Capítulo 18

Cuando Rhage entró en el aparcamiento del Excel, condujo directo hacia los aparcacoches. Aunque el GTO no tenía un embrague delicado, él no le iba a dejar las llaves a nadie más. No con la clase de armas y municiones que llevaba en el maletero.

Él escogió un lugar en la zona trasera, uno que estaba en el lado correcto de la puerta lateral. Cuando giró la llave de contacto, se quitó el cinturón de seguridad y…

Y no hizo nada con ello. Sólo se quedó allí sentado, su mano en el clip.

– ¿Hal?

Él cerró los ojos. Dios, daría cualquier cosa solo por oírle decir su verdadero nombre. Y él quería…maldición, la quería desnuda en su cama, su cabeza sobre su almohada, su cuerpo entre sus sábanas. Quería tomarla en privado, solos ellos dos. Ningún testigo, ningún escudo en su abrigo. Nada de público, ninguna acción rápida en el pasillo o en el cuarto de baño.

Quería sus uñas en su trasero y su lengua en su boca y sus caderas meciéndose debajo suyo hasta que lo hiciera con tal fuerza que viera las estrellas. Entonces quería dormir con ella entre sus brazos. Y despertarse, comer y hacer el amor otra vez. Conversar en la oscuridad sobre cosas estúpidas y serias…

Oh, Dios. Estaba vinculándola a él. La vinculación pasaba.

Había oído a los hombres que podía ser así. Rápido. Intenso. Sin lógica. Solo poderosos instintos primordiales consumiéndolos, uno de los más fuertes impulsos físicos de poseerla y marcarla en el proceso para que otros hombres supieran que ya tenía un compañero. Y quería que se quedaran jodidamente lejos de ella.

Miró el cuerpo de ella. Y comprendió que mataría a cualquier miembro de su sexo que intentara tocarla, estar con ella o amarla.

Rhage se frotó los ojos. Yup, aquel impulso de marcarla estaba definitivamente trabajándolo.

Y ese no era su único problema. El zumbido volvió su cuerpo, animado por las explícitas imágenes en su cabeza, su olor y el suave sonido de su respiración.

Y la velocidad de su sangre.

Él quería probarla…beber de ella.

Mary se giró hacia él. -Hal, estás…

Su voz parecía papel de lija. -Tengo que decirte algo.

Soy un vampiro. Soy un guerrero. Soy una bestia peligrosa.

Al final de esta tarde, no recordarás que alguna vez me encontraste.

Y la idea de estar en tu memoria me hace sentir que me han apuñalado sobre el pecho.

– Hal. ¿Qué pasa?

Las palabras de Thor se repetían en su cabeza.

Es más seguro. Por ella

– Nada. -Dijo él liberándose del cinturón y saliendo del coche. -No es nada.

Él fue alrededor y abrió su puerta, ofreciéndole la mano para ayudarla a salir. Cuando ella puso su palma en las suyas, él cerró los párpados. La vista de sus brazos y sus piernas hicieron que sus músculos se tensaran y un suave gruñido le subió por la garganta.

Y maldición, en vez de apartarse de su camino, cerró el espacio hasta que sus cuerpos casi se tocaron. Las vibraciones bajo su piel se tensaron aún más y más fuerte con su lujuria rugiendo por ella. Sabía que debería mirarla a más distancia porque seguramente sus iris brillaban un poco. Pero él no podía.

– ¿Hal? – Dijo ella escasamente. -Tus ojos…

Él cerró sus párpados. -Lo siento. Entremos…

Ella tiró de su mano. -No creo que quiera cenar.

Su primer impulso fue discutir, pero él no quería intimidarla. Además, a menos tiempo que pasaran juntos, menos tendría que borrar.

Infiernos, debería acabar de borrarle desde el momento en que la hizo subir a su casa.

– Te llevaré a casa.

– No, digo, ¿quieres caminar un poco conmigo? ¿Por el parque de ahí? Es solo que no tengo ganas de meterme en una mesa. Estoy también…inquieta.

Rhage puso las llaves del coche en su bolsillo. -Me gustaría.

Mientras ellos serpentearon por la hierba y anduvieron bajo un pabellón de hojas coloreadas, él exploró los alrededores. No había nada peligroso alrededor, ninguna amenaza que pudiera sentir. Miró hacia arriba. Una media luna colgaba en el cielo.

Ella se rió un poco. -Yo nunca haría esto normalmente. Sabes, salir al parque de noche.! Pero contigo! No me preocupo sobre que nos atraquen.

– Bueno. No deberías. -Por que él rebanaría a quien intentara dañarla, humano, vampiro o no muerto.

– Parece que esté mal. Murmuró ella. -Estar al aire libre en la oscuridad, creo. Se siente un poco ilícito y un poco asustadizo. Mi madre siempre me advertía sobre ir a los sitios de noche.

Ella se paró, inclinó su cabeza hacia atrás, y miró fijamente hacia arriba. Despacio alargó su brazo hacia el cielo con su mano lisa. Cerró un ojo.

– ¿Qué estás haciendo? Le preguntó él.

– Sosteniendo la luna en la palma de mi mano.

– El se inclinó y siguió la longitud de su brazo mirando fijamente -Sí, la tienes.

Cuando se enderezó, deslizó sus manos alrededor de su cintura y la apretó contra su cuerpo. Después de la rigidez inicial del momento, ella se relajó y dejó caer la mano.

Dios, le encantaba su olor. Tan limpio y fresco, con aquella lleve nota a cítrico.

– Estabas en el médico cuando te llamé hoy. -Dijo él.

– Sí, lo estaba.

– ¿Qué van a hacer por ti?

Ella se separó y comenzó a andar otra vez. Él le cogió el paso, permitiéndole que escogiera el ritmo.

– ¿Qué te dijeron, Mary?

– No tenemos que hablar sobre todo eso.

– ¿Por qué no?

– Va en contra de tu tipo. -Dijo ella ligeramente. – Los playboy, no se supone que se encarguen adecuadamente de las partes poco atractivas de la vida.

Él pensó en su bestia. -Estoy acostumbrado a lo poco atractivo, confía en mí.

Mary se paró otra vez, sacudiendo la cabeza- Sabes, algo no está bien sobre todo esto.

– Buen punto. Yo debería estar sosteniendo tu mano mientras andamos.

Él extendió la mano, solo para que ella se alejara. -En serio, Hal ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Estar conmigo?

– Vas a acomplejarme. ¿Qué pasa si deseo pasar un poco de mi tiempo contigo?

– ¿Necesitas que te lo explique detalladamente? Soy una mujer de la media que tiene un trabajo de la media. Eres muy guapo. Sano. Fuerte…

Diciéndose que era diez veces estúpido, él se colocó frente a ella y puso sus manos sobre la base de su cuello. Iba a besarla otra vez, aun cuando no debería. Y este no iba a ser de la clase del que le había dado delante de su casa.

Cuando él bajo su cabeza, la extraña vibración en su cuerpo se intensificó, pero no se paró. Infiernos si iba a dejara su cuerpo imponerse sobre él esta noche. Sujetando el zumbido, apretó la sensación a pura fuerza de voluntad. Cuando logró suprimirlo, se sintió aliviado.

Y determinado a adentrarse en ella, aunque sólo fuera con su lengua en la boca.

Mary miró los eléctricos ojos azules de Rhage. Podría haber jurado que ardían en la oscuridad, aquella luz verde azulada en realidad salía de ellos. Ella había sentido una cosa parecida en el aparcamiento.

El vello se su nuca se le erizó.

– No te preocupes por el brillo.- Dijo él suavemente, como si hubiera leído su mente. -No es nada.

– No lo entiendo.-Susurró ella.

– No lo intentes.

Él cerró la distancia entre ellos, descendiendo. Sus labios eran suaves como el ante contra los suyos, prolongándolo, ciñéndola. Su lengua salió y le acarició la boca.

– Ábrete para mí, Mary. Déjame entrar.

La lamió hasta que ella los separara para él. Cuando su lengua se deslizó dentro de ella, el empuje aterciopelado la golpeó entre los muslos y alivió en su cuerpo, el calor la atravesó cuando sus pechos encontraron su pecho. Ella lo agarró por los hombros, intentando acercarsela todos aquellos músculos y al calor.

Ella tuvo éxito durante solo un momento. Bruscamente, él separó sus cuerpos, aunque mantuvo el contacto con sus labios. Ella se preguntó si todavía la estaba besando para ocultar el hecho de que él se había retirado. ¿O tal vez solo intentaba refrescarla un poco, cuando ella había estado demasiado agresiva o algo así?

Ella giró su cabeza hacia un lado.

– ¿Qué pasa? -Preguntó él. -Estás dentro de esto.

– Sí, bien, no lo bastante para los dos.

Él la detuvo antes de que se distanciara un paso rechazando dejar su cuello.

– No quiero parar, Mary. -Sus pulgares acariciaron la piel de su garganta y luego presionaron sobre su mandíbula e inclinó su cabeza hacia atrás. -Quiero que estés caliente. Bastante caliente para no sentir nada excepto a mí. No pensarás en nada más que en lo que te hago. Te quiero líquida.

Él se dobló y tomó su boca, entrando profundamente, comiéndosela. Buscó en todas las esquinas hasta que no hubo ningún lugar en su interior que no hubiese explorado. Entonces cambió el beso, retirándose y avanzando, una rítmica penetración que hizo que estuviera más mojada y aún más lista para él.

– Exacto, Mary. -Dijo él contra sus labios. -Déjate ir. Dios, puedo oler tu pasión…eres exquisita.

Sus manos fueron de arriba abajo, yendo bajo las solapas de su abrigo, sobre sus clavículas. ¡Por Dios! Se había perdido en él. Si él le hubiera pedido que se quitara la ropa, ya se habría desnudado. Si él le hubiera dicho que se tendiera sobre la tierra y se abriera de piernas, ella habría preparado la hierba para él. Cualquier cosa. Cualquier cosa que quisiera, lo que fuera con tal de que nunca dejara de besarla.

– Voy a tocarte. -Dijo él. -No lo bastante, no realmente lo bastante. Pero un poco…

Sus dedos se movieron sobre su jersey de cuello alto de cachemira, yendo más y más abajo y…

Su cuerpo se sacudía con fuerza cuando él encontró sus apretados pezones.

– Tan lista para mí. -Murmuró él, cogiéndolos. -Querría tomarlos en mi boca. Quiero amantarme de ti, Mary. ¿Vas a dejarme hacerlo?

Sus palmas aplanadas tomaron el peso de sus pechos.

– ¿Querrías, Mary si estuviéramos solos? ¿Si estuviéramos en una agradable cama caliente? ¿Se estuvieras desnuda para mí? ¿Me dejarías probarlos? -Cuando ella asintió, él rió con ferocidad. -Sí, tú querrías ¿Dónde además querrías mi boca?

– Él la besó duramente cuando ella no contestó. -Dímelo.

Su respiración salió en una muda prisa. Ella no podía pensar, no podía hablar.

Él tomó su mano y la puso a su alrededor.

– Entonces muéstrame, Mary. – Dijo él a su oído.- Muéstrame dónde quieres que vaya. Condúceme. Vamos. Hazlo.

Incapaz de parar, ella tomó su palma y la puso sobre su cuello. En lento barrido, la devolvió a su pecho. Él ronroneó con aprobación y la besó a un lado de la mandíbula.

– Sí, allí. Sabemos que quieres que vaya allí. ¿Dónde más?

Estúpida, fuera de control, ella condujo su mano hacia su estómago. Entonces bajó a su cadera.

– Bueno. Esto es bueno. -Cuando ella vaciló, él susurró. – No te pares, Mary. Sigue. Muéstrame dónde quieres que vaya.

Antes de que ella perdiera el ánimo, puso su mano entre las piernas. Su holgada falda cedió al paso, dejándolo entrar y un gemido se le escapó cuando percibió su palma sobre su centro.

.Oh, sí, Mary. Así es. -Él la acarició y ella se agarró a sus gruesos bíceps, echándose hacia a delante. -Dios, me quemas vivo. ¿Estás tan mojada para mí, Mary? Creo que sí. Pienso que estás cubierta de miel…

Necesitando tocarlo, ella puso sus manos bajo su chaqueta, en su cintura, sintiendo el crudo y atemorizante poder de su cuerpo. Pero antes de que pudiera alejarse, él apartó sus brazos y le sostuvo las muñecas con una mano. Claramente él no iba a parar, sin embargo. La presionó hacia atrás con su pecho, hasta que ella sintió un sólido árbol contra su espalda.

– Mary, permíteme hacerte sentir bien. -A través de su falda, sus dedos sondearon y encontraron el punto de placer. -Quiero hacer que llegues. Aquí y ahora.

Cuando ella gritó, él comprendió que estaba al borde del orgasmo y él estaba completamente alejado, un ingeniero de su lujuria quien no sentía nada él mismo: su respiración era serena, su voz estable, su cuerpo sin ninguna afectación.

– No. -Gimió ella.

La mano de Hal cesó las caricias. -¿Qué?

– No.

– ¿Estás segura?

– Si.

Al instante, él se echó hacia atrás. Y mientras él estuvo de pie calmado delante de ella, ella intentó recobrar el aliento.

Su fácil consentimiento le dolió, pero ella se preguntó por qué él lo había hecho. Tal vez llegaba estando en control. Infiernos, hacer que una mujer jadeara debía ser un viaje de poder fabuloso. Y eso explicaría por qué él quería estar con ella y con aquellas chicas sexys. Una no- tan-atractiva mujer podría ser más fácil para permanecer distante.

La vergüenza apretó su pecho.

– Quiero volver. Dijo ella, a punto de ponerse a llorar. -Quiero ir a casa.

Él suspiró. -Mary…

– Si piensas pedirme perdón, voy a enfermar…

De repente, Hal frunció el ceño y ella comenzó a estornudar.

Dios, por alguna razón, su nariz sentía un estremecimiento como si se le escapara. Algo había en el aire. Dulce. Como el detergente de la lavandería. ¿O era tal vez talco de bebés?

La mano de Hal golpeó su brazo. -Échate al suelo. Ahora mismo.

– ¿Por qué? Qué…

– Échate al suelo. -Él la empujó hasta sus rodillas. -Mantén tu cabeza a cubierto.

Girando a su alrededor, se plantó delante de ella, sus pies separados, la manos delante de su pecho. Desde la separación de sus piernas, ella vio a dos hombres salir desde un lugar de arces. Estaban vestidos con ropas de trabajo negras, su piel pálida y su pelo brillaban a la luz de la luna. La amenaza que se les había echado encima en el parque la hizo comprender lo lejos que ella y Hal habían estado vagando.

Ella buscó en su bolso su teléfono móvil e intentó convencerse que estaba reaccionando de una forma exagerada.

Sí, de acuerdo.

Los hombres se dividieron y atacaron a Hal por ambos lados, llegaron rápidamente y bajaron al suelo. Ella gritó alarmada, pero Hal…Santo Moisés, Hal sabía lo que se hacía. Se abalanzó sobre la derecha y agarró a uno de ellos por un brazo, tirando al tipo al suelo. Antes de que el hombre pudiera levantarse, Hal lo pisó con fuerza sobre su pecho, clavándolo. El otro atacante terminó ahogándose, dando patadas y golpeando, jadeando por obtener aire, yendo rápidamente a ninguna parte.

Sombrío, mortífero, Hal estaba muy controlado, a gusto con la violencia. Y su fría expresión, tranquila la molestaba infernalmente a ella, hasta cuando le estaba agradecida por haberlos salvado.

Ella encontró su teléfono y comenzó a marcar el 911, pensando que él claramente los podría sostener mientras llegaba la policía.

Ella oyó un repugnante chasquido.

Mary alzó la vista. El hombre que había sido agarrado cayó al suelo, su cabeza colgando de su cuello en un ángulo totalmente incorrecto. No se movía.

Ella se levantó. -!Qué has hecho!

Hal sacó una larga daga negra de algún sitio y sobresalió sobre el hombre que había estado bajo su bota. El tipo reptaba por la tierra para escaparse.

– No. -Ella se colocó delante de Hal.

– Hazte a un lado. – Su voz era misteriosa. Apartada. Totalmente indiferente.

Ella lo cogió por el brazo. -Páralo.

– Tengo que terminar…

– No voy a dejar que mates otro…

Alguien la agarró del pelo y la tiró a sus pies. Entonces el otro hombre de negro atacó a Hal.

El dolor atravesó su cabeza y su cuello como un relámpago y luego cayó sobre su trasero con fuerza. El impacto del golpe hizo que la abandonara la respiración y las estrellas irrumpieran su visión como fuegos artificiales. Ella luchaba por conseguir aire en sus pulmones cuando sus brazos fueron retorcidos hacia arriba y se la llevaron arrastrándola. Rápidamente.

Su cuerpo se golpeaba contra el suelo, sus dientes castañeando. Ella levantó la cabeza aún cuando esto le enviaba agujas arriba y debajo de su espina dorsal. Lo que vio fue un horrible alivio. Hal lanzaba otro cuerpo sin vida sobre la hierba y venía tras ella en una carrera mortal. Sus muslos se comían por completo la distancia, la chaqueta llameaba detrás de él, la daga estaba en su mano. Sus ojos eran de un azul chillón en la noche, como linternas de neón sobre un coche, y su gran cuerpo era nada más que la muerte que espera un lugar para pasar.

Gracias a Dios

Pero entonces otro hombre se lanzó sobre Hal.

Cuando Hal rechazó al tipo, Mary llamó a su entrenamiento de auto-defensa, retorciéndose hasta que su atacante tuviera que recolocarse para apretarla. Cuando ella sintió que sus dedos se aflojaban, dio un tirón con tanta fuerza como pudo. Él giró y la reconquistó rápidamente, pero con un agarre menos seguro. Ella tiró otra vez, obligándolo a parar y girarse.

Ella se batió, lista para ser golpeada, pero al menos esperaba haberle conseguido a Hal algo de tiempo.

No hubo ningún golpe. En cambio un aullido de dolor salió desde el hombre y su raptor cayó sobre ella, un pesado y sofocante peso. El pánico y el terror le dieron las fuerzas para retirarlo.

Su cuerpo se dio la vuelta débilmente. La daga de Hal atravesaba el ojo izquierdo del hombre.

Demasiado horrorizada para gritar, Mary se puso de pie y corrió tan rápido como pudo. Estaba segura de que la volverían a coger, convencida de que iba a morir.

Pero entonces el brillo de las luces de restaurante finalmente entró en su campo de visión. Cuando sintió el asfalto del aparcamiento, quiso llorar de gratitud.

Hasta que vio a Hal delante de ella. Como si hubiera aparecido de la nada.

Dio un patinazo al pararse, jadeando, mareada, incapaz de comprender como había podido ir tras ella. Cuando sus rodillas se agotaron, ella fue hasta un coche cualquiera.

– Venga, vámonos. -Dijo él apenas.

En una fría precipitación, ella recordó el chasquido del cuello del hombre. Y la daga negra en el ojo del hombre. Y el control tranquilo, cruel de Hal.

Hal era la muerte…La muerte en un hermoso paquete.

– Aléjate de mí. -Ella se cayó sobre sus pies y él extendió la mano hacia ella. -¡No! No me toques.

– Mary…

– Mantente lejos de mí. -Ella fue hacia el restaurante, las manos levantadas para rechazarlo. Para lo poco que le serviría contra él.

Hal la siguió, moviendo sus poderosos brazos y piernas. -Escúchame…

– Necesito…-Ella se aclaró la garganta. -Tengo que llamar a la policía.

– No, no lo harás.

¡Fuimos atacados! Y tú…mataste a gente. Mataste a la gente. Quiero llamar a…

– Esto es algo privado. La poli no puede protegerte. Yo puedo.

Ella se paró, un sucio disparo de la verdad en la que él estaba en el centro. Todo tenía sentido. La amenaza que él ocultaba detrás de su encanto. La carencia absoluta de miedo cuando fueron atacados. Su determinación a no implicar a la policía. Dios, el hecho de que había rajado la cabeza de un hombre con facilidad, como si lo hubiera hecho antes.

Hal no quería que ella llamara al 911 porque él estaba al otro lado de la ley. No menos que los gamberros que habían ido detrás de ellos.

Ella bajó su brazo para sostener el bolso, a punto de volver a correr. Y se dio cuenta de que su bolso había desaparecido.

Hal maldijo, rápido y fuerte. -¿Has perdido el bolso, verdad? -Él miró a su alrededor. -Escucha, Mary, tienes que venir conmigo.

– Un infierno que lo haré.

Ella huyó hacia el restaurante, pero Hal saltó delante de ella, bloqueándole el camino, cogiéndola de los brazos.

– Gritaré. – Ella miró hacia los aparcacoches. Ellos estaban probablemente a unos 25 metros de distancia. -Gritaré muy fuerte.

– Tú vida está en peligro, pero puedo protegerte. Confía en mí.

– No te conozco.

– Sí, lo haces.

– Ah, tienes razón. Eres hermoso, entonces posiblemente no puedes ser malo.

Él señaló con un dedo hacia el parque. -Te salvé ahí. Sin mí, ahora mismo no estarías viva.

– Bien. Muchas gracias. ¡Ahora déjame sola!

– No quiero hacer eso. -Refunfuñó él. -Realmente no lo hago.

¡Hacer qué!

Él pasó su mano por delante de su cara.

Y de repente, ella no podía recordar por que estaba tan enojada.

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