Capítulo 26

Finalmente, Phillip y Tanya no viajaron a Italia hasta finales de enero, cuando comenzaba el semestre de Molly y Megan en la Universidad de Florencia. En octubre habían encontrado una casa en las afueras de la ciudad, en perfecto estado, amueblada y suficientemente grande para todos. Solo tenían que llegar e instalarse. Phillip, Rupert e Isabelle pasaron la Navidad con Tanya y su familia en Marin. Los pequeños todavía creían en Papá Noel, así que la Navidad volvió a cobrar un aire infantil. Las chicas les ayudaron a preparar las galletitas y la leche para Santa Claus y zanahorias y sal para los renos. En el último momento, Rupert decidió añadir una cerveza.

En Inglaterra, el director del colegio les había permitido cogerse un mes de vacaciones, siempre y cuando se comprometiesen a llevarse un montón de deberes a California y hacerlos. En enero, Jason regresó a la Universidad de Santa Bárbara y las chicas se quedaron todo el mes en casa para preparar su semestre en Italia. Tanya las obligó a que estudiasen un curso elemental de italiano en una academia de idiomas, para que pudieran defenderse un poco al llegar. Ella hizo lo mismo, pero Phillip aseguró que él prefería aprender la lengua en la calle.

Pero la verdadera razón por la que retrasaron el viaje fue porque querían asistir a la entrega de los Globos de Oro. Eran los premios de cine y televisión que concedía la prensa extranjera. No era una garantía absoluta, pero la película que ganaba el Globo de Oro solía hacerse tres meses después con el Oscar.

La película, que en honor a su fallecida esposa había rodado Phillip con el guión de Tanya, se había estrenado a finales de diciembre y estaba nominada al Globo de Oro a la mejor película. Phillip y Tanya querían asistir a la entrega, acompañados por todos sus hijos.

A diferencia de los Oscar, que se celebraban en un teatro, la entrega de los Globos de Oro se organizaba como una gala benéfica y los nominados e invitados se sentaban en mesas de doce personas. Era un acto muy divertido y siempre era emocionante ver quién se hacía con los galardones. Tanto Phillip como Tanya era la primera vez que asistían y para ellos había sido una sorpresa increíble descubrir que la película había sido nominada. Para Phillip suponía el cénit de su carrera. No era lo mismo para Tanya, que, al fin y al cabo, ya había ganado un Osear el año anterior, pero estaba tan entusiasmada como él, y muy emocionada.

El día de la entrega fueron en avión hasta Los Angeles con Rupert, Isabelle, Molly y Megan. Jason iría en coche desde Santa Bárbara y se reuniría allí con ellos. Se alojaban en el hotel Beverly Hills y todos estaban enormemente emocionados. En San Francisco habían comprado vestidos y un esmoquin para Phillip. Tanya se encargó de comprar la ropa de los más pequeños: un traje para Rupert en Brook's Brothers y un vestido de terciopelo negro para Isabelle. La niña estaba encantada y se lo había probado ya mil veces con sus botas de charol Mary Janes traídas desde Inglaterra.

Tanya había pedido dos bungalows, uno para ellos y otro para todos los chicos. Había solicitado específicamente que no le dieran el bungalow 2, pero finalmente Phillip y Tanya tuvieron que alojarse precisamente en ese y los niños en la suite presidencial. Creyeron que se trataba de un error, pero lo cierto fue que el hotel había considerado que el bungalow 2 era demasiado pequeño para los cinco chicos y, para su comodidad, había hecho el cambio con las mejores intenciones. De hecho, era mejor que tuvieran tres habitaciones, para evitar que estuvieran chocando los unos con los otros mientras se vestían, para que Isabelle y Rupert durmieran juntos y para que Jason tuviera una habitación para él solo.

Tanya entró en el bungalow 2 con el corazón encogido. No podía pensar en otra cosa que en la última vez que había estado allí: el día que había descubierto a Gordon con la actriz en la cama y la desagradable escena que se produjo a continuación. Antes de aquello, su relación con Douglas había terminado en la puerta de aquel bungalow y su matrimonio con Peter había empezado a hacer aguas cuando su marido la había visitado precisamente en aquel mismo lugar. Quizá había empezado todo antes, pero Tanya todavía podía acordarse perfectamente de la cara de Peter cuando, tras pasear la mirada por aquel bungalow, vaticinó que después de aquello ella nunca volvería a su vida anterior. Al final, Peter estaba equivocado. Él la había dejado y Tanya, al fin y al cabo, había regresado a casa.

Ahora volvería a marcharse, probablemente para bien. Iba en busca de una nueva vida, una vida que compartiría con Phillip en Italia, y quizá, algún día, en Inglaterra. No habían decidido dónde querían vivir y todavía tenían que comprobar que volaban bien juntos. Desde luego, hasta la fecha y después de dos meses en Inglaterra y tres meses más en Marín, todo iba estupendamente bien. Además, les quedaba un año entero en Italia. La aventura no había hecho más que empezar.

La voluntad de Tanya de evitar el bungalow 2 obedecía a que consideraba que había estado en él con demasiados hombres. En él había escrito tres películas, había llorado la pérdida de Peter, se había alejado de Douglas y había retozado con Gordon durante el tiempo que duró aquella divertida pero breve historia. No quería compartir con Phillip una habitación en la que había estado con tres hombres diferentes.

Al entrar en la habitación se sintió desfallecer. Al instante sintió que la atacaban los fantasmas. Aquel espacio había sido testigo de demasiadas etapas de su vida. Pero el hotel no tenía otra habitación que ofrecerle, así que no había opción.

Phillip se dio cuenta inmediatamente de la expresión del rostro de Tanya. Cuando el botones dejó las maletas en el suelo, vio que Tanya parecía primero nostálgica y seguidamente angustiada.

– ¿Habías estado ya aquí antes? -preguntó echando un vistazo a su alrededor y volviendo después la mirada hacia ella.

Minutos antes estaba muy emocionada con la noche que les esperaba y con las posibilidades de ganar el premio. Deseaba desesperadamente que Phillip se hiciera con el Globo de Oro. Pero ahora, era evidente que no le apetecía estar allí.

– Sí, ya he estado aquí -dijo con voz queda.

No se molestó en mover los muebles para colocarlos tal como a ella le gustaba. En aquella ocasión, no sentía que la habitación le perteneciera. Ya no tenía ningún interés en hacerla suya ni le parecía su hogar.

– Estuve alojada aquí largas temporadas durante un par de años. Aquí escribí mis tres primeras películas.

– ¿Sola? -preguntó él con cautela.

Podía ver las sombras de los fantasmas del pasado en sus ojos.

– Casi siempre. Cuando llegué por primera vez estaba casada. En esta habitación lloré la ruptura de mi matrimonio.

– ¿Y con otros también?

Ella asintió. Nunca le había contado detalles sobre los otros hombres que había habido en su vida. No lo consideraba necesario. Se había limitado a explicarle que había salido con un productor y con un actor, pero que ambas relaciones habían terminado antes de conocerle a él. Phillip sentía de pronto como si la habitación estuviera abarrotada y no hubiera sitio para ellos dos.

– ¿Te molesta que durmamos aquí?

– Es la única habitación que les queda -dijo Tanya encogiéndose de hombros y dándole un beso-. No te preocupes. Lo vivo como capítulos pasados de mi vida, y, además, son capítulos de un libro muy viejo. Ha llegado el momento de dejarlo atrás.

Ya lo había hecho. A lo mejor, incluso le iría bien estar con Phillip en aquella habitación y exorcizar el pasado. Tenían por delante un futuro brillante y ante ellos se extendía una larga carretera. Aquel era el último suspiro de su antigua vida y de los días de desilusión, promesas rotas y sueños perdidos. Con Phillip, ambos se hallaban en el alba de una nueva esperanza.

De pronto, a Tanya le pareció una tontería sentirse alicaída por culpa del bungalow. Decidió que el pasado ya no importaba.

Más tarde, Megan y Molly se vistieron y ayudaron a Isabelle y a Rupert a arreglarse. Jason se puso su esmoquin y los cinco fueron a buscar a sus padres al bungalow 2. A Phillip solo le faltaba calzarse y Tanya estaba casi lista: peinada, maquillada, enjoyada y subida a sus altos tacones. Sus hijas llegaron justo a tiempo para ayudarla a subirse la cremallera del vestido.

– Uau, mamá, estás increíble -dijo Megan con admiración.

Phillip la miró y lanzó un silbido. Tanya llevaba un vestido largo de color rojo, sexy y escotado que realzaba su silueta. Estaba impresionante.

– Vosotros también estáis increíbles -dijo ella admirándoles.

Phillip y Tanya se dieron un beso y se miraron transmitiéndose todo el amor que sentían el uno por el otro. La paz había llegado por fin a la vida de Tanya y todo estaba en su sitio.

Un poco más tarde, los siete subieron a la limusina y al llegar al Beverly Hilton -donde se celebraba la entrega de los Globos de Oro- no tuvieron más remedio que recorrer la alfombra roja. Había cientos de fotógrafos que hacían que tuvieran que detenerse, deslumbrados por sus flashes; un montón de periodistas pronunciaban el nombre de Tanya y le ponían los micrófonos delante de la cara. Igual que en la ceremonia de los Oscar. Para Phillip, era su primera entrega de premios en América y estaba un poco abrumado. Finalmente, consiguieron llegar al final de la alfombra y Tanya se quedó a un lado respondiendo algunas preguntas con una sonrisa y sin saber muy bien qué decir. Después, se reunió con su familia.

– Esto va en serio, ¿no? -comentó Phillip.

Cogieron sus acreditaciones y empezaron a buscar la mesa. Había mucha gente conocida que saludaba a Tanya con grandes muestras de alegría. Todavía tardaron media hora en poder sentarse. La ceremonia arrancó después de otra media hora con la entrega de los premios de la televisión. Mientras tanto, sirvieron la cena.

Los chicos miraban emocionados a su alrededor reconociendo a un sinfín de estrellas famosas. Para los hijos de Tanya, que ya llevaban dos años en aquel ambiente, no era una novedad, así que no estaban tan entusiasmados como Isabelle y Rupert. Para los pequeños, todo era un descubrimiento y no sabían dónde mirar. Tanya ayudó a Isabelle a ponerse la servilleta y a cortar el pollo mientras explicaba disimuladamente a Phillip quiénes eran las personas que iban de mesa en mesa saludando. Le presentó a todos aquellos que se pararon a saludarla, entre ellos Max, que abrazó a Tanya con fuerza y le dijo cuánto la echaba de menos. Iba acompañado de una mujer madura muy atractiva.

Hasta que llegó el momento culminante de la entrega de los premios cinematográficos, el tiempo se les hizo eterno.

Tanya no había sido nominada como mejor guionista pero Phillip sí estaba nominado como productor en la categoría de mejor película. Cuando dieron los nombres de los nominados, Tanya le agarró con fuerza la mano y contuvo la respiración. Como era habitual, ofrecieron un fragmento de cada una de las películas. De la película de Phillip, mostraron la escena en la que la protagonista estaba a punto de morir. El público se quedó clavado en sus asientos, y cuando terminó la proyección se pudo oír un suspiro ahogado en la sala. A continuación, Gwyneth Paltrow cogió el sobre, lo abrió, sonrió, hizo una agónica pausa y pronunció el nombre de Phillip. Al igual que le había ocurrido el año anterior al ganar el Oscar, por un instante, Tanya se sintió totalmente ida. Pero en aquella ocasión reaccionó con más rapidez y miró a Phillip con los ojos abiertos de par en par mientras él era todavía incapaz de creer lo que le estaba pasando. Se levantó tambaleándose, dio un beso a Tanya, otro a cada uno de sus hijos y se dirigió hacia el estrado.

– Me temo que voy a resultar totalmente incoherente -dijo con su estilo marcadamente británico mientras Tanya se enjugaba lágrimas de emoción-. No puedo ni imaginar qué he hecho para merecer algo así. Yo solo hice una película que significaba mucho para mí.

Después, dio las gracias al cámara, a todos los actores, a todo el equipo de producción y a sus hijos. Hizo una pausa y, con la voz casi quebrada, añadió:

– También quiero dar las gracias a la mujer que me sirvió de inspiración para esta película y a quien está dedicada, una persona extraordinaria… mi desaparecida esposa, Laura… Y a la mujer que me ha amado y me ha dado todo su apoyo desde entonces: Tanya Harris. Ella escribió el brillante guión y es ella quien debería estar recogiendo este premio y no yo… Te quiero… Gracias.

Blandió el Globo de Oro en la mano y, secándose las lágrimas de los ojos, bajó rápidamente del estrado con una sonrisa y regresó a la mesa. Todos le recibieron entre abrazos mientras Isabelle y Rupert daban saltos de alegría. Tanya le dio un beso en cuanto se sentó.

– Estoy tan orgullosa de ti… Felicidades -dijo, resplandeciente.

– Esto lo has conseguido tú… no yo -insistió él.

Pero Tanya negó con la cabeza sonriendo.

– No, tú has hecho la película. Tú me convenciste para hacerla. Eres magnífico y ahora ganarás el Oscar -aseguró.

Estaba convencida de ello. Tendrían que regresar de Florencia en abril para la ceremonia de entrega de los Oscar. Phillip estaba pletórico y totalmente abrumado.

Al final de la velada, le rodeó una multitud: los reporteros le acosaban, le hacían entrevistas, fotos, la gente le daba la mano y le felicitaba. Tanya se mantenía a su lado pero en la sombra, completamente orgullosa de él.

Cuando volvieron al hotel, acompañaron a los niños a la habitación. Todos estaban enormemente orgullosos. Jason llevaba a Isabelle dormida en brazos y Rupert parecía un sonámbulo. Le condujeron hasta su cuarto, le desvistieron y le metieron en la cama. Con Isabelle, tuvieron que hacer lo mismo. Los hijos de Tanya volvieron a abrazar a Phillip.

– Felicidades -dijeron al unísono.

Dieron un beso a su madre y Phillip y Tanya llegaron por fin al bungalow, donde ella le sirvió la última copa de champán mientras él caía rendido en el sofá.

– Jamás pensé que ocurriría algo así, ¿sabes? Ya me pareció una locura que me nominaran, pero te aseguro que no creía que ganara esta noche.

Mientras hablaba, se había deshecho el nudo de la corbata y se había quitado los zapatos con una sonrisa maliciosa. Tanya se sentó a su lado, le besó y le recordó que el mérito era suyo, no de los que daban el premio.

– Esta es tu victoria, cariño. Saboréala y disfruta de la noche. Tienes que estar muy orgulloso de ti. Yo lo estoy.

– Yo estoy orgulloso de ti -dijo él-, porque has convertido esta película en lo que es y porque eres una mujer extraordinaria.

Estuvieron media hora más hablando y recordando la velada. Después, se lavaron los dientes, se desvistieron y se metieron en la cama.

Aquella noche hicieron el amor y Tanya no recordó haber estado en aquella misma cama anteriormente. Todo era nuevo para ella. El pasado había desaparecido y habían renacido como personas nuevas en una vida nueva.

Cuando se despertaron por la mañana, pidieron el desayuno y, aunque reconoció al camarero, este no le dijo nada. No sentía que había estado allí antes. El bungalow 2 ya no era ni su hogar ni su habitación, porque ella tampoco era la misma persona que había llegado allí por primera vez para rodar Mantra, ni tampoco la que había vuelto para rodar Gone mientras salía con Douglas. Los días con Gordon eran agua pasada; el actor había seguido con su vida de película y teniendo aventuras con todas las mujeres con las que compartía plató. Peter estaba con Alice. Todos habían iniciado una nueva vida y para Tanya había llegado también la hora de hacerlo.

Ahora, el bungalow 2 tan solo era una habitación de hotel. Habría otra gente que se alojaría en él y que entre sus paredes viviría momentos felices y tristes, desilusiones, como la que ella había vivido con Gordon. Pero también verían que había sueños que se hacían realidad, como le había ocurrido a Tanya con Phillip.

A las doce del mediodía se reunieron con los chicos en la recepción del hotel dispuestos para marcharse. Todos volarían de vuelta a San Francisco excepto Jason. Y dos días más tarde, se marcharían a Florencia. Había empezado una nueva vida.

Phillip estaba de pie junto a Tanya, orgulloso de ella y de todo lo que había hecho con él. Tanya le sonrió y dejó la llave del bungalow 2 sobre el mostrador de recepción. La miró un instante y después se la entregó al responsable del hotel.

– Dejamos el bungalow 2 -dijo.

Había estado en él demasiado tiempo y ya no le causaba ni tristeza ni nostalgia marcharse. Cogió la mano de Phillip y salieron del hotel rodeados de sus hijos. Se despidieron de Jason y subieron a la limusina. Jason se reuniría con ellos durante las vacaciones de primavera en Florencia; el resto de sus hijos se iba con ellos. En algún lugar del mundo, fuera cual fuese, construirían un hogar. Pero de momento, pensó Tanya, sentada junto a Phillip y sonriéndole, decía adiós para siempre al bungalow 2.

Había cumplido su propósito y había sido su hogar durante más tiempo del previsto. Pero ya no lo necesitaba. Ahora su hogar estaba junto a Phillip y sus hijos, en Inglaterra, en Italia o en Marin. Ninguno de los dos sabía a ciencia cierta qué dirección tomaría su vida ni adónde les llevaría. Pero sabían que, siempre que se mantuvieran unidos, cualquier lugar sería bueno. Los paisajes familiares se iban difuminando para dar paso a un nuevo mundo lleno de luz que les abría los brazos. Mientras el coche se alejaba de Los Ángeles, el sol invernal de California, como si fuera una bendición, les iluminó. Para Tanya y Phillip, aquel no era el final, sino el principio de su historia.

Загрузка...