CAPÍTULO 03

El largo lametazo que le di en el cuello le provocó

un estremecimiento de placer.

La sensación de su pulso contra mi lengua

era más de lo que podía soportar. Necesitaba alimentarme.

Ya. Y aunque durante siglos no me había

importado quién satisfacía mis necesidades y mis deseos,

ahora no podía ser nadie más que él.

Abrí la boca y hundí los colmillos profundamente…

El beso de lady Vampiro,

Anónimo


Tres miradas se clavaron en Emily con preocupación. Sarah arqueó las cejas y sus gafas se le deslizaron por la nariz.

– ¿Quieres convertirte en un vampiro? -Se volvió hacia Carolyn y Julianne.

– Santo Dios, pobre Emily, ha debido de darse un golpe en la cabeza.

– No me he golpe… -comenzó a decir Emily.

– Quizá deberíamos llamar a un médico -dijo Julianne, poniendo los dedos en la frente de Emily para comprobar si tenía fiebre.

Emily frunció el ceño y se apartó despacio de la mano de Julianne.

– No estoy enferma.

– Creo que deberíamos dejar de leer esos libros tan picantes que desbocan nuestra imaginación -dijo Carolyn, palmeando suavemente la mano de Emily. -Sugiero que nuestra próxima lectura sea Hamlet.

– Sí, claro, porque seguro que una historia con un montón de asesinatos, envenenamientos, apuñalamientos y caos por doquier no desbocará en absoluto nuestra imaginación -dijo Emily con sarcasmo. -Y dejad de mirarme todas como si me hubiera vuelto loca o me hubiera tomado una dosis de láudano. No he querido decir que me fuera a convertir en un vampiro de verdad…

– Menudo alivio -dijo Carolyn.

– Voy a hacerme pasar por un vampiro para despertar el interés de la gente. Mi intención es conseguir que las mujeres vampiro se pongan de moda y que se hable tanto de ellas en las reuniones sociales que el nuevo editor al que le he enviado el manuscrito no dude en publicarlo. Luego, una vez que las mujeres vampiro sean del interés general, todo el mundo saldrá corriendo a comprar mi relato. Y no sólo ganaré un montón de dinero que me permitirá salvar a mi familia de la ruina financiera, sino tiempo para encontrar a alguien con quien casarme por amor.

– Creo que sí que te has dado un porrazo en la cabeza -masculló Sarah. -El único interés que generarás haciéndote pasar por vampiro será el de adivinar cuánto tiempo pasará antes de que te envíen a un manicomio.

– Nadie sabrá que soy yo quien finge ser un vampiro -dijo Emily. -Llevaré puesto un disfraz.

Julianne parpadeó.

– No puedes hablar en serio.

– Te aseguro que sí. Llevo mucho tiempo meditándolo y planificando hasta el mínimo detalle. Si tengo éxito no tendré que casarme precipitadamente. Y créeme cuando te digo que mi plan funcionará.

– Quizá sería mejor que nos explicaras con exactitud cuál es tu plan -dijo Carolyn con voz cargada de suspicacia.

– Muy bien. Esta noche me escabulliré en la velada de lord y lady Teller, me pondré el disfraz, que consiste en una capa negra, una máscara y unos colmillos…

– ¿Dónde esconderás el disfraz? -la interrumpió Sarah.

– ¿Cómo piensas escabullirte de la velada? -Le preguntó Carolyn. -¿Cómo te desharás de tu acompañante?

– ¿Dónde demonios conseguiste los colmillos? -preguntó Julianne.

Emily fue enumerando las respuestas levantando los dedos.

– Esconderé el disfraz en los setos fuera de la biblioteca de lord Teller antes de la fiesta; no será demasiado difícil ya que su casa está a sólo seis puertas de aquí. Para escabullirme fingiré que me duele la cabeza y me excusaré por un rato. Mi madre y tía Agatha no cuestionarán mi historia y estarán tan ocupadas poniéndose al día con sus amigas que no me echarán de menos. Y en lo que respecta a los colmillos, los hice con madera y luego los pinté de blanco. Encajan perfectamente en mis dientes y parecen de verdad. De hecho, son aterradores. ¿Os gustaría verlos? -Sin esperar respuesta, abrió su ridículo. Se inclinó sobre él, se puso los colmillos que había hecho sobre los suyos y levantó la cabeza, sonriendo ampliamente.

Al instante, tres gritos ahogados resonaron en la salita.

– ¡Cielos! -Susurró Julianne, llevándose la mano al corazón. -Pareces realmente un vampiro.

– Sí, lo sé -ceceó Emily. Por desgracia era imposible no hacerlo con aquellos dientes falsos en la boca.

– ¿Y qué es exactamente lo que tienes planeado hacer? -Preguntó Sarah, subiéndose las gafas que se le habían vuelto a deslizar por la nariz. -¿Irrumpir en la fiesta agitando la capa?

– Por supuesto que no -dijo Emily con tono ofendido.

– Menos mal. Por lo menos no has perdido la razón por completo.

Emily se quitó los colmillos.

– Voy a aparecer en la terraza agitando la capa. -Se inclinó hacia delante y clavó la mirada en Carolyn. -Es entonces cuando necesitaré tu ayuda, Carolyn.

– ¿La mía? -Carolyn abrió mucho los ojos y negó con la cabeza. -Oh, no. No me pidas que me ponga colmillos y una capa…

– No hace falta -la interrumpió Emily. -Cuando llegue el momento, me escabulliré a la biblioteca, me disfrazaré y saldré a la terraza. Apareceré por las ventanas del salón de baile. Lo único que tendrás que hacer es estar situada de cara a las ventanas y en cuanto me veas, mostrarte agitada y asustada mientras me señalas con el dedo. Será entonces cuando se percaten de mi presencia las chismosas con las que estés.

– ¿Y si está sola? -intervino Julianne.

– Tendrá que asegurarse de que no lo está -dijo Emily con paciencia. -Tan pronto como me haya visto, regresaré corriendo a la biblioteca, me quitaré el disfraz y volveré a la fiesta.

– ¿Y si alguien te persigue? -preguntó Sarah.

– Soy muy rápida, y llevaré una buena ventaja. Antes de que nadie consiga pillarme estaré de vuelta en la biblioteca, preparada para regresar a la fiesta. En medio de la conmoción, nadie notará mi ausencia. Por supuesto diré, como todos los demás, que he visto al vampiro. -Sonrió ampliamente. -Y dado el número de testigos y de lo mucho que les gusta difundir cotilleos a los aristócratas, la noticia de que hay una mujer vampiro en Mayfair se propagará como la pólvora.

– No soy buena actriz -dijo Carolyn. -¿Por qué tengo que ser yo quien revele tu presencia?

– Porque eres la única en la que puedo confiar. Sarah no asistirá a la fiesta debido a su estado, y Julianne… -Se interrumpió avergonzada.

– Y Julianne no ha sido invitada -terminó Julianne por ella. -No hace falta que te andes con rodeos, Emily. Todas sabemos que no he recibido ninguna invitación desde que me casé, salvo de vosotras tres. Ni espero recibir ninguna en el futuro. Mis acciones y mis padres tienen la culpa. Pero no te preocupes por ello, porque yo desde luego no lo hago. Aunque no sabes cuánto lamento no estar en esta velada en particular para intentar disuadiros de esta locura.

– No es una locura -insistió Emily. -Es una idea brillante. Carolyn será una testigo verosímil para cualquiera.

– ¿Qué sucederá si te pillan? -preguntó Sarah.

– No lo harán -le aseguró Emily. -Soy más rápida que cualquiera de mis hermanos, lo que es mucho decir.

Sarah frunció los labios, y Emily casi pudo ver cómo se movían los engranajes de la mente de su amiga. Por fin tomó la palabra.

– Te sugiero que hagas algún tipo de insinuación que despierte la curiosidad de las damas antes de representar tu pequeña actuación. Después de todo, no somos las únicas que hemos leído La amante del caballero vampiro.

– Sí, y asegúrate de que se te vean los colmillos. De esa manera, la gente creerá que está viendo realmente un vampiro. De lo contrario pensarán que sólo eres una loca agitando una capa -añadió Julianne, claramente metida en la situación. -¿Cómo sabrán que se trata de una mujer si lo único que verán es una máscara, unos colmillos y una capa?

– Le he cosido los tirabuzones rubios de una vieja peluca de mi madre a la máscara -dijo Emily.

Sarah hizo una mueca y se llevó la mano al hueco de la espalda.

– Oh, cómo desearía estar allí-refunfuñó.

– Así podrías disuadirla de esta locura -dijo Carolyn.

– No, pero podría ayudarla -dijo Sarah. -Es mejor echarle una mano; está claro que no va a cambiar de opinión. -Frunció el ceño, luego esbozó una sonrisa. -La ventana de la salita de mi casa tiene una vista excelente del parque. Dime a qué hora será la función y me acercaré a mirar. Como estoy segura de que Matthew estará cerca de mí, en cuanto me vea asomada en la ventana señalaré hacia fuera y le diré que una figura envuelta en una capa acaba de cruzar el parque. No sabremos que lo que vi fue un vampiro hasta que oigamos los rumores, pero será un testimonio más.

– Excelente -dijo Emily, dirigiéndole a su amiga una sonrisa de agradecimiento. -Es probable que la historia aparezca en el Times. Después de varias apariciones…

– ¿Varias apariciones? -preguntó Carolyn, con los ojos muy abiertos. -¿Es que piensas hacerlo más veces?

Emily asintió con la cabeza.

– Creo que tendré que hacerlo por lo menos dos veces más. Quizá tres. Probablemente, dos sean más que suficientes. Estoy segura de que después de la segunda aparición surgirá un gran interés por las mujeres vampiro y por mi relato. Sin duda se venderá y ganaré mucho dinero; salvaré a mi familia de la ruina económica y no tendré que casarme con un hombre rico del que no esté enamorada.

– Se reclinó y sonrió. -¿A que soy un genio?

Carolyn negó con la cabeza.

– Es evidente que no se te ha ocurrido pensar en lo peligroso que es que una mujer se pasee sola en la oscuridad. De verdad, no importa lo rápido que corras, te atraparán.

– Es peligroso para una mujer -convino Emily, -pero no para una mujer vampiro. ¿Quién en su sano juicio perseguiría a un vampiro? La gente huye de ellos. No quieren que les muerda y les succione la sangre.

– Puede que tengas razón -dijo Julianne.

Carolyn clavó los ojos en Julianne.

– No puedo creer que le sigas la corriente.

– Admito que es arriesgado -dijo Julianne con suavidad, -pero todos hemos oído la expresión «quien no arriesga, no gana». Y tal y como se ha desarrollado mi vida, es cierto. Si el plan de Emily tiene éxito, no cabe duda de que se resolverán sus problemas. Se salvará de un matrimonio sin amor.

– Se enfrentó a la mirada de Sarah y Carolyn. -Dado que nosotras tres nos hemos casado con el hombre que amamos y que a su vez nos ama, no podemos querer menos para Emily, ¿verdad?

– Bueno, no, pero… -comenzó Carolyn, pero Julianne la interrumpió.

– Nada de peros. Nuestra amiga se encuentra en una situación desesperada, y eso exige medidas desesperadas.

– Cogió las manos de Emily. -En vista de mi situación y de que no asistiré a ninguna velada, no sé qué podría hacer para ayudarte, pero tienes todo mi apoyo. Como mínimo puedo rezar por tu seguridad y por que tengas éxito. Y te sugiero que lleves un frasquito con sangre de pollo para derramar en el suelo. Aunque no lo descubran hasta la mañana siguiente, fomentará la creencia de que hay un vampiro suelto por los alrededores.

Emily se llevó la mano de Julianne a los labios y dio un pequeño beso en los dedos de su leal amiga.

– Es una idea excelente. Gracias.

– No es que no quiera verte feliz -dijo Carolyn con aire inquieto, -pero estoy preocupada. Hay tantas cosas que podrían salir mal…

– Pero también podrían salir bien -señaló Emily. -Y así será. No tengo intención de fallar.

– ¿Y si lo haces? -replicó Carolyn. Emily alzó la barbilla.

– Entonces no tendré más remedio que hacer lo que es mi deber, casarme con alguien para salvar a mi familia de la ruina. -Y lo haría si no tenía otra alternativa. Con veintiún años era la única de su familia que estaba en edad casadera. Kenneth, William y Percy tenían dieciséis, catorce y trece años respectivamente; Mary, sólo once; y el pequeño Arthur (que fue una auténtica sorpresa), siete. Pensar en que su amada familia, incluida ella, se viera apartada de la sociedad, que sus hermanos no pudieran recibir la educación adecuada y se vieran obligados a vivir en sólo Dios sabe qué tipo de condiciones deplorables, resultaba simplemente insoportable. -Sin embargo, rezaré para que eso no ocurra.

El silencio se extendió entre ellas durante varios segundos.

– Haré lo que esté en mi mano para ayudarte -dijo finalmente Carolyn. -Pero tienes que prometerme que serás muy cuidadosa.

– Y que correrás muy rápido -añadió Sarah.

– Lo haré -prometió Emily, aliviada. -En el fondo sé que esto es lo mejor que puedo hacer y que todo saldrá bien. Además, entre mi cuidadosa planificación y vuestra inestimable ayuda, ¿qué podría salir mal?


Una hora más tarde, después de haberse despedido de sus amigas en la puerta, Emily se volvió hacia Rupert.

– ¿Dónde están mis padres? -le preguntó al mayordomo. Tenía que llevar el disfraz a casa de lord Teller y esconderlo en el jardín, pero antes tenía que saber dónde estaban sus padres para poder evitarlos.

– Lady Fenstraw y los niños salieron hace poco para Gunter's.

Excelente. Al haber salido con sus hermanos, su madre no podría abandonar la heladería más popular de Londres al menos en una hora.

– ¿Y mi padre?

– Su señoría está reunido en el estudio con ese caballero americano.

Emily se quedó helada; una extraña dicotomía teniendo en cuenta el calor que le recorrió el cuerpo.

– ¿El caballero americano?

La larga y afilada nariz de Rupert se alzó un poco. -Sí, ese tal señor Jennsen.

– Oh, ya veo -dijo Emily, sintiéndose orgullosa del tono despectivo de su voz. -¿Lleva aquí mucho tiempo? -Casi media hora, lady Emily.

La joven apretó los dientes. Santo Dios, habían regresado a Londres hacía menos de veinticuatro horas y el señor Jennsen ya estaba molestando a su padre por las deudas que tenían pendientes. La señora Waverly, el ama de llaves, entró en el vestíbulo para consultar un asunto de la casa con Rupert, y Emily aprovechó la ocasión para escapar. Sin embargo, en vez de dirigirse a su dormitorio para recoger el disfraz, recorrió el pasillo hasta la biblioteca. Entró y cerró la puerta sin hacer ruido, moviéndose de puntillas entre las mesitas de caoba, las sillas y los sofás acolchados, cruzando las alfombras Axminster que cubrían el suelo y deteniéndose en la puerta con paneles de madera ubicada en la pared y que conducía a la habitación contigua.

El estudio de su padre.

Se arrodilló y acercó el ojo al hueco de la cerradura. Soltó un suspiro de impaciencia. Su padre tenía situado el escritorio de manera que lo único que podía ver eran las licoreras de cristal junto a la ventana. Se levantó y pegó la oreja a la hoja de la puerta. Le llegó un murmullo de voces masculinas, pero ¡porras!, no lograba entender nada de lo que decían.

Con una habilidad aprendida tras años de jugar a los espías con sus hermanos, giró lentamente el pomo de latón sin hacer ruido y abrió la puerta sólo una rendija.

Y oyó…

Nada.

Pegó aún más la oreja y escuchó durante casi un minuto, pero al ver que no oía nada más que un dilatado silencio, se tragó un suspiro de fastidio. Menuda suerte la suya al haber abierto la puerta justo en una pausa de la conversación. ¿Por qué los hombres no mantenían un diálogo continuo como las mujeres? Cielos, su padre era capaz de quedarse con la mirada perdida durante lo que parecían ser horas mientras reflexionaba entre una frase y otra. Esperaba que el señor Jennsen no le hubiera hecho el tipo de pregunta que requiriera una profunda meditación antes de responder.

O quizá sólo estaban en una pausa para beber una copa. Volvió a arrodillarse y a acercar el ojo al hueco de la cerradura. Pero no vio a nadie de pie cerca de las licoreras. Lo que quería decir que aquélla era una larga pausa en la conversación, o que había concluido la reunión.

– Si hubiera sabido que estaba tan interesada en nuestra conversación, le habría dicho a su padre que la invitara a unirse a nosotros, lady Emily.

La joven soltó un jadeo y se giró con rapidez ante la profunda voz de Logan Jennsen. La sorpresa y la embarazosa posición en la que se encontraba hicieron que perdiera el equilibrio y, antes de que pudiera evitarlo, cayó al suelo. Su trasero aterrizó sobre la madera con un ruido sordo y se golpeó la espalda contra la puerta. El panel de roble se cerró con un fuerte clic que resonó en la estancia.

El violento latido del corazón de Emily no podía deberse más que a la extrema irritación que sentía. Observó al hombre que la había obsesionado noche y día en los últimos tres meses. Estaba justo detrás de ella, mirándola con esos ojos oscuros que, sin duda alguna, chispeaban de diversión.

Evidentemente había concluido la reunión con su padre.

Logan la recorrió lentamente con la mirada, tomando nota de aquella indigna postura. Un profundo rubor cubrió las mejillas de la joven, que contuvo la palabra, impropia de una dama, que le vino a los labios. Ésa no era precisamente la manera en que ella imaginó que sería su próximo encuentro.

No, por supuesto que no. En su imaginación, Emily no estaba en una posición tan indigna. Por el contrario, tenía una apariencia espectacular; estaba ataviada con uno de sus hermosos vestidos de baile y sus mejores rasgos acentuados por la luz dorada de las velas mientras media docena de pretendientes la rodeaban atentos a cada una de sus palabras. Pero ni en sueños imaginó que estaría sentada en el suelo, sonrojada por la vergüenza y la culpa, con un sencillo vestido de día.

Él le tendió la mano.

– ¿Me permite que la ayude?

Ella miró la enorme mano de dedos largos y, al instante, recordó su tacto cuando la tomó de la nuca y la besó hasta hacerla arder. Recordó la textura de esa ancha palma deslizándose por su espalda, ahuecándole la curva de las nalgas, estrechándola más contra ese cuerpo duro. Le había provocado una sensación infernal que la privó del sentido común y de cualquier pensamiento coherente.

Ahora la inundó una oleada de calor, y Emily se enfadó consigo misma y sus errantes pensamientos, y con él por haber propiciado esa incómoda reunión. Sin embargo, tenía que agradecer la rabia que sentía pues le permitió recoger los pedazos de su maltrecha dignidad. Lanzando una mirada desdeñosa a la mano que Logan le tendía, se levantó sin ayuda. Cuando estuvo de pie ante él se vio forzada a recordar lo alto que era. Incluso después de alzar la barbilla, la coronilla de Emily le llegaba a la altura de los hombros. Unos hombros muy anchos. Estaba sólo a medio metro de él; sin duda su respiración entrecortada y su inusual silencio eran sólo debidos a la sorpresa y a la irritación, y no a la cercanía del hombre.

Él chasqueó la lengua.

– El ojo en la cerradura y la oreja en la rendija de la puerta. ¿Sabe en qué la convierte eso?

Sí. Era algo lo suficientemente grave para que echara vapor por todos los poros. Antes de que ella pudiera responder, él continuó hablando:

– La convierte en una fisgona.

Ella alzó aún más la barbilla.

– No soy nada de eso.

El curvó los labios.

– Ya veo. A ver, déjeme adivinar. ¿Ha perdido una horquilla?

¡Qué hombre más irritante! Emily sintió la tentación de quitarse una horquilla del pelo y pincharle con ella. Levantando la barbilla un par de centímetros más, le lanzó una mirada capaz de reducirlo a cenizas.

– No, no he perdido una horquilla, y lo que haga en mi propia casa no es asunto suyo. De hecho, la cuestión aquí es qué pretendía usted acercándose de esa manera tan sigilosa a mí. ¿No debería estar camino de la puerta?

– Le dije a su padre que podría encontrar la salida yo solo.

– Pues no lo ha hecho.

– Por culpa de sus torpes intentos de escucharnos a escondidas.

En vez de tener la decencia de mostrarse avergonzado, el señor Jennsen siguió observándola con diversión.

– Es interesante que me acuse de andar a hurtadillas, pues eso es precisamente lo que ha hecho usted, y no demasiado bien -continuó Jennsen, negando con la cabeza y volviendo a chasquear la lengua. -Desde luego sus habilidades para abrir una puerta sin hacer ruido para escuchar a escondidas la conversación privada de otras personas tienen la misma sutileza que un disparo de cañón.

Santo Dios, ¿cómo había podido pensar por un solo instante que él no era una alimaña? «Una enorme alimaña. Una enorme alimaña maleducada.»

«Una enorme alimaña maleducada que te besó hasta que se te encogieron los dedos de los pies», susurró su vocecita interior.

Emily apretó los labios. Estúpida vocecita. En realidad debía agradecer que se hubieran encontrado de nuevo en una situación tan bochornosa, pues borraba el recuerdo del beso de su mente. Lo borraba por completo. Sin lugar a dudas.

– ¿Por qué está aquí? -preguntó ella.

– Porque me di cuenta de que alguien intentaba escuchar a escondidas, y estaba decidido a atrapar al culpable -dijo él lentamente, como si estuviera hablando con un niño corto de entendederas. Luego curvó los labios en una perezosa sonrisa. -Y aquí está usted.

Esa sonrisa atrajo la atención involuntaria de Emily hacia aquella boca. Hacia esos labios perfectamente masculinos que eran a la vez firmes y suaves. Esos labios que la habían besado con una descarada habilidad, que la dejaron sin aliento y que despertaron un deseo en ella que aún no se había aplacado a pesar de los tres meses transcurridos. Le hormiguearon los dedos con tal fuerza por el deseo de tocar aquella boca que tuvo que agarrarse las faldas para no hacerlo, lo que sólo sirvió para irritarla un poco más.

– Me refería -dijo ella con su tono más gélido -a por qué está en mi casa. ¿No se le ha ocurrido esperar un tiempo prudencial antes de venir aquí a acosar a mi padre?

La sonrisa de Logan se desvaneció, y algo que ella no pudo descifrar brilló en sus ojos, seguido de una inconfundible irritación, lo que la animó considerablemente. Excelente. El hombre irritante estaba irritado. Y seguro que ahora no estaba divirtiéndose. Y menos a su costa.

– ¿Qué consideraría usted un tiempo prudencial, lady Emily?

– En realidad, no hay tiempo prudencial para venir a acosar a un caballero. Por supuesto, eso es algo que usted no puede saber, puesto que no lo es.

– Qué afortunado me siento al tenerla a usted para que me enseñe tales fundamentos. De no haberla pillado de rodillas espiando por el ojo de la cerradura, jamás me habría enterado de tal cosa. ¿Hay alguna otra perla de sabiduría que quiera soltarme?

– De hecho, sí. Es muy descortés andar a hurtadillas por una casa que no es suya. ¿Sabe en qué le convierte eso? -Inquirió ella, devolviéndole la pregunta. -En un intrigante.

– Y lo dice la mujer a la que he pillado espiando. De donde yo vengo, escuchar a escondidas es considerado de muy mala educación.

Ya que no había manera de negar lo que había estado haciendo, ella sólo alzó la nariz con arrogancia.

– No hace falta que diga de dónde proviene. Es evidente por su manera de hablar y de actuar. Supongo que piensa que su técnica de abrir puertas sigilosamente es mejor que la mía.

– El hecho de que haya podido entrar en esta habitación sin que usted detectara mi presencia habla por sí solo.

Genial. El se acababa de anotar un punto. Emily entrecerró los ojos.

– ¿Dónde está mi padre?

– Lo dice como si me hubiera escapado de él.

– ¿Lo ha hecho?

– Claro que no. Salió al jardín a través del estudio.

– ¿Estaba… bien?

– Sí. ¿Por qué no iba a estarlo?

– Estoy preocupada por él. Me preguntaba si su reunión podría haberle contrariado. Logan alzó una ceja.

– Si hay alguna razón por la que debiera estar contrariado, sería por la descarada inclinación de su hija a escuchar detrás de las puertas.

Emily golpeó la alfombra con un pie.

– ¿Piensa seguir echándomelo en cara siempre?

– No siempre. -Le brindó una amplia sonrisa. -Aunque quién sabe.

Qué hombre tan exasperante y grosero. Y qué injusto que tuviera una sonrisa tan atractiva. Menos mal que ella era inmune a él, o acabaría encontrándose embelesada y desarmada. En vez de eso, le señaló la puerta con una mirada desdeñosa.

– Por favor, no deje que le entretenga más. ¿O tiene intención de quedarse y seguir husmeando por mi casa?

El dio un paso hacia delante.

– ¿Piensa seguir echándomelo en cara siempre? -preguntó Logan con suavidad.

Emily inspiró con rapidez y dio un paso atrás. La espalda de la joven chocó contra la puerta, por lo que no pudo seguir retrocediendo cuando él dio otro paso hacia ella.

Santo Dios, él estaba tan… cerca. Lo suficientemente cerca para que ella pudiera verle los poros de la cara bien afeitada. Deslizó la mirada por la mandíbula firme y cuadrada, por la nariz rota, por los pómulos altos y las cejas oscuras. No eran los rasgos delicados y elegantes de un aristócrata. No, los rasgos de ese rostro sombrío eran rudos y afilados, y conferían al hombre un áspero aire de peligro que debería haberla repelido pero, por el contrario, sólo conseguía que lo mirara fijamente, sin que fuera capaz de apartar la vista.

Como todo el mundo, Emily había oído rumores sobre Jennsen que decían que había nacido en la pobreza y que abandonó América bajo misteriosas circunstancias. ¿Sería verdad? ¿Cómo habría logrado salir de la nada y amasar una inmensa fortuna? Parecía un hombre decidido, el tipo de hombre que no dudaría en hacer lo que fuera necesario para conseguir lo que quería. Un ardiente estremecimiento bajó por la espalda de la joven.

Sus miradas se encontraron. Porras, sus ojos eran… fascinantes. Oscuros y misteriosos. Irradiaban una aguda inteligencia y una intensidad que parecía traspasar su piel y mirarla directamente al alma, llenándola de un calor y una conciencia de sí misma que jamás había experimentado antes.

Emily inspiró lenta y profundamente, y luego tuvo que contener un gemido. Santo Dios, qué bien olía. Justo como ella recordaba. Como a ropa limpia mezclado con un leve toque a jabón de afeitar y a sándalo. El corazón le dio un vuelco en el pecho, y se humedeció los labios resecos con la lengua.

La mirada de Jennsen bajó a su boca, y, de repente, Emily se sintió como si la habitación se hubiera quedado sin aire. El calor que él desprendía la envolvió, encendiendo una indeseada y humillante llama en su interior. ¿Podría percibirlo él? Santo Dios, esperaba y rogaba que no. Antes de que la joven pudiera recuperarse, él plantó las manos en la puerta a ambos lados de su cabeza, aprisionándola.

– ¿Lo hará? -susurró él.

Emily había perdido por completo el hilo de la conversación. Y por la mirada de los ojos de Logan, él se había dado cuenta. La joven tuvo que tragar saliva dos veces para poder emitir alguna palabra.

– ¿Hacer qué?

– ¿Piensa seguir echándomelo en cara siempre?

– No siempre -dijo ella, repitiendo su respuesta, -aunque quién sabe.

– Por la manera en que me observaba -murmuró él, deslizando la mirada por la cara de Emily (que ella sabía que estaba roja como un tomate), -parecía como si…

«¿Quisiera que me besaras?»

– … pensara que iba a robar la plata de su familia -concluyó él.

La sensación que atravesó el cuerpo de Emily debía de ser de alivio, no de desencanto.

– No estaba pensando nada por el estilo, señor Jennsen -dijo ella con una voz que sonó dolorosamente jadeante. -Soy muy consciente de que puede permitirse comprar la plata que quiera.

– ¿Entonces qué estaba pensando?

«Que a pesar de todos mis esfuerzos soy incapaz de borrarte de mi mente. Y que a pesar de que mi buen juicio me grita que es un error, quiero sentir la magia de tus besos una y otra vez. Tanto que me asusta.»

– ¿Quiere que sea sincera?

– Por supuesto.

– Muy bien. Pensaba que es una alimaña maleducada. -Era cierto, insistió a su discrepante conciencia. Había pensado eso… hacía varios minutos.

En vez de mostrar disgusto, él asintió con gravedad.

– Ya veo. ¿Le gustaría saber en qué estaba pensando yo?

– ¿Serviría de algo que dijera que no?

Él esbozó una sonrisa.

– De nada en absoluto. -Él se acercó todavía más y a Emily casi se le detuvo el corazón.

– Pensaba -dijo Logan con suavidad, acariciándole la mejilla con su cálido aliento -que esta situación me recuerda mucho a nuestro último encuentro. Nosotros dos… solos… en una biblioteca.

Emily afianzó con rapidez sus tambaleantes rodillas. Lo que ese hombre provocaba en ella sin ni siquiera tocarla era muy alarmante.

«Y emocionante -le recordó la vocecita interior. -No olvides lo emocionante que es.»

Reuniendo cada ápice de valor que le proporcionaba aquella educación aristocrática que le habían inculcado desde la cuna, le lanzó su mirada más feroz.

– Le aseguro que ese tipo de encuentro no volverá a repetirse.

– Oh, ya lo sabía. No tengo intención de volver a besarla. No importa lo mucho que me lo pida. -Como si sus palabras no hubieran sido lo suficientemente insultantes, aquel sinvergüenza tuvo el descaro de guiñarle un ojo.

Emily se quedó boquiabierta, pero al instante cerró la boca con tal fuerza que sus dientes chocaron.

– No tema que eso suceda, señor Jennsen. Mi orgullo no me permite cometer dos veces el mismo error.

– Igual que el mío.

– Excelente. Entonces no hay ningún problema.

– Ninguno en absoluto. -La taladró con la mirada durante varios inquietantes segundos. Luego entrecerró los ojos. -Sé que se trae algo entre manos.

A pesar de la sorpresa, ella le sostuvo la mirada con calma. Él podía acobardarla con aquella intensa masculinidad, pero como la mayor de seis hermanos, era muy capaz de adoptar una actitud inocente cuando estaba tramando una trastada.

– ¿Perdón?

– Usted. Está tramando algo. Tiene ese brillo en los ojos. Sé reconocer un problema cuando lo veo.

– No sé de qué me habla.

– También sé reconocer una mentira cuando la oigo.

– Aquellos ojos oscuros parecieron escudriñarle directamente el alma. -¿Qué está tramando?

Por supuesto, lo suyo eran meras conjeturas; intentaba ponerla nerviosa. Por desgracia, estaba teniendo éxito.

– Una vez más, no tengo ni idea de qué habla. No me importa que me llame mentirosa. -En especial cuando estaba mintiendo.

La expresión de Logan era inescrutable, y Emily se maldijo por no poder leerle la mirada con la misma facilidad que él parecía leer la de ella. Él se acercó un poco más. Sus bocas sólo estaban separadas por unos centímetros.

– Dejé que jugara conmigo una vez, lady Emily -murmuró él. -No volveré a permitirlo. Sea lo que sea lo que se traiga entre manos, no tendrá éxito conmigo.

Emily logró soltar una risita confiada.

– Su egocentrismo me sorprende, señor Jennsen. Aunque admito que busqué su compañía en nuestro último encuentro, una tontería por mi parte debo añadir, hoy no lo he hecho.

– ¿No? Parecía muy interesada en mi conversación con su padre. -Logan bajó la mirada a sus labios. -Eso hace que me pregunte en qué más podría estar interesada.

– Mis acciones se deben a la preocupación que siento por él. No a que deseara verle a usted.

«Mentirosa», gritó su estúpida vocecita interior.

– Pero aquí estamos -dijo él, con una voz tan queda que ella tuvo que apretar los omóplatos contra la puerta para evitar inclinarse hacia delante y escuchar mejor sus palabras, algo que, gracias a Dios, sirvió para recordarle quién era él y todas las razones por las que no le gustaba ese odioso hombre. No es que Emily pudiera enumerarlas en ese momento, pero sabía que existían. Un montón de razones. Y en cuanto se librara de él, se las recordaría a sí misma una vez más. Mejor aún, escribiría una lista para que no se le volvieran a olvidar.

– La única razón por la que estamos aquí es porque usted ha decidido atraparme -dijo ella, obligándose a ignorar el atrayente calor y el embriagador aroma masculino mientras señalaba los brazos de Logan con la mirada.

El se apartó de un empujón de la puerta y dio un paso atrás.

– Podría haber escapado con facilidad en cualquier momento. Si hubiera querido, claro está. Y lo sabe de sobra.

Sí, lo sabía. Pero tuvo la cautela de no reprocharle su franqueza. Los caballeros con los que Emily acostumbraba a hablar jamás le hablaban a una dama de esa manera. Los caballeros educados jamás se atreverían a decir tales verdades -er… palabras -a una dama.

Ella pasó junto a él, poniendo la suficiente distancia entre ellos para dejarle bien claro que no quería arriesgarse a que ninguna parte de su cuerpo se rozara contra el suyo.

– Ha sido… -dijo, encaminándose hacia la puerta, -interesante volver a verlo, señor Jennsen.

Cuando llegó a la puerta, se giró y contuvo un grito ahogado cuando lo descubrió justo detrás de ella. No entendía cómo un hombre de ese tamaño podía moverse con tanto sigilo.

– Muy interesante, lady Emily. Aunque quizá no tan interesante como la última vez. Por su bien, espero que en nuestro próximo encuentro me la tropiece en una postura menos indigna.

Antes de que ella pudiera formular una respuesta, él le hizo una reverencia formal -una que parecía decididamente burlona, -abrió la puerta y, sin esperar a que ella lo acompañara, salió de la habitación. Muda de asombro, Emily lo observó recorrer el pasillo. ¿Cómo un hombre tan irritante podía hacer una salida tan espectacular?

Logan se detuvo en el vestíbulo para coger el sombrero y el abrigo que Rupert le tendía, y se fue. No fue hasta que la puerta se cerró tras él que ella se dio cuenta de que había estado conteniendo el aliento.

«¿Nuestro próximo encuentro?» No si ella podía evitarlo. Logan Jennsen era demasiado inquietante y perspicaz para arriesgarse a pasar ni un minuto más en su compañía. Aunque por desgracia debían asistir a las mismas veladas, Emily tenía intención de evitarle todo lo que fuera posible. Aun así, la próxima vez que lo viera estaría en una posición no sólo absolutamente digna, sino espectacular.

Загрузка...