– Detente aquí. -O abrió la puerta de la Explorer antes de que el SUV se detuviera al llegar a la Avenida Thorne. Lanzo una mirada aguda hacia la cima de la colina, Después lanzo al Beta detrás el volante una verdadera mirada de despabílate-de-una-puta-vez.
– Quiero que circules por el vecindario hasta que te llame, cuando lo haga quiero que vengas al número veintisiete. No te detengas en la entrada del camino sigue avanzando. Hay una esquina en la pared de piedra aproximadamente a cincuenta yardas adelante. Ahí es donde te quiero. -Cuando el Beta asintió con la cabeza, O dijo:
– Jode esto y dejare que el Omega se haga cargo de ti.
No podía dejar que el asesino cometiera alguna clase de estupidez. Tenía el balbuceo de soy-confiable. Golpeó el pavimento y observo la inclinación gradual del camino. Camino lentamente, él era como un arsenal móvil, su cuerpo estaba cargado con tantas armas y explosivos, que él mismo se había colocado, como si fuera un Árbol de Navidad paramilitar.
Paso los números hasta el veintisiete, un par de pilares gemelos enmarcaban la entrada que desaparecía entre ellos. Cincuenta yardas más tarde y él estaba en la esquina de la pared de estuco donde le habían indicado al tonto Beta que fuera a verlo. Tomó impulso tres veces antes de saltar en el aire como un Michael Jordan de mierda hasta alcanzar la cornisa del muro de diez yardas.
Salvó la distancia sin problemas, pero cuando sus manos hicieron contacto. La ráfaga de electricidad que recorrió su cuerpo era verdaderamente como para rizar el cabello. Si hubiera sido humano todavía, se habría tostado, pero aun como asesino, la sacudida era suficiente como para dejarlo sin aliento. A pesar de eso logro subirse para luego arrojarse al otro lado.
Las luces de seguridad brillaron y lo obligaron a esconderse detrás de un arce. Tomo su pistola con silenciador, si los perros lo atacaban estaba listo para reventarlos. Espero los ladridos, pero no hubo ninguno. Tampoco prisa por encender las luces de la mansión ni carreras de los guardias.
Se tomo unos minutos mas evaluando el lugar. La parte trasera de la casa era magnifica toda de ladrillo rojo, blanco puro y brillantes terrazas con corredores en el segundo piso. El jardín era perfecto también. Dios… los costos de mantenimiento de semejante monstruo en un año debía ser lo que la gente promedio gastaba en diez.
Momento de aproximarse. Se movió a través del césped hacia la casa corriendo con los pies pegados sobre el césped con el arma a arriba y al frente. Cuando entró apretándose contra los ladrillos, estuvo satisfecho. La ventana más próxima estaba ensamblada con rieles que bajaban por sus largos lados, arriba había un refuerzo cuadrado discretamente disfrazado.
Cerraduras de acero. Había un juego en cada ventana y puerta, eso le parecía.
En el noreste donde no había que preocuparse por tormentas tropicales y huracanes. Sólo existía un tipo de propietario que usara esa clase de perritos sobre cada pieza de cristal. La clase que necesita ser protegido del sol.
Ahí vivían vampiros.
Los cerrojos estaban abiertos porque era de noche. O miró dentro de la casa, estaba oscuro lo que no era alentador. Pero de cualquier manera iba a entrar.
La pregunta era como irrumpir en la casa, por no decir que el lugar estaba lleno de alarmas hasta el culo, de detectores de sonido. Y él apostaba que quien electrificó el borde de la cerca no fue ADT [12]. Ese era algún tipo de tecnología sofisticada
Decidió que su mejor movimiento era cortar la energía. Así que comenzó la búsqueda de la línea principal de alimentación eléctrica de la mansión. La encontró detrás del garaje para seis coches metida en un surco de mierda de CVAA [13] que incluía tres unidades de aire acondicionado, un extractor de aire y un generador de reserva. La línea principal de abastecimiento eléctrico estaba revestida de metal. Salía de la tierra y entraba en una serie de cuatro metros de hendiduras que surcaban a lo largo.
Puso una carga pequeña de explosivo plástico C4 directamente en el tronco y otra igual en el centro nervioso del generador. Retrocedió atrás del garaje y los hizo estallar a control remoto, hubo dos pequeñas explosiones que disiparon rápidamente el humo y la luz.
Esperó a ver si alguien venía corriendo. Nadie lo hizo. En un impulso se asomo en un par de garajes, dos estaban vacíos, los otros tenían coches muy bonitos, tan bonitos que no podía decir de que clase eran.
Con el fluido eléctrico cortado corrió alrededor de la casa hasta llegar al frente rodeando un cerco de madera de boj en la cual terminaba la fachada. Un juego de puertas francesas resultaba perfecto para entrar. Rompiendo con su puño enguantado el cristal procedió a abrir la cerradura. En cuanto entro, cerró de inmediato la puerta Era crucial que los contactos de la alarma de seguridad estuvieran en el lugar correcto en caso de que el generador alterno encendiera en… Santo… Dios
Había baterías de litio en las puertas… Lo que quería decir que sus contactos no funcionaban con la corriente eléctrica. Y… mierda… él estaba de pie exactamente en medio de un rayo láser. Jesús. Esto era… de una tecnología muy alta como en el Museo de Bellas Artes, la Casa Blanca, el dormitorio papal de la alta tecnología.
La única razón por la que pudo entrar a la casa era por que alguien lo quería ahí.
Escuchó. Silencio total. ¿Una trampa?
O se quedo congelado, durante un instante apenas respiró. Entonces se aseguró de que su revolver estuviera preparado antes de caminar silenciosamente por un montón de habitaciones que parecían sacadas de alguna deslumbrante revista. Le entraron ganas de acuchillar las pinturas en las paredes, tirar las arañas de luz y romper las delgadas patas de las elegantes mesas y sillas. Quería quemar los manteles, defecar en el suelo. Quería destrozarlas por que eran hermosas y por que su mujer siempre había vivido ahí, eso significaba que ella había vivido mejor que él.
Dio vuelta a la esquina en una especie de sala de estar y se paró en seco.
Arriba en la pared, en un dorado marco adornado había un retrato de su esposa… y estaba cubierta por seda negra. Debajo de la pintura, sobre un saliente de mármol, había un cáliz de oro boca abajo y un mantel de paño blanco con tres filas de diez pequeñas piedras. Veintinueve eran rubíes. El último, en la esquina izquierda inferior, era negro.
El ritual era diferente del cristiano con el que él había vivido como un humano, pero esto era en memoria a su esposa.
Los intestinos de O se convirtieron en serpientes, bullendo y silbando dentro de su vientre. Le dieron ganas de vomitar.
Su mujer estaba muerta.
– No me mires así -murmuró Phury mientras cojeaba alrededor de su cuarto. El costado le dolía como un demonio. Intentaba prepararse para salir y una exaltada mamá gallina Butch no ayudaba.
El policía sacudió la cabeza
– Necesitas ver a un doctor, grandullón.
El hecho de que el policía tuviera razón, le causaba aún más enojo a Phury
– No, no lo necesito.
– Vamos amigo si fueras a pasarte el día en el sofá quizás, pero no luchando. Vamos amigo, si Tohr hubiera sabido que ibas a salir con esto, habría puesto tu cabeza en una estaca.
Cierto
– Estaré bien, sólo tengo que calentar.
– Sí, entrenar le va a hacer mucho bien a ese agujero que tienes en el hígado. De hecho, tal vez pueda conseguirte algunos ben-gay [14] y sencillamente te daríamos masajes para sacarte la mierda.
Phury lo fulmino con la mirada a través del cuarto, Butch enarco una ceja.
– Déjame en paz poli.
– ¡No me digas!, oye sobre eso… puedes gritarme mientras te llevo con Havers.
– No necesito escolta.
– Pero si te llevo, sabré a donde fuiste. -Butch sacó las llaves de la Escalade del bolsillo y las balanceó en el aire-. Además, soy un buen taxista. Sólo pregúntale a John.
– No quiero ir.
– Bueno en palabras de Vishous, un deseo en una mano, mierda en la otra. Mira que tú tienes el máximo.
Rehvenge aparcó el Bentley enfrente del hogar de Havers y Marissa y camino cuidadosamente hasta la magnífica puerta. Levantó la pesada aldaba con cabeza de león y la dejo caer con una sonora reverberación. Inmediatamente fue recibido por un doggen y conducido a una sala.
Marissa se levantó de un sofá de seda, y él la saludo con una breve inclinación mientras decía al mayordomo que él conservaría el abrigo. Cuando se quedaron solos Marissa se precipitó a tomar sus manos, su largo vestido amarillo pálido se arrastraba tras ella como niebla. Él tomo ambas palmas y las beso.
– Rehv… Estoy tan contenta que nos hayas llamado, queremos ayudar.
– Aprecio que hallan acogido a Bella.
– Es bienvenida a quedarse siempre que lo necesite, sin embargo me gustaría que pudieras decirnos que ocurre.
– Sencillamente son tiempos peligros.
– Cierto. -Ella frunció el ceño y miro atrás de su hombro-. ¿No esta ella contigo?
– Nos reuniremos aquí, no debería tardar. -Consultó su reloj-. Sí, llegue temprano.
Ayudo a Marissa a sentarse en el sofá, por la manera en que se ellos lo hicieron los pliegues de su abrigo de cibelina cayeron a través de sus pies. Ella extendió la mano y acarició la piel, riendo un poco. Se quedaron en silencio un rato.
Estaba ansioso por ver a Bella, En realidad estaba… nervioso.
– ¿Cómo te encuentras? -pregunto tratando de enfocarse en algo.
– Ah, hablas de después de… -Marissa se ruborizó-. Bien, muy bien… Muchas gracias.
A él realmente le gustaban sus maneras, tan suaves y gentiles, Tan tímida y controlada, aunque ella fuera una de las raras bellezas de su especie, y todos lo sabían. Amigo, todos se preguntaban como Wrath pudo contenerse con ella.
– ¿Vendrás a mí otra vez? -Dijo Rehv en voz baja-. ¿Me dejarás alimentarte otra vez?
– Sí -contestó, bajando los ojos-. Si me dejas.
– No puedo esperar -gruño él, por la manera en que ella lo miro forzó una sonrisa aunque en realidad no quería hacerlo. Quería hacer otras cosas con la boca ninguna de las cuales sería del agrado de ella. Gracias a Dios por la dopamina-. No te preocupes Thally sólo para alimentarte.
Ella pareció evaluarlo y afirmó con la cabeza
– Y si necesitas… necesitas alimentarte…
Rehv bajó su barbilla y la miro fijamente con los parpados entornados, imágenes eróticas destellaron en su mente. Ella se retiró, claramente alarmada por su expresión, no se sorprendió. De ninguno modo ella podría manejar la clase de mierda enferma que era él.
Rehv levantó la cabeza
– Es una oferta generosa, thally. Pero lo mantendremos unilateralmente.
Hubo alivio en su cara cuando su celular comenzó a sonar y lo saco para comprobar la identidad de quien llamaba. Su corazón comenzó a latir, era el encargado de la seguridad de su casa.
– Discúlpame un momento.
Después de que escuchara el mensaje de que alguien había saltado el muro, activado un buen número de detectores de movimiento y desconectado la electricidad, Rehv le dijo a su gente que apagara todas las alarmar interiores, quería que el responsable permaneciera dentro.
Tan pronto como viera a Bella, regresaría a casa.
– ¿Pasa algo malo? -preguntó Marissa en cuanto cerró el teléfono.
– No, en lo absoluto. -Por el contrario.
Cuando la aldaba de la puerta de la calle sonó Rehv se puso rígido.
Un doggen pasó por delante de la puerta de la sala para atender.
– ¿Quieres que os deje solos? -dijo Marissa.
La gran puerta de la mansión se abrió y cerró. Hubo un suave intercambio de voces, una de ellas la del doggen la otra de Bella.
Rehv se apoyo en su bastón y se levanto despacio cuando Bella apareció en la entrada. Llevaba vaqueros azules y una parka negra, y su largo pelo brillaba sobre los hombros. Se veía… viva… sana. Pero había edad en su cara, nuevas líneas de preocupación y tensión ponían un paréntesis en su boca.
Esperó a que corriera a sus brazos, pero solamente lo miró fijamente… aislada, inalcanzable. O tal vez solamente estaba tan entumecida después de todo por lo que había pasado que ya no tenía ninguna reacción que mostrar al mundo.
Los ojos de Revh se humedecieron cuando coloco su bastón en el piso y fue a ella aun cuando no pudiera sentir la fina alfombra bajo sus zapatos, capto la sorpresa en su cara cuando la atrajo a él.
Dulce virgen, Como deseaba poder sentir la manera en que la abrazaba. Se maldijo por no saber si ella le devolvía el abrazo. No quería forzarla así que se obligo a dejarla ir.
Cuando dejo caer sus brazos ella se pegó a él, no se movió pero permaneció cerca, entonces la abrazo de nuevo.
– Oh… Dios, Rehvenge… – Se estremeció.
– Te amo, hermana mía -dijo suavemente sin vergüenza en el momento que era menos del hombre que debía ser.