– ¿Qué diablos vamos a decirle? ¡Él llegará aquí en veinte minutos!
El Sr. O consideró a su dramático colega con una mirada aburrida, mientras pensaba que si el lesser hiciese algo más que saltar arriba y abajo, el idiota podría ser calificado como un juguete saltarín.
Maldición, pero E era un jodido. Por qué su patrocinador le había metido en la Lessening Society en el primer lugar era un misterio. El hombre tenía poco impulso. Ninguna concentración. Y ningún estómago para la nueva dirección en la guerra contra la estirpe del vampiro.
– Que vamos…
– No vamos a decirle nada. -Dijo O mientras miraba alrededor del sótano. Cuchillos, navajas y martillos estaban esparcidos sin orden en el barato aparador de la esquina. Había charcos de sangre aquí y allá, pero no debajo la mesa, donde pertenecían. Y mezclado con el rojo había un negro lustroso, gracias a las heridas superficiales de E.
– Pero el vampiro escapó antes de que le sacáramos cualquier información.
– Gracias por el resumen.
Dos de ellos habían comenzado a trabajar sobre el varón cuándo O salió en busca de ayuda. Cuando regresó, E había perdido control sobre el vampiro, había cortes en un par de sitios, y fue todo su pequeño sangrado una promesa.
Ese jefe gilipollas suyo iba a cabrearse, y si bien O despreciaba al hombre, él y el Sr. X tenían una cosa en común: el descuido era para perdedores.
O miró el baile de E a su alrededor un poco más, mientras encontraba en sus movimientos estúpidos la solución para ambos al inmediato problema y al mismo tiempo a más largo plazo. Cuando O sonrió, E, el tonto, pareció aliviado.
– No te preocupes por nada. – Murmuró O. -Le diré que sacamos el cuerpo y lo dejamos al sol en el bosque. No es gran cosa.
– ¿Hablarás con él?
– Sin problema, hombre. Sin embargo, mejor sales corriendo. Él va a sentirse fastidiado.
E asintió y echó el cerrojo en la puerta. -Demasiado tarde.
Sí, di buenas noches, hijo de puta, pensó O cuando empezó a limpiar el sótano.
La repugnante casa pequeña dónde trabajaban pasaba desapercibida desde la calle, intercalada entre un desgastado armazón que una vez había sido un restaurante de barbacoas y una ruinosa casa de huéspedes. Esta parte de la ciudad, una mezcla de miserables residencias y antros comerciales, era perfecto para ellos. Por aquí, las personas no salían después del anochecer, pequeños estallidos de pistolas eran tan comunes como las alarmas de los coches, y nadie decía nada si alguien dejaba escapar un grito o dos.
También, ir y venir del sito era fácil. Gracias a los “pesados” del barrio, todas las farolas estaban estropeadas y la incandescencia ambiental de otros edificios era insignificante. Como un beneficio añadido, la casa tenía una entrada exterior con una mampara en la entrada de su sótano. Cargar un cuerpo completo en un saco y salir y entrar no era problemático.
Aunque si alguien veía algo, tomaría solo un momento eliminar el descubrimiento. No sería una gran sorpresa para la comunidad, en cualquier caso. La basura blanca tenía un camino para descubrir sus tumbas. Junto con esposas golpeadas y chupar cerveza, morir debía ser probablemente solo otra competencia principal.
O recogió un cuchillo y pasó un paño sobre la negra sangre de E eliminándola de la hoja.
El sótano no era muy grande y el techo era bajo, pero había espacio suficiente para la vieja mesa que usaban como estación de trabajo y para el estropeado aparador dónde conservaban sus instrumentos. De todos modos, O pensaba que no era la instalación correcta. Era imposible guardar seguramente a un vampiro aquí, y eso quería decir que perdían una importante herramienta de persuasión. El tiempo desgastaba las facultades físicas y psíquicas. Si la influencia era la correcta, el paso de los días tenía tanto poder como cualquier otra cosa con la que pudieras romper un hueso.
O quería algo fuera en el bosque, lo suficientemente grande de manera que pudiese conservar a sus cautivos durante un período de tiempo. Como los vampiros se hacían humo con el amanecer, tenían que ser mantenidos protegidos del sol. Pero si los encerrabas en un cuarto, entonces corrías el riesgo de su desmaterialización fuera de tus manos. Él necesitaba una jaula de acero para ellos.
Arriba, se cerró la puerta trasera y unos pasos bajaban por las escaleras.
El Sr. X caminó bajo una bombilla desnuda.
El Fore-lesser medía aproximadamente 1,95 y su constitución era como la de un defensa de fútbol americano. Como al igual que todos los asesinos que habían estado en la Sociedad durante mucho tiempo, era muy pálido. Su pelo y su piel eran del color de la harina, y sus iris eran tan claros e incoloros como el cristal de una ventana. Como O, él se vestía con el equipo estándar de los lessers. Pantalones cargo negros y un jersey negro de cuello alto con las armas escondidas bajo una chaqueta de cuero.
– Entonces, dime, Sr. O, ¿Cómo fue el trabajo?
Como si el caos en el sótano no fuese suficiente explicación.
– ¿Yo estoy al cargo de ésta casa? -Preguntó O.
El Sr. X caminó casualmente hacia el aparador y cogió un cincel. -Por así decirlo, sí.
– ¿Entonces me permites asegurarla para – él movió su mano alrededor del desorden – qué no ocurra otra vez?
– ¿Qué ocurrió?
– Los detalles son aburridos. Un civil escapó.
– ¿Sobrevivirá?
– No lo sé.
– ¿Estabas aquí cuando ocurrió?
– No.
– Cuéntamelo todo. -El Sr. X sonrió cuando el silencio se extendió. -Sabes, Sr. O, tu lealtad podría llevarte a tener problemas. ¿No quieres que castigue a la persona correcta?
– Quiero encargarme por mí mismo.
– Estoy seguro de que lo harás. Excepto que si no me lo dices, podría tener que sacar el costo del fracaso de tu pellejo de todas formas. ¿Lo vale?
– Si tengo permiso para hacer lo que quiera con el responsable de la fiesta, entonces sí.
El Sr. X sonrió. -Sólo puedo imaginar que podría ser.
O esperaba, mientras miraba la cabeza del afilado cincel cogido suavemente mientras el Sr. X paseaba alrededor del cuarto.
– Te emparejé con el hombre incorrecto ¿verdad? -El Sr. X murmuró mientras recogía un par de esposas del suelo. Él las dejó caer sobre el aparador. -Pensé que el Sr. E podría elevarse a tu nivel. No lo hizo. Y me alegra que vinieras a mí primero antes de que lo disciplinaras. Ambos sabemos cuánto te gusta trabajar independientemente. Y cuánto me disgusta a mí.
El Sr. X lo miraba sobre su hombro, sus ojos fijos en O. -En vista de todo esto, particularmente porque te acercaste a mí primero, puedes tener al Sr. E.
– Quiero hacerlo con audiencia.
– ¿Tú escuadrón?
– Y otros.
– ¿Tratando de probarte a ti mismo otra vez?
– Elevando el nivel.
El Sr. X sonrió fríamente. -Eres un pequeño bastardo arrogante, ¿verdad?
– Soy tan alto como vosotros.
Repentinamente, O se encontró incapaz de mover sus brazos o sus piernas. El Sr. X había utilizado esa mierda paralizadora antes, por lo que no era totalmente inesperado. Pero el tipo todavía tenía el cincel en su mano y se acercaba.
O se opuso al agarre, sudando mientras luchaba y no lograba nada.
El Sr. X se inclinó de manera que sus pechos se tocaban. O sintió que algo rozaba su culo.
– Diviértete, hijo. -Murmuró el hombre en el oído de O. -Pero hazte un favor a ti mismo. Recuerda que por muy largos que sean tus pantalones, tú no eres yo. Te veré más tarde.
El hombre caminó a grandes pasos por el sótano. La puerta arriba se abrió y se cerró.
Tan pronto como O pudo moverse, metió la mano en su bolsillo de atrás.
El Sr. X le había dado el cincel.
Rhage salió del Escalade y escudriñó la oscuridad alrededor del One Eye, esperando que un par de lessers los asaltasen. No esperaba tener suerte. Él y Vishous habían patrullado durante las horas nocturnas, y no habían conseguido nada. Ni siquiera un vistazo. Era condenadamente extraño.
Y para alguien como Rhage, quien dependía de luchar por razones personales, también era infernalmente frustrante.
Como todas las cosas, sin embargo, la guerra entre La Lessening Society y los vampiros eran cíclicas, y actualmente estaban de baja. Tenía sentido. Allá por julio, La Hermandad de la Daga Negra había atacado el centro local de reclutamiento de la Sociedad, junto con diez de sus mejores hombres. Claramente, los lessers hacían un reconocimiento del terreno.
Gracias a Dios, había otras formas de quemar su frustración.
Él miró hacia el creciente nido de depravación que era actualmente la guarida Descanso y Relajación de La Hermandad. El One Eye estaba al borde del pueblo, por lo que la gente de su interior eran motoristas y tipos que trabajaban en la construcción, tipos duros que tendían a la brutalidad en vez de hacia la suave persuasión. El bar era tu estándar de cuchitril húmedo. Un solo piso construido con alrededor un collar de asfalto. Camiones, sedanes americanos, y Harleys aparcaban en el espacio. Con diminutas ventanas, los signos de la cerveza brillaban rojo, azul y amarillo, el logotipo de Coors y Bud Light y Michelob.
No Coronas o Heinekens para estos chicos.
Cuando cerró la puerta del coche, su cuerpo temblaba, su piel picaba, sus gruesos músculos crispados. Extendió sus brazos, tratando de ganar un poco de alivio. No se sorprendió cuando no hubo diferencia. Su maldición arrojaba su paso alrededor, llevándolo a un territorio peligroso. Si no encontraba algún tipo de liberación pronto, entonces iba a tener serios problemas. Caramba, él iba a ser un serio problema.
Muchas gracias, Scribe Virgin.
Era suficientemente malo haber nacido con demasiado poder físico, un jodido regalo fuerte que nunca había apreciado o explotado. Pero entonces él había disgustado mucho a la mística mujer que tuvo el dominio sobre su estirpe. Hombre, ella solo había estado demasiado feliz de poner otro estrato de mierda en el abono con el que él había nacido. Ahora, si él no se quitaba de encima la cólera de forma regular, entonces se volvía mortífero.
Las peleas y el sexo eran las únicas dos liberaciones que se lo sacaban, y él las usaba como un diabético a la insulina. Una corriente estable de ambas ayudaba a mantenerle a nivel, pero no siempre resolvía el problema. Y cuando lo perdía, las cosas se ponían mal para todo el mundo, incluido él mismo.
Dios mío, él estaba cansado de ser golpeado en el interior de su cuerpo, manejando sus demandas, haciendo un intento para no caer en una inconsciencia brutal. Ciertamente, su despampanante cara y la fuerza eran excelentes y buenas. Pero habría intercambiado ambas por un cuerpo flaco, huesudo y feo, si hubiese tenido alguna paz. Caramba, no podía recordar que era la serenidad. Incluso no podía recordar quién era.
La desintegración de sí mismo se había puesto en marcha bastante rápido. Después de solo un par de años de maldición, había dejado de esperar cualquier alivio verdadero y simplemente había intentado sobrevivir sin herir a nadie. Entonces fue cuando había empezado a morir por dentro, y ahora, unos cien años más tarde, estaba en su mayor parte entumecido, nada más que un escaparate brillante y encanto vacío.
En cada nivel que contaba, había dejado de tratar de fingir que era todo menos una amenaza. Porque la verdad era que nadie estaba a salvo cuando estaba por ahí. Y eso era lo que realmente le mataba, aún más que las cosas físicas por las que tenía que pasar cuando la maldición se manifestaba. Vivía con miedo de herir a alguno de sus hermanos. Y, desde un mes atrás, a Butch.
Rhage caminó alrededor del SUV y miró a través del parabrisa al varón humano. Dios mío, ¿quién habría pensado que alguna vez estaría junto a un Homo Sapiens?
– ¿Te veremos más tarde, poli?
Butch se encogió de hombros. -No lo sé.
– Buena suerte, hombre.
– Será lo que sea.
Rhage juró suavemente cuando el Escalade se fue y él y Vishous atravesaron el aparcamiento.
– ¿Quién es ella, V? ¿Una de nosotros?
– Marissa.
– ¿Marissa? ¿Cómo la anterior shellan de Wrath? -Rhage negó con la cabeza. -Oh, de acuerdo, necesito detalles. V, tú me los vas a dar.
– No hago bromas sobre esto. Y tú tampoco deberías.
– ¿No tienes curiosidad?
V no contestó hasta que llegaron a la altura de la entrada delantera del bar. -Oh, bien. ¿Lo sabes, no? -Le dijo Rhage.
– Sabes lo que le va a pasar.
V meramente levantó sus hombros y llegó hasta la puerta. Rhage plantó su mano sobre la madera, deteniéndole. -Oye.
– V, ¿alguna vez sueñas conmigo? ¿Alguna vez has visto mi futuro?
Vishous giró la cabeza. En la brillante luz de neón de Coors, su ojo izquierdo, sobre el que tenía sus tatuajes alrededor, fue todo negro. La pupila se dilató hasta que le comió el iris y la parte blanca, hasta no hubo nada excepto un agujero.
Era como quedar mirando en el infinito. O tal vez en el Fade mientras morías.
– ¿De verdad quieres saberlo? -Dijo el hermano.
Rhage dejó caer su mano a un lado. -Solo una cosa me preocupa. ¿Voy a vivir lo bastante para escapar de mi maldición? Tú sabes, ¿Encontrar algo de calma?
La puerta se abrió repentinamente y un hombre borracho tambaleante salió fuera como un camión con la dirección rota. El tipo se dirigió hacia los arbustos, vomitó, y luego cayó boca abajo sobre el asfalto.
La muerte era una forma segura para encontrar la paz, pensó Rhage. Y todo el mundo moría. Incluso los vampiros. Eventualmente.
Él no encontró los ojos de su hermano otra vez. -Retíralo, V. No quiero saberlo
Él había sido maldecido una vez ya y todavía le quedaban otros noventa y un años antes de que fuese libre. Noventa y un años, ocho meses, cuatro días hasta que su castigo hubiese terminado y la bestia ya no formase parte de él. ¿Por qué debería alistarse como voluntario para un golpe cósmico y saber que no viviría durante mucho tiempo, el suficiente como para ser libre de la maldita cosa?
– Rhage.
– ¿Qué?
– Te lo voy a contar. Tu destino está llegando. Y ella vendrá pronto.
Rhage sonrió. -Oh, ¿Sí? ¿Cómo es la mujer? La preferiría…
– Ella es una virgen.
Un escalofrío atravesó la columna vertebral de Rhage y se le clavó en el culo. -Estás bromeando ¿verdad?
– Mira en mi ojo. ¿Piensas que estoy jodiéndote?
V hizo una pausa durante un momento y luego abrió la puerta, lanzándose hacia el olor de cerveza y los cuerpos humanos junto con el pulso de una vieja canción de Guns N ' Roses.
Cuando entraron, Rhage masculló, -Eres un freaky de mierda, mi hermano. Realmente lo eres.