J. R. Ward
Amante Despierto

CAPÍTULO 1

– ¡Maldita sea, Zsadist! No saltes…

La voz de Phury apenas se escuchó por encima del sonido del choque del coche delante de ellos. Y eso no detuvo a su gemelo que salto del Escalade mientras iba a cincuenta millas por hora.

– ¡V, está fuera! ¡Uno ochenta de nosotros!

El hombro de Phury golpeo ruidosamente contra la ventana cuando Vishous derrapó controladamente con el SUV. Los focos delanteros se balancearon y Z giró sobre el asfalto cubierto de nieve como una pelota. Una fracción de segundo más tarde, arrastró su trasero y se levantó sobre sus pies, yendo a la caza del sedán abollado que ahora tenía un pino como ornamento sobre la capota.

Phury vigiló a su gemelo y se quitó el cinturón de seguridad. Los lessers que habían estado persiguiendo por el linde rural de Caldwell podrían haber acabado su jodido paseo según las leyes de la física, pero eso no significaba que estuvieran fuera de servicio. Aquellos bastardos no muertos eran duraderos.

Cuando el Escalade paró, Phury abrió apresuradamente la puerta mientras iba por su Beretta. No sabía cuantos lessers había en el coche o qué tipo de municiones llevaban. Los enemigos de la raza de los vampiros viajaban en grupos y siempre iban armados -¡Santo infierno!- Tres de los asesinos de cabellos claros habían salido y solo se veía al tambaleante conductor.

Las jodidas probabilidades no detuvieron a Z. Era un maniaco suicida, que se dirigió directamente hacia el trío de no muertos con solo una daga negra en su mano.

Phury se movió rápidamente a través de la carretera, escuchando a Vishous correr pesadamente tras él. Pero no eran necesarios.

Mientras las silenciosas ráfagas de aire se arremolinaban y el dulce olor a pino se mezcló con el escape de gas del destrozado coche, Z derrumbó a los tres lessers solo con el cuchillo.

Les cortó los tendones posteriores de las rodillas para que no pudieran correr, les rompió los brazos para que no se pudieran sostener, y los arrastró por el suelo hasta que quedaron alineados como si fueran horribles muñecas.

Le llevó cuatro minutos y medio, incluyendo despojarlos de sus identificaciones. Entonces Zsadist hizo una pausa para tomar aliento. Cuando miró hacia abajo a la grasienta sangre negra derramada que manchaba la blanca nieve, el vapor se elevaba sobre sus hombros, una apacible niebla jugaba con el frío viento.

Phury colocó la Beretta en la pistolera de su cadera y se sintió mareado, como si hubiera comido seis paquetes de bacón grasiento. Frotándose el esternón, miró a su izquierda, la Ruta 22 estaba mortalmente tranquila esta noche y estar a las afueras de Caldwell era adecuado. Los testigos humanos serían improbables. Los ciervos no hablan.

Sabía lo que vendría después. Sabía que era mejor no intentar detenerlo.

Zsadist se arrodilló sobre uno de los lessers, su cara con cicatrices se deformaba por el odio, su destrozado labio superior se torció hacia atrás, sus colmillos largos como los de un tigre. Con el pelo rapado y los huecos bajo sus pómulos, parecía el Grim Reaper [1]; y como la muerte, trabajaba cómodo con el frío. Llevaba solo un jersey de cuello alto y pantalones amplios negros, iba más armado que vestido: la negra pistolera firma de la Hermandad de la Daga Negra cruzada sobre su pecho y dos cuchillos más atados con una correa sobre sus muslos. También lucía un cinturón con dos SIG Sauers.

No es que nunca usara la nueve milímetros. Le gustaba hacerlo personalmente cuando mataba. En realidad, era el único momento en que se acercaba a alguien.

Z agarró al lesser por las solapas de su chaqueta de cuero y golpeo con fuerza el torso del asesino sobre el suelo, obteniendo un estrecho boca a boca.

– ¿Dónde está la mujer? -cuando no obtuvo más respuesta que una malvada sonrisa, Z levanto sin consideración al asesino. El chasquido hizo eco a través de los árboles, un sonido duro como el de una rama que se rompe por la mitad-. ¿Dónde está la mujer?

El asesino se burló sonriendo abiertamente, entonces la rabia de Z se elevó tanto que hizo su propio círculo ártico. El aire alrededor de su cuerpo se cargó magnéticamente y se volvió más frío que la noche. Los copos de nieve no caían a su alrededor, como si se desintegraran con la fuerza de su cólera.

Phury escuchó un sonido estridente y miró sobre su hombro. Vishous estaba encendiendo una bomba casera, los tatuajes en su sien izquierda y la perilla alrededor de su boca destacaban sobre el anaranjado brillo.

Ante el sonido de otra pequeña explosión, V hizo una profunda respiración e hizo rodar sus diamantinos ojos.

– ¿Estás bien, Phury?

No, no lo estaba. La naturaleza salvaje de Z siempre era materia de un cuento de horror, pero últimamente se había hecho tan violento que era duro mirarlo en acción. Un pozo sin fondo, sin alma después de que Bella había sido secuestrada por los lessers.

Y aún no la habían encontrado. Los Hermanos no tenían ni pistas, ni información, nada. Incluso con el duro interrogatorio de Z.

Phury estaba hecho un lío sobre el rapto. No conocía a Bella lo suficiente, pero había sido encantadora, una mujer que funcionaba al más alto nivel dentro de la aristocracia de su raza. Sin embargo para él había sido más que su linaje. Mucho más. Ella había ido más allá del hombre bajo la disciplina de su voto de celibato, removiendo algo profundo. Estaba tan desesperado como Z por encontrarla, pero después de seis semanas, había perdido la fe en que hubiera sobrevivido. Los lessers torturaban a los vampiros para obtener información sobre la Hermandad y como todos los civiles ella sabía poco sobre los Hermanos. Seguramente ahora estaría muerta. Su única esperanza es que no hubiera aguantado días y días infernales antes de ir al Fade.

– ¿Qué hicisteis con la mujer? -gruñó Zsadist al siguiente asesino. Cuando todo lo que le dijo fue un-. Jódete, -Z tomo la Tyson y golpeó al bastardo.

Por qué Zsadist se preocupaba por una mujer civil, nadie en la Hermandad lo podía entender. Lo conocían por su infernal… misoginia, le temían por ello. Por qué Bella le importaba era lo que todos se preguntaban. Sin embargo, nadie, ni Phury, como su gemelo, podía predecir las reacciones del hombre.

Mientras lo ecos del brutal trabajo de Z eran aislados por el bosque, Phury se sintió resquebrajarse por el interrogatorio mientras que el lesser se mantenía firme y no daba ninguna información.

– No se cuanto más podré aguantar esto -dijo en un susurro.

Zsadist era lo único que tenía en la vida, a parte de la misión de proteger a la Hermandad de la raza de los lessers. Cada día Phury se acostaba solo, no dormía en absoluto. La comida le daba poco placer. Las mujeres estaban descartadas debido a su celibato. Y cada segundo estaba preocupado por lo que haría Zsadist y quien sería herido en el proceso. Se sentía como si estuviera muriendo por mil cortes, desangrándose lentamente. Un blanco de todas las crueles intenciones de su gemelo.

V extendió la mano enguantada y apretó la garganta de Phury.

– Mírame, amigo.

Phury lo miró y se encogió. El ojo izquierdo del Hermano, el que tenía los tatuajes a su alrededor, se dilato hasta no verse más que un negro vacío.

– Vishous, no… yo no… -mierda. No tenía por qué enterarse de su futuro ahora mismo. No sabía como manejaría el hecho de que las cosas sólo fueran a empeorar.

– La nieve cae despacio esta noche -dijo V, frotando el pulgar hacia delante y hacia atrás sobre su gruesa vena yugular.

Phury parpadeó cuando le llegó la tranquilidad, su corazón se ralentizó al ritmo del pulgar de su Hermano.

– ¿Qué?

– La nieve… cae muy despacio.

– Sí… sí, lo hace.

– Y hemos tenido mucha nieve este año, ¿verdad?

– Uh…sí.

– Sí… mucha nieve y va a haber más. Esta noche. Mañana. El mes que viene. El próximo año. Las cosas vienen cuando vienen y caen donde caen.

– Así es -dijo Phury suavemente-. No hay nada que lo pare.

– No, a menos que tú seas la toma de tierra -El pulgar se detuvo-. Hermano mío, no te veo como el cable de tierra. No lo detendrás. Nunca.

Una serie de pequeñas explosiones y destellos aparecieron cuando Z apuñaló al lesser en el pecho y los cuerpos se desintegraron. Entonces solo quedó el silbido del radiador del coche destrozado y la pesada respiración de Z.

Como una aparición se levantó del ennegrecido suelo, la sangre de los lessers manchaba su cara y sus antebrazos. Su aura era una brillante neblina de violencia que deformaba el paisaje que tenía detrás, el bosque tras él estaba ondulante y borroso enmarcando su cuerpo.

– Voy al pueblo -dijo él, limpiando su hoja sobre su muslo-. A buscar más.


Antes de que el Sr. O volviera a cazar vampiros, liberó el seguro de su nueve milímetros Smith amp; Wesson y miró en el interior del cañón. El arma necesitaba una limpieza y su Glock también. Tenía otra mierda que quería hacer, pero solo un idiota permitiría que su celo le degradara. Infiernos, los lessers tenían que estar por encima de sus armas. La Hermandad de la Daga Negra no era la clase de objetivo con el que quieres descuidarte.

Caminó a través del cuarto de persuasión, haciendo un pequeño desvío alrededor de la mesa de autopsias que utilizaban para su trabajo. La distribución de la habitación no tenía ningún aislamiento y el suelo estaba sucio, pero como no había ventanas, el viento, en su mayor parte, se mantenía fuera. Había un catre donde dormía. Una ducha. Ningún retrete o cocina porque los lessers no comían. El lugar todavía olía a tablas frescas, por que lo habían construido hacía tan solo un mes y medio.

El único accesorio fijo terminado eran las estanterías que se extendían desde las sucias vigas bajando por toda la pared de cuarenta pies de largo. El instrumental estaba colocado, cuidado y limpio, en varios niveles: cuchillos, tornillos de sujeción, tenazas, martillos. Si había algo que pudiera arrancar un grito de dolor de una garganta, ellos lo tenían.

Pero el lugar no solo era para la tortura; se utilizaba también como almacén. Guarecer a vampiros durante un tiempo era un desafío, por que ellos podían hacer ¡poof… desaparecí!, delante tuyo si eran capaces de estar calmados y concentrarse. El acero les impedía el acto de desaparecer, pero una celda con barras no los abría protegido de la luz del sol y una habitación de acero en el edificio era poco práctica. Funcionaba bastante bien, aunque era un juego de tubos de alcantarilla metálicos colocados verticalmente en el suelo. O tres de ellos, como era el caso.

O tuvo la tentación de ir a las unidades de almacenaje, pero sabía que si lo hacía, no regresaría a la caza y tenía cuotas que cubrir. Siendo el Fore-lesser, segundo en la jerarquía tenía algunos atractivos extras, como el tener acceso a este lugar. Pero si tenía la intención de proteger su privacidad, tenía que tener un desempeño adecuado.

Lo que significaba que tenía que cuidar de sus armas, aun cuando preferiría estar haciendo otras cosas. Apartó de un codazo un botiquín de primeros auxilios, agarró la caja de limpieza de la pistola, y acercó un taburete a la mesa de autopsias.

La única puerta del lugar se abrió de golpe sin ninguna llamada. O miró sobre su hombro, pero cuando vio quien era, se obligó a reducir la expresión de fastidio al mínimo.

El Sr. X no era bienvenido, pero él era el responsable de la Sociedad de los Lessers y no se le podía negar. Solo por razones de auto-conservación.

De pie bajo la luz de la bombilla, el Fore-lesser no era un buen oponente si querías permanecer de una pieza. De seis pies y cuarto, era como un coche: cuadrado y duro. Y como todos los miembros de la Sociedad que hacía tiempo habían pasado la iniciación, era totalmente pálido. Su blanca piel nunca se ruborizaba y no conseguía broncearse. Su pelo era del color de la telaraña. Los ojos de color gris claro como un cielo nublado e igualmente sin brillo y neutros.

Con un paso informal, el Sr. X comenzó a mirar alrededor, no estimando la disposición de los objetos, pero buscando.

– Me han dicho que ha conseguido otro.

O dejó la barra de limpiar el arma y contó las armas que llevaba encima. Un cuchillo para lanzar sobre su muslo derecho. Una Glock en la zona lumbar. Sentía no tener más.

– Lo cogí en el centro de la ciudad hace unos cuarenta y cinco minutos fuera del ZeroSum. Está en uno de los agujeros, cerca de aquí.

– Buen trabajo.

– Pienso salir otra vez. Ahora mismo.

– ¿De verdad? -El Sr. X se paró delante de las estanterías y cogió un cuchillo de caza dentado-. Sabe, he oído algo que es bastante malditamente alarmante.

O siguió su apagado parloteo y colocó la mano sobre su muslo, acercándose más al extremo de la hoja.

– ¿No va a preguntarme qué es? -Dijo el Fore-lesser mientras caminaba sobre las tres unidades de almacenaje del suelo-. Tal vez por que ya sabe el secreto.

O escamoteó el cuchillo en su mano mientras el Sr. X se demoraba sobre las redes metálicas que cubrían lo alto de los tubos de alcantarillado. No daba una mierda por los dos primeros cautivos. El tercero no era asunto suyo.

– ¿Ninguna vacante, Sr. O? -la punta de la bota del Sr. X tamborileaba dando golpecitos contra uno de los juegos de cuerdas que desaparecían debajo de cada uno de los agujeros-. Pensaba que había matado a dos después de que no tenían nada que valiese la pena decir.

– Lo hice.

– Entonces con el civil que cogió esta noche, debería haber un tubo vacío. En cambio, esto está atestado.

– Cogí otro.

– ¿Cuándo?

– Anoche.

– Miente -El Sr. X comenzó a levantar la cubierta de la tercera unidad.

El primer impulso de O fue de levantarse, dar dos largos pasos rápidos y perforar la garganta del Sr. X con el cuchillo. Pero no podría hacerlo ni de lejos. El Fore-lesser tenía el elegante truco de poder congelar a los subordinados en el lugar. Y todo lo que tenía que hacer era mirarte.

Entonces O se quedó quieto, temblando por el esfuerzo de mantener su culo sobre el taburete.

El Sr. X sacó un bolígrafo-linterna de su bolsillo, encendiéndolo y la dirigió hacia el agujero. Cuando un amortiguado chillido salió, sus ojos se abrieron de par en par.

– ¡Jesucristo, realmente es una hembra! Por qué demonios no me lo dijeron.

O despacio se puso de pie, dejando el cuchillo colgar por el muslo, entre los pliegues de su pantalón de carga.

– Es nueva -dijo él.

– Eso no es lo que he oído.

Con pasos rápidos, el Sr. X fue al cuarto de baño y retiró la transparente cortina de plástico. Con una maldición, pateó las botellas de champú y al aceite de bebé que estaban alineados en la esquina. Entonces fue hacia el armario de las municiones y sacó la nevera portátil que estaba oculta tras ellos. La tumbó y la comida cayó de golpe al suelo. Como los lesser no masticaban y tragaban, estaba tan claro como cualquier confesión.

La pálida cara del Sr. X estaba furiosa.

– ¿Ha estado manteniendo a una mascota, verdad?

O consideró negarlo mientras media la distancia entre ellos.

– Es valiosa. La uso en los interrogatorios.

– ¿Cómo?

– A los hombres de la especie no les gusta ver hembras heridas. Es un estímulo.

Los ojos del Sr. X se estrecharon.

– ¿Por qué no me dijo nada?

– Este es mi centro. Usted me lo dio para dirigirlo como quisiera -y cuando encontrara al jodido soplón, le iba a quitar al bastardo la piel a tiras-. Cuido del negocio aquí y usted lo sabe. No debería importarle como trabajo.

– Debería habérmelo dicho -bruscamente, el Sr. X le dijo- ¿Está pensando hacer algo con ese cuchillo en la mano, hijo?

Sí, Papi, en realidad pienso hacerlo

– ¿Soy el responsable aquí o no?

Cuando el Sr. X cambió el peso sobre sus pies, O se preparó para el choque.

Pero el teléfono móvil sonó. El primer toque sonó estruendoso en el tenso ambiente, como un grito. El segundo sonó menos que una intrusión. Y el tercero no era BDF [2].

Mientras su mente se desbarataba, O se dio cuenta de que no estaba pensando claramente. Él era un tipo grande y un luchador malditamente bueno, pero no era contrincante para los trucos del Sr. X. Y si O era herido o moría, ¿Quién cuidaría de su esposa?

– Conteste -le ordenó el Sr. X-. Y ponga el altavoz.

Las noticias eran de otro de los Prime. Tres lessers habían sido eliminados a un lado de la carretera a dos millas de distancia. Su coche había sido encontrado al abrigo del tronco de un árbol y las manchas de las quemaduras de sus desintegraciones habían chamuscado la nieve.

Hijos de puta. La Hermandad de la Daga Negra. Otra vez.

Cuando O finalizo con la llamada, el Sr. X dijo:

– Mire, ¿Quiere luchar contra mí o ir a trabajar? Un camino le llevará a una muerte segura ahora mismo. Es su elección.

– ¿Soy el responsable de este lugar?

– Mientras obtenga lo que necesito.

– He traído a muchos civiles aquí.

– Pero eso no es lo que dicen muchos.

O se acercó y se deslizó sobre la red del tercer agujero, asegurándose de que el Sr. X lo viera siempre. Entonces colocó su bota de combate sobre la cubierta y se encontró con la mirada del Fore-lesser.

– No puedo ayudar si la Hermandad se guarda el secreto de su propia especie.

– Tal vez solo deba concentrarte con un poco más de afán.

No le digas que se joda, pensó O. Jode esta prueba y tu hembra será alimento para los perros.

Mientras O intentaba controlar su temperamento, el Sr. X sonrió.

– Su control sería más admirable si no fuera la única respuesta apropiada. Ahora, sobre lo de esta noche. Los Hermanos irán al choque de aquellos asesinos a los que destruyeron. Vaya cuanto antes a la casa de H y cójalo. Asignaré a alguien al lugar de A y yo mismo cubriré a D.

El Sr. X hizo una pausa en la puerta.

– Sobre esa hembra. Si la usa como instrumento, está bien. Pero si la mantiene por cualquier otra razón, tendremos un problema. Vaya de blando y alimentaré al Omega con usted pedazo por pedazo.

O no se estremeció. Había sobrevivido a las torturas del Omega una vez y calculó que podría volver a hacerlo otra vez. Por su hembra pasaría por lo que fuera.

– Entonces, ¿qué me dice? -le exigió el Fore-lesser.

– Sí, sensei.

Mientras O esperaba a que el Sr. X partiera en su coche, su corazón iba a explotar como una granada. Quería sacar a la mujer y sentirla contra él, pero entonces nunca se iría. Para intentar tranquilizarse a si mismo, rápidamente limpio su S amp;W y se armó. Esto la verdad no lo ayudó, pero al menos sus manos habían dejado de temblar por un tiempo mientras lo hacía.

De camino hacia la puerta recogió las llaves de su camión y conectó el detector de movimiento del tercer agujero. El apoyo tecnológico era un verdadero salva-culos. Si el láser infrarrojo se estropeaba, el arma triangular del sistema se dispararía y cualquier curioso atrapado contaría con un serio caso de filtraciones.

O vaciló antes de salir. Dios, quería abrazarla. Pensar en perder a su mujer, incluso hipotéticamente, lo volvía loco. Aquella hembra vampira… era su razón para vivir ahora. No la Sociedad. Ni el asesinato.

– Me voy, esposa, sé buena -el esperó-. Volveré pronto y te lavaré -cuando no hubo ninguna respuesta, dijo- ¿Esposa?

O trago compulsivamente. Si bien se dijo así mismo que debía ser un hombre, no podía obligarse a salir sin oír su voz.

– No me envíes sin un adiós.

Silencio.

El dolor penetró en su corazón, haciendo que el amor que sentía subiera vertiginosamente. Suspiró, el delicioso peso de la desesperación se apodero de su pecho. Había pensado que sabía lo que era el amor antes de haberse hecho un lesser. Había pensado que Jennifer, la mujer a la que había jodido y por la que había luchado tantos años, había sido especial. Pero había sido un idiota muy ingenuo. Ahora sabía qué era realmente la pasión. Su mujer cautiva era el dolor que lo quemaba y que lo hacía parecer un hombre otra vez. Ella era el alma que substituía a la que le había entregado al Omega. Por ella vivía, aunque fuera un no muerto.

– Regresaré en cuanto pueda, esposa.


Bella se encorvó dentro del agujero cuando oyó que se cerraba la puerta. El hecho de que el lesser se fuera intranquilo por que no le había contestado la complacía. Ahora la locura era completa ¿verdad?

Era gracioso que esta locura fuese la muerte que la esperaba. Desde el momento en el que había despertado en el tubo hacía muchas semanas, había asumido que su muerte iba a ser convencional, del tipo de cuerpo destrozado. Pero no, lo suyo era la muerte en sí misma. Mientras su cuerpo subsistía en una salud relativa, su interior no viviría mucho.

La psicosis se había tomado su tiempo para atraparla, y como una enfermedad del cuerpo, había tenido sus etapas. Al principio se había sentido demasiado petrificada como para pensar en algo que no fuera la tortura que sentiría. Pero entonces los días pasaron y nada sucedió. Sí, el lesser la golpeaba y sus ojos sobre su cuerpo la repugnaban, pero no le hacía lo que les hacía a los otros de su raza. Tampoco la había violado.

En respuesta, sus pensamientos gradualmente habían ido cambiando, su espíritu se reanimó mientras mantuvo la esperanza de que la rescatasen. Ese periodo del fénix había sido el más largo. Una semana entera, tal vez, aunque era difícil medir el pasó de los días.

Pero entonces había comenzado el irreversible deslizamiento y lo que la había absorbido era el lesser en sí mismo. Le había costado tiempo comprenderlo, pero tenía un extraño poder sobre su captor y después de que pasara algún tiempo, había comenzado a usarlo. Al principio lo empujó para probar los límites. Más tarde comenzó a atormentarlo sin otra razón más que el odio y el deseo de herirlo.

Por alguna razón el lesser que la había cogido… la amaba. Con todo su corazón. A veces le gritaba y realmente la aterrorizaba cuando él tenía alguno de sus caprichos, pero mientras más dura era con él, mejor la trataba. Cuando ella ponía los ojos en él, este entraba en una crisis de ansiedad. Cuando le traía regalos y los rechazaba, lloraba. Con creciente fervor, se preocupaba por ella, le mendigaba su atención, se acomodaba contra ella y cuando lo dejaba fuera, él se derrumbaba.

Jugar con sus emociones era todo su mundo, lo odiaba y la crueldad que la alimentaba, la estaba matando. Una vez había sido un ser vivo, una hija, una hermana… un alguien… Ahora se endurecía, poniéndose como el hormigón en medio de su pesadilla. Embalsamada.

Querida Virgen del Fade, sabía que él nunca la dejaría marchar. Y segura de que si la mataba abiertamente, él tomaría su futuro. Todo lo que tenía ahora era solo este espantoso, infinito presente. Con él.

El pánico, una emoción que no había tenido durante un tiempo, se había elevado en su pecho.

Desesperada por volver al entumecimiento, se concentró en lo frío que estaba el suelo. El lesser la había mantenido vestida con la su propia ropa, que había sacado de sus cajones y armarios y estaba abrigada por un largo Johns de lana, calientes calcetines y botas. Pero, incluso con todo, el frío era implacable, moviéndose entre las capas, metiéndosele en los huesos, convirtiendo su tuétano en aguanieve helada.

Sus pensamientos se trasladaron hacia su granja, dónde había vivido durante un periodo tan corto de tiempo. Recordó el alegre fuego que había hecho en el hogar en la sala de estar y la felicidad que había sentido al estar sola… Eran malas visiones, malos recuerdos. Le hacían recordar su antigua vida, su madre… su hermano.

Dios, Rehvenge. Rehv la había vuelto loca con todo su comportamiento dominante, pero había tenido razón. Si se hubiera quedado con su familia, nunca habría conocido a Mary, la humana que vivía al lado. Y nunca habría cruzado el prado entre sus casa aquella noche para asegurarse de que estaba bien. Y nunca habría tenido que correr por el lesser… nunca habría terminado muerta y respirando.

Se preguntó cuanto tiempo la habría buscado su hermano. ¿Se habría rendido ya? Probablemente. Ni siquiera Rehv podría continuar durante tanto tiempo sin esperanza.

Apostaba que la había buscado, pero por una parte se alegraba de que no la hubiese encontrado. Aunque era un hombre sumamente agresivo, era civilizado y se sentiría responsable de que lo hirieran si él venía a rescatarla. Aquellos lessers eran fuertes. Crueles y poderosos. No, para que regresara necesitaría a alguien igual de monstruoso que el que la retenía.

Una imagen de Zsadist le vino a la mente, clara como una fotografía. Vio sus oscuros ojos salvajes. La cicatriz que atravesaba su cara y le deformaba el labio superior. El esclavo de sangre con tatuajes en la garganta y en las muñecas. Recordó las señales de los azotes sobre su espalda. Y los piercings que colgaban de sus pezones. Y los músculos, también el delgado cuerpo.

Pensó en su cruel voluntad, inflexibilidad y todo el odio totalmente volátil. Era aterrador, un horror de la especie. Arruinado, no, roto, en las palabras de su gemelo. Pero eso era lo que lo habría hecho un buen salvador. El único rival para el lesser que se la había llevado. Ese tipo de brutalidad de Zsadist era probablemente la única cosa que podría sacarla de ahí, aunque tenía mejor criterio que pensar que alguna vez intentaría encontrarla. Ella era solo una civil con la que se había encontrado un par de veces.

Y la segunda vez, él le había hecho jurar que nunca se le volvería a acercar.

El miedo la rodeaba e intentó refrenar la emoción diciéndose que Rehvenge todavía la buscaba. Y apelaría a la Hermandad si encontraba alguna pista de dónde estaba. Entonces tal vez Zsadist vendría por ella, por que sería necesario, como parte de su trabajo.

– ¿Hola? ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? -la inestable voz masculina sonaba como amortiguada, un tono metálico.

Era el cautivo más nuevo, pensó. Ellos al principio siempre intentaban reaccionar

Bella se aclaró la garganta.

– Estoy… aquí.

Hubo una pausa.

– Oh, Dios mío… ¿Eres la mujer que se llevaron? ¿Eres Bella?

Escuchar su nombre fue un shock. Infiernos, el lesser la llamaba su esposa desde hacía tiempo, casi se había olvidado que había sido algo más.

– Sí… si, soy yo.

– Todavía estas viva.

Bien, su corazón todavía latía, de todos modos.

– ¿Te conozco? – y… yo fui a tu entierro. Con mis padres, Ralstam y Jilling.

Bella comenzó a temblar. Su madre y su hermano… la habían puesto a descansar. Su madre era profundamente religiosa, gran creyente de las Viejas Tradiciones. Una vez que se convenció que su hija estaba muerta, habría insistido en la ceremonia apropiada para que Bella pudiera entrar en el Fade.

Oh… Dios. Pensar que ellos se habían rendido y saberlo eran dos cosas diferentes. Nadie vendría por ella. Nunca.

Escuchó algo extraño. Y comprendió que sollozaba.

– Me escaparé -dijo el hombre con fuerza -. Te llevaré conmigo.

Bella permitió a sus rodillas se rindiesen y se deslizó hacia abajo por la pared acanalada del tubo hasta que quedó alojada en el fondo. Ahora estaba realmente muerta ¿verdad? Muerta y bien muerta.

Qué horriblemente adecuado que ella estuviera atrapada en la tierra.

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