CAPÍTULO 18

No se me había ocurrido pensar que una vez

que él pasara a formar parte de mi mundo,

otras mujeres vampiro le encontrarían tan irresistible y atractivo como yo.

No tardé en descubrir mi error.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había sentido celos.

Y no me gustaba en absoluto.

El beso de lady Vampiro,

Anónimo


Después de que Barkley cerrara la puerta, Emily se acercó a la chimenea ante la que se encontraba su amiga. Una mirada a su cara le dijo que no se encontraba bien. Muerta de preocupación, tomó las manos de Carolyn entre las suyas, alarmada por lo frías que estaban a pesar de encontrarse tan cerca del fuego.

– Ha ocurrido algo -dijo Emily señalando lo más evidente, intentando sonar calmada a pesar del nudo de temor que le había encogido el estómago al ver la cara pálida y las ojeras de su amiga. Carolyn parecía cansada y afligida. -¿Has ido con tu marido al médico esta mañana?

Carolyn negó con la cabeza.

– Fuimos a Gunter's a tomar un helado. Es uno de nuestros lugares favoritos.

Emily la miró confundida.

– En la nota me decías que Daniel y tú teníais planes para esta mañana. Pensé que ibais a ver al médico, y más teniendo en cuenta que ayer por la tarde no te encontrabas bien.

En los ojos de Carolyn apareció una expresión culpable, y se giró para mirar el fuego. Una sensación de incredulidad inundó a Emily. Sin duda Carolyn debía de habérselo contado a Daniel. Sin embargo, el continuo silencio de su amiga despertó sus sospechas.

– ¿Cómo ha reaccionado Daniel cuando le contaste lo preocupada que estabas por tu salud? -se vio obligada a preguntar.

Como Carolyn no respondió, Emily vio confirmados sus temores.

– No se lo has dicho. -Era más una afirmación que una pregunta.

Carolyn apretó los labios y negó con la cabeza. Miró a Emily. Tenía los ojos azules llenos de lágrimas.

– No pude. Pensaba hacerlo ayer, pero hacía tan buen tiempo que Daniel y yo nos fuimos a pasear en el faetón por Regent Street y luego de compras. Hacía un día tan hermoso y agradable que no podía soportar estropearlo con malas noticias.

– ¿Te sentías bien? -le preguntó Emily, esperanzada.

– Sí, por la mañana sí. Pero cuando cayó la tarde, todo cambió. Cuando llegamos a casa estaba exhausta; me dolía todo el cuerpo. Apenas tuve fuerzas para ir a la cama. Me dio mucha pena no poder asistir a nuestra reunión.

– Te echamos de menos. -Apretó suavemente las frías manos de Carolyn. -Estaba muy preocupada por ti. ¿Ya has pensado cuándo vas a ir a ver al doctor de Harley Street que te recomendó el médico de Edward?

– No -susurró Carolyn en tono vacilante.

Emily se sintió consternada.

– Pero ¿por qué? Si es porque no deseas que te acompañe Daniel, iré yo contigo. Podemos ir ahora mismo si quieres.

Carolyn miró a Emily con una expresión tan tranquila e impasible en los ojos que la joven sintió un escalofrío en la espalda. No estaba segura de qué le diría su amiga, pero sí de que no le gustaría.

– Emily… no voy a ir al médico.

A Emily se le cayó el alma a los pies, no sólo por las palabras de Carolyn sino por la tranquila y firme determinación de su voz al pronunciarlas.

– Pero debes…

– No. Por favor, intenta entenderme. Después de darle muchas vueltas, he aceptado que me estoy enfrentando al mismo destino que sufrió Edward, lo que quiere decir que me queda muy poco tiempo.

La desesperación se apoderó de Emily, que negó con la cabeza.

– No puedes estar segura…

– Estoy segura. Por mucho que desee que sea de otra manera, pasé por esto con Edward y sé muy bien de lo que hablo. Sé lo que me espera en las próximas semanas. Si voy a ver a un médico, insistirá en que siga el mismo tratamiento que sugirió el doctor de Edward: permanecer en la cama arropada y sedada con láudano mientras espero lo mejor. Pues bien, Edward nunca se curó y se pasó las últimas semanas de su vida confinado en una cama medio inconsciente mientras su cuerpo se iba consumiendo poco a poco. Fue un destino horrible para él y muy devastador para mí, que tuve que ser testigo de todo sin poder hacer nada.

Le dirigió a Emily una mirada suplicante.

– Si se lo digo a Daniel, me llevará a ver a un médico en menos que canta un gallo, un médico que me confinará en la cama. Y Daniel insistirá en cumplir sus órdenes al pie de la letra con la esperanza de que me cure. Y no quiero que mi vida acabe de esa manera. Quiero disfrutar del poco tiempo que me quede y no ver cómo mi marido se pasa las semanas observando cómo me consumo. No puedo hacer eso. Me niego a hacernos eso a los dos. Por eso he ido a Gunter's esta mañana en vez de ir a la consulta del médico. Y por eso no voy a decirle nada a Daniel hasta que sea absolutamente necesario.

Emily sintió como si se le abriera un enorme agujero en el pecho.

– ¡Pero Edward murió hace casi cuatro años! Desde entonces han habido muchos avances médicos, han encontrado cura a muchas cosas. No puedes rendirte de esa manera.

– Hay una gran diferencia entre rendirte y aceptar tu destino.

– Pero Daniel tiene que haber notado tu palidez.

Carolyn evitó la mirada de su amiga, volviéndose de nuevo hacia el fuego.

– Sabe que fui a ver al médico. Le he convencido de que no es más que una dispepsia y un catarro persistente.

– Así que Daniel cree que todo lo que tienes es un dolor de estómago sin importancia y un constipado.

– Sí, cosas comunes. -Se volvió hacia Emily. -Y eso es lo que quiero que crea. Durante todo el tiempo posible. -Buscó la mirada de su amiga. -No sé lo que harías tú si estuvieras en mi lugar, pero esto es lo que creo que debo hacer. Por favor, intenta comprenderme y perdonarme.

Emily levantó sus manos entrelazadas y bajó la cabeza para besar el dorso de los dedos de Carolyn. Se le llenaron los ojos de lágrimas. «Dios mío, esto no puede estar ocurriendo. No puedo estar perdiéndola.» La presión que sentía en el pecho era tan fuerte que casi no le dejaba respirar. Se moría de pena no sólo por Carolyn sino también por Daniel, que la amaba profundamente. ¿Qué haría ella si se encontrara en una situación similar? Santo Dios, no lo sabía. Pero seguro que preferiría vivir plenamente los días que le quedaran de vida en vez de pasarlos en un lecho de enferma.

Por fin levantó la cabeza y respiró hondo.

– Haré lo que me pides.

– Gracias -dijo Carolyn con los labios temblorosos.

– Pero yo también quiero pedirte una cosa.

– ¿Qué?

– Por favor, Carolyn, por favor, déjame que concierte una cita con otro médico. Alguien que no tenga relación contigo, ni con Edward o su doctor. Yo te acompañaré. Daremos un nombre falso; de esa manera si decides no seguir sus consejos, nunca lo sabrá. Daniel no lo sabrá. Nadie lo sabrá excepto tú y yo. Lo peor que puede pasar es que descubras con certeza que tienes razón y, como ya estás convencida de ello, ¿qué más da?

– Pero dado que ya estoy convencida de ello, ¿para qué seguir con todo esto?

Emily apenas podía hablar por el nudo que tenía en la garganta.

– Porque te quiero -susurró. -Y necesito que lo hagas. Después, te juro que no volveré a molestarte nunca más.

Carolyn exhaló un suspiro de cansancio y le soltó las manos. Emily tuvo que obligarse a no cogérselas de nuevo. Observó que Carolyn se acercaba despacio al sofá.

– Muy bien. Si haces los arreglos necesarios bajo un nombre falso, iré.

El alivio de Emily se desvaneció ante los pasos vacilantes de su amiga. Sus piernas parecían no poder sostenerla. Alarmada, Emily trató de agarrarla, pero antes de que pudiera hacerlo, Carolyn cerró los ojos y cayó al suelo con un ruido seco.

– ¡Carolyn! -Con el corazón en la garganta, Emily se dejó caer de rodillas junto a su amiga desvanecida. Le dio unas palmaditas en la pálida mejilla y le sacudió el hombro. -Carolyn, ¿me oyes?

No hubo respuesta, y Emily temió que además del desmayo, Carolyn se hubiera golpeado la cabeza contra el suelo. Su único consuelo era el suave movimiento acompasado del pecho de su amiga.

Aterrada, Emily se puso en pie de un salto y se abalanzó hacia la puerta. Llamó a gritos a Barkley mientras corría por el pasillo. Antes de llegar al vestíbulo de mármol, la alcanzó Daniel, al que seguían Logan y Barkley.

– ¿Qué pasa? -le preguntó, agarrándola por los hombros.

– Carolyn. Se ha desmayado. No he podido sujetarla. Creo que se ha golpeado la cabeza -dijo atropelladamente.

Daniel la soltó de inmediato y echó a correr por el pasillo.

– Barkley, avisa al doctor Waverly -gritó por encima del hombro. -Y trae las sales y unas compresas frías inmediatamente.

Emily le siguió con Logan pisándole los talones. Cuando entraron en la salita, Daniel estaba arrodillado junto a Carolyn, palmeándole suavemente las mejillas y sacudiéndole los hombros, lleno de preocupación.

– Tiene un chichón en la parte posterior de la cabeza -dijo él con voz tensa, sin apartar la mirada de la cara pálida de Carolyn.

Emily cogió un cojín del sofá, se arrodilló y lo deslizó suavemente bajo la cabeza de Carolyn. Luego cogió la fría mano de su amiga y la palmeó con insistencia, rezando para que recobrara el conocimiento.

– Carolyn, cariño, abre los ojos, por favor -la urgió Daniel.

Aquellas fervientes palabras inundaron a Emily de dolor. En su mente apareció una imagen de Daniel, varias semanas después, rogándole a su esposa muerta que abriera los ojos.

Emily cerró los ojos, enviando aquella imagen mental a los fuegos del infierno. No podía pensar en eso. No podía. No lo haría. Pero era imposible no hacerlo cuando veía la cara pálida y hundida de Carolyn.

Barkley entró en la salita con el rostro constreñido por la preocupación, seguido por un lacayo de cara adusta que llevaba una palangana y un montón de tiras de lino dobladas. Emily se puso en pie de un salto para preparar una compresa.

– Ya he mandado a buscar al doctor Waverly -informó Barkley, dándole a Daniel las sales.

Daniel asintió con la cabeza. Agitó el frasquito bajo la nariz de Carolyn. La tercera vez, finalmente, ella gimió y entreabrió los ojos.

– Aquí está mi hermosa mujercita -murmuró Daniel, dejando a un lado el frasquito de sales. Sin apartar la vista de Carolyn, cogió la compresa que Emily le puso en la mano.

Carolyn paseó la mirada de Daniel a Emily y luego de Barkley a Logan, antes de volver a mirar a Daniel, que le retiró el pelo de la cara y le puso una compresa en la frente.

– ¿Qué ha pasado? -susurró.

– Te has desmayado -dijo Daniel con voz calmada, aunque Emily percibió la tensión que ocultaba su apariencia exterior. La joven preparó otra compresa y estaba a punto de coger la jarra de cristal del escritorio para servir un vaso de agua, cuando vio que ya lo había hecho Logan.

Carolyn frunció el ceño y se llevó una mano a la frente.

– Me duele la cabeza.

– Eso es porque te la golpeaste contra el suelo cuando te desmayaste. -Daniel se llevó la mano de su esposa a los labios y depositó un beso en el dorso de sus dedos. Emily observó el ligero temblor que sacudió los anchos hombros de Daniel, y se le rompió el corazón. -O dejas de desmayarte o vamos a tener que cubrir los suelos con colchones de plumas de ganso -dijo él con una media sonrisa que Emily supo que era sólo para tranquilizar a Carolyn. -Yo sé muy bien lo que prefiero.

– Lo siento… N-no sé qué me ha ocurrido. -Trató de incorporarse, pero Daniel negó con la cabeza y la empujó suavemente para que se quedara tumbada.

– Oh, no. Te quedarás aquí hasta que llegue el doctor Waverly.

Carolyn agrandó los ojos y miró a Emily.

– No necesito un médico, sólo un poco de agua.

Logan dio un paso adelante y le ofreció a Daniel el vaso de agua que acababa de servir. Daniel se lo agradeció con un gesto de cabeza y ayudó a Carolyn a tomar algunos sorbos. Cuando terminó, ella le brindó una temblorosa sonrisa.

– ¿Ves? Ya me siento mucho mejor. Ahora, si me ayudas a levantarme…

– No pienso hacerlo, y no voy a dejar que te muevas -dijo Daniel suave pero firmemente.

– Pero…

– Nada de peros, Carolyn. -Daniel le dio la vuelta a la compresa. -El doctor Waverly llegará en cualquier momento. Quiero saber a qué son debidos estos desvanecimientos tuyos. Ahora.

– Es por la dispepsia. Tenía el estómago revuelto y no he comido nada. Por eso me he desmayado, porque me sentía débil.

– Y ahora tienes un chichón del tamaño de un huevo en la cabeza. Y por eso va, a examinarte el doctor. Hasta que él me diga que estás bien, no dejaré que te levantes.

Carolyn miró a Emily, y ésta le leyó con claridad el pensamiento: el doctor no le diría a Daniel que estaba bien. Observó la preocupación de Carolyn, pero era evidente que Daniel sólo haría caso de lo que dijera el médico. Se le rompió el corazón un poco más cuando vio una mirada de absoluta derrota en los ojos de su amiga.

– Os daremos un poco de intimidad -murmuró Emily, -pero si no os importa, me gustaría esperar para oír lo que dice el doctor.

– Por supuesto -dijo Daniel. -¿Por qué no esperáis en la biblioteca? Después os informaré de lo que diga Waverly.

– Gracias. -Emily miró a Carolyn e intentó esbozar una sonrisa alentadora, pero sospechó que no había tenido éxito.

Logan y ella abandonaron la salita y él la siguió por el pasillo hasta la biblioteca. En cuanto entraron en la estancia, Emily se dirigió a las altas ventanas, apoyó las manos en el frío cristal e intentó recuperar la compostura. Oyó que Logan cerraba la puerta, luego la habitación quedó en silencio. Se quedó mirando el jardín hasta que notó que él estaba detrás de ella.

– Supongo que no servirá de nada que te sugiera que vayas a casa y descanses, ¿verdad? -Emily sintió aquellas tranquilas palabras en la nuca y un estremecimiento le recorrió la espalda.

Su respuesta fue un gesto negativo, pues no confiaba en su voz.

– Te preguntaría si estás bien, pero es evidente que no lo estás -dijo él con una voz tan tierna que a Emily se le llenaron los ojos de lágrimas mientras intentaba con todas sus fuerzas no echarse a llorar. -¿Quieres contarme qué te preocupa? Te doy mi palabra de que cualquier cosa que me digas no saldrá de esta habitación.

Emily logró conservar la compostura casi diez segundos más antes de que se le escapara un sollozo. Antes de que pudiera recuperar el aliento, él la giró y la tomó entre sus brazos. Para absoluta mortificación de la joven, se le escapó otro sollozo y luego otro hasta que, finalmente, estalló en llanto.

Incapaz de contenerse, Emily rodeó la cintura de Logan con sus brazos y enterró la cara en su duro pecho. Las lágrimas que no pudo contener por más tiempo mojaron la camisa de Logan, pero a él no pareció importarle. Como un rato antes en el carruaje, él la abrazó y la dejó llorar. Le acarició la espalda lentamente con su gran mano mientras la consolaba con suaves besos en el pelo, escuchando las entrecortadas palabras con las que ella se desahogó, revelando la terrible situación de Carolyn, pues ya no podía seguir manteniéndola en secreto.

Cuando terminó, Emily levantó la cabeza y se lo encontró mirándola con ojos serios.

– No sabes lo que siento oír eso -murmuró él, cogiéndole la cara entre las manos y secándole suavemente las lágrimas con los pulgares. -Creo que hiciste bien insistiendo en que fuera a ver a un médico. Eres una buena amiga, y muy leal.

– Pues no me siento así en este momento. No debería habértelo contado.

– No estoy de acuerdo. Guardar todas esas cosas dentro no es bueno. ¿No te sientes mejor ahora?

Como no podía negarlo, asintió con la cabeza.

– Bien. Escucha, si quieres puedo recomendarte a un médico que conozco. Es muy discreto y utiliza tratamientos innovadores. Puedo concertar una cita para que vea a Carolyn mañana.

– Gracias. -No sintió ni la más leve punzada de sorpresa al ver que él era tan amable.

– De nada.

Logan le puso algo en la mano, y Emily se dio cuenta de que era su pañuelo. Se secó las lágrimas y luego se sonó la nariz de una manera impropia en una dama.

– ¿Te sientes mejor? -preguntó.

Ella asintió con la cabeza.

– Lo lavaré antes de devolvértelo.

– Consérvalo. Tengo más.

Emily bajó la vista y deslizó el dedo por las iniciales de color granate bordadas en un extremo del pañuelo blanco antes de volver a mirarlo a los ojos.

– Gracias por escucharme. Y por consolarme… otra vez. Y por haber dejado que llorara sobre ti… otra vez. -Se sintió avergonzada. Santo Dios, ¿cuántas veces podía llorar en brazos de ese hombre en un solo día? Rezó para no tener que hacerlo de nuevo.

Esperaba una respuesta sarcástica de él, pero Logan se limitó a pasarle la punta de los dedos por su todavía húmeda mejilla y a mirarla con seriedad.

– Me alegro de haber estado aquí. De que no tengas que pasar sola por una situación tan inquietante y dolorosa. Pasar algo así a solas es tan, pero tan… desolador. Puedes llorar sobre mí cada vez que quieras.

A Emily le tembló el labio inferior y, para su absoluto horror, otro torrente de lágrimas le anegó los ojos. Porras, si seguía siendo tan amable con ella, Emily acabaría por aceptar de inmediato su propuesta matrimonial.

– Ésta es la segunda vez hoy que has acudido en mi rescate. No sabía que fueras un caballero de brillante armadura.

El curvó los labios, haciendo que Emily centrara su atención en ellos.

– No sabía que tú fueras una damisela en apuros. Ella levantó la mirada a sus ojos.

– Por lo general no lo soy. De hecho, no suelo meterme en problemas.

No había manera de malinterpretar la ardiente mirada de Logan.

– Ahora sí que voy a tener que mostrarme en desacuerdo contigo. -Bajó la mirada a su boca. -Cariño, llevas la palabra problema escrita en la frente.

Emily no estaba de acuerdo con sus palabras y pensaba protestar en cuanto su corazón dejara de trastabillar ante la fuerte intensidad de su mirada. Sin embargo, antes de que tuviera ninguna posibilidad, él inclinó la cabeza y le rozó los labios con los suyos en un beso suave que terminó demasiado rápido y que la dejó deseando más. Después de darle otro beso rápido en la frente, él la soltó y dio un paso atrás. Ella tuvo que afianzar las rodillas para no tambalearse.

– ¿Por qué has hecho eso? -preguntó. Una pregunta mucho más adecuada que: «¿Por qué demonios te has detenido?»

– Estamos en una biblioteca -dijo él con expresión seria. -He pensado que sería mejor seguir con la tradición.

– Ya veo -murmuró ella, lo que era mucho más prudente que señalar que si seguían con la tradición, deberían haber usado la lengua además de toquetearse de arriba abajo.

– Por supuesto, si continuáramos con la tradición de verdad -continuó él con un brillo pícaro en la mirada, -deberíamos haber usado la lengua además de toquetearnos de arriba abajo.

Emily sólo pudo mirarlo fijamente. Porras, ¿ese hombre podía leerle la mente? Se aclaró la garganta y esperó que él no se percatara del ardiente rubor que le cubrió las mejillas.

– Eso no sería nada apropiado -dijo ella en su tono más seco.

– Estoy de acuerdo -dijo, guiñándole un ojo. -Quizá la próxima vez.

Ella abrió la boca para decirle… algo. Ciertamente, no podía dejar que él dijera la última palabra, pero entonces se dio cuenta de lo que Logan estaba intentando. Estaba tratando de distraerla, de que dejara de pensar en Carolyn. Y, al menos durante un par de minutos, lo había conseguido plenamente. Una extraña combinación de confusión y gratitud se extendió por el cuerpo de Emily como miel sobre hojuelas. Santo Dios, si no tenía cuidado, ese hombre acabaría gustándole mucho. Muchísimo. Sonó un golpe en la puerta.

– Adelante -dijo Emily con rapidez, alejándose un paso de Logan para poner una distancia apropiada entre ellos.

Daniel entró y cerró la puerta tras él. A Emily se le rompió el corazón al ver lo preocupado que estaba.

– El doctor Waverly está con ella -dijo él con voz ronca. Se acercó a la chimenea y se desplomó en el largo sofá que había enfrente. Suspiró profundamente y se pasó las manos por la cara. Luego miró a Emily con una expresión tan desolada que ella supo que Carolyn había hablado finalmente con él.

– Esto no es una simple dispepsia -dijo quedamente. -Pero tú ya lo sabías.

– Sí -susurró ella. -Por lo menos sé lo que Carolyn cree que es.

Daniel soltó una risita carente de humor.

– Sé que te parecerá ridículo, pero me alegro de que se desmayara y se golpeara la cabeza, pues por fin se ha visto obligada a decirme la verdad. -Miró a Emily con ojos desolados y confundidos. -¿Por qué no me lo contó antes? ¿Tan difícil era?

Apenada por Daniel, Emily se sentó a su lado y le cogió la mano. Él le apretó los dedos con tanta fuerza que ella hizo una mueca.

– Daniel, Carolyn te ama mucho. No quería verte preocupado. No quería perder el tiempo hablándote de su enfermedad.

– Como si no hubiera estado ya preocupado viendo lo pálida que está, que apenas come nada y todo lo demás. Dispepsia… ¿cómo he podido ser tan estúpido para creérmelo? ¿Por qué no la obligaste a pedir la opinión de otro médico?

– No quería… -comenzó Emily.

– Al diablo con eso -gritó Daniel. La rabia y el miedo en su voz resonaron en la estancia. Luego cerró los ojos y respiró hondo. Cuando finalmente miró a Emily, ya no era el aristócrata imperturbable y amable que ella conocía. En su lugar había un hombre con la mirada angustiada y aterrada cuyo control parecía pender de un hilo. -No puede morirse, Emily. Simplemente no puede hacerlo. No puede. Ella lo es… todo para mí. -Bajó la mirada al suelo, cerró los ojos y susurró: -Absolutamente todo.

– Lo sé -logró murmurar Emily a pesar del enorme nudo que le atascaba la garganta. -Lo sé. -Miró a Logan, que estaba detrás del sofá, y luego a la licorera. El asintió con la cabeza y cruzó la estancia, regresando un momento después con dos generosas copas de brandy para Daniel y para él y un jerez para ella.

Logan se sentó al lado de Emily y los tres permanecieron en el sofá, tomando sus bebidas mientras el silencio sólo era roto por el imparable tictac del reloj de la repisa de la chimenea. Tras un cuarto de hora, Daniel se levantó y comenzó a pasearse nerviosamente por la estancia. Logan cogió la mano de Emily y entrelazó sus dedos con los de ella. La joven agradeció el apoyo y la calidez de la palma que sostenía la suya, mucho más fría.

Pasó otro cuarto de hora. Y luego otro. Daniel se paseaba por la habitación como un animal enjaulado. Cuando Emily pensó que ninguno de ellos aguantaría la incertidumbre un minuto más, sonó un golpe seco en la puerta. Daniel corrió hacia allí, y Emily y Logan se levantaron con rapidez del sofá. Daniel agarró el pomo de latón y abrió la puerta de golpe, encontrándose de frente con la adusta cara del doctor Waverly.

– Tenemos que hablar, señoría -dijo el médico. Luego desvió la mirada a Emily y Logan. -En privado.

– Por supuesto. -Daniel se volvió hacia ellos con un gesto tranquilo, pero Emily pudo ver un profundo temor en sus ojos. -Regresaré en cuanto pueda. -Y salió apresuradamente de la biblioteca cerrando la puerta tras de sí.

Emily no podía hablar. Santo Dios, había visto la expresión del médico y parecía tan… serio. Sintió que se le encogía el estómago. Se volvió hacia Logan que abrió los brazos sin decir nada. En silencio, Emily se refugió en ellos, rodeándole la cintura con los brazos y enterrando la cara en su pecho. Se aferró a él intentando recordar cómo respirar y haciendo lo único que podía: rezar.

No estaba segura de cuánto tiempo pasó mientras escuchaba el reconfortante sonido de la tranquila respiración de Logan y el fuerte latido de su corazón mientras rezaba como nunca había rezado en su vida. Por fin sonó un golpe seco en la puerta. Emily levantó la cabeza, pero Daniel entró en la estancia antes de que pudiera apartarse de los brazos de Logan. A la joven se le cayó el alma a los pies al ver los ojos enrojecidos y la cara pálida de su amigo.

Daniel cruzó la estancia como si estuviera en trance. Emily habría querido acercarse a él, pero no confiaba en que sus temblorosas piernas la sostuvieran. Así que esperó al lado de Logan, agarrándose firmemente a su brazo.

Daniel se detuvo a un metro de ellos. Paseó la mirada de uno a otro y luego se pasó las manos, visiblemente temblorosas, por el pelo. Incapaz de mirarle a los ojos, Emily giró la cabeza y enterró la cara en la manga de Logan.

Oyó cómo Daniel tragaba aire antes de hablar con voz ronca:

– Carolyn está… esperando.

– ¿Esperando qué? -susurró Emily contra la manga de Logan. «¿Morir? Por favor, Dios mío, no. ¿Recuperarse? Por favor, Dios mío, sí.»

– Un niño -fue la aturdida respuesta de Daniel. -Está esperando un hijo.

Durante unos segundos, sólo se oyó el silencio. Luego, Emily levantó la cabeza y clavó los ojos en Daniel.

– ¿Qué?

Daniel emitió un sonido que fue en parte risa y en parte sollozo.

– Carolyn está embarazada. Vamos a tener un hijo.

Emily sintió como si los ojos se le fueran a salir de las órbitas.

– Pero… Pero si ella siempre dijo que no podía tener hijos.

– Eso es lo que creía. Lo que le dijo el médico durante su matrimonio con Edward. -Una aturdida y deslumbrante sonrisa curvó los labios de Daniel. -Es evidente que estaba equivocado.

El alivio hizo que Emily se tambalease.

– ¿No está enferma?

– Para nada.

– ¿Seguro?

– Segurísimo. El doctor dice que está de casi cuatro meses. Los síntomas que presenta son comunes en las mujeres encintas y, los que no, sólo son producto de un catarro que no se curaba porque, según él, Carolyn estaba muy preocupada. El doctor Waverly está convencido de que el estado mental puede influir profundamente en el estado físico. Y el golpe que se dio en la cabeza no tiene importancia. Quiere que Carolyn descanse todo lo posible y que recupere las fuerzas. También dice que tanto las náuseas como la falta de apetito desaparecerán en unas semanas y que los dolores de cabeza remitirán en cuanto comience a comer de manera regular.

Emily soltó una carcajada de alegría y extendió los brazos para tomar las manos de Daniel.

– ¡No me lo puedo creer! ¡No está enferma y además va a ser madre!

La cara de Daniel se iluminó con una enorme sonrisa.

– Sí, así es.

– Y tú vas a ser padre -añadió Logan dándole una palmada en el hombro. -Enhorabuena.

– Y yo voy a ser padre -convino Daniel. Y su sonrisa se transformó al instante en una mirada de absoluto pánico. -Maldición, necesito sentarme.

Sonriendo, Emily y Logan le ayudaron a llegar a la silla más próxima.

– ¿Puedo entrar a verla? -preguntó Emily cuando estuvo sentado y Logan le servía un brandy.

– Sí, por supuesto. Está en el sofá de la salita. De hecho, se ha negado a moverse hasta hablar contigo.

– Entonces, si me disculpáis… -dijo ella, saliendo apresuradamente de la biblioteca. Diez segundos después, abrazaba a Carolyn mientras las dos reían y lloraban al mismo tiempo.

– Deberías estar avergonzada por asustarnos de esa manera -dijo Emily, intentando fruncir el ceño pero sin conseguirlo del todo por la amplia sonrisa feliz que le cruzaba la cara.

– Lo siento mucho. Aún me cuesta creerlo. -Se puso la mano sobre la barriga y sus ojos brillaron de asombro. -Jamás se me pasó por la cabeza que pudiera estar embarazada.

– Me siento tan feliz por ti -dijo Emily apretándole la mano. -Dios mío, vamos a tener que cambiarle el nombre a la Sociedad Literaria de Damas. Ahora sería más apropiado llamarla la Sociedad Literaria de Damas Embarazadas.

Carolyn se rio.

– Eso parece. Ahora lo único que tenemos que hacer es conseguir que te cases y que te quedes embarazada.

– En cuanto me enamore, te complaceré gustosa. Y tendré todo el tiempo del mundo para conocer a alguien de quien enamorarme en cuanto mi plan del vampiro tenga éxito y venda mi relato por una fortuna. ¿Has visto el artículo en el Times?

– Lo vi. -Carolyn frunció el ceño. -Pero me preocupa que hayas planeado otra aparición para esta noche, sobre todo, porque no asistiré a la fiesta para ayudarte. El médico insiste en que descanse. De todas formas, no hace falta que sigas con tu plan.

Emily negó con la cabeza.

– Hace falta otra aparición del vampiro para consolidar la historia.

– ¿Pero no crees que…?

Sus palabras se desvanecieron y Emily esperó a que continuara.

– ¿Si no creo qué? -la apremió.

– Bueno… ¿no podrías enamorarte de un hombre rico? Eso resolvería todos tus problemas financieros. Y no tendrías que disfrazarte de vampiro.

Emily tuvo la fuerte sospecha de adonde quería llegar su amiga y, para su consternación, su corazón se saltó un latido.

– Mmm, sí, que me enamorara de un hombre rico sería de gran ayuda. No estarás pensando en alguno en particular, ¿verdad?

Carolyn fingió pensárselo, y Emily no pudo más que echarse a reír.

– ¿Qué? -preguntó Carolyn, abriendo los ojos con aire inocente.

– No me mires así. Sé lo que tramas. Y además, eres una pésima actriz.

Carolyn dejó de fingir.

– Es un buen hombre, Emily. Y creo que se preocupa por ti.

No había necesidad de fingir que no sabía a quién se refería.

– Apenas me tolera. Aunque puede que le guste un poco. -Negó con la cabeza. -Pero no es suficiente. Quiero lo que Julianne, Sarah y tú tenéis. Quiero amor. Y pasión. Y estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para conseguirlo.

Carolyn le lanzó una mirada inquisitiva.

– ¿Qué sientes tú por él?

El pulso de Emily se disparó ante la pregunta.

– Apenas lo tolero. Aunque puede que me guste un poco.

– ¿Le deseas?

Emily se ruborizó profundamente, algo de lo que Carolyn se percató de inmediato.

– No es necesario que respondas -dijo Carolyn en un tono teñido de satisfacción. -Te delata ese rubor.

– No puedo negar que es… bastante atractivo. -La conciencia de Emily carraspeó y le dio una palmada en la cabeza ante una declaración tan comedida.

– Sí, lo es. Desde luego, lady Hombly opina lo mismo. De hecho, en la velada de lord Teller resultó muy evidente que lo considera sumamente atractivo.

Emily experimentó el deseo de abofetear la hermosa cara de lady Hombly. Alzó la barbilla y sorbió por la nariz.

– Es perfecta para él.

– Eso es lo que dijiste en la fiesta de lord Teller. Porque, como has dicho, no estás interesada en él en lo más mínimo.

– Eso es -«totalmente absurdo», -totalmente cierto. Carolyn negó con la cabeza.

– ¿Y eres tú quien dice que soy una pésima actriz? Querida, si fueras actriz, te tirarían tomates podridos.

– Soy una actriz lo suficientemente buena para actuar como un vampiro esta noche, una actuación con la que conseguiré salvar a mi familia y decidir mi futuro.

Sí, un futuro que incluía amor y matrimonio, y niños. Uno que no incluía a Logan Jennsen. Eso seguro. Después de todo, puede que él la encontrara deseable, pero no la consideraba nada más que un problema.

Y eso, por desgracia, no era suficiente.

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