Bella se sentó en una silla Louis XIV, sus piernas cruzadas en los tobillos, sus manos en su regazo. Un resplandor chisporroteó en una chimenea de mármol a la izquierda, y había una taza de Conde de té Gris en su regazo. Marissa estaba atravesada en un delicado sofá, preparando un hilo de seda amarilla para una malla de bordado. No había ningún sonido ni movimiento.
Bella pensó que iba a gritar.
Se levantó de un salto, activada por el instinto. Zsadist… Zsadist estaba cerca.
– ¿Qué es eso? -dijo Marissa.
Aporreando la puerta principal a lo lejos parecía un tambor, un momento después Zsadist entró en el salón. Estaba vestido para su trabajo, armas en sus caderas, dagas atadas en una correa en su pecho. El derecho doggen en sus talones parecía terriblemente asustado.
– Dejadnos -le dijo a Marissa-. Y llévate a tu criado.
Cuando la hembra vaciló, Bella aclaro garganta.
– Está bien. Es… Vete.
Marissa inclinó la cabeza.
– No estaré lejos.
Bella se sostuvo en el lugar cuando por fin salieron.
– Te necesito -dijo Zsadist.
Ella entrecerró los ojos. Dios, aquellas palabras que había querido oír. Que cruel que hubieran llegado tan tarde.
– ¿Para qué?
– Phury tomó de tu vena.
– Sí.
– Te necesito para encontrarlo.
– ¿Está perdido?
– Tu sangre está en sus venas. Te necesito.
– Para encontrarlo. Oí eso. Dime por qué. -La breve pausa que siguió la enfrió.
– El lesser lo tiene. David lo tiene.
Su aliento dejó sus pulmones. Su corazón se paró.
– ¿Cómo…?
– No tengo tiempo para explicarte. -Zsadist avanzó, mirándola como si fuera a tomar sus manos, pero entonces se paró-. Por favor. Tú eres la única que puede encontrarlo, porque tu sangre está con él.
– Por supuesto… por supuesto lo encontraré para ti.
Esto era la cadena de lazos de sangre, pensó. Ella podría localizar a Phury en todas partes porque se había alimentado de ella. Y después de que ella había estado en la garganta de Zsadist, él sería capaz de rastrearla por la misma razón.
Él puso su cara directamente en la suya.
– ¿Quiero que me pongas dentro de cincuenta yardas de él, no más cerca, entendido? Y luego te desmaterializas derechito aquí.
Ella lo miró a los ojos.
– No te defraudaré.
– Desearía que hubiera otro modo de encontrarlo.
Oh, aquel dolor.
– Sin duda lo haces.
Ella dejó el salón y consiguió su abrigo, luego estuvo de pie en el vestíbulo. Cerró sus ojos y extendió la mano en el aire, perforando primero las paredes de la entrada del camino, después la estructura externa de la casa de Havers. Su mente expulsada sobre los arbustos, el césped, a través de árboles y casas… Por coches, camiones y edificios y a través de parques, ríos y corrientes. Más lejos todavía a las tierras de labranza y a las montañas…
Cuando encontró la fuente de energía de Phury, un dolor la asaltó, como si fuera lo que él sentía. Cuando se balanceó, Zsadist agarró su brazo.
Ella lo apartó.
– Lo tengo. Oh, Dios… es él.
Zsadist agarró su brazo otra vez y la obligó.
– Cincuenta yardas. No más cerca. ¿Está claro?
– Sí. Ahora me voy.
Ella salió por la puerta principal, desmaterializándose y tomó forma a aproximadamente a veinte yardas de distancia de una pequeña cabaña en los bosques.
Sintió que Zsadist la tomaba por el codo.
– Vete -silbó-. Sal de aquí.
– Pero…
– Si quieres ayudar, márchate así no me preocupare por ti. Vete.
Bella examino su cara y se desmaterializó.
Zsadist se acercó furtivamente a la cabaña de troncos, agradecía el aire frío que le ayudó a despejarse un poco más de la morfina. Cuando se aplanó contra una pared áspera, no envainó la daga y miró detenidamente en una de las ventanas. No había nadie, sólo algo rústico, un mobiliario de mierda y un ordenador.
El pánico se apodero de él, como una lluvia fría que corría por su sangre.
Y luego oyó el sonido… un golpe. Entonces otro.
Había una dependencia más pequeña sin ventanas aproximadamente veinticinco yardas atrás. Corrió y escuchó sólo una fracción de segundo. Entonces cambió su cuchillo por una Beretta y derribó la puerta.
La vista ante él era su propio pasado: un macho encadenado a una mesa, golpeado en carne viva. Un psicópata demente estaba de pie sobre la víctima.
Phury levantó su cara destrozada, con sangre que relucía en los labios hinchados y su nariz. El lesser que lo golpeaba con las nudilleras haciéndolas girar alrededor, pareció momentáneamente aturdido.
Zsadist apuntó su arma al hijo de puta, pero el asesino tenía razón delante de Phury; el error de cálculo más leve y la bala iban a perforar a su gemelo. Z dejó caer el cañón, apretó el gatillo, y la clavó en la pierna, rompiendo su rodilla. El bastardo gritó y cayó al suelo.
Z fue por él. Excepto que cuando agarraba al no muerto, otro disparo sonó.
El resplandor del tiro llegó al hombro de Z. sabía que le había dado uno bueno, pero no podía pensar en esto ahora. Se concentró en la adquisición del control del arma del lesser, que era la misma cosa que el HP trataba de hacer con la Sig de Z. Lucharon en el suelo, con cada tentativa de conseguir un apretón en el otro, a pesar de la sangre que era el engrase entre ellos. Los puñetazos fueron lanzados, las manos agarradas y las piernas azotadas. Ambos brazos se perdían en la lucha cuerpo a cuerpo.
Aproximadamente a los cuatro minutos de lucha la fuerza de Z comenzó a decaer a una velocidad alarmante. En ese momento, estaba en el suelo, el lesser en su pecho. Z empujo su cuerpo para lanzar el peso lejos de él, pero aunque su mente dio la orden, sus miembros no obedecieron. Echó un vistazo a su hombro, este sangraba, sin duda porque aquella babosa había dado en la arteria. Y la morfina en su cuerpo no ayudaba.
En la calma del enfrentamiento, el lesser jadeaba y se estremecía, su pierna lo estaba matando.
– ¿Quién… coño… eres tú?
– El primero… al que querías -disparó Z, respirando con fuerza. Mierda… tuvo que luchar para impedir que su visión se retirara progresivamente-. Soy el primero… por quien me tomaste… tú.
– ¿Cómo… haces… esto?
– Miré las cicatrices… en su estómago se curan. Hasta su marca… ha desaparecido.
El lesser se congeló.
Ahora era el momento para aprovechar la ventaja, excepto que Z estaba demasiado agotado.
– Ella está muerta -susurró el asesino.
– No.
– Su retrato.
– Esta viva. Respira. Y no vas a… nunca la encontraras otra vez.
La boca del asesino se abrió y un grito de furia salió como una ráfaga.
En medio del ruido Z se calmó. De repente la respiración le era fácil. O tal vez acababa de pararse totalmente. Miró como el asesino se movía, desenvainando una de las dagas negras de Z y levantándola arriba con ambas manos.
Zsadist rastreó sus pensamientos con cuidado porque quería saber cual seria el último. Pensó en Phury y quiso llorar, porque sin duda su gemelo no duraría mucho tiempo. Dios. ¿Siempre le fallaba a aquel macho, no tenía…?
Y luego pensó en Bella. Las lagrimas vinieron a sus ojos como imágenes de ella parpadeado por su mente… tan vividas, tan borrosas… hasta que sobre el hombro del lesser, una visión de ella apareció. Era tan verdadera, como si realmente estuviera de pie en la entrada.
– Te amo -susurró cuando su propia daga bajaba hacia su pecho.
– David -demandó su voz.
El cuerpo entero del lesser se sacudió, la trayectoria de la daga aterrizó en los entarimados al lado del brazo de Z.
– David, ven.
El lesser dio tumbos con sus pies cuando Bella le ofreció su brazo.
– Esta muerta -dijo el lesser, con voz quebrada.
– No.
– Fui a tu casa… vi. El retrato. Oh, Dios… -el lesser comenzó a gritar cuando cojeó más cerca y más cerca de ella, dejando un rastro de sangre negra-. Pensé que te había matado.
– No lo hiciste. Ven.
Z trató desesperadamente de hablar, Tenia la horrible sospecha que esta no era ninguna visión. Comenzó a gritar, pero sólo salió un gemido. Y luego el lesser estaba en los brazos de Bella llorando abiertamente.
Z miró cuando la mano subió por la espalda del asesino. Con una pequeña pistola, la que le había dado antes de ir a la casa.
¡Oh,… Virgen Dulce No!
Bella estaba en un estado de extraña calma cuando atrajo el arma más alto y más alto. Moviéndose despacio, siguió murmurando palabras que lo calmaron hasta que el cañón estuvo en nivel con el cráneo de David. Ella se inclinó hacia atrás, y cuando él levantó su cabeza para encontrar sus ojos, elevó su boca hacia su oído.
– Te amo -dijo él.
Ella apretó el gatillo.
La explosión hizo girar su brazo y apartar su mano, haciéndola perder el equilibrio. Cuando el sonido se disipó oyó un ruido sordo y miró hacia abajo. El lesser estaba a su lado, todavía oscilante. Había esperado que su cabeza volara o algo, pero había sólo un pequeño agujero alojado en su sien.
La náusea la golpeaba, pero no hizo caso, pasó por encima del cuerpo y fue hacia Zsadist.
Oh, Dios. Había sangre en todas partes.
– Bella… -Sus manos se levantaron de la tierra y su boca era lenta.
Ella lo interrumpió alcanzando la pistolera del pecho y tomando la daga restante.
– ¿Tengo que enterrárselo en su esternón, verdad?
Ah, infiernos. Su voz estaba tan mal como su cuerpo. Tambaleante. Débil.
– Ejecútalo… saca… de…
– ¿En el corazón, verdad? O no estará muerto. ¡Zsadist, contéstame!.
Cuando asintió con la cabeza, se acercó al lesser y lo empujó de espalda con su pie. Sus ojos la miraban, y ella sabía que iba a verlos en sus pesadillas durante años. Agarrando el cuchillo con ambas manos, lo elevó sobre su cabeza, y lo sumergió en el pecho. La resistencia que la lámina encontró la puso enferma al punto de vomitar, pero el sonido que reventó y el destello de luz era un fin.
Retrocedió y golpeó el suelo, pero dos alientos eran todo lo que podía ahorrar. Fue hacia Zsadist, arrancándose su abrigo de lana. Le colocó el jersey alrededor de su hombro, luego se quito el cinturón, lo envolvió alrededor del grueso hombro, y lo cinchó apretando para que se quedara en su lugar.
Todo el tiempo Zsadist luchó contra ella, impulsándola a irse, a dejarlos.
– Cállate -le dijo, y cortó su propia muñeca-. Bebe esto o muere, es tu opción. Pero decide rápido, porque tengo que comprobar como está Phury y luego tengo que conseguir sacarlos de aquí.
Ella le ofreció el brazo, directamente sobre su boca. Su sangre manaba y goteaba en sus labios cerrados.
– Tu bastardo -susurró ella-. Haz cuenta que me odias…
Levantó su cabeza y empezó a tomar de su vena, su boca fría le decía lo cerca que estaba de la muerte. Él bebió despacio al principio y luego con avaricia creciente. Pequeños sonidos salieron de él, sonidos en desacuerdo con su cuerpo grande de guerrero. Sonaba como si maullaba, un gato hambriento en una fuente de leche.
Cuando dejó a su cabeza retroceder, sus ojos se enzarzaron con la saciedad. Su sangre se filtró en él; ella lo vio respirar por la boca abierta. Pero no había tiempo para mirar fijamente. Corrió a través del cobertizo para ver a Phury. Estaba inconsciente, encadenado a la mesa, ensangrentado como el infierno. Pero su pecho subía arriba y abajo.
Maldición. Aquellas cadenas de acero tenían las cerraduras Maestro colgando de ellas. Iba a tener que cortarlas con algo. Se acercó a la izquierda, a una selección horrorosa de instrumentos.
Y fue cuando vio el cuerpo en la esquina. Una hembra joven con el pelo rubio corto.
Las lágrimas manaron y fluyeron cuando comprobó para asegurarse que la muchacha estaba muerta. Cuando era obvio que estaba empezando a debilitarse, Bella golpeó sus propios ojos claros y se obligó a concentrarse. Necesitaba la vida aquí; ellos eran su primera prioridad. Después… uno de los Hermanos podría volver y…
Oh… Dios…OH… Dios…oh… Dios.
Estremeciéndose, cerca de la histeria, recogió una sierra, la encendió, e hizo el trabajo rápido en las cadenas de Phury. Cuando no desperto después de todo el ruido chillón, se aterrorizó otra vez.
Miró Zsadist, quién estaba luchando por levantarse del suelo.
– Voy a conseguir aquel camión de la cabaña -dijo ella-. Tú te quedas aquí y conservas tu fuerza. Te necesito para ayudarme a mover a Phury. Esta frío. Y la muchacha… -Su voz se ahogó-. Tendremos que dejar su…
Bella encontró la cabaña a través de la nieve, desesperada, esperando encontrar las llaves del camión, tratando con fuerza de no pensar lo que pasaría si no lo hacia.
Virgen Misericordiosa, estaban en un gancho en la puerta. Las agarró, corrió hacia el F-150, arrancó la maldita cosa, y salió disparada alrededor del cobertizo. Una vuelta rápida patinando y llegó a la entrada.
Salía del lado del conductor cuando vio a Zsadist caminando como borracho entre las jambas de la puerta. Phury estaba en sus brazos, Zsadist no iba a durar mucho tiempo sosteniendo todo aquel peso. Ella abrió la caja y los dos se cayeron, con todos los miembros enredados y sangrando. Empujó los cuerpos con sus pies, luego saltó y los tiró más atrás por sus cinturones.
Cuando estaban lo bastante lejos, alzó una pierna sobre la borda del camión y saltó a la tierra. Cerró de golpe la caja, los ojos de Zsadist cerrándose la encontraron.
– Bella. -Su voz era un mero susurro, sólo un movimiento de sus labios hechos una copia de seguridad con un suspiro de tristeza-. No quiero esto para ti. Toda esta fealdad…
Ella dio la vuelta lejos de él. Un momento después pisó a fondo el acelerador.
El camino, una vereda que llevaba a la cabaña era su única opción, y rezó para no encontrar a nadie por el camino. Cuando salió a la Ruta 22, rezó dando gracias a la Virgen Escriba y se dirigió hacia Havers por una carretera muerta.
Inclinando el retrovisor, examinó la caja del camión. Debían estarse congelando allá atrás, pero no se atrevió a reducir la velocidad.
Tal vez el frío detendría la pérdida de sangre de ambos.
Oh… Dios.
Phury era consciente del viento helado que soplaba sobre su piel desnuda y a través de su calva cabeza. Gimió y se enroscó. Dios, estaba frío. ¿Tenia que pasar por esto para desvanecerse? Entonces agradecía a la Virgen que sólo pasara una vez.
Algo se movió contra él. Brazos… había brazos sobre él, brazos que lo acogieron cerca de una especie de calor. El temblor cedió hasta que quienquiera que fuera lo sostuvo suavemente.
¿Qué era ese ruido? Cerca de su oído… un sonido además del viento rugiente.
Una canción. Alguien le cantaba.
Phury sonrió un poco. Perfecto. Los ángeles que lo tomaban al Desvanecerse realmente tenían voces hermosas.
Pensó en Zsadist y comparó la melodía encantadora que ahora oía con estos que él había escuchado en vida.
Sí, Zsadist había tenido una voz como un ángel, verdaderamente. Realmente cierto.