Capítulo 9

Bella se apoyó contra la pared del pasillo y comenzó a trenzar su cabello, algo que hacía cuando estaba nerviosa.

Había oído que los miembros de La Hermandad eran casi como una especie aparte, pero ella no había pensado nunca que fuera cierto. Hasta ahora. Esos dos varones no eran simplemente colosales en una escala física; irradiaban dominación y agresión. Caramba, hacían que su hermano pareciese a un amateur en el departamento de los tipos duros, y Rehvenge era la cosa más resistente que ella había encontrado.

Querido Dios, ¿qué había hecho al traer a Mary y a John aquí? Estaba menos preocupada por el niño el niño, pero ¿Y Mary? La manera en que había actuado el guerrero rubio a su alrededor serían problemas a tope. Se podría haber hervido un océano con el tipo de lujuria que él emanaba, y los miembros de La Hermandad de la Daga Negra no estaban acostumbrados a que se les negara nada. Por lo que había oído, cuando querían una mujer, la tenían.

Afortunadamente, no se sabía que violasen, aunque por lo que se desprendía de lo que había visto ahora mismo, no tendrían por qué hacerlo. Los cuerpos de esos guerreros estaban hechos para sexo. La unión con uno de ellos, siendo poseída por toda esa fuerza, sería una experiencia extraordinaria.

Aunque Mary, como una humana, pudiera ser que no lo sintiera así.

Bella miró de arriba a abajo el pasillo, agitada, tensa. No había nadie, y si tenía que estarse más quieta iba a tener un la cabeza llena de rastas. Ella sacudió su pelo, escogió una dirección aleatoria, y caminó sin rumbo. Cuando percibió el sonido de un golpeteo rítmico a lo lejos, ella siguió el ruido sordo hasta un par de puertas de metal. Abrió un lado y lo atravesó andando.

El gimnasio era del tamaño de un de estadio de baloncesto profesional, el suelo de madera barnizado muy brillante. Alfombras azul brillante estaban colocadas aquí y allá y los fluorescentes enjaulados colgaban de un alto techo. Un balcón con asientos de estadio se proyectaba a la izquierda, y bajo un saliente, una serie de sacos de arena estaban colgados desde arriba.

Un magnífico varón golpeaba con fuerza uno de ellos, de espaldas a ella. Bailaba sobre las puntas de sus pies, ligero como la brisa, lanzando puñetazo tras puñetazo, agachándose rápidamente, chocando, conduciendo el saco pesado hacia adelante con su fuerza de manera que la cosa colgada se angulara.

No podía verle la cara, pero tenía que ser atractivo. Su pelo cortado al ras era de color café, y llevaba puesto un suéter de cuello vuelto negro muy ajustado y un par de pantalones negros de nailon amplios de entrenamiento. Una pistolera cruzaba su ancha espalda.

La puerta hizo un clic cuando se cerró detrás de ella.

Con un golpe de su brazo, el varón sacó de repente una daga y la enterró en el saco. Él abrió de un tirón la cosa, la arena y el relleno caían rápidamente sobre la alfombrilla. Y luego se dio la vuelta.

Bella puso una mano sobre su boca. Su cara estaba llena de cicatrices, como si alguien hubiera tratado de cortarla por la mitad con un cuchillo. La gruesa línea se iniciaba en su frente, bajaba por el puente de la nariz, y se curvaba sobre su mejilla. Acababa al lado de su boca, deformando su labio superior.

Los ojos estrechos, negros y fríos como la noche, la acogieron y luego se ensancharon muy ligeramente. Él pareció desconcertado, su gran cuerpo inmóvil excepto por las respiraciones profundas que hacía.

El varón la quería, pensó ella y estaba inseguro sobre que hacer con ello.

Excepto que, la incerteza y la extraña confusión fueron enterradas. Lo que tomó su lugar fue una cólera helada que la asustó como el mismo infierno. Manteniendo sus ojos sobre él, ella se echó hacia atrás hacia la puerta y apretó la barra de apertura. Cuando no llegó a ninguna parte, tuvo el presentimiento que estaba atrapada.

El varón miró su lucha durante un momento y luego fue tras ella. Mientras atravesaba las alfombrillas, lanzaba su daga al aire y la atrapaba por el mango. Lanzándola hacia arriba, volviéndola a coger. Arriba y abajo.

– No se lo que estás haciendo aquí. -Dijo él voz baja.-Aparte de joderme el entrenamiento.

Cuando sus ojos pasaron sobre su cara y su cuerpo, su hostilidad fue palpable, pero él también eliminaba un crudo calor, una especie de amenaza sexual por la que ella realmente no debería haberse sentido cautivada.

– Lo siento. No sabía…

– ¿No sabías qué, mujer?

Dios mío, él estaba tan cerca ahora. Y él era más grande que ella.

Ella se apretó contra de la puerta. -Lo siento…

El varón apoyó sus manos en el metal a cada lado de su cabeza. Ella vio el cuchillo que él mantenía, pero luego olvidó todo sobre el arma cuando se apoyó en ella. Él se detuvo justo antes de que sus cuerpos se tocaran.

Bella hizo una profunda espiración, oliéndolo. Su perfume era más como un fuego en su nariz que cualquier otra cosa que ella pudiera identificar. Y ella le respondió, el calor, el deseo.

– Tú lo sientes. -Dijo él, colocando su cabeza a su lado y concentrándose en su cuello. Cuando él sonrió, sus colmillos eran largos y muy blanco. -Sí, apuesto a que sí.

– De verdad que lo siento.

– Demuéstramelo.

– ¿Cómo? Ella susurró.

– Ponte sobre tus manos y tus rodillas. Tomaré tu disculpa así.

Una puerta al otro lado del gimnasio se abrió de golpe.

– ¡Oh Cristo!… ¡Déjala ir! -Otro varón, con una larga cabellera, corrió a través del vasto suelo. -Manos fuera, Z. Ahora mismo.

El varón de las cicatrices se apoyó en ella, poniendo su deformada boca cerca de su oído. Algo presionó sobre su esternón, sobre su corazón. La punta de un dedo.

– Te han salvado, mujer.

Él dio un paso alrededor de ella y fue hacia la puerta, justo cuando el otro varón llego hasta ella.

– ¿Estás bien?

Bella miró la diezmada bolsa perforada. A ella le parecía que no podía respirar, aunque no sabía si era de miedo o era algo enteramente sexual, no estaba segura. Probablemente una combinación de ambos.

– Sí, creo que sí. ¿Quién era?

El varón abrió la puerta y la llevó de regreso al cuarto de interrogación sin contestar a su pregunta. -Hazte un favor y espera aquí, ¿okay?

Un sano consejo, pensó ella, cuando se quedó sola.

Загрузка...