Capítulo 23

Rhage caminaba alrededor de la sala de estar, intentando apagar la quemazón. Había sido bastante difícil mantener su cuerpo bajo control antes de poner su boca sobre ella. Ahora que su lengua conocía su sabor, su columna vertebral ardía, la extensión de la quemadura iba hasta cada músculo que tenía. Su piel temblaba por todas partes, causando tal comezón que quería pasarse por papel de liza.

Cuando se frotó los brazos, sus manos temblaban de modo incontrolable.

Dios, tenía que alejarse del olor de su sexo. De la vista de ella. Del saber de que podría tomarla ahora mismo porque ella le habría dejado.

– Mary, tengo que estar solo un ratito. -Él echó un vistazo hacia la puerta del cuarto de baño. Voy a entrar allí. Si alguien viene a la casa o escuchas algo insólito, quiero que me avises inmediatamente. Pero no tardaré.

Él no la miró cuando cerró la puerta.

En el espejo sobre el lavabo, sus pupilas brillaron blancas en la oscuridad.

Oh, Jesús, no podía cambiar. Si la bestia salía ahora…

El miedo por la seguridad de Mary envió a su corazón un sprint haciendo peor la situación.

Joder. ¿Que iba a hacer? ¿Y por qué le pasaba esto? Por qué…

Para. Solo para este pensamiento. Para el pánico. Vuelve ocioso tu motor interno. Entonces podrás preocuparte todo lo que quieras.

Él bajó la tapa del wc y sentó sobre ella, descansando sus manos sobre las rodillas. Obligó a sus músculos a relajarse concentrándose en sus pulmones. Sacando el aire por su nariz y inhalando por la boca, se concentró en el mantener de su respiración buena y lenta.

Adentro y afuera el aire. Adentro y afuera el aire.

El mundo retrocedió hasta que todos los sonidos, visiones y olores fueron encerrados y solo existiera su respiración.

Solo su respiración.

Solo su respiración.

Solo su…

Cuando se calmó, abrió los ojos y levantó las manos. El temblor había desaparecido. Y una Mirada rápida al espejo mostró que sus pupilas eran negras otra vez. Apoyó los brazos sobre el lavadero y se hundió sobre ellos.

Después de que fue maldito, el sexo había sido un instrumento practicable que lo ayudaba a tratar a la bestia. Cuando tomaba a una mujer, y estaba lo suficientemente estimulado para liberarse cuando lo necesitara, pero excitación nunca llegaba al nivel donde la bestia era provocada. Ni mucho menos.

Con Mary, todas las apuestas estaban desconectadas. No pensó que tendría que concentrarse tanto para entrar en ella, mucho menos hacerlo al orgasmo. Aquel madito temblor que ella le provocaba disparaba su camino sexual directamente a una zona peligrosa.

Él suspiró. La única gracia parecía ser que podía recuperarse rápidamente. Si él se alejaba de ella, si era capaz de controlar sus nervios, entonces podía manejar los sentimientos de tal intensidad. Gracias a Dios.

Rhage usó los servicios, se lavó a la cara en el lavadero y se secó con una toalla de manos. Cuando abrió la puerta, se preparó psicológicamente. Tenía el presentimiento de que cuando volviera a ver a Mary, el sentimiento volvería un poco.

Pasó.

Ella estaba sentada sobre el diván vestida con caquis y un buzo de lana. La luz de la vela amplió la ansiedad en su cara.

– Hey. -Dijo él.

– ¿Estás bien?

– Sí. -Él se frotó la mandíbula. -Siento todo esto. A veces necesito un minuto

Sus ojos se ensancharon.

– ¿Qué? -Preguntó él.

– Son casi la seis. Has estado allí dentro durante casi ocho horas.

Rhage maldijo. Demasiado tarde para arreglarlo. -Yo no sabía que había pasado tanto tiempo.

– Yo, ah, investigué un par de veces. Estaba preocupada…De todos modos, Alguien te llamó. ¿Roth?

– ¿Wrath?

– Ese es el nombre. Tu teléfono continuó sonando y sonando. Entonces contesté. -Ella se miró las manos.- ¿Estás seguro de que estás bien?

– Ahora lo estoy.

Ella suspiró y lo soltó. La espiración no alivió la tensión de sus hombros.

– Mary, yo…-Maldita sea, ¿que iba a decirle para no ponerle las cosas más difíciles?

– Está bien. Independientemente de lo que ha pasado ¿estás bien?

Él fue al diván y se sentó a su lado.

– Escucha. Mary, quiero que vengas conmigo esta noche. Quiero llevarte a algún sitio donde estés a salvo. Los lessers, aquellas cosas del parque, probablemente vendrán a buscarte y ellos buscarán aquí primero. Ahora eres un objetivo porque estás aquí conmigo.

– ¿A dónde vamos a ir?

– Quiero que te quedes conmigo. -Asumiendo que Wrath los permitirá entrar por la puerta. -Esto es demasiado peligroso para ti, y si los asesinos vienen a por ti, será pronto. Hablaremos esta noche. Vente conmigo durante unos días hasta que sepamos que hacer.

Soluciones a más largo plazo lo evadieron en este momento, pero él las encontraría. Ella se había convertido en su responsabilidad cuando él la había mezclado en su mundo y no iba a dejarla indefensa.

– Confía en mí sobre esto. Solo un par de días.

Mary preparó la bolsa, pensando que estaba loca. Yendo por Dios sabía a dónde. Con un vampiro.

Pero la cosa sobre Rhage era que, ella tenía fe en él. Era demasiado honesto para mentir y demasiado listo para subestimar la amenaza. Además, sus citas con los especialistas no empezaban hasta el miércoles por la tarde. Y ella se había tomado una semana de vacaciones del trabajo así como había sido dada de baja en el teléfono directo. No había nada que perder.

Cuando ella regresó a la sala de estar, él se giró hacia ella, balanceando el petate sobre su hombro. Ella miró su americana negra, viendo bultos que antes no había pensado que fueran significativos.

– ¿Vas armado? -Preguntó ella.

Él asintió.

– ¿Con qué? – Cuando él solo la miró, Mary movió la cabeza. -Tienes razón. Probablemente es mejor que no lo sepa. Vamos a ir…

Condujeron en silencio por la Ruta 22 entre la zona muerta entre los límites rurales de Cadwell y los principios de la siguiente gran ciudad. Era una zona montañosa, un campo boscoso con extensas zonas de putrefacción a ambos lados del camino. No había faroles, pocos coches y muchos ciervos.

Aproximadamente veinte minutos después de que ellos hubieran abandonado la casa, él se dirigió por un camino más estrecho que los llevó a una elevación gradual. Ella exploró lo que iluminaban los focos delanteros, pero no pudo distinguir donde estaban. De una manera extraña, no parecía haber ningún rasgo de identificación en el bosque o en el camino. De hecho, una amortiguación que ella no podía explicar y no podía anular no importaba cuanto ella parpadeara.

Desde ninguna parte un juego de puertas negras de hierro aparecieron.

Cuando Mary saltó de su asiento, Rhage alcanzó la puerta de un garaje y la abertura de pesadas puertas por la mitad, permitiéndoles solo el espacio justo para poder pasar. Inmediatamente ellos se enfrentaron a otro juego. Él bajo su ventana y tecleó un código en un intercomunicador. Una agradable voz le daba la bienvenida y alzó la vista y a la izquierda, asintiendo a una cámara de seguridad.

Al segundo las puertas se separaron y Rhage aceleró por un largo camino, ascendiendo por un paseo. Cuando giraron por una esquina, 6 metros de alta pared de albañilería hecha de la misma manera que la primera entrada. Después pasaron bajo una arcada y por otro juego de barricadas, entrando en un patio con una fuente en el medio.

A la derecha, había una mansión de cuatro pisos hechos de piedra gris, la clase de lugar que veías en las promociones para las películas de horror: gótica, sombría, opresiva con más sombras que una persona sentía a salvo de los alrededores. Más allá del camino, había una pequeña casa, una casa con historia con el mismo sentido que Wes Craven

Seis coches, casi todos del tipo caro europeo, estaban aparcados en orden. Rhage aparcó el GTO entre un Escalda y un Mercedes.

Mary salió y levantó el cuello hacia la mansión. Sentía como si la estuvieran observando y lo era. Desde la azotea, las gárgolas la miraban y las cámaras de seguridad también.

Rhage vino, su bolso de fin de semana en su mano. Su boca estaba apretada, sus ojos profundos.

– Voy a cuidarte. ¿Lo sabes, verdad? -Cuando ella asintió, él sonrió un poco. -Va a funcionar, pero quiero que estés junto a mí. No quiero que te separes. ¿Está claro? Te quedarás conmigo pase lo que pase.

Tranquilidad combinada con una orden, pensó ella. Esto no iba a ir bien.

Se acercaron a un par de puertas erosionadas por el tiempo de bronce y él abrió un lado. Después de que pasaran hacia un pasillo sin ventanas, el gran panel sujeto con abrazaderas se cerró con una reverberación que surgió a través de sus zapatos. Directamente delante había otro juego macizo de puertas, estas hechas de madera y talladas con símbolos. Rhage introdujo un código en un teclado numérico y hubo un sonido de cambio en la cerradura que se abría libremente. Él la tomó del brazo firmemente y abrió la segunda puerta que daba a un vestíbulo enorme.

Mary jadeó. ¡How…era mágico!

El vestíbulo era un arco iris de color, tan inesperado como un jardín que florece en una cueva. Verdes columnas de malaquita alternadas con otras de mármol burdeos, las alturas se elevaban sobre un suelo multicolor. Las paredes eran de un color amarillo brillante y había colgados espejos enmarcados en oro y candelabros en la pared ensartados en cristal. El techo, tres pisos más arriba, era una obra maestra de material gráfico y dorado a la hoja, las escenas representaban héroes, caballos y ángeles. Y más adelante, centrado entre todo este esplendor, una amplia escalera que llevaba al segundo piso con balcón.

Era un hermoso salón tipo ruso de los tiempos del zar…pero los sonidos del lugar no eran exactamente formal y elegante. Desde la habitación de la izquierda, música rap dura sonaba y profundas voces masculinas se oían. Bolas de billar americano golpeaban las unas a las otras. Alguien gritó. -Vamos, poli.

Un balón de fútbol americano navegó hacia el vestíbulo y un musculoso hombre salió disparado detrás de él. Saltó y justo cuando lo tuvo entre las manos la cosa, un tipo aún más grande con una melena leonada cayó sobre él. Los dos cayeron sobre el suelo en un enredo de brazos y piernas, deslizándose con fuerza sobre la pared.

– Te tengo, poli.

– Pero aún no tienes la pelota, vampiro.

Gruñidos, risas y jugosas maldiciones fueron hechas bajo aquel techo adornado cuando los hombres lucharon por el balón, tirando el uno del otro, sentándose sobre los pechos de cada uno. Dos más enormes tipos vestidos de cuero negro corrieron a comprobar la acción. Y luego un pequeño anciano vestido con chaqueta de mayordomo surgió a su lado, llevando un ramo de flores frescas en un jarrón de cristal. El mayordomo dio un paso rodeando a los luchadores con una risa indulgente.

Entonces todo se quedó en silencio cuando todos ellos la notaron de repente.

Rhage la colocó detrás de su cuerpo.

– Hijo de puta. -Dijo alguien.

Uno de los hombres fue hacia Rhage como un tanque. Su pelo negro estaba cortado al estilo militar y Mary sintió la rareza de haberlo visto antes.

– ¿Qué diablos estás haciendo?

Rhage extendió su postura, dejando caer el bolso y llevó sus brazos al nivel de su pecho. -¿Dónde está Wrath?

– Te he hecho una pregunta. -Le replicó el otro tipo. -¿Qué estás haciendo trayéndola aquí?

– Necesito a Wrath.

– Te dije que te deshicieras de ella. ¿O esperas que alguno de nosotros haga el trabajo?

Rhage se encontró barbilla a barbilla con el hombre. -Cuidado, Tohr. No me hagas hacerte daño.

Mary echó un vistazo detrás de ella. La puerta del vestíbulo aún estaba abierta. Y ahora mismo esperar en el coche de Rhage mientras clarificaba las cosas le pareció una idea realmente buena. Mantenerse juntos era no obstante la orden.

Cuando ella se separó, mantuvo los ojos sobre él. Hasta que chocó con alguna cosa dura.

Ella se giró sobre sí misma. Buscando. Y perdió la voz.

Lo que obstruía su fuga tenía una cara llena de cicatrices, oscuros ojos y una aureola de fría cólera.

Antes de que ella pudiera marcharse despavorida, él la cogió del brazo y la hizo girar cerca de la puerta.

– No pienses en correr. -Haciendo centellear sus largos colmillos, midiendo su cuerpo. -Gracioso, tú no eres su tipo habitual. Pero estás viva y aterrorizada meándote en los pantalones. Entonces me servirás.

Mary gritó.

Cada cabeza del vestíbulo se giró. Rhage embistió hacia ella, atrayéndola apretadamente hacia su cuerpo. Él habó severamente, en la lengua que ella no entendía.

El hombre de las cicatrices estrechó los ojos. -Tranquilo, Hollywood. Cuidaré de tu pequeña jugando en la casa muerte. ¿Vas a compartirla o vas a ser tan egoísta como sueles ser en general?

Rhage lo miró como si estuviese dispuesto a repartir golpes a diestro y siniestro cuando la voz de una mujer lo cortó.

– ¡OH, por Dios, chicos! La estáis asustando.

Mary echó un vistazo alrededor del pecho de Rhage y vio a una mujer bajar la escalera. Ella se veía completamente normal: largo pelo negro, tejanos azules, jersey de cuello alto blanco. Un gato ronroneaba como una máquina de coser sobre sus brazos. Cuando ella se aproximó al matorral de hombres, todos ellos se apartaron de su camino.

– Rhage, estamos felices porque estás seguro en casa. Wrath bajará en un minuto. -Ella indicó la habitación de la que los hombres habían venido. -El resto de vosotros podéis volver allí. Vamos, ahora. Si alguien va a rajar algunas pelotas, que lo haga sobre la mesa de pool. La cena estará en media hora. Butch, llévate el balón contigo, ¿vale?

Ella los ahuyentó del vestíbulo como si no fueran duros tipos. El único tipo que se quedó era el del corte de cepillo.

Él estaba más tranquilo ahora mientras miraba a Rhage. -Esto tendrá repercusiones, mi hermano.

La cara de Rhage se endureció y rompieron a hablar en su lengua secreta.

La mujer del cabello negro llegó hasta Mary, todo el rato acariciando la garganta del gato. -No te preocupes. Todo irá bien. A propósito, soy Beth. Y este es Boo.

Mary suspiró, instintivamente confiando en este avanzado solitario puesto femenino en lo que era una selva de testosterona.

– Mary. Mary Luce.

Beth le ofreció la mano y sonrió.

Más colmillos.

Mary sintió que se movía el suelo.

– Creo que ella se cae. – Grito Beth echándose hacia delante. -¡Rhage!

Unos fuertes brazos le dieron la vuelta por la cintura cuando sus rodillas se doblaban.

La última cosa que ella escuchó antes de perder el conocimiento fue a Rhage diciendo, -La llevaré a mi habitación.

Cuando Rhage colocó a Mary sobre su cama, lo hizo con una suave luz. Oh, Dios, ¿que había hecho, trayéndola a su recinto?

Cuando ella se movió y abrió los ojos, él dijo, -Aquí estás a salvo.

– Sí, de acuerdo.

– Haré que esto sea seguro para ti, ¿cómo va?

– Ahora te creo. -Ella sonrió un poco.-Lamento lo que ha pasado. Por lo general no soy tan débil.

– Es perfectamente comprensible. Mira, tengo que ir a ver a mis hermanos. ¿Ves la cerradura de acero que hay sobre la puerta? Soy el único que tiene la llave, por lo que estarás segura aquí.

– Aquellos tipos no se veían muy felices de verme.

– Ese es su problema. -Él acarició su pelo echándoselo hacia atrás, retirándoselo detrás de los oídos. Quiso besarla, pero en cambio se levantó.

Ella se vio en una gran cama, recostada sobre una montaña de almohadas con las que él insistía en dormir. Él la quería allí y al día siguiente y…

Esto no era un error, pensó él. Estaba bien, estaba dónde pertenecía.

– Rhage, ¿por qué estás haciendo esto por mí? Me refiero a que no me debes nada y apenas me conoces.

Por que tú eres mía, pensó él.

Ciñéndose un poco a esa cancioncilla, se inclinó y acarició su mejilla con el dedo índice. -Esto no me tomará mucho tiempo.

– Rhage…

– Tan solo déjame que te cuide. Y no te preocupes por nada.

Él cerró la puerta cuando salió y giró la cerradura antes de marcharse por el pasillo. Los hermanos le esperaban al inicio de la escalera, Wrath delante del grupo. El rey lo miró severamente, sus cejas negras enterradas detrás de sus gafas de sol.

– ¿Dónde quieres que hagamos esto? -Preguntó Rhage.

– En mi estudio.

Después de que desfilaran hacia el estudio, Wrath fue detrás del escritorio y se sentó. Tohr lo siguió, colocándose detrás de él y a su derecha. Phury y Z se apoyaron contra la pared recubierta de seda. Vishous se sentó en uno de los sillones con orejeras al lado de la chimenea que se encendió con un movimiento de su mano.

Wrath sacudió la cabeza. -Rhage, hombre, estamos en serios problemas. Desobedeciste una orden directa. Dos veces. Entonces arrastras a una humana a esta casa, sabiendo que está prohibido…

– Ella esta en peligro…

Wrath golpeó con el puño en el escritorio, hacienda que todo saltara. -Tú realmente no quieres interrumpirme ahora.

Rhage trabajó sus molares, apretándolos, mordiendo. Él forzó las palabras de respeto que normalmente ofrecía libremente. -No pensé en ofenderle, mi señor.

– Como estaba diciendo, desobedeciste a Tohr y agravaste la ofensa presentándote con una humana. -¿En qué diablos estás pensando? Digo, mierda, tú no eres un idiota, a pesar de cómo te comportas. Ella es de otro mundo, también está auténticamente nos expone. Y debes saber que ha pasado tanto tiempo que no se puede borrar su memoria y los traumas. Ella está permanentemente comprometida.

Rhage sintió que se condensaba un gruñido en su pecho y solo pudo aspirarlo hacia atrás. El sonido impregnó la habitación como un olor.-Ella no morirá por eso.

– Sí, ves, no es tu llamada. Lo hiciste mío cuando la trajiste a nuestro terreno.

Rhage excluyó sus colmillos. -Entonces me marcharé. Me marcharé con ella.

Las cejas de Wrath aparecieron sobre sus gafas. -No es el momento de amenazas, mi hermano.

– ¿Amenazas? Estoy hablando jodidamente en serio. -Él se calmó frotándose la cara e intentando respirar. -Mira, anoche nosotros dos fuimos asaltados por varios lessers. Ella fue atrapada y yo dejé al menos a uno de aquellos asesinos vivo mientras intentaba salvarla. Ella perdió su bolso en el proceso y si cualquiera de aquellos lessers sobrevivió, sabéis que habrán recogido la maldita cosa. Incluso si le borro la memoria, su casa no es segura y no voy a dejar que se la lleve la Sociedad. Si ella y yo no podemos quedarnos aquí y el único modo que tengo de protegerla es desapareciendo con ella, entonces eso es lo que voy a hacer.

Wrath frunció el ceño. -Comprendes que escoges a una mujer antes que a la Hermandad.

Rhage espiró. Jesús, Él no había pensado que la situación llegaría hasta esto. Pero adivinó que lo hacía.

Incapaz de quedarse quieto, se acercó a uno de los ventanales. Mirando hacia fuera, vio los jardines escalonados, la piscina, el vasto césped que los rodeaba. Pero él no se concentró en el paisaje. Pero vio la protección que ofrecía la zona.

Las luces de seguridad iluminaron la panorámica. Las cámaras montadas sobre los árboles registraban cada movimiento. Los sensores de movimiento supervisaban cada vistosa hoja que caía al suelo. Y si alguien intentaba superar esa pared, se iban a encontrar-y-saludar a 240 voltios de buenas noches, clasificación.

Este ambiente era el más seguro para Mary. Sin dudarlo.

– Ella no solo es una mujer ara mí. -Murmuró él. -Yo la tendría como mi shellan, si pudiera.

Alguien maldijo mientras los otros jadearon.

– No la conoces. -Indicó Tohr. -Y ella es una humana.

– Entonces.

La voz de Wrath era baja, insistente. -Rhage, hombre, no te vayas de la hermandad por ello. Te necesitamos. La raza te necesita.

– Entonces parece que ella se va a quedar aquí, verdad. -Cuando

Wrath murmuró algo vil, Rhage se volvió hacia él. -Si Beth estuviera en peligro, ¿permitirías que cualquier cosa se levantara en tu camino para protegerla? ¿Incluso la Hermandad?

Wrath se levantó de la silla y dio la vuelta al escritorio. Se paró cuando estuvieron pecho contra pecho.

– Mi Beth no tiene nada que ver con las opciones que has tomado o la situación en la que nos has puesto. Ponerse en contacto con la gente ha de ser limitado y solo sobre su territorio, ya sabes esto. Y nadie vive en esta casa excepto los hermanos y sus shellans, si las tienen.

– ¿Qué pasa con Butch?

– El es una excepción. Y solo se le permite porque V soñó con él.

– Pero Mary no estará aquí para siempre.

– ¿Cómo has calculado eso? ¿Piensas que la Sociedad va a rendirse? ¿Crees que la gente de repente tolerará la raza? Sé realista.

Rhage dejó caer la voz, pero no sus ojos. -Ella está enferma, Wrath. Tiene cáncer. Quiero cuidarla y no solo debido a la pesadilla de los lessers.

Hubo un largo silencio.

– Mierda, te has vinculado a ella. – Wrath se pasó la mano por su largo cabello. -Por Dios…tú solo las encontrado, mi hermano.

– ¿Y cuanto tiempo te tomó marcar a Beth como propia? ¿Veinticuatro horas? Ah, claro, esperaste dos días. Sí, buena ficha tú le diste algo de tiempo.

Wrath soltó una risa corta.-Tienes que seguir trayendo a mi shellan a ello, ¿verdad?

– Mira, mi señor, Mary es…diferente a mi. No pretendo que lo entiendas. Todo lo que sé, es que ella hace palpitar mi pecho de una manera que no puedo ignorar…infiernos, que no quiero ignorar. Entonces la idea de abandonarla a la merced de la Sociedad no es simplemente una opción. En lo que se refiere a ella, cada instinto protector que tengo me abruma y no puedo apartar esa mierda. Ni siquiera por la Hermandad.

Rhage se calló y pasaron varios minutos. Horas. O tal vez solo un par de latidos del corazón.

– Si permito que se quede aquí, -dijo Wrath -es sólo por que tú la ves como tu compañera y solo si ella puede conservar su boca cerrada. Y todavía tenemos que tratar el hecho de que violaste las órdenes de Tohr. No puedo permitirlo. Tendré que traer a la Scribe Virgin.

Rhage flaqueó de alivio.-Aceptaré las repercusiones.

– Que así sea. -Wrath fue detrás del escritorio y se sentó. -Tenemos que hablar de algunas otras cosas, mis hermanos. Tohr, te toca.

Tohrment se avanzó.

– Malas noticias. Tuvimos noticias de una familia civil. Un hombre, diez años fuera de su transición, desapareció anoche de la ciudad. He enviado un correo electrónico a la comunidad que informa a cada uno de ellos que deberán extremar la precaución cuando salgan y que si alguien desaparece es necesario que lo comunique inmediatamente. También, Butch y yo hemos estado hablando. El poli tiene una buena cabeza sobre los hombros. ¿Alguien tiene algún problema si le hablo un poco sobre nuestro negocio? -Cuando las cabezas negaron, Tohr se concentró en Rhage. -Ahora explícanos que pasó anoche en el parque.

Después de que Rhage se marchara y cuando se sintió lo suficientemente estable para estar de pie, Mary salió de la cama y comprobó la puerta. Estaba cerrada y sólida, entonces se sintió completamente a salvo. Cuando vio un interruptor en la pared, lo apretó, iluminando el cuarto.

Santa…casa de Windsor.

Cortinas de seda colgaban de las ventanas franjas de oro y rojos. El satén y el terciopelo adornaban una enorme cama Jacobea, los postes de la cual deben haber sido hechos de troncos enteros de roble. Había una alfombra Aubusson en el suelo, óleos en todas las paredes…

Buen señor, ¿aquella Madonna y niño eran realmente de Rubens?

Pero todas las cosas no eran de Sotheby. Había una TV de pantalla de plasma, bastante equipo estéreo para hacer el intermedio de la Super-Bowl, un ordenador digno de la NASA. Y una X-box en el suelo.

Ella vagó por las estanterías, donde volúmenes encuadernados en cuero en idiomas extranjeros estaban de pie y orgullos. Estudió los títulos con apreciación hasta que entró en la colección de DVDs…

Oh, la humanidad.

El set de Austin Powers. Aliens y Alien. Tiburón. Las tres Naked Guns. Godzilla. Godzilla. Godzilla…espera, el resto de aquel anaquel entero era Godzilla. Fue un poco más abajo, Viernes trece, Halloween, Pesadilla en Elm Street. Bien, al menos no se había molestado con las secuelas. Caddy-shack, The evil dead embalado en pack.

Era una maravilla que Rhage no se hubiese cegado del todo con toda aquella cultura pop.

Mary entró en el cuarto de baño y encendió las luces. Un Jacuzzi de mármol del tamaño de su sala de estar estaba en el suelo.

Esta es una verdadera belleza, pensó ella.

Oyó que se habría la puerta y se sintió aliviada cuando Rhage la llamó por su nombre.

– Estoy aquí revisando tu bañera. -Ella caminó hacia el dormitorio. -¿Qué ha pasado?

– Todo está bien.

– ¿Estás seguro sobre eso? Quería preguntarle ella. Por que él estaba tenso y preocupado cuando entró caminando hacia el armario.

– No te preocupes, puedes quedarte aquí.

– ¿Pero…?

– Nada de peros.

– Rhage, ¿Qué va a pasar?

– Tengo que salir con mis hermanos esta noche. – Volvió sin su abrigo y la condujo hacia la cama colocándola a su lado cuando él se sentó. -Los doggen, nuestros criados, saben que estás aquí. Son increíblemente leales y amistosos, nada que te asuste. Fritz, es quien controla la casa, te traerá algo de comida. Si necesitas algo, sólo pregúntaselo. Volveré al amanecer.

– ¿Estaré aquí encerrada hasta entonces?

Él negó con la cabeza y se levantó.

– Eres libre de moverte por los alrededores de la casa. Nadie te tocará. -Él cogió una hoja de papel de una caja de cuero y escribió sobre ella. -Aquí está mi número de móvil. Llámame si me necesitas yo estaré aquí en un momento.

– ¿Tienes un tele-transporte oculto en algún lado?

Rhage la miró y desapareció.

Nada como dejar-la-habitación-muy-rápidamente desaparecido. Pero poof! Desaparecido.

Mary saltó de la cama, aguantando un grito de alarma con la mano.

Los brazos de Rhage le dieron la vuelta. -En un momento.

Ella le agarró las muñecas, apretándole los huesos para asegurarse de que no estaba alucinando.

– Este es un truco infernal.- Su voz era fina. -¿Qué más tienes bajo el sombrero?

– Puedo girar y encender cosas. -La habitación se sumergió en la oscuridad. -Puedo encender velas.-Dos de ellas llamearon sobre su aparador. -Y practico con cerraduras y chismes.

Ella escuchó el chasquito del cerrojo de la puerta hacia delante y hacia atrás, y luego el armario se abrió y cerró.

– Oh, y puedo hacer algo realmente grande con mi lengua y el tallo de una cereza.

Le dio un beso en la base del cuello y se dirigió hacia el cuarto de baño. La puerta se cerró y oyó el sonido de la ducha.

Mary se quedó congelada donde estaba, su mente saltaba como una aguja en el registro de un LP. Mirando la colección de DVD, decidió que había algo para ser dicho sobre la evasión. Especialmente cuando una persona tenía demasiadas rarezas, demasiadas reorientaciones, demasiado…todo.

Cuando Rhage salió un rato más tarde, afeitado, oliendo a jabón, con una toalla alrededor de sus caderas, ella se apoyó sobre la cama, Austin Powers y el Miembro de Oro estaba en la TV.

– Hey, ese es un clásico. -Él se rió y miró hacia la pantalla.

Ella se olvidó de la película cuando miró aquellos amplios hombros, los músculos de sus brazos, la toalla siguiendo la forma de su culo. Y el tatuaje. Aquella retorcida, feroz criatura de blancos ojos.

– Gemelos, Basil, gemelos. -Rhage dijo con un cronometraje y una entonación perfectas.

Él le guiñó un ojo a ella y entró en el armario…

Contra sus mejores instintos, ella lo siguió, y se inclinó sobre el marco, intentando parecer casual. Rhage estaba de espaldas cuando se puso un par de pantalones de cuero negro, de comando. El tatuaje se movió con él cuando él cerró la bragueta.

Un suave suspiro se le escapó de la boca. Que hombre. Vampiro. Cualquier cosa.

Él la miró sobre el hombro. -¿Estás bien?

En realidad, ella se sentía caliente por todas partes.

– ¿Mary?

– Estoy bien y estupenda. -Bajando la mirada, se interesó por la colección de zapatos alineados en el suelo. -La verdad es que voy a tratar de medicarme con tu colección de películas hasta que esté en un coma cultural.

Cuando él se inclinó para ponerse los calcetines, sus ojos se pegaron a su piel. Toda aquella desnuda, lisa, dorada…

– Sobre los arreglos para dormir. -Dijo él. -Sólo me quedaré en el suelo.

Pero ella quería estar en aquella enorme cama con él, pensó.

– No seas tonto, Rhage. Ambos somos adultos. Y aquella cosa es lo bastante grande como para que duerman seis.

Él vaciló. -Bien. Prometo no roncar.

¿Y como no poner la manos sobre ti, tampoco?

Él se puso una camisa negra de manga corta y empujó sus pies en un par de Timberlands. Entonces hizo una pausa, mirando hacia una cabina metálica de suelo a techo que había en la pared del armario.

– Mary, ¿Por qué no vas a fuera? Necesito un minuto, ¿vale?

Ella enrojeció y se dio la vuelta alejándose. -Lo siento, no quería invadir tu intimidad…

Él le cogió la mano. -No es por nada. Es que te podría no gustar lo que puedes ver.

¿Cómo si algo de lo que hubiera allí pudiera sobresaltarla después de lo de hoy?

– Sigue adelante. -Murmuró ella. -Haz…cualquier cosa.

Rhage acarició su muñeca con el pulgar entonces se abrió el gabinete metálico. Él sacó una pistolera negra de cuero de pecho y se lo puso a través de los hombros, asegurándolo bajo sus pectorales. Un amplio cinturón apareció después, como los que llevaban los polis, pero como con la pistolera, no había nada como ello.

Él la miró. Y luego trajo las armas.

Dos largas dagas negras, que envainó sobre su pecho, con los mangos hacia abajo. Una brillante pistola que comprobó estuvieran cargadas con rápidos y seguros movimientos antes de anclarla sobre su cadera. Estrellas de artes marciales y clips de municiones negras que metió en su cinturón. Otro, un pequeño cuchillo él lo ocultó en algún sitio.

Él cogió su abrigo de cuero negro de una percha y lo meció hacia delante, palmeando los bolsillos. Sacó otra pistola del gabinete de armas y lo evaluó rápidamente antes de enterrarlo entre los pliegues del cuero. Puso más estrellas de lanzamiento en los bolsillos del abrigo. Agregó otra daga.

Cuando se puso enfrente de ella, ella retrocedió.

– Mary, no me mires como si fuera un extraño. Soy yo bajo, todo esto.

Ella no separó hasta que estuvo en la cama. -Eres un extraño. -Susurró ella.

Su cara se tensó y su voz fue plana. -Volveré antes del alba.

Él se marchó sin ningún titubeo.

Mary no supo cuanto tiempo estuvo sentada y mirando fijamente la alfombra. Pero cuando levanto la vista fue a coger el teléfono.

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