CAPÍTULO 48

La tarde siguiente Zsadist se colocó un par de pantalones de cuero. Estaba tieso, pero se sentía increíblemente fuerte, sabia que era la sangre de Bella que todavía lo alimentaba, dándole poder, convirtiéndolo en un hombre sano.

Limpió su garganta cuando abrochó el botón, tratando de no llorar por ella como un marica.

– Gracias por traérmelos, policía.

Butch saludó con la cabeza.

– No hay problema. ¿Estas tratando de ir a casa? Porque puedo llevarte en la Escalade.

Z dio un tirón sobre su cabeza, a su cuello de cisne negro; empujando sus pies dentro de las botas, se paró.

– ¿Z? ¿Z, tío?

Revisó al policía. Parpadeó algunas veces.

– ¿Lo siento, qué?

– ¿Quieres irte conmigo?

Z enfocó la mirada en Butch por primera vez aunque el macho había entrado en el cuarto hacía diez minutos. Estuvo a punto de contestar la pregunta del humano cuando sus instintos se encendieron. Golpearon su cabeza, olió un poco. Contemplo al hombre. Que joder…?

– Policía, ¿dónde has estado desde la última vez que te vi?

– En ninguna parte.

– Hueles diferente.

Butch se sonrojó.

– Nueva loción para después de afeitar.

– No. No, eso no es…

– ¿Entonces quieres irte de paseo conmigo? -Los ojos avellana de Butch se endurecieron, no le iba a dar una sola pulgada de ventaja sobre la cuestión.

Z se encogió de hombros.

– Bien, sí. Y ve por Phury. Ambos iremos contigo.

Quince minutos más tarde partían de la clínica. En el camino a la casa grande Z estaba sentado atrás en el Escalade y contemplaba el paisaje de invierno. Nevaba otra vez, los copos rayaban horizontalmente cuando la SUV se apresuró por la Ruta 22. Podía oír, en los asientos delanteros, a Phury y la conversación en tonos bajos de Butch, pero parecían lejanos, muy lejanos. Realmente, todo el camino se sintió… desenfocado, fuera de contexto…

– Hogar dulce hogar, señores -dijo Butch cuando entraron al patio del complejo.

Jesús. ¿Ya habían llegado?

Los tres se dirigieron a la mansión, la nieve fresca chillaba bajo sus botas. Tan pronto como estuvieron en el vestíbulo las hembras de la casa corrieron hacia ellos. O mejor dicho, hacia Phury. Mary y Beth lanzaron sus brazos alrededor del Hermano, sus voces fueron un encantador coro de bienvenida.

Cuando Phury envolvió a las hembras en sus brazos, Z retrocedió a las sombras. Miró discretamente, preguntándose que sentiría al estar en aquel nudo de miembros, deseando que también hubiera una bienvenida a casa para él.

Hubo una pausa incómoda, tanto Mary como Beth lanzaron un vistazo sobre el brazo de Phury. Las hembras rápidamente miraron hacia lo lejos, evitando sus ojos.

– Bien, Wrath está arriba -dijo Beth-, esperándolos con los Hermanos.

– ¿Alguna palabra sobre Tohr? -preguntó Phury.

– No, y esto está matándolos. A John, también.

– Iré ver al niño más tarde.

Mary y Beth dieron a Phury un apretón final, entonces él y Butch se dirigieron hacia la escalera. Z los siguió.

– ¿Zsadist? -

Hecho un vistazo sobre su hombro hacia la voz de Beth. Ella estaba tensa de pie con los brazos sobre su pecho, y Mary a su lado, de forma similar.

– Nos alegramos que hayas vuelto -dijo la reina.

Z frunció el ceño, sabiendo que no podía ser cierto. No se imaginó que les gustara tenerlo alrededor.

Mary habló.

– Encendí una vela por ti. Recé para que vinieras a casa sin peligro.

¿Una vela… encendida para él? ¿Sólo para él? Cuando la sangre golpeó su cara, se sintió patético al darse cuenta lo que significaba para él tanta bondad.

– Gracias. -Él se inclino ante ellas y luego se precipitó hacia arriba, seguro que tenia el color de un rubí. Dios…Tal vez mejoraría en la cosa de las relaciones. Algún día.

Excepto que cuando entró al estudio de Wrath y sintió los ojos de sus Hermanos por todas partes, pensó, Tal vez no. Él no podía soportar el escrutinio; era demasiado cuando era tan crudo. Cuando sus manos comenzaron a temblar, las empujó en sus bolsillos y fue a su esquina habitual, lejos de los demás.

– No quiero que nadie salga esta noche y luche-anunció Wrath-. Ahora mismo tenemos demasiado en nuestras cabezas para ser eficaces. Y quiero que estén en la casa a las cuatro de la mañana. Tan pronto como el sol se eleve estaremos todo el día de luto por Wellsie, quiero que se alimenten antes de que empecemos eso. En cuanto a la ceremonia para Desvanecerse, no podremos realizarla sin Tohr, entonces la pospondremos.

– No puedo creer que nadie sepa donde ha ido -dijo Phury.

Vishous hizo girar su mano.

– Voy a su casa cada noche, y todavía no hay ninguna señal de él. Su doggen no lo ha visto o ha tenido noticias de él. Dejó sus dagas. Sus armas. Su ropa. Los coches. Podría estar en cualquier parte.

– ¿Y el adiestramiento? -Preguntó Phury-. ¿Lo mantenemos?

Wrath sacudió su cabeza.

– Me gustaría, pero maldición, estamos faltos de personal, y no quiero abusar. Sobre todo porque necesitas tiempo para recuperarte.

– Puedo ayudar -interpuso Z.

Todas las cabezas voltearon en su dirección. La incredulidad en sus caras habría sido motivo de burla si no los hubiera afectado tanto como lo hizo.

Él limpió su garganta.

– Quiero decir, Phury sería responsable, y tendría que dar la mierda de clase porque no puedo leer. Pero soy bueno con un cuchillo, saben. Puños, también. Armas. Explosivos. Yo podría ayudar con la formación física y la parte de las armas. -Cuando no hubo ninguna respuesta, miró hacia abajo-. Sí, o tal vez no. Este bien. Lo que sea.

El silencio que siguió le pico como el infierno. Moviendo sus piernas de un lado a otro. Observando la puerta.

Jódanme, pensó. Debería haber mantenido la boca cerrada.

– Pienso que sería grandioso -dijo Wrath despacio-. ¿Pero estás seguro que podrás?

Z se encogió de hombros.

– Podría intentarlo.

Otra vez una calma incómoda.

– Bien… así sea. Y gracias por contribuir.

– Seguro. No hay ningún problema.

Cuando media hora mas tarde terminaron, Z fue el primero en abandonar el estudio, no quiso hablar con sus Hermanos sobre lo que había ofrecido hacer o como se sentía. Sabía que ellos sentían curiosidad, probablemente buscaban signos de lo que lo había redimido o alguna mierda.

Volvió a su cuarto para armarse. Tenía por delante una tarea difícil, una tarea larga, difícil, y quería terminarla pronto.

Excepto que cuando fue al gabinete de armas dentro del armario, sus ojos se volvieron al traje de satén negro que Bella tan a menudo había llevado puesto. Hacía días, él lo había lanzado en la basura del cuarto de baño, pero obviamente Fritz lo había recogido y lo había colgado. Z avanzó y tocó el vestido, luego lo tomó del gancho, lo cubrió con su brazo, y acarició la tela lisa. Lo atrajo a su nariz y respiró profundamente, sintiendo tanto su aroma como el olor del lazo que compartían.

Estuvo a punto de tirarlo cuando vio que algo caía al suelo junto a sus pies. Se inclino, era el pequeño collar de Bella, lo había dejado.

Toco la frágil cadena por un rato, sólo mirando los diamantes centellear; entonces se lo puso y retiro sus armas. Cuando retrocedió al dormitorio pensando en dejarlo, sus ojos se posaron en el cráneo de La Mistress que estaba al lado de la cama.

Cruzando el cuarto, se arrodilló frente al rostro y miró fijamente en las cuencas de los ojos.

Un momento después fue al cuarto de baño, agarró una toalla, y se dirigió hacia el cráneo. Cubriéndolo con la toalla, lo recogió y se movió rápido, corriendo ligeramente bajó al pasillo de estatuas. Tomó la magnífica escalera a la primera planta, que conectaba directamente al comedor y a la despensa del mayordomo, luego cruzó la cocina.

La escalera del sótano estaba en la parte de atrás, no encendió la luz cuando la bajo. Cuando descendió, el sonido rugiente del horno de carbón pasado de moda de la mansión se hizo más fuerte.

Al acercarse a la gran bestia de hierro sintió su calor, como si estuviera viva y febril. Se inclinó y miró la pequeña ventana de cristal. Las llamas naranja lamían y roían el carbón que le habían dado, siempre hambriento de más alimento, tiró del pestillo, abrió la puerta sintiendo una ráfaga de calor en la cara. Sin vacilar sacudió el cráneo junto con la toalla.

No esperó, ni lo miró quemarse; girando, subió las escaleras.

Cuando llegó al vestíbulo hizo una pausa, luego fue al primer piso. En lo alto de la escalera tomó el camino de la derecha, siguió por el pasillo y llamó a una de las puertas.

Rhage abrió la puerta, con una toalla alrededor de su cintura. Parecía sorprendido de ver quién era.

– Hey, mi hermano.

– ¿Puedo hablar con Mary un minuto?

Hollywood frunció el ceño, pero dijo sobre su hombro:

– Mary, Z quiere verte.

Mary cerraba una bata de seda y la ataba con una faja cuando llegó a la puerta.

– Hola.

– ¿Te opones si hago esto en privado? -dijo Z, echando un vistazo a Rhage.

Cuando el hermano frunció el seño, Z pensó. Sí, a los machos vinculados no les gustaba que sus hembras estuvieran a solas con alguien más. Sobre todo con él.

Frotó su cráneo.

– Estará sólo aquí en el pasillo. No tomará mucho tiempo.

Mary camino entre ellos y dio un codazo a su hellren.

– Está bien, Rhage. Ve a ver si consigues tener lista la bañera.

Los ojos de Rhage destellaron mientras su bestia reaccionaba. Hubo una pesada pausa; entonces besó a Mary profundamente en la garganta y cerro la puerta.

– ¿Qué pasa? -preguntó ella. Z podía oler su miedo, pero ella lo miró a los ojos.

Siempre le había gustado, pensó

– Oí que enseñaste a niños autistas.

– Ah… sí, lo hice.

– ¿Ellos eran lentos en el aprendizaje de cosas?

Ella frunció el ceño.

– Bien, sí. A veces.

– Esto te… -Él limpió su garganta-. ¿Alteró esto tus nervios? ¿Quiero decir, te sentiste frustrada?

– No. Si yo me sintiera decepcionada, seria conmigo por no encontrar el modo en que ellos tenían que aprender.

Mientras él asintió con la cabeza, tuvo que mirar lejos de sus ojos grises. Se concentró en el panel de la puerta al lado de su cabeza.

– ¿Por qué preguntas, Zsadist?

Él respiró hondo y luego se lanzó en picado. Cuando termino de hablar, se arriesgó a mirarla.

Su mano estaba sobre su boca y sus ojos eran tan amables que parecían la luz del sol sobre él.

– Ah, Zsadist, sí… Sí, lo haré.


Phury sacudió su cabeza cuando él entró en el Escalade.

– Tiene que ser el ZeroSum.

El realmente tenía que ir ahí esta noche.

– Me lo imagino -dijo V cuando se deslizó detrás de la rueda, Butch saltó atrás.

Los tres iban en silencio mientras realizaban el viaje a la ciudad. Sólo se oía la música que sonaba en el coche.

Tanta muerte, tanta pérdida, pensó Phury. Wellsie. Aquella hembra joven, Sarelle, cuyo cuerpo V había devuelto a sus padres.

Y la desaparición de Tohr parecida también a una muerte. Así como Bella.

La agonía de todo esto lo hizo pensar en Z. Quería creer que Zsadist estaba en camino a una especie de recuperación o algo así. Pero la idea de que el macho podría cambiar era completamente infundada. Sólo era cuestión de tiempo antes de que la necesidad del dolor volviera a su hermano y el infierno comenzaría otra vez.

Phury se frotó la cara. Esa noche se sentía como si tuviera mil años, en realidad los tenía, pero además se sentía ansioso y alterado… aunque su piel se hubiera curado, en su interior, estaba traumatizado. Sencillamente no podía funcionar bien. Necesitaba ayuda.

Veinte minutos más tarde, Vishous llegó a la parte de atrás del ZeroSum y aparcó la SUV de forma ilegal. Los gorilas los dejaron entrar enseguida, y los tres se dirigieron a la sección VIP. Phury pidió un Martini que cuando llegó se lo terminó de un sólo trago.

Ayuda. Él necesitaba ayuda. Él necesitaba ayuda… o iba a explotar.

– Perdónenme, muchachos -murmuró. Se dirigió hacia la parte de atrás, a la oficina del Reverendo. Los dos enormes moros lo saludaron con la cabeza, y uno habló por su reloj. Un segundo más tarde lo dejaron pasar.

Phury caminó en la cueva y se concentró en el Reverendo. El macho se sentaba de forma primitiva detrás de su escritorio, más hombre de negocios que motivador.

El Reverendo sonrió con satisfacción.

– ¿Dónde infierno esta todo tu hermoso pelo?

Phury echó un vistazo detrás de él, asegurándose que la puerta exterior estuviera cerrada. Entonces sacó tres Benjis.

– Quiero algo de H.

Los ojos violetas del Reverendo se estrecharon.

– ¿Qué dijiste?

– Heroína.

– ¿Estas seguro?

No, pensó Phury.

– Sí -dijo.

El Reverendo pasó su mano de atrás para adelante por su cresta. Entonces se apoyó y presionó un botón del intercomunicador.

– Rally, quiero aquí trescientos en valor de la Reina. Asegúrese que sea de gránulo fino -dijo el Reverendo sentándose en su silla-. Levántate, no creo que deberías llevar esta clase de polvo a casa. No necesitas esta mierda.

– No es que ponga atención a tus consejos, pero me dijiste que debería ir hacia algo más fuerte.

– Me retracto de aquel comentario.

– Pensé que los symphaths no tenían conciencia.

– Soy hijo de mi madre, también. Entonces tengo un poco.

– No es usted afortunado.

La barbilla del Reverendo bajó, y por una fracción de segundo sus ojos flamearon un puro y purpúreo mal. Entonces sonrió.

– No… ustedes son los afortunados.

Rally llegó momentos después, haciendo que la transacción no tomara mucho tiempo. El paquete doblado con esmero quedo dentro del bolsillo de Phury.

Cuando se marchaba el Reverendo dijo:

– La materia es muy pura. Muerte pura. Puedes rociarlo o derretirlo en tu porro y chutártelo. Pero un consejo. Sería más seguro para ti si lo fumas. Tendrás más control de la dosis.

– Estas familiarizado con tus productos.

– Nah, nunca uso nada de esta basura tóxica. Esto mata. Pero tengo noticias de la gente sobre que funciona. Y que te deja una etiqueta en el dedo del pie.

La realidad de lo que hacía brilló a través de la piel de Phury en una repugnantemente sensación de cosquilleo. Pero cuando regresó a la mesa con los Hermanos no podía esperar para irse a casa. Quería embrutecerse completamente. Quería el cabeceo profundo que había oído que la heroína daba. Y él sabía que había comprado bastante de la droga para tomar el infierno divino varias veces.

– ¿Qué pasa contigo? -Preguntó Butch-. No puedes quedarte quieto esta noche.

– No hago nada. -Cuando puso su mano dentro de su bolsillo y sintió lo que él había comprado, comenzó a dar un golpeteo con su pie bajo la mesa.

Soy un heroinómano.

Excepto que, realmente, ya poco le importaba. La muerte estaba en todas partes alrededor de él, el hedor de la pena y fracaso que contaminaba el aire que respiraba. Necesitaba del tren loco durante algún tiempo, aun si esto significara la entrada a otra clase de enfermedad.

Por suerte, o tal vez lamentablemente, Butch y V no se quedaron mucho tiempo en el club, y estuvieron en casa un poco después de medianoche. Cuando ellos caminaban por el vestíbulo Phury sobaba sus nudillos, y un rubor que estallaba bajo su ropa. No podía esperar para estar solo.

– ¿Quieren comer? -dijo Vishous bostezando.

– Claro que si -dijo Butch. Entonces echó un vistazo sobre el hombro cuando V fue para la cocina. -. Phury, ¿vienes con nosotros para comer algo?

– Nah, hasta luego. -Cuando subió por la escalera podía sentir los ojos del macho en él.

– Phury… – llamó Butch.

Phury blasfemó y miro sobre su hombro. Un poco de su paseo maniático sangró sabiendo que los ojos del policía estaban fijos en el.

Butch sabía, pensó. De alguna manera el tipo sabía.

– Estás seguro que no quieres comer con nosotros -dijo el humano con voz leve.

Phury no supo que pensar. O tal vez sólo lo rechazo.

– Sí. Estoy seguro.

– Cuidado, amigo. Algunas cosas son difíciles de deshacer.

Phury pensó en Z. En él. Del futuro de mierda al que tenia poco interés en aferrarse.

– Crees que no lo sé -dijo, y salió.

Cuando llegó a su cuarto cerró la puerta y dejó caer su abrigo de cuero en una silla. Sacó el paquete, agarró un poco de humo rojo y un papel de arroz, y preparó un porro. No pensaba en lo que hacía. Se enviciaba sólo de pensarlo, estaba demasiado cerca.

Al menos para esta primera vez.

Él lamió el borde del papel de arroz, presionó la unión, luego se acercó a su cama y se recostó contra las almohadas. Lo tomó ligeramente, acercándolo a la llama para darle vida, y se inclinó sobre el brillo naranja, lo hizo rodar por su mano entre los labios.

El golpe a su puerta lo enojo. Butch joder.

Apagó el encendedor.

– ¿Qué?

Cuando no hubo respuesta, guardó el cigarrillo con él y caminó a través del cuarto. Abrió la puerta.

John tropezó hacia atrás.

Phury respiró hondo. Una vez más. Relájate. Él tenía que relajarse.

– ¿Qué haces, hijo? -le preguntó, acariciando el porro con el dedo índice.

John tomo su almohadilla, escribió unas líneas y se las enseño.

Siento molestarle. Necesito a alguien que me ayude con mis posiciones de jiu-jitsu, y tú eres muy bueno.

– Oh… sí. Esta noche no John. Lo siento. Estoy… ocupado.

El niño sacudió la cabeza. Después de una pausa, John agitó un adiós. Y giró alejándose.

Phury cerró la puerta, la cerró con llave, y fue derecho a la cama. Él saco el cigarrillo otra vez, puso el porro entre sus labios

Justo cuando la llama golpeó la punta del cigarrillo, se congeló.

No podía respirar. No podía… comenzó a jadear. Cuando sus palmas se pusieron mojadas, el sudor estalló encima de su labio superior, bajo sus axilas y bajó hacia su pecho.

¿Qué joder estaba haciendo? ¿Qué joder hacía?

Heroinómano… heroinómano hijo de puta. Heroinómano de bajos fondos… hijo de puta. Traer heroína ¿a la casa del Rey? Encender la mierda en el complejo de La Hermandad ¿Contaminarse porque era demasiado débil de mierda para enfrentarse a sus problemas?

Infiernos que no, él no haría eso. No deshonraría a sus hermanos, a su rey, con esto. Bastante se enviciaba con el humo rojo. ¿Pero H?

Temblando de la cabeza a los pies, Phury corrió al cuarto, recogió el paquete, y se escapó al cuarto de baño. Tiró el porro y la heroína dentro del inodoro descargándolo una y otra vez.

Tropezando por el cuarto, corrió por el corredor del vestíbulo.

John estaba a la mitad del camino de la magnífica escalera cuando Phury llegó tan rápidamente a la esquina que casi se cayó. Agarró al muchacho y lo arrastró a sus brazos con tanta fuerza, que aquellos huesos frágiles debieron doblarse.

Dejando caer su cabeza en el hombro del niño, Phury se estremeció.

– Ah, Dios… gracias. Gracias, gracias…

Pequeños brazos lo rodearon. Pequeñas manos acariciaron su espalda.

Cuando Phury finalmente lo soltó, tuvo que limpiar sus ojos.

– Pienso que es una gran noche para trabajar en tus posturas. Sí. Es buena hora también para mí. Vamos.

Cuando el niño lo miró… sus ojos de repente parecieron sorprendentemente sabios. Y luego la boca de John trabajó, moviéndose despacio, formando palabras que tenían un impacto aun cuando no tuvieran sonido.

– Usted está en una prisión sin barras. Me preocupo por usted.

Phury parpadeó, atrapado en una extraña deformación del tiempo. Alguien más le había dicho aquellas mismas cosas… El verano pasado.

La puerta del vestíbulo se abrió, rompiendo el momento. Phury y John lo aceptaron sin pensar, Zsadist entró en el vestíbulo.

El hermano lucía abatido mientras echaba un vistazo hacia las escaleras.

– Oh, oye, Phury. John.

Phury frotó su cuello, tratando de volver de cualquier déj à vu de rareza que acabara de pasar junto a John.

– ¿Así que, Z, de dónde vienes?

– De un pequeño viaje. Un pequeño viaje muy lejano. ¿Qué hacen?

– Vamos a ir al gimnasio para trabajar las posiciones de John.

Z cerró la puerta.

– ¿Y si me uno a ustedes? O… tal vez yo debería decir. ¿Puedo unirme a ustedes?

Phury se quedó mirándolo fijamente. John pareció igualmente sorprendido, pero al menos el niño tenía la gracia de asentir con la cabeza.

Phury asintió con la cabeza.

– Sí, por supuesto, hermano. Ven con nosotros. Siempre eres… bienvenido.

Zsadist cruzó el brillante piso de mosaico.

– Gracias. Muchas gracias.

Los tres se dirigieron hacia el sótano.

Cuando caminaban al centro de entrenamiento Phury miró a John y pensó que a veces hacia falta entre dos coches sólo algo del ancho de un cabello para evitar un mortal accidente.

A veces tu vida entera podría depender de una fracción de una pulgada. O el latido de un nanosegundo. O el golpe de una puerta.

Esta clase de hechos hacia creer a un macho en lo divino. Realmente lo hacia creer.

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