Agradecimientos

Me gustaría expresar mi más profunda gratitud a las siguientes personas por su aportación en este libro: al detective Shane Hartgrove que me ayudó desde el principio y contestó a mis preguntas sin reírse demasiado; a Candis Terry, un excepcional escritor, por ayudarme a redactar preguntas de poli; al oficial John Terry, que me dejó tocar sus esposas y me enseñó su chaleco antibalas; al doctor Paul Collins por dedicar tiempo para hablarme sobre las heridas de bala y la presión barométrica; y, especialmente, a mi mejor amiga, Stef Ann Holm, que me dice la verdad (incluso cuando no quiero oírla). Y mil gracias a Lucia Macro que entendió que necesitaba más tiempo y no dudó en proporcionármelo.

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