Zsadist arrastró su cabeza a un lado y miró el reloj. Diez de la mañana. Diez… las diez. ¿Cuántas horas? Dieciséis…
Cerró los ojos, tan agotado que apenas podía respirar. Estaba tumbado de espaldas, las piernas extendidas hacia fuera, los brazos estirados en cualquier parte. Había estado en aquella posición desde que había rodado fuera de Bella tal vez hacía una hora.
Parecía que había pasado un año desde que había vuelto al cuarto la noche anterior. Su cuello y muñecas ardían del número de veces que ella se había alimentado de él, y la cosa entre sus piernas estaba dolorida. El aire alrededor de ellos estaba saturado con el olor de la unión, y las sábanas estaban mojadas con una combinación de su sangre y otra cosa que ella había necesitado de él.
Él no habría cambiado un momento de ello.
Mientras cerraba los ojos, se preguntaba si podría dormir ahora. Había estado privado de comida y sangre, tan hambriento que ni siquiera su inclinación por mantenerse sobre el borde podría anular las necesidades. Pero no podía moverse.
Cuando sintió una mano acariciando sobre su vientre, despegó los parpados para mirar a Bella. Las hormonas se elevaban en ella otra vez, y la respuesta que ella requería de él contestaba, el eso endureciéndose una vez más.
Zsadist luchó para darse la vuelta así podría ir donde necesitaba estar, pero estaba demasiado débil. Bella se movió contra él y él trató de levantarse otra vez, pero su cabeza pesaba mil libras.
Extendiendo la mano, él agarró su brazo y la tiró encima de él. Mientras sus muslos se separaban sobre las caderas de él, ella lo miró asombrada y empezó a gatear para bajarse.
– Está bien -graznó. Limpió la garganta, pero no ayudó con toda la grava-. Sé que eres tú.
Sus labios bajaron sobre los suyos y él la besó a su vez aun cuando no pudiera levantar sus brazos para sostenérsela. Dios, como le gustaba besarla. Amaba sentir su boca contra la suya, amaba tenerla cerca de su cara, amaba respirarla en sus pulmones, ¿la… amaba? ¿Era eso lo que había pasado esa noche? ¿Había caído?
El olor de la vinculación que estaba por todas partes de ambos le dio la respuesta. Y la comprensión debió haberlo conmocionado, pero estaba demasiado cansado para molestarse en luchar contra ello.
Bella se alzó y deslizó eso dentro de ella. Tan golpeado como estaba, él gimió en éxtasis. La sensación de ella era algo de lo que no podía tener bastante, y sabía que no era debido a su necesidad.
Ella lo montó, plantando sus manos sobre sus pectorales y encontrando un ritmo con sus caderas porque él no podía empujar más. Él sentía crecer otra explosión, sobre todo mientras miraba el balanceo de pechos.
– Eres tan hermosa. -dijo con voz ronca.
Ella hizo una pausa para inclinarse y besarlo otra vez, su pelo negro cayendo alrededor de él, un refugio apacible. Cuando ella se enderezó, él se maravilló con la vista. Ella estaba brillando con la salud y vitalidad de todo lo que él le había dado, una hembra resplandeciente a quien él…
Amaba. Sí, amaba.
Era el pensamiento que se disparó por su cerebro mientras él se corría dentro de ella otra vez.
Bella se derrumbó encima de él, exhaló con un estremecimiento, y de repente la necesidad terminó. La energía de la hembra fue a la deriva por el cuarto, la tormenta había pasado. Suspirando de alivio, se apartó de él, separando su sexo magnífico de su cosa. Mientras eso se dejó caer pesadamente sin vida sobre su vientre, sintió el frío del cuarto sobre su carne, tan poco atrayente comparado con el calor de ella.
– ¿Estás bien? -preguntó.
– Sí… -susurró ella, poniéndose de lado, casi dormida-. Sí, Zsadist… sí.
Ella iba a necesitar comida, pensó. El necesitaba ir a conseguirle comida.
Juntando su voluntad, tomó un aliento, y otro y otro… y finalmente forzó a su cuerpo a salir de la cama. Su cabeza se balanceó salvajemente, los muebles, el suelo y las paredes se movían, cambiando de sitio, hasta que no estuvo seguro de si estaba en el techo o no.
El vértigo empeoró cuando sacó las piernas del colchón, y cuando estuvo de pie su equilibrio lo abandonó completamente. Se cayó contra la pared, golpeándose contra ella, tuvo que sostenerse agarrándose a las cortinas.
Cuando estuvo listo, se soltó y se inclinó hacia ella. Levantarla en sus brazos era una lucha, pero su necesidad de cuidarla era más fuerte que el agotamiento. La llevó a la plataforma y la tumbó, luego la cubrió con el edredón que hacía mucho habían empujado al piso. Él se estaba dando la vuelta cuando ella lo tomó del brazo.
– Tienes que alimentarte -dijo ella, tratando de atraerlo mas cerca-. Ven a mi garganta.
Dios, estaba tentado.
– Volveré -dijo él, tropezando con sus pies. Se tambaleó hasta el armario y se puso un par de boxers. Entonces despojó la cama de las sábanas y almohadas y se marchó.
Phury abrió los ojos y comprendió que no podía respirar.
Lo cual tenía sentido, supuso. Su cara estaba aplastada por un montón de mantas. Movió la boca y libero la nariz del embotellamiento y trató de enfocar los ojos. La primera cosa que vio, aproximadamente a seis pulgadas de su cabeza, fue un cenicero lleno de muertos cigarros rotos. En el suelo.
¿Qué diablos? Oh… Estaba colgando al borde del colchón.
Cuando oyó un gemido, se empujó hacia arriba, giró la cabeza y se vio cara a cara con uno de los pies de Vishous. Más allá de la talla catorce estaba el muslo de Butch.
Phury tuvo que reírse, y esto atrajo la mirada fija atontada del poli desde una almohada. El humano se revisó a si mismo y luego a Phury. Parpadeó dos o tres veces, como si esperaba despertarse de verdad.
– Oh, amigo -dijo con más grava que voz. Entonces echó un vistazo a Vishous, que estaba desmayado cerca de él-. Oh, amigo, esto es demasiado extraño.
– Supéralo, poli. No eres atractivo.
– Justamente. -Él se restregó la cara-. Pero eso no quiere decir que esté del todo dentro en despertar con dos hombres.
– V te dijo que no volvieras.
– Cierto. Fue una mala elección.
Hablar sobre una larga noche. Finalmente, cuando incluso la sensación de la ropa contra su piel había sido demasiado, habían perdido cualquier pretensión de modestia. Había sido una cuestión de aguantar la necesidad: encendiendo un cigarrillo rojo tras cigarrillo rojo, bebiendo whisky escocés o vodka, resbalando en el cuarto de baño solo para aliviarse en privado.
– ¿Así que ha terminado? -Preguntó Butch-. Dime que ha terminado.
Phury salió de la cama.
– Si, eso creo.
Recogió una sábana y se la lanzó a Butch, quien se cubrió a si mismo y a Vishous. V ni siquiera se movió. Estaba durmiendo como un muerto sobre su estómago, sus ojos cerrados fuertemente, un suave ronquido salía de su boca.
El poli maldijo y reacomodó su cuerpo, colocando una almohada contra la cabecera y apoyándose. Se frotó el pelo hasta que lo tuvo de punta y bostezó tan fuerte que Phury oyó el crujido de la mandíbula del tipo.
– Maldición, vampiro, nunca pensé que yo diría esto, pero no tengo absolutamente ningún interés por él sexo. Gracias a Dios.
Phury se puso un par de pantalones de entrenamiento.
– ¿Quieres comida? Voy a hacer una excursión a la cocina.
Los ojos de Butch se abrieron de felicidad.
– ¿Vas a traerla hasta aquí? Esto es, ¿no tengo que moverme?
– Me lo deberás, pero si, estoy dispuesto a repartir.
– Eres un dios.
Phury se puso una camiseta.
– ¿Qué quieres?
– Lo que sea que haya en la cocina. Infierno, se realmente útil y arrastra el refrigerador aquí arriba. Estoy muerto de hambre.
Phury bajó las escaleras hasta la cocina y estaba a punto de empezar a buscar cuando oyó sonidos que salían de la lavandería. Se acercó y empujó la puerta abierta.
Zsadist estaba metiendo sábanas en la lavadora.
Y Virgen querida del Fade, él parecía venir del infierno. Su estómago era un agujero contraído; sus caderas se destacaban contra su piel como postes de una tienda; su caja torácica se parecía a un campo de arado. Él debía haber perdido diez, quince libras de la noche a la mañana. Y, infierno santo, su cuello y muñecas estaban masticadas y en carne viva. Pero… él olía a hermosas especias oscuras, y había una paz sobre él, tan profunda e improbable que Phury se preguntó si sus sentidos le estaban jugando una mala pasada.
– ¿Hermano? -dijo.
Z no alzó la vista.
– ¿Sabes como manejar esta cosa?
– Ah, sí. Pon un poco de aquella materia en la caja y mueve aquel disco por aquí, déjame ayudar.
Z terminó de llenar el tambor de la lavadora y luego se alejó, sus ojos todavía fijos en el suelo. Cuando la máquina estaba llenándose de agua, Z murmuró gracias y se dirigió a la cocina.
Phury le siguió, su corazón en la garganta. Quería preguntar si todo estaba bien, y no solamente con Bella.
Trataba de escoger sus palabras con cuidado mientras Z cogía pavo asado del refrigerador, arrancaba un muslo y lo mordía. Masticó desesperadamente, limpiando la carne del hueso tan rápido como podía, y en el momento en que lo hizo arrancó el otro muslo e hizo lo mismo.
Jesús… su hermano nunca tomaba carne. Sin embargo, él nunca había pasado por una noche como la pasada antes. Ninguno de ellos lo había hecho.
Z podía sentir los ojos de Phury sobre él, y habría dejado de comer si hubiera podido. Odiaba que la gente lo mirara, especialmente cuando masticaba algo, pero simplemente no podía conseguir alimento lo bastante rápido.
Le observó cebarse a empujones en su cara mientras sacaba un cuchillo y un plato y comenzaba a cortar finos filetes de pechuga de pavo. Procuró tomar las mejores partes de la carne para Bella. Los trozos raros, las esquinas y la parte cerca del corazón, se las comió él mismo, como si no fueran tan buenas.
¿Qué más necesitaría ella? Quería que comiera cosas calóricas. Y la bebida… debería llevarle algo para beber. Volvió al refrigerador y comenzó a hacer un montón con los restos para revisarlos. Escogería con cuidado, llevándole solo lo que era digno de su lengua.
– ¿Zsadist?
Dios, había olvidado que Phury todavía estaba caminando sin rumbo alrededor.
– Sí -dijo mientras abría un tazón de Tupperware.
El puré de dentro parecía bueno, aunque realmente hubiera preferido llevarle algo que él hubiera hecho. No es que él supiera como hacer eso. Cristo, él no podía leer, no podía utilizar una maldita lavadora, no podía cocinar.
Tenía que dejarla irse así podría encontrar un macho que tuviera medio cerebro.
– No quiero curiosear -dijo Phury.
– Sí, lo haces. -Tomó una barra del pan de levadura casero de Fritz del armario y la apretó entre sus dedos. Era suave, pero lo olió de todos modos. Bueno, era bastante fresco para ella.
– ¿Está ella bien? ¿Estás… tú?
– Estamos bien. ¿Cómo fue? -Phury tosió un poco-. Quiero decir, quiero saber, no porque sea Bella. Es solo… he oído muchos rumores y no sé que creer.
Z tomó un poco del puré de patatas y lo puso sobre el plato con el pavo; entonces tomó con la cuchara un poco de arroz salvaje y lo cubrió con una buena cantidad de salsa. Lanzó la pesada carga al microondas, contento de que fuera una máquina que sabía manejar.
Mientras miraba al alimento dar vueltas, pensó en la pregunta de su gemelo y recordó la sensación de Bella levantándose sobre sus caderas. Aquella conexión, de las docenas que habían tenido durante la noche, era la que más sobresalía. Ella había estado tan encantadora encima de él, sobre todo cuando lo había besado…
Durante todo el tiempo de la necesidad, pero sobre todo, durante aquella unión particular, ella había mantenido lejos al pasado, amarrándole, marcándole con algo bueno. Atesoraría aquel calor que ella le había dado por el resto de sus días.
El microondas sonó y se dio cuenta que Phury todavía esperaba una respuesta.
Z puso la comida sobre una bandeja y agarró algunos servicios de plata así él podría alimentarla correctamente.
Mientras se daba la vuelta y se dirigía a la habitación, murmuró.
– Ella es la más hermosa, tanto que no tengo palabras. -Levantó sus ojos hacia Phury-. Y anoche fui bendecido inmensamente al servirla.
Por alguna razón, el hermano retrocedió por el choque y extendió la mano.
– Zsadist, tu…
– Tengo que llevar alimento a mi nalla. Te veré más tarde.
– ¿Espera! ¡Zsadist! Tus…
Z solamente sacudió la cabeza y salió.