Capítulo 23

Harry permaneció sentado en silencio mientras Alexei se bebía el segundo trago de vodka. No dijo nada cuando se bebió el tercero e incluso el cuarto, que en realidad era el que en un principio le había servido a él. Pero cuando el príncipe alargó el brazo para coger la botella y tomarse el quinto trago…

– No lo haga -le espetó.

Alexei lo miró sorprendido.

– ¿Cómo dice?

– No beba otra copa.

Ahora el príncipe parecía únicamente confuso.

– ¿Me está diciendo que no beba?

Una de las manos de Harry se cerró en un puño firme y tenso.

– Lo que digo es que si necesitamos que nos ayude a encontrar a Olivia, no quiero que vaya tambaleándose y devolviendo por los pasillos.

– Le aseguro que nunca me tambaleo ni… ¿qué es eso de devolver?

– Deje la botella.

Alexei no obedeció.

– Dé-je-la.

– Creo que ha olvidado quién soy.

– Nunca me olvido de nada. Haría bien en recordar eso.

Alexei se limitó a mirarlo fijamente.

– Dice usted tonterías.

Harry se levantó.

– ¿Me está provocando?

Alexei lo observó unos instantes, luego devolvió la atención al vaso y la botella que sostenía en las manos. Empezó a servirse.

Harry se sulfuró.

Era la primera maldita vez en su vida que se sulfuraba, pero habría jurado que cuanto lo rodeaba adquiría un color distinto, más intenso. Se le habían taponado los oídos, como si hubiese escalado una montaña. Ya no era dueño de sí mismo. No controlaba nada. Su cuerpo saltó hacia delante por voluntad propia y desde luego su mente no hizo nada para detenerlo. Cayó encima del príncipe como una bala de cañón humana, y los dos chocaron contra una mesa y luego fueron a parar al suelo, el vodka derramándose sobre ambos.

A Harry por poco le entraron arcadas por el fuerte olor del alcohol, que le empapó la ropa, y estaba frío, muy frío en contacto con la piel.

Pero eso no lo detuvo. Nada podría haberlo detenido. No podía articular palabra, no se le ocurría nada que decir. Por una vez en la vida se había quedado sin palabras. Lo único que sentía era ira. Una ira que le inundó por dentro, que palpitaba furiosamente, y cuando levantó el puño para estamparlo en la cara del príncipe, lo único que salió por su boca fue un grito lleno de rabia. Y…

– ¡Basta!

Era Vladimir, que se interpuso con agilidad en la pelea y separó a Harry de Alexei, empujándolo contra la pared del otro lado.

– ¿Qué demonios hace?

– Está loco -dijo Alexei entre dientes mientras se frotaba el cuello.

Harry se limitó a respirar, pero era un resuello áspero y agitado.

– ¡Cállense! -exclamó Vladimir, mirando con ferocidad a Harry como anticipándose a una interrupción-. Los dos. Y ahora escúchenme. -Dio un paso al frente y le dio con un pie a la botella del suelo, que salió volando hasta el otro lado de la habitación, vertiendo el resto del vodka. Vladimir gruñó asqueado pero no hizo comentario alguno. Tras escudriñar a ambos hombres con la mirada, continuó hablando-: He recorrido el edificio y creo que lady Olivia sigue dentro.

– ¿Qué le hace pensar eso? -preguntó Harry.

– Que hay guardas en todas las puertas.

– ¿Para una fiesta?

Vladimir se encogió de hombros.

– Hay muchos motivos por los que proteger el contenido de esta casa.

Harry esperó a que Vladimir siguiese hablando, pero éste no le dio más detalles. ¡Cielos! Era como hablar con Winthrop. Hasta este preciso instante no se había dado cuenta de lo mucho que odiaba todas esas frases ambiguas como la de «Tenemos nuestros métodos».

– Ninguno de los guardas la ha visto salir -continuó Vladimir-. La única puerta por la que podría haber salido sin ser vista es la principal, por donde se accede a la fiesta.

– Olivia no ha vuelto a la fiesta -afirmó Harry, y luego aclaró-: Ha ido al cuarto de baño, pero a la fiesta no ha vuelto.

– ¿Está seguro?

Harry asintió bruscamente con la cabeza.

– Sí.

– Entonces daremos por hecho que no ha salido del edificio. No sabemos si llegó al cuarto de baño…

– Sí que llegó -interrumpió Harry. Se sintió como un idiota por no haber mencionado eso antes-. Estuvo ahí dentro un rato. Su amiga me ha dicho que la vio en el baño.

– ¿Qué amiga es ésa? -preguntó Vladimir.

Harry meneó la cabeza.

– No recuerdo cómo se llama, pero no tendrá ninguna información de utilidad. Me dijo que salió del lavabo antes que Olivia.

– Puede que haya visto algo. Encuéntrela -ordenó Vladimir- y tráigamela. La interrogaré.

– No es una buena idea -le dijo Harry-, a menos que esté dispuesto a retenerla como rehén. Sería incapaz de guardar un secreto aunque le fuese la vida en ello, así que imagínese si se trata de la vida de otra persona.

– Entonces interróguela usted. Volveremos a encontrarnos aquí. -Vladimir se dirigió a Alexei-. Usted quédese aquí por si envían otra nota.

Alexei respondió algo, pero Harry no lo oyó. Ya estaba caminando por el pasillo, en busca de esa chica… se llamara como se llamara.

– ¡Alto! -gritó Vladimir.

Harry frenó en seco y se volvió impaciente. No tenían tiempo que perder.

– No hace falta que vaya a buscarla -soltó Vladimir-. Ha sido un pretexto para que saliera de la habitación y dejase al príncipe… -movió bruscamente la cabeza hacia el saloncito donde Alexei esperaba- dentro.

Harry pensó a toda prisa pero habló con voz serena cuando preguntó:

– ¿Sospecha que esté implicado en el secuestro?

Nyet, pero será un incordio. Y usted, ahora que ha tenido tiempo para calmarse, creo que…

– No confunda mi estado de ánimo con la calma… -repuso Harry entre dientes.

Vladimir arqueó las cejas; a pesar de ello se metió la mano en el abrigo y extrajo un revólver por la empuñadura. Se lo ofreció a Harry.

– Confío en que no cometerá ninguna estupidez.

Harry rodeó la empuñadura del arma con la mano, pero Vladimir no la soltó.

– ¿Verdad? -inquirió.

«¿Cometeré alguna estupidez?»

– Verdad -contestó Harry. Y rezó para que así fuera.

Vladimir dejó la mano en el revólver durante varios segundos más y luego lo soltó de golpe, esperando mientras Harry examinaba el arma.

– Venga conmigo -le ordenó, y los dos recorrieron rápidamente el pasillo y doblaron una esquina. Vladimir se detuvo delante de una puerta, miró a ambos lados, luego se metió en una habitación vacía y le hizo señas a Harry para que lo siguiera. Vladimir se llevó un dedo a los labios para indicarle que no hiciera ruido, entonces inspeccionó el cuarto para asegurarse de que no había nadie.

– La ha retenido el embajador -comentó-. O sus hombres, más bien, porque él sigue en la fiesta.

– ¿Qué? -Al margen del protocolario saludo de aquella tarde, Harry no conocía al embajador, pero aun así le costaba creerlo.

– Necesita dinero. Pronto tendrá que volver a Rusia y tiene pocos recursos económicos. -Vladimir se encogió de hombros, a continuación hizo un amplio movimiento con los brazos, señalando la opulencia del entorno-. Se ha acostumbrado a vivir en este palacio y siempre ha estado celoso de su primo.

– ¿Qué le hace pensar que ha secuestrado a Olivia?

– Tengo topos infiltrados -contestó Vladimir enigmáticamente.

– ¿Eso es cuanto va a decirme? -repuso Harry indignado, harto ya de que nunca le contaran toda la historia.

– Eso es cuanto voy a decirle, amigo mío -dijo Vladimir. Volvió a encogerse de hombros-. Es más seguro así.

Harry no habló. Prefirió no hacerlo.

– Los padres de lady Olivia se han dado cuenta de que su hija ha desaparecido -dijo Vladimir.

A Harry no le sorprendió. Había pasado más de una hora.

– Que yo sepa, nadie más se ha dado cuenta -continuó Vladimir-. Hay mucho vodka en la sala. No creo que nadie haya detectado que hasta en la limonada hay un poco.

Harry lo miró con dureza.

– ¿Qué?

– ¿No lo sabía?

Sacudió la cabeza. ¿Cuántos vasos se habría tomado? ¡Maldita sea! Creía que tenía la mente despejada, claro que ¿acaso notaría la diferencia? Nunca había estado borracho, ni siquiera mínimamente achispado.

– También se han dado cuenta de que el príncipe se ha ausentado -prosiguió Vladimir-. A sus padres les preocupa que puedan estar juntos.

Harry apretó con fuerza los labios formando una línea recta. La insinuación hizo que le ardiera el pecho, pero éste no era momento para estar celoso.

– Quieren mantener esto en secreto. Ahora mismo están con el embajador.

– ¿Están con él? ¿Ha…?

– Está desempeñando a la perfección el papel de anfitrión preocupado. -Vladimir escupió en el suelo-. Nunca me he fiado de él.

Harry se quedó mirando la saliva del suelo con cierta sorpresa. Era la mayor manifestación de emociones que le había visto exteriorizar. Cuando volvió a levantar la vista, fue evidente que Vladimir había reparado en su perplejidad.

El corpulento ruso lo miró con ojos penetrantes.

– Aborrezco a los hombres que se aprovechan de las mujeres.

Había un gran trasfondo en ese comentario, pero Harry tuvo la prudencia de no preguntar. Asintió una vez en señal de respeto y entonces preguntó:

– ¿Y ahora qué?

– Saben dónde está el príncipe. Ahí es donde entregarán una nota. Tiene instrucciones precisas de no hacer nada y creo que es lo bastante sensato como para hacer lo que le he dicho.

Harry esperaba que fuese cierto. Creía que lo era, pero también que el príncipe Alexei había estado bebiendo.

– Mientras él espera nosotros buscamos.

– ¿Qué tamaño tiene este maldito mausoleo?

Vladimir negó con la cabeza.

– No lo sé con exactitud, pero seguro que tiene más de cuarenta habitaciones, tal vez más. Aunque si yo tuviera que retener a alguien lo llevaría al ala norte.

– ¿Qué hay en el ala norte?

– Está más apartada y las habitaciones son más pequeñas.

– Pero ¿no habrá pensado el embajador que ése es el primer sitio donde buscaremos?

Vladimir fue hasta la puerta.

– Él ni se imagina que alguien pueda estar buscando. Me considera un criado estúpido. -Miró hacia Harry con ojos entornados-. Y no sabe nada de usted. -Puso la mano en el pomo-. ¿Preparado?

Harry sujetó el revólver con más fuerza.

– Usted primero.


Tardó casi media hora y Olivia estaba segura de que se le habían dislocado ambos hombros, pero por fin deslizó los dedos bajo una sección del nudo y pudo deshacerlo parcialmente. Se detuvo a escuchar con atención… ¿eran pasos eso que oía?

Se acostó adoptando la misma posición en la que estaba al irse su captor.

Pero no, nada. No se descorrieron los cerrojos ni la puerta se abrió. Volvió a culebrear hasta que notó de nuevo el nudo en la parte posterior de los tobillos. Sin duda era más pequeño, pero aún le quedaba una ardua tarea por delante. No estaba segura, pero le pareció que era un doble nudo. Bueno, ahora era un nudo y medio. Pero si conseguía deshacer la siguiente sección, estaría…

Seguiría estando atada.

Soltó un largo suspiro. Su cuerpo y sus ánimos se desinflaron. Si había tardado tanto sólo para deshacer una pequeña parte del nudo.

No, se reprochó. Tenía que seguir. Si lograba deshacer las dos secciones siguientes, el resto debería soltarse sacudiendo un poco el cuerpo.

Podía hacerlo. Sí que podía.

Apretó los dientes reanudando la tarea. Tal vez iría más deprisa ahora que sabía lo que tenía que hacer. Sabía cómo mover los dedos, metiendo uno en el enlazamiento del nudo y luego sacudiendo las piernas a un lado y al otro, una y otra vez, intentando aflojarlo.

O tal vez iría más deprisa porque ya no notaba los hombros. La ausencia de dolor seguramente la beneficiaría.

Tiró con el dedo… y movió las piernas… tiró… y movió… y arqueó la espalda… y la estiró… y rodó sobre un lado… y sobre el otro…

Y se cayó de la cama.

Y aterrizó en el suelo con fuerza. Se dio un golpe realmente fuerte. Hizo una mueca de dolor y cuando oyó los clics de los cerrojos al abrirse rezó para que su captor no reparara en que los nudos de los tobillos estaban más flojos.

Pero no hubo ningún clic.

¿Podía no haberla oído? Parecía imposible. Olivia nunca había sido habilidosa; atada de pies y manos se volvía una completa inútil. Porque no hacía falta decir que no había aterrizado con suavidad.

Quizá no hubiese nadie ahí fuera. Había dado por sentado que su captor estaba sentado en una silla al otro lado de la puerta, pero a decir verdad ignoraba por qué había pensado eso. Él seguramente no creía que ella pudiera escapar, y Olivia estaba casi convencida de que esta sección del edificio estaba desierta. Los únicos pasos que había oído habían estado seguidos de la inmediata aparición del hombre de pelo gris.

Esperó en el suelo junto a la cama durante un minuto más por si alguien entraba y luego se arrastró por la madera hasta la puerta para mirar por debajo de ésta. La rendija era de apenas unos milímetros y no pudo ver gran cosa. El pasillo estaba sólo ligeramente más iluminado que la habitación, pero pensó que vería sombras, de haber alguna.

Y no le pareció que hubiera.

De modo que nadie la vigilaba. Era sin duda un dato útil, aunque estando maniatada como estaba, no sabía muy bien de qué serviría. Y la verdad era que tampoco sabía muy bien cómo lograría regresar hasta la cama. Podía intentar encaramarse a ella apoyándose en una de sus patas, pero la mesa donde estaba la tetera seguía bloqueándole la de la cabecera de la cama y…

¡La tetera!

Le recorrió un estallido de excitación y energía, y rodó literalmente boca abajo en sus prisas por llegar hasta la mesa. Desde ahí tenía que clavar hombro, hombro, rodilla, y…

Ya había llegado. ¿Cómo haría ahora para tirar la tetera al suelo? Si pudiera romperla, podría usar un trozo para cortar las cintas de pies y manos.

Logró acercar los pies al cuerpo con gran esfuerzo. Sirviéndose del lateral de la cama para apoyarse, se levantó despacio, los músculos quemándole, hasta que por fin se puso de pie. Se tomó unos segundos para recobrar el aliento y luego retrocedió hasta la pequeña mesa, flexionando las rodillas hasta que las manos quedaron justo a la altura adecuada para agarrar la tetera por el asa.

«Por favor, que no haya nadie ahí fuera. Por favor, que no haya nadie ahí fuera».

Necesitaba tomar impulso. No podía simplemente tirarla al suelo. Repasó el cuarto con la mirada en busca de inspiración. Empezó a dar vueltas.

«Por favor, por favor, por favor».

Giró más y más deprisa, y entonces…

Soltó la tetera, que chocó contra la pared con un fuerte estampido, y Olivia, aterrada al pensar que alguien pudiera abrir de pronto la puerta, regresó a la cama dando saltos y se tumbó boca arriba, aunque ignoraba cómo explicaría el hecho de que la tetera se hubiese hecho añicos al chocar contra la pared.

Pero no entró nadie.

Contuvo el aliento. Empezó a incorporarse. Tocó el suelo con los pies y acto seguido…

Unos pasos, que se dirigían apresurados hacia el cuarto en el que estaba.

«¡Oh, Dios!»

Se oían voces también. En ruso. Hablaban en tono apremiante, irritado.

No le harían daño, ¿verdad? Era demasiado valiosa. El príncipe Alexei tenía que pagar su rescate y…

¿Y si el príncipe se había desentendido del asunto? Había dejado de cortejarla y sabía que ella estaba locamente enamorada de Harry. ¿Y si se había sentido rechazado? ¿Y si sentía deseos de venganza?

Reculó de nuevo sobre la cama y se encogió temerosa en un extremo. Sería fantástico ser valiente, arrostrar lo que sea que viniera con sonrisa indiferente y sacudiendo la melena con descaro, pero ella no era María Antonieta, vestida de blanco para su decapitación, pidiéndole perdón con solemnidad a su verdugo tras pisarle sin querer el pie.

No, ella era Olivia Bevelstoke y no quería morir con dignidad. No quería estar ahí, no quería este espantoso temor atenazándole las entrañas.

Alguien empezó a aporrear la puerta con fuerza, de forma rítmica y brutal.

Olivia empezó a temblar. Se aovilló todo lo que pudo, hundiendo la cabeza entre las rodillas. «Por favor, por favor, por favor», salmodiaba para sus adentros una y otra vez. Pensó en Harry, en su familia, en…

La puerta de madera empezó a astillarse.

Olivia rezó para no perder el control.

Y entonces echaron la puerta abajo.

Ella chilló, el sonido salió de las profundidades de su garganta. Era como si la mordaza estuviese desgarrándole la lengua, como si una ráfaga de aire seco y abrasador emergiese por su tráquea.

Y entonces alguien pronunció su nombre.

El polvo y la falta de luz oscurecían el aire y lo único que Olivia pudo ver fue la enorme sombra de un hombre que avanzaba hacia ella.

– Lady Olivia. -Su voz era ronca y grave. Y tenía acento-. ¿Está usted herida?

Era Vladimir, el criado corpulento y normalmente callado del príncipe Alexei. De repente sólo pudo pensar en la forma en que había estirado y girado el brazo dislocado de Sebastian Grey, y si podía hacer eso, bien podía partirla a ella en dos y… ¡Oh, Señor!

– Deje que le ayude -le dijo.

¿Hablaba inglés? ¿Desde cuándo sabía hablar inglés?

– ¿Lady Olivia? -repitió, su voz grave era un mero gruñido. Sacó un cuchillo y ella se encogió de miedo, pero él se limitó a acercarlo a la parte posterior de la mordaza y la cortó.

Olivia tosió y se atragantó, apenas lo oyó cuando volvió a gritar algo en ruso.

Alguien contestó también en ruso, y oyó unos pasos… corriendo… acercándose… y entonces…

¿Harry?

– ¡Olivia! -gritó él corriendo hacia ella.

Vladimir le dijo algo (en ruso) y Harry contestó con sequedad.

En ruso también.

Ella los miró a los dos atónita. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué Vladimir hablaba en inglés?

«¿Por qué Harry habla en ruso?»

– ¡Olivia! ¡Gracias a Dios! -dijo Harry rodeándole el rostro con las manos -. Dime que no te han hecho daño. Cuéntame qué ha pasado, por favor.

Pero ella no podía moverse, apenas podía pensar. Al oír hablar en ruso a Harry… era como si fuese una persona totalmente distinta. Su voz había sido distinta y también su rostro, boca y músculos moviéndose de un modo completamente distinto.

Dio un respingo cuando él la tocó. ¿Conocía a Harry? ¿De verdad lo conocía? Le había dicho que su padre era un borracho y que lo había criado su abuela… ¿había algo de cierto en eso?

Pero ¿qué es lo que había hecho? ¡Oh, Dios! Había entregado su cuerpo a alguien que no conocía, en quien no podía confiar.

Vladimir le dio algo a Harry, quien asintió y dijo algo más en ruso.

Olivia intentó recular, pero ya estaba junto a la pared. Respiraba con agitación y estaba acorralada, no quería estar aquí con este hombre que no era Harry, y…

– No te muevas -le dijo él, y acto seguido levantó un cuchillo.

Olivia alzó la vista y al ver los destellos del metal acercándose a ella gritó.


Harry no quería volver a oír nunca ese sonido.

– No voy a hacerte daño -le dijo a Olivia procurando parecer lo más calmado y tranquilizador posible. Cortó las cintas anudadas con pulso firme, pero por dentro aún temblaba.

Sabía que la amaba. Sabía que la necesitaba, que sin ella no podría ser feliz. Pero hasta ese momento no había comprendido la amplitud y la profundidad de ese amor, la absoluta certeza de que sin ella no era nada.

Y ese grito, que ella le tuviese miedo… a él. Eso le produjo una angustia que por poco lo ahogó.

Primero le soltó los tobillos y después las muñecas, pero cuando fue a consolarla, ella emitió un sonido casi animal y saltó de la cama. Se movió tan deprisa que él no pudo pararla y debía de tener los pies dormidos, porque cuando los apoyó en el suelo se le doblaron las rodillas y se cayó.

¡Qué horror! Tenía miedo de él. De él. ¿Qué le habían dicho a Olivia? ¿Qué le habían hecho?

– Olivia -dijo entonces con tiento, y alargó el brazo hacia ella con un movimiento suave y lento.

– No me toques -gimoteó ella. Intentó alejarse arrastrando esos pies que no la sostenían.

– Olivia, déjame ayudarte.

Pero era como si ella no le oyese.

– Tenemos que irnos -anunció Vladimir, diciendo las palabras en un ruso ronco.

Harry no se molestó siquiera en mirarlo para insistirle en que le diera un minuto más, las palabras salieron de su boca en ruso sin pensar.

Olivia abrió desmesuradamente los ojos y miró con desesperación hacia la puerta con la clara intención de escapar.

– Tenía que habértelo contado -dijo Harry al comprender de pronto la causa de su pánico-. Mi abuela era rusa. De pequeño sólo me hablaba en ruso. Por eso…

– No hay tiempo para explicaciones -interrumpió Vladimir con voz áspera-. Lady Olivia, debemos irnos ya.

Olivia debió de reaccionar a la autoridad de su voz, porque asintió y con aspecto todavía tembloroso y asustado dejó que Harry le ayudase a ponerse de pie.

– Pronto te lo explicaré todo -le aseguró-. Te lo prometo.

– ¿Cómo me habéis encontrado? -susurró ella.

Salieron apresuradamente de la habitación y Harry miró a Olivia. Sus ojos habían cambiado; se la veía aún conmocionada, pero reconoció en ellos a la Olivia de siempre. Ya no había terror en su mirada.

– Ha hecho usted mucho ruido -contestó Vladimir con el revólver preparado para disparar mientras volvía una esquina-. Posiblemente haya sido una estupidez, pero ha tenido usted suerte. Le ha salido bien la jugada.

Olivia asintió y a continuación le dijo a Harry:

– ¿Por qué habla en inglés?

– Es algo más que un guardaespaldas -contestó él con la esperanza de que eso bastase por ahora. No era el momento adecuado de desentrañar la historia entera.

– Vengan -dijo Vladimir haciéndoles señas para que lo siguieran.

– ¿Quién es? -susurró Olivia.

– Pues la verdad es que no lo sé -contestó Harry.

– Nunca más volverán a verme -soltó Vladimir casi displicente.

Pese a que Harry empezaba a sentir simpatía y respeto hacia él, esperaba fervientemente que fuera verdad. Así de simple. Cuando salieran de aquí, informaría al Departamento de Guerra, se casaría con Olivia, se irían a vivir a Hampshire y tendrían un montón de hijos políglotas, y se sentaría cada día frente a su escritorio sin otra cosa más emocionante que hacer que actualizar su libro de cuentas.

Le gustaba aburrirse. Ansiaba aburrirse.

Aunque, lamentablemente, el aburrimiento no sería la tónica del resto de la velada…

Загрузка...