Mary salió del sueño con un violento espasmo. Un profundo grito retronó en su sala de estar, rompiendo la tranquila mañana. Se irguió de golpe, pero fue apartada hacia un lado otra vez. Entonces el sofá entero estaba inclinado alejado de la pared.
En la gris luz del alba, vio el petate de Rhage. Su abrigo.
Y comprendió que él había saltado detrás del diván.
– ¡Las persianas! -Gritó él. -¡Baja las persianas!
El dolor en su cortante voz la turbó haciéndola correr por la habitación. Ella cubrió cada ventana hasta que la única luz que entraba desde fuera entraba por la cocina.
– Y aquella puerta, también…-Su voz se resquebrajó. -La de la otra habitación.
Ella la cerró rápidamente. Ahora estaba completamente oscuro excepto por el brillo de la TV.
– ¿El cuarto de baño tiene ventana? -preguntó él bruscamente.
– No, no tiene. ¿Rhage, que ha pasado? -Ella comenzó a inclinarse hacia el borde del sofá.
– No te acerques a mí.-Las palabras sonaron estranguladas. Y seguidamente una maldición picante.
– ¿Estás bien?
– Solo deja…que recobre el aliento. Necesito que me dejes solo ahora.
Ella dio la vuelta al sofá de todas formas. En la oscuridad, vagamente solo podía distinguir la gran silueta de él.
– ¿Qué ha pasado Rhage?
– Nada.
– Sí, obviamente. -Caray, ella odió la tenaz rutina del tipo. -¿Es por la luz solar, verdad? Eres alérgico a ella.
Él rió ásperamente. -Se podría decir eso. Mary, para. No vengas aquí.
– ¿Por qué no?
– No quiero que me veas.
Ella lo alcanzó y encendió la lámpara más cercana. El sonido de un silbido resonó en la habitación.
Cuando su vista se adaptó, vio a Rhage tumbado boca arriba, un brazo atravesando su pecho, el otro sobre sus ojos. Había una repugnante quemadura sobre la piel expuesta por las mangas enrolladas. Él hacía muecas por el dolor, sus labios retirados hacia atrás…
Se le heló la sangre.
Colmillos.
Dos largos caninos estaban alojados entre sus dientes superiores.
Él tenía colmillos.
Ella debió jadear por que él refunfuñó.-Te dije que no miraras.
– Jesucristo. -Susurró ella. -Dime que son falsos.
– No lo son.
Ella caminó hacia atrás hasta que se tropezó contra la pared. Santo…buen Dios.
– ¿Qué…eres tú? -Ella se ahogaba.
– Nada de luz solar. Colmillos con onda. -Él respiraba desigualmente. -Haz una conjetura.
– No…no es…
Él gimió y luego ella escuchó un movimiento, como si él se removiera. -¿Puedes hacerme el favor de apagar aquella lámpara? Se me han tostado las retinas y necesitan algo de tiempo para recuperarse.
Ella se inclinó hacia delante y apretó el interruptor. Abrigándose con sus brazos a su alrededor, escuchó los sonidos roncos que él hacía cuando respiraba.
El tiempo pasó. No dijo ninguna cosa. No se sentó, se rió y se sacó la falsa dentadura. No dijo que era el mejor amigo de Napoleón o Juan el Bautista o Elvis, como un tipo de loco chiflado.
Tampoco voló por el aire e intentó morderla y matarla. Tampoco se convirtió en murciélago.
Oh, vamos. Pensó ella. No podía tomárselo en serio, ¿verdad?
Pero él era diferente. Fundamentalmente diferente a cualquier hombre que hubiera conocido. Que si…
Él gimió suavemente. Por el brillo de la TV, vio como su bota sobresalía del diván.
No tenía sentido que pensara en lo que él era, pero sabía que ahora estaba sufriendo. Y no iba a abandonarlo sobre el suelo en la agonía su había algo que ella pudiera hacer por él.
– ¿Cómo puedo ayudarte? -Dijo ella.
Hubo una pausa. Como si lo hubiese sorprendido.
– ¿Puedes traerme algo de helado? No de frutos secos o de chips si tienes. Y una toalla.
Cuando regresó con un bol, ella pudo escuchar como luchaba por sentarse.
– Déjame que vaya. -Dijo ella.
– Él estaba quieto.- ¿No tienes miedo de mi ahora?
Considerando que él era una ilusión o un vampiro, ella debería estar aterrorizada.
– ¿Una vela sería demasiada luz? -Preguntó ella, no haciendo caso a su pregunta. -Porque no seré capaz de ver allí detrás.
– Probablemente no. Mary, no te haré daño. Te lo prometo.
Ella dejó el helado, encendió una de sus largas velas y la dejó sobre la mesa al lado del diván. Con el brillante parpadeo ella pudo ver su gran cuerpo. Y el brazo todavía sobre sus ojos. Inútiles. No estaba haciendo muecas, pero su boca estaba ligeramente abierta.
Entonces pudo observar las puntas de sus colmillos.
– Sé que no me harás daño. -Murmuró ella, mientras recogía el bol.-Ya has tenido demasiadas posibilidades.
Cubriéndose con la parte trasera del sofá, sacó un poco de helado y lo extendió.
– Aquí. Abre grande. Haagen-Dazs de vainilla.
– No es para comérmelo. La proteína de la leche y el frío ayudaran a las quemaduras a curarse.
No había ningún modo en el que pudiera acceder hasta donde él se había escaldado, entonces retiró el diván hacia atrás y se sentó a su lado. Trabajando el helado para que se convirtiera en una sopa espesa, ella usó los dedos paca colocar un poco sobre la inflamación, sobre las ampollas de su piel. Él se estremeció, mostrando sus colmillos, entonces ella hizo una pausa.
Él no era un vampiro. No podía serlo.
– Sí, de verdad que lo soy. -Murmuró él.
Ella dejó de respirar. -¿Puedes leer las mentes?
– No, pero sé que me estás mirando fijamente y puedo imaginar como me sentiría si estuviera en esta situación. Mira, somos una especie diferente, eso es todo. Nada extraño, solo…diferentes.
Bien, pensó ella, poniendo más helado sobre las quemaduras. Vamos a probar esta cosa entera por el tamaño.
Aquí estaba ella con un vampiro. Un icono del horror. Un icono del horror de 2,10 m. de altura y 125 kg. de peso, con una dentadura como la de un Doberman.
¿Podría ser verdad? ¿Y por qué le creía cuando le decía que no le haría daño? Debería estar fuera de su mente.
Rhage gimió de alivio. -Esto funciona. Gracias a Dios.
Bien, en primer lugar, él estaba demasiado ocupado con sus heridas para ahora mismo ser una verdadera amenaza. Iban a pasar semanas hasta que se repusiera de estas quemaduras.
Ella bañó sus dedos en el tazón y puso más Haagen-Dazs en su brazo. Después de la tercera ronda, ella tuvo que inclinarse hacia abajo para asegurarse que estaba bien. Su piel absorbía el helado como si fuera un bálsamo. Directamente ante sus ojos.
– Esto está mucho mejor. -Dijo él suavemente. -Gracias.
Él retiró el brazo de su frente. La mitad de su cara y de su cuello estaban enrojecidos.
– ¿Quieres que haga esa parte también? -Indicando ella el área quemada.
Sus misteriosos ojos azules se abrieron. La miraba cautelosamente cuando levantó la vista. -Por favor. Si no te importa.
Mientras él la miraba, ella puso sus dedos en el tazón y luego extendió la mano. Sus manos temblaban un poco mientras extendía la cosa primero sobre su mejilla.
Dios, sus pestañas eran espesas. Gruesas y trigueñas. Y su piel era suave, aunque su barba hubiera crecido de la noche a la mañana. Tenía una gran nariz. Recta como una flecha. Y sus labios eran perfectos. Bastante grandes para encajar con el tamaño de su cara. Rosa oscuro. El inferior era más grande.
Se retiró a tomar más y le cubrió la mandíbula. Entonces se movió hacia su cuello, pasando por alto los gruesos cordones de sus músculos desde sus hombros hasta la base del cráneo.
Cuando ella sintió algo que le acariciaba el hombro, echó un vistazo. Sus dedos le estaban acariciando las puntas de su cabello.
Susceptible por la inquietud. Ella se retiró hacia atrás.
Rhage dejó caer su mano, sin sorprenderse por su rechazo.
– Lo siento. -Refunfuñó él, cerrando los ojos.
Sin mirarla, él fue sumamente consciente de sus apacibles dedos cuando movían por su piel. Ella estaba muy cerca de él, lo bastante cerca para que pudiera olerla. Cuando el dolor de su exposición al sol disminuyó, su cuerpo comenzó a quemarse de un modo diferente.
Él abrió los ojos, manteniendo los párpados bajos. Mirándola. Deseándola.
Cuando ella terminó, dejó el tazón y lo observó directamente. -Vamos a asumir que creo que eres un…que eres diferente. ¿Por qué no me mordiste cuando tuviste la ocasión? Creo que estos colmillos no solamente decorativos ¿verdad?
Su cuerpo estaba tenso, como si estuviera preparada para largarse en cualquier momento, pero no cedía ante su miedo. Y lo había ayudado cuando lo necesitó, incluso cuando estaba asustada.
Dios, su coraje era excitante.
– Me alimento de las mujeres de mi propia especie. No de los humanos.
Sus ojos llamearon. -¿Hoy muchos como vosotros?
– Bastantes. No tantos como solía haber. Nos cazan para extinguirnos.
Lo que le recordó que: estaba separado de sus armas por unos 5 metros y un diván. Intentó levantarse, pero la debilidad de su cuerpo hizo que sus movimientos fueran lentos y descoordinados.
Maldito sol, pensó él. Te succiona directamente la vida.
– ¿Qué necesitas? -Le preguntó ella.
Se levantó y desapareció detrás del diván. Escuchó un ruido sordo y luego el sonido de una bolsa siendo arrastrada por el suelo.
– Por Dios, ¿qué hay aquí? -Ella se volvió para mirarlo. Cuando dejó caer las asas, ellas cayeron a los lados.
Él esperaba como el infierno que ella no mirara hacia allí.
– Escucha, Mary…tenemos un problema. – Él forzó a su torso a levantarse del suelo, tonificando sus brazos.
La probabilidad de un ataque de los lessers a la casa era baja. Aunque los asesinos pudieran salir a la luz del sol, ellos trabajaban de noche y necesitaban entrar en trance para reponer su fuerza. La mayor parte del tiempo estaban tranquilos durante el día.
Pero él no había tenido noticias de Wrath. Y la tarde llegaría eventualmente.
Mary apartó la mirada de él, su expresión era una tumba. -¿Necesitas estar bajo tierra? Por que puedo conseguirte un sótano en el viejo granero. La puerta hacia allí es por la cocina, pero yo puedo colgar edredones sobre las persianas…miércoles, hay claraboyas. Tal podríamos cubrirlas con algo. Probablemente estarías más a salvo allí.
Rhage dejó caer su cabeza hacia atrás de manera que veía todo el techo.
Aquí estaba esta mujer humana, que tenía ni la mitad de su peso, que estaba enferma, que acababa de averiguar que tenía un vampiro en su casa- y estaba preocupada por protegerlo.
– ¿Rhage? -Ella fue y se arrodilló a su lado. -Puedo ayudarte a bajar…
Ante de que él pudiera pensar, tomó su mano, presionando sus labios sobre su palma y luego la puso sobre su corazón.
Su miedo se arremolinó en el aire, un olor agudo, ahumado que se mezclaba con su delicioso olor natural. Pero ella no la arrancó esta vez, y el cóctel de lucha-o-lucha no duró mucho tiempo.
– No tienes por qué preocuparte. -Dijo ella suavemente. -No dejaré que nadie llegue hasta ti hoy. Estás a salvo.
Ah, infiernos. Ella lo derretía. Realmente lo hacía.
Él se aclaró la garganta. -Gracias. Pero es por tí por la que estoy preocupado. Mary, anoche nos atacaron en el parque. Perdiste el bolso y tengo que asumir que mis enemigos lo consiguieron.
La tensión se disparó por su brazo, viajando por su palma y golpeó su pecho. Como estaba susceptible por la inquietud, deseó sacar de algún modo el miedo de ella, tomándolo en si mismo.
Ella negó con la cabeza. -No recuerdo ningún ataque.
– Borré tu memoria.
– ¿Qué significa que borraste?
Él había metido la mano en su mente y la había liberado de los acontecimientos de la noche anterior.
Mary jadeó y puso sus manos sobre sus caderas, parpadeando rápidamente. Él sabía que tenía que explicarse rápidamente. No iba a procesar todo y la asaltarían conclusiones de que él era un asesino.
– Mary, tuve que traerte a casa para poder protegerte mientras espero noticias de mis hermanos. -Las que todavía no habían llegado, maldición. -Aquellos hombres que nos atacaron, no son humanos y son muy buenos en lo que hacen.
Ella cayó sobre el suelo sin gracia, como si sus rodillas no la sostuvieran. Sus ojos estaban agrandados y ciegos mientras negaba con la cabeza.
– Mataste a dos de ellos. -Dijo ella con una voz muerta. -Le rompiste el cuello a uno. Y al otro…
Rhage maldijo. -Siento haberte enredado en todo esto. Siento haberte puesto en peligro ahora. Y siento haberte borrado la memoria…
Ella lo miró con dureza. -No lo hagas otra vez.
Él sentía que no podía hacerle esa promesa. – No a no ser que tenga que salvarte. Sabes mucho de mí ahora, y esto te pone en peligro.
– ¿Me has borrado la memoria alguna otra vez?
– Nos encontramos en el centro de entrenamiento. Tú viniste con John y Bella.
– ¿Cuánto hace de ello?
– Un par de días. Puedo devolvértelos, también.
– Espera un minuto. -Ella frunció el ceño. ¿Por qué no me has hecho olvidar todo sobre ti hasta el momento actual? Ya sabes, borrarlo todo.
Como si ella hubiera preferido eso.
– Iba a hacerlo. Anoche. Después de cenar.
Ella lo miró desde la distancia. -¿Y no lo hiciste debido a lo que pasó e el parque?
– Y porque…-Dios, ¿hasta dónde quería llegar él? ¿Realmente quería que ella supiera lo que sentía? No, pensó él. Ella lo miraba totalmente sobresaltada. Ahora apenas era el momento para que llegaran las felices noticias, que un vampiro masculino se había vinculado a ella. -Por que es una invasión a tu intimidad.
En el silencio que siguió, podía verla trabajar sobre los acontecimientos, las implicaciones, la realidad de la situación. Y luego su cuerpo dejó su dulce olor a su excitación. Ella recordaba como la había besado.
Bruscamente, ella se estremeció y frunció el ceño. Y la fragancia fue cortada.
– Ah, Mary, en el parque, cuando yo mantenía la distancia de ti mientras nosotros…
Ella sostuvo su mano, parándolo. -Todo sobre lo que quiero hablar es sobre lo que vamos a hacer ahora.
Sus ojos grises se encontraron con los suyos y no dudaron. Ella estaba, él comprendió, lista para algo.
– Dios…eres asombrosa, Mary.
Sus cejas se levantaron. -¿Por qué?
– Manejas toda esta mierda realmente bien. Sobre todo la parte de lo que soy.
Ella pasó un mechón de su pelo detrás de su oreja y estudió su cara. -¿Sabes algo? No es una gran sorpresa. Bien, los es, pero…sabía que eras diferente desde el primer momento ente vi. Yo no sabía que eras un… ¿Os llamáis vampiros?
Él asintió.
– Vampiro. -Dijo ella, como si hiciera una prueba con la palabra. -No me has hecho daño o asustado. Bien, no realmente. Y…sabes, he estado clínicamente muerta al menos dos veces. Una cuando entré en paro cardíaco mientras me hacían el transplante de médula ósea. Otra vez cuando tuve una pulmonía y mis pulmones estaban llenos de líquido. Yo, ah, no estoy segura de dónde fui o por qué volví, pero había algo al otro lado. Ni cielo con nubes y ángeles y todo aquel jazz. Sólo una luz blanca. Yo no sabía lo que era la primera vez. La segunda, solo fui directamente a ello. No sé por qué volví…
Ella enrojeció y dejó de hablar, como si se avergonzara por lo que le había revelado.
– Has visto al Fade. -Murmuró él, intimidado.
– ¿El Fade?
Él asintió. -Al menos, así es como lo llamamos.
Ella negó con la cabeza, claramente indispuesta de ir más lejos con el sujeto. -De todas formas, hay mucho que no entendemos sobre este mundo. ¿Los vampiros existen? Esto es sólo una cosa más.
Cuando él no dijo nada durante un ratito, ella le echó un vistazo. -¿Por qué me miras así?
– Eres un wahlker. -Dijo él, sintiendo como si debiera levantarse e inclinarse ante ella, como una costumbre.
– ¿Un wahlker?
– Alguien quien ha ido a otro lado y ha vuelto. De dónde yo vengo, ese es un título de distinción.
El teléfono móvil sonó y ambos giraron sus cabezas. El sonido venía de dentro del petate.
– ¿Podrías traerme aquel bolso?-preguntó él.
Ella se inclinó e intentó levantarlo. No pudo. -¿Por qué no te doy solo el teléfono?
– No. -Él luchó por ponerse de rodillas. -Sólo déjame…
– Rhage, lo conseguiré…
– Mary, para. -Le ordenó él. -No quiero que lo abras.
Ella retrocedió ante la cosa, como si estuviera llena de serpientes.
Con una sacudida él metió su mano dentro. En cuanto encontró el teléfono, lo levantó y se lo puso al oído.
– ¿Si? -Él ladró, cerrando parcialmente la cremallera del petate.
– ¿Estás bien? -Dijo Tohr. ¿Y dónde infiernos estás?
– Estoy bien. Sólo que no estoy en casa.
– Ninguna mierda. Cuando Butch no te encontró en el cuarto de gimnasia y tampoco en la casa, se preocupó y me llamó. ¿Necesitas que vayamos a buscarte?
– No. Estoy bien dónde estoy.
– ¿Y dónde está eso?
– Llamé a Wrath la pasada noche y no me ha contestado. ¿Está en los alrededores?
– Él y Beth se fueron a un lugar íntimo en la ciudad. Ahora, ¿dónde estás? – Cuando no hubo una rápida respuesta, la voz de sus hermanos cayó un poco más abajo. -Rhage, ¿qué infiernos estás haciendo?
– Sólo dile a Wrath que lo estoy buscando.
Tohr maldijo. -¿Estás seguro de que no necesitas que vayamos a buscarte? Puedo enviar un par de doggen con una bolsa de cuerpo plomada.
– Nah, estoy bien. – Él no iba a ninguna parte sin Mary. -Más tarde, hombre.
– Rhage…
Colgó y el teléfono sonó otra vez inmediatamente. Después de comprobar la ID, él dejó a Tohr dejar un mensaje en el buzón de voz. El dejó la cosa a su lado en el suelo cuando su estómago se quejó.
– ¿Quieres que te consiga algo de comida? -Le preguntó Mary.
Él la miró un momento, atontado. Y luego tuvo que recordarse que ella no sabía la intimidad que le ofrecía. De todas formas la idea de que ella le honrara con el alimento que le prepararía con sus propias manos lo dejaron sin aliento.
– Cierra tus ojos para mí. -Le dijo él.
Ella se puso rígida. Pero cerró los párpados.
Se inclinó hacia delante y presionó sus labios suavemente sobre los suyos.
Aquellos ojos grises reabrieron de par en par, pero él se retiro antes de que ella pudiera.
– Me gustaría que me alimentaras. Gracias.