Capítulo 12

Mary dejó de respirar cuando Hal le soltó la mano. Tal vez estaba soñando. Sí, tenía que ser eso. Él era demasiado magnífico. Demasiado sexy. Y se concentraba demasiado en ella para ser real.

La camarera volvió, acercándose a Hal tanto que en realidad podría estar en su regazo. Y como no podía ser, la mujer se había renovado el carmín. Aquella boca parecía que había tenido un cambio con el aceite con algo llamado Fresh Pink. O Curious Coral. O algo igualmente ridículo.

Mary movió la cabeza, sorprendida de haber sido tan maliciosa.

– ¿Qué va a ser? -La camarera le preguntó a Hal.

Él la miró a través de la mesa y levantó una ceja. Mary sacudió su cabeza y comenzó a hojear el menú.

– Bien, veamos que tenemos aquí. -Dijo él, abriendo el suyo.- Va a ser el Pollo Alfredo. La carne NY, poco hecha. Y una hamburguesa con queso, también poco hecha. Doble de papas fritas. Y algunos nachos. Sí, quiero nachos con todo ello. Doble de eso también. ¿Puedes?

Mary sólo podía mirarlo fijamente cuando él cerró el menú y esperó.

La camarera lo miró con un poco de incomodidad. -¿Es todo lo que quieres para ti y tu hermana?

Como si la obligación familiar fuera la única razón de que un hombre como él estuviera con una mujer como ella. Oh, hombre…

– No, esto es para mí. Y ella es mi cita, no mi hermana. ¿Mary?

– Yo…solo una ensalada Cesar, cuando – ¿alimentando el comedero? -su comida llegue.

La camarera cogió los menús y se fue.

– Entonces, Mary, dime algo sobre ti.

– ¿Por qué no lo hacemos sobre ti?

– Por que entonces no podré oírte hablar.

Mary se puso rígida, algo burbujeaba bajo la superficie de su conciencia.

Conversación. Quiero oír tu voz.

Di nada. Una y otra vez. Hazlo.

Podría haber jurado que este hombre le había dicho esas cosas, pero ella no lo había visto antes. Dios lo sabía, lo habría recordado.

– ¿Qué haces para ganarte la vida? – Él la animó.

– Er…soy ayudante ejecutivo.

– ¿Dónde?

– En un despacho de abogados aquí en la ciudad.

– ¿Pero haces algo más, verdad?

Ella se preguntó cuanto le había dicho Bella. Dios, esperaba que la mujer no le hubiera explicado lo de la enfermedad. Tal vez era por eso por lo que se quedaba.

– ¿Mary?

– Solía trabajar con niños.

– ¿Profesora?

– Terapeuta.

– ¿Cabeza o cuerpo?

– Ambos. Era especialista en la rehabilitación de niños autistas.

– ¿Qué te hizo hacerlo?

– ¿Tenemos que hacer esto?

– ¿El qué?

– Todo eso de vamos-a-fingir-que-voy-a-conocerte.

Él frunció el ceño, retirándose hacia atrás cuando la camarera puso el enorme plato de nachos sobre la mesa.

La mujer se inclinó sobre su oído. -Shhh, no se lo diga a nadie. Robé estos de otro pedido. Ellos pueden esperar y tú pareces muy hambriento.

Hal inclinó la cabeza, sonrió, pero parecía desinteresado.

Tenía que concederle el crédito de ser cortés, pensó Mary. Ahora que él estaba sentado enfrente de ella en la mesa, no parecía que notara a ninguna otra mujer en absoluto.

Él le ofreció el plato. Cuando ella negó con la cabeza, se puso un nacho en la boca.

– No me sorprende que te moleste la charla.

– Dijo él.

– ¿Por qué?

– Has pasado por mucho.

Ella frunció el ceño. -¿Qué te ha dicho exactamente Bella sobre mí?

– No mucho.

– ¿Entonces cómo sabes qué he pasado por algo?

– Está en tus ojos.

– Oh, infiernos. También era listo. Hablando de paquete completo.

– Pero lamento rompértelo. -Dijo él, rápidamente limpiándose las manos de los nachos. -No me he preocupado por si te ha molestado. Quiero saber que fue lo que te interesó en esa línea de trabajo y tú vas a decírmelo.

– Eres arrogante.

– Sorpresa, sorpresa. -Rió él fuertemente.- Y tú evitas mi pregunta. ¿Qué te hizo meterte en ello?

La respuesta era la lucha de su madre contra la distrofia muscular. Después de ver como su madre lo había pasado, ayudar a otras personas con sus limitaciones había sido una llamada. Tal vez era un camino para pagar la culpa por estar tan sana cuando su madre había estado tan comprometida.

Y luego Mary había sido golpeada con algunos otros compromisos serios en ella misma.

Gracioso, la primera cosa que pensó cuando fue diagnosticada fue que no era justo. Había visto a su madre enfrentarse a la enfermedad, había sufrido a su lado. ¿Entonces por qué el universo quería que ella conociera directamente la clase de dolor que había atestiguado? Por esta razón en el momento había comprendido que no había ninguna cuota en el sufrimiento de la gente, ningún umbral cuantificable que una vez llegara, conseguía milagrosamente llegar al fondo de la angustia.

– Nunca quise hacer nada más. -Ella esquivó.

– ¿Entonces por qué lo dejaste?

– Mi vida cambió.

Agradecidamente, él no siguió con ello. -¿Te gusta trabajar con niños minusválidos?

– Ellos no son…ellos no son minusválidos.

– Lo siento. -Dijo él claramente sintiéndolo.

La sinceridad en su voz hizo que abriera la tapa de su reserva de una manera que los elogios o las risas nunca harían.

– Ellos solo son diferentes. Experimentan el mundo de una manera distinta. Normal es solo que es corriente, esa no es la única manera de ser o vivir. -Ella paró, notando que él había cerrado los ojos. -¿Te estoy aburriendo?

Levantó sus párpados despacio. -Amo oírte hablar.

Mary se tragó un jadeo. Sus ojos eran del color del neón, encendidos e iridiscentes.

– Tenían que ser lentes de contacto, pensó ella. Los ojos de la gente no tenían ese color.

– La diferencia no te molesta ¿verdad?-Murmuró él.

– No.

– Eso es bueno.

Por alguna razón, ella se encontró sonriéndole.

– Tenía razón. -Susurró él.

– ¿Sobre qué?

– Eres encantadora cuando sonríes.

Mary apartó la mirada.

– ¿Qué pasa?

– Por favor no te pongas encantador. Preferiría continuar con la charla.

– Soy honesto, no encantador. Tan solo pregunta a mis hermanos. Constantemente meto la pata.

¿Había más como él? Chico, serían un infierno de postal navideña familiar.- ¿Cuántos hermanos tienes?

– Cinco. Ahora. Perdimos a uno. -Él bebió agua, como si quisiera que ella no viera sus ojos.

– Lo siento. -Dijo ella quedamente.

– Gracias. Todavía es reciente. Y lo echo de menos como el infierno.

La camarera llegó con una pesada bandeja. Cuando los platos estuvieron alineados delante de él y la ensalada de Mary estaba sobre la mesa, la mujer esperó hasta que Hal se lo agradeciera de forma significativa.

Él fue primero por el Alfredo. Hundió su tenedor en el enredo de fettucine, retorciéndolo hasta que hizo un nudo de pasta y la llevó hasta su boca. Masticó pensativamente y le puso algo de sal. Probó el filete después. Le puso un poco de pimienta. Después recogió la hamburguesa con queso. Estaba a mitad de camino de su boca cuando frunció el ceño e hizo marcha atrás. Él usó su tenedor y cuchillo para tomar un bocado.

Él comió como un caballero. Con aire casi fino.

Bruscamente, él la miró. -¿Qué?

– Lo siento, yo, ah…-Ella picó de su ensalada. Y enseguida volvió a mirarlo comer.

– Si sigues mirándome tan fijamente, voy a ruborizarme. -Él habló arrastrando las palabras.

– Lo siento.

– Yo no. Me gustan tus ojos en mí.

El cuerpo de Mary brilló a la vida. Y respondió con una gracia total lanzando un tostón de pan sobre el regazo.

– ¿Qué estás mirando? -Preguntó él.

Ella utilizó su servilleta para evitar las manchas sobre sus pantalones. -Tus modales en la mesa. Son muy buenos.

– La comida debe ser saboreada.

Ella se preguntaba como él disfrutaba así de despacio. Concentrado. Dios, ella solo podía imaginar la clase de vida amorosa que tenía. Sería asombroso en la cama. Ese cuerpo grande, de piel dorada, esos estrechos y largos dedos…

A Mary se le secó la garganta y cogió su vaso. -¿Pero tú siempre…comes tanto?

– En realidad, tengo algo cerrado el estómago. Lo estoy tomando suave.- Puso algo más de sal sobre los fettuccini. -Entonces solías trabajar con niños autistas, pero ahora estás en un despacho de abogados. ¿Qué más haces con tu tiempo? ¿Aficiones? ¿Intereses?

– Me gusta cocinar.

– ¿De verdad? Me gusta comer.

Ella frunció el ceño, intentando no imaginárselo sentándose en su mesa.

– Te has irritado otra vez.

– Ella agitó su mano. -No lo estoy.

– Sí, lo estás. No te gusta la idea de cocinar para mi, ¿verdad?

Su honestidad sin trabas la hizo pensar que podía decirle algo y le respondería con exactamente lo que pensaba y sentía. Bueno o malo.

– Hal, ¿tienes algún tipo de filtro entre tu cabeza y tu boca?

– No realmente. -Terminó el Alfredo y retiró el plato. El filete pasó después.- ¿Y sobre tus padres?

Ella suspiró. -Mi madre murió hace aproximadamente cuatro años. Mi padre fue asesinado cuando tenía dos años, estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Él hizo una pasada. -Esto es duro. Perdiste a los dos.

– Sí, así fue.

– Yo también perdía a ambos. Pero al menos fue de vejez. ¿Tienes hermanas? ¿Hermanos?

– No. Sólo éramos mi madre y yo. Y ahora solo yo.

Hubo un largo silencio. -¿Entonces cómo conociste a John?

– John…oh, John Matthew? ¿Bella te habló sobre él?

– Algo por el estilo.

– No lo conozco muy bien. Él entró en mi vida hace poco. Creo que es un niño especial, amable y creo que las cosas no han sido fáciles para él.

– ¿Conoces a sus padres?

– Él me dijo que no tiene a ninguno.

– ¿Sabes dónde vive?

– Conozco la zona de la ciudad. No es muy buena.

– ¿Quieres salvarlo, Mary?

Qué pregunta tan extraña, pensó ella.

– No creo que necesite que lo salven, pero me gustaría ser su amiga. Sinceramente, apenas lo conozco. Él sólo apareció una noche en mi casa.

Hal asintió, como si ella le hubiera dado la respuesta que el quería.

– ¿Cuándo conociste a Bella? -preguntó ella.

– ¿Te gusta tu ensalada?

Ella miró su plato. -No tengo hambre.

– ¿Estás segura sobre ello?

– Sí.

En cuanto terminó su hamburguesa y la comida frita, él pasó sobre el menú para coger la sal y la pimienta.

– ¿Te gustaría más un postre? -Preguntó él.

– No esta noche.

– Deberías comer más.

– Almorcé mucho.

– No, no lo hiciste.

Mary cruzó los brazos sobre su pecho. – ¿Cómo lo sabes?

– Puedo sentir tu hambre.

Ella dejó de respirar. Dios, aquellos ojos brillaban otra vez. Tan azules, un color infinito, como el mar. Un océano dónde nadar. Ahogarse. Morir.

– ¿Cómo sabes que estoy…hambrienta? -Dijo, sintiendo como si el mundo se escapara.

Su voz cayó hasta que fue casi un ronroneo. -¿Tengo razón, verdad? ¿Entonces por qué te importa esto ahora?

Afortunadamente, la camarera volvió para recoger los platos y rompió el momento. Cuando Hal pidió una manzana crujiente, una especie de brownie y una taza de café, Mary sintió como si regresara al planeta.

– ¿Cuál es tu profesión?-Preguntó ella.

– Esto y aquello.

– ¿Interpretando? ¿Modelando?

Él ser rió. -No. Puedo ser decorativo, pero prefiero ser útil.

– ¿Y cómo de útil?

– Creo que podría decir que soy un soldado.

– ¿Estás con los militares?

– Alguna cosa.

Bien, eso explicaría el aire mortal. La confianza física. Su agudeza visual.

– ¿De qué rama? -Marines, pensó ella. O tal vez un SEAL. Él era fuerza.

La cara de Hal se apretó. -Sólo otro soldado.

Desde algún lugar, una nube de perfume invadió la nariz de Mary. Era la encargada que fue a limpiarles la mesa.

– ¿Está todo bien? -Mientras revisaba a Hal, prácticamente podía oír el chisporroteo de la mujer.

– Bien, gracias. Dijo él.

– Bueno. -Ella resbaló algo sobre la mesa. Una servilleta. Con un número y un nombre.

Cuando la mujer lo miró y paseó la mirada, Mary miró hacia abajo, hacia sus manos. Por el rabillo del ojo, observó su monedero.

Tiempo de marcharse, pensó ella. Por algunas razones no quería mirar a Hal poner aquella servilleta en su bolsillo. Aunque él tuviera el derecho de hacerlo.

– Bien, esto ha sido…interesante. -Dijo ella. Recogió su bolso y arrastró los pies para salir del reservado.

– ¿Por qué te vas? -Su ceño fruncido lo hizo parecer un verdadero militar y alejándolo del atractivo material masculino.

La ansiedad titiló en su pecho. -Estoy cansada. Pero, gracias, Hal. Esto ha sido…Bien, gracias.

Cuando intentó pasar por su lado, él cogió su mano, acariciando el interior de su muñeca con el pulgar.-Quédate mientras me tomo el postre.

Ella miró su perfecta cara y sus amplios hombros. La morena del otro lado del pasillo se puso de pie y lo miró, llevaba una tarjeta de visita en la mano.

Mary, se inclinó hacia él. -Estoy segura de que encontrarás a muchas otras esperándote para tu compañía. De hecho, hay alguien encabezando el camino ahora mismo. Te diría que buena suerte con ella, pero parece algo seguro.

Mary salió disparada hacia la salida. El aire frío y el silencio relativo fueron un alivio después del apretujón de la gente, pero cuando se acercó a su coche, sintió misteriosamente que no estaba sola. Echó un vistazo sobre su hombro.

Hal estaba detrás de ella, aun cuando lo había dejado en el restaurante. Ella se giró, el corazón golpeaba sus costillas.

– ¡Jesús! ¿Qué estás haciendo?

– Camino contigo hasta tu coche.

– Yo…ah. No te molestes.

– Demasiado tarde. Este Civic es tuyo, ¿verdad?

– Cómo lo has hecho…

– Las luces brillaron intermitentemente cuando lo abriste.

Ella se alejó de él, pero cuando dio marcha atrás, Hal avanzó. Cuando chocó contra su coche, levantó sus manos.

– Para.

– No te asustes de mí.

– Entonces no me apretujes.

Ella se dio la vuelta alejándose de él y fue hacia la cerradura. Su mano salió disparada, sujetando la junta entre la ventana y el techo.

Sí, ella iba a ponerse detrás del volante. Cuando él la dejara

– ¿Mary? -Su voz profunda apareció al lado de su cabeza y ella saltó.

Ella sintió su cruda seducción y se imaginó su cuerpo como una jaula cerrada a su alrededor. Con un movimiento traicionero, su miedo cambió hacia algo licencioso y de necesidad.

– Déjame marchar.- Susurró ella.

– Aun no.

Ella lo oyó suspirar, como si la oliera y luego sus oídos se inundaron del sonido rítmico de bombeo, como si ronroneara. Se le aflojó el cuerpo, acalorado, abierto entre sus piernas como si estuviera preparada para aceptarlo en su interior.

Buen Dios, ella tenía que alejarse de él.

Ella le agarró el antebrazo y lo empujó. Pero no consiguió ir a ninguna parte.

– ¿Mary?

– ¿Qué? -Ella chasqueó, resentida por que estaba conectada cuando debería haberse quedado petrificada. Por Dios, él era un extraño, un extraño grande, insistente y ella era una mujer sola sin nadie que la reclamase si no volvía a casa.

– Gracias por no plantarme.

– Por nada. Ahora ¿si me permites?

– En cuanto me dejes que te un beso de buenas noches.

Mary tuvo que abrir la boca para conseguir suficiente aire para sus pulmones.

– ¿Por qué? -Ella le preguntó con voz ronca. ¿Por qué quieres hacerlo?

Sus manos se posaron sobre sus hombros y la giraron. Él destacaba sobre ella, obstruyendo el brillo del restaurante, las luces en el aparcamiento, las estrellas por encima.

– Solo déjame que te bese, Mary.- Sus manos se deslizaron por su garganta y sobre los lados de su cara. -Solo una vez. ¿De acuerdo?

– No, esto no está bien. -Susurró ella cuando inclinó su cabeza hacia atrás.

Sus labios descendieron y su boca tembló. Hacía mucho que la habían besado. Y nunca un hombre como él.

El contacto fue suave, apacible. Inesperado, dado el tamaño de él.

Y como una ráfaga de calor lamió sobre sus pechos y entre sus piernas, ella escuchó un silbido.

Él tropezó hacia atrás y la miró de una forma extraña. Con movimientos desiguales, sus pesados brazos atravesaron su pecho, como si la conservase.

– ¿Hal?

Él no dijo nada, solo estuvo allí, mirándola fijamente. Si no lo conociera mejor, pensaría que lo habían sacudido.

– Hal ¿estás bien?

Él negó con la cabeza una vez.

Entonces se alejó, despareciendo en la oscuridad más allá del aparcamiento.

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