pero al no ver señal del individuo, se detuvo.

En ese mismo instante, un disparo resonó en el aire. Una punzada ardiente atravesó a Logan que se dejó caer al suelo con un gruñido, cubriéndose la parte superior del brazo izquierdo con la mano derecha, donde sentía aquel dolor candente. Un líquido, cálido y viscoso, le empapó la palma de la mano, confirmándole que había resultado herido.

Antes de que pudiera determinar la gravedad de la herida, oyó el débil sonido de unos pasos apresurados alejándose de él, lo que le hizo ponerse en pie. Delante, vio la capa ondeante del hombre que buscaba. Comenzó a correr tras él pero, unos segundos después, el pirómano se montó en el caballo que le estaba esperando. Desapareció en la oscuridad, y Logan supo que era inútil seguir persiguiéndolo.

Frustrado y tan enfadado que casi podría masticar vidrio, se movió bajo las sombras de los olmos y se quitó la chaqueta para comprobar la herida del brazo. Tras un rápido examen, soltó un suspiro de alivio. Sólo era un rasguño. Pero dolía como los fuegos del infierno. Maldición, ya había olvidado cuánto dolían ese tipo de heridas. De hecho, había esperado no tener que volver a experimentarlas.

Se arrancó de un tirón la destrozada manga de la camisa e improvisó un vendaje con ella, luego volvió a ponerse la chaqueta. El frío le puso la piel de gallina, pero apenas notó la incomodidad que suponía mientras echaba a correr de nuevo hacia la casa de Emily.

Cuando llegó, se acercó de inmediato al lugar donde se había originado el fuego. El olor a humo salía de debajo de su destrozado abrigo. Se agachó y levantó con cuidado una punta de la prenda. Salió una voluta de humo, pero no quedaban brasas encendidas bajo la tela.

Sin embargo, las pruebas de que el incendio había sido provocado eran abundantes. Había un montón de leña y residuos de queroseno para lámparas, así como varios fósforos usados. Observó el balcón de Emily justo encima de él y suspiró profundamente tanto de alivio como de recriminación. Gracias a Dios se había dado cuenta de lo que ocurría antes de que el fuego se hubiera extendido a la casa. Pero maldición, si se hubiera quedado vigilando fuera en vez de entrar con la mujer a la que intentaba proteger, no habría ocurrido nada de eso. Habría atrapado a aquel bastardo y habría puesto fin a toda esa serie de acontecimientos peligrosos. En vez de eso, la casa de Emily había estado a punto de ser pasto de las llamas, el criminal se había escapado y a Logan le dolía endemoniadamente el brazo.

No dudaba de que el hombre que había provocado el fuego fuera el mismo que había incendiado su barco, herido a sus hombres y causado las muertes de Billy Palmer y de Christian Whitaker.

Bajó la vista a los rescoldos del fuego y le inundó una furia que sólo había sentido una vez en su vida. La última vez había hecho lo que tenía que hacer, y ahora también lo haría.

– No volverás a escaparte -juró suavemente. -Te encontraré y haré que lamentes el día en que naciste. Y también lamentarás haber intentado hacerle daño a Emily. -Sí. Y luego se aseguraría de que aquel bastardo no volviera a hacer daño a nadie más.

Загрузка...