CAPÍTULO 29

Phury encendió el cigarrillo y le echó una mirada a los dieciséis botes de Aqua Net que estaban alineadas en la mesa de café de Butch y V.

– ¿Qué estáis haciendo con laca de cabello? ¿Vais a aburrirnos, chicos?

Butch sostenía el tubo de PVC mientras lo perforaba.

– Un lanzador de patatas, Amigo. Muy divertido.

– ¿Perdón?

– ¿Nunca has ido a un campamento de verano?

– Las canastas de baloncesto y el taller de madera es para humanos. No te ofendas, pero nosotros tenemos mejores cosas que enseñarles a nuestros jóvenes.

– ¡Ja! Uno no ha vivido hasta que no ha ido a una incursión de pantalones a media noche. De todas formas, pones la patata en éste al final, llenas la base con spray…

– Y entonces lo enciendes -cortó V desde su habitación. Salía en bata, frotándose una toalla en el pelo húmedo-. Hace mucho ruido.

– Un gran ruido – repitió Butch.

Phury miró a su hermano.

– V, ¿has hecho esto antes?

– Si, la noche pasada. Pero el lanzador se atascó.

Butch maldijo.

– La patata era demasiado grande. Malditos panaderos de Idaho. Vamos a enfrentarnos con los pieles rojas ésta noche. Esto va a ser magnífico. Por supuesto, la trayectoria puede ser una puta…

– Pero realmente es como el golf -dijo V, soltando la toalla sobre una silla. Se puso un guante en la mano derecha, cubriendo los tatuajes sagrados que le marcaban desde la palma a las yemas de los dedos y todo el dorso -. Quiero decir, debes pensar en tu arco en el aire…

Butch asintió despotricando.

– Si, es como el golf. El viento juega un gran papel…

– Enorme.

Phury fumó mientras ellos terminaban las frases del otro durante un par de minutos. Después de un rato se sintió obligado a mencionar,

– Vosotros dos estáis pasando juntos demasiado tiempo, ¿me entendéis?

V sacudió la cabeza mirando al policía.

– El hermano no aprecia éste tipo de cosas. Nunca lo ha hecho.

– Entonces apuntaremos hacia su cuarto.

– Es verdad. Y está cara al jardín…

– Así no tendremos que ocuparnos de los coches del patio. Excelente.

La puerta del túnel se abrió balanceándose, y los tres se dieron la vuelta.

Zsadist estaba en la entrada… y el aroma de Bella estaba sobre él. Junto con la sofocante fragancia del sexo. Así como con la más ligera insinuación de la marca de unión.

Phury se tensó y dio una profunda calada. Oh, Dios… Habían estado juntos.

Tío, la necesidad de correr por la casa y comprobar que ella todavía estaba respirando era casi irresistible. Así como el deseo de frotarse el pecho hasta que desapareciera el doloroso agujero.

Su gemelo había tenido la única cosa que Phury había anhelado.

– ¿Se ha movido el SUV? -le dijo Z a Vishous.

V fue hacia sus ordenadores y pulsó unas cuantas teclas.

– Nop.

– Muéstramelo.

Cuando Zsadist se acercó y se agachó, V apuntó en la pantalla.

– Aquí está. Si se pone en camino, puedo seguir su rastro.

– ¿Sabes cómo romper uno de esos Explorer sin activar la alarma?

Por favor. Es sólo un coche. Si está todavía allí al anochecer, te lo conseguiré como a Flynn.

Z se enderezó.

– Necesito un teléfono nuevo.

Vishous abrió un cajón del escritorio, sacó uno, y lo comprobó dos veces.

– Estás listo para marcharte. Les mandaré un mensaje de texto a todos con tu nuevo número.

– Llámame si esa cosa se mueve.

Cuando Zsadist les dio la espalda, Phury tomó otra calada y mantuvo firmemente la respiración. La puerta del pasillo se cerró con fuerza.

Sin ni siquiera darse cuenta de lo que estaba haciendo, Phury apagó el cigarro y fue tras su hermano.

En el pasillo, Z se paró cuando escuchó otros pasos. Mientras el hombre se daba la vuelta, la luz del techo marcaba los huecos bajo sus pómulos, la tajante línea de su mandíbula y la línea de la cicatriz.

– ¿Qué? -preguntó, su voz profunda resonando. Entonces frunció el ceño-. Déjame adivinar. Es sobre Bella.

Phury se paró.

– Quizás.

– Definitivamente. -Z bajó la mirada y la fijó en el suelo del pasillo-. Puedes olerla en mí, seguro.

En el largo silencio que hubo entre ellos, Phury deseó desesperadamente tener un tope entre los labios.

– Sólo necesito saber… si ella está bien después de que tú hayas… yacido con ella.

Z se cruzó de brazos.

– Si. Y no te preocupes, ella no va a querer hacerlo de nuevo.

OK Dios.

¿Por qué?

– Yo le hice… -Z frunció el fino labio-. De todo.

– ¿Qué? ¿Qué hiciste?

– Le hice herirme. -Cuando Phury retrocedió, Z se echó a reír con un bajo, triste sonido-. Sí, no necesitas ser tan sobre protector. Ella no se me va a acercar de nuevo.

– ¿Cómo…? ¿Qué pasó?

– UAH-Hugh, bien. Déjame decirte todas las formas en que tú y yo no vamos a estar.

De repente, sin ningún aviso, Z enfocó la cara de Phury. La fuerza de esa mirada fue una sorpresa, porque el hombre rara vez miraba a alguien a los ojos.

– Derechito hacia arriba, hermano, se cómo te sientes respecto a ella y yo… ah espero que cuando las cosas se enfríen un poco, quizás puedas… estar con ella o algo.

¿Estaba loco? Pensó Phury. ¿Estaba jodidamente loco?

– ¿Cómo demonios crees que eso podría funcionar, Z? Estás ligado a ella.

Zsadist se frotó la pelada cabeza.

– No realmente.

– Sandeces.

– No importa, ¿qué tal esto? Considerablemente pronto ella va a salir de lo que sea este post-trauma en el que está y va a querer a alguien real.

Phury sacudió la cabeza, sabiendo malditamente bien que un hombre unido no deja a un lado sus sentimientos por su mujer. No a menos que muera.

– Z, estás chiflado. ¿Cómo puedes decir que quieres que esté con ella? Eso te mataría.

La cara de Zsadist cambió y su expresión fue un shock. Tal dolor, pensó Phury. Tan profundo que parecía imposible.

Y entonces el hombre avanzó. Phury se preparó para… Dios, no tenía ni idea de lo que le venía.

Cuando Z levantó la mano, no había furia ni violencia. Y mientras Phury sentía la palma de su gemelo posándose suavemente en su cara, no pudo recordar la última vez que Z le había tocado con cariño. O le había tocado de cualquier forma.

La voz de Zsadist era baja y suave mientras movía el pulgar adelante y atrás por la mejilla sin marcar.

– Eres el hombre que yo debería haber sido. Tienes el potencial que yo tuve y perdí. Eres el honor, la fuerza y la ternura que ella necesita. La cuidarás. Quiero que tú la cuides. -Zsadist bajó la mano. -Será una buena unión para ella. Contigo como su hellren, podrá llevar la cabeza alta. Podrá estar orgullosa de ser vista contigo a su lado. Será socialmente invencible. La glymera no será capaz de tocarla.

La tentación se arremolinó y se condensó hasta convertirse en el instinto de Phury. Pero y su gemelo ¿qué?

– Oh, Dios… Z. ¿Cómo puedes digerir la idea de que yo esté con ella?

Instantáneamente toda la suavidad se había ido.

– Que seas tú o algún otro, la pena es la misma. Además, ¿piensas que no estoy acostumbrado a ser herido? -Z curvó los labios en una pequeña sonrisa desagradable-. Para mí, es el dulce hogar, hermano.

Phury pensó en Bella y en cómo ella había rechazado su vena.

– Pero ¿no crees que ella tiene voz y voto en esto?

– Ella verá la luz. No es estúpida. No a tan largo plazo. -Z se giró y empezó a caminar. Entonces se detuvo. Sin mirar atrás. Dijo-, hay otra razón por la que quiero que la tengas.

– ¿Es la única que va a tener sentido?

– Debes ser feliz. -Phury dejó de respirar mientras Zsadist murmuraba-. Vives menos de media vida. Siempre lo haces. Ella podría cuidarte, y eso… eso sería bueno. Me gustaría para ti.

Antes de que Phury pudiera decir algo, Z le cortó.

– ¿Recuerdas en aquella cueva… después de que me rescataras? Ya sabes, ¿el día que nos sentamos juntos a esperar la puesta de sol?

– Si -susurró, recorriendo la espalda de su gemelo.

– Aquel lugar olía a demonios, ¿verdad? ¿Lo recuerdas? ¿El pescado?

– Lo recuerdo todo.

– Sabes, todavía puedo imaginarte contra la pared de la cueva, con el pelo todo enredado, la ropa mojada y manchada de sangre. Parecías una mierda. -Z se rió en un corto exabrupto-. Yo tenía peor aspecto, estoy seguro. De todas formas… me dijiste que me facilitarías las cosas, si pudieras.

– Lo hice.

Hubo un gran silencio. Entonces un golpe de frío surgió del cuerpo de Z y miró sobre sus hombros. Sus ojos negros eran glaciales, su cara oscura como las infundadas sombras del infierno.

– Se acabó el ser ayudado. Jamás. Pero seguro como la mierda que hay esperanza para ti. Así que toma a la mujer que quieres tan desesperadamente. Cógela y mete algo de sentido común en ella. La echaría de mi habitación si pudiera, pero ella simplemente no quiere irse.

Z se alejó a zancadas, sus botas de montaña golpeando el suelo.


Horas más tarde Bella estaba paseando por la mansión. Había pasado parte de la noche con Beth y Mary, y apreció su amistad. Pero ahora estaba todo en silencio, porque los Hermanos y todos los demás se habían ido a la cama. Sólo ella y Boo recorriendo los pasillos mientras el día pasaba, con el gato a su lado como si supiera que ella necesitaba compañía.

Dios, estaba agotada, tan cansada que casi no podía tenerse de pie, y estaba sufriendo también. El problema era, que había una agitación que animaba su cuerpo; su maquinaria interna rehusaba a estar ociosa.

Mientras el rubor la atravesaba, como si alguien le hubiera puesto un secador de pelo en cada pulgada de su piel, supuso que estaba poniéndose enferma, aunque no sabía cómo. Había estado con el lessers durante seis semanas, y no era como si hubiera cogido un virus de él. Y ninguno de los Hermanos o sus shellans estaba enfermo. Quizás sólo era algo emocional.

¿Sí, tú crees?

Llegó a una esquina y se detuvo, dándose cuenta de que había vuelto al pasillo de las estatuas. Se preguntó si Zsadist estaría en su habitación ahora.

Y se desilusionó cuando abrió la puerta y no estaba.

Aquel hombre, noto, era como una adicción. No era bueno para ella, pero no era algo de lo que pudiera alejarse.

– Hora de acostarse, Boo.

El gato le hizo un maullido, como si abandonara sus deberes de escolta y se fue trotando por el pasillo, silencioso como la nieve que cae igual de elegante.

Bella cerró la puerta mientras la atrapaba otro sofoco. Lanzando la prenda de lana que llevaba fue a abrir la ventana, pero por supuesto las persianas estaban bajadas: eran las dos de la tarde. Desesperada por calmarse, se dirigió a la ducha y se metió bajo el agua fría durante sólo Dios sabe cuánto tiempo. Se sentía incluso peor cuando salió, le picaba la piel y le pesaba la cabeza.

Envolviéndose en una toalla, se fue a la cama y arregló las mantas arrugadas. Antes le echó un ojo al teléfono y pensó que debería llamar a su hermano. Necesitaban encontrarse cara a cara, y necesitaban hacerlo pronto, porque el periodo de gracia de Wrath no iba a durar mucho más. Y como Rehv nunca dormía, podría ser ahora.

Sin embargo, mientras otra oleada de calor la atravesaba, supo que no podía tratar con su hermano ahora. Esperaría hasta que cayera la noche, después de descansar algo. Cuando el sol se pusiera podría llamar a Rehvenge y encontrarse con él en algún sitio público y neutral. Y lo persuadiría de que cortara el rollo.

Se sentó en la orilla de la cama y sintió una extraña presión entre las piernas.

El sexo con Zsadist, pensó. Había pasado mucho tiempo desde que había tenido a un hombre dentro. Y el único otro amante que había tenido no había estado así de dotado. No se había movido así.

Las imágenes de Zsadist balanceándose sobre ella, su cara tensa y oscura, su cuerpo duro esforzándose, enviaron un pulso que la dejó temblando. Rápidamente una sensación aguda le traspasó su propio centro, como si él estuviera penetrándola de nuevo, una combinación de miel y ácido recorriéndole las venas.

Frunció el ceño, apartó la toalla, y miró su cuerpo. Sus pechos parecían mucho más grande de lo normal, las puntas de un profundo rosa. ¿Vestigios de la boca de Zsadist? Absolutamente.

Con una maldición, se echó y se tapó con una sábana. Más calor bulló en su cuerpo, y se giró sobre el estómago. Abriendo las piernas. Intentando calmarse. A pesar de eso, el dolor pareció volverse más agudo.


Cuando la nieve empezó a caer en serio y la luz de la tarde comenzó a debilitarse un poco, O condujo su camión hacia el sur por la Ruta 22. Cuando llegó al lugar correcto se bajó y miró a U.

– El Explorer está a 100 yardas en línea recta desde aquí. ¡Sácalo ya de esos bosques! Después empieza a comprar todos los materiales que necesitamos y fija los días de entrega. Quiero esas manzanas localizadas y el arsénico listo.

– Excelente. -U bajó desabrochando el cinturón del asiento-. Pero, escucha, necesitas dirigirte a la Sociedad. Es lo habitual para el Lesser Principal.

– Lo que sea.

O miró por el parabrisas, observando cómo los limpiaparabrisas apartaban los copos de nieve. Ahora que ya tenía a U organizando la gilipollez del festival del solsticio, volvió a atormentar su cerebro con las respuestas a su principal problema: ¿cómo demonios iba a encontrar a su mujer ahora?

– Pero el Lesser Principal siempre se ha dirigido a los miembros la primera vez que ocupa el sitio del antiguo jefe.

Cristo, la voz de U estaba empezando realmente a sacarle la mierda que llevaba dentro. De modo que era del tipo de mentalidad de ‘ir por el libro’.

– O, necesita…

– Cállese la jodida boca, tío. No estoy interesado en organizar encuentros.

– Ok. -U alargó la palabra, su desaprobación era obvia-. Así que ¿dónde quiere a los escuadrones?

– ¿Dónde cree? En el centro.

– Si encuentran civiles mientras luchan con los Hermanos, ¿quiere que los equipos hagan prisioneros o sólo que los maten? y ¿vamos a construir otro centro de persuasión?

– No me importa.

– Pero necesitamos… -la voz de U era monótona.

¿Cómo iba a encontrarla? Dónde podría…

– O.

O miró a través del camión, listo para explotar.

Qué.

La boca de U pareció la de un pez por un momento. Abriendo. Cerrando.

– Nada.

– Está bien. Ni una más de sus tonterías. Ahora saque de aquí mi camión y manténgase ocupado haciendo algo que no sea cotorrear conmigo.

Apretó el acelerador en el segundo en que las botas de U tocaron la grava. Pero no fue muy lejos. Giró por la vereda de la granja e hizo un reconocimiento a la casa de su mujer.

No había huellas en la nieve fresca. No había luces. Estaba desierta.

Malditos Betas.

O se dio la vuelta y se dirigió al centro. Tenía los ojos secos por la falta de sueño, pero no quería malgastar las horas nocturnas recargándose. A joderse.

Tío… Si no conseguía matar algo ésta noche, iba a volverse loco.

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